martes, 29 de abril de 2014

Cuando los gusanos se enfrentan con un gigante ¿Qué es lo que tiene Fidel?




Lo intentaron asesinar en 638 oportunidades. Utilizaron todos los métodos posibles, desde lapiceras explosivas hasta morteros que iban a ser disparados en la propia Plaza de la Revolución, durante la conmemoración de un 26 de julio, en La Habana. Pero Fidel, como los gatos, siguió viviendo.
Trataron, la CIA y sus prolíficos empleados, de destruir de mil maneras la imagen, el prestigio, el respeto, la moral, y sobre todo, la ética revolucionaria de quien en muy pocos años derrocó a una de las dictadura más sanguinarias y mejor pertrechadas del continente. Pero tampoco pudieron, ya que Fidel siempre emergía intocable y más rebelde que nunca, de cada una de esas campañas.
Desesperados, apelaron a personajes siniestros como Luis Posada Carriles y Orlando
Bosch, quienes en su obsesión criminal no sólo gestaron decenas de atentados contra el jefe revolucionario cubano, sino que trataron de hacer todo el mal posible a la población cubana. Así, se enorgullecieron de haber volado el avión de Cubana frente a las costas de Barbados, donde murieron 73 personas. Sin embargo, a pesar de la atrocidad de sus actos, no pudieron cambiar el rumbo de la Revolución, que una y otra vez emergió triunfante.
Secuestraron al niño Elián González, y también a los 5 héroes cubanos, pero no doblegaron ni a Fidel ni a su pueblo. Al contrario, Elián volvió y hoy es un joven fidelista. Y qué decir de René y Fernando, comandantes de la solidaridad con sus otros tres hermanos en prisión.
Actualmente, cuando Cuba no sólo es admirada y defendida por los pueblos del mundo, sino que ha recuperado cada uno de los sitios del continente de donde sus enemigos intentaron hacerla desaparecer, los enemigos del proceso revolucionario no cejan en sus malas intenciones.
Lo nuevo desde el punto de vista del odio anticubano, puede ser visibilizado en las redes sociales. Desde innumerables foros se ocupan de tergiversar las conquistas revolucionarias, desvalorizando 55 años de construcción permanente de una sociedad totalmente distinta a aquellas que están instaladas en el capitalismo consumista, anulador de los emprendimientos colectivos y desestructurador de la conciencia humanista. Pero también desde las redes, ahora que el Comandante ya no gobierna pero cada tanto regala al mundo sus reflexiones atinadas y de alto contenido estratégico, los anhelos expresados por el Pentágono se siguen traduciendo en más amenazas de muerte. Poe eso, es probable que a nadie le haya sorprendido que recientemente, cuando el mundo se conmovía por la partida de ese gran camarada de Fidel y la cultura con mayúsculas, que es Gabriel García Márquez, otra vez las redes estallaran con el repetido sonsonete: "Murió Fidel", "La Habana está militarizada", "de un momento a otro se dará la noticia". Los autores de la campaña, tres gusanos de poca monta, Yusnaby Pérez, Orlando Luis Pardo Lazo y Anyer Antonio Blanco, se dedicaron a inundar el mundo de los twitters vendiendo la falsa versión, logrando ubicar la "noticia" en lo más alto de la cima virtual. Pero la realidad, no es muy afin a las computadoras y Fidel, otra vez, se salió con la suya. Desde el corazón de un pueblo que lo ama y lo admira volvió a demostrarles que no pueden con él ni con la Revolución tan empeñosamente gestada en todos estos años.
Lo volverán a intentar una y mil veces. Sin dudas que lo harán. Pero aún en la peor de las circunstancias, no saben que Fidel seguirá viviendo, y ellos, con sus anuncios necrológicos son los verdaderos cadáveres de esta historia. Sencillamente porque abrazan un sistema que como dijera Hugo Chávez, "huele a azufre".

Carlos Aznárez

55 años de Casa de las Américas




“Una contribución modesta pero constante a la integración cultural de Nuestra América”

Para enlazar culturalmente al país con el resto del continente y brindarles a sus pueblos un espacio inexistente de intercambio surgió, a instancias del Gobierno Revolucionario cubano, la Casa de las Américas, institución fundada un 28 de abril de 1959 por la heroína revolucionaria Haydée Santamaría, hace hoy 55 años.
Para bien de los intelectuales latinoamericanos, la Casa tuvo desde el primer día las puertas abiertas para recibir en sus predios, de la mano de sus creadores, la faena cultural de Nuestra América. Difundir la obra de la Revolución, publicar y premiar a escritores, artistas de la plástica, músicos, teatristas y estudiosos de estos temas, y a su vez crear espacios para la investigación, fueron desde sus inicios prioridades del centro.
El poeta y ensayista Roberto Fernández Retamar, presidente de Casa de las Américas desde 1986, y director de la revista Casa desde 1965, accedió a responder a Granma, vía correo electrónico, estas preguntas sobre la prestigiosa Institución.
—La Casa se fundó con el propósito central de contribuir a la integración cultural de la América Latina. ¿Puede esbozarnos, a su juicio, las principales conquistas en ese camino a lo largo de estos 55 años?
—Creo que a lo largo de estos 55 años la Casa ha hecho una contribución modesta, pero constante a la integración cultural de Nuestra América. Durante sus años de existencia la literatura del área alcanzó reconocimiento internacional. Eso fue debido a dos elementos imprescindibles: la atracción que ejerció la Revolución Cubana triunfante en 1959 y el alto nivel que ya había alcanzado nuestra literatura. Creo que puede decirse que en algo la Casa contribuyó también a ese hecho.
—Con su especial sensibilidad, Haydée Santamaría fue columna espiritual de esta institución desde su fundación. ¿Cómo la recuerda y cómo ve su legado a través del tiempo?
—La Casa tuvo el extraordinario privilegio de haber sido fundada y dirigida hasta su muerte por el excepcional ser humano que fue Haydée Santamaría. Ella era ya una leyenda viva cuando asumió la nueva tarea que se le encomendó. Y llevó a ella su intensa personalidad, su lealtad de siempre a Fidel y a la Revolución. Estoy seguro de que las orientaciones y el estilo de trabajo que aportó a la Casa siguen siendo tan válidos como el primer día. No hay ocasión en que no piense en ella con admiración, gratitud y dolor.
—La institución ha logrado imbricarse en los nuevos mecanismos culturales de la región nacidos a la luz de la avalancha integracionista liderada por Fidel, Chávez y otros líderes de nuestra América actual. ¿Podría referirse a este particular?
—La institución ha visto con inmensa satisfacción cómo se va cumpliendo el proceso integracionista liderado por Fidel, Chávez y otros grandes de nuestra América actual. Tal proceso es la razón misma de existencia de la Casa, concretamente en el área cultural. Durante muchos años hemos estado acompañados por grandes creadores de nuestra América, y ahora lo estamos también por Gobiernos progresistas del área.
—El centro ha tenido moradores imprescindibles, que han dejado en él una impronta esencial y viceversa. Pienso en Roque, Benedetti, Cortázar... ¿Cómo valora esta influencia mutua?
—La primera gran figura cultural de nuestra América que se vinculó con la Casa fue Ezequiel Martínez Estrada. Luego lo haría Manuel Galich y casi de inmediato, entre muchos más, los compañeros que usted menciona. Ellos han contribuido vitalmente a darle a la Casa su rostro actual, mientras la Casa, por su parte, contribuía a difundir sus obras. Como usted dice, se trata de influencias mutuas.
—¿Continúa el Premio Casa con su poder de convocatoria atrayendo a una parte considerable de los más importantes escritores del continente?
—A juzgar por los centenares de libros que cada año son enviados para optar por su Premio Literario, no cabe duda de que la Casa sigue teniendo un amplio poder de convocatoria. Y a más de medio siglo del comienzo ello implica, por necesidad, que los escritores importantes del continente van siendo otros, los cuales continúan alimentando a la institución.
—Desde su decisivo abrigo al Movimiento de la Nueva Trova cubano, la Casa ha estado abierta a la promoción y el enriquecimiento de otras manifestaciones artísticas. ¿Está satisfecho con lo logrado?
—Siempre se puede hacer más, de modo que es necesario estar insatisfecho, lo que nos garantiza un porvenir fértil. Además de sus direcciones, que miran a la literatura, la música, la plástica, el teatro, la Casa ha ido creando programas para abarcar nuevas áreas de trabajo: tales son los casos de los programas de estudios de la mujer, los latinos en los Estados Unidos o las culturas originarias de América. Y avizoramos nuevos programas. No se trata solo de abordar manifestaciones artísticas, sino culturales en general.
—¿Cómo se le antoja el futuro de la Casa?
—Borges escribió que nada sabemos del futuro, salvo que diferirá del presente. En el caso particular de la Casa, confío en que conservará lo mejor de lo logrado hasta ahora, pero a la vez se enriquecerá con los aportes con que contribuirán las nuevas promociones.
—¿Qué es la Casa para Retamar?
—Me vinculé a la Casa desde el propio año 1959. Pero a partir de 1960 fui a cumplir misión diplomática en Francia. En 1965, nombrado por la compañera Haydée, comencé a dirigir la revista que es órgano de la institución. Y a partir de 1986 pasé a presidirla. De modo que he estado vinculado a la Casa durante la mayor parte de mi vida. Haydée solía decir que la Casa era su casa. Creo que puedo decir lo mismo. Así lo considero y creo que así pueden ratificarlo otros.

Madeleine Sautié | madeleine@granma.cu

domingo, 27 de abril de 2014

Bolívar y Fidel: junto al Caribe




El Comandante en Jefe Fidel Castro suscribe en nombre de Cuba el Convenio Constitutivo de la Asociación de Estados del Caribe.

“Con la más profunda emoción y con infinita admiración por la obra inmensa de Bolívar. La visita a este lugar conmueve y deja recuerdos que no pueden borrarse. Con qué honor nuestra delegación ha tenido oportunidad de rendir tributo al Libertador el mismo día que sigue a su nacimiento, en el lugar en que expiró su gloriosa e inmortal vida. Pero Bolívar vive y vivirá siempre”.Dedicatoria en el libro de visitantes. Fidel Castro Ruz, Cartagena de Indias. Julio 25 de 1994

Pudiera decirse que pocas veces como en esta ocasión estuvieron tan cercanos Simón Bolívar y Fidel Castro. Fue en una mañana soleada y calurosa de julio; el día anterior se había conmemorado el Aniversario 211 del nacimiento del Libertador, en los momentos precisos en que nuestro Comandante en Jefe suscribía en nombre de Cuba el Convenio Constitutivo de la Asociación de Estados del Caribe (AEC), en el Centro de Convenciones de Cartagena de Indias. Sería difícil encontrar simbolismo y coincidencia mayor.
Fidel llegó en helicóptero casi al mediodía del 25 de julio de 1994 a las cercanías de la histórica quinta San Pedro Alejandrino, en la ciudad de Santa Marta —una de las tres “joyas” de la costa caribeña de Colombia junto a Barranquilla y Cartagena—, procedente del recorrido que incluyó la visita a la Ciudad Perdida, sitio arqueológico de los indígenas taironas, situada en plena Sierra Nevada, en la intrincada cordillera del noroeste, a 1 500 metros sobre el nivel del mar y entre altos picachos.
Emocionante y solemne fue la entrada del líder histórico de la Revolución Cubana a la sede del más importante museo bolivariano del país, donde el Libertador exhaló el último suspiro —en una apartada y sencilla habitación de escaso mobiliario— el fatídico 17 de diciembre de 1830.
Visiblemente conmovido recorrió Fidel durante dos horas aproximadamente aquellas instalaciones de San Pedro Alejandrino, a las que elogió por el cuidado y atención con que ellas se mantienen; expresando su reconocimiento a la dirección de ese centro.
Ante el altar de la Patria, que contiene la impresionante figura bolivariana en mármol blanco, guardó respetuoso silencio y después, a los numerosos periodistas, expresó sus pensamientos sobre los inolvidables momentos:
“Esto es realmente conmovedor —apuntó—, uno no se podía imaginar las cosas que hay aquí, el amor con que se ha conservado todo, lo bien cuidado que está. Desde las edificaciones de la hacienda que había aquí hasta el lugar donde Bolívar vivió y murió: el altar de la Patria, el museo de arte bolivariano y el mural, todo es impresionante…”
“De Bolívar me he leído cuanto me ha caído en la mano y cuanta biografía he encontrado… eso explica todo lo que he sentido por él y el hecho de que llegue hasta aquí con una devoción tan grande…”
Al relacionar esta visita con los acontecimientos vividos el día anterior, sentenció: “Para mí, Bolívar es uno de los hombres más grandes de la historia… En realidad fue también extraordinario que ayer se firmara la Asociación de Estados del Caribe, el mismo día del aniversario de su nacimiento…”
Bolívar y Fidel: junto al Caribe. El mare nostrum caribeño los había convocado y Cuba —como siempre—, acudía al llamado de la unidad, la colaboración y la solidaridad entre hermanos. El mandato bolivariano y fidelista, una vez más, estaba siendo cumplido.

Gustavo Robreño Dolz

Las TICs tienen potencial para el desarrollo de nuestros países

Intervención en la sesión plenaria del Viceministro de Comunicaciones de Cuba, Wilfredo González Vidal. Sao Paulo, 23 de abril de 2014. Reunión Multisectorial Global sobre el futuro de la Gobernanza de Internet

Señor Presidente:

Agradecemos al gobierno de Brasil por organizar esta reunión y reitero el reconocimiento que dio el Presidente de Cuba en la pasada II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) por desarrollar esta iniciativa. Consideramos que la misma puede dar un impulso a la materialización de las decisiones de la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información y ayudar a alcanzar un modelo de gobernanza internacional de Internet más justo, seguro y adecuado para todos.
Las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC) tienen el potencial de brindar nuevas soluciones a los problemas del desarrollo, en particular en el contexto de la globalización, y pueden promover el crecimiento económico, la competitividad, el acceso a la información y los conocimientos, la erradicación de la pobreza y la inclusión social.
Es por ello, que hay una apremiante necesidad de continuar luchando para eliminar los obstáculos con que se enfrentan los países en desarrollo para acceder a las nuevas tecnologías, como la insuficiencia de recursos, infraestructura, educación, capacidad, inversión y conectividad, así como los relacionados con la seguridad, propiedad intelectual y la transferencia de tecnología.
En este sentido, el debate no es nuevo. Ha sido abordado desde la segunda fase de la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información en el 2005, donde se acordó que “todos los gobiernos deberían tener un igual cometido y responsabilidad para la gobernanza de Internet…”
Como bien expresara nuestro Presidente en la II Cumbre de la CELAC y cito “Otro asunto que genera gran preocupación por sus potencialidades para provocar conflictos internacionales, es el empleo encubierto e ilegal, por individuos, organizaciones y Estados, de los sistemas informáticos de otras naciones para agredir a terceros países. Algunos gobiernos han expresado, incluso, la posibilidad de responder a esos ataques con armas convencionales. El único camino para prevenir y enfrentar estas novedosas amenazas es la cooperación mancomunada entre todos los Estados, al igual que para evitar que el ciberespacio se convierta en un teatro de operaciones militares”, fin de la cita.
Es necesario resaltar el importante papel que desempeñan los gobiernos en la formulación de políticas públicas, que respondiendo a las necesidades y prioridades nacionales aprovechen efectivamente las tecnologías de la información y las comunicaciones para el desarrollo de los países.
Consideramos que el documento propuesto es base esencial de discusión y esperamos que, luego de los análisis que desarrollaremos, constituya un paso hacia delante en la materialización de aspectos importantes de la sociedad de la información a la que aspiramos, con un carácter democrático y no excluyente. Además, sugerimos deben ser incorporados, entre otros, el reconocimiento a la necesidad de afrontar eficazmente las dificultades y amenazas de la utilización de las TIC con fines incompatibles al objetivo de mantener la estabilidad y la seguridad internacional y que puedan afectar negativamente la integridad de las infraestructuras de los Estados, en detrimento de su seguridad.
Varios son los ejemplos que ilustran la extrema necesidad de regular y hacer un uso adecuado de Internet. Podemos mencionar desde la descubierta red de análisis y espionaje de casi todas las comunicaciones del mundo, incluyendo la de Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno, hasta el proyecto ZunZuneo, recientemente develado por la agencia de prensa AP, dirigido a crear situaciones de desestabilización en Cuba para provocar cambios en nuestro ordenamiento político.
Esta nueva acción constituye un ejemplo de agresión con la utilización de las tecnologías de la información y la comunicación, en flagrante violación del Derecho Internacional y la soberanía de los Estados.
Es nuestra intención que este evento concluya reconociendo la importancia de la gobernanza de Internet como parte de la implementación de políticas que faciliten el desarrollo de la sociedad de la información a nivel internacional, así como la necesidad de continuar el debate en los ámbitos regionales y subregionales correspondientes.

Señor Presidente:

Puede usted contar con nuestra disposición para lograr los objetivos de esta reunión y le manifestamos la disposición a intercambiar y evaluar soluciones satisfactorias para todos los países.

Muchas gracias.

sábado, 26 de abril de 2014

Zunzuneo, nuevo revés para EEUU en la guerra sucia contra Cuba




El gobierno de Washington ha usado móviles e internet para intentar movilizar a la juventud cubana contra el sistema socialista

El proyecto Zunzuneo, sacado a la luz pública por una agencia de noticias estadounidense, revela un nueva agresión del Gobierno de EEUU contra la soberanía de Cuba y su revolución. Dicho proyecto, consistente en la puesta en práctica de una red de mensajería para móviles, financiado y llevado a cabo por la Agencia estadounidense para la Ayuda al Desarrollo Internacional (USAID) con el objetivo de provocar desestabilización social en Cuba, pone sobre la mesa el verdadero trasfondo de esta supuesta ONG, verdadera entidad anexa al gobierno de EEUU -ya instalada en el puerto de Las Palmas de Gran Canaria para operar contra los pueblos africanos y crear condiciones para aumentar la presencia yanqui en Canarias. Al mismo tiempo, demuestra que el imperialismo no da tregua a ningún gobierno que se oponga a sus política de dominación y saqueo.
El apoyo estadounidense a sectores de la oligarquía y la derecha reaccionaria venezolana en el intento de golpe de estado que han enfrentado e impedido el gobierno bolivariano de Nicolás Maduro y el pueblo trabajador de Venezuela, en fechas recientes, es otro claro ejemplo de lo que decimos.
El caso de Cuba tiene antecedentes que se remontan a los primeros años tras el triunfo de la Revolución. Así, y ya en 1960 , apenas un año después de que el ejército rebelde, dirigido por Fidel Castro, derrocara al dictador cubano Fulgencio Batista -fiel amigo y defensor de los intereses yanquis en la isla-, la Secretaría de Estado de Dwight D. Eisenhower establecía las líneas maestras de la política que, a partir de entonces, pondrían en práctica, a través de la CIA, contra la Revolución Cubana: "... Hay que poner en práctica rápidamente todos los medios posibles para debilitar la vida económica (…) negándole a Cuba dinero y suministros con el fin de reducir los salarios nominales y reales, con el objetivo de provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno” (fragmento del memorándum del entonces Secretario de Estado estadounidense, Lester Mallory, fechado el 6 de abril de 1960).
Y, en efecto, EEUU y sus Gobiernos imperialistas nunca han abandonado tal objetivo, usando para ello desde la invasión militar directa (Playa Girón) hasta los ataques terroristas continuados -incluida la guerra bacteriológica-, que han causado más tres mil quinientos muertos entre el pueblo cubano.
La financiación de la llamada disidencia cubana, buque insignia de una oposición interna reiteradamente fracasada, y ahora el uso de las nuevas tecnologías para provocar "un cambio de régimen en Cuba" son los más visibles escenarios de un teatro largamente ensayado contra Cuba, en el que los gobiernos de EEUU, sólo entre 1007 y 2011, han invertido cerca de 300 millones de dólares (la imagen, corresponde a una copia de la auditoría de los gastos del Departamento de Estado realizada por Just the Facts, una entidad que registra los gastos del gobierno de Estados Unidos para la defensa y la asistencia de seguridad en América Latina y el Caribe. En: http://www.cubadebate.cu/opinion/2014/04/05/zunzuneo-el-extrano-nombre-de-un-fracaso).
La Plataforma Canaria de Solidaridad con los Pueblos condena cualquier expresión de la política imperialista e injerencista de EEUU contra el gobierno revolucionario de Cuba y contra la soberanía del pueblo cubano y, en particular, el proyecto Zunzuneo, ahora hecho público. Igualmente, llama la atención sobre el uso por los poderes capitalistas de las redes sociales y de telefonía, así como de su extensa red de medios de comunicación, para la manipulación de grandes masas en función de opacos intereses ajenos al pueblo trabajador (matriz que pudo observarse en fenómenos como la llamada "primavera árabe", el 15M o el movimiento de las plazas) y advierte que dicho uso va a continuar, en proporciones mayores cada día, mientras perviva el capitalismo, pues éste no puede sostenerse más que engañando masivamente a los pueblos como parte de su violencia diaria contra la humanidad.
Reafirmamos nuestro apoyo incondicional e internacionalista a la Revolución Cubana, en la convicción de que ésta representa la lucha sostenida contra el sistema capitalista y el imperialismo, cuya debacle se intenta salvar con un recrudecimiento de las agresiones contra los pueblos de América Latina y el mundo.

Con Cuba y su Revolución

Viva la solidaridad internacionalista entre los pueblos

Las Palmas de Gran Canaria, 24 de abril de 2014

Plataforma Canaria de Solidaridad con los Pueblos

jueves, 24 de abril de 2014

Recuerdos de Gabo




Se nos ha ido Gabriel García Márquez. Haber gozado de su entrañable amistad y sus enseñanzas durante casi 40 años es un enorme privilegio y la noticia me ha dejado desolado.
Pese a la enorme admiración que siempre sentí por él, es hasta ahora que una irrefrenable sensación de vértigo proyecta antes mis ojos azorados la insólita magnitud de su grandeza. No sé si se deba a haberlo tenido tan cerca.
Lo conocí en el verano de 1975 en La Bodeguita del Medio, modesto pero acogedor restaurante de la bohemia habanera desde los años 50. Aunque al final no ocupara su cubierto, la invitación venía del legendario comandante Manuel Piñeiro, Barba roja, encargado por Fidel Castro de la atención a los movimientos de liberación nacional, partidos políticos de izquierda de América Latina y el Caribe y algunas pocas personalidades de su interés. Acostumbrados a las reglas de discreción a que obliga el acoso de Estados Unidos contra Cuba, Piñeiro me dio luz verde para hablar sin reservas con el escritor y su hijo Rodrigo, que lo acompañaba.
Como no podía imaginar la cálida amistad que nacería con él, con Mercedes, Rodrigo y Gonzalo, acudí al encuentro con la emoción de compartir la mesa con el más grande de mis héroes literarios vivos, aumentada por la angustia de que probablemente fuera una oportunidad irrepetible. Así que aunque tenía un gran interés en hablar de política con el colombiano, mientras manejaba hasta La Habana Vieja intenté elaborar un cuestionario con algunas de las dudas y preguntas que me habían suscitado la trama y los personajes de Cien años de soledad.
Gabo fue extremadamente amable al responder a mi cuestionario pero sus respuestas, lejos de aclarar mis dudas, las aumentaron. O me estaba mamando gallo como dicen los colombianos, o en su desmesurada imaginación Cien años… planteaba niveles de lectura que a mí y a los miembros que conocía de la numerosa cofradía garciamarquiana habanera ni nos habían pasado por la mente.
Pronto pasamos a la política latinoamericana, colombiana e internacional, aunque también hablamos de Cuba. Rodrigo estaba feliz con cientos de fotos que había tomado en un recorrido realizado de este a oeste de la isla, en el que se interesaron sobre todo por los efectos del bloqueo de Estados Unidos en la vida cotidiana. No sólo los había impresionado el sufrimiento impuesto por la medida punitiva, sino la inventiva desplegada por los cubanos y, en particular, las cubanas, para cocinar, hacer los quehaceres y cuidar su aspecto personal en medio de la escasez generalizada.
Yo era a la sazón director del semanario Bohemia y Gabo me explicó sus expectativas con la revista Alternativa, que editaba en Colombia(1974-1980) y ya yo conocía. Expectativas cumplidas con creces pues en su corta vida fue una de las publicaciones de izquierda más renovadoras y contemporáneas del continente, que hoy debiéramos estudiar. Destrozaba en cada número las mentiras de la prensa oligárquica. Son memorables sus trabajos sobre el Chile de Allende, Cuba, Vietnam y las contiendas de liberación africanas.
Y es que Gabo se entregó casi a tiempo completo a las luchas revolucionarias latinoamericanas en aquellos años cruciales, sin cuya impronta hoy nuestra América no habría recuperado el rumbo bolivariano. Puso su inmenso prestigio al servicio de la lucha de Torrijos por la devolución del canal de Panamá, hizo cuanto pudo en apoyo al Chile de Allende agredido por el imperialismo y luego en solidaridad con sus presos, desaparecidos y los de todas las dictaduras latinoamericanas. Ya en la ofensiva final contra Somoza pidió armas a Carlos Andrés Pérez para el sandinismo hasta cerciorarse que llegaran a su destino.
Es imposible enumerar aquí siquiera una pequeña parte de lo que hizo Gabo por la revolución cubana. Vaya como ejemplo la lapidaria sentencia enviada a este diario en medio de la grave amenaza de agresión yanqui contra Cuba de 2003, cuando no pocos flaquearon debido a las drásticas medidas que La Habana se vio obligada a tomar: “las muchas declaraciones sobre la situación cubana –aún de buena fe– pueden estar aportando y aún magnificando los datos que Estados Unidos necesita para justificar una invasión a Cuba”. Más tarde, en su estudio, Gabo me pidió que añadiera su firma a la declaración de solidaridad con Cuba leída el día anterior por Pablo González Casanova en la Plaza de la Revolución de La Habana. Cuba, me dijo, es nuestro escudo para impedir que Estados Unidos se trague a América Latina.

Ángel Guerra Cabrera
Twitter: @aguerraguerra

Zunzuneo: el desprecio a los cubanos




La investigación periodística de la agencia Associated Press, que desveló los vergonzosos detalles de la red subversiva Zunzuneo, se resume así: la historia de la guerra de Estados Unidos para la reconquista de Cuba es la de su desprecio a los cubanos.

La Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), usando dineros públicos, estableció una red social móvil en Cuba por medio de un aparatoso e intrincado sistema de empresas fachada en terceros países, bancos fantasma que lavaban dinero federal y ejecutivos mercenarios, a quienes se les ocultó el hecho delictivo de que se involucraban en una operación clandestina del gobierno norteamericano contra el de Cuba.
El equipo de delincuentes cibernéticos creado y financiado por la USAID se introdujo ilícitamente en los bancos de datos de la empresa cubana de telecomunicaciones ETECSA, a fin de recopilar información privada de ciudadanos cubanos. Llegaron a obtener más de 40 mil usuarios, a los que registraron en perfiles por sexos, edades, preferencias y filiaciones diversas. Con esas fichas, obtenidas a espaldas de los usuarios, se enviaron durante dos años mensajes masivos SPAM sobre temas intrascendentes y divertidos, con el plan secreto de repartir propaganda política y, llegado el momento, instigar a los jóvenes cubanos a realizar actos subversivos contra su gobierno.
Los suscriptores nunca supieron que fueron a parar a un registro ilegal con fines políticos. En contra de su voluntad, participaron en un plan de guerra creado por el gobierno de la misma potencia extranjera que, sin dar explicaciones, mantiene la salvajada de Guantánamo y cuyo bloqueo de 50 años obstruye la economía cubana, con el fin declarado de causar dificultades comerciales a veces insalvables, hambre, desesperación, desencanto, desaliento y, a la postre, el derrocamiento violento del gobierno cubano: rebélese, para que otros vengan de fuera y se aprovechen del sufrimiento y el caos.
Esta red subversiva se fabricó violando no sólo las leyes cubanas, sino también las resoluciones de la Unión Internacional de Telecomunicaciones y las propias leyes de Estados Unidos, donde la CAN SPAM act de 2003 prohibe enviar SPAM a destinatarios que no han expresado su consentimiento. Esto pone a los usuarios cubanos, sobre todo a los jóvenes ávidos de la comunicación directa gracias a las enormes posibilidades de la telefonía móvil, en una penosa situación: Washington los vigila y los desprecia; exige su subordinación violando su integridad, su privacidad y su albedrío, que no reconocen. Sólo sirven como peones ciegos a los que hay que engatusar, para que se conviertan en carne de cañón mientras el bloqueo restringe la disponibilidad de ancho de banda e impone altos costos de conexión.
Zunzuneo estuvo activo entre 2009 y 2012, cuando desapareció tan fantasmalmente como había surgido. ¿Por qué este plan clandestino no surtió efecto? Eso debe de saberlo, con seguridad, el gobierno de Estados Unidos. Pero cualquier observador atento puede constatar que los usuarios de Zunzuneo no tenían intenciones desestabilizadoras, ni les interesaba lanzarse a la subversión mediante un golpe suave, como se han implementado en otros países derrocando a sus gobiernos.
Para dar un golpe suave en Cuba se requieren mentes sin amor propio y conciencias desideologizadas que se menosprecien a sí mismas. Las agencias gubernamentales norteamericanas (y algunas europeas) están acostumbradas a repartir dineros entre cubanos alquilados que pertenecen a “la raza vendible” de la que habló José Martí. Esos cubanos están en Martí Noticias, en Diario de Cuba y otras plataformas mediáticas tendenciosas, al servicio de una oficialidad extranjera que no les permite ni el menor margen de pluralismo. Parece que esa mentalidad aún no prolifera en el territorio nacional.
Esta nueva agresión contra la legalidad cubana demuestra varias cosas esenciales. Esta vez, la fabricación de historias falsas y la manipulación política no lograron promover una revuelta en Cuba. Zunzuneo fue una agresión encubierta marcada por el menosprecio, la chapucería y el fracaso, pero también por la amargura de la arrogancia imperial herida ante la resistencia del pueblo cubano. Miles de esos cubanos cayeron en la trampa. Ahora, quien quiera meditar sabrá lo que significa ser enredado en el poder de otros: cómo te roban la volundad para quebrantarte sin que te des cuenta, de modo que esos otros, los Señores del Poder Global; los mismos que te niegan el derecho al bienestar y al desarrollo, usurpen tu interpretación del mundo imponiéndote la suya.
Queda claro ante el mundo que Cuba seguirá siendo blanco de la manipulación de las conciencias y el asedio cibernético, muy en contra de las buenas intenciones de las que ha hablado Obama. Sería ingenuo pensar que el pueblo de Martí lo acepte sin combate.

René Vázquez Díaz
Escritor cubano sueco. Su última novela es Ciudades junto al mar, Alianza Editorial, 2011.

martes, 22 de abril de 2014

Casa de las Américas da su adiós al Gabo




Gabriel García Márquez y Haydée Santamaría en Casa de las Américas.

Declaración emitida por Casa de las Américas ante la muerte de Gabriel García Márquez. Esta será publicada, también, como un anexo al número 274 de la revista Casa que ya se halla en proceso de impresión.

Cuando a finales de 1936 falleció Miguel de Unamuno, Jorge Luis Borges dijo que el primer escritor de nuestro idioma acababa de morir. Hoy, ante la desaparición de Gabriel García Márquez, debe repetirse la sentencia. Solo que García Márquez era, además (y es), uno de los mayores escritores en la historia de la literatura.
Lo conocimos cuando en 1959, a raíz del triunfo de la Revolución Cubana, estuvo en La Habana junto a otros brillantes periodistas como Rodolfo Walsh, quienes, con la conducción de Ricardo Masetti, llevaban adelante el proyecto de la Agencia Prensa Latina. Gabo ya era un gran periodista, y lo seguiría siendo toda la vida. Le gustaba repetir que el periodismo era el mejor trabajo del mundo. En este orden, estuvo a la altura de autores como José Martí o Alejo Carpentier. Pero además, como se sabe de sobra, fue un narrador de primer orden. Todo el planeta lo supo cuando en 1967 publicó Cien años de soledad. Para entonces, ya había dado a conocer la pequeña gran obra maestra que es El coronel no tiene quien le escriba, y otros libros de gran belleza. En todos ellos se anunciaba lo que irrumpió con toda la orquesta en Cien años…Como era relativamente joven entonces (y también al recibir el Premio Nobel de literatura), se le planteó el problema de cómo no sucumbir al hechizo de una obra tan plena. Pero Gabo no sucumbió, y escribió nuevos libros admirables, como El amor en los tiempos del cólera y Vivir para contarla, el primer tomo de una autobiografía que ha quedado trunca.
Los cubanos admiramos en Gabo, junto a su genio literario, su constante defensa de la Revolución Cubana y su amistad fraternal con Fidel. En el ejercicio de aquella defensa Gabo prestó grandes servicios dando muestras de valor y desinterés. En general, se identificó con causas nobles a lo largo de su vida. Esa vida acaba de ser interrumpida, pero de él puede decirse lo que Auden escribió a la muerte del gran poeta Yeats: “se convirtió en sus admiradores”. Los numerosísimos y crecientes admiradores de Gabriel García Márquez no lo dejarán morir.

La Habana, 17 de abril de 2014

domingo, 20 de abril de 2014

Ernesto “Che” Guevara: amor y revolución




Algunos conocedores de la vida del Che dirán poéticamente que estaba enamorado de la revolución.

Poco tiempo y pocos años tuvo para amar. Seguramente el amor lo deposito solamente en una mujer, Aleida March, a pesar de haber sido deseado por miles de mujeres del mundo. Algunos conocedores de la vida del Che dirán poéticamente que estaba enamorado de la revolución. Que ese amor a la humanidad, era lo único que lo podía hacer resignar, al amor convencional por una mujer. Otros hablaran del amor a su madre. Figura trascendental en la vida del Che. Para Guevara el amor supremo era la lucha revolucionaria que justificaba sus sacrificios personales. Estas convicciones hicieron que por los acontecimientos políticos posteriores, no pudiera disfrutar del amor como él quisiera, con su pareja y poder ver criar a sus hijos. Desde adolecente Ernesto tuvo muchos éxitos con las jóvenes de su época. Se le reconoce algunos romances fugaces como con su prima Carmen Córdoba De la Serna, "La Negrita". Luego conoce a María del Carmen "Chichina" Ferreyra en un casamiento en Córdoba, con quien entabla el primer noviazgo formal. María del Carmen pertenece a una de las familias que forman parte de la entonces poderosa y elitista "oligarquía terrateniente argentina". La casa que habita con sus padres en la provincia argentina de Córdoba "La Malagueña", es conocida como "El castillo Ferreyra. La relación si bien es duradera, se mantiene a través de correspondencia y esporádicos viajes de Ernesto a Córdoba. Fue con Chichina que Ernesto tuvo que optar: Mantener una relación amorosa con su novia o aprovechar su juventud para conocer el mundo. Su opción ya la conocemos renuncia al amor para cumplir su misión juvenil, de descubrir nuevas tierras y nuevos pueblos. Por aquellos años también mantiene una relación amistosa con su amiga Tita Infante. Algunos allegados de la familia piensan que entre ambos existió un interés sentimental reprimido. Con Tita mantuvo un intenso vínculo epistolar durante varios años. Durante los viajes que realiza por América latina protagoniza distintas anécdotas sentimentales, las cuales tan solo se quedan en meros impulsos sexuales.
Sera en su segundo viaje cuando Ernesto conoce a Hilda Gadea y comienza una relación de pareja. Guevara se había enamorado de la formación intelectual de Hilda. Gadea era una exiliada peruana del ala de izquierda del APRA, que tenía una gran formación cultural y política. Tanto Ernesto como Hilda tenían muchas cosas en común, a pesar de que Ernesto nunca estuvo enamorado de ella. Su relación fue de compañerismo y de mucho aprecio. Nunca pensó seriamente que iba a ser la mujer de su vida. El embarazo de Hilda dilato la separación, inclusive el nacimiento de su hija Hilda Beatriz el 15 de febrero del 1956 lo lleva a decidirse a casarse. En algunos aspectos todavía Guevara tenía criterios morales tradicionales, como el concepto del matrimonio. Guevara e Hilda Gadea se casaron en Tepozotlán el 18 de agosto de 1955. Hasta ese lugar se trasladaron algunos amigos y entre ellos Raúl Castro y Jesús Montané, que firmo el certificado de casamiento. Aunque estaba previsto que lo hicieran Raúl y Fidel, que no lo hicieron por razones de seguridad. Según cuenta Hilda: “La ceremonia fue intima, muy simple, pero llena de fraterna alegría. Al regresar, Ernesto, muy contento, preparo un asado para el grupo y Fidel Castro también participo de la comida.”
A pesar del casamiento, la pareja como tal duraría poco tiempo, prácticamente había nacido rota. Es notorio que en todos sus escritos y cartas redactadas por aquellos años, en muy pocas oportunidades Guevara habla de su relación con Hilda Gadea.
Muchos amigos de aquellos días como el “Gordo” Rojo no entendían como Ernesto se había enamorado de Hilda Gadea. Ella era de baja estatura, mescla de chinos e indios peruanos, no tenía un rostro agraciadle. Mientras que Guevara aun sin barba, parecía mucho más joven que ella y su rostro tan atractivo, hacían desentonar mucho a la pareja. Luego vendría la detención del Che en México y los preparativos clandestinos para partir con los martianos del Movimiento 26 de julio, encabezados por Fidel Castro. En esos meses Guevara se acercaba una vez por semana para visitar a Hilda y estar unas horas con su hija Hildita. Ernesto por aquellos meses tenía acordada la separación de su mujer. Guevara partiría para Cuba en el Granma y Gadea regresaría al Perú a la casa de sus padres.
Después del accidentado desembarco y la titánica labor de recomponer las fuerzas guerrilleras, el Che como el resto de sus compañeros reproducen en Sierra Maestra nuevos lazos amistosos o sentimentales, como si se tratara de una sociedad alternativa, con sus propias leyes y conductas morales etc. A pesar de las balas el amor seguía vivo en cada combatiente. Se formaron parejas entre guerrilleros, muchas novias que estaban en el llano subieron a la sierra a combatir, para estar con sus compañeros y pelear por la patria. No se festejaban los San Valentines pero se compartía un amor colectivo por la causa martiana y por el amor patrio. En aquellas circunstancias el Che mantuvo algunas relaciones sentimentales pasajeras quizás la más conocida fuera con Zoila Rodríguez García, la conoció estando en Minas del Frío. Era una guajira que vivía en la Sierra Maestra y que, al igual que toda su familia, colaboraba activamente con la guerrilla. En un testimonio posterior, Zoila cuenta de este modo la relación que mantuvieron:
"En mí surgió un amor muy grande y muy lindo, me comprometí con él, no sólo como combatiente, sino como mujer. Un día me pidió que le trajera un libro de su mochila; tenía las letras doradas, le pregunté si eran de oro. Le dio gracia la pregunta, se rió y me respondió: «Este libro es de comunismo». Me dio pena preguntarle qué quería decir «comunismo», porque esa palabra nunca la había escuchado".
Seria recién cuando el Che y su columna se encuentran en el Escambray y cuando sin buscarlo ni quererlo Ernesto se encuentra con el amor de su vida.
Aleida era una militante del 26 de Julio, había recorrido muchos quilómetros a caballo para llegar hasta donde estaban los guerrilleros y hacerle entrega al Comandante Ernesto Guevara del dinero recaudado en la zona de San Clara. Al llegar después de sortear todo tipo de peligros es recibida en el campamento del Che. Al desensillar de su caballo muchas son las miradas que se posan en la joven visitante. Algunos de los combatientes se acercan para saber quién era aquella hermosa colaboradora de la resistencia cívica. Sera el médico Oscar Fernández Mel quien la reciba oficialmente ante tanta mirada interesada. El propio medico de la guerrilla fue el encargado de hacerle algunas curas producidas por el viaje y acercarla hasta donde estaba el Che. Aleida cuenta en sus memorias las primeras impresiones cuando conoce a Guevara: “Cuando tuve la posibilidad de dirigirme a él, le informe de que había venido con una encomienda que debía entregarle.
Todavía estaba crucificada de esparadrapos, y fue lo primero que le dije para que liberara del castigo. Fue el comienzo del primer encuentro… Después de la presentación y en un aparte, Marta –otra compañera de Sierra Maestra- me pregunto qué me había parecido, a lo que, sin vacilar, le respondí que no me parecía mal y que lo más interesante era su mirada, más bien su modo de mirar.”
Mientras Aleida descansa después del agotamiento producido durante todo el viaje, varios combatientes se le acercaron para preguntarle cuales eran la ultimas noticias que circulaban en La Habana.
“Lo vi por la noche - nos relata Aleida - y comenzamos a conversar. De una forma precisa me planteo que podía quedarme como enfermera en el campamento – siempre buscaba para los recién llegados una tarea específica; no admitía gente “flotando”, y mucho menos a una mujer, que podía generar apetencias incontrolables dentro de la tropa- Fui muy concisa en mi solicitud y le explique que mis dos años de labor clandestina, según entendía, me daban derecho a ser una guerrillera más.”
A pesar de la reticencia del Che para que Aleida fuera una combatiente más, esta hizo lo imposible para lograr su objetivo de ser una combatiente guerrillera.
Mientras esto sucede las tropas del Che siguen el avance imparable para tomar San Clara, lugar estratégico que podía decidir la derrota de Batista. Después de formar el gobierno provisional de una pequeña ciudad denominada Fomento, el Che retorna al Campamento Central donde se cruza con Aleida: “Estaba sentada -no cuenta la propia Aleida- con mi neceser de viaje en el momento en que paso el Che y me invito a acompañarlo, diciéndome “Vamos a tirar unos tiritos conmigo”. Sin dudarlo, asentí, y me monte en el jeep para literalmente, no bajar nunca más….”
Desde aquel encuentro Aleida y el Che nunca más se irán a separar. Aleida se convierte en una colaboradora directa del Comandante, que hora tras hora con sus tropas irán avanzando hasta derrotar al ejercito batistiano en la histórica batalla de San Clara. Tanto Ernesto como Hilda se van diciendo cosas a través de pequeños gestos afectivos. Los combates no daban lugar a más y no había tiempo para declaraciones de amor. Las miradas, los gestos y los silencios eran suficientes para que ambos supieran que estaba naciendo un gran amor. Así también lo iban interpretando sus compañeros de Jeep, especialmente el gran amigo del Che, Oscar Fernández Mel.
Con la huida de Batista será Camilo y el Che los primeros en llegar a La Habana. La columna de Guevara se instala en La Cabaña. Durante aquel día se distribuyen las tareas y los lugares para utilizar como habitaciones, a Aleida le toca una muy pequeña. La joven asistenta del Che intenta conseguir algunas ropas que pudieran suplir a las gastadas y sucias que traía de los recientes combates. A pesar de ser un amor anunciado, tanto el Che como Aleida no habían podido expresar todo su sentimiento. Sera unos días después de la llegada, cuando ambos enamorados logran el momento oportuno para declarase el amor. Así lo cuenta la propia Aleida: “Ya para esa fecha todo había cambiado en nuestras vidas. Un día de enero, en un viaje que hicimos a San Antonio de los Baños, íbamos en el asiento de atrás y el Che me tomo la mano por primera vez. No me dieron palabras; sentí que el corazón se me había salido del lugar, no sabía qué hacer ni que decir, pero me di cuenta de que estaba enamorada, sin dudas de ninguna índole Por eso, en ese enero inolvidable, cuando entró a mi habitación de La Cabaña, descalzo y silencioso, se consumaba un hecho más que real y que en tono de broma el Che califico como el día de “la fortaleza tomada”. Empleo esta expresión como un símil, porque a toda fortaleza, para tomarla, primero se le hace un cerco y, poco a poco, después de estudiar sus puntos débiles, de decide el ataque. En realidad eso fue posible porque yo estaba mucho mas enamorada de lo que pensaba y así de simple, “me rendí” sin resistir y sin dar batalla alguna.”.
Antes de marcharse rumbo a su última trinchera revolucionaria en Bolivia, le deja una poesía a su amada Aleida, en ella le dice en el último fragmento:

Adiós, mi única,

No tiembles ante el hambre de los lobos

ni en el frio estepario de la ausencia;

del lado del corazón te llevo

y juntos seguiremos hasta que la ruta se esfume.

Muchas cosas se han escrito ya sobre el Che, las mujeres y el amor. Algunas son anecdóticas y otras, son autenticas patrañas, como el famoso romance del Che con Tania en Checoslovaquia. Encuentro este que nunca se produjo, ya que ambos estuvieron alojados en la misma casa de seguridad de Praga, con la diferencia de dos años, entre una estancia de Tania y la otra de Guevara. Quien sí estuvo en esa casa de Praga visitando al Che fue Aleida March, compartiendo durante varias semanas, esta casa rodeada de bosques y lagos.

Lois Pérez Leira

Bibliografía.

March Aleida. Evocación.Mi vida al lado del Che (Ocean Sur, 2011).

Gadea Hilda, Che Guevara: los años decisivos (México: Aguilar Editor)

Gómez Abad, José. De cono el Che Burlo a la CIA. Red editores. Sevilla.

Taibo II Paco Ignacio, Guevara, también conocido como el Che. Buenos Aires, Planeta.

Mi hijo el Che, Ernesto Guevara Linch. Editorial Arte y Cultura. Ciudad de La Habana, 1988.

Anderson, Jon Lee (1997). Che Guevara. Una vida revolucionaria. Barcelona: Anagrama.

Ignacio Taibo. Ernesto Guevara, también conocido como el Che. Editorial Planeta. 2007.

Constenla Julia, Albún del Che, Editorial Edhasa, Mayo 2007 España.

Castañeda Jorge G. Compañero, vida y muerte del Che Guevara,. Vintage Español, Octubre 1997.

Testimonios:

Oscar Fernádez Mel

Carlos “Calica” Ferrer

Entrevista a José Gómez Abad “Diosdado”. Vigo.

sábado, 19 de abril de 2014

Playa Girón y el escritor que se adelantó a la CIA.




De izquierda a derecha, Jorge Ricardo Masetti, el Nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias y Rodolfo Walsh, en la agencia de Prensa Latina.

Uno de mis mejores recuerdos de periodista es la forma en que el Gobierno revolucionario de Cuba se enteró, con varios meses de anticipación, de cómo y dónde se estaban adiestrando las tropas que habían de desembarcar en la Bahía de Cochinos.
La primera noticia se conoció en la oficina central de Prensa Latina, en La Habana, donde yo trabajaba en diciembre de 1960, y se debió a una casualidad casi inverosímil. Jorge Ricardo Masetti, el director general, cuya obsesión dominante era hacer de Prensa Latina una agencia mejor que todas las demás, tanto capitalistas como comunistas, había instalado una sala especial de teletipos sólo para captar y luego analizar en junta de redacción el material diario de los servicios de Prensa del mundo entero. Dedicaba muchas horas a escudriñar los larguísimos rollos de noticias que se acumulaban sin cesar en su mesa de trabajo, evaluaba el torrente de información tantas veces repetido por tantos criterios e intereses contrapuestos en los despachos de las distintas agencias y, por último, los comparaba con nuestros propios servicios.
Una noche, nunca se supo cómo, se encontró con un rollo que no era de noticias sino del tráfico comercial de la Tropical Cable, filial de la All American Cable en Guatemala. En medio de los mensajes personales había uno muy largo y denso, y escrito en una clave intrincada. Rodolfo Walsh, quien además de ser muy buen periodista había publicado varios libros de cuentos policiacos excelentes, se empeñó en descifrar aquel cable con la ayuda de unos manuales de criptografía que compró en alguna librería de viejo de La Habana. Lo consiguió al cabo de muchas noches insomnes, y lo que encontró dentro no sólo fue emocionante como noticia, sino un informe providencial para el Gobierno revolucionario.
El cable estaba dirigido a Washington por un funcionario de la CIA adscrito al personal de la Embajada de Estados Unidos en Guatemala, y era un informe minucioso de los preparativos de un desembarco armado en Cuba por cuenta del Gobierno norteamericano. Se revelaba, inclusive, el lugar donde iban a prepararse los reclutas: la hacienda de Retalhuleu, un antiguo cafetal en el norte de Guatemala.

Idea magistral

Un hombre con el temperamento de Masetti no podía dormir tranquilo si no iba más allá de aquel descubrimiento accidental. Como revolucionario y como periodista congénito se empeñó en infiltrar un enviado especial en la hacienda de Retalhuleu. Durante muchas noches en claro, mientras estábamos reunidos en su oficina, tuve la impresión de que no pensaba en otra cosa. Por fin, y tal vez cuando menos lo pensaba, concibió la idea magistral. La concibió de pronto, viendo a Rodolfo Walsh que se acercaba por el estrecho vestíbulo de las oficinas con su andadura un poco rígida y sus pasos cortos y rápidos. Tenía los ojos claros y risueños detrás de los cristales de miope con monturas gruesas de carey, tenía una calvicie incipiente con mechones flotantes y pálidos y su piel era dura y con viejas grietas solares, como la piel de un cazador en reposo. Aquella noche, como casi siempre en La Habana, llevaba un pantalón de paño muy oscuro y una camisa blanca, sin corbata, con las mangas enrolladas hasta los codos. Masetti me preguntó: “¿De qué tiene cara Rodolfo?”. No tuve que pensar la respuesta porque era demasiado evidente. “De pastor protestante”, contesté. Masetti replicó radiante: “Exacto, pero de pastor protestante que vende biblias en Guatemala”. Había llegado, por fin, al final de sus intensas elucubraciones de los últimos días.
Como descendiente directo de irlandeses, Rodolfo Walsh era además un bilingüe perfecto. De modo que el plan de Masetti tenía muy pocas posibilidades de fracasar. Se trataba de que Rodolfo Walsh viajara al día siguiente a Panamá, y desde allí pasara a Nicaragua y Guatemala con un vestido negro y un cuello blanco volteado, predicando los desastres del apocalipsis que conocía de memoria y vendiendo biblias de puerta en puerta, hasta encontrar el lugar exacto del campo de instrucción. Si lograba hacerse a la confianza de un recluta habría podido escribir un reportaje excepcional. Todo el plan fracasó porque Rodolfo Walsh fue detenido en Panamá por un error de información del Gobierno panameño. Su identidad quedó entonces tan bien establecida que no se atrevió a insistir en su farsa de vendedor de biblias.
Masetti no se resignó nunca a la idea de que las agencias yanquis tuvieran corresponsales propios en Retalhuleu mientras que Prensa Latina debía conformarse con seguir descifrando los cables secretos. Poco antes del desembarco, él y yo viajábamos a Lima desde México y tuvimos que hacer una escala imprevista para cambiar de avión en Guatemala. En el sofocante y sucio aeropuerto de la Aurora, tomando cerveza helada bajo los oxidados ventiladores de aspas de aquellos tiempos, atormentado por el zumbido de las moscas y los efluvios de frituras rancias de la cocina, Masetti no tuvo un instante de sosiego. Estaba empeñado en que alquiláramos un coche, nos escapáramos del aeropuerto y nos fuéramos sin más vueltas a escribir el reportaje grande de Retalhuleu. Ya entonces le conocía bastante para saber que era un hombre de inspiraciones brillantes e impulsos audaces, pero que, al mismo tiempo, era muy sensible a la crítica razonable. Aquella vez, como en algunas otras, logré disuadirle. “Está bien, che”, me dijo, convencido a la fuerza. “Ya me volviste a joder con tu sentido común”. Y luego, respirando por la herida, me dijo por milésima vez:
-Eres un liberalito tranquilo.
En todo caso, como el avión demoraba, le propuse una aventura de consolación que él aceptó encantado. Escribimos a cuatro manos un relato pormenorizado con base en las tantas verdades que conocíamos por los mensajes cifrados, pero haciendo creer que era una información obtenida por nosotros sobre el terreno al cabo de un viaje clandestino por el país. Masetti escribía muerto de risa, enriqueciendo la realidad con detalles fantásticos que iba inventando al calor de la escritura. Un soldado indio, descalzo y escuálido, pero con un casco alemán y un fusil de la guerra mundial, cabeceaba junto al buzón de correos, sin apartar de nosotros su mirada abismal. Más allá, en un parquecito de palmeras tristes, había un fotógrafo de cámara de cajón y manga negra, de aquellos que sacaban retratos instantáneos con un paisaje idílico de lagos y cisnes en el telón de fondo. Cuando terminamos de escribir el relato agregamos unas cuantas diatribas personales que nos salieron del alma, firmamos con nuestros nombres reales y nuestros títulos de Prensa, y luego nos hicimos tomar unas fotos testimoniales, pero no con el fondo de cisnes, sino frente al volcán acezante e inconfundible que dominaba el horizonte al atardecer. Una copia de esa foto existe: la tiene la viuda de Masetti en La Habana. Al final metimos los papeles y la foto en un sobre dirigido al señor general Miguel Ydígoras Fuentes, presidente de la República de Guatemala, y en una fracción de segundo en que el soldado de guardia se dejó vencer por la modorra de la siesta echamos la carta al buzón.
Alguien había dicho en público por esos días que el general Ydígoras Fuentes era un anciano inservible, y él había aparecido en la televisión vestido de atleta a los 69 años, y había hecho maromas en la barra y levantado pesas, y hasta revelado algunas hazañas íntimas de su virilidad para demostrarles a sus televidentes que todavía era un militar entero. En nuestra carta, por supuesto, no faltó una felicitación especial por su ridiculez exquisita.
Masetti estaba radiante. Yo lo estaba menos, y cada vez menos, porque el aire se estaba saturando de un vapor húmedo y helado y unos nubarrones nocturnos habían empezado a concentrarse sobre el volcán. Entonces me pregunté espantado qué sería de nosotros si se desataba una tormenta imprevista y se cancelaba el vuelo hasta el día siguiente, y el general Ydígoras Fuentes recibía la carta con nuestros retratos antes de que nosotros hubiéramos salido de Guatemala. Masetti se indignó con mi imaginación diabólica. Pero dos horas después, volando hacia Panamá, y a salvo ya de los riesgos de aquella travesura pueril, terminó por admitir que los liberalitos tranquilos teníamos a veces una vida más larga, porque tomábamos en cuenta hasta los fenómenos menos previsibles de la naturaleza. Al cabo de veintiún años, lo único que me inquieta de aquel día inolvidable es no haber sabido nunca si el general Ydígoras Fuentes recibió nuestra carta al día siguiente, como lo habíamos previsto durante el éxtasis metafísico.

Gabriel García Márquez

Masetti y Gabo, fidelidad común y con Cuba




Así era Gabriel García Márquez cuando lo conocí en La Habana, a principios de la Revolución.

Dos muertes, la de Jorge Ricardo Masetti, ocurrida hace medio siglo, y la de Gabriel García Márquez, el jueves 17 de abril de este año, remueven recuerdos y me compulsan a tomar la pluma. Son duras pérdidas, y se sienten por igual, aunque hayan acontecido en escenarios, tiempos y modos diferentes.

A ambos los conocí en los días de fundación de la agencia Prensa Latina, hace 55 años. Y si los recuerdo unidos hoy es porque ese argentino, periodista y guerrillero, y ese colombiano, periodista y escritor que obtuvo el Nobel de Literatura, fueron fieles uno al otro, y porque ambos fueron fieles a Fidel Castro y a la Revolución cubana.
Masetti desapareció el 21 de abril de 1964 en la región selvática de Salta, al norte de Argentina, cuando encabezaba, como el “Comandante Segundo”, el Ejército Guerrillero de los Pobres.
El director-fundador de Prensa Latina no murió exactamente tal como lo había pensado y como lo dejó escrito en una de las anotaciones, que frecuentemente hacía en alguna de sus libretas de notas. Allí escribió:
“En la morgue me darán unos tajos y luego viajaré en un carro negro hasta el cementerio. Me echarán algunas paladas de tierra y no veré más. Comenzaré a secarme a medida que las maderas se irán poniendo húmedas. Y entonces vendrán los gusanos, caerá mi boca y se tragarán mi lengua. Y ya no podré gritar. Poco a poco, dejaré de ser. No sentiré en mi pecho ninguna opresión ni me zumbarán los oídos ni me dolerán las piernas rígidas. Quizá un par de buenos bichos glotones se entretenga en mis sesos y se indigeste con mis últimos pensamientos… Habrá llegado el momento de la tranquilidad. Estaré vacío. Vacío. Y por último no estaré. Me habré confundido con la tierra. Y cuando renazca en flor o en grano o llegue a lo alto de una rama, no temeré al hombre que me cercene, porque no seré yo. Seré flor o trigo o rama…”
Cincuenta años han pasado desde la muerte de Masetti y no se han podido determinar sus circunstancias. Solo se sabe que desapareció en la selva, en medio de una operación del ejército argentino contra su grupo guerrillero que intentaba consolidarse en el norte de Argentina como parte de la estrategia del Che Guevara para liberar su patria y a América Latina de las miserias plagadas por el colonialismo, el neocolonialismo y el imperialismo. En los últimos años los restos de Masetti se han buscado en la selva de Salta, pero nada ha aparecido. ¿Es que acaso, en verdad, se convirtió en flor o trigo o rama?
Rodolfo Walsh, otro fundador de Prensa Latina, y también fiel a Masetti, y quien fuera asesinado en Argentina por las fuerzas militares, escribió sobre los sucesos de Salta, en el prólogo de una edición del libro Los que luchan y los que lloran:
“El hambre acosa ahora a la guerrilla: la zona está desprovista de caza, incluso de pájaros. El guerrillero Antonio muere despeñado. El 18 de abril es sorprendido un nuevo grupo. Días después, en un confuso choque con la gendarmería resultan muertos Hermes (Hermes Peña, cubano) y Jorge. Diego, César y Marcos mueren de hambre. Los dispersos van cayendo en grupos de dos o tres. Masetti no aparece nunca. Se ha disuelto en la selva, en la lluvia, en el tiempo. En algún lugar desconocido el cadáver del comandante Segundo empuña un fusil herrumbrado. Tenía al morir 35 años…”
El Gabo vivió 87 años, e incluso pudo celebrar su último cumpleaños en el México que lo acogió como un hijo más a lo largo de casi medio siglo. Murió como resultado de una infección respiratoria y urinaria.
E insisto en que después de 1964 fue tan fiel a Masetti como lo había sido antes cuando participó en el impulso del proyecto de la agencia Prensa Latina para oxigenar al mundo con verdades y no mentiras, distorsiones y manipulaciones de las agencias y medios al servicio de fuerzas hegemónicas, en particular de Estados Unidos. Cada vez que el Gabo venía a Cuba, y siempre que le fuera posible, establecía contacto con Conchita Dumois, viuda de Masetti (ya fallecida), y tenía amenos encuentros con algunos de los fundadores de la agencia y otras figuras del periodismo cubano. Temas centrales de esos encuentros: el periodismo en Cuba y, por supuesto, el importante papel de Prensa Latina, que el próximo 16 de junio cumple 55 años de vida, aunque las fuerzas imperiales le dieron a lo sumo un mes de vida.
Al igual que José Martí, el Gabo jamás olvidó que su cuna de fama estuvo en el ejercicio periodístico. Y en los citados encuentros, en los que participábamos, entre otros, Ángel Augier, Gabriel Molina, Ricardo Sáenz, Joaquín Oramas, Marta Rojas y el autor de esta nota, aportaba ideas sobre cómo proceder para que la prensa en Cuba elevase su calidad. Era bien crítico, pero muchas veces no le faltaban razones. Planteó, incluso, emprender un proyecto para hacer un Granma diferente con la misma agenda informativa. “Solo tenemos –decía—que modificar títulos, estilos de redacción y despliegues y lugares de posición de los materiales. Solo con eso haríamos un mejor periódico”.
En aquellos encuentros, que podemos calificar de familiares, el ejemplo periodístico de Masetti no dejó jamás de estar presente. Recordábamos su hazaña entrevistando a Fidel y el Che en la Sierra, su consagración total en la organización de Prensa Latina, su audacia reporteril cuando la explosión del barco La Coubre en el puerto de La Habana, en Playa Girón o en el Escambray… y también, lo que hizo después, en Argelia y en Salta cuando dejó a un lado grabadora, cámara fotográfica y lapicera, y empuñó un fusil… Y recordábamos que ya eso lo pensó hacer cuando estuvo en la Sierra y vio una masacre de la dictadura de Batista contra campesinos inocentes, y se preguntó: ¿qué hago yo aquí con estos instrumentos de trabajo en lugar de tener en mis manos una ametralladora?
Gabo y Masetti, en fin, merecen honor porque lucharon por un buen periodismo y por un mundo justo y mejor. Nuestro respeto a ambos en este abril que también lo alumbrará siempre una victoria como la de Playa Girón que permitió a los pueblos de América ser un poco más libres e independientes.

Juan Marrero

viernes, 18 de abril de 2014

Milton Friedman pasea por La Habana repartiendo “agua de fuego”




El ideólogo del neoliberalismo, Milton Friedman, afirmó a principios de los años ochenta: «Solo una crisis -real o percibida como tal- produce un verdadero cambio. Cuando ocurre esa crisis, las acciones que se emprenden dependen de las ideas existentes en aquel momento. Ésa es en mi opinión, nuestra función básica: desarrollar alternativas a las políticas existentes y mantenerlas vivas y disponibles hasta que lo políticamente imposible se convierta en políticamente inevitable». Así resumía Friedman cómo elaboró su doctrina y esperó el momento para imponer sus ¿desarrollos? poniéndolos sucesivamente a disposición de esos grandes demócratas con el nombre de Augusto Pinochet, Ronald Reagan, Margaret Thatcher, Gonzalo Sánchez de Losada y Boris Yeltsin, entre muchos otros.
Y hay quien parece estar en eso de “desarrollar alternativas a las políticas existentes y mantenerlas vivas y disponibles hasta que lo políticamente imposible se convierta en políticamente inevitable” en Cuba. A ellos se refirió el Presidente Raúl Castro al conmemorarse los 55 años de la Revolución:
“En nuestro caso, como sucede en varias regiones del mundo, se perciben intentos de introducir sutilmente plataformas de pensamiento neoliberal y de restauración del capitalismo neocolonial, enfiladas contra las esencias mismas de la Revolución Socialista a partir de una manipulación premeditada de la historia y de la situación actual de crisis general del sistema capitalista, en menoscabo de los valores, la identidad y la cultura nacionales, favoreciendo el individualismo, el egoísmo y el interés mercantilista por encima de la moral”.
Lo hacen con palabras como democracia y libertad… entre otras muy atractivas e inobjetables que el socialismo se dejó arrebatar en una guerra cultural que EE.UU . pagó muy bien, como se documenta en el libro La CIA y la guerra fría cultural de la británica Frances Stonor Saunders. En el fondo, y hasta abiertamente, pretenden alentar el regreso del pluripartidismo y eliminar la idea de una educación gratuita y laica del futuro del país, algo que significaría un enorme retroceso democrático, de libertades y de igualdad, y que es precisamente una de las herencias pinochetistas que permanece viva en esa cuna del neoliberalismo que es Chile.
Sus potenciales aliados en Cuba, voluntarios o asalariados, son aquellos a los que la igualdad les queda incómoda y apoyándose en la justa lucha contra el igualitarismo, sueñan con no tener que enviar su niño a la misma escuela a la que van “los negritos del barrio”. A ellos se refirió recientemente Fernando Martínez Heredia:
“…la conservatización social puede parecer incluso que tiene que ver solamente con la vida privada de las personas. No pretende otra cosa que recuperar los usos, las normas, los comportamientos, las reacciones, los valores, las visiones de la vida y del mundo, “que había antes”. Su propósito, en última instancia, sería “volver a la normalidad”. Pero, en el fondo, esa supuesta normalidad es la de la vida y las relaciones sociales que regían antes de la Revolución. Cuando yo era un niño, por ejemplo, lo normal era que yo ni era blanco ni negro, y que no nos moríamos de hambre; comíamos bien, aunque con un solo cubierto. Mi familia había subido unos peldaños en la escala social durante el último medio siglo. Pero los muchachos aprendimos a no aspirar a trabajar en ningún banco, comercio u otros lugares donde no permitían trabajar a personas que no tuvieran la piel blanca. Desde que era pequeñito me enseñaron a darme mi lugar. Así se llamaba eso: “aprender a darse su lugar”. Eso es lo que pretende el conservatismo social en la Cuba actual: que volvamos “a lo normal” y que cada cual “se dé su lugar”. Es decir, que la sociedad que hemos creado se suicide.”
El escenario es confuso y hay quien se marea al beber de las exóticas aguas suministradas por el gobierno de un país nórdico que envía tropas a Afganistán y académicos a La Habana mientras representa a Washington en las conversaciones entre las FARC y el gobierno colombiano.
Que gente que se define como “oposición revolucionaria y socialista” al gobierno cubano y ha criticado -en nombre de nuestra independencia- un proyecto como el realizado con Brasil en el puerto de Mariel agradezca “el apoyo de la embajada del Reino de Noruega en La Habana” no deja de parecer interesante. Maravilloso ver a quienes acusan al gobierno cubano de capitalista inclinarse ante una corona europea perteneciente a la OTAN. Quizás logren convocar a participantes nórdicos a un evento en Oslo sobre el futuro de Noruega en el que se discuta la pertinencia de la monarquía allí existente, agradeciendo el apoyo de la embajada de Cuba.
La contrarrevolución vestida de contrarrevolución está derrotada y Estados Unidos lo sabe. Sin masa entre los intelectuales cubanos, Washington intenta cazar entre quienes ponen contenidos en la Red para que se muevan -como explica el libro de Stonor Saunders- “en la dirección que uno quiere por razones que piensa son propias”. ¿Qué buscaba el Segundo Jefe de la Sección de Intereses de EE.UU. en La Habana en un encuentro de blogueros y tuiteros cubanos sino relanzar el fracasado puente destruido por la mediocridad de sus emisarios locales? Pero el rechazo provocado indicó claramente que es más efectivo el acercamiento desde un tercer país y el cultivo de la vanidad por medios y periodistas occidentales, que tan efectivo resultó en tiempos de la perestroika soviética. Lo describe el libro La caída del imperio del mal, que he citado en otras ocasiones y donde uno de los más célebres “disidentes” soviéticos durante la Guerra Fría que es también uno de los más críticos analistas de los efectos de la perestroika en la antigua URSS, Alexander Zinoviev, afirma:
“Uno de los efectos más poderosos utilizados por Occidente para lograr la disgregación de la sociedad soviética fue la vanidad de los ciudadanos soviéticos. Yo la llamaría tentación de notoriedad, en la que cayeron con asombrosa ligereza y decisión muchas personalidades influyentes. Occidente aprovechó esta debilidad de los políticos soviéticos y de las personalidades de la cultura, al igual que los colonizadores y conquistadores occidentales supieron aprovechar la debilidad de los indígenas americanos por las bebidas alcohólicas. Dejaban que los indios se alcoholizaran y luego conquistaban enormes territorios e inmensas riquezas a cambio de «agua de fuego».
“Los primeros que picaron en el anzuelo de la notoriedad fueron los disidentes soviéticos, seguidos de los hombres de la cultura y los deportistas. Los burócratas del partido y el estado no tardaron en envidiar su «fama mundial», y se arrojaron sobre el «agua de fuego» de la fama apartando a codazos a los disidentes, críticos con el régimen, escritores, músicos y muchos otros cuyos nombres, hasta entonces, salían en los medios de comunicación occidentales. Los burócratas aventajaron a los que les habían precedido, arrancándoles la bandera del antisovietismo y el anticomunismo. Mijaíl Gorbachov, jefe del estado soviético y del PCUS, fue el campeón de esta lucha por el «agua de fuego» de la notoriedad, distinguido por su traición sin precedentes con toda clase de honores y títulos, como el de «hombre del año» e incluso «de la década». Por este auténtico auge de su fama en Occidente, Gorbachov habría traicionado no sólo a su pueblo sino a toda la humanidad… En realidad eso fue lo que hizo con sus aliados en Europa y otras regiones del mundo. Otros Judas soviéticos de alto copete siguieron los pasos de Gorbachov: Yakovlev, Shevardnadze, Yeltsin,… El afán desenfrenado de cosechar elogios y notoriedad en Occidente llegó a ser el principal acicate de los reformadores soviéticos.”
La idea es ver quiénes están más cerca y cultivar en ellos la actitud que acaba de describir el Primer Vice Presidente Miguel Díaz Canel en la clausura del Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, al referir “el oportunismo de aquellos que quieren marcar distancia y convertirse en “personajes” haciendo guiños al enemigo” y llamar a “diferenciar al que plantea dudas y criterios con honestidad en nuestros espacios de debate, del que busca notoriedad, sobre todo fuera del país, con posiciones oportunistas.”
Ahora están aislados pero quienes manejan los hilos no tienen apuro. La oportunidad esperan verla llegar en 2018 con la convocatoria a la reforma constitucional y la salida de la escena política de la generación histórica de la Revolución, momento para el que proponen el regreso del pluripartidismo al país. Creen se las anunció el Presidente Raúl Castro al afirmar: “no resulta saludable estar reformulando continuamente la Carta Magna de la Nación y comoquiera que efectuar una reforma constitucional nos tomará necesariamente un tiempo prudencial, ya que si bien algunas cuestiones pueden modificarse por el propio Parlamento, otras más importantes requieren además la ratificación por el voto favorable de la mayoría de los ciudadanos en referendo; deseo esclarecer que en mi caso, con independencia de la fecha en que se perfeccione la Constitución, este será el último mandato”. Para ese momento ya tendrán su propuesta legitimada entre quienes logren confundir a base de invitaciones y aplausos, conectada internacionalmente con gobiernos cercanos a Washington y vinculada con sectores influyentes de la emigración cubana en Estados Unidos. La presencia en auditorios nacionales del codirector del Cuba Study Group, Carlos Saladrigas, un hombre muy vinculado a la estrategia de “cambio de régimen” de Washington contra la Revolución, devenido opositor de última hora al bloqueo, lo confirma.
No creo en golpes de pecho de quienes apoyaban el bloqueo y ahora lo creen un obstáculo. Hasta los aliados de Estados Unidos en todo el mundo condenan el bloqueo, ¿por qué no lo harían sus aliados cubanos? En 1954, la misma CIA que organizó el derrocamiento de Jacobo Arbenz en Guatemala le orientaba a los integrantes del Congreso por la Libertad de la Cultura (CLC) en América Latina hacer una declaración condenando el golpe de estado en el país centroamericano, como se explica en el libro de Olga Glondys El exilio republicano español y la guerra fría cultural. La CIA –dice Glondys- “vio una excelente oportunidad para intentar vencer la desconfianza de los intelectuales latinoamericanos, presentando una genuina cara izquierdista y prodemocrática del CLC”. Incluso el jefe del CLC –al igual que su miembro cubano Jorge Mañach- criticó el comunicado finalmente emitido porque tenía una mención al “totalitarismo soviético”, lo que era perjudicial para el organismo, dadas las acusaciones que se le hacían de estar pagado por el Departamento de Estado. Llamo la atención otra vez sobre “el tercer país”, el CLC funcionaba desde París, no desde Estados Unidos.
La nueva jugada para Cuba no deja de ser inteligente pero muy poco democrática. El país necesita muchos cambios y para consensarlos ocho millones de cubanos participaron en el debate de los Lineamientos económicos y sociales, más de un millón de militantes del Partido y la UJC debatieron los Objetivos de la Conferencia Nacional del PCC y seguramente todos seremos convocados a debatir la reforma constitucional. Cuando ese momento llegue ya un puñado de personas a las que nadie ha elegido, incluyendo varios extranjeros, nos tendrá su propuesta para el futuro de Cuba con el apoyo de países europeos miembros de la OTAN y algún Judas de este lado del mar, no importa los cambios que millones de cubanos hayamos discutido y aprobado.
Hoy puede parecer absurdo o inviable pero recordemos que meses antes de la desintegración de la URSS la mayoría de la población había votado en un referéndum por mantener la Unión Soviética; sin embargo, el manejo torpe y burocrático de la situación del país por sus dirigentes, el papel de la prensa sensacionalista y el aliento con “agua de fuego” desde el exterior a los líderes más al gusto de Occidente terminó convirtiendo “lo políticamente imposible” en “políticamente inevitable”. Hoy la mayoría de los ciudadanos de las ex repúblicas soviéticas lo lamenta y Rusia es un país capitalista relativamente independiente pero cada vez más cercado por sus enemigos, donde -según una encuesta de Gallup- sólo un 19% cree que aquel colapso le mejoró la vida. En Cuba, no se puede ignorar -como demostró la primera mitad del Siglo XX- que la independencia y la soberanía, por nuestra particular situación geopolítica, son imposibles con un país dividido y bajo el capitalismo.
Y mientras llega el 2018, tratemos de adelantarlo. En lo económico, pidamos lo que un economista emigrado, de visita reciente en Cuba con el mismo patrocinio nórdico-otanista, reclamó: “una liberalización al estilo Big Bang” y un shock que ya describió Naomi Klain en su imprescindible biografía del neoliberalismo que lleva esa palabra en el título. Según el entrevistado, “con la pequeña empresa, la agricultura, el cuentapropista no tiene que haber miedo a una liberalización al estilo Big Bang, y eso da más credibilidad, da un mensaje más claro”. Se parece demasiado al mensaje de Milton Friedman a los dirigentes chinos poco antes de los sucesos de Tienanmen, citado por Klain en su libro: “Yo hice especial hincapié en la importancia tanto de la privatización y los mercados libres como del hecho de que se liberalizase de golpe”. No caben dudas de que un Tienanmen cubano sería parte esencial de “la crisis real o percibida” que añoraba Friedman, con el detalle de que a 90 millas de Estados Unidos los tanques en la calle terminarían siendo made in USA.
Ignorar estos asuntos, y los desafíos que comportan, es ser aliados inconscientes de quienes quieren imponernos el neoliberalismo. Actuar como si no existieran, es hacer el juego a la despolitización, la alienación y el conservatismo, que se nutren también de los déficits de los espacios de participación revolucionaria en cuyos vacíos pescan quienes desean regresarnos al capitalismo.
Al conocerse que la CIA estaba detrás del CLC, el conocido editor estadounidense Jason Epstein publicó en The New York Review of Books un artículo titulado The CIA and The Intellectuals en que denunciaba la existencia “de un tren clandestino privilegiado cuyos vagones de primera clase no siempre estaban ocupados por pasajeros de primera clase”. Bienvenido el debate y la pluralidad de ideas, aunque siempre es bueno saber en qué tren nos montamos, y algunos en Cuba parece que andan vendiendo un viaje al pasado con un ticket que dice “futuro” y abundante “agua de fuego”. Con suerte, algún día -como acaba de suceder con el ya mítico ZunZuneo y su red de pantallas en terceros países- sabremos quién está detrás, pero por el momento hay demasiadas señales para ser ingenuos. El que tenga ojos que vea.

Iroel Sánchez
La pupila insomne

Operación Carlota


Este artículo de Gabriel García Márquez, tomado de la revista Tricontinental, edición 53, de 1977, sólo recoge la primera etapa de la "Operación Carlota", pues el autor concluye con la derrota de las fuerzas que invadieron a la nación angolana y el inicio de la retirada gradual de las tropas cubanas en 1976, cuando parecía que todo había terminado. Sin embargo, tal y como habían acordado los presidentes Fidel Castro y Agostinho Neto, un número mínimo de tropas permaneció en Angola para asegurar su soberanía. La situación se fue complicando, nuevamente se intensificó la lucha, otra vez Sudáfrica metió sus manos, de manera que se inició una nueva etapa de la "Operación Carlota", que no concluyó sino 14 años más tarde, definitivamente derrotados los racistas sudafricanos. Únicamente entonces regresó el último soldado cubano. Era mayo del año 1991.

Por primera vez en una declaración oficial Estados Unidos reveló la presencia de tropas cubanas en Angola en noviembre de 1975. Calculaba entonces que el envío había sido de 15 mil hombres. Tres meses después, durante una breve visita a Caracas, Henry Kissinger le dijo en privado al presidente Carlos Andrés Pérez: "Cómo estarán de deteriorados nuestros servicios de información, que no nos enteramos de que los cubanos iban para Angola sino cuando ya estaban allí". En esa ocasión, sin embargo, corrigió que los hombres enviados por Cuba eran sólo 12 mil. Aunque nunca explicó el motivo de aquel cambio de cifras, la verdad es que ninguna de las dos era correcta. En aquel momento había en Angola muchos hombres de tropa y especialistas militares y técnicos civiles cubanos, y eran más de cuantos Henry Kissinger pretendía suponer. Había tantos barcos cubanos anclados en la bahía de Luanda, que el presidente Agostinho Neto, contándolos desde su ventana, sintió un estremecimiento de pudor muy propio de su carácter, "No es justo", le dijo a un funcionario amigo. "A este paso, Cuba se va a arruinar".
Es probable que ni los mismos cubanos hubieran previsto que la ayuda solidaria al pueblo de Angola había de alcanzar semejantes proporciones. Lo que sí tuvieron claro desde el primer momento es que la acción tenía que ser terminante y rápida, y que de ningún modo se podía perder.
Los contactos entre la Revolución cubana y el Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA) se habían establecido por primera vez y habían sido muy intensos desde agosto de 1965, cuando el Che Guevara participaba en las guerrillas del Congo. El año siguiente estuvo en Cuba el propio Agostihno Neto acompañado por Endo, el comandante en jefe del MPLA que había de morir en la guerra, y ambos se entrevistaron entonces con Fidel Castro. Luego, y por las propias condiciones de la lucha en Angola, aquellos contactos se habían vuelto eventuales. Sólo en mayo de 1975, cuando los portugueses se preparaban para retirarse de sus colonias de Africa, el comandante cubano Flavio Bravo se encontró en Brazzaville con Agostinho Neto, y éste le solicitó una ayuda para transportar un cargamento de armas, y además le consultó la posibilidad de una asistencia más amplia y específica. En consecuencia, el comandante Raúl Díaz Argüelles se trasladó tres meses después a Luanda al frente de una delegación civil de cubanos, y Agostinho Neto fue entonces más preciso aunque no más ambicioso: solicitó el envío de un grupo de instructores para fundar y dirigir cuatro centros de entrenamiento militar.
Bastaba un conocimiento superficial de la situación de Angola para comprender que el pedido de Neto era también típico de su modestia. Aunque el MPLA, fundado en 1956, era el movimiento de liberación más antiguo de Angola, y aunque era el único que estaba implantado con una base popular muy amplia y ofrecía un programa social, político y económico acorde con las condiciones propias del país, era sin embargo el que se encontraba en una situación militar menos ventajosa. Disponía de armamento soviético, pero carecía de personal preparado para manejarlo. En cambio, las tropas regulares de Zaire, bien entrenadas y abastecidas, habían penetrado en Angola desde el 25 de marzo y habían proclamado en Carmona un Gobierno de hecho presidido por Holden Roberto, dirigente del FNLA, y cuñado de Mobutu, y cuyas vinculaciones con la CIA eran del dominio público. En el Oeste, bajo el amparo de Zambia, se encontraba la UNITA, al mando de Jonas Savimbi, un aventurero sin principios que había estado en colaboración constante con los militares portugueses y las compañías extranjeras de explotación. Por último Ias tropas regulares de Africa del Sur, a través del territorio ocupado de Namibia, habían cruzado la frontera meridional de Angola el 5 de agosto, con el pretexto de proteger las presas del complejo hidroeléctrico de Raucana-Caluaqua.
Todas esas fuerzas con sus enormes recursos económicos y militares estaban listas para cerrar en torno a Luanda un círculo irresistible en las vísperas del 11 de noviembre, cuando el ejército portugués abandonara aquel vasto, rico y hermoso territorio donde había sido feliz durante quinientos años. De modo que cuando los dirigentes cubanos recibieron el pedido de Neto, no se atuvieron a sus términos estrictos, sino que decidieron mandar de inmediato un contingente de 480 especialistas que en un plazo de 6 meses debían instalar cuatro centros de entrenamiento y organizar 16 batallones de infantería, así como 25 baterías de mortero y ametralladoras antiaéreas. Como complemento mandaron una brigada de médicos, 115 vehículos y un equipo adecuado de comunicaciones.
Aquel primer contingente se transportó en tres barcos improvisados.
El "Vietnam Heroico", que era el único de pasajeros, había sido comprado por el dictador Fulgencio Batista a una compañía holandesa en 1956, y convertido en buque escuela. Los otros dos, el "Coral Island" y "La Plata", eran buques mercantes acondicionados de urgencia. Sin embargo, la forma en que fueron cargados ilustra muy bien sobre el sentido de previsión y la audacia con que los cubanos habían de afrontar el compromiso de Angola.
Parece insólito que llevaran desde Cuba el combustible para los vehículos. En realidad, Angola es productor de petróleo, y en cambio los cubanos deben llevar el suyo a través de medio mundo desde la Unión Soviética. Sin embargo, los cubanos preferían actuar sobre seguro, y desde aquel primer viaje se llevaron mil toneles de gasolina repartida en los tres barcos "El Vietnam Heroico" llevó 200 toneladas en tanques de 55 galones cada uno, y viajó con las bodegas abiertas para permitir la eliminación de los gases.
"La Plata" transportó la gasolina en cubierta. La noche en que acabaron de estibarlos coincidió con una fiesta popular cubana y se reventaron cohetes y se hicieron prodigios de pirotecnia hasta en los muelles de La Habana, donde una chispa perdida hubiera convertido en polvo aquellos tres arsenales flotantes. El propio Fidel Castro fue a despedirlos, como había de hacerlo con todos los contingentes que fueron a Angola, y después de ver las condiciones en que viajaban soltó una frase muy suya que sin embargo parecía casual: "De todos modos -dijo- van más cómodos que en el Granma".
No había ninguna certeza de que los militares portugueses fueran a permitir el desembarco de los instructores cubanos. El 26 de julio de ese año, cuando ya Cuba había recibido la primera solicitud de ayuda del MPLA, Fidel Castro le pidió al coronel Otelo Saraiva de Carvalho en La Habana que gestionara la autorización del Gobierno de Portugal para mandar recursos a Angola, y Saraiva de Carvalho prometió conseguirlo, pero su respuesta todavía no ha llegado. De modo que el "Vietnam Heroico" llegó a Puerto Amboim el 4 de octubre a las 6:30 de la mañana; el "Coral Island" llegó el día 7 y "La Plata" llegó el 11 a Punta Negra. Llegaron sin permiso de nadie, pero también sin la oposición de nadie.
Como estaba previsto, los instructores cubanos fueron recibidos por el MPLA, y pusieron a funcionar de inmediato las cuatro escuelas de instructores. Una en Delatando, que los portugueses llamaban Salazar, a 300 kilómetros al Este de Luanda; otra en el puerto atlántico de Benguela; otra en Saurino, antiguo Enrique de Carvalho, en la remota y desierta provincia oriental de Lunda, donde los portugueses habían tenido una base militar que destruyeron antes de abandonarla, y la cuarta en el enclave de Cabinda. Para entonces estaban las tropas de Holden Roberto tan cerca de Luanda, que un instructor de artillería cubana les estaba dando las primeras lecciones a sus alumnos de Delantando, y desde el sitio en que se encontraba veía avanzar los carros blindados de los mercenarios. EI 23 de octubre, las tropas regulares de Africa del Sur penetraron desde Namibia con una brigada mecanizada, y tres días después habían ocupado sin resistencia las ciudades de Sa da Bandeira y Moçamedes.
Era un paseo dominical. Los sudafricanos llevaban equipos de casettes con música de fiesta instalados en los tanques. En el Norte, el jefe de una columna mercenaria dirigía las operaciones a bordo de un Honda deportivo, junto a una rubia de cine. Avanzaba con un aire de vacaciones, sin columna de exploración, y ni siquiera debió darse cuenta de dónde salió el cohete que hizo volar el coche en pedazos. En el maletín de la mujer sólo se encontró un traje de gala, un bikini y una tarjeta de invitación para la fiesta de la victoria que Holden Roberto tenía ya preparada en Luanda.
A fines de esa semana los sudafricanos habían penetrado más de 600 kilómetros en territorio de Angola, y avanzaban hacia Luanda a unos 70 kilómetros diarios. El 3 de noviembre habían agredido al escaso personal del centro de instrucción para reclutas de Benguela. Así que los instructores cubanos tuvieron que abandonar las escuelas para enfrentarse a los invasores con sus aprendices de soldados, a los cuales impartían instrucciones en las pausas de las batallas. Hasta los médicos revivieron sus prácticas de milicianos y se fueron a las trincheras. Los dirigentes del MPLA, preparados para la lucha de guerrillas pero no para una guerra masiva, comprendieron entonces que aquella confabulación de vecinos, sustentada por los recursos más rapaces y devastadores del imperialismo, no podía ser derrotada sin una apelación urgente a la solidaridad internacional.
EI espíritu internacionalista de los cubanos es una virtud histórica. Aunque la Revolución lo ha defendido y magnificado de acuerdo con Ios principios del marxismo, su esencia se encontraba muy bien establecida en la conducta y la obra de José Martí. Esa vocación ha sido evidente -y conflictiva- en América Latina, Africa y Asia.
En Argelia, aún antes de que la Revolución cubana proclamara su carácter socialista, ya Cuba había prestado una ayuda considerable a los combatientes del FLN en su guerra contra el colonialismo francés. Tanto, que el Gobierno del general De Gaulle prohibió como represalia, los vuelos de Cubana de Aviación por los cielos de Francia. Más tarde, mientras Cuba era devastada por el ciclón Flora, un batallón de combatientes internacionalistas cubanos se fue a defender a Argelia contra Marruecos. Puede decirse que no ha habido en estos tiempos un movimiento de liberación africano que no haya contado con la solidaridad de Cuba, ya fuera con material y armamentos, o con la formación de técnicos y especialistas militares y civiles. Mozambique desde 1963, Guinea Bisao desde 1965, el Camerún y Sierra Leona, han solicitado en algún momento y obtenido de alguna forma la ayuda solidaria de los cubanos. El presidente de la República de Guinea, Sekou Touré, rechazó un desembarco de mercenarios con la asistencia de una unidad de cubanos. El comandante Pedro Rodríguez Peralta, ahora miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, fue capturado y encarcelado varios años por los portugueses en Guinea Bisao. Cuando Agostinho Neto hizo un llamado a los estudiantes angolanos en Portugal para que se fueran a estudiar a países socialistas, muchos de ellos fueron acogidos por Cuba. En la actualidad, todos están vinculados a la construcción del socialismo en Angola, y algunos en posiciones muy destacadas. Es el caso de Minga, economista y actual ministro de Finanzas de Angola; Enrique Dos Santos, ingeniero geólogo, comandante y miembro del Comité Central del MPLA, y casado con una cubana; Mantos, ingeniero agrónomo y actual jefe de la Academia Militar, y N'Dalo, quien en sus tiempos de estudiante se destacó como el mejor futbolista de Cuba, y en la actualidad es el segundo jefe de la Primera Brigada de Angola.
Sin embargo, nada de eso ilustra tanto sobre la antigüedad y la intensidad de la presencia de Cuba en Africa, como el hecho de que el propio Che Guevara, en el apogeo de su estrella y de su edad, se fue a pelear en las guerrillas del Congo. Se fue el 25 de abril de 1965, que es la misma fecha de su carta de despedida a Fidel Castro, y en la cual renunciaba a su grado de Comandante y a todo cuanto lo vinculaba legalmente al Gobierno de Cuba. Se fue solo, en avión de línea comercial, con el nombre cambiado y un pasaporte falso, con la fisonomía apenas alterada por dos toques maestros y un maletín de negocios con libros literarios y muchos inhaladores para su asma insaciable, y distrayendo las horas muertas en los cuartos de los hoteles con interminables solitarios de ajedrez. Tres meses después se le unieron en el Congo 200 cubanos de tropa que viajaron desde La Habana en un barco cargado de armamentos. La misión específica del Che era entrenar guerrilleros para el Consejo Nacional de la Revolución del Congo, que peleaban contra Moisés Chombé, pelele de los antiguos colonos belgas y de las compañías mineras internacionales, Lumumba había sido asesinado.
El jefe titular del Consejo Nacional de la Revolución era Gastón Soumaliot, pero quien dirigía las operaciones era Laurent Cavila desde su escondite en Kigona, en la margen opuesta del lago Tanganika. Aquella situación contribuyó sin duda a preservar la verdadera identidad del Che Guevara, y él mismo, para mayor seguridad, no figuró como jefe principal de la misión. Por eso se Ie conocía con el seudónimo de Tatú, que es el hombre del número 2 en lengua swahili.
El Che Guevara permaneció en el Congo desde abril hasta diciembre de 1965. No sólo entrenaba guerrilleros sino que los dirigía en el combate y peleaba junto con ellos. Sus vínculos personales con Fidel Castro, sobre los cuales se ha especulado tanto, no se debilitaron en ningún momento. Sus contactos fueron permanentes y cordiales mediante sistemas de comunicación muy eficaces.
Cuando Moisés Chombé fue derribado, los congoleses pidieron el retiro de los cubanos como una medida para facilitar el armisticio.
El Che Guevara se fue como había llegado: sin hacer ruido. Se fue por el aeropuerto de Dar es-Salam, capital de Tanzania, en un avión comercial y leyendo al derecho y al revés un libro de problemas de ajedrez, para taparse la cara durante las seis horas del vuelo, mientras en el asiento vecino un ayudante cubano trataba de entretener al comisario político del Ejército de Zanzíbar, que era su viejo admirador del Che Guevara y habló de él sin descanso durante todo el viaje, tratando de tener noticias suyas y reiterando sin cesar los deseos que tenía de volver a verlo.
Aquel paso fugaz y anónimo del Che Guevara por el Africa dejó sembrada la semilla que nadie había de erradicar. Algunos de sus hombres se trasladaron a Brazzaville, y allí instruyeron unidades de guerrillas para el PAIGC, que dirigía Amilcar Cabral, y en especial para el MPLA. Una de las columnas entrenadas por ellos entró clandestinamente en Angola a través de Kinshasa y se incorporó a la lucha contra los portugueses con el nombre de "Columna Camilo Cienfuegos". Otra se infiltró en Cabinda, y más tarde cruzó el río Congo y se implantó en la zona de Dembo, donde nació Agostinho Neto y donde se luchó contra los portugueses durante cinco siglos. De modo que la acción solidaria de Cuba en Angola no fue un acto impulsivo y casual, sino una consecuencia de la política continua de la Revolución cubana en Africa. Sólo que había un elemento nuevo y dramático en esa delicada decisión. Esta vez no se trataba simplemente de mandar una ayuda posible, sino de emprender una guerra regular de gran escala a 10 mil kilómetros de su territorio, con un costo económico y humano incalculable y unas consecuencias políticas imprevisibles.
La posibilidad de que Estados Unidos interviniera de un modo abierto, y no a través de mercenarios y de Africa del Sur, como lo había hecho hasta entonces, era sin duda uno de los enigmas más inquietantes. Sin embargo, un rápido análisis permitía prever que por lo menos lo pensaría más de tres veces cuando acababa de salir del pantano de Vietnam y del escándalo de Watergate, con un presidente que nadie había elegido, con la CIA hostigada por el Congreso y desprestigiada ante la opinión pública, con la necesidad de cuidarse para no aparecer como aliado de la racista, Africa del Sur, no sólo ante la mayoría de los países africanos, sino ante la propia población negra de Estados Unidos, y además en plena campaña electoral y en el flamante año del bicentenario. Por otra parte, los cubanos estaban seguros de contar con la solidaridad y la ayuda material de Ia Unión Soviética y otros países socialistas, pero también eran conscientes de las implicaciones que su acción podría tener para la política de la coexistencia pacífica y la distensión internacional. Era una decisión de consecuencias irreversibles, y un problema demasiado grande y complejo para resolverlo en 24 horas. En todo caso, la dirección del Partido Comunista de Cuba no tuvo más de 24 horas para decidir y decidió sin vacilar, el 5 de noviembre, en una reunión larga y serena. AI contrario de lo que tanto se ha dicho, fue un acto independiente y soberano de Cuba, y fue después y no antes de decidirlo que se hizo la notificación correspondiente a la Unión Soviética. Otro 5 de noviembre como aquél, en 1843, una esclava del ingenio Triunvirato de la región de Matanzas, a quien llamaban la Negra Carlota, se había alzado machete en mano al frente de una partida de "esclavos, y había muerto en la rebelión. Como homenaje a ella, la acción solidaria en Angola llevó su nombre: Operación Carlota.
La Operación Carlota se inició con el envío de un batallón reforzado de tropas especiales, compuesto por 650 hombres. Fueron transportados por avión en vuelos sucesivos durante 13 días desde la sección militar del aeropuerto José Martí, en La Habana, hasta el propio aeropuerto de Luanda, todavía ocupado por tropas portuguesas.
Su misión específica era detener la ofensiva para que la capital de Angola no cayera en poder de las fuerzas enemigas antes de que se fueran los portugueses y luego sostener la resistencia hasta que llegaran refuerzos por mar. Pero los hombres que salieron en los dos vuelos iniciales iban ya convencidos de llegar demasiado tarde, y sólo abrigaban la esperanza final de salvar Cabinda.
El primer contingente salió el 7 de noviembre a las 4 de la tarde en un vuelo especial de Cubana de Aviación, a bordo de uno de los legendarios Bristol Britannia BB 218 de turbohélice, que ya habían sido descontinuados por sus fabricantes ingleses y jubilados en el mundo entero. Los pasajeros, que recuerdan muy bien haber sido 82 porque era el mismo número de los hombres del Granma, tenían un saludable aspecto de turistas tostados por el sol del Caribe. Todos iban vestidos de verano, sin ninguna insignia militar, con maletines de negocio y pasaportes regulares con sus nombres propios y su identidad real. Los miembros del batallón de tropas especiales, que no dependen de las Fuerzas Armadas Revolucionarias sino del Ministerio del Interior, son guerreros muy diestros, de un nivel ideológico y político elevado, y algunos tienen un grado académico, son lectores habituales y revelan una preocupación permanente por la superación intelectual. De manera que aquella ficción de civiles dominicales no debió parecerles ninguna novedad.
Pero en los maletines llevaban metralletas, y en el departamento de carga del avión, en vez de equipaje, había un buen cargamento de artillería ligera, las armas individuales de guerra, tres cañones de 75 milímetros y tres morteros 82.
El único cambio que se había hecho en el avión atendido por dos azafatas regulares, era una compuerta en el piso para sacar las armas desde la cabina de pasajeros en caso de emergencia.
El vuelo de La Habana a Luanda se hizo con una escala en Barbados para cargar combustible, en medio de una tormenta tropical, y otra escala de cinco horas en Guinea Bisao, cuya finalidad principal era esperar la noche para volar en secreto hasta Brazzaville. Los cubanos aprovecharon aquellas cinco horas para dormir, y ése fue el sueño más espantoso del viaje, pues en las bodegas del aeropuerto había tantos mosquitos que las sábanas de los catres quedaron ensangrentadas.
Mobutu, con su arrogancia proverbial, ha dicho que Brazzaville se Ilumina con el resplandor de Kinshasa, la moderna y fulgurante capital de Zaire. En eso no le falta razón. Las dos ciudades están situadas una frente a la otra con el río Congo de por medio, y los respectivos aeropuertos se encuentran tan cerca que los primeros pilotos cubanos tuvieron que estudiarlos muy bien para no aterrizar en la pista enemiga. Lo hicieron sin contratiempos, con las luces apagadas para no ser vistos desde la otra orilla, y permanecieron en Brazzaville apenas el tiempo suficiente para informarse por radio sobre la situación en Angola. El comandante angolano Xieto, que mantenía buenas relaciones con el comisionado portugués, había conseguido de éste la autorización para que los cubanos aterrizaran en Luanda. Así lo hicieron, a las 10 de la noche del 8 de noviembre, sin auxilio de torre y bajo un aguacero torrencial. Quince minutos después llegó un segundo avión. En aquel momento apenas estaban saliendo de Cuba tres barcos cargados con un regimiento de artillería, un batallón de tropas motorizadas y el personal de la artillería a reacción, que empezarían a desembarcar en Angola desde el 27 de noviembre. En cambio, las columnas de Holden Roberto estaban tan cerca, que horas antes habían matado a cañonazos a una anciana nativa, tratando de alcanzar el cuartel del Gran Farni donde fueron concentrados los cubanos. Así que éstos no tuvieron ni siquiera tiempo de descansar. Se pusieron el uniforme verde oliva, se incorporaron a las filas del MPLA, y se fueron al combate.
La prensa cubana, por normas de seguridad, no había publicado la noticia de la participación en Angola. Pero como suele ocurrir en Cuba aun con asuntos militares tan delicados como ése, la operación era un secreto guardado celosamente entre 8 millones de personas. EI Primer Congreso del Partido Comunista, que había de realizarse pocas semanas después y que fue una especie de obsesión nacional durante todo el año, adquirió entonces una dimensión nueva.
El procedimiento empleado para formar las unidades de voluntarios fue una citación privada a los miembros de la primera reserva que comprende a todos los varones entre los 17 y los 25 años, y a los que han sido miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Se le citaba por telegrama al Comité Militar correspondiente sin mencionar el motivo de la convocatoria, pero el motivo era tan evidente que todo el que se creyó con capacidad militar se precipitó sin telegramas previos ante su comité respectivo, y mucho trabajo costó impedir que aquella solicitud masiva se convirtiera en un desorden nacional.
Hasta donde lo permitió la urgencia de la situación, el criterio selectivo fue bastante estricto. No sólo se tomaron en cuenta la calificación militar y las condiciones físicas y morales, sino también los antecedentes de trabajo y la formación política. A pesar de ese rigor, son incontables los casos de voluntarios que lograron burlar los filtros de selección. Se sabe de un ingeniero calificado que se hizo pasar por chofer de camión, de un alto funcionario que logró pasar como mecánico, de una mujer que estuvo a punto de ser admitida como soldado raso. Se sabe de un muchacho que se fue sin permiso de su padre, y que más tarde se encontró con él en Angola, porque también su padre se había ido a escondidas de la familia. En cambio, un sargento de 20 años no consiguió que lo mandaran por ningún medio, y sin embargo tuvo que soportar con el machismo herido, que mandaran a su madre, que es periodista, y a su novia, que es médico. Algunos delincuentes comunes, desde la cárcel, pidieron ser admitidos, pero ninguno de esos casos fue contemplado.
La primera mujer que se fue, a principios de diciembre, había sido rechazada varias veces con el argumento de que "aquello era muy pesado para una mujer". Estaba lista para irse de polizón en un barco, y ya había metido su ropa en las bodegas con la complicidad de un compañero fotógrafo, cuando supo que había sido escogida para irse legalmente y por avión. Su nombre es Esther Lilia Díaz Rodríguez, una antigua maestra de 23 años que ingresó en las Fuerzas Armadas en 1969, y tiene una buena marca en tiro de infantería. Con ella se fueron, cada uno por un lado, tres hermanos más, César, Rubén y Erineldo. Cada uno por su lado, y sin ponerse de acuerdo, los cuatro le contaron el mismo cuento a su madre: que se iban para las maniobras militares de Camagüey con motivo del Congreso del Partido. Todos regresaron sanos y salvos, y su madre está orgullosa de que hayan estado en Angola, pero no les ha perdonado la mentira de las maniobras de Camagüey.
Las conversaciones con los que regresaron permiten establecer que algunos cubanos querían irse para Angola por motivos personales muy diversos. Por lo menos uno se filtró con el propósito simple de desertar, y luego secuestró un avión portugués y pidió asilo en Lisboa. Ninguno se fue a la fuerza: antes de irse todos tuvieron que firmar su hoja de voluntarios. Algunos se negaron a ir después de escogidos y fueron víctimas de toda clase de burlas públicas y desprecios privados. Pero no hay duda de que la inmensa mayoría se fue a Angola con la convicción plena de cumplir un acto de solidaridad política, con la misma conciencia y el mismo coraje con que 15 años antes habían rechazado el desembarco en Playa Girón, y por eso mismo la Operación Carlota no fue una simple expedición de guerreros profesionales, sino una guerra popular.
Durante nueve meses, la movilización de recursos humanos y materiales fue toda una epopeya de temeridad. Los decrépitos Britannia remendados con frenos del Illushin 18 soviético mantuvieron un tráfico constante y casi inverosímil. Aunque su peso de despegue normal es 185 mil libras, llegaron a volar muchas veces con 194 mil, lo cual se sale de todas las tablas. Los pilotos, cuyas horas normales de vuelo deben ser 75 al mes, alcanzaron a volar más de 200. En general, cada uno de los tres Britannia en servicio llevaba dos tripulaciones completas que se turnaban durante el vuelo. Pero un solo piloto recuerda haber estado en su asiento hasta 50 horas en un viaje de ida y vuelta, con 43 horas de vuelo efectivo. "Hay momentos en que uno está tan cansado que ya no se puede cansar más", ha dicho sin pretensiones de heroísmo. En aquellas condiciones debido a las diferencias de horas, los pilotos y las azafatas habían perdido la cuenta del tiempo, y su única orientación eran las solicitudes del cuerpo: comían sólo cuando tenían hambre y dormían sólo cuando tenían sueño.
La ruta de La Habana a Luanda es desamparada y desierta. A la altura de crucero de Ios Britannia, que es entre 18 mil y 20 mil pies, la información sobre vientos es inexistente en estos tiempos del Jet.
Los pilotos salían en cualquier sentido sin saber cuál era el estado de la ruta, volando a alturas indebidas para economizar combustible, y sin la menor idea de cuáles serían las condiciones al llegar. Entre Brazzaville y Luanda, que era el tramo más peligroso, no tenían aeropuerto alterno. Además los militares viajaban con las armas cargadas, y se transportaban explosivos sin cajas y proyectiles sin thermos para reducir la carga.
Estados Unidos apuntó al flanco más débil de los Britannia: su escasa autonomía de vuelo. Cuando consiguieron que el Gobierno de Barbados impidiera la escala de abastecimiento, los cubanos establecieron una ruta trasatlántica desde Holguín, en el extremo oriental de Cuba, hasta Ia Isla de Sal, en Cabo Verde. Era una operación de trapecistas sin redes, porque en el viaje de ida los aviones llegaban apenas con el combustible para dos horas de vuelo, y en el vuelo de regreso, debido a los vientos contrarios, llegaban con reservas para solo una hora. Sin embargo, también aquella ruta de circo fue interrumpida para evitar perjuicios al indefenso Cabo Verde. Entonces se adaptaron en la cabina de los aviones cuatro tanques suplementarios de gasolina que les permitieron volar sin escala, pero con 30 pasajeros menos, desde Holguín hasta Brazzaville. La solución intermedia de hacer una escala en Guyana no resultó adecuada, en primer término porque la pista era muy corta, y en segundo término porque la Texaco, que es la explotadora del petróleo en Guyana, se negó a vender el combustible.
Cuba trató de resolverlo con el envío a Guyana de un barco cargado de gasolina, pero por un accidente incomprensible se contaminó con tierra y agua. En medio de tantos y tan amargos inconvenientes, el Gobierno de Guyana se mantuvo firme en su solidaridad con los cubanos, a pesar de que el embajador de Estados Unidos en persona lo amenazó con bombardear y destruir el aeropuerto de Georgetown. El mantenimiento se hacía en menos de la mitad del tiempo normal, y un piloto recuerda haber volado varias veces sin radar, pero ninguno recuerda una falla en sus instrumentos. En aquellas condiciones inconcebibles, hicieron 101 vuelos hasta el término de la guerra.
El transporte marítimo no fue menos dramático. En los dos últimos barcos para pasajeros, de 4 mil toneladas cada uno, se adaptaron como dormitorios todos los espacios libres, y se improvisaron letrinas en el cabaret, los bares y los corredores. Su cupo normal de 226 pasajeros se triplicó en algunos viajes. Los buques de carga para 800 personas llegaron a transportar más de mil pasajeros con carros blindados, armamentos y explosivos. Fue necesario adaptar cocinas de campaña en las bodegas de carga y en los alones. Para economizar agua se usaban platos desechables y en vez de vasos se utilizaron recipientes de yogurt. Los tanques de lastre se usaban para el aseo y se adaptaron en cubierta unas 50 letrinas que se descargaban por la borda. Las máquinas cansadas de los barcos más viejos empezaban a resistirse al cabo de seis meses de rendimiento excepcional. Ese fue el único motivo de exasperación para los primeros repatriados, cuyo ansiado regreso se retrasó varios días porque al Vietnam Heroico se le tupían los filtros. Las otras unidades del convoy se veían forzadas a esperarlo, y alguno de sus pasajeros comprendió entonces al Che Guevara cuando afirmó que la marcha de una guerrilla está determinada por el hombre que menos avanza. Aquellos obstáculos parecían más angustiosos en esa época, porque los barcos cubanos eran objeto de toda clase de provocaciones por destructores norteamericanas que los asediaban durante días enteros, y los aviones de guerra los fotografiaban y hostigaban con vuelos rasantes.
A pesar de las duras condiciones de aquellos viajes de casi veinte días, no se presentó ningún problema sanitario grave. En los 42 viajes que se hicieron durante los seis meses de la guerra, los servicios médicos de a bordo no tuvieron que hacer sino una operación de apendicitis y otra de hernia, y sólo tuvieron que combatir un brote diarreico provocado por una carne enlatada. En cambio, hubo que controlar una epidemia más difícil, que era la de los tripulantes que a toda costa querían quedarse peleando en Angola. Uno de ellos, oficial de la reserva, se procuró como pudo un uniforme verde oliva, desembarcó confundido con la tropa, y consiguió quedarse de contrabando. Fue uno de los buenos oficiales de información que se destacaron en la guerra. Por otra parte, la ayuda material soviética, que entraba por distintos canales requería la llegada constante de personal calificado para manejar y enseñar a manejar armas nuevas y equipos complejos que todavía eran desconocidos para los angolanos. El jefe del Estado Mayor cubano en persona se trasladó a Angola a fines de noviembre. Todo parecía entonces admisible, menos perder la guerra.
Sin embargo, la verdad histórica es que estaba a punto de perderse. En la primera semana de diciembre la situación era tan desesperada, que se pensó en la posibilidad de fortalecerse en Cabinda y salvar una cabeza de playa en torno a Luanda para iniciar la evacuación. Para colmo de angustias, aquella perspectiva sombría se presentaba en el peor momento, tanto para los cubanos como para los angolanos. Los cubanos se preparaban para el Primer Congreso del Partido, entre el 17 y el 22 de diciembre, y sus dirigentes eran conscientes de que un revés militar en Angola era un golpe político mortal. Por su parte, los angolanos se preparaban para la inminente conferencia de la OUA, y hubieran querido asistir con una posición militar más propicia para inclinar a su favor a la mayoría de los países africanos.
Las adversidades de diciembre se debían en primer lugar al tremendo poder de fuego del enemigo, que para esa fecha había recibido ya de Estados Unidos más de 50 millones de dólares de ayuda militar. Se debía en segundo lugar al retraso con que Angola pidió la ayuda cubana, y a la lentitud forzosa en el transporte de los recursos. Y se debía en último término a las condiciones de miseria y retraso cultural que dejó en Angola medio milenio de colonialismo sin alma. Más que los dos primeros, fue este último punto el que creó las dificultades mayores para la integración decisiva entre los combatientes cubanos y el pueblo armado de Angola.
En realidad, los cubanos encontraron el mismo clima, la misma vegetación, los mismos aguaceros, los mismos atardeceres apocalípticos y fragorosos con olor de maleza y caimán. Algunos eran tan parecidos a los angolanos, que muy pronto prosperó la versión festiva de que sólo era posible distinguirlos tocándoles la punta de la nariz, porque los africanos tienen el cartílago blando por la forma en que las madres cargan a los bebés con la cara aplastada contra su espalda.
Los colonos portugueses, tal vez los más voraces y mezquinos de la historia, construyeron ciudades modernas y hermosas para vivir toda la vida, con edificios de vidrios refrigerados y tiendas abigarradas con enormes letreros de luz. Pero eran ciudades para blancos, como las que estaban construyendo los gringos al derredor de La Habana Vieja, y que los guajiros vieron asombrados cuando bajaron por primera vez de la Sierra, con el fusil al hombro.
Debajo de aquella cáscara de civilización yacía un vasto y rico país de miserias. El nivel de vida de la población nativa era uno de Ios más bajos del mundo, el índice de analfabetismo era superior al 90%, y las condiciones culturales eran todavía muy próximas a la edad de piedra. Aun en las ciudades del interior, los únicos que hablaban el portugués eran los hombres, y éstos convivían hasta con siete esposas en una misma casa. Las supersticiones atávicas no sólo eran un inconveniente para la vida diaria, sino también para la guerra.
Los angolanos estaban convencidos desde siempre que a los blancos no les entraban las balas, tenían un miedo mágico de los aviones y se negaban a pelear dentro de las trincheras porque decían que las tumbas eran sólo para los muertos. Ya el Che Guevara había visto en el Congo que los guerreros se ponían un collar contra los cañonazos y una pulsera contra la metralla, y que se quemaban la cara con tizones para afrontar los riesgos de la guerra. Tanto se interesó por estos absurdos culturales, que estudió a fondo la idiosincracia africana y aprendió a hablar la lengua swahili para tratar de modificarlos desde dentro, consciente de que hay una fuerza perniciosa y profunda que se siembra en el corazón de los hombres y que no es posible derrotar a bala: la colonización mental.
Las condiciones sanitarias, por supuesto, eran atroces. En San Pedro de Cota los cubanos se llevaron a curar casi a la fuerza a un niño que se había quemado todo el cuerpo con agua hirviendo y cuya familia lo estaba velando vivo porque lo creía insalvable.
Los médicos cubanos se encontraron con enfermedades que ni siquiera conocían. Bajo el dominio portugués había en Angola sólo 90 médicos para 6 millones de habitantes, y la mayoría estaba concentrada en la capital. Cuando los portugueses se fueron sólo quedaron 30 médicos. El mismo día en que llegó a Puerto Amboim, un pediatra cubano vio morir a cinco niños sin poder hacer nada por falta de recursos. Para un médico de 35 años, formado en un país con uno de los índices de mortalidad infantil más bajos del mundo, aquélla fue una experiencia insoportable.
El MPLA había hecho grandes progresos contra el primitivismo en sus largos y silenciosos años de lucha contra el dominio portugués, y de ese modo creó las condiciones para la victoria final. En los territorios liberados se elevaba el nivel político y cultural de la población, se combatía el tribalismo y el racismo, y se fomentaba la educación gratuita y la salud pública. Era la simiente de una nueva sociedad.
Sin embargo, esos esfuerzos meritorios y descomunales resultaron minúsculos cuando la guerra de guerrillas se convirtió en una guerra grande y moderna y fue preciso apelar no sólo a la gente con formación militar y política, sino a todo el pueblo de Angola.
Era una guerra atroz, en la cual había que cuidarse tanto de los mercenarios como de las serpientes, y tanto de los cañones como de los caníbales. Un comandante cubano en pleno combate, cayó en una trampa de elefantes. Los africanos negros, condicionados por su rencor atávico contra los portugueses, fueron hostiles en un principio a los cubanos blancos. Muchas veces, sobre todo en Cabinda, los exploradores cubanos se sentían delatados por al telégrafo primitivo de los tambores de comunicación, cuyo tam tam se escuchaba hasta 35 kilómetros a la redonda. Por su parte, los militares blancos de Africa del Sur, que disparaban contra las ambulancias con cañones 140, echaban cortinas de humo en el campo de batalla para recoger a sus muertos blancos, pero dejaban a los negros a disposición de los buitres. En la casa de un ministro de la UNITA que vivía con el confort propio de su rango, los hombres del MPLA encontraron dentro de un refrigerador las vísceras sobrantes y varios frascos con la sangre congelada de los prisioneros de guerra que se habían comido.
A Cuba no llegaban sino malas noticias. El 11 de diciembre, en Hengo, donde se estaba lanzando una fuerte ofensiva de las FAPLA contra los invasores de Africa del Sur, un carro blindado de Cuba con cuatro comandantes a bordo se aventuró por un sendero donde ya los zapadores habían detectado algunas minas. A pesar de que antes habían pasado cuatro carros ilesos, los zapadores advirtieron al blindado que no tomara esa ruta cuya única ventaja era ganar unos minutos que por lo demás no parecían necesarios. Apenas entró en el sendero el carro fue lanzado al aire por una explosión. Dos comandantes del batallón de tropas especiales quedaron heridos de gravedad. El comandante Raúl Díaz Argüelles, comandante general de las operaciones internacionalistas en Angola, héroe de la lucha contra Batista y un hombre muy querido en Cuba, quedó muerto en el acto. Fue una de las noticias más amargas para los cubanos, pero no había de ser la última de aquella mala racha. Al día siguiente ocurrió el desastre de Catofe, tal vez el más grande revés de toda la guerra. Ocurrió así: una columna sudafricana había logrado reparar un puente sobre el río Nhia con una rapidez impresionable, había atravesado el río amparada por la niebla del amanecer, y había sorprendido a los cubanos en la retaguardia táctica. El análisis de ese revés demostró que se debió a un error de los cubanos. Un militar europeo con mucha experiencia en la Segunda Guerra Mundial, consideró que aquel análisis era demasiado severo, manifestó más tarde a un alto dirigente cubano: "Ustedes no saben lo que es un error de guerra". Pero para los cubanos lo era, y muy grave, a sólo cinco días del Congreso del Partido.
Fidel Castro en persona estaba al corriente hasta de los detalles más simples de la guerra. Había asistido al despacho de todos los barcos, y antes de la partida había arengado a las unidades de combatientes en el teatro de La Cabaña. Había ido a buscar él mismo a los comandantes del batallón de tropas especiales que se fueron en el primer vuelo, y los había llevado hasta la escalerilla del avión manejando su propio jeep soviético. Es probable que entonces, como en cada una de las despedidas, Fidel Castro tuvo que reprimir un recóndito sentimiento de envidia por los que se iban para una guerra que él no podía vivir. Ya en aquel momento no había un punto en el mapa de Angola que no pudiera identificar, ni un accidente del terreno que no conociera de memoria. Su concentración en la guerra era tan intensa y meticulosa, que podía citar cualquier cifra de Angola como si fuera de Cuba, y hablaba de sus ciudades, de sus costumbres y sus gentes como si hubiera vivido allí toda la vida.
Al principio de la guerra, cuando la situación era apremiante, Fidel Castro permaneció hasta 14 horas continuas en la sala de mando del Estado Mayor, y a veces sin comer ni dormir, como si estuviera en campaña. Seguía los incidentes de las batallas con los alfileres de colores de los mapas minuciosos y tan grandes como las paredes, y en comunicación constante con los altos mandos del MPLA en un campo de batalla donde eran seis horas más tarde. Algunas de sus reacciones en esos días inciertos revelaban su certidumbre de victoria. Una unidad de combate del MPLA se vio forzada a dinamitar un puente para demorar el avance de las columnas blindadas de Africa del Sur. Fidel Castro les sugirió en un mensaje: "No vuelen más puentes que después no tendrán cómo perseguirlos". Tuvo razón. Apenas unas semanas más tarde, las brigadas de ingenieros angolanos y cubanos tuvieron que reparar 13 puentes en 20 días para alcanzar a los invasores en desbandada.
EI 22 de diciembre, en el acto de clausura del Congreso del Partido, Cuba reconoció por primera vez de manera oficial que había tropas cubanas luchando en Angola. La situación de la guerra continuaba siendo incierta. Fidel Castro, en el discurso final, reveló que los invasores de Cabinda habían sido aplastados en 72 horas, que en el Frente Norte, las tropas de Holden Roberto, que se encontraban a 25 kilómetros de Luanda el 10 de noviembre, habían tenido que retroceder a más de 100 kilómetros, y que las columnas blindadas de Africa del Sur, que en menos de 20 días habían avanzado 700 kilómetros fueron frenadas a más de 200 kilómetros de Luanda y no habían podido avanzar más. Fue una información reconfortante y rigurosa, pero todavía estaba muy lejos de la victoria. Mejor suerte tuvieron los angolanos el 12 de enero en la conferencia de la OUA, reunida en Addis Abeba. Unos días antes, las tropas al mando del comandante cubano Víctor Schueg Colás, un negro enorme y cordial que antes de la Revolución había sido mecánico de automóviles, expulsaron a Holden Roberto de su ilustre capital de Carmona, ocuparon la ciudad, y pocas horas después tomaron la base militar de Negage. La ayuda de Cuba llegó entonces a ser tan intensa, que a principios de enero había 15 barcos cubanos navegando al mismo tiempo hacia Luanda. La ofensiva incontenible del MPLA en todos los frentes, volteó para siempre la situación a su favor. Tanto, que a mediados de enero adelantó en el Frente Sur las operaciones de ofensiva que estaban previstas para abril. Africa del Sur disponía de aviones Camberra, y Zaire operaba con Mirages y Fiat. Angola carecía de aviación, porque los portugueses destruyeron las bases antes de retirarse. Apenas si podía servirse de unos viejos DC-3 que los pilotos cubanos habían puesto en servicio, y que a veces tenían que aterrizar de noche cargados de heridos en pistas apenas alumbradas con mechones improvisados, y llegaban al lugar de destino con bejucos y guirnaldas de flores de la selva enredadas en las ruedas. En cierto momento, Angola dispuso de una escuadrilla de Migs 17 con su respectiva donación de pilotos cubanos, pero fueron considerados como reserva del alto mando militar y sólo habrían sido usados en la defensa de Luanda.
A principios de marzo, el Frente Norte quedó liberado con la derrota de los mercenarios ingleses y gringos que la CIA reclutó de trasmano a última hora en una operación desesperada. Todas las tropas, con su estado mayor en pleno, fueron concentradas en el Sur.
El ferrocarril de Benguela había sido liberado, y la UNITA se desintegraba en tal estado de desorden que un cohete del MPLA, en Gago Cutinho desbarató la casa que Jonas Savimbi había ocupado hasta una hora antes.
Desde mediados de marzo las tropas de Africa del Sur iniciaron la desbandada. Debió ser una orden suprema, por temor de que la persecución del MPLA continuara a través de la sometida Namibia y llevara la guerra hasta el mismo territorio de Africa del Sur.
Aquella posibilidad habría contado sin duda con el apoyo de toda el Africa negra y de la gran mayoría de los países de las Naciones Unidas contrarios a la discriminación racial. Los combatientes cubanos no lo pusieron en duda cuando se les ordenó trasladarse en masa al Frente Sur. Pero el 27 de marzo, cuando los sudafricanos en fuga atravesaron la frontera y se refugiaron en Namibia, la única orden que recibió el MPLA fue ocupar las presas abandonas y garantizar el bienestar de los obreros de cualquier nacionalidad.
El primero de abril, a las 9:15 de la mañana, la avanzada del MPLA al mando del comandante cubano Leopoldo Cintras Frías, llegó hasta la presa de Raucana, aI borde mismo de la cerca de alambre de gallinero de la frontera. Una hora y cuarto después el gobernador sudafricano de Namibia, general Ewefp, acompañado por otros dos oficiales de su ejército, pidió autorización para atravesar la frontera e iniciar las conversaciones con el MPLA. EI comandante Cintras Frías los recibió en una barraca de madera construida en la franja neutral de 10 metros que separa los dos países, los delegados de ambos bandos con sus respectivos intérpretes se sentaron a discutir en torno a una larga mesa de comedor. El general Ewefp, un cincuentón rechoncho y calvo, representó lo mejor que pudo una imagen de hombre simpático y de mucho mundo, y aceptó sin reservas las condiciones del MPLA. EI acuerdo demoró dos horas. Pero la reunión demoró más, porque el general Ewefp hizo traer para todos un almuerzo suculento preparado del lado de Namibia, y mientras almorzaban hizo varios brindis con cerveza y contó a sus adversarios cómo había perdido el meñique de la mano derecha en un accidente de tránsito.
A fines de mayo Henry Kissinger visitó en Estocolmo al primer ministro sueco Olof Palme, y al salir de la visita declaró jubiloso para la prensa mundial que las tropas cubanas estaban evacuando a Angola. La noticia, según se dijo, estaba en una carta personal que Fidel Castro le había escrito a Olof Palme. El júbilo de Kissinger era comprensible, porque el retiro de las tropas cubanas le quitaba un peso de encima ante la opinión de Estados Unidos, agitada por la campaña electoral.
La verdad es que en esa ocasión Fidel Castro no le había mandado ninguna carta a Olof Palme. Sin embargo, la información de éste era correcta aunque incompleta. En realidad, el programa del retiro de las tropas cubanas de Angola había sido acordado por Fidel Castro y Agostinho Neto en su entrevista del 14 de marzo en Conakry, cuando ya la victoria era un hecho. Decidieron que el retiro sería gradual, pero que en Angola permanecerían cuantos cubanos fueran necesarios y por el tiempo que fuera indispensable para organizar un ejército moderno y fuerte, capaz de garantizar en el futuro la seguridad interna y la independencia del país sin ayuda de nadie.
De modo que cuando Henry Kissinger cometió la infidencia de Estocolmo ya habían regresado a Cuba más de 3 mil combatientes de Angola, y muchos otros estaban en camino. También el retorno trató de mantenerse en secreto por razones de seguridad. Pero Esther Lilia Díaz Rodríguez, la primera muchacha que se fue y una de las primeras que volvieron por avión, tuvo una prueba más del ingenio de los cubanos para saberlo todo. Esther había sido concentrada para el chequeo médico de rigor en el Hospital Naval de La Habana antes de informar a la familia de su regreso. Al cabo de 48 horas fue autorizada para salir y tomó un taxi en la esquina que la llevó a su casa sin ningún comentario, pero el chofer no quiso cobrarle el servicio porque sabía que ella regresaba de Angola. "¿Cómo lo supiste?", le preguntó Esther, perpleja. El chofer contestó: "Porque ayer te vi en la terraza del Hospital Naval, y ahí sólo están los que regresan de Angola".
Yo llegué a La Habana por esos días y desde el aeropuerto tuve la impresión definida de que algo muy profundo había ocurrido en la vida cubana desde que estuve allí la última vez, un año antes. Había un cambio indefinible pero demasiado notable no sólo en el espíritu de la gente sino también en la naturaleza de las cosas, de los animales y del mar, y en la propia esencia de la vida cubana. Había una nueva moda masculina de vestidos enteros de tela ligera con chaquetas de manga corta. Había novedades de palabras portuguesas en la lengua callejera. Había nuevos acentos en los viejos acentos africanos de la música popular. Había discusiones más ruidosas que de costumbre en las colas de las tiendas y en los autobuses atestados, entre quienes habían sido partidarios resueltos de la acción en Angola y quienes apenas entonces empezaban a comprenderla. Sin embargo, la experiencia más interesante, y rara, era que los repatriados parecían conscientes de haber contribuido a cambiar la historia del mundo, pero se comportaban con la naturalidad y la decencia de quienes simplemente habían cumplido con su deber.
En cambio, tal vez ellos mismos no eran conscientes de que en otro nivel, tal vez menos generoso pero también más humano, hasta los cubanos sin demasiadas pasiones se sentían compensados por la vida al cabo de muchos años de reveses injustos. En 1970, cuando falló la zafra de los 10 millones, Fidel Castro pidió al pueblo convertir la derrota en victoria. Pero en realidad, los cubanos estaban haciendo eso desde hacía demasiado tiempo con una conciencia política tenaz y una fortaleza moral a toda prueba. Desde la victoria de Girón, hacía más de 15 años, habían tenido que asimilar con los dientes apretados el asesinato del Che Guevara en Bolivia y el del presidente Salvador Allende en medio de la catástrofe de Chile, y habían padecido el exterminio de las guerrillas en América Latina y la noche interminable del bloqueo, y la polilla recóndita e implacable de tantos errores internos del pasado que en algún momento los mantuvieron al borde del desastre. Todo eso, al margen de las victorias irreversibles pero lentas y arduas de la Revolución, debió crear en los cubanos una sensación acumulada de penitencias inmerecidas.
Angola les dio por fin la gratificación de la victoria grande que tanto estaban necesitando.

Gabriel García Márquez