sábado, 1 de noviembre de 2008
Celia, Elogio de la insumisión
Palabras de amor para la Celia Hart que conocí, in memoriam
Hay noticias que a uno le gustaría no creer de lo dolorosas que son. Un amigo muy querido me comunica por correo electrónico la muerte de Celia Hart en un estúpido accidente de tráfico ocurrido en el barrio habanero de Miramar, en Tercera y 46. Iba en el auto con su hermano Abel, que también ha fallecido. ¡Qué terrible destino el de esta familia legendaria, tan ligada a la Revolución cubana, cuyas citas con la muerte son cualquier cosa menos apacibles!
Hace unos años relaté en breves palabras mi encuentro fortuito con Celia Hart en el Palacio de Convenciones de La Habana. Fue entonces cuando planeamos una entrevista que luego publicaríamos en Rebelión, en la cual se mostró tal cual era, indómita e insumisa, como deben ser los auténticos revolucionarios. Aquél fue asimismo el inicio de una buena amistad que se fue prolongando de forma intermitente por el ciberespacio, al hilo de nuestros escritos. Era, sin paliativos, una mujer generosa, que disfrutaba halagando el ego de sus amigos escritores con palabras cargadas de ese hermoso desenfado tropical que sólo existe en Cuba, y también lo suficientemente humilde como para no tomarse en serio la valiosa contribución de su propia pluma.
Trotskista hasta la médula, vivió sin resentimiento el que muchos de sus amigos no lo fuéramos, pues lo importante, decía, es que la Revolución continúe en pie. Quienes la queríamos la quisimos mucho, con esa clase de amor, distinto a todos los demás, cuya aleación contiene el metal indestructible de la cubanidad.
La voy a echar de menos, ya nunca volveré a recibir sus mensajes alegres ni a leer sus escritos. Junto a la noticia me ha llegado una fotografía de ella. No es ésa la que he escogido como acompañamiento de estas palabras de amor que ahora le dedico a modo de homenaje póstumo, sino la que guardo en mi escritorio. En ella se la ve sonriente, con aquellos ojos color miel que tenía y su aire de Laureen Bacall caribeña. Así me gustaría que la recordáramos todos, feliz, llena de vida.
Te saludo, insumisa Celia, la lucha continúa.
Manuel Talens
2008-09-08
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