lunes, 28 de febrero de 2022

El derecho de autodeterminación según la OTAN


El antagonismo entre Putin y Lenin


A propósito de Ucrania. 

 En la antesala de la ocupación militar, Vladimir Putin emitió una resonante declaración cuestionando la legitimidad de Ucrania como entidad independiente al afirmar que su versión “moderna fue creada enteramente por Rusia, más precisamente por la bolchevique y comunista”. El actual “Bonaparte” ruso colocó nombre y apellido a “los responsables” cuando agregó que “Lenin y sus asociados cometieron un crimen histórico dividiendo territorio que pertenecía al Imperio Ruso”. Vale reconocer que, dejando de lado la falsedad sobre una Ucrania “inventada” por la Revolución de Octubre, es un acto “honesto” la presentación de su política internacional en contraposición con la de Lenin y el Partido Bolchevique. De paso, vuelve a quedar en ridículo la vocinglería de cierto derechismo al pretender asociar a Putin con “el comunismo” o “la izquierda”. 
 El presidente ruso no tiene nada en común con la causa del socialismo y la emancipación de los pueblos -mucho menos la actual ofensiva contra Ucrania. En efecto, Putin presenta su política como recuperación del “hilo roto” de la gran tradición imperial rusa, que era una verdadera “cárcel de pueblos”. Con esta cobertura, y bajo el impulso material de extender la restauración capitalista que él comanda como “primus inter pares” de la oligarquía rusa, ha promovido el sojuzgamiento de diversos territorios, incluyendo masacres (Chechenia), represión de la resistencia (Kazajistán) o manutención de una dictadura títere (Bielorrusia). En contraposición completa con esta metodología, Lenin sostuvo en la teoría -durante más de 15 años- y en la práctica -tras la victoria de Octubre- la defensa sistemática de la autodeterminación de las naciones. Una lucha teórica y práctica La revolución de febrero de 1917 levantaba de palabra el derecho a la autodeterminación de las naciones, pero lo estrangulaba en la práctica, continuando la herencia del zarismo. Por eso, Lenin fue crítico implacable de esta política, como ilustra un texto de junio de 1917 en el que denuncia el fracaso del gobierno provisional respecto de Ucrania, pues había impuesto una independencia ficticia, tutelada respecto de “las leyes que determinen el orden de todo el Estado ruso, [que] deberán ser promulgadas por el Parlamento de toda Rusia”. En contraposición con ello, Lenin afirmaba que “solo el reconocimiento absoluto de este derecho nos permite abogar por la libre unión entre los ucranios y los gran rusos, por la asociación voluntaria de los dos pueblos en un solo Estado. Solo el reconocimiento absoluto de este derecho puede romper en la práctica, completa e irrevocablemente, con el maldito pasado zarista, en el que se hizo todo para causar el distanciamiento mutuo de dos pueblos tan afines por su idioma, su territorio, su carácter y su historia”. Antes, en 1914, Lenin era igual de taxativo: “depende de mil factores, desconocidos de antemano, si a Ucrania le cabrá en suerte formar un Estado independiente. Y, como no queremos hacer ‘conjeturas’ vanas, estamos firmemente por lo que es indudable: el derecho de Ucrania a semejante Estado. Respetamos este derecho, no apoyamos los privilegios del ruso sobre los ucranios, educamos a las masas en el espíritu del reconocimiento de este derecho, en el espíritu de la negación de los privilegios estatales de cualquier nación”1.
 Esta orientación se reflejó en la práctica del poder soviético pocos días después de ocurrida la Revolución de Octubre, cuando el decreto titulado “​Declaración de los derechos de los Pueblos de Rusia” estableció la “igualdad y soberanía para los pueblos de Rusia”; “el derecho a libre autodeterminación, incluyendo la secesión y formación de un Estado separado”; “la abolición de todos los privilegios y restricciones nacionales y religiosas”; “el libre desarrollo de las minorías nacionales y los grupos etnográficos que pueblan el territorio de Rusia”. No es preciso ahora recapitular el devenir posterior de la historia ucraniana, que lógicamente no adquirió una linealidad “simple y ordenada”. Muy por el contrario, estuvo inevitablemente involucrada en un proceso internacional, que empezaba por la guerra civil con participación imperialista para derrotar a la revolución soviética. Además, dentro de la propia Ucrania las distintas clases pugnaban por distintas versiones de “independencia”, incluida la tutelada por potencias extranjeras. Esa historia, que excede por mucho el propósito de este artículo, no quita el hecho de recoger la posición histórica que los socialistas reivindicamos y que Lenin defendió con particular consecuencia.

 Controversias en el movimiento socialista 

El debate teórico sobre la autodeterminación nacional tiene antecedentes muy destacados en el movimiento socialista. Es conocida la polémica entre Lenin y Rosa Luxemburgo; los argumentos principales del primero suelen leerse en un folleto popular de 1914 titulado El derecho de las naciones a la autodeterminación. Allí, el revolucionario ruso da cuenta de los antecedentes históricos de esa posición, que el POSDR (Partido Obrero Socialdemócrata Ruso) había adoptado en su programa de 1903. Esta resolución, a su vez, recogía inspiración en el acuerdo alcanzado en el Congreso de Londres de la Segunda Internacional realizado en 1896, que Lenin cita textualmente en su artículo: “el congreso declara que está a favor del derecho completo a la autodeterminación (Selbstbestimmungsrecht) de todas las naciones y expresa sus simpatías a los obreros de todo país que sufra actualmente bajo el yugo de un absolutismo militar, nacional o de otro género; el congreso exhorta a los obreros de todos estos países a ingresar en las filas de los obreros conscientes (Klassenbewusste= de los que tienen conciencia de los intereses de su clase) de todo el mundo, a fin de luchar al lado de ellos para vencer al capitalismo internacional y alcanzar los objetivos de la socialdemocracia internacional”. 
 La posición contraria a este principio -como la que sostenía Rosa- podía partir de una motivación honesta referida al combate de todo chovinismo nacional, pero concluía involuntariamente en el oportunismo, el sectarismo o ambos. Para demostrar esto, Lenin desarrolla un estudio histórico concreto del problema nacional, que no podía ser resuelto con categorías abstractas. En este punto, la creación de Estados nacionales separados (esto y no otra cosa es la autodeterminación) se corresponde con la lógica de desarrollo capitalista. Esto es, extensión de la producción y el mercado mediante una lengua única; reproducción de la clase explotada valiéndose de recursos estatales; entre otras cosas. Sin embargo, el desarrollo histórico no adquiere una forma lineal y paralela en cada país, sino desigual y combinada. Lenin era particularmente consciente de esta característica en Rusia, donde un monstruoso Estado central era dominado políticamente por una nacionalidad (“granrusos”) que ni siquiera era la mayoritaria en el conjunto del imperio. Esta situación generaba opresiones especiales cuya subestimación para un revolucionario constituían un crimen. Este análisis concreto de la situación concreta explica la obsesión de Lenin con el tema, pues si el proletariado granruso no demostraba consecuentemente a los trabajadores fineses, ucranianos o judíos su voluntad de romper con cualquier opresión de tipo nacional (por ejemplo la libertad de educarse en lengua propia), sería imposible establecer vínculos fraternos de unidad de clase para luchar por una revolución que en última instancia plantea la supresión de todos los Estados nacionales. Negar este problema en nombre de un “internacionalismo” genérico era favorecer al chovinismo granruso dentro del proletariado, del mismo modo que si un socialista inglés rechaza en la actualidad la soberanía argentina sobre las Malvinas está defendiendo objetivamente los privilegios de la aristocracia obrera de un país imperialista. 

 Autodeterminación nacional e independencia de clase 

La posterior deformación estalinista de esta política implicó subsumir al proletariado respecto de las burguesías nacionales de los países oprimidos. Pero Lenin era muy claro en 1914: “Al proletariado le importa, en ambos casos, garantizar el desarrollo de su clase; a la burguesía le importa dificultar este desarrollo, supeditando las tareas de dicho desarrollo a las tareas de ‘su’ nación. Por eso el proletariado se limita a la reivindicación negativa, por así decir, de reconocer el derecho a la autodeterminación, sin garantizar nada a ninguna nación ni comprometerse a dar nada a expensas de otra nación”. En otras palabras, “lucha contra los privilegios y violencias de la nación opresora y ninguna tolerancia con el afán de privilegios de la nación oprimida”. Se defendía como partes indisolubles de la misma política la defensa incondicional del derecho nacional a formar Estados en simultáneo con la separación tajante respecto de la burguesía de cada lugar. Indudablemente, este problema sigue una dramática actualidad. Por ejemplo, si en nombre de la “autodeterminación ucraniana” ponemos en el centro de la denuncia a la incursión militar rusa, haríamos causa común con una burguesía cuya “independencia” no es más que una pobre fachada de su vasallaje respecto de la Unión Europea y la Otan. Por eso, no se trata de fetiches. Frente a la pretensión de tener una respuesta preestablecida “a la separación de cada nación”, Lenin responde que es “absurda, metafísica en teoría y conducente a subordinar el proletariado a la política de la burguesía en la práctica. (…) El proletariado las subordina a los intereses de la lucha de clases”. 

 Guerra a la guerra 

El interés del régimen putiniano por contraponerse al legado bolchevique permite clarificar problemas políticos muy relevantes. Como herederos de ese programa revolucionario, defendemos consecuentemente la autodeterminación de las naciones como parte de la mayor confraternidad internacional entre las y los trabajadores de todos los países, sin privilegios derivados de habitar uno u otro lugar. A la vez, rechazamos cualquier fetiche al respecto, que nos impida ver la manipulación imperialista de los regímenes políticos de otros países, como sucede en Ucrania y el este europeo, colonizado por el capital financiero que sostienen “los fierros” de la Otan. Frente a eso, los métodos de masacre y sojuzgamiento nacional de Putin y su camarilla de magnates nada tienen que ver con liberación alguna. La lucha contra la catástrofe de la guerra está reservada a una clase obrera emancipada y organizada políticamente en torno a la revolución socialista. 

Alejandro Lipcovich 
 Elaboración Prensa Obrera 

 1 Lenin, “El derecho de las naciones a la autodeterminación”, 1914, en https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/derech.htm

La OTAN, el ariete militar del imperialismo


El avance de la alianza atlántica como preludio de la guerra en Ucrania. 

 Desde el comienzo de las tensiones que derivaron en el conflicto militar entre Rusia y Ucrania, Putin colocó el foco de sus preocupaciones en la expansión de la Otan hacia el este, mientras que desde los gobiernos de ‘Occidente’ señalaban que cualquier país es libre de elegir sus alianzas militares. Sin embargo, la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) y su engrosamiento tienen un contenido político definido. 

 Síntesis histórica 

La versión más difundida acerca de la naturaleza de la OTAN es que la alianza tiene un carácter defensivo. Ahora bien, desde sus comienzos, se organizó como una red militar para resguardar los intereses del imperialismo y del capital. La alianza surge en 1949 con el objetivo declarado de servir de presión contra la Unión Soviética y más en general para sostener a la burguesía europea, en un contexto en el que la devastación de la segunda guerra mundial generó las condiciones para que surgieran procesos revolucionarios en el continente. 
 El discurso hegemónico atribuye el origen de la Guerra Fría al expansionismo soviético, pero las acciones de la URSS fueron más bien respuestas a las acciones y presiones de Occidente, como por ejemplo el otorgamiento de los beneficios del Plan Marshall solo a los países que se alinearan con Estados Unidos, la formación unilateral de Alemania Occidental (por parte de las potencias aliadas) o la propia formación de la OTAN. La intervención imperialista masiva en la Guerra de Corea (1950 – 1955) para evitar una Corea unificada socialista termina de conformar el panorama del periodo. De hecho, la contraparte soviética de la OTAN, el Pacto de Varsovia, se fundó en 1955. 
 En sus más de 70 años de existencia la alianza atlántica no activó en ninguna ocasión su aspecto defensivo, ya que ningún miembro fue atacado por otro país, habida cuenta, en definitiva, que en la OTAN se encuentran las principales potencias (económicas y militares) del globo. Las acciones militares de la alianza fueron, de hecho, agresiones contra países oprimidos para asegurar intereses imperialistas: Bosnia, Yugoslavia (1995, 1999) y Afganistán (2001).

 La expansión 

El contenido de la OTAN termina de quedar definido una vez caída la URSS, ya que la alianza, lejos de extinguirse, se amplía hacia los países que conformaban el espacio soviético. Así, en 1999 se incorporan países del llamado Grupo de Visegrado (Hungría, Polonia y República Checa), en 2004 fue el turno de los países bálticos (Estonia, Letonia y Lituania), de Bulgaria, Rumania, Eslovaquia y Eslovenia. Finalmente, Albania y Croacia se incorporaron en 2009 y Montenegro y Macedonia del Norte en 2017 y 2020 respectivamente. En todos ellos, pero en particular en los que bordean a Rusia, se han instalado cuantiosos recursos militares. Una eventual incorporación de Ucrania y Georgia completaría el cerco contra Moscú.
 Estados Unidos, bajo el gobierno de Trump, se retiró en 2019 del tratado que limitaba el emplazamiento de misiles de alcance intermedio y los desplegó en Polonia. Si a esto se le suma el reforzamiento del militarismo estadounidense en el Pacífico, en alianza con Australia y el Reino Unido, se termina de conformar un cuadro de presión militar y política contra Rusia y también contra China. 
 Es que de conjunto el objetivo del imperialismo es llevar adelante una colonización económica total de los espacios geográficos en los que tuvo lugar la expropiación del capital de la mano de procesos revolucionarios. Que la tarea de una restauración capitalista completa está aun en proceso se verifica en la propia Ucrania, donde recientemente se dispusieron medidas a favor de la ‘desoligarquización’ del país (es decir contra los burócratas que heredaron las empresas estatales) o para terminar con los límites de extensión de la propiedad en el agro. Putin y la clique dirigente rusa se oponen a esta orientación en nombre de controlar el proceso de acumulación capitalista en sus propios términos.

 Abajo la guerra, fuera la Otan y Rusia de Ucrania 

El elemento que explica el actual choque militar es, por lo tanto, una política de ofensiva imperialista. Sin embargo, la respuesta de la camarilla de Putin, la invasión de Ucrania, es por completo reaccionaria, y tendrá como víctima al pueblo trabajador a ambos lados de la frontera. Por la unidad de los trabajadores, para poner fin a la guerra y para expulsar al imperialismo de la región.

 Leandro Morgan

domingo, 27 de febrero de 2022

Las sanciones económicas del imperialismo contra Rusia


Joe Biden (Estados Unidos) y Ursula von der Leyen (Unión Europea)

 Estados Unidos, la Unión Europea, Canadá, Japón y Australia anunciaron esta semana nuevas sanciones económicas contra Rusia. Las primeras se conocieron cuando el gobierno de Vladimir Putin reconoció la independencia de las repúblicas del Donetsk y Lugansk, y las demás con el ingreso de tropas rusas en Ucrania. 
 Junto con la guerra, los bloqueos y sanciones económicas son un arma siniestra del imperialismo contra los pueblos del mundo, sometiéndolos al hambre y la falta de medicamentos y otros productos elementales. Lo muestran los casos de Irán, Cuba y Venezuela. Y son la ocasión para el más desvergonzado pillaje: el Reino Unido le ha confiscado las reservas de oro a Caracas, mientras que Estados Unidos se apropió de 7 mil millones de dólares de las reservas internacionales de Afganistán, tras el triunfo de los talibanes.
 Las sanciones económicas del imperialismo deben ser rechazadas.
 En lo que respecta a Rusia, Washington bloqueará el acceso a dólares a importantes bancos e instituciones financieras, además de prohibir los negocios con estos grupos económicos por parte de ciudadanos estadounidenses. También impedirá la emisión de deuda y el financiamiento para una docena de empresas, entre ellas la gasífera Gazprom, la telefónica Rostelecom y el Banco Agrícola. Y se detiene la exportación de material militar. Previamente, Biden había prohibido toda inversión e importación desde los territorios del este ucraniano.
 La Unión Europea impedirá la salida a las bolsas europeas de empresas estatales rusas; bloqueará el acceso al financiamiento a empresas de defensa, construcción y transporte; detendría el envío de piezas y tecnología para la industria energética; y prohibirá a ciudadanos rusos depósitos bancarios mayores a los 100 mil euros, lo que es un golpe a la oligarquía que lleva su dinero al exterior. 
 El Reino Unido anunció sanciones a bancos y algunos oligarcas. Canadá prohibirá a sus ciudadanos la compra de deuda rusa y aplicará también sanciones a bancos moscovitas. Japón anunció un embargo comercial a las repúblicas del este ucraniano y bloqueará la emisión de deuda rusa en su territorio. Australia anunció represalias contra instituciones financieras y empresas del Donetsk y Lugansk. 
 Con estas sanciones, se busca debilitar a Putin y enemistarlo con la oligarquía. Pero el costo mayor recaerá sobre las masas rusas. Las sanciones económicas aplicadas desde 2014 ya han tenido un severo impacto sobre la economía y la población. 
 El ahogo económico contra Rusia, sin embargo, no es total. Por el momento, no se la aparta del Swift (sistema de pagos internacional). Al respecto, algunos medios informan que la Unión Europea está dividida al respecto, con algunos países a favor de avanzar en medidas más duras, y Alemania con mayor reticencia. Esto seguramente responde al nivel desigual de negocios de cada cual con Moscú.
 Un punto interesante es que, a pesar de que Alemania frenó la habilitación del gasoducto Nord Stream 2 (que llevará el fluido a la nación teutónica a través del Mar Báltico), no se obstaculizarán las exportaciones a Europa del gas y el petróleo ruso, que son la principal fuente de ingresos de Moscú. Esto responde a la dependencia energética del viejo continente; es una compleja trama de interdependencia, tanto de la parte que vende como de la que compra. 
 La actual guerra en Ucrania tiene como principal responsable al imperialismo, que a través de la expansión de la Otan hacia el este europeo y el sometimiento económico de Ucrania desestabilizó la región. Pero en el conflicto, el Kremlin no interviene para desarrollar una lucha antiimperialista, sino en función de los intereses de su oligarquía gobernante. 
 Fuera la Otan y el FMI. Abajo la burocracia restauracionista de Putin. Cese de los bombardeos e incursión militar de Moscú. 

 Gustavo Montenegro

sábado, 26 de febrero de 2022

La invasión de Ucrania, funcional a la Otan


El impasse terminal del régimen de Putin. 

 Para justificar la invasión a Ucrania, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, señaló que las negociaciones para obtener garantías jurídicas internacionales de que Ucrania no sería incorporada a la Otan habían llegado a lo que llamó “un punto muerto”. 
 Esto es, ciertamente, indiscutible. La Otan, en toda esta crisis, ratificó de todas las maneras posibles su intención de continuar con el asedio militar a Rusia. Luego de la invasión a Ucrania ha dispuesto una inmediata movilización de la llamada Fuerza de Acción Rápida, unos 40 mil hombres, para responder a la invasión de Rusia con una ampliación del territorio de la guerra. Es lo que ha anunciado el general Jens Stoltenberg, el secretario general de la Otan. Francia, Gran Bretaña, Canadá y Estados Unidos han desplegado nuevas fuerzas militares en Polonia, Rumania y los estados del Báltico. La prensa insiste acerca de la inminencia de un pedido de ingreso a la Otan de parte de Finlandia y Suecia. En el Congreso de EEUU y en el parlamento británico se han levantado voces, a derecha e ‘izquierda’, en ese mismo sentido, para reforzar el envío de fuerzas militares a los países fronterizos de Rusia. La Otan ha buscado y encontrado la oportunidad para escalar el cerco a Rusia. La finalidad de someterla a una dependencia semi-colonial o, alternativamente, a su desmembramiento nacional, quedó de manifiesto inmediatamente después de la disolución de la Unión Soviética y la rapiña que sufrió la inmensa propiedad estatal del país.
 En lo fundamental, sin embargo, el que llegó a “un punto muerto” es Putín y el régimen oligárquico capitalista que representa. La Rusia capitalista y oligárquica pos soviética se encuentra en impasse terminal, no importa la importancia que atribuyen los ‘expertos’ a que ha acrecentado sus reservas internacionales de divisas a u$s 650 mil millones, o a la envergadura y tecnología de sus fuerzas armadas. Esas reservas está nominadas, precisamente, en una moneda que no se encuentra bajo la dirección de Rusia. La oligarquía gobernante tiene muchísimo más activos y dinero en Londres que en Moscú; para una clase social advenediza, que no podría justificar nunca su capital en los términos legales más primitivos, la protección social que le ofrecen las metrópolis de la Otan son más seguras que las de Moscú. En cuanto a las fuerzas armadas, ellas no son un cuerpo inerte sino que, por el contrario, sufren al extremo el impasse del régimen del cual forman parte. Es la Rusia de los Putin la que ha llegado a “un punto muerto”, como consecuencia del fracaso histórico de la restauración capitalista. Rusia enfrenta el peligro de una implosión. Es un resultado inevitable del desmantelamiento de la URSS – víctima de otra implosión, su régimen burocrático, antiobrero y antisocialista. En un discurso reciente, Putín respondió al anuncio de represalias económicas por parte de la Otan, que Rusia aspira a la mayor integración posible al mercado capitalista mundial y que le es ajena, por lo tanto, cualquier propósito de “sabotearla”. Cuando en forma simultánea reivindica la ‘gloria’ del imperio zarista, omite que ese régimen era una semi-colonia del capital francés, alemán e inglés, siempre al borde de la disolución. 
 La amenaza de una guerra mundial constituye una refutación clamorosa de la tesis acerca del carácter ‘pacífico’ de la restauración capitalista, producida “sin disparar un solo tiro’. Ocurre que esa restauración no se agota con la apropiación de la riqueza del país por una serie de aventureros y burócratas – es necesario, por sobre todo, que impulse un nuevo desarrollo histórico de las fuerzas productivas. La restauración del capital en el territorio que asistió a primera y mayor revolución proletaria de la historia, tampoco es un acontecimiento de alcance nacional, como no lo fue esa revolución. La restauración de la dominación capitalista significa, internacionalmente, la colonización económica y política por parte del capital internacional. Esta colonización es lo que se encuentra en el eje del cerco desarrollado por la Otan desde hace treinta años y de la guerra actual. El mundo asiste a una nueva manifestación del carácter histórico contrarrevolucionario de la restauración capitalista. 
 Está claro, a partir de esta caracterización, no solamente el carácter reaccionario y contrarrevolucionario de la ocupación militar de Ucrania por parte de Rusia. Una guerra fundada en intereses capitalistas y planteos chovinistas e imperiales, constituye un ataque a la unidad internacional del proletariado contra el capital. La invasión a Ucrania ha sido deseada (algunos medios dicen “incitada”) por la Otan y en especial por Estados Unidos. No cambia esta caracterización el hecho de que Putin diga no tenía otra alternativa, pues los trabajadores de todo el mundo no pueden hacerse cargo del impasse de un régimen sin salida – nos referimos al bonapartismo de Putin y al imperialismo mundial y sus estados. Este impasse, que lleva a una tercera guerra mundial, sólo puede ser roto por una acción revolucionaria internacional de la clase obrera. 
 La crisis mundial en desarrollo tiene su raíz en la lucha irreprimible del capital por mercado y oportunidades de lucro, o sea por una ampliación de la frontera de explotación de los trabajadores. Pero es indudable que esta tendencia se ha acelerado como consecuencia de la crisis humanitaria plantea por el Covid, y por la agudización de la crisis social en todos los países, especialmente Estados Unidos y otras potencias imperialistas, y Rusia, la patria de la Sputnik V. El capital ha sacrificado la atención de la salud a sus propios intereses, al extremo de que las fortunas de los grandes magnates del planeta han crecido en forma espectacular durante la pandemia. La pandemia desató, asimismo, una lucha feroz por los suministros de vacunas, respiradores y hasta mascarillas, y por sobre todo por los insumos para su producción. La guerra en Europa se ha desatado en el marco de un estallido excepcional de las contradicciones capitalistas. 
 Cuando aún no se ha consumado la ocupación de Kiev, la capital de Ucrania, la posición del régimen de Putin se ha visto considerablemente agravada por el distanciamiento de ella por parte del régimen de Xi Jinping. China no tiene ningún interés en el sometimiento de Ucrania a la Rusia de Putin. No es ni el método ni la vía con que encara la guerra económica desatada contra ella por parte de Estados Unidos. China tiene inversiones en Ucrania, y Ucrania ha firmado la adhesión a la ruta de la seda. Ucrania, después de todo, no ha sido beneficiada en nada por la apertura de su economía y el sometimiento al FMI. La deuda de Ucrania con el Fondo es considerablemente mayor a la que ha dejado Macri y dejarán los Fernández. Más de lo que ocurre en Rusia, se encuentra dominada por una oligarquía dividida en regiones; Vladimir Zelensky llegó a la Presidencia como el títere de una de sus fracciones, la que monopoliza los “medios hegemónicos”. Por los resquicios de esta crisis ha penetrado China, que ahora procura algo imposible – la reanudación de las negociaciones internacionales. Para la Otan, la condición para esa alternativa es la cabeza de Putin. La posición internacional de China, como se puede ver, se encuentra ante una encrucijada estratégica, pues sería perjudicada por una derrota de Putin – y más aún por una victoria de la Otan. 
 La invasión de Rusia violenta la independencia de Ucrania, pero no es la independencia de Ucrania lo que está en juego, sino una guerra entre las potencias en presencia. Hoy mismo, Ucrania es una dependencia semicolonial de la Unión Europea y del FMI, y, políticamente, de Estados Unidos. Zelensky ha trabajado metódicamente para recuperar por vía militar las regiones disidentes o separatistas del este del país, y en última instancia de Crimea, Sebastopol, cuya importancia estratégica reside en que es un acceso al Mediterráneo de la fuerza naval de Rusia. En los últimos días, Zelensky ha reiterado su enorme congoja por la invasión rusa, sin admitir, sin embargo, que ella es un resultado de su propia política – la política de la oligarquía ‘europeísta’ y la política de la Otan. En la época de la decadencia del capitalismo y de guerras imperialistas, la independencia nacional sólo puede ser alcanzada por medio de una lucha revolucionaria internacional contra el imperialismo. Las culturas y las creaciones nacionales sólo pueden desarrollarse en una unión internacional de repúblicas socialistas. 
 En el curso de los últimos cuatrocientos años de historia, las invasiones de territorios ajenos y de países han desatado grandes y pequeñas luchas nacionales, algunas revolucionarias otras reaccionarias. ¿Cómo se plantea esta lucha en Ucrania, en medio de un envenenamiento nacionalista y chauvinista de uno y otro lado, y del imperialismo mundial? Es una cuestión que se ha venido planteando desde el bombardeo de Yugoslavia por la Otan, y la serie de crisis políticas promovidas para incorporar a los estados del este de Europa a la Otan. Esas crisis recibieron el nombre de ´revoluciones de colores´, una marca del plutócrata belicista George Soros. La cuestión se presenta de nuevo en el caso presente, cuando la Otan prepara el armamento de una guerrilla interior que complemente la respuesta exterior del imperialismo. La inmensa mayoría de la “extrema izquierda internacional, plantea una independencia nacional de Ucrania -ni Washington y Bruselas, ni Moscú-, que hace abstracción de la guerra, o sea un retorno a la falsa independencia previa, que ha creado las condiciones de la guerra. Una lucha revolucionaria, en cambio, contra la ocupación de Ucrania, por parte de Putin, o sea una lucha armada contra el invasor, debería estar presidida por el objetivo de unir a los trabajadores de Ucrania y de Rusia; por el llamado a derrocar a las oligarquías gobernantes de Ucrania y de Rusia; por el llamado a las tropas rusas a unirse a la resistencia obrera y socialista; por el principio de la revolución socialista internacional.
 Es, indudablemente, una tarea muy difícil -en extremo difícil-, debido al atraso político y a la confusión en el seno del pueblo, y al trabajo de envenenamiento ideológico de los estados, en primer lugar, y de una izquierda pacifista, democratizante y soberanista y nacionalista. 

 Jorge Altamira 
 26/02/2022

viernes, 25 de febrero de 2022

La hipocresía imperialista y la invasión de Ucrania


Finalmente, ha comenzado. Las fuerzas rusas han desatado un ataque masivo contra Ucrania. A primera hora de la mañana, en un breve discurso televisado, el presidente ruso Vladimir Putin anunció una “operación militar especial” de madrugada. A los pocos minutos de la transmisión, alrededor de las 5 a.m. hora de Ucrania, se escucharon explosiones cerca de las principales ciudades ucranianas, incluida la capital, Kiev. 
 En semanas anteriores, Putin acumuló aproximadamente 190.000 soldados cerca de la frontera de Ucrania, mientras que los líderes europeos viajaban entre Kiev y Moscú en busca de una solución diplomática. Pero no se moviliza una cantidad tan grande de tropas, tanques y cañones sólo para bailar un minué diplomático. 
 En la niebla inmediata de la guerra, con sólo fragmentos de información a nuestra disposición, es imposible dar una evaluación precisa de la situación militar. Pero el alcance del ataque ruso parece ser enorme. 
 El Ministerio del Interior de Ucrania informó que el país estaba siendo atacado por misiles balísticos y de crucero, y Rusia parecía apuntar a la infraestructura cerca de las principales ciudades como Kiev, Járkov, Mariupol y Dnipro. 
 Las explosiones de misiles iluminaron el cielo nocturno cuando comenzaron los bombardeos cerca de Mariupol, como mostraron los vídeos. Un asesor principal del Ministerio del Interior de Ucrania dijo que parecía que las tropas rusas podrían moverse pronto hacia Járkov, que está a unas 20 millas de la frontera. Los lugareños de Kiev buscaron seguridad en los refugios antiaéreos cuando se escucharon explosiones fuera de la ciudad. 
 Algunas de las primeras explosiones después de que Putin anunciara la operación se escucharon cerca de Kramatorsk, el cuartel general del centro de operaciones del ejército ucraniano cerca de los territorios controlados por Rusia en el sureste de Ucrania. También se informó de explosiones en cuarteles militares y en almacenes militares. 
 También ha habido informes de un asalto anfibio en la ciudad portuaria clave de Mariupol y de fuerzas terrestres que se desplazan desde Bielorrusia, Crimea y Rusia. El ejército ruso afirmó que no estaba apuntando a los centros de población. “Las armas de alta precisión están inhabilitando la infraestructura militar, las instalaciones de defensa aérea, los aeródromos militares y la aviación del ejército ucraniano”, dijo el Ministerio de Defensa ruso en un comunicado publicado por la agencia de noticias estatal Ria Novosti. 

 El discurso de Putin

 El escenario para la ofensiva fue preparado el miércoles por la noche, después de que los líderes de los dos territorios controlados por Rusia en el este de Ucrania enviaran una solicitud oficial a Moscú de ayuda militar para “ayudar a repeler la agresión de las fuerzas armadas ucranianas a fin de evitar bajas civiles y una catástrofe humanitaria en el Donbás”.
 Un examen del discurso de Putin de esta mañana nos dice algo sobre sus objetivos e intenciones. Toda guerra debe tener alguna justificación y, en este caso, Putin mencionó: “Se está creando una anti-Rusia hostil en nuestras tierras históricas”. 
 Esta afirmación es constantemente descartada por Occidente como mera propaganda. “¿Cómo puede la pobre y pequeña Ucrania representar una amenaza para Rusia?” resoplan. Esa es, por supuesto, una pregunta que se supone que debe responderse por sí misma. Por sí sola, claramente Ucrania no representa una gran amenaza. Pero como parte de un bloque militar imperialista liderado por Estados Unidos, plantado a las puertas de Rusia, ciertamente lo sería.
 En el centro de la disputa actual está, por lo tanto, la futura membresía de Ucrania en la OTAN. Garantizar esto era una demanda central de Rusia, que Washington ha rechazado repetidamente, una negativa que fue aún más absurda porque Occidente reconoce que Ucrania no cumple con los requisitos mínimos para ser miembro de la OTAN en este momento. No está del todo claro si la aceptación de esta demanda, en sí misma, habría evitado una invasión. Pero rechazarlo continuamente de plano lo hizo inevitable. 
 El segundo requisito en cualquier guerra es ganar el elemento sorpresa y culpar al otro lado. En este caso, fue el bombardeo de la región de Donbás. Pero eso ha estado ocurriendo ininterrumpidamente durante algunos años. 
 Sin embargo, la excusa inmediata es realmente una consideración secundaria, ya que una vez que la guerra se hace necesaria, se puede encontrar cualquier excusa. Y en lo que respecta al elemento sorpresa, eso se ha logrado de manera muy efectiva, con la asistencia activa de los señores Biden y Johnson. Se han comportado como el niño que gritó «¡Que viene el lobo!» tantas veces hasta que, cuando el lobo por fin apareció en la puerta, nadie le creía.
 El discurso de Putin fue realmente una declaración de guerra, pero evitó cuidadosamente mencionarlo. A este hombre, que es lo más parecido que conozco a una esfinge egipcia, le gusta mantener a todos en vilo. “Hemos tomado la decisión de realizar una operación militar especial”, dijo, sin siquiera insinuar cuánto de especial sería.
 ¿Y cuál sería el objetivo de esta “operación militar especial”? Afirmó que era para la “desmilitarización y desnazificación” de Ucrania. «No tenemos la intención de ocupar Ucrania», dijo, pero al mismo tiempo vez, tenía una advertencia para otras naciones que podrían verse tentadas a involucrarse: 
 “A cualquiera que considere interferir desde el exterior: si lo hace, se enfrentará a consecuencias mayores delas que cualquiera que se haya enfrentado en la historia. Se han tomado todas las decisiones pertinentes. Espero que me escuchen”, dijo. 
 Un mensaje bastante claro, creo.

 ¿Podrá resistir Ucrania?

 La reacción inmediata del gobierno de Kiev fueron palabras de desafío: 
 “Putin acaba de lanzar una invasión a gran escala de Ucrania”, dijo el ministro de Relaciones Exteriores de Ucrania, Dimitro Kuleba. “Las pacíficas ciudades ucranianas están siendo atacadas. Esta es una guerra de agresión. Ucrania se defenderá y ganará. El mundo puede y debe detener a Putin. El momento de actuar es ahora.»
 El presidente Volodimir Zelensky usó video para pedir ayuda a la población rusa después de que un intento de hablar con Putin no tuviera éxito. “¿Los rusos quieren guerras? Me gustaría mucho responder a esta pregunta. Pero la respuesta depende de vosotros”, dijo. 
 También prometió defender el país y dijo: “Si alguien intenta quitarnos nuestra tierra, nuestra libertad, nuestras vidas, las vidas de nuestros hijos, nos defenderemos. Al atacar, veréis nuestras caras, no nuestras espaldas”. Anunció que ahora se estaba imponiendo la ley marcial en toda Ucrania.
 «Sin pánico. Somos fuertes. Estamos listos para cualquier cosa. Derrotaremos a todos, porque somos Ucrania”, dijo el líder ucraniano. Antes del ataque de Rusia, había hecho un último intento de evitar la guerra, advirtiendo que Rusia podría iniciar “una gran guerra en Europa” e instaba a los ciudadanos rusos a oponerse.
 ¡Valientes palabras! Pero esto no son más que bravuconadas vacías. El ejército ucraniano está desorganizado, y lo repentino del ataque lo tomó irremediablemente con la guardia baja. En cualquier caso, no estaba en condiciones de resistir el poderío del ejército ruso. En el momento en que Occidente anunció que no tenía la intención de enviar tropas para defender Ucrania, el asunto estaba resuelto de antemano.
 La afirmación de que no hay pánico en la capital es desmentida por imágenes de televisión que muestran largas filas de automóviles que huyen de Kiev. 
 Desde el principio, el gobierno de Kiev ha dado una imagen de impotencia. Al insistir obstinadamente en su derecho a unirse a la OTAN –una clara provocación a Moscú– se arrojó a los brazos de Occidente como su única esperanza de supervivencia. Ese fue un error muy tonto. 
 A pesar de todas sus demostraciones públicas de bravuconería, los imperialistas no tienen el más mínimo interés en el pueblo de Ucrania. Lo considera un mero peón en un juego de ajedrez cínico de la política de las grandes potencias.
 El ejército ruso afirmó que todas las bases aéreas de Ucrania fueron inhabilitadas en el bombardeo de misiles que inició la invasión rusa. Se ha visto humo saliendo de los principales aeródromos fuera de Járkov y otras ciudades del este, y tan al oeste como Ivano-Frankivsk, que está más cerca de la frontera con Polonia.
 El ataque del jueves estuvo precedido por un ataque cibernético masivo y continuo dirigido a los ministerios y bancos de Ucrania, una forma de guerra híbrida para sembrar la confusión. 
 También ha habido informes que indican que las fuerzas rusas han entrado en Ucrania, afirmando que las fuerzas fronterizas de Ucrania “no están oponiendo resistencia a las unidades rusas”. 
 En una publicación reciente de Facebook, Dimitri Kovalevich, un comentarista que vive en Kiev, pinta una imagen de las fuerzas ucranianas en desorden: 
 “Los mensajes no confirmados en la web ucraniana sugieren que alrededor del 70 por ciento de los suministros de armas occidentales recientes para Ucrania fueron destruidos directamente en los depósitos de armas. Nuestro ejército lamenta el hecho de que los depósitos estuvieran a cargo de oficiales que, nos dicen, resultaron ser agentes rusos y simplemente los volaron por los aires. “Actualización: todos los drones Bayractar turcos también fueron destruidos en los campos de aviación.
 «Los rebeldes de Donetsk se apoderaron de la ciudad de Marioupol. Casi no hubo resistencia allí por parte del ejército de Ucrania, simplemente entraron en la ciudad. 
 «Los misiles que impactaron en las bases militares de Ucrania en Odessa fueron lanzados por submarinos. 
 “Según se informa, los puestos de control fronterizos de Ucrania en la región de Sumy [noreste de Ucrania] fueron capturados. Los marines rusos desembarcaron en la región de Odessa. La base antiaérea de Kiev fue alcanzada por misiles balísticos: en una hora, Ucrania perdió casi todos sus sistemas antiaéreos. “Fuego masivo de lanzacohetes a lo largo de toda la línea del frente del Donbás. Una columna militar rusa cruzó la frontera en la región de Járkov. 
 “Gente de varias regiones de Ucrania informan de fuertes explosiones, que ocurrieron simultáneamente en Odessa, Kiev, Kramatorsk, Marioupol, Járkov y Dnipro-city. Esto parece una detonación cronometrada al mismo tiempo de grandes explosivos en todo el país. 
 “Los drones de inteligencia estadounidenses abandonaron el espacio aéreo sobre Ucrania. “Actualización: explosiones en los depósitos de armas de Ucrania.
 “El espacio aéreo sobre Ucrania está completamente cerrado. A algunos aviones que volaban a Kiev se les ordenó regresar”. 
 Está claro que estos informes, basados ​​en información confusa y parcial durante el fragor de los combates, deben ser tratados con cierta cautela. Pero si solo la mitad de esto es cierto, muestra que los rusos se aseguraron de que las capacidades militares de las defensas de Ucrania fueran destruidas, o al menos gravemente dañadas, antes de que comenzara la invasión. 
 También pinta una imagen de desmoralización y falta de motivación en al menos una parte de las fuerzas ucranianas, lo que contradice la imagen que ha difundido la propaganda occidental. Rusia ahora tiene todos los incentivos para moverse lo más rápido posible para apoderarse de la capital. 
 Los analistas militares han dicho que esperan que Putin envíe sus fuerzas para capturar o rodear Kiev. El senador estadounidense Marco Rubio, miembro del comité selecto de inteligencia del Senado, afirma que «las fuerzas aerotransportadas de Rusia están intentando tomar el control del aeropuerto de Kiev para… llevar tropas aerotransportadas y ocupar la ciudad».
 Hubo informes el jueves por la noche en los medios estatales rusos de que las tropas aerotransportadas habían capturado el aeropuerto de Boryspil, cerca de Kiev. Ya sea que estos informes sean verdaderos o falsos, es solo cuestión de tiempo antes de que la capital ucraniana esté en manos rusas. La guerra entonces, a todos los efectos, habrá terminado. 

 “Conmoción y terror” 

 Los líderes occidentales se han volcado en su prisa por condenar la invasión que, si les creemos, conducirá a algo que se aproxima al Armagedón, con millones (¡sic!) de personas muertas y una guerra sangrienta en toda Europa que amenaza la existencia misma de la civilización humana tal como la conocemos. Joe Biden emitió una declaración escrita diciendo: 
 “Las oraciones del mundo entero están con el pueblo de Ucrania esta noche mientras sufre un ataque no provocado e injustificado por parte de las fuerzas militares rusas”.
 “El presidente Putin ha elegido una guerra premeditada que traerá una pérdida catastrófica de vidas y sufrimiento humano”, dijo Biden. “Solo Rusia es responsable de la muerte y destrucción que traerá este ataque, y Estados Unidos y sus aliados y socios responderán de manera unida y decisiva. El mundo hará que Rusia rinda cuentas”. 
 “Estoy horrorizado por los horribles acontecimientos en Ucrania y he hablado con el presidente Zelensky para discutir los próximos pasos. El presidente Putin ha elegido un camino de derramamiento de sangre y destrucción al lanzar este ataque no provocado contra Ucrania”.
 “Haremos que el Kremlin rinda cuentas”, escribió Ursula von der Leyen, jefa de la Comisión de la UE, que había anunciado nuevas sanciones contra Moscú pocas horas antes del ataque. 
 Todas estas hermosas y desafiantes palabras contrastan con el hecho de que Biden y compañía nunca tuvieron la menor intención de brindar apoyo militar a Kiev. Su única contribución a la crisis actual fue una serie interminable de declaraciones belicosas, acompañadas de terribles amenazas de consecuencias «graves» (pero no especificadas) que supuestamente seguirían a un ataque ruso. Estos comentarios, respaldados por una obstinada intransigencia para siquiera considerar las demandas de Rusia, ayudaron a que la invasión fuera inevitable. 
 En resumen, todas estas damas y caballeros estaban bastante dispuestos a luchar hasta la última gota de sangre, específicamente, la de los ucranianos. 
 Aún más despreciable era el desvarío rabioso que salía de Londres. Si los discursos incendiarios pudieran ganar guerras, la estúpida retórica pronunciada en el piso de la Cámara de los Comunes habría hecho que el ejército ruso regresara corriendo a los cuarteles tan rápido como sus botas se lo permitieran. 
 “El Reino Unido y nuestros aliados responderán con decisión”, gruñó el primer ministro Boris Johnson, más para impresionar a sus propios diputados conservadores, que lo han atacado por su tímida respuesta al hombre del Kremlin.
 Desafortunadamente, el registro histórico nos dice que las guerras nunca se han ganado con palabras. Putin debe haberse reído mucho de este circo, que pasa por ser un parlamento. Es decir, en caso de que le prestara alguna atención, lo cual dudamos mucho.
 ¿Y qué vamos a decir del líder laborista, Sir Keir Starmer? El deseo más ferviente de este blairista derechista es hacer que el Partido Laborista se parezca lo más posible a los tories. Su sueño es verlo ondeando la bandera británica y las barras y estrellas en lugar de la bandera roja. 
 Por lo tanto, no fue una sorpresa verlo competir con entusiasmo con Boris Johnson para demostrar quién era el enemigo más feroz de Rusia y el partidario más ferviente de la OTAN.

 Ver la paja en el ojo ajeno 

 Todas estas palabras apestan a hipocresía. ¿Dónde quedó el coro de condena cuando los estadounidenses y sus “aliados” (léase: lacayos) lanzaron una guerra criminal y sangrienta contra Irak? ¿Y qué hay de su propaganda mentirosa sobre “armas de destrucción masiva” inexistentes, que se suponía que debían ser “probadas” con documentos falsos y sirvieron como una tapadera cínica para un acto de agresión flagrante contra un Estado soberano?
 Ese acto repugnante, así como la invasión igualmente criminal de Afganistán y la violación imperialista de Siria, provocaron la muerte de al menos un millón de personas. Pero ¿por qué dejar que los hechos estropeen una buena historia? 
 Desfilando en la televisión para que el mundo los vea, con sus trajes hechos a la medida y sus pulidas sonrisas, los líderes occidentales aparecen como la voz de la razón y del humanismo. Pero rascaremos esa superficie y no encontraremos nada más que suciedad. No hay fuerza en la tierra tan reaccionaria y tan empapada en sangre como el imperialismo estadounidense y sus títeres en Occidente.

 Las Naciones Unidas 

 Como siempre, cuando estalla la guerra, nuestros oídos son asaltados repentinamente por un ruido extraño. Se parece mucho al balido de una oveja asustada, pero en realidad es la Voz de la Cordura, la Verdadera Voz de la Humanidad, o eso nos hacen creer.
 Me refiero a los balidos de los pacifistas: esas almas agradables y bien intencionadas que nos informan que la paz es buena y la guerra mala. Pero las guerras nunca han sido detenidas por apelaciones sentimentales a la decencia y al sentido común. Por el contrario, el sentido común nos dice que a lo largo de los siglos, todos los asuntos serios siempre se han resuelto por la fuerza de las armas.
 Una de las características más notables de los pacifistas es su capacidad aparentemente infinita para el autoengaño. Se aferran con entusiasmo a todos y cada uno de los discursos de un líder que declara con fervor su apego a la paz. O a tal o cual resolución vacía de un gobierno o institución que repite los mismos sentimientos banales. Una creencia ingenua en la eficacia de tales cosas hace que los pacifistas sean útiles víctimas de los belicistas, ya que adormecen a la gente con una falsa sensación de seguridad. 
 Dichos discursos y resoluciones sirven simplemente como una cortina de humo conveniente para ocultar las intenciones reales y agresivas que se encuentran detrás de ellos. Y el mayor fraude de todos es la cómicamente mal llamada Naciones Unidas. Este organismo se creó después de la Segunda Guerra Mundial, supuestamente para impedir nuevas guerras en el futuro. 
 Y cada vez que hay peligro de guerra, los pacifistas y reformistas de izquierda llaman a la intervención de la ONU. Eso es una ilusión estúpida y un engaño al pueblo. 
 No es este el lugar para repetir la lamentable historia de esa institución. Baste decir que la ONU nunca ha impedido ninguna guerra, y de hecho ha estado involucrada en más de una, como muestra el caso de Corea. 
 Entre 1945 y 1989 ha habido más de 300 guerras a nivel internacional. Desde la Segunda Guerra Mundial y hasta el día de hoy, solo Estados Unidos ha llevado a cabo 30 operaciones militares importantes. Las Naciones Unidas no tuvieron ningún impacto en ninguno de estos acontecimientos. 
 Y hoy no es diferente. En el mismo momento en que se retransmitían las palabras de Putin, el consejo de seguridad de la ONU celebraba una sesión de emergencia, presidida por la propia Rusia, que ostenta la presidencia rotatoria. 
 Fue iniciada por el secretario general de la ONU, António Guterres, quien hizo un llamamiento directo: “Presidente Putin, impida que sus tropas ataquen Ucrania. Dale a la paz una oportunidad. Ya han muerto demasiadas personas”.
 Pero apenas estas palabras habían salido de sus labios, se estaba informando de las primeras detonaciones. El epitafio final sobre la tumba del pacifismo y las Naciones Unidas se lo podemos dejar a la Biblia: “Claman paz, paz, cuando no hay paz”. (Jeremías, 6: 14) 
 Lenin dijo una vez que el capitalismo es horror sin fin. 
Es un sistema con la guerra y el chovinismo nacional reaccionario grabado en sus cimientos, como parte de la competencia internacional por mercados y esferas de influencia. ¿Cuántos millones de trabajadores y pobres han sido llevados a los campos de batalla y sacrificados en nombre de la «nación», que es simplemente otra palabra para los intereses de la clase capitalista? 
 Mientras exista el capitalismo, la guerra seguirá siendo una de sus características permanentes, y no se puede hablar de «naciones unidas», al igual que no se puede hablar de una nación unida. La única unidad que es posible es la unidad de clase internacional. Es tarea de los marxistas y socialistas desacreditar la ilusión de que los intereses de los trabajadores y de los pobres pueden reconciliarse con los de la clase dominante.
La única manera de luchar en la guerra es luchar contra el sistema que causa la guerra.

 ¿Ahora qué?

 Si bien es demasiado pronto para decir que la guerra ha terminado, nadie puede dudar de que los rusos lograrán todos sus objetivos declarados en muy poco tiempo. No es fácil determinar el estado de ánimo preciso del pueblo ucraniano. En cualquier caso, será diferente en la región oriental, donde hay muchos rusohablantes; y en la parte occidental, que siempre ha sido más proclive al nacionalismo. 
 Pero el estado de ánimo que prevalecerá será de desesperación, pesimismo y, sobre todo, cansancio de la guerra y un fuerte deseo de paz y algún tipo de estabilidad. Esto puede proporcionar a Putin la base para establecer un gobierno prorruso en Kiev. 
 Me parece que un hombre como Poroshenko podría encajar muy bien como reemplazo de Zelensky. Es cierto que últimamente ha pronunciado algunos discursos muy agudos, condenando a Putin.
 Pero eso era de esperar, y detrás de escena, estarán celebrándose negociaciones, cuyo resultado aún puede sorprender a todos. Pero eso es solo mi suposición…
 Obviamente, la cuestión del ingreso de Ucrania en la OTAN estará fuera de la agenda. Bajo la bandera declarada de la desnazificación, habrá una purga de las organizaciones ultranacionalistas y de derecha.
 Es evidente que las fuerzas de ocupación rusas querrán deshacerse de enemigos reales o potenciales, y esto sin duda incluirá a las milicias armadas fascistas y ultranacionalistas. 
 Cuando Putin dice que no tiene la intención de ocupar Ucrania, no hay motivo para dudar de su palabra. Para ser más exactos, no la ocupará por mucho tiempo. Eso sería demasiado difícil y muy costoso. 
 No. Se retirará, habiendo hecho su trabajo. Y eso es para mostrar tanto a los ucranianos como al resto del mundo que no se debe jugar con Rusia, que la expansión de la OTAN hacia el este debe detenerse, que Ucrania y Georgia nunca deben unirse y que la OTAN no debe colocar grandes concentraciones de tropas de cerca de las fronteras de Rusia o realizar maniobras de provocación en los alrededores. 
 Sigue repitiendo que está abierto a negociar, y así es. Pero ahora negociará desde una posición mucho más fuerte que antes. Insistirá en su exigencia de que se eliminen las armas nucleares de alcance medio de Europa del Este y el restablecimiento efectivo del tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF), que, como recordarán, fue abandonado unilateralmente por Trump. 
 Antes de retirarse, solo para dejar las cosas absolutamente claras, bien podría apoderarse de algunas partes más del territorio ucraniano, concretamente ampliando las Repúblicas Populares recientemente reconocidas para incluir la totalidad de las regiones de Donetsk y Lugansk.
 Eso, por cierto, sería un movimiento puramente defensivo, diseñado para crear una zona de amortiguamiento en la frontera sur de Rusia. Eso subrayaría la impotencia de Ucrania y la eliminaría por completo de la lista de posibles amenazas futuras a la seguridad de Rusia, que fue exactamente lo que hizo Putin en el caso de Georgia.
 Por cierto, al releer lo que escribí en aquel momento, creo que se ajusta muy bien a la situación actual, por lo que lo citaré aquí:
 “Sí, reconocemos el derecho del pueblo de Georgia a la autodeterminación, pero no incondicionalmente. No defendemos su derecho a oprimir a otras pequeñas naciones, como los osetios y los abjasios. ¿Defendemos el derecho de los abjasios y osetios a la autodeterminación? Sí. Pero, ¿qué tipo de autodeterminación es esa que depende enteramente de los subsidios de Moscú y se deja utilizar como moneda de cambio en las intrigas diplomáticas de este último para subvertir y oprimir a los georgianos? ¿De qué manera esto promueve la causa del socialismo y de la clase obrera? ¡De ninguna manera! Este tipo de ‘autodeterminación’ es un fraude y una mentira. Es simplemente una conveniente cortina de humo para disfrazar las ambiciones y la codicia de una potencia mayor, a saber, Rusia, que quiere recuperar sus antiguas posesiones en el Cáucaso. La absorción de estos pueblos por parte de Rusia les dará aproximadamente la misma «autodeterminación» que disfrutan los chechenos, es decir, ninguna en absoluto, al igual que no existe una autodeterminación real en Osetia del Norte, Daguestán o cualquier otra nación o región en Rusia.
 “Sobre la base del capitalismo no se puede encontrar una solución duradera para la cuestión nacional, ya sea en el Cáucaso, los Balcanes o el Medio Oriente. Cualquier intento de “resolver” la cuestión nacional sobre la base del capitalismo solo puede conducir a nuevas guerras, terrorismo, “limpieza étnica” y nuevas oleadas de refugiados, en una espiral viciosa de violencia y opresión. La cuestión del derecho al retorno de todos los refugiados nunca podrá resolverse sobre una base capitalista. Inevitablemente significaría una mayor competencia por los escasos recursos, empleos, viviendas, asistencia médica, educación y otros servicios. Si no hay suficientes empleos y viviendas para todos, inevitablemente se avivarán las llamas de las tensiones nacionales o religiosas. Las reformas parciales no resolverán el problema. Es necesaria una solución de raíz ¡No se puede curar el cáncer con una aspirina!”. 
 Si reemplazamos la palabra Georgia por Ucrania, y los pueblos de habla rusa de las regiones de Donetsk y Lugansk por los osetios y los abjasios, encaja como anillo al dedo. Realmente no hay nada más que agregar. 
 Es probable que Estados Unidos anuncie nuevas sanciones contra Rusia el lunes, utilizando herramientas para castigar a los bancos rusos y su gran sistema financiero, y que Washington había mantenido hasta ahora en reserva. 
 Las sanciones impuestas por Occidente no harán nada para alterar la posición de Rusia, ya que Putin ha tomado medidas para reducir drásticamente la dependencia de Rusia de Occidente. Es cierto que, como reacción inmediata a la invasión, el rublo ruso cayó a un nivel mínimo histórico desde 2016 y se detuvo la cotización en el mercado de valores ruso. Pero esos efectos solo serán temporales. Por otro lado, si las sanciones conducen al corte del suministro de gas ruso a Europa, tendría efectos catastróficos y entonces esperaríamos un nuevo aumento en los precios de los alimentos y de los combustibles.

 ¿Qué actitud debemos tomar? 

 La situación actual se ha encontrado inevitablemente con un bombardeo intensificado de propaganda en los medios prostituidos. El objetivo de esto no es en absoluto promover los intereses y el bienestar del pueblo de Ucrania. Por el contrario, sus intereses han sido sacrificados cínicamente en el altar del imperialismo. 
 Es imperativo que mantengamos una posición de clase firme y no nos dejemos arrastrar por la mentirosa maquinaria propagandística imperialista. 
 ¿Apoyamos a Vladimir Putin y a la oligarquía rusa cuyos intereses respalda? No, Putin no es amigo de la clase trabajadora, ya sea en Rusia, Ucrania o en cualquier otro lugar. La invasión de Ucrania es simplemente una continuación de su propia agenda cínica y reaccionaria.
 Pero esa no es la pregunta que debemos hacernos en este momento. La pregunta es: ¿podemos parecer de alguna forma que estamos en el mismo campo que el imperialismo estadounidense y británico? ¿Podemos asociarnos, directa o indirectamente, con la OTAN, esa pandilla imperialista reaccionaria? ¿O con Boris Johnson y la belicista Liz Truss, o ese traidor blairista, Starmer?
 Es tarea de la clase obrera rusa tratar con Putin. Nuestra lucha es contra el imperialismo, la OTAN y nuestro propio gobierno conservador reaccionario y esos miserables supuestos dirigentes obreros que son sus socios en el crimen. Como siempre insistía Lenin: el principal enemigo está en casa. Ya es hora de que nos recordemos ese hecho. 

 Alan Woods 
 Londres, 24 de febrero de 2022

La crisis en el este europeo, tras la última jugada de Putin


Vladimir Putin, presidente de Rusia

 "Guerra a la guerra. Fuera la Otan, por la unidad de los pueblos de Rusia y Ucrania. Abajo la burocracia de Putin".

 Las tensiones en el este europeo se inflamaron este lunes luego de que el presidente ruso Vladimir Putin reconociera -tras un pedido del parlamento- la independencia de las repúblicas del Donetsk y Lugansk, en el este ucraniano. Estas regiones se encuentran enfrentadas militarmente con el gobierno de Kiev desde su levantamiento en 2014. En las vísperas del pronunciamiento de Moscú, de hecho, se había producido intercambio de artillería entre los dos bandos.
 La medida de Putin, que contempla también el posible despliegue de soldados en el este ucraniano (según algunos medios, algunos vehículos blindados ya entraron en el Donetsk), fue respondida por Estados Unidos con el dictado automático de sanciones económicas: prohibió toda inversión en esos territorios del este y la importación de bienes desde dichos lugares. Estas sanciones agravarán las ya penosas condiciones de vida que sufren las masas de Ucrania, transformada desde la restauración capitalista en la nación más pobre del viejo continente.
 La Unión Europea preparaba su propio paquete de represalias. Alemania suspendió la habilitación del gasoducto Nord Stream 2, que uniría Rusia con la nación teutónica a través del Mar Báltico (aunque así se esté pegando un tiro en el pie, al no comprar gas a una tarifa menor en un 50% a la que ofrece Biden ante la “emergencia”).
 A raíz del crecimiento de la tensión, han caído las bolsas del mundo (la rusa perdió un 14% el lunes). El imperialismo, que se muestra escandalizado por el reconocimiento y lo presenta como el preludio de una anexión, ha sometido a Ucrania a un estatus semi-colonial, imponiéndole un severo retroceso económico a partir de las políticas de liberalización económica del FMI y la Unión Europea. Estratégicamente, pretende rodear militarmente a Rusia y completar el proceso restaurador del capital, convirtiéndola en una semicolonia del imperialismo. El propósito de este cerco es instalar un gobierno títere o abrir paso, en su defecto, a un desmembramiento del país. Las sanciones económicas y la escalada imperialista deben ser rechazadas. 

 El Donbas y el Kremlin 

El gobierno ruso acusa a Kiev de no cumplir con los acuerdos de Minsk, de 2015, que establecieron -bajo la mediación europea- un alto al fuego y el compromiso de una amplia autonomía para las regiones del este (así como también el desarrollo de elecciones municipales), a cambio del desarme de las milicias autonomistas y el control territorial de las fronteras por parte del gobierno central de Kiev, hoy alineado en el campo occidental. 
 El problema es por dónde empezar. Kiev dice que antes de consagrar la autonomía en una reforma constitucional se debe producir dicho desarme. Moscú invierte el orden. La cuestión no es menor, porque obviamente una vez que las milicias fueran desarmadas, las posibilidades de una mayor autonomía se volverían más que inciertas, sobre todo considerando el despliegue de la Otan y los grupos fascistas y ultranacionalistas que operan en el occidente ucraniano.
 Las regiones de Donetsk y Lugansk, en el corazón industrial del país, se sublevaron durante el crítico año 2014 contra el dominio económico de Kiev, que algunos califican de parasitario. Fue poco después de la caída de Victor Yanukovich, el presidente ucraniano afín a Moscú. Inicialmente reclamaban una mayor autonomía, pero ante el avance militar del gobierno occidental declararon su independencia. Son zonas en que el idioma ruso se encuentra muy extendido. Los lazos son fuertes, al punto que hoy en día 700 mil habitantes de esos territorios tienen doble nacionalidad. 
 Pero la medida de Putin no está tomada en función de lo que pueda haber de genuino en las aspiraciones autonomistas de las masas empobrecidas del este, sino de los intereses de la camarilla restauracionista rusa, en su pulseada con Occidente. De hecho, en el proceso de levantamiento del 2014, el Kremlin habría saboteado todo curso de expropiación de la propiedad de la nueva “burguesía” oligárquica ucraniana y hasta promovido un “toma y daca” -finalmente frustrado- con Kiev, de Donetsk por Crimea (1), región que de todos modos pasaría a la órbita rusa por una ocupación militar y un referéndum de independencia, un año más tarde. 
 Putin concibe al este ucraniano como una pieza de ajedrez geopolítico, no como parte de un combate de los pueblos del mundo contra el imperialismo. Un dato interesante es que en la conferencia de prensa que dio para explicar su decisión de reconocer la independencia de las repúblicas del este, el líder ruso hizo un largo análisis histórico en el que criticó la política de Lenin y los bolcheviques de respeto a la autodeterminación de los pueblos y el espíritu socialista federativo con el que nació la Unión Soviética, considerándolo como una política de entrega territorial que debilitó a Rusia y fomentó a los grupos nacionalistas. Eso es mirar con los lentes del imperio zarista y no, por supuesto, con los del avance de la causa de los trabajadores del mundo. Putin no defiende un Estado Obrero, sino los intereses oligárquicos en el proceso de restauración capitalista en pleno desarrollo en Rusia. 

 Abajo la escalada imperialista

 Estados Unidos está haciendo una propaganda monumental para presentar a Rusia como la iniciadora de la crisis actual, pero las raíces de este conflicto son la expansión militar del imperialismo en el este europeo y sus políticas de colonización económica, que apuntan en última instancia contra la propia Rusia. En esta puja, Putin aparece como el gestor de los intereses de la oligarquía rusa, tratando de orientar en sus propios términos y provecho el proceso de restauración capitalista.
 La posibilidad de una guerra que involucre, de modo directo o indirecto, nada menos que a la Otan y Rusia, es un nuevo mentís a los teóricos de la globalización y la supuesta superación de los antagonismos nacionales. Al revés, la crisis capitalista conduce a un recrudecimiento de los mismos.
 Es necesario detener la escalada imperialista para evitar una guerra. La salida de las tropas de la Otan del este europeo es una consigna clave en ese sentido. En oposición a las políticas de sometimiento de Washington y la UE y a la política del Kremlin, planteamos la unión de los explotados del este y el oeste en una Ucrania independiente, unida y socialista. Abajo los bloqueos económicos y las sanciones contra Rusia y el Donbas usados por el imperialismo para imponer su dominio (también contra Cuba, Venezuela, Nicaragua, Irán, Afganistán, etc.). Disolución de la Otan, abajo la escalada imperialista y retiro de las tropas en los países del este europeo.
 Se trata de banderas fundamentales y es particularmente importante que la tomen en sus manos los trabajadores de las metrópolis capitalistas. Al movimiento obrero y la izquierda europea les cabe una responsabilidad especial. Retomando las tradiciones del socialismo internacionalista, deben considerar como el principal enemigo a su propia burguesía y movilizarse contra ella, reclamando, en primer lugar, el retiro de las tropas y de las sanciones que llevarán a agravar las condiciones de vida de las masas rusas y europeas. 
 Se plantea, asimismo, una demarcación tajante respecto a Putin. Es necesario denunciar y condenar la política del régimen restauracionista de guerra, mayor desigualdad social y opresión a las naciones del ex espacio soviético que permanecen en la órbita de Moscú. La reciente incursión rusa en la represión en Kazajistán es una prueba de ello. La causa antiimperialista, de la emancipación nacional y social está reservada a los explotados rusos, en unidad con el proletariado mundial. Los trabajadores rusos tienen que desarrollar una salida política propia que ponga fin a la camarilla gobernante del Kremlin. 

 Gustavo Montenegro

miércoles, 23 de febrero de 2022

Claves de la crisis en Ucrania Entrevista con Ignacio Hutin, periodista político


Se extiende la guerra en Europa


El lunes 21, Putin anunció, en el marco de una reunión del Consejo de Seguridad de Rusia, el “reconocimiento de las repúblicas de Donesk y Luhank” y el alistamiento de una “fuerza de paz” para un eventual intervención militar en los territorios en cuestión. Insistió, sin embargo, en que no existía ninguna intención de invadir u ocupar Ucrania. Esas dos provincias, convertidas en repúblicas, incluyen a la ciudad de Mariupol, en la ribera del mar Azov, que se encuentran bajo la autoridad del gobierno oficial. Se trata de espacios estratégicos vitales, además de ser una vía importante de tránsito comercial. Lindan con Odessa, una ciudad portuaria, donde la confrontación entre pro y anti-rusos, ha conocido varios episodios trágicos, como el incendio del edificio de los sindicatos, por parte de bandas fascistas, que produjo una elevada cantidad de muertos. 
 Putin justificó la acción por varias razones, incluida la del irredentismo, o sea una alegada identidad étnica entre Rusia y Ucrania. Denunció a Lenin y el bolchevismo, defensores históricos del derecho a la autodeterminación nacional, por el reconocimiento de una Ucrania autónoma, en el marco de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, y reivindicó en cambio al zarismo y a su cuerpo militar, por la defensa de la unidad del imperio. La andanada sirvió para dejar en claro el carácter reaccionario de las decisiones político-militares que acababa de anunciar.
 Desde un punto de vista político inmediato, fue muy preciso. “Estamos”, dijo, “en un punto muerto”. En efecto, La Otan no cedió un milímetro, al cabo de seis semanas de negociaciones, en su propósito de incorporar a Ucrania a ese bloque militar, que del ‘Atlántico’, en su origen, se ha extendido hasta el mar Negro, por un lado, y a Asia Central (Afganistán), por el otro. Un imperialismo planetario, con cabeza en Estados Unidos. Lejos de ofrecer concesiones, reforzó la presencia militar en los países del Báltico, Polonia y Rumania – todos limítrofes, como Ucrania, con Rusia. En marzo del año pasado, el gobierno de Ucrania, bajo la presidencia de Zelensky, había anunciado el propósito estratégico de recuperar militarmente Crimea y la región de Donbass, ahora transformada en dos repúblicas, con la asistencia de la Otan. Crimea aloja a las fuerzas navales de Rusia en su única salida al Mediterráneo.
 El otro ‘punto muerto’ fue el fracaso de activar el acuerdo de Minsk (capital de Bielorrusia), firmado en 2014, para posibilitar la reintegración de Donetsk y Luhanks a Ucrania, bajo la forma de una república federal, o sea con autonomía de las regiones. La democracia occidental ha puesto obstáculos insuperables a un acuerdo de estas características, con el argumento de que otorgaría un poder de veto a Rusia, por medio de las provincias rusófonas. El patriotismo de la oligarquía ucraniana, patrocinada por la Otan, termina cuando se trata de reconocer los derechos políticos de sus compatriotas orientales. El empeño de Francia y Alemania para asegurar a Rusia de que, por medio de una activación de ese acuerdo obraría como garantía de que la Otan no avanzaría a Ucrania, no llegó a nada, como ha venido ocurriendo sin pausa desde que se firmó. Putin alega que la integración de Ucrania a la Otan dejaría expuesta a las ciudades rusas a ataques misilísticos en un lapso de minutos. Probablemente, se queda corto. El objetivo estratégico de la Otan es la anexión informal de Rusia misma, a través de un cambio de su régimen político. La otra alternativa, la desintegración nacional, es algo con que Rusia lidió en toda su historia. La grandeza del bolchevismo fue haber abordado esa fractura histórica potencial por medios democráticos e internacionales: la defensa de la autodeterminación nacional, y por lo tanto del derecho a la separación, y de otro lado mediante la unión socialista de todas las nacionalidades. 
 La crisis en Europa es la expresión de la tendencia del imperialismo a resolver sus necesidades de expansión por medio de la guerra. Lo mismo ocurre con la tendencia a encarar las crisis de sus regímenes políticos, por medio del bonapartismo y el fascismo. Putin, un bonapartista y un pseudo fascista, y su cohorte de oligarcas, se encuentran atrapados en esa red de dominación, en la condición de eslabón débil de la cadena imperialista. Es obvio que no los anima la destrucción del imperialismo sino obtener un lugar más seguro o confortable en esa cadena. El ataque a Lenin lo ha dejado claro, incluida la alusión al bolchevismo, la designación histórica del comunismo. 
 El interrogante que se hace la prensa internacional es si el reconocimiento proto estatal de las entidades del Donbass tiene el propósito de meter más presión a una negociación, o anuncia una próxima invasión de Ucrania. En el caso de la guerra con Georgia, en 2016, Putin se limitó a ocupar las regiones separatistas. Biden ha anunciado sanciones contra las repúblicas escindidas, pero no ha dicho nada todavía acerca de las sanciones económicas ‘devastadoras’ que ha venido prometiendo desde el comienzo de este conflicto. El primer ministro de Alemania ha suspendido la certificación otorgada por su predecesora, Ángela Merkel, al funcionamiento del gasoducto ruso NordStream2. El italiano Draghi ha pedido evitar cualquier sanción que comprometa el abastecimento de gas a Europa. El precio del barril de crudo, como sea, ha superado los 100 dólares, y se ha desplomado la cotización de la deuda pública de Rusia. El ‘endurecimiento’ de la situación está provocando estragos económicos para la población de todos los países involucrados – en medio de una pandemia que vuelve a alcanzar picos de contagios en numerosos países.
 Las comunicaciones entre las cancillerías de las potencias en presencia, o sea las extorsiones recíprocas, no se han interrumpido por supuesto – bajo el pretexto de evitar la guerra. La agenda de la guerra, en efecto, ha entrado, decisivamente, en la agenda de la clase obrera internacional. La lucha contra la guerra es, en primer lugar, una lucha contra el imperialismo y la Otan, que es la red de dominación imperialista del globo entero. La consigna para el caso es fuera la Otan de todo el mundo. La democracia y la autodeterminación nacional solamente pueden desarrollarse por medio de una lucha contra el imperialismo. Es necesario condenar, asimismo, la política de guerra y de opresión nacional de la oligarquía putinista de Rusia. Esta política va en contra de las necesidades, aspiraciones e intereses del proletariado mundial y de todos los trabajadores. La única lucha contra el imperialismo es la lucha revolucionaria. El planteo debe ser: por la confraternización de los trabajadores de Rusia y Ucrania, contra la Otan y la oligarquía rusa, por una nueva y definitiva Unión de Repúblicas Socialistas. 

 Jorge Altamira 
 22/02/2022

martes, 22 de febrero de 2022

Haití: protestas obreras y crisis política


Textiles reclaman triplicación del salario mínimo. 

 Haití es el país más pobre del continente.

 Los trabajadores textiles de Haití iniciaron semanas atrás un importante proceso de movilizaciones en reclamo de una triplicación del salario mínimo que lo lleve a 15 dólares por jornada. Los sueldos actuales, denuncian, no alcanzan ni siquiera para comer. Además, una inflación del 24% interanual los ha desvalorizado aún más. 
 Los y las textiles trabajan en grandes talleres para marcas como Zara y Old Navy, que luego venden las prendas en Estados Unidos y Canadá. Para hacer el negocio aún más lucrativo, Washington eliminó los impuestos a la importación. Uno de los polos industriales más importantes y más activo en el actual conflicto es el de Sonapi, ubicado en la capital, Puerto Príncipe. 
 El gobierno se ha valido de distintas tácticas para tratar de quebrar el proceso. Por un lado, la represión. Hace pocos días, la Policía Nacional atacó una de las manifestaciones con balas de plomo para impedir su llegada al Ministerio de Trabajo. Hubo más de una decena de heridos. 
 Este lunes, viendo que las manifestaciones no cejaban, anunció un aumento del mínimo que lo lleva a 6,85 dólares la jornada, lo que sigue siendo una cifra miserable. Por eso, los trabajadores han anunciado que continuarán las protestas y los piquetes en las avenidas. 
 A la par del incremento para el sector textil, el gobierno dispuso también alzas que llevan el mínimo del sector doméstico a 3,5 dólares por jornada; y a 7,7 dólares para el sector servicios y los profesores (Infobae, 21/2). En todos los casos, son sueldos extremadamente bajos. Haití es el país más pobre del continente. La República Dominicana, el país vecino con el que comparte la isla La Española, empezó estos días a erigir un muro para impedir el aflujo de migrantes y el contrabando. 
 La lucha de los textiles irrumpe en un contexto de aguda crisis política. A comienzos de julio del año pasado, el presidente Jovenel Moïse fue asesinado, lo que abrió un vacío de poder, dada la debilidad del parlamento y la justicia. Finalmente, el primer ministro Ariel Henry recibió el aval de Estados Unidos y se afianzó en el gobierno.
 El 11 de septiembre pasado, Henry, del partido PHTK (los “cabezas rapadas”, la misma fuerza a la que pertenecía Moïse), suscribió un acuerdo con algunas fuerzas de oposición, mediado por el reparto de ministerios, para convocar una asamblea constituyente y elecciones para el año próximo. 
 Pero otro sector de la oposición, agrupado en el acuerdo del hotel Montana, le dio la espalda y creó una Comisión Nacional de Transición que designó en diciembre un nuevo presidente (Fritz Alphonse Jean) y un nuevo primer ministro (Steven Benoit). Este conglomerado considera que el mandato de Henry se venció el 7 de febrero y le pide a Estados Unidos que le retire su apoyo. 
 En las últimas semanas, el gobierno de Henry entró en negociaciones con el grupo de Montana, sin ningún resultado hasta ahora. Para peor, empezó a recibir críticas desde algunas de las fuerzas que pactaron con él en septiembre. Y hay denuncias de que se encuentra involucrado en el magnicidio de Moïse y su posterior encubrimiento, versión en la que insistido recientemente la CNN (8/2). El crimen del expresidente, entre tanto, sigue rodeado de una espesa niebla. Y el accionar de las bandas criminales, que controlan una porción cada vez más creciente de barrios y territorios, se ha acrecentado.
 Bajo el gobierno de Moïse, las masas haitianas fueron protagonistas de grandes movilizaciones y dos levantamientos populares, primero contra el aumento en los combustibles y luego ante su escasez. 
 La lucha actual de los y las textiles recoge la experiencia de esa rebelión, como se ve en las barricadas que erigen en las calles. Es un principio de intervención de la clase trabajadora en la enorme crisis de un país devastado por la ocupación (2004-2017) y las políticas del imperialismo. 

 Gustavo Montenegro

lunes, 21 de febrero de 2022

La guerra en Europa


Con independencia del desenlace inmediato de la crisis actual, relativa a Ucrania y la Otan, la cuestión de una guerra mundial ha quedado instalada en el escenario político internacional. Esto afecta de manera radical la política de la clase obrera de todos los países. Lo que ocurre en las fronteras con Rusia no es una irrupción que tome a nadie por sorpresa. Desde la partición forzada de la Federación Yugoslava, la guerra confrontó con el relato acerca del papel político unificador que se atribuía a la llamada globalización. Se instaló tempranamente un debate que se creía superado desde el estallido de la primera guerra mundial, a saber, si la unidad del mercado mundial daba lugar a la dominación de un superimperialismo, con intereses supra-estatales, dispuesto a combinarse para una explotación ‘pacífica’ del planeta. Las guerras ‘localizadas’ sólo eran tales en apariencia, pues en todas ellas se manifestaba la presencia, incluso la iniciativa, de las principales potencias económicas y/o militares. Adjudicar a la ampliación de las relaciones económicas interestatales una consecuencia pacificadora es omitir el carácter antagónico de todo el proceso capitalista, no solamente frente a la fuerza de trabajo, sino de los capitalistas entre sí. 
 La existencia de armamento de destrucción total inmediata, influye ciertamente en la política de la guerra, pero no para atenuarla sino para exacerbarla. El bombardeo nuclear de Nagasaki e Hiroshima son una demostración temprana de ello. El armamentismo y el despliegue militar han complementado desde siempre la competencia económica ‘pacífica’, más allá de ser uno de los mercados más apetecibles del globo; la ‘elasticidad’ de la demanda sólo tiene por límite la solvencia financiera de los estados, la lucha de clases que genera y las crisis políticas. En el caso de la disolución de la Unión Soviética, la carrera armamentista de la burocracia stalinista con el imperialismo mundial, minó las bases de su dominación política y viabilizó un cambio de régimen sin la necesidad de una guerra abierta. 
 La expansión sin límites de la Otan, en contradicción con su estatuto atlántico, ha tenido todas esas funciones de socavamiento de las situaciones políticas que obstaculizaban relativamente su penetración financiera y económica. A medida que fue avanzando la tendencia hacia crisis económicas cada vez más catastróficas, se puso en evidencia su condición de bloque estratégico con intereses contradictorios en su seno. La Otan no fue nunca, en su propio marco, un ‘superimperialismo’ concertado y pacífico, aunque le permitió a todos sus miembros grandes beneficios económicos y políticos después de la segunda guerra. El último episodio relevante de la explosión de sus contradicciones internas fue el retiro de Gran Bretaña, acicateada por Estados Unidos, de la Unión Europea. En la crisis actual, fueron en forma dispersa a Moscú los jefes de gobierno o ministros de relaciones exteriores de media docena de integrantes de la Otan, con planteos y propuestas relativamente divergentes. Y también Alberto Fernández, apuntado como un maoísta potencial por parte de un periodista argentino, y Jair Messías Bolsonaro, denunciado como un anticomunista extremo. 
 El reclamo, por parte de Rusia, de que la Otan anule su expansión a Ucrania y que retire fuerzas militares de todos los países que limitan con ella, ha sido presentado como un asunto de seguridad nacional y, por derivación, internacional. Todos los estados involucrados en el conflicto admiten esta caracterización, incluso cuando los diplomáticos aseguran que la Otan no tiene intenciones agresivas – una afirmación curiosa por parte de una organización militar internacional. En estos términos, la salida a la crisis no existe, porque no existe ninguna clase de garantía que se pueda ofrecer, que no vaya a ser violada en el futuro. El pedido, de parte de Putin, de que la Otan firme un seguro jurídico de no expansión a Ucrania, no sería otra cosa que un papel mojado. La Otan representa al capital financiero internacional que exige piedra libre para penetrar en todos los territorios y mercados del planeta, en especial el espacio tecnológico heredado de la Unión Soviética. Esta ofensiva no puede ser derrotada por medio del desarrollo militar y de seguridad que han tenido las fuerzas armadas de Rusia, luego del derrumbe y la desintegración del ejército rojo, bajo la presión de la restauración capitalista, Numerosos observadores coinciden en que Rusia podría ocupar Ucrania por completo en 48 o 72 horas, por el desequilibrio de fuerzas a su favor en el terreno. Pero este éxito estaría lejos de ser una salida, por la sencilla razón de que la superioridad integral del imperialismo mundial no puede ser abordada desde la fuerza militar sino desde la revolución socialista. 
 El acoso de la Otan hacia Rusia apunta en forma explícita a promover un cambio de régimen que se adapte a las ambiciones del capital financiero internacional. El despliegue militar de la Otan apunta a desangrar financieramente al estado ruso y a desintegrar cualquier obstáculo a su completa dominación mundial. Es cierto que todos los grandes capitales ya se encuentran instalados en Rusia, pero no con derecho a una expansión ilimitada. Más cierto aún es que la oligarquía rusa juega un papel extraordinario en el mercado inmobiliario de Londres y, en cierta medida, en la Bolsa londinense. Todo esto demuestra la integración de Rusia al mercado mundial, que domina el capital financiero que se expresa por medio de la Otan. Putin no podrá romper nunca esta sumisión por medio de una guerra. La ocupación de Ucrania, por caso, de parte de Rusia, no la acerca ni un milímetro a una relación autónoma o independiente con el mercado mundial, simplemente replantea el problema a una escala más bélica y destructiva. Una alianza con China para disputar al imperialismo norteamericano el mercado mundial, está afuera del radar de posibilidades, incluso porque tampoco hay entre ellos unidad de intereses o propósitos; la misma Ucrania pro Otan ya ha firmado la adhesión a la ruta de la seda de China, para inversiones de infraestructura. La Otan tiene la ventaja estratégica de que puede ofrecer a Ucrania una integración al mercado mundial, en principio por medio de la Unión Europea, incluso si la política fondomonetarista aplicada a Ucrania la ha llevado a niveles extraordinarios de pobreza. Por estas razones, la oligarquía ucraniana se ha desplazado de la lealtad a Moscú a la UE y a la Otan. El temor del imperialismo mundial (el imperialismo norteamericano es el único que juega en esa categoría), que comparte con Moscú, a una guerra, es de otra naturaleza - que una guerra suscite enormes rebeliones populares, una crisis política excepcional en las metrópolis y en Rusia y, eventualmente, una escisión, de alcance difícil de prever, con los principales estados de la Unión Europea. 
 Francia, interesada en salir de la Otan y crear las fuerzas armadas de la Unión Europea, y Alemania, que busca tener las manos libres para negociar una mayor penetración de su industria, en Rusia, claro, pero por sobre todo en China, han fracasado hasta ahora en ofrecer un arreglo a Putin. Esto demuestra que no alcanza, para evitar una guerra, la posibilidad de un compromiso entre perspectivas estratégicas que se adjudican unos y otros: la guerra es siempre la expresión de la explosión de las contradicciones de los regímenes políticos en presencia. La situación previa a la crisis actual ya era insostenible, con Rusia ocupando una parte del este de Ucrania y tomando la soberanía de Crimea. La Otan y la oligarquía ucraniana quieren recuperar uno y el otro. Es a este acecho geopolítico que responde el despliegue militar de Putin. En esta ocasión cuenta con el apoyo activo del gobierno de Bielorrusia, que se había distanciado del Kremlin debido al propósito de pedir la integración a la Unión Europea, que frustró la rebelión popular en su país, para repudiar el fraude electoral. La dirección política de esa rebelión era francamente partidaria de la integración a la UE.
 La ambición de Rusia de alcanzar una integración económica con la Unión Europea se manifestó en la construcción de gasoductos por el Báltico con ingreso por Alemania. Estados Unidos saboteó esta posibilidad desde mucho antes de esta crisis, y con mayor vigor como consecuencia del estallido presente. El conflicto del gas puso al desnudo un antagonismo estratégico entre Estados Unidos y Alemania y parte de la UE. El primer ministro alemán sigue una línea trazada por Ángela Merkel; defiende los gasoductos en cualquier arreglo que se logre establecer, por precario que sea, entre la Otan y Rusia. El gran capital alemán también defiende los gasoductos, porque aspira a monopolizar, hasta cierto punto, la penetración en la economía rusa, e incluso construir un eje alemán-ruso, al lado de otro con China. En este propósito cuenta con el apoyo de una parte del capital norteamericano, que pretende subordinar los objetivos políticos a sus intereses económicos del momento, que amenazan con una recesión generalizada. 
 Las partes en pugna enfrentan un incremento sin precedente de los antagonismos de clase en su patio interno, y rebeliones populares y huelgas importantes, como ocurre en Estados Unidos. Las guerras imperialistas están asociadas a la explosión de las contradicciones internas de los estados. Luego del golpe de estado ejecutado contra el Capitolio, en enero de 2021, la tendencia a la guerra en Estados Unidos se encuentra ante una dificultad muy especial: que esa guerra sea denunciada por los golpistas como un suicidio político para Estados Unidos, por parte de los liberales y de la democracia en general. La respuesta a una guerra, no sería entonces un reforzamiento de la ‘unidad nacional’, sino todo lo contrario. Es que el arma de la guerra es levantada por el neo-liberalismo en el mundo entero, e incluso por una parte de la izquierda que denuncia el peligro del “imperialismo ruso” para las libertades ucranianas, en lo que no sería cosa que un alineamiento con la Otan. 
 La clase obrera debe incorporar en la agenda política la lucha contra la guerra, y no de un modo general sino de la guerra que impulsa el imperialismo mundial, representado por la Otan y Estados Unidos. La denuncia de la política de Putin, de un lado como contrarrevolucionaria, porque representa la destrucción de las conquistas históricas revolucionarias en Rusia y, del otro, como proto imperialista en relación a su espacio exterior cercano (Ucrania, Bielorrusia, Chechenia, Georgia, Kazakistán), no debe oscurecer el protagonismo central y estratégico de la Otan, para unificar a la clase obrera contra el bloque internacional del imperialismo. La política de Putin es un callejón sin salida, que sólo puede llevar a Rusia al desastre. La movilización de las fuerzas armadas durante dos meses, el estado de guerra que se ha creado, las vidas en juego, no lo pagarán los oligarcas rusos sino los obreros y los campesinos. 
 Guerra a la guerra. Fuera la Otan. Por la unidad internacional de la clase obrera contra la guerra del capital y por un gobierno de trabajadores.

 Jorge Altamira
 20/02/2022

domingo, 20 de febrero de 2022

“Que el mundo entero sepa que hay luchadores chilenos que salieron a luchar y que ahora están pagando con cárcel”


Entrevista a Tania Parada, activista por la libertad de los presos de la rebelión chilena, y familiar del preso Jordano Santander. 

 A menos de un mes de la asunción de Gabriel Boric como presidente, entrevistamos a Tania Parada (38), activista por la libertad de los presos y presas políticos de la rebelión chilena, y pareja de Jordano Santander, preso político de la ciudad de San Antonio (Región de Valparaíso), condenado a 7 años y 4 meses de cárcel. Jordano es uno de los más de 3 mil presos políticos que detuvo, condenó y encarceló el régimen de Piñera.
 Tania, ¿cómo se conformaron las organizaciones por la libertad de los presos y presas políticos de la rebelión y quiénes las integran? ¿En qué organizaciones militas tú?
 Las organizaciones se conforman por la necesidad de poder articular y hacer gestiones por la situación que viven los presos y por el pedido de su libertad. Están integradas por familiares, amigos y gente independiente que apoya el reclamo. Yo milito en tres organizaciones: OFAP, Cordón 5ta. y Familia x la libertad. OFAP es la Organización de Familiares y Amigos de los Presos de la revuelta. Se creó en el momento en que caen los dos primeros presos de la revuelta: Cristian Cayupán [1] y Cristian Briones [2]. OFAP está integrada más que nada por familias, amigos, compañeras, mamás y papás de los presos y presas. El Cordón 5ta. es un movimiento social que nace de la necesidad de pedir libertad, justicia y reparación para los caídos, los mutilados y los presos. Y Familia Por la Libertad nace de que actualmente hay presos que están condenados y para eso necesitamos articularnos, para poder ver qué podemos hacer por ellos.
 ¿En qué situación judicial y condiciones de vida se encuentran los más de 3 mil presos y presas políticos? 
 La situación judicial de los presos de la revuelta a nivel nacional es variada. Algunos están con cambios cautelares que pueden incluir estar recluidos en su casa, con prisión domiciliaria, con reclusión nocturna, reclusión con horarios, o con firmas semanales o mensuales. Todos ellos están esperando sus juicios, aún tienen sus causas abiertas. Luego la mayoría está en prisión preventiva esperando una sentencia. Están en las cárceles porque se les han negado otras medidas, como la prisión domiciliaria. Las prisiones preventivas para los presos de la revuelta han durado hasta un año y siete meses mientras esperan un juicio. Están también los que ya tienen sentencia con condena y esperan apelaciones en la Corte. Y bueno, por último están rematados, es decir con sentencia definitiva sin posibilidad de apelación. 
 ¿En qué condiciones se encuentran los presos y presas políticos en general? ¿En qué condiciones está Jordano? 
 A nivel de salud están muy complicados. La mayoría está desnutrida y con una presión psicológica bastante grande. La mayoría se ha contagiado de Covid, ha pasado mucho frío y hambre. Están súper desnutridos, psicológicamente y emocionalmente lo están pasando sumamente mal. 
 Yo soy pareja de Jordano Santander, de San Antonio. Jordano lleva 2 años preso. Cayó preso justo durante los días de la revuelta social. El está rematado. Ya tiene su condena final por siete años y cuatro meses, sin haberse presentado jamás pruebas en su contra. A Jordano la Justicia chilena le impuso un delito que no cometió. Lo condenaron por homicidio frustrado, sin pruebas, sólo con la declaración de un funcionario de la Policía de Investigaciones (PDI) que dice que "percibió en los ojos de Jordano el ánimo homicida" y que sintió susto por su vida. El funcionario de la PDI no presentó pruebas, no tiene heridas, no hay certificado médico que acredite el supuesto homicidio frustrado. Tampoco hay registro psicológico de supuestas secuelas del funcionario PDI. 
 Cuando Jordano fue detenido, fue torturado en la celda por el PDI que lo acusa y lo detuvo. Jordano fue golpeado brutalmente. Al momento de la detención, los funcionarios de la PDI estaban armados con metralletas. El funcionario que detiene y acusa a Jordano, Hugo Gutierrez Herrera, estaba armado con metralleta y con ella torturó a Jordano.
 ¿Qué exigen ustedes cómo familiares, amigos y organizaciones de Derechos Humanos? 
 Queremos libertad. Los presos nunca tuvieron juicios y sentencias justas, con pruebas, evidencias, con abogados públicos que los representen realmente. Los presos no gozaron nunca de presunción de inocencia. Tenían todo en contra: un Estado, un Poder Judicial aberrante, una fiscalía aberrante. Todo estaba en contra de nosotros. Nosotros exigimos libertad y justicia por lo que han vivido. Es todo lo que pedimos como familiares y organizaciones.
 ¿Cuál es la diferencia entre las exigencias de ustedes como familiares y organizaciones y la política anunciada por Boric, para con las y los presos y presas políticas? 
 Boric en ningún momento habla concretamente de libertad para los presos de la revuelta ni de reparación y justicia para ellos. En su discurso habla de “no más repetición”, pero no habla de libertad. Nosotros necesitamos cosas concretas. No puede ser que en el 2022 tengamos presos políticos por salir a luchar por un país más justo. Que se sepa que en Chile Sebastián Piñera torturó, violó, mató y dejó presa a mucha gente por salir a manifestarse y estar en contra de él, de lo que él pensaba y de su gobierno. Nosotros le exigimos a Boric la libertad de todos los presos políticos de la revuelta y justicia y reparación por lo que han vivido en la cárcel. 
 ¿Qué acciones de lucha han llevado hasta ahora como familiares y movimiento social? ¿Planean próximas acciones? ¿Hay un apoyo por parte de la población en estas acciones?
 Nosotros queremos que nuestra lucha se escuche. Queremos que nuestra lucha se escuche a nivel internacional. Que el mundo entero sepa que hay luchadores chilenos que salieron a luchar y que ahora están pagando con cárcel por una condena y por un delito que no cometieron. No son culpables, no son terroristas ni son delincuentes como Sebastián Piñera. En Chile se violaron los derechos humanos y los condenaron por montajes que el propio Estado inventó. Si Jordano hubiera caído detenido en otro contexto que no fuera de la revuelta, no hubiese estado ni un sólo día en la cárcel. Pero como cayó detenido dentro del contexto de la rebelión, Jordano está preso. En Chile el pueblo apoya a nuestros presos y sus familias. Eso nos da fuerza para seguir movilizados y luchando hasta conseguir la libertad. Se lo vamos a exigir a Boric el día que asuma como presidente. Se lo debe a todos nosotros. Y queremos que nos escuchen afuera de Chile también. 

Javiera Sarraz 
 15/02/2022 

[1] https://resumen.cl/articulos/carta-de-cristian-cayupan-preso-del-estallido-social-necesitamos-el-indulto-general-para-todos-los-presos-de-la-revuelta-que-estamos-injustamente-en-una-carcel 
 [2] https://radiojgm.uchile.cl/carta-de-companera-de-cristian-briones-preso-de-la-revuelta-