jueves, 30 de marzo de 2023

A veinte años de la invasión yanqui de Irak


Tony Blair, George Bush y José María Aznar, tres de los presidentes que lideraron la invasión 

Las "armas de destrucción masiva" que nunca existieron y la devastación del país por parte del imperialismo.

 Hace veinte años, un 19 de marzo de 2003, una coalición encabezada por Estados Unidos lanzaba la invasión de Irak, dando paso a una guerra que dejó más de medio millón de iraquíes muertos, en su mayoría civiles, y millones de desplazados. 
 El pretexto fueron las “armas de destrucción masiva” que supuestamente poseía el régimen de Saddam Hussein, lo que ameritaba, según el presidente norteamericano George Bush jr., un ataque “preventivo”. El 5 de febrero de 2003, el secretario de Estado, Colin Powell, expuso la acusación ante la asamblea de Naciones Unidas, cuando el operativo ya estaba en marcha.
 El objetivo real era el petróleo iraquí y, más en general, el control político y económico de Medio Oriente. Para despejar toda duda al respecto, vale decir que las famosas armas de destrucción masiva no se encontraron jamás.
 Las tropas yanquis y británicas, que ingresaron desde Kuwait, pudieron avanzar con bastante velocidad y para el 9 de abril, los primeros tanques llegaron a Bagdad. 
El gobierno de Saddam Hussein (quien sería ejecutado en 2006) se desplomó, y en su lugar se colocó una administración fantoche de los Estados Unidos. Sin embargo, el conflicto no se terminó. La coalición imperialista no pudo estabilizar el territorio, donde estalló una resistencia a los ocupantes, y debió mantener sus tropas hasta 2011. Ese año, el presidente Barack Obama anunció el fin de la “Operación Libertad”, pero apenas tres años más tarde tuvo que volver a enviar soldados (que se mantienen hasta hoy), cuando a todos los dolores de cabeza del imperialismo en la región se sumó el desarrollo del Estado Islámico. 
 A diferencia de la guerra anterior con Irak, en 1991, cuando Washington pudo alinear fácilmente a los países europeos, la segunda vez se topó con mayores dificultades. Sumó el apoyo del Reino Unido (gobernado entonces por el laborista Tony Blair) y de España (bajo el mando del derechista José María Aznar), pero no de Francia y Alemania, que sí se habían plegado a la invasión de Afganistán en 2001.
 El ataque desató grandes movilizaciones populares de repudio en todo el mundo, incluyendo Argentina, donde participaron el movimiento piquetero, las asambleas populares y la izquierda. Las luctuosas fotos de los prisioneros apilados y desnudos en las celdas de Abu Ghraib, que dieron la vuelta al mundo en los primeros años de la guerra, desplomaron la imagen de Estados Unidos, en especial en el mundo árabe. 
 El empantanamiento en Afganistán y el pandemónium iraquí marcaron un debilitamiento de la hegemonía yanqui en el mundo. Junto a Corea del Norte, eran los dos países que la Casa Blanca había calificado en 2001, en términos maniqueos, como el “eje del mal”. Un intento de justificar no solo la devastación bélica, sino también el cercenamiento de las libertades democráticas en los propios Estados Unidos, bajo el argumento de protegerse del “terrorismo”.

 Régimen político 

Para tratar de ordenar Irak, donde el ejército de Hussein había sido disuelto y pululaban milicias de todo tipo, se estableció una nueva Constitución (2005) y un reparto del poder entre los distintos clanes. Tomando como base el modelo libanés, el cargo de primer ministro recayó en un chiíta, la jefatura del parlamento en un sunita, y la presidencia en un kurdo. 
 Este esquema de reparto de poder, al igual que el del Líbano, entró en crisis como fruto de las luchas faccionales y del creciente repudio de la población, hastiada de la corrupción, el empobrecimiento y el derrumbe de los servicios (apagones energéticos, falta de agua potable). En 2019, un levantamiento popular volteó al gobierno de Adel Abdul Mahdi. 
 En octubre de 2022, después de una atribulada lucha faccional, el parlamento votó como primer ministro a Mohammed Shia al Sudani, del chiíta Marco de Coordinación, con el apoyo del resto del establishment político. Pero el grupo de Muqtada al-Sadr, un clérigo del mismo origen que tomó el hemiciclo en el curso de la crisis política, boicoteó la sesión y se mantiene en la oposición al nuevo gobierno. 

 Consecuencias

 Los ajetreos de las guerras de Afganistán e Irak le costaron la reelección a Bush hijo, pero también complicaron a sus sucesores en el cargo -Obama y Donald Trump. El financiamiento de la invasión iraquí (en 2007 llegó a haber 170 mil soldados apostados) contribuyó a un salto de la deuda pública norteamericana como proporción del PBI, según el proyecto Costs of War (El País, 20/3), agravando el problema del endeudamiento de la principal potencia mundial. Solo se vio favorecido un puñado de compañías que lucraron con los hidrocarburos y la reconstrucción del país, azotado por los bombardeos.
 Irak, en tanto, quedó destruido por la guerra y nunca se recuperó. Y, si bien Washington mantiene tropas en la zona e influye sobre el gobierno, Irán ha ganado posiciones, e incluso operan en la región milicias que responden a Teherán. 
 La expulsión del imperialismo de Medio Oriente y una federación socialista de pueblos de la región son consignas vigentes frente a esta situación. 

 Gustavo Montenegro

miércoles, 29 de marzo de 2023

Francia: no es sino el comienzo


De acuerdo a los cables de noticias, el número de manifestantes y de huelgas se redujo ayer, en una nueva Jornada de movilización en Francia. De cualquier modo, dos millones de personas salieron a las calles, a nivel nacional, y 400 mil en París. La corresponsal de La Nación describe la “gran novedad de esta décima jornada – la gran cantidad de jóvenes que participaron, unos 400 mil, según cifras oficiales y sindicales”. La lucha contra la reforma previsional de Macron no ha aflojado en absoluto. Las huelgas “reconductibles” se hicieron efectivas en las refinerías y en numerosas líneas ferroviarias. 
 El desarrollo de la crisis política se está haciendo más nítido. La burocracia de la Intersindical ha decidido ofrecer una semana de tregua al gobierno, al demorar la convocatoria a una nueva Jornada para el 6 de abril próximo. La CGT ha levantado la huelga de los recolectores de basura. El Congreso de la CGT, que debe reunirse por estos días, está abocado a la cuestión de la sucesión en la secretaría general, comandada por Philippe Martínez, no por la profundización de la lucha y la generalización de las huelgas. Todo en función de lo que la burocracia llama una “mediación”: que el gobierno acepte negociar los términos de la ley impuesta por decreto, ante la ausencia de una mayoría parlamentaria. Laurent Berger y el cegetista Martínez han decidido pedir por carta una reunión con la primera ministra, Elizabeth Borne. Por estos días, Borne y el gabinete anunciarán un aumento de miles de millones de euros en el Presupuesto del Estado, para enviar armas a la guerra de la Otan contra Rusia. 
 Esta tentativa de enfriar una lucha nacional multitudinaria, conoce otra instancia – la apelación contra el decreto de reforma ante el Consejo Constitucional. Los medios admiten la posibilidad de que el Consejo viabilice el pedido de convocatoria a un referendo, que podría tener lugar en septiembre-octubre. En ese caso, la aplicación de la reforma quedaría suspendida; es previsible que el Consejo atienda primero a los resultados de la “mediación” que la burocracia sindical reclama a Macron. En los mentideros circula la versión de que un sector del gabinete plantea arribar a un compromiso. Jean-Luc Mélenchon, el jefe de la Francia Insumisa, un movimiento de centroizquierda, ha insinuado, incluso por escrito, la disposición a avalar un cambio de gabinete que sería apoyado en la Asamblea Nacional. 
 En los círculos de la burguesía imperialista de Francia hay una conciencia de que Macron no reúne las condiciones para seguir gobernando como lo venía haciendo, hasta las elecciones de 2027. La lucha contra la reforma previsional ha quebrado al gobierno y al régimen político. La burocracia sindical y el centroizquierdismo esperan una señal política para justificar un fin a la movilización popular. La cuestión de la crisis del régimen es, a la vez, un reconocimiento de que han cambiado las condiciones de dominación del capital y un pretexto para reagrupar fuerzas contra las masas. Nada que no se haya visto, con particularidades cambiantes, en todos los procesos revolucionarios. Además de seguir con la agitación a favor de una huelga general hasta el retiro del decreto de reforma previsional, es necesario ofrecer una alternativa estratégica a la maniobra de la burocracia de los sindicatos y del centroizquierda y sus laderos. 
 Naturalmente, en un cuadro de crisis de poder y de acción de masas, y por lo tanto de la guerra internacional entre la Otan y Rusia, se plantea la cuestión del programa. La necesidad del programa se pone de manifiesto también por el creciente estado deliberativo de los trabajadores y de la juventud trabajadora. El ‘establishment’ francés, de derecha e izquierda, apoya la guerra de la Otan – en el caso de la izquierda bajo el subterfugio de la independencia nacional de Ucrania. El encierro de Macron en una dictadura presidencial, como un aperturismo que abra el campo de la colaboración de clases a los aparatos sindicales y de la izquierda; ambas alternativas conducen, bajo formas y ritmos diferentes, a situaciones revolucionarias. 

 Jorge Altamira 
 29/03/2023

martes, 28 de marzo de 2023

La Protesta de los 13


Ucrania a las puertas de la primavera


El invierno en Ucrania está en sus últimos días. Estamos de nuevo en la temporada de barro, y cuando esta termine el suelo se endurecerá y las condiciones serán ideales para operaciones militares ofensivas a gran escala. 
 Como ya escribimos, la campaña de invierno daba la oportunidad a ambos bandos de mejorar su situación táctica en cada frente y preparar las condiciones para ofensivas mayores en la primavera. Durante el invierno los rusos aprovecharon para lanzar ofensivas localizadas en todos los frentes, con resultados variados. En donde las líneas ucranianas fueron cediendo, los rusos fueron explotando la situación. 
 En el frente de Zaporiyia ni los rusos ni los ucranianos lograron avanzar. Los rusos aprovecharon el invierno para reforzar un esquema de defensa en profundidad, construyendo múltiples líneas de trincheras y fortificaciones. Al igual que el año pasado, es en esta zona donde los rusos corren más peligro, ya que de tener éxito una ofensiva ucraniana en dirección norte-sur hacia las ciudades de Tokmak, Melitopol o Mariupol, lograrían cortar la conexión terrestre entre Rusia y Crimea. Kiev declaró repetidas veces que retomar Crimea es el objetivo militar máximo de la guerra (Asia Times, 4/3). Los rusos hicieron varios intentos fallidos de tomar la ciudad de Vuhledar, al este de la línea de Zaporiyia. 
 Hacia el norte en Lugansk, en la línea de Svatove los rusos revirtieron la situación que había hacia finales del año pasado. En ese entonces, los ucranianos estaban presionando a esta línea para tomar la ciudad con el mismo nombre y también Kremmina (donde termina la línea hacia el sur) y avanzar hacia Starobilsk, que es un nodo logístico clave de los rusos en la región de Lugansk y desde ahí rodear la ciudad capital. Ya en las últimas semanas del año pasado se podía ver que los ucranianos habían agotado su potencial ofensivo en este frente y los rusos contraatacaron. En estos días se acercan desde el noreste hacia Kupyansk y empujando a los ucranianos en dirección este-oeste cada vez más lejos de Svatove y Kremmina, preparando las condiciones para una nueva ofensiva en la ciudad de Liman, la cual tienen que tomar si esperan volver a atacar al conglomerado de Slavianks-Kramatorsk al otro lado (sur) del Río Donetsk. Sería la tercera batalla por Liman, que cambió de manos varias veces. 
 En las últimas semanas los rusos lograron un avance sorpresivo hacia la ciudad de Avdivka, que se encuentra a pocos kilómetros al noroeste de la ciudad de Donetsk. Esta ciudad es de las pocas fortalezas que los ucranianos conservan en la primera línea original del Donbass y desde allí de manera rutinaria han bombardeado a Donetsk. Los rusos estuvieron desde el principio de la guerra intentando tomar esta ciudad, pero sin éxito, dado el extenso trabajo de líneas defensivas, trincheras y búnkeres construidos por los ucranianos durante ocho años. La situación creada en torno a Bajmut obligó a los ucranianos a desplazar allí gran cantidad de sus fuerzas disponibles, dejando a Avdivka sin oportunidad de refuerzos. Los rusos vieron la oportunidad y desarrollaron una ruptura en las líneas ucranianas y ahora mismo rodean la ciudad desde el norte, este y sur, formando una suerte de medialuna a su alrededor y cortando sistemáticamente las rutas de aprovisionamiento de los defensores. 
 Sin lugar a dudas, la batalla por Bajmut se ha convertido con diferencia en la más grande en lo que va de la guerra. Desde la brecha que los rusos abrieron en la línea Bajmut-Sirversk con la toma de Soledar en enero, la situación en todo el frente ha estado empeorando progresivamente para los ucranianos, una suerte de colapso en cámara lenta. Ahora mismo los rusos rodean la ciudad desde el norte, este y sur. Las líneas rusas sobrepasan el perímetro de la ciudad hacia el noroeste y suroeste por varios kilómetros. En otras palabras, las únicas tres rutas que los ucranianos pueden usar para aprovisionar o retirar personal de Bajmut están en una suerte de pasillo hacia el oeste, hasta Chasiv Yar, de unos 4-5km de ancho. Si bien estas tres rutas no están físicamente cortadas por los rusos, se encuentran bajo ´control de fuego´, todo vehículo y personal desplazándose puede ser avistado y atacado con artillería. Al día de hoy los rusos, cuyas fuerzas en la región se componen principalmente de unidades de mercenarios del Wagner Group, han logrado apoderarse del 70 porciento de la ciudad en sí e intentan abrirse paso hacia el centro y oeste de la misma. 
 El nivel de destrucción y bajas que hay en Bajmut es pasmoso. Ya desde enero un oficial del ejército australiano, que sirve como asesor de comandantes ucranianos, pintaba un panorama infernal. Lo que el testimonio de este oficial confirmaba es que la relación de bajas entre rusos y ucranianos en y alrededor de Bajmut era completamente desproporcionada, sólo de manera excepcional los segundos lograban equilibrar un poco las cifras. La propia unidad a la que este oficial estaba asignado, la 24ta Brigada Mecanizada, había sufrido un 80 por ciento de bajas entre su personal, razón por la cual tuvo que ser rotada para reconstituirse. Si bien los números de soldados en ambos bandos en la región son comparables (alrededor de 80.000 ucranianos y 50.000-60.000 rusos), los rusos gozan de supremacía aérea y una ventaja aplastante de 10 a 1 en artillería y municiones (El País, 1/3). La tasa de bajas es tan grande que el mando ucraniano comenzó a enviar tropas con apenas dos semanas de entrenamiento a la ciudad (Kyiv Independent, 5/3) en un intento de preservar a las unidades con más entrenamiento y experiencia. Entre los soldados ucranianos circula la versión de que la expectativa de vida en las posiciones de combate es de unas escasas cuatro horas (Newsweek, 20/2). 
 Esta situación encendió las alarmas en el mando militar norteamericano: el desgaste de personal, equipo y municiones por mantener Bajmut es lo suficientemente importante como para poner en duda la capacidad de acumularlo en volúmenes necesarios para lanzar ofensivas importantes en la primavera (New York Times, 16/3). En otras palabras, los estadounidenses estuvieron emplazando a los ucranianos a ceder Bajmut en favor de ofensivas futuras. Como respuesta, los militares ucranianos primero argumentaron que aferrarse a Bajmut les permite agotar a los rusos mientras hacen tiempo necesario hasta la primavera. Desde entonces, Zelensky ha hecho múltiples reuniones públicas con el mando militar en las que se comprometieron no sólo a no retirarse de Bajmut sino también a realizar los esfuerzos necesarios para desbloquear la ciudad, lo cual demandará cuantiosas unidades y recursos. De acuerdo al Gral. Oleksander Sirskyi (comandante de la zona de Bajmut), perder la ciudad tendría consecuencias adversas en todo el Donbass, dado su lugar de relevancia en todo el esquema defensivo. No mucho antes Prigozhin, el CEO de Wagner, explicó que su objetivo estratégico para con la ciudad consistía precisamente en atraer, retener y desgastar la mayor cantidad posible de fuerzas ucranianas.
 Independientemente de lo que suceda en Bajmut, los preparativos para una gran escalada en la primavera no cesan. La OTAN ha comprometido la transferencia de varios cientos de blindados y comprar colectivamente un millón de municiones de artillería para Ucrania que serán entregadas durante el año, aunque la cantidad total de tanques occidentales modernos no será tan importante como lo anunciada previamente con toda pompa (Ukrainska Pravda, 15/2). Lo esperable es que los ucranianos lancen una cantidad enorme de fuerzas en Zaporiyia al mismo tiempo que desarrollen ofensivas en otros frentes con el objetivo de impedir que los rusos transfieran fuerzas de un frente a otro. Hace pocos días, Gran Bretaña anunció que junto a los 14 tanques Challenger 2, transferirá también municiones para éstos compuestas de uranio empobrecido (New York Times, 22/3). El amplio uso de uranio empobrecido por parte de EEUU y Gran Bretaña en el Medio Oriente y Yugoslavia está relacionado a una gran cantidad de reportes de contaminación radioactiva del suelo y problemas de salud de la población afectada, explosión de enfermedades cancerígenas y malformaciones en fetos. Los rusos se han comprometido a responder a este movimiento comenzando a usar ellos también munición de uranio en suelo ucraniano y/o también desplegando armas nucleares en Bielorusia. 
 Esta ofensiva de primavera será toda una apuesta para Kiev, ya que, de fracasar, se pondrá en duda la capacidad de Ucrania de proseguir el esfuerzo de guerra en general. Luego de un año de combate intenso a Ucrania se le están terminando las tropas bien entrenadas y especializadas (Washington Post, 13/3) y al mismo tiempo encuentra problemas crecientes para seguir movilizando nuevos contingentes, los hombres sanos en edad militar restantes suelen ser menos entusiastas y tienden más a intentar eludir la conscripción (Washington Post, 23/3). En otras palabras, Ucrania bien puede estar jugándose a todo o nada en una campaña decisiva y potencialmente suicida. Los rusos parecen tener un cálculo muy similar. Con su movilización anunciada en septiembre, lograron estabilizar los frentes y recuperar la iniciativa local en varios de ellos, pero es dudoso que la cantidad de tropas que lograron sean adecuadas para intentar una ofensiva a gran escala. Para ello, muy probablemente tengan que convocar otra oleada de movilización, que tomaría meses traducir en nueva generación de fuerza. Entonces, pareciera que eligieron recibir la ofensiva ucraniana de la primavera con la expectativa de derrotarla y lanzar su propia contraofensiva más tarde en el verano o el otoño. 
 Hay una sensación de apuro y presión en la OTAN para que Ucrania lance su ofensiva sobre Zaporiyia. Stoltenberg repetidamente se refiere a que el consumo actual de material en Ucrania excede largamente la capacidad de producción occidental (Financial Times, 13/2). Por otro lado, intentar militarizar la economía y ampliar esa capacidad presenta enormes desafíos. Primero porque los recursos que deben ser vertidos en la industria son enormes. El escenario francés – la rebelión popular - se extendería a todo el continente si los diferentes gobiernos tuvieran que reorientar las economías en favor de la industria militar. Segundo, porque aún de contar con los recursos, expandir la capacidad industrial bélica es un proceso que tomaría largos meses sino años. Por lo tanto, las transferencias de armas a Ucrania seguirán consistiendo de donaciones de los propios stocks existentes de la OTAN, que tampoco son particularmente numerosos (a excepción del norteamericano). Por ejemplo, en el caso británico, ellos estarán donando unos escasos 14 tanques de una flota de 150 considerados activos, pero buena parte de estos necesitaría por lo menos un mes de reparaciones antes de ser considerados funcionales. Encontrar un fin militar rápido a la guerra también está en el interés de la industria militar europea: cuanto más se extienda la guerra, más se vaciarán los arsenales europeos. Lo que podría a primera vista ser buenas noticias para la industria militar, en realidad es un problema: su capacidad de producción es una sombra de lo que fue durante la guerra fría y la demanda, cuanto más grande y urgente, necesitará comenzar a comprar material de productores no europeos (Político, 20/3). Los rusos conocen esta situación y evalúan que una guerra de desgaste extendida en última instancia los beneficia. Por un lado, lograron poner en pié de guerra a su industria y ampliar la capacidad de producción significativamente sorteando los cuellos de botella en la provisión de insumos de alta tecnología que la OTAN les intento negar mediante sanciones y guerra económica. De acuerdo a Medvedev, quien está a cargo de toda la producción de material bélico, para este año proyectan producir 1.500 tanques (Sputnik News, 23/3), cifra que multiplica varias veces la cantidad de tanques occidentales que recibirá Ucrania. Por otro lado, de acuerdo a la propia inteligencia de la OTAN, los stocks de municiones existentes por sí mismos le permitirían a los rusos continuar con la misma intensidad de operaciones por al menos otros dos años (Reuters, 9/3).

 Leib Erlej 
 25/03/2023

domingo, 26 de marzo de 2023

Las horas más oscuras de la crisis bancaria


La pregunta hoy es quién será el próximo en caer.

 La ola de pánico en los mercados desatada por la quiebra del Sillicon Valey Bank, un importante banco de Estados Unidos, no se detiene. Al contrario, por su duración se asemeja más a una maratón bancaria antes que a una corrida. Luego de sufrir la bancarrota más importante desde 2008, los operadores bursátiles empezaron a revivir los recuerdos de otros momentos catastróficos a sabiendas de que el banco californiano fue la primera pieza caída en un escenario extremadamente frágil, antes que un caso aislado. Sus certezas no tardaron en ratificarse. Pocos días después de la nacionalización de los depósitos del SVB realizado para contener el contagio y a pesar de que los propios bancos se ofrecieran a inyectar liquidez en el First Republican Bank para salvarlo, las malas noticias llegaron del otro lado del Atlántico. 
 Se trataba del Credit Suisse, el segundo banco más importante de Suiza, cuya insolvencia venía siendo un secreto a voces y cuya credibilidad caía al ritmo de sus acciones. El Banco Central Suizo y el gobierno de ese país intentaron llevar tranquilidad con anuncios que no causaron el menor efecto. Finalmente, terminó siendo absorbido por el principal banco de Suiza, el UBS, sin que esta medida sirviera para calmar a los mercados que castigaron severamente la operación. 
 La situación de los bancos a nivel internacional es una enorme ruleta rusa, en la cual todos los test de estrés se han quedado cortos a la hora de recrear una situación como la que se vive en la realidad. La pregunta, en la actualidad, pasa más por ver quién será el próximo, antes que si habrá más quiebras o no. Es que el manejo de la inflación por parte de los bancos centrales ha expuesto buena parte de la fragilidad que se ocultaba detrás del dinero barato y las bajas tasas de interés. Además, es sabido que no se trata solamente de los bancos, sino que son miles las empresas zombis que sobrevivieron exclusivamente gracias a esa liquidez extrema y que, al terminarse esa política, están al borde de la quiebra. 
 En estas horas, el principal candidato a sumarse a la lista de quebrantos es nada menos que el Deutsche Bank, el banco más grande de la primera potencia europea. Sus acciones cayeron un 13% en las primeras horas del viernes, mientras que lo hacen en un 24% durante marzo. Los principales bancos centrales (y Estados) del mundo discuten qué hacer frente a esta situación porque si bien es un banco too big to fall (demasiado grande para caer) también es too big to save (demasiado grande para ser salvado). Los seguros contra default del banco se han disparado a niveles inéditos, mostrando la necesidad de cobertura frente a lo que podría ser la quiebra bancaria más grande de la historia moderna, no solo por su capital, sino por su importancia política. 
 El pánico en los mercados ha llevado a un retiro masivo de depósitos, sometiendo a los bancos a graves problemas para responder a esa demanda. Para tomar dimensión de este fenómeno alcanza con repasar dos datos de lo que está ocurriendo en Estados Unidos. Por un lado, la caída del valor de las acciones de los bancos, que en lo que va del mes supera los 229.000 millones de dólares, por el otro, más grave aún, la cantidad de dólares extraído de las cuentas en las últimas dos semanas alcanzó la suma de 5,13 billones de dólares, el más elevado desde abril de 2020, el momento más incierto de la pandemia.
 Cuando los ahorristas consideran que el banco no es lo suficientemente confiable para dejar su dinero ahí y se lo llevan de manera generalizada, se habla de una corrida bancaria y muchas veces esa desconfianza es la que termina produciendo la quiebra. En este caso, por la dimensión de las instituciones en jaque, está seriamente comprometido el presente y el futuro del sistema financiero mundial. 
 Es fundamental, en estas instancias, no analizar los hechos aislados como hacen los economistas vulgares o la izquierda con una comprensión superficial de la crisis mundial. Por el contrario, se trata de ver la película, la sucesión y concatenación de hechos que nos permiten comprender la continuidad de la crisis, la etapa histórica en que se desarrolla y cómo la euforia bursátil que precedió a este quebranto era una parte necesaria de él. Es la dinámica de la crisis capitalista, algo que los impresionistas de siempre son incapaces de incorporar en su análisis. 

 La moneda en el aire de la FED 

En medio de este cataclismo, el último miércoles todos los focos del mundo financiero se encontraban en el anuncio de la Reserva Federal norteamericana (el banco central de Estados Unidos) sobre cómo continuaría su política de tasas de interés. La decisión no era en absoluto sencilla, ya que ese dato tiene una influencia a escala planetaria y la expectativa estaba en si daría por concluida la fase de subas para dar lugar a algunas flexibilizaciones en materia monetaria en medio del tembladeral financiero de las últimas semanas.
 Si bien Jerome Powell (titular de la entidad) había ratificado hace pocos días frente al congreso que la hoja de ruta trazada seguiría su camino, en el medio “pasaron cosas”. 
 Continuar con la suba de tasas como se hizo durante las ocho reuniones anteriores implicaba prácticamente condenar a la quiebra a muchos de quienes coquetean con el abismo; comenzar ahora la reversión de esa política era dar por perdida la batalla contra la inflación cuando aún es elevada.
 Finalmente se optó por un punto intermedio entre el 0,5% que supuestamente aumentaría y la pausa a las subas que muchos reclamaban, aumentando 0,25%. Una medida para ganar un poco de tiempo y “desensillar hasta que aclare”. El gran problema es que tan solo 48 horas después de anunciada la medida, lejos de aclarar, parece estar armándose un verdadero tornado.
 Al mismo tiempo que subía la tasa, la FED amplió en las últimas semanas su hoja de balance (emitir dólares) a una velocidad récord que, como ya hemos visto, no sirvió para tranquilizar la estampida financiera. Una política contradictoria producto de un escenario por demás intrincado en donde cualquier movimiento puede hacer explotar todo por los aires. 
 El Banco Central Europeo, por su parte, también decidió la semana anterior seguir subiendo la tasa, prefiriendo la recesión y la desinflación antes que la estabilidad financiera. Muchos advierten que las medidas de ambas instituciones son erróneas y que rápidamente tendrán que revertirlas, devolviendo liquidez al mundo a costa de convivir con la inflación más alta en décadas por bastante tiempo. 
 Es que, más allá de una determinada política monetaria o de estímulos financieros, lo que ha salido a la luz -una vez más- es la incapacidad del capital para recuperarse de la crisis. Un régimen social caduco no se repone con un alza de los índices bursátiles ni con el crecimiento del nivel de actividad. 
 No alcanza con los ataques a la clase trabajadora (que los resiste a lo largo y ancho del planeta) para recomponer la tasa de ganancia genuina, no ficticia. La destrucción de capitales a gran escala, necesaria para esa recomposición, ha sido esquivado de manera sistemáticamente por la burguesía, debido a las consecuencias absolutamente gigantescas y explosivas que significaría. 

 Gastón Fux

sábado, 25 de marzo de 2023

El estado sionista atraviesa algo más que una crisis política


Hace diez 10 semanas que se desarrolla, sin solución de continuidad, una movilización popular que no deja de crecer, pero por sobre todo una fractura en el aparato del estado, incluidas especialmente las Fuerzas Armadas y el aparato de Seguridad. Un oficial del ejército planteó, según el diario Haaretz, un dilema que no puede ser más fundamental: ¿a quién deben obediencia los militares, al gobierno o a la Corte de Justicia?
 Con la formación de un gobierno de coalición ultraderechista del fundamentalismo religioso, encabezado por Benjamín Netanyahu, fue puesto a consideración del Congreso un proyecto de ley que no es nuevo. Se trata de otorgar al Parlamento la facultad de anular las resoluciones de inconstitucional que dicte la Corte Suprema. Para los críticos, el Estado enfrenta la posibilidad de convertirse en una dictadura parlamentaria.
 Detrás del biombo jurídico, lo que está en juego es la decisión de la derecha de imponer una serie de privilegios para la camarilla gobernante y para el fundamentalismo religioso ultraderechista que no serían aceptados en ningún otro lugar del mundo. La Knesset tendría la facultad de anular una resolución judicial que acabe condenando a prisión al mismo Netanyahu, por la comisión de actos de corrupción harto comprobados en todas las instancias judiciales. Más severamente, sin embargo, los fundamentalistas reclaman un cupo de poder en todas las esferas del estado, con independencia de que reúnan las condiciones para ello. Esto ha levantado la oposición de todos los sectores del capital tecnológico, que no conciben la contratación de personal carente de conocimientos en la materia; en ingeniería o en ciencias biológicas. Se ha formado un lobby de la gran empresa para impedir que se prive a la Corte de declarar la ilegalidad o inconstitucionalidad de semejantes anormalidades, que el sector rabinítico defiende como “una discriminación positiva”. 
 La abolición de lo que se ha denominado “la división de poderes”, ha llegado al rojo extremo en las Fuerzas Armadas. En este caso, tiene lugar una anormalidad singular, porque los rabinos y los estudiantes para rabinato se encuentran exentos del servicio militar o de cualquier otra actividad productiva. Es realmente una casta que vive del estado. Pero ahora pretende algo más: la prioridad para incorporar a las fuerzas armadas al sector religioso de la población o apadrinado por el rabinato, en tareas no militares, por ejemplo, administrativas. Esto ha provocado acciones de fuerza de parte de la reserva militar, en las tres ramas de las Fuerzas Armadas. En Israel, la reserva desarrolla actividad periódica de entrenamiento militar y es personal de reemplazo inmediato. Según informaciones, serían inminentes las protestas del personal conscripto – en definitiva, un cuadro de insubordinación abierto. Biden y las grandes corporaciones internacionales han reclamado a Netanyahu que descarte esas iniciativas. Ayer, sin embargo, el proyecto de ley que convierte a la Corte en figura decorativa, fue aprobado en primera lectura por una diferencia de seis votos.
 Los protagonistas en presencia son todos de filiación sionista, o sea defensores de un Estado que se basa en la expulsión, confiscación y hasta limpieza étnica de la población árabe-palestina. La Corte victimizada por Netanyahu ha avalado miles de confiscaciones y hoy mismo prohíbe la construcción de viviendas por parte de palestinos en Jerusalén Este, un territorio ocupado por el estado sionista. Ha admitido el avance de la colonización sionista, fundamentalmente de colonos fundamentalistas y ultraderechistas. Para la derecha, sin embargo, es decisivo abolir el control de constitucionalidad de la Corte, porque ésta actúa condicionada a tratados o resoluciones internacionales que limitan la confiscación de tierras ocupadas por palestinos. Los ministros de Netanyahu se han prodigado en reclamar la extensión del sionismo a toda la Cisjordania y al actual reino de Jordania. Las Fuerzas Armadas y de Seguridad se verían obligadas a acatar órdenes que van más allá de de sus propios diseños estratégicos, que están concentrados en la lucha contra Hezbollah y las milicias iraníes en Líbano y Siria, y en defender las alianzas con los estados y monarquías árabes. La agenda sionista del estamento militar no coincide con la del fundamentalismo.
 El fundamentalismo ha planteado también revisar la condición judía del Estado sionista, en el cual viven árabes israelíes y judíos de matrimonios mixtos. El fundamentalismo reclama que se reconozca la ciudadanía sólo a judíos ‘puros’ o con elevado grado de ‘pureza’. El fundamentalismo recurre para definir la ciudadanía israelí el mismo método que utilizó el nazismo para quitarle la ciudadanía alemana a los judíos, años antes de la masacre directa y las cámaras de gas. Este punto, en apariencia aberrante, es sin embargo sustancial, porque defiende un estado de base racial. En lugar de pueblo portador de un mensaje universal, de acuerdo al relato bíblico, el sionismo convierte al judaísmo en un nacionalismo racista. No solamente esto: el fundamentalismo sionista recibe apoyo del fundamentalismo evangélico norteamericano, de raigambre antisemita, como ocurre también con todo el círculo áulico de Donald Trump. 
 La crisis ‘constitucional’ en Israel es sobre otra cosa. 

 Jorge Altamira 
 24/03/2023

jueves, 23 de marzo de 2023

La lección de Gary Lineker


La defensa de los refugiados. 

 Días atrás, en Gran Bretaña, Gary Lineker, uno de los grandes de todos los tiempos del fútbol inglés y actual presentador del programa deportivo más popular y duradero de la BBC (lleva 24 años al aire) —"Match of the Day"— twiteó que los planes del gobierno británico para deportar refugiados “no son muy diferentes a los utilizados por Alemania en los años 30”. 
 Los ´demócratas´ de todo pelaje saltaron como leche hervida y desde el gobierno tory —que impulsa esos “planes”— el ´glorioso´ jugador pasó a ser poco menos que un ´traidor a la patria´. El gobierno exigió a la BBC que fuera suspendido; la TV oficial acató. 
 “Lo que siguió —informa Anshel Pfeffer en Haaretz, 16/3— sorprendió a todos, ya que los copresentadores y comentaristas de Lineker, ex jugadores como él, anunciaron que tampoco saldrían al aire. Los jugadores actuales tampoco darían entrevistas después de los partidos del sábado, dejando que la BBC transmita un programa truncado de 20 minutos con solo goles de los partidos y sin comentarios de ningún tipo … Al darse cuenta de que la suspensión fracasó, Lineker volvió a su asiento, con sus derechos de tuitear intactos”. 
 Sobre el tema valen dos consideraciones. Primero, contra lo que indica la prédica democrática´ prevaleciente en círculos políticos, y especialmente dentro del llamadomundo progre`, el Holocausto no puede ser reducido a una mera “memoria histórica” o, de otro modo, a “momento único”. Si de algo vale la memoria es como enseñanza para el presente, especialmente cuando la experiencia histórica revela que los métodos del fascismo renacen sistemáticamente hoy. La comparación de Gary Lineker es, en este sentido, absolutamente válida, por supuesto respecto a Gran Bretaña —tropas británicas participaron de los abusos de todo tipo en la tenebrosa cárcel de Abu Ghraib de Irak. Ni hablar de su validez a escala mundial: los gobiernos de Obama, Trump y Biden con los inmigrantes centroamericanos, deportados por millones.
 La segunda observación, es más de detalle, pero no menos importante. A la analogía de Gary Lineker debería hacérsele una pequeña corrección. En la década de 1930, era el gobierno de Su Majestad el que intentaba impedir que los refugiados se pusieran a salvo. De hecho, el propio rey Jorge, el abuelo del actual Carlos, estaba tan indignado ante la idea de que los judíos llegaran a Londres para marchar a Palestina bajo mandato británico que instruyó al secretario de Relaciones Exteriores, Lord Halifax para que pidiera a Berlín que impida que los judíos se fueran. Esto fue menos de cinco meses antes de que Gran Bretaña declarara la guerra. 
 O sea, Gran Bretaña repite su historia nefasta frente a los refugiados: ayer contra los judíos europeos víctimas del fascismo; hoy contra africanos, sirios y asiáticos. 

Norberto Malaj 
 23/03/2023

¿Rusia y China están más cerca?


Sobre el encuentro entre Putin y Xi Jinping

 La reunión entre Putin y Xi Jinping en Moscú despertó en Washington y la Unión Europea las alarmas ante lo que consideran como un afianzamiento de los lazos entre Rusia y China. La Casa Blanca, de hecho, viene insistiendo en que Beijing podría proporcionar auxilio al Kremlin en la guerra de Ucrania, una aseveración sin pruebas que apenas encubre su envío sistemático de pertrechos militares al régimen de Volodomir Zelensky. 
 La guerra en Ucrania, efectivamente, intensificó los vínculos entre Rusia y China. Las sanciones internacionales empujaron al Kremlin a la búsqueda de nuevos socios comerciales en Asia; Putin redirigió parte de las exportaciones petroleras hacia India y Beijing, a la vez que también incrementó los envíos de gas natural al gigante asiático. 
 Ya desde la ocupación de Crimea por parte de Rusia, en 2014, y de las sanciones occidentales que le siguieron, Moscú empezó a mirar hacia el este. Ese año empezó a construirse el gasoducto Power of Siberia 1, con la intención de llevar el fluido desde Siberia hasta Shangai. En la cumbre de esta semana, se mencionó un proyecto -Power of Siberia 2- que va en el mismo sentido. 
 China tiene una razón adicional para preservar sus lazos con el Kremlin, y es su propio enfrentamiento con Estados Unidos. Un avance yanqui en el ex espacio soviético ampliaría el radio de influencia de la Casa Blanca peligrosamente cerca de sus fronteras. 
 No es casual que una de los principales temas del cónclave Putin-Xi Jinping haya sido la preocupación “por el creciente refuerzo de los vínculos de la Otan y los países de la región Asia-Pacífico en materia de seguridad”, según consta en la declaración posterior al encuentro. Como parte del cerco contra China, en el último período, Estados Unidos selló un acuerdo militar con Filipinas; reforzó los vínculos con Corea del Sur; Nancy Pelosi –extitular de la Cámara de Representantes- visitó Taiwán; y se formalizó el Aukus, una alianza militar que la Casa Blanca integra junto al Reino Unido y Australia. 
 Pero a pesar de sus relaciones con Moscú, Xi Jinping ha sido extremadamente cauto en lo que refiere a la guerra en Ucrania. Beijing no se ha cansado de aclarar que mantiene una posición “imparcial” en el conflicto, lo que de paso le sirve para postularse como mediador. Es que la guerra ha sido un dolor de cabeza para China, que contaba antes de su estallido con todo tipo de vínculos y proyectos económicos con el viejo continente, incluyendo a Kiev.
 La propuesta informal de 12 puntos del gigante asiático para poner fin a la guerra ha sido recibida con frialdad por todas las partes involucradas. Establece el respeto a la soberanía e “integridad territorial” de “todas las partes”, sin que se sepa bien qué implicancias concretas tendría ese postulado. Putin considera difícil que la iniciativa prospere, y Occidente recela de un cese al fuego porque cree que, en las actuales circunstancias, podría consolidar los avances territoriales de Putin en el este ucraniano. Zelensky no se cansa de decir que la base de cualquier acuerdo consiste en la retirada rusa de todo el Donbas, e incluso de Crimea. Además, Occidente rechaza el punto que plantea el cese de las “sanciones unilaterales”. 
 Así las cosas, hoy la perspectiva más probable pasa por una prolongación de los enfrentamientos. 
 La guerra de Ucrania ha llevado a una rediscusión de los alineamientos internacionales de los Estados. El cónclave de Putin y Xi Jinping se inscribe en ese nuevo cuadro. 
 Para los trabajadores del mundo, se plantea la lucha contra la guerra imperialista y los gobiernos que la promueven. 

 Gustavo Montenegro

martes, 21 de marzo de 2023

Qué hace Xi en Moscú


Hace un par de semanas, la diplomacia internacional se despertó con la sorpresa de que China había logrado que los gobiernos de Irán y Arabia Saudita reanudaran relaciones diplomáticas luego de una década de hostilidades. Ambos estados, además de competidores en el mercado internacional de petróleo, se alinean en campos enfrentados en el mapa islámico: Irán es la cabeza del shiismo y Arabia del sunnismo. Operados por Estados Unidos, los saudíes enfrentaban la rebelión en Yemen, apoyada por Irán, contra el gobierno oficial, incluyendo bombardeos masivos. Irán, por su lado, bombardeó instalaciones petroleras en Arabia Saudita. La periferia sunnita ha estado normalizando relaciones con el estado sionista, en tanto Irán ha sido amenazado por Israel con atacar sus instalaciones nucleares. Esta divisoria estratégica en el Medio Oriente quedó superada o neutralizada a través de la mediación de China, cuando el gobierno de Biden denuncia a Irán por el incumplimiento de los acuerdos nucleares firmado hace una década y por la provisión de drones a Rusia en la guerra contra la OTAN. El servicio de inteligencia israelí se enteró de todo esto, al menos en apariencia, por medio de los diarios. 
 El ingreso impetuoso de China en una región disputada por Rusia y Estados Unidos, modifica el escenario internacional. Por de pronto, asegura el suministro de combustibles a China, que depende fuertemente de la importación. Extiende la influencia de China de Asia Central al occidente. Cierra estratégicamente la incorporación de numerosos países a la red de inversiones de China conocida como la Ruta de la Seda. Este es el contexto inmediato que enmarca una propuesta de cese del fuego y de paz que China ha enviado a los países del G-20 y a la misma Ucrania. China pretende representar a un tercer bloque en la guerra, el de aquellos como India y Sudáfrica, que no han repudiado la invasión rusa, así como a numerosos gobiernos de América Latina, que han propiciado el fin de la guerra. Singapur, un fuerte centro financiero, e Indonesia, con la mayor población musulmana del planeta, se acercan a esta misma posición. Mientras la OTAN ha rechazado de plano el “plan” de China, el presidente de Ucrania fue más cauteloso – le dio la bienvenida y demandó una reunión cara a cara con Xi Jinping, el presidente de China. 
 El punto central de la propuesta en debate es un cese del fuego que congela las posiciones militares en el terreno. Pero enseguida añade que la paz debe asentarse en la soberanía territorial de Ucrania. Los puntos de contacto de este planteo con lo que ya plantearon otros antes, incluidos Henry Kissinger y Elon Musk, o una parte considerable del partido republicano de Estados Unidos y de la derecha europea, son evidentes. Bajo la mesa, China ofrece financiar la reconstrucción de Ucrania, que ya está anotada en la Ruta de la Seda. Es una propuesta más atractiva que la que han ofrecido Estados Unidos y la Unión Europea, y que evita la pugna entre monopolios capitalistas. En tanto EEUU y la UE atraviesan un fuerte proceso de quiebras bancarias y rebeliones populares cada vez más intensas, China ha anunciado un plan de reactivación de alrededor de 400 mil millones de dólares, que ha sido saludado por diversos observadores como una salida a la recesión que amenaza a sus rivales. Xi Jinping acicatea a Zelensky a distanciarse de la intransigencia de la OTAN, y también incita a Europa a asociarse al planteo, con la zanahoria de abrir preferencialmente el mercado de China a los capitales europeos.
China enmarca su planteo para Ucrania en una estrategia de “multipolaridad”, o sea de finalización de la hegemonía norteamericana. Históricamente, el capitalismo no ha sido nunca “multipolar”, salvo que se interprete de ese modo a la crisis de la transición de una hegemonía a otra. Pero es el señuelo que la burocracia de China para atraer a los afectados por los costos de la dominación norteamericana, que han crecido mucho como consecuencia de su declinación. China enfrenta de este modo el ataque de Estados Unidos a su desarrollo económico y a sus inversiones extranjeras. No pasa día sin que Biden no anuncie alguna restricción o sanción económica contra compañías de China. Para China estos ataques son equivalentes a los que se lanzaron contra los gasoductos de Rusia a Europa, que fueron uno de los determinantes finales que desencadenaron la decisión de Putin de invadir Ucrania. 
 El objetivo del viaje de Xi a Rusia es embarcar a Putin en esta política. Es claro que un cese del fuego será acompañado de medidas que garanticen el cumplimiento de la totalidad del plan, que incluye el retiro de Rusia del este de Ucrania y, a largo plazo, si no un retiro de Crimea, al menos un condominio, o una cesión de la base de Sebastopol por un siglo. No es sencillo para Putin adherir a este plan, porque enseguida se produciría una crisis política en la propia Rusia. 
 Visto en su conjunto y en su complejidad, el planteo de Pekín anuncia una escalada en la guerra. El rechazo de la OTAN llevará al envío de mayor armamento al régimen de Kiev, como ya están haciendo Polonia e incluso Alemania. Dado el desangre del ejército de Ucrania, se producirá una intervención creciente de tropas extranjeras, algo que ya ocurre. China se verá obligada a apoyar militarmente a Moscú; lo contrario dejaría abierta una acción de la OTAN en el Indo-Pacífico contra China. Algunos observadores ‘occidentales’ ya admiten que la política de Biden producirá a Estados Unidos perjuicios o daños autoinfligidos. La política interior norteamericana podría agrietarse con más profundidad, ante una escalada militar que seguramente ampliará el área de la guerra. En los últimos días, por caso, se ha agravado la crisis entre Argentina y Estados Unidos, cuando el FMI actúa para evitar el derrumbe del gobierno, como consecuencia de la oposición de Biden a la compra de aviones caza de China por parte del gobierno de Fernández. El año pasado no fue usada una partida de 600 millones de dólares asignada en el Presupuesto para esa compra. Argentina está obligada a recurrir a China porque Gran Bretaña ha vetado cualquier compra de armamento. Los aviones tendrían la tarea de supervisar el Atlántico Sur, asolado por saqueos pesqueros, incluida la cesión del área marítima de Malvinas, por parte de Gran Bretaña. 
 Xi no se trasladó a Moscú para defender a Putin sino a los intereses de China, que es embarcar a Rusia en un proceso de negociaciones que implicaría renunciar al despojo territorial de Ucrania, o a convertir la costa del Mar Negro en un ‘mare nostrum’, con capacidad para bloquear el comercio mundial de granos. Xi ofrece, en canje, llegar a una alianza con Rusia si la OTAN decide ir hasta el final en el propósito de desmantelar a Rusia. 

 Jorge Altamira 
 21/03/2023

lunes, 20 de marzo de 2023

Crisis bancarias: del Valle de California a la economía mundial


Cuando la mayor parte de la prensa internacional clamaba que la quiebra de los dos bancos especializados en financiación de inversiones tecnológicas -el Silicon Valley Bank y el Signature Bank-, eran fenómenos aislados, que no comprometían al sistema bancario, las acciones del Credit Suisse caían estrepitosamente en las bolsas –un 30% en un sola jornada- y comenzaba una corrida contra sus depósitos. 
 El anuncio de que el Banco Nacional Saudi no ampliaría su participación accionaria en el banco suizo fue interpretado negativamente por tenedores de bonos y por depositantes. El Credit Suisse tiene un largo historial de pérdidas por operaciones fallidas y por su condición de cueva de dinero ilegal de buena parte del mundo. Credit Suisse perdió decenas de miles de millones con el fondo Archegos y la compañía de servicios Greensill en 2021. Para el desenlace fue decisiva la declaración de la auditora PwC, de que no podía firmar el balance del banco debido a “debilidades materiales en sus informes financieros”. Es una alusión a la caída del valor de su cartera de títulos de la deuda pública de diversos países, como consecuencia de la suba persistente de la tasa de interés. Sin conexión con los bancos intervenidos en Estados Unidos, el Credit Suisse adolecía del mismo problema estructural, que la valuación contable no se corresponde con el valor de mercado de los activos, y que esa pérdida no estaba cubierta por ninguna provisión específica en sus libros.
 En forma simultánea, un tercer banco de California anunciaba su falencia, el First Republic, que atiende a las grandes tecnológicas, pero en este caso desatando una operación de salvataje de los seis bancos más importantes de Estados Unidos. “Once bancos, informa el Wall Street Journal (16-3) han depositado 30 mil millones de dólares… en un esfuerzo extraordinario para proteger al conjunto del sistema bancario”. 
 El Silicon Valley y el Signature, en cambio, no han encontrado compradores, por lo que han debido ponerse bajo el amparo de la ley de quiebras. Los intentos del banco de inversión Goldman Sachs, asesor financiero del SVB, de quedarse con el banco por monedas no fructificaron. Mejor suerte tuvo el británico HSBC, que se quedó con la filial londinense del SVB a cambio de 1 libra esterlina, luego de la deserción de otras instituciones. El HSBC no se tomó el tiempo para investigar los balances de la sucursal (“due dilligence”), para poder ganar la partida a un eventual rival; hizo un apuesta al voleo ante la presión insistente de las autoridades del Reino Unido para evitar una quiebra que pudiera contagiar al resto del mercado de Londres. 
 El descalce entre el valor de los depósitos, por un lado, y el de los activos de los bancos, por el otro, se ha acrecentado enormemente con el aumento de la tasa de interés por parte de la Reserva Federal y el Banco Central Europeo y el de Suiza, y considerablemente menos el de Japón. Esto significa que el balance de los bancos ocultan pérdidas de magnitud. La aseguradora de depósito de Estados Unidos, FDIC, ha informado que, en total, las instituciones financieras norteamericanas tienen 620 mil millones de pérdidas no contabilizadas. Una desvalorización del 10% de estas carteras barrerían con la cuarta parte del capital de los bancos” (The Economist, 16-3). Visto en otros términos, de acuerdo a un análisis de inversiones a tasas fija, “los activos de los bancos serían 2 billones de dólares inferiores a los reportados – lo suficiente para barrer con todo el capital del sistema bancario norteamericano” (id.). Estos datos mensuran las dimensiones que ha ido adquiriendo el capital ficticio en el régimen capitalista contemporáneo. 
 La insolvencia financiera de bancos e instituciones no se manifiesta solamente cuando se produce un retiro de depósitos, que aparece, en realidad, en una última etapa. Se manifiesta por una intensa actividad para sacar beneficio de una quiebra, mediante la venta anticipada, a la baja, de las acciones y los bonos en poder de los potencialmente afectados. Lo llamativo es que estas operaciones bajistas se han venido haciendo contra los bonos emitidos por Estados Unidos y por los de los principales países de la Unión Europea, que son considerados los activos más sólidos de la economía mundial. 
 Los rescates que anuncian las autoridades económicas y monetarias, y los ‘pools’ de bancos que se forman para el caso, dejan un tendal de pérdidas entre quienes han especulado con las quiebras. Todo esto deja en evidencia una situación de insolvencia real o potencial de las deudas públicas más sólidas, y de otro lado el mecanismo de disolución económica que pone en marcha la disputa entre capitalistas. Los liberales y libertarios, por el contrario, elogian este trabajo destructivo del valor de mercado de las empresas como una suerte de recolección de basura que asegura la reproducción del capitalismo. 
 El rescate por 54 mil millones de dólares que aportó el Banco Central de Suiza levantó las acciones del Credit Suisse, pero no afectó significativamente su vulnerabilidad sistémica. En el pico de la crisis, su tasa de riesgo llegó a 2000 puntos básicos (como Argentina), las medidas de contención la bajaron a 980 pp y el rescate la estabilizó en 890 pp. O sea que ha perdido la posibilidad de obtener financiamiento. Aunque la liquidación del banco está fuera de la intención de las autoridades, se da por hecho de que lo compraría el UBS, el mayor banco de Suiza, con graves pérdidas para el Banco Central, que le ha prestado 54 mil millones de dólares – la misma cifra que el FMI le dio a Macri, pero por debajo de lo que ofrece a Ucrania. Una operación semejante expondría las enormes tenencias de los oligarcas rusos en el Credit Suisse.
 Un elemento adicional poderoso en esta crisis, son las condiciones preferenciales que gozan los bancos con relación a otros acreedores en un concurso de quiebra. “Los mayores 25 bancos tienen más de 247 billones de dólares en derivados, lo cual plantea un tremendo monto de riesgos para el sistema financiero”, señala una publicación. Esos derivados son contratos que protegen las inversiones entre los mismos bancos. Estos derivados tienen preferencia sobre los derechos de los accionistas ordinarios, los acreedores comunes y los depositantes no asegurados. 
 En el sistema financiero presente, los fondos internacionales -de inversión, capital, cobertura, y otros- ganan en preponderancia a los bancos. Larry Fink, el mandamás del mayor fondo internacional, advierte que “los fondos invertidos en inversiones ilíquidas, como inmobiliarias, crédito privado y participaciones de capital, podrían ser la tercera ficha de dominó por caer” (Financial Times, 15/3). A diferencia de los bancos, los fondos no tienen otros seguros que los que hayan contratado, además de su clientes, por medio de derivados. No cuentan con el rescate de la banca central o el Tesoro. Fink añade, perceptivamente, que “otros riesgos son los geopolíticos y las fragmentación de la economía mundial”. 
 Esta última observación pone a la crisis financiera en desarrollo en lo que es el ojo o centro del huracán – la insolvencia histórica del capitalismo. El rescate capitalista de 2008, el financiamiento estatal al capital bajo la pandemia y la militarización creciente del gasto público han puesto en posición de bancarrota a la deuda pública. Estados Unidos registra un déficit fiscal de 1.5 billones de dólares y una deuda pública de 24 billones – un 120% del PBI. Es la deuda en proceso de desvalorización que los bancos tienen en sus activos. El refugio por antonomasia del capital va quedando a la intemperie. Esta crisis sistémica conecta con la guerra y con la fragmentación del mercado mundial. Hay que sacar las conclusiones estratégicas de este irrevocable realidad histórica.

 Jorge Altamira 
 19/03/2023

domingo, 19 de marzo de 2023

El ´long Covid´ produce estragos en la población mundial


Un reciente estudio publicado por la revista The Lancet (11/3) estima que al menos 65 millones de personas luchan contra el COVID prolongado. 
 El COVID prolongado o long COVID es una afección multisistémica debilitante, posterior a la infección con síntomas comunes de fatiga, dificultad para respirar y disfunción cognitiva, que puede afectar la capacidad para realizar actividades diarias durante varios meses o años, es decir, tiene un carácter incapacitante. Aunque el riesgo mayor se encuentra entre los adultos que debieron ser hospitalizados al contraer COVID-19, fumadores, personas con obesidad y a quienes padecen enfermedades autoinmunes, afecta a personas de todas las edades, incluidos los niños y niñas, siendo muy frecuente en personas jóvenes sanas y puede seguir a una infección inicial leve (Infobae, 18/2).
 La consecuencia es un daño global generalizado a la salud, el bienestar y los medios de subsistencia de las personas: se estima que una de cada diez personas que desarrollan COVID durante mucho tiempo, deja de trabajar. Es la situación de miles de enfermeras de Escocia que actualmente no pueden continuar con sus tareas laborales encontrándose en una situación de extrema vulnerabilidad social. Reclaman que el síndrome de COVID prolongado sea considerado una enfermedad laboral para así poder recibir ayuda estatal (Daily Record, 8/03/2023). En Estados Unidos, por su parte, a partir de febrero de 2022, se estimó que el síndrome afectaba a unos 16 millones de adultos en ese país y había obligado a entre 2 millones y 4 millones de estadounidenses a abandonar sus trabajos. (Infobae, 18/2). A su vez, según un nuevo estudio publicado en JAMA Health Forum (CNN, 3/3), en el año posterior a la infección, las personas que experimentan COVID prolongado corren un alto riesgo de sufrir una variedad de resultados adversos para la salud, incluido el riesgo doble de muerte. 
 El long COVID o COVID prolongado tiene una sintomatología diversa y, por este motivo, suele ser considerado como una enfermedad psicosomática, no llegando a su diagnóstico de forma adecuada. Los datos sobre este síndrome escasean en la mayoría de los países sobre todo en países de bajos y medianos ingresos. Donde se han realizado estudios, como en India, China y Sudáfrica, se ha encontrado COVID prolongado (The Lancet, 11/3/). 
 Un estudio llevado a cabo por investigadores de la Facultad de Medicina Azrieli de la Universidad Bar-Ilan de Israel, demostró que la vacunación con al menos dos dosis de las vacunas de plataforma de ARN mensajero reduce la mayoría de los síntomas a largo plazo que los individuos declaran meses después de contraer la infección por el coronavirus (Infobae, 18/2). Pero, si bien la vacunación reduce el peligro, no lo previene por completo. Según el artículo de The Lancet, al no haber tratamientos específicos, la atención debe recaer en la prevención (manteniendo bajos los casos de COVID-19 y asegurando la vacunación) y la atención multidisciplinaria centrada en el paciente. Los pacientes necesitan apoyo físico, cognitivo, social y ocupacional multisectorial. Esto en el marco del desmantelamiento de la atención de la salud a nivel mundial, sobre todo la relacionada con la atención al COVID. En Canadá, por ejemplo, la Autoridad de Servicios de Salud Provincial (PHSA) anunció el cierre de sus cuatro clínicas de recuperación post-COVID en Vancouver, Victoria y Fraser Valley. El programa interdisciplinario, que también ofrece recursos educativos y clases, actualmente incluye médicos, enfermeras, trabajadores sociales y fisioterapeutas. A fines de marzo, las cuatro clínicas regionales harán la transición a un programa virtual centralizado, que solo brindará recursos educativos y herramientas de autogestión. El programa ya no ofrecerá acceso a un médico (WSWS 2/3). 
 La educación y concienciación sobre el manejo clínico del COVID prolongado en atención primaria sigue siendo insuficiente, agrega el artículo de The Lancet y continúan las inequidades en la atención y los retrasos en la atención y el apoyo prolongan y exacerban los síntomas. 
 El rechazo al vaciamiento y al colapso del sistema de salud y los reclamos de mejores condiciones laborales y salariales han generado huelgas de trabajadores y trabajadoras de la salud a nivel mundial, como en el caso de Reino Unido y Argentina, entre otros. 
 Los gobiernos capitalistas y la Organización Mundial de la Salud pregonan “el fin de la pandemia” y se prevé que se declare oficialmente en el mes de mayo, como ya anunció el gobierno de Estados Unidos. Esto se discute mientras que las graves consecuencias de la pandemia de COVID-19 siguen saliendo a la luz. Se nos impone la defensa de la salud pública contra todo tipo de desmantelamiento y achique y la defensa de las condiciones de trabajo de la clase obrera mundial.

 Soledad Domínguez 
 18/03/2023

sábado, 18 de marzo de 2023

El laberinto georgiano


El trasfondo de las protestas en el país caucásico. 

 Georgia, una nación del Cáucaso con apenas 4 millones de habitantes, volvió a ser noticia en los últimos días debido a una serie de protestas opositoras contra un proyecto oficial que establecía mayores controles y penalidades a organizaciones que reciben financiamiento externo. 
 La norma en cuestión, finalmente retirada, creaba un registro con los grupos que reciben más del 20% de sus fondos desde el exterior. Estados Unidos y Bruselas apoyaron las movilizaciones, en las que se vieron flamear banderas de la Unión Europea (UE).
 El proyecto fue presentado en el parlamento por Sueño Georgiano, la fuerza que gobierna el país desde 2012. Está orientada en las sombras por el hombre más poderoso del país, el oligarca Bidzina Ivanishvili, quien hizo su fortuna en Rusia desde los ’90 y fue primer ministro georgiano en 2012-2013. Su patrimonio ascendía entonces a 6.400 millones de dólares. 
 Sueño Georgiano desplazó del poder al Movimiento Nacional Unido (MNU), el partido que rigió los destinos desde la llamada revolución de las rosas, en 2003. El MNU, formación alineada con el Partido Popular Europeo, dio paso a un proceso de privatizaciones masivas (incluyendo la salud) en la ex república soviética e inició un camino de incorporación a la UE y a la Otan.
 Las tensiones con Rusia llegaron a su punto más alto en 2008, cuando el gobierno georgiano invadió Abjasia y Osetia del Sur, dos regiones que habían proclamado su independencia a comienzos de los ’90, tras una guerra con Tbilisi. La invasión fue derrotada en pocos días y, a renglón seguido, el Kremlin -que apoyó militarmente a abjasios y osetios- reconoció la independencia de los dos territorios de marras. Al día de hoy mantiene 13 mil soldados apostados en esas zonas. 
 Hay que agregar aquí que en Georgia existe un tercer territorio que goza del estatus de república autónoma: Ayaria, de mayoría musulmana, ubicado -al igual que Abjasia- sobre el Mar Negro, cuya autoridad principal, sin embargo, es designada desde Tbilisi. 
 Los tiempos del MNU en el poder (hoy es la principal fuerza opositora) acabaron, como el del régimen de Eduard Shevardnadze en 2003, en medio de grandes movilizaciones de repudio. Su principal referente, Mijeil Saakashvili, se encuentra actualmente encarcelado, tras un juicio por una golpiza contra uno de sus opositores, mientras ejercía la presidencia. Desde la cárcel, denuncia haber sido envenenado.
 Muchos consideran a Sueño Georgiano como una formación prorrusa, más aún a la luz de la ley que desató las últimas protestas, y que ha sido comparada a la ley de agentes extranjeros que Moscú impuso en 2012, profundizada con el inicio de la guerra en Ucrania. Pero la cuestión es más compleja, porque los gobiernos de Sueño Georgiano ratificaron la orientación principal de su antecesor en el poder, a saber: la integración a la alianza atlántica y al club de los 27. 
 En el caso de la UE, Bruselas aceptó en 2022 las candidaturas de Ucrania y Moldavia, pero rechazó la de Georgia, al considerar insuficientes sus reformas en materia de “desoligarquización” del país. No obstante, el actual primer ministro dijo este mes que ese rumbo es “irreversible”. 
 En cuanto a la Otan, la incorporación de Georgia, junto con la de Ucrania, terminaría de configurar un cerco sobre Rusia. Por eso, Putin lo ha marcado como una línea roja. Y, aunque hasta ahora no se ha llegado tan lejos como a un ingreso formal, la alianza atlántica hizo ejercicios militares con fuerzas locales en 2022. A su vez, Estados Unidos instituyó un programa de entrenamiento y asistencia de sus tropas. 
 A pesar de esta línea de aproximación a Occidente, el gobierno georgiano no rompe lanzas con Moscú. Si bien condenó la invasión de Ucrania, no se plegó a la campaña de sanciones internacionales. Algunos dicen que esto obedece a la dependencia de la energía del Kremlin y del turismo ruso. 
 La complejidad de la ubicación política de Sueño Georgiano tiene su correlato en la propia división del partido gobernante: nada menos que la propia presidenta de la república, Salomé Zurabishvili, apoyó las protestas opositoras. 
 La oposición, en tanto, reclama un rumbo decididamente pro-occidental y no descarta seguir movilizada con esa perspectiva.
 Georgia es un territorio de ubicación estratégica, sacudido por brutales disputas interoligárquicas en la cúspide del poder. Moscú lo considera parte de su radio de influencia y el imperialismo lo codicia como una pieza clave en su línea de colonización económica y dominio político del ex espacio soviético. El estallido de la guerra en Ucrania lleva todas estas tensiones a un nivel más alto. 
 Las masas georgianas tienen planteado el desafío de abrirse un rumbo político independiente de los bloques en pugna. 

 Gustavo Montenegro

La crisis bancaria no es una tormenta de verano


La Reserva Federal y el Tesoro norteamericano resolvieron tomar la custodia del Silicon Valley Bank cuando la fuga de depósitos ya había alcanzado la respetable suma de 41 mil millones de dólares. Contrariamente a lo que informa la mayor parte de la prensa internacional, este desenlace se fue desarrollando a lo largo de 2022. La percepción de que el banco enfrentaba problemas insolubles había desatado una ola de “ventas en corto” (shortsellers), que redujeron su capitalización en la Bolsa de 44 a 12 mil millones de dólares. El “Financial Time” lo calificó, hace cinco meses, como el mayor colapso de valor desde la explosión de la burbuja de las “punto com” en el año 2000. Con la venta a la baja, el especulador embolsa la diferencia entre la cotización presente y futura de la acción, considerablemente menor. En función de preservar la libertad de mercado, las autoridades no vieron en estos movimientos un anticipo de bancarrota. 
 Así como no fue un acontecimiento que hubiera debido sorprender a los reguladores bancarios, tampoco se trata de una crisis encapsulada. El SVB atiende a la mitad de los capitales de riesgo que financian a las tecnológicas norteamericanas y a las compañías de biología. Tiene sucursales en el exterior, en algunos casos en posición igualmente relevante, como ocurre en Israel, Singapur, Gran Bretaña y otros. Las inversiones en la industria alcanzaron su pico en el período inmediato posterior al levantamiento de restricciones por la pandemia, precisamente cuando comenzaba una tendencia descendente que no se veía en décadas. Las patronales de la tecnología se lanzaron a licenciamientos masivos de personal. El fenómeno es clásico en el capitalismo – la euforia inversora tiene lugar en vísperas del derrumbe. Esto explica, por otra parte, el fracaso de los pronósticos de actividad por parte de los organismos de estadísticas. Como organismo social, el capitalismo es un proceso de contradicciones que desafía las proyecciones más o menos lineales. 
 A pesar de su especialización en tecnología y en ciencias de la biología, el activo más importante del banco no eran los créditos al sector. Estos habían alcanzado, a fines del año pasado, los 74 mil millones de dólares, en contraste con los 121 mil millones que tenía en títulos de hipoteca respaldados por el estado y bonos del Tesoro. El flujo de fondos al banco se duplicó en 2022, sobrepasando por lejos la necesidad de la industria que además iniciaba el declive. Por otro lado, como consecuencia de las subas de tasas de interés decididas por la Reserva Federal, el valor de mercado de la cartera de títulos del Tesoro, o Treasuries, comenzó a caer. El banco sufrió una pérdida no registrada de 15 mil millones de dólares. Los rendimientos de los bonos, además, comprados cuando regían tasas más bajas, confrontaron negativamente con los intereses mayores que requerían los depósitos. El resultado fue una pérdida real, no registrada en libros, del valor de la cartera de bonos, y un flujo negativo entre intereses cobrados y pagados. Un punto adicional fue que el banco contrajo préstamos para hacer frente al déficit de ingresos, que llevaban a los Treasuries como colateral o garantía. A medida que el valor de mercado de ellos iba a la baja, el banco debía comprometer más colaterales u ofrecer la diferencia en dinero. El escenario típico de la quiebra. 
 ¿Aventura aislada o tendencia de conjunto? La sobreinversión de la industria de tecnología se veía venir hace tiempo; sus récords bursátiles eran una burbuja de capital ficticio acicateada por la emisión de dinero de la Reserva Federal. La emisión no inflaba los precios corrientes sino los bursátiles, los residenciales y otros. El fenómeno se repite en el resto de la industria, con menos glamour. Es decir que el valor real de mercado de los activos de los bancos es considerablemente inferior al contable; probablemente la mayoría se encuentra en pre-quiebra. Se ha calculado que las empresas potencialmente insolventes representan el 33% del muestrario económico. Conocidas como “junks” (basura), sus ganancias no cubren la deuda por intereses. El mismo cuadro de situación se repite con la cartera de títulos de la deuda pública y de la hipotecaria respaldada por el estado. La llamada “teoría monetaria moderna”, para la cual el valor del dinero no es intrínseco sino determinado por la oferta y la demanda, no pasó la prueba: en lugar de prever la crisis, con el instrumento de la teoría del valor, sirve para justificar el hecho una vez consumado. Otros “reyes” han quedado al desnudo, como las plataformas de bitcoin, cuya caída y quiebras ha anticipado la emergencia actual, y ahora se ve arrastrada por la crisis bancaria. Se quebró el mito del distanciamiento del dinero público del “privado”. 
 Una parte de la prensa financiera atribuye los descalabros a la Reserva Federal, que ha venido aumentando la tasa de interés de 1,5% a 4,5% y pretende ir por más. La Fed se defiende esgrimiendo la necesidad de bajar la inflación de la canasta de precios de los consumidores , que se encuentra en el 6% anual. Lo hace, sin embargo, cuando se derrumban los precios de mercado de los capitales. La retirada de fondos de los bancos anuncia lo que ha comenzado a ocurrir con las diversas clases de fondos financieros. El objetivo de la Fed es inducir a un desendeudamiento de las empresas y de los estados, altísimamente endeudados. Una “desinflación” de activos es, sin embargo, lo que llevó a SVB a la bancarrota. Pretende, asimismo, que la suba de intereses atraiga financiamiento extranjero a Estados Unidos para compensar la disminución del financiamiento estatal. El riesgo de que desate una guerra financiera es elevado. 
 El gobierno de Biden decidió hacer frente a esta situación mediante la extensión del seguro estatal al ciento por ciento a los depósitos. Ha quedado comprometido a hacer lo mismo con cada quiebra bancaria que se presente. Mientras quiere reducir la circulación de moneda para frenar la inflación, se ve obligado a emitirla para detener la bancarrota. Ha ofrecido también facilidades de crédito a los bancos, tomando como garantía los títulos de deuda pública a su valor de face, no de mercado. Es otra fuente de emisión. La política de restricción monetaria de los bancos centrales ha quedado cuestionada, o incluso pulverizada. El proceso inflacionario de bienes, que hay que distinguir del de activos, obedece a que China ha superado su condición de bienes industriales de consumo a bajo precio, para competir en mercado de tecnología, más allá de la industria y de la inversión en infraestructura. Para volver a un proceso deflacionario, como el que tuvo lugar entre 2000 y la pandemia, será necesaria una depresión económica.
 Todo esto ocurre cuando el capitalismo ha llevado a la humanidad a una guerra de alcance mundial, a una destrucción “metódica” del clima y la naturaleza y a una crisis de los sistemas de salud que deberán enfrentar nuevas pandemias, aún sin haber salido de la del Covid-2. 

Jorge Altamira 
 15/03/2023

jueves, 16 de marzo de 2023

Silicon Valley: la quiebra bancaria más grande desde 2008


Significado y alcance

 En un tiempo récord, apenas 24 horas, los ahorristas retiraron del Silicon Valley Bank 42.000 millones de dólares, lo que representa una cuarta parte de sus depósitos. Semejante hemorragia fue imposible de parar y provocó el colapso del banco. La noticia de que el SVB acababa de perder 2.000 millones por la venta de parte de sus activos con el propósito de capear el temporal y que se disponía a desprenderse de otros valores fue la señal de que la institución estaba en serios aprietos, lo cual aceleró la corrida para retirar los depósitos. En forma inmediata esto implicó un serio golpe a sus accionistas, que vieron cómo se pulverizaba de un día para otro las cotizaciones de las acciones, y a los propios ahorristas. Hay que tener presente que la legislación estadounidense vigente garantiza los depósitos hasta 250.000 dólares. Un porcentaje muy considerable supera esta cifra, ya que la mayoría de los depositantes eran empresas del sector tecnológico, incluyendo centenares de startups, que tienen su asiento en California, donde está radicado el corazón de esa actividad. 

 ¿Caso aislado?

 ¿Cuáles son las razones que explican este derrumbe? ¿Estamos frente a un caso aislado? La tendencia de las autoridades y de sectores del mundo financiero fue intentar minimizar el episodio.
 Lo del SVB es apenas la punta de iceberg. El aumento de las tasas de interés dispuesta por la FED ha provocado una caída generalizada de las cotizaciones de acciones, bonos y otros activos financieros, como las criptomonedas. Este hecho ha afectado especialmente a las tecnológicas, donde el descenso del valor de las acciones fue más pronunciado que el promedio. Es necesario tener presente que gran parte de las empresas del sector tenía como principal fuente de financiamiento el dinero que recaudaban proveniente de fondos de inversión especulativos que acapararon la compra de su capital accionario. Cuando la canilla se cerró, las empresas de tecnología se vieron forzados a retirar sus depósitos en efectivo en SVB para hacer frente a sus compromisos. La suba de las tasas de interés puso de relieve la valorización ficticia de un universo muy amplio de empresas, muchas de las cuales son empresas zombis que venían sobreviviendo por el dinero barato y que ni siquiera tenían los recursos suficientes para pagar sus intereses. Esto vale especialmente para las startups que giran en torno de las expectativas de una rentabilidad futura, aunque en el presente vienen arrojando pérdidas. El derrumbe se veía venir si tenemos presente que la declinación de las inversiones en las startups se venía constatando ya desde el año pasado, en un marco general dominado por una retracción de inversiones en la esfera productiva, que tiene como telón de fondo un parate y desaceleración de la economía mundial y la caída de las tasas de ganancia. Esta tendencia afecta los emprendimientos más recientes, que tropiezan con más dificultades para convencer a los inversores a que apuesten por ellos. En el último trimestre de 2022, las inversiones en nuevas empresas norteamericanas cayeron un 63% en comparación con el mismo período del año anterior.

 El sistema financiero en la picota 

La crisis no se agota aquí. Hay quienes han pretendido descalificar su alcance sosteniendo que la peculiaridad del banco, que lo haría vulnerable, responde al hecho de que un porcentaje abrumador de los ahorristas proviene de las empresas tecnológicas y en particular las de más reciente generación. Pero el SVB tenía activos por 209.0000 millones de dólares, es el 16° banco en importancia entre las 2.000 instituciones de Estados Unidos, por lo cual no podemos hablar de una entidad marginal. Con independencia de las particularidades del banco, lo que comparte con el resto de las instituciones es que una parte relevante de sus activos está conformado por bonos, títulos y valores que se han ido depreciando. En la medida que los mantienen en el patrimonio, esa desvalorización está disimulada en los balances de los bancos, pero quedarían descarnadamente al descubierto en caso de que bancos se vieran forzados a deprenderse de ellas, como le ocurrió al banco quebrado.
 El SVB había apostado por comprar bonos aparentemente seguros del gobierno norteamericano. A medida que la Reserva Federal comenzó su ciclo de aumento de las tasas de interés para “controlar la inflación”, el valor de estos bonos del gobierno cayó bruscamente y el balance de SVB se hizo añicos. Esto se vio potenciado por el escenario mundial de guerra comercial y la guerra misma. Con las represalias comerciales impuestas contra Rusia, bloqueando sus activos, las tenencias de los bancos centrales de valores de Estados Unidos, en primer lugar China, han ido disminuyendo, lo cual ha obligado a la FED a reemplazarlos, comprando bonos de Tesoro que en la actualidad ascienden a la friolera de 5 billones de dólares. La crisis capitalista no solo compromete y coloca en la picota a los bancos comerciales sino a los propios bancos centrales, empezando por la Reserva Federal estadounidense, que se ve inundado de títulos de deuda pública de imposible cobrabilidad. 
 Las instituciones bancarias están atiborradas de este tipo de activos desvalorizados y hasta basura. Ha trascendido que el Credit Suisse, un peso pesado, sería uno de los más expuestos a este riesgo. Pero, en general, aunque no hayan llegado al extremo del banco suizo, la vulnerabilidad se extiende a todo el sistema financiero, en la que no están exentos los bancos líderes. Esto es lo que está en la base del derrumbe accionario, que afectó en especial a los bancos europeos, que sufrieron descensos de sus cotizaciones superiores al 10% aunque también han caído en la volteada los bancos norteamericanos. 
 Obviamente, los más afectados han sido los bancos regionales. La crisis se llevó puesto a otro banco: el Signature Bank. Y hubo que suspender preventivamente las operaciones en la bolsa de varios bancos regionales, que venían sufriendo un veloz derrumbe de sus acciones. Importa señalar que antes de la quiebra de las entidades nombradas, acababa de entrar a la bancarrota el Silvergate Bank, que se distinguía, al igual el Signature Bank, en que su operatoria principal se concentraba en torno de las criptomonedas, otro de los activos que se vino abajo devorado por la crisis capitalista. 

 Perspectivas 

La nueva quiebra bancaria revela que la crisis de financiera de 2008 está lejos de estar superada. Los episodios actuales ponen de relieve la endeblez del sistema bancario.
 La amenaza de una reacción en cadena está presente hasta tal punto que Biden se vio obligado en persona a intervenir para poner paños fríos. El anuncio de que la garantía se extendía a la totalidad de los depositantes, cualquier fuera su monto, trajo cierta calma, aunque la situación de los mercados sigue siendo tensa y expectante. Todavía permanece vidrioso, de todos modos, cómo se va a instrumentar la devolución de los depósitos superiores a 250.000 millones de dólares. Habrá que ver los siguientes pasos de la Casa Blanca y la FED. Está claro que las medidas anunciadas implican una expansión monetaria y van a contramano del rumbo contractivo que se había adoptado. No hay que descartar, sin embargo, que el gobierno haga una pausa y hasta haga un replanteo sobre el sendero que se viene transitando de aumento de las tasas de interés. Tengamos presente que estas medidas no son una panacea, pues una cosa es garantizar los depósitos de tres casos puntuales y otra cosa tener que salir a socorrer a los ahorristas frente a un colapso generalizado. Recordemos que los depósitos del sistema bancario ascienden a 19 billones de dólares, equivalente a todo el PBI norteamericano. Los márgenes de maniobra de Washington son cada vez más exiguos y se encuentra entre la espada y la pared. Abrir nuevamente la canilla disipará la amenaza de una nueva escalada inflacionaria, pero cerrarla y ampliar el ritmo de aumento la tasa de interés abriría el riesgo de precipitar una crisis bancaria y corporativa incontrolable. Muy probablemente, el gobierno de Biden se quede a mitad de camino y no lleve ninguna tendencia al final agravando el escenario explosivo de recesión con inflación que hoy atravesamos. 
 Lo cierto es que la crisis capitalista hace su trabajo implacable de topo. Las contradicciones que desata son muy superiores al arbitraje y capacidad de acción de Estado. Habrá que seguir con atención el impacto en la periferia, pues no va a salir indemne de la situación. La incertidumbre creada por la crisis bancaria muy posiblemente acentúe las tendencias a un refugio del capital en inversiones más seguras y, por lo tanto, provoque una salida de capitales de los países emergentes, alentando las presiones devaluatorias y el dislocamiento de sus economías y abriendo paso obviamente a penurias mayores para la población. 
 Está a la vista que la salida adoptada para capear el temporal tiene un carácter absolutamente precario. El hecho que el Estado tenga que salir al rescate de los bancos pone de relieve que estos no se sostienen por sus propios medios, sino que subsisten apropiándose parasitariamente de los recursos generados por la sociedad. Es necesario invertir la fórmula. En lugar de subsidiar al capital y privatizar los fondos públicos, es necesario nacionalizar la banca, poniendo fin a un sistema privado agotado y reemplazarlo por una banca pública, bajo propiedad social y centralizar los recursos y colocarlos al servicio de las necesidades populares y un desarrollo de las fuerzas productivas. Esta tarea está reservada a los trabajadores, como parte de una salida de conjunto frente a la bancarrota capitalista que apunte a una transformación integral de la organización social sobre nuevas bases sociales. 

 Pablo Heller

El entramado del narcotráfico en Rosario


miércoles, 15 de marzo de 2023

El sangriento aniversario de la guerra de Ucrania: balance y perspectivas


Hace exactamente 12 meses, los tanques rusos cruzaron la frontera hacia Ucrania. El aniversario de aquel acontecimiento no ha pasado desapercibido. Efectivamente, ha ocupado muchas horas de tiempo en televisión y otras tantas columnas en las páginas de la prensa.
 Tanto el presidente de la Federación Rusa como el de los Estados Unidos de América pronunciaron largos discursos sobre el mismo tema, aunque, a juzgar por el contenido, bien podrían haber estado hablando de hechos muy diferentes que tenían lugar en una galaxia lejana. 
 En su discurso sobre el Estado de la Unión, Putin afirmó que la guerra en Ucrania fue provocada por la acción deliberada del imperialismo estadounidense. Esta afirmación fue negada con indignación por los medios occidentales, que continuaron repitiendo la idea de que se trataba de la “guerra de Putin”, una guerra causada por las tendencias megalómanas, o la locura real, del hombre del Kremlin. 
 En respuesta al presidente ruso, Joe Biden aseguró a una multitudinaria audiencia de admiradores en Varsovia que la OTAN no era el agresor, que era una asamblea completamente inocente y amante de la paz de nobles amantes de la democracia que nunca amenazó a nadie. 
 “No tenemos nada contra el pueblo de Rusia”, aseguró a los polacos. No representamos una amenaza mayor para ellos de lo que lo sería un grupo de boy scouts que llaman a su puerta y se ofrecen a limpiar sus ventanas. Y así sucesivamente, en esta línea. 
 El hecho de que esta adorable variedad de boy scouts pacifistas estén armados hasta los dientes con todas las armas imaginables de destrucción masiva conocidas por la humanidad; esto es, por supuesto, únicamente con el propósito de defenderse. Porque el mundo, como sabemos, está lleno de tipos malos que siempre amenazan con derrocar nuestra forma de vida democrática. 
 Un discurso verdaderamente conmovedor que habrá servido para calmar los nervios de los amigos polacos de Biden. Pero antes de dejarnos arrullar por un sueño profundo, sometamos los hechos a un examen sereno y racional. 

 La guerra de informacion 

En cualquier guerra, la clase dominante debe tomar todas las medidas necesarias para movilizar a la opinión pública en apoyo de sus acciones. Es, por tanto, cuestión de suma importancia inventar toda una batería de argumentos que sirvan para unir a las masas detrás del carro de la guerra, para convencerlas, mediante toda suerte de mentiras y engaños, de que ‘nosotros somos los perjudicados’, y que ‘ la verdad y la justicia están de nuestro lado’ (así como Dios, quien, por algún milagro, está siempre del lado de cada ejército en conflicto). 
 Para ello, siempre es necesario demostrar que la guerra la inició el otro bando. Esto no es tan difícil de hacer, ya que si no ocurre ningún incidente que justifique tal afirmación, siempre se puede fabricar. Y la clase dominante tiene en sus manos una vasta y poderosa maquinaria de propaganda, que se moviliza inmediatamente para ese fin. 
 De hecho, la cuestión de quién disparó el primer tiro, quién invadió a quién, etc. es trivial, lo que no nos dice absolutamente nada sobre las verdaderas causas y el contenido del conflicto.
 Todos estos puntos se aplican a la presente guerra de la información, que en el conflicto actual difiere de sus predecesoras solo en la amplitud de su alcance y el descaro de sus mentiras. No hace falta decir que nunca se mencionan las razones reales por las que se libra una guerra. “La guerra de Putin” Durante los últimos 12 meses, con tediosa monotonía, día tras día, el mismo mensaje ha sido repetido por nuestra “prensa libre”. 

“Esta es la guerra de Putin”.

 El hombre del Kremlin es retratado alternativamente como un tirano sediento de sangre con aspiraciones de gobernar el mundo o un hombre de mente desequilibrada, presa de delirios megalómanos con quien un psiquiatra podría pasar media hora feliz en una conversación profunda. Un “lunático” desquiciado, para citar el elegante lenguaje del secretario de Defensa británico, Ben Wallace.
 Pero ninguna de estas reconfortantes descripciones puede encajar a la perfección. El mismo hombre fue descrito anteriormente como un astuto maquiavélico que, desde el rango de un humilde agente de la KGB, logró en poco tiempo elevarse a la cabeza de uno de los Estados más poderosos del mundo.
 ¿Puede uno realmente creer que un hombre así arrojaría toda precaución al viento y apostaría todo en el tiro de un jugador desesperado? Eso no estaría en absoluto en el carácter del personaje. Tampoco existe la más mínima evidencia que apoye la hipótesis de que Vladimir Putin está clínicamente loco. Esa etiqueta se aplicaría mucho más justamente a algunas de las damas y caballeros que actualmente ocupan el cargo más alto en el Reino Unido de Gran Bretaña, incluido el Sr. Ben Wallace. Pero hablaremos de ese tema en otro momento.

 ¿Quiere Putin restaurar la Unión Soviética?

 También se alega que Putin desea restaurar el Imperio Ruso, o incluso la URSS. Podemos descartar inmediatamente la segunda variante por carecer de todo contenido real. La Unión Soviética era lo que llamaríamos un Estado obrero burocráticamente deformado.
 A pesar de la degeneración que sufrió bajo Stalin, aún conservaba muchas de las conquistas más importantes de la Revolución de Octubre, a saber, una economía planificada nacionalizada. 
 La caída de la Unión Soviética, provocada por décadas de corrupción, estafa, mala gestión y la torpeza burocrática de una casta privilegiada de funcionarios, llevó al desmantelamiento completo de la economía planificada y a la liquidación de todo lo que quedaba del antiguo Estado obrero.
 En su lugar, lo que ahora tenemos en Rusia es un Estado capitalista en el que los medios de producción son propiedad y están controlados por una oligarquía que es 100 veces más corrupta y podrida que la burocracia estalinista. 
 Hay viejos estalinistas tontos que viven en sus sueños e imaginan que Putin es de alguna manera el hombre que restaurará la gloria de la Unión Soviética. Eso es una completa tontería. Vladimir Putin es hijo del régimen capitalista contrarrevolucionario que surgió de los escombros de la Unión Soviética y está a favor de la defensa de sus intereses. En el proceso se ha vuelto fabulosamente rico. 
 Putin es un bonapartista burgués reaccionario, cuyas políticas no pueden desempeñar un papel progresista, ni en la política interior ni en la exterior, ni en la paz ni en la guerra. Cualquier confusión sobre esta cuestión conducirá a los resultados más negativos.
 Es cierto que Putin una vez llamó al colapso de la Unión Soviética: “la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX”. Pero también dijo: “Cualquiera que no se arrepienta de [su] destrucción no tiene corazón; cualquiera que quiera verla recreada no tiene cerebro”. 
 No diría que los que asiduamente difunden el cuento de hadas del plan secreto de Putin para restaurar la Unión Soviética no tienen cerebro. Ciertamente tienen suficiente cerebro para vender una historia que no tiene fundamento, pero que puede ofrecer excelentes resultados para la OTAN. Y, después de todo, ¿por qué dejar que los hechos estropeen una buena historia? 
 La idea de que le gustaría restaurar el viejo y reaccionario imperio zarista es un poco más creíble, pero también se basa en las suposiciones más endebles y estúpidas. Se aduce una referencia pasajera a Pedro el Grande como “prueba” de esta teoría.
 Esta extravagante teoría se ha utilizado para provocar un ataque de nervios, no solo en los países bálticos y Polonia, sino también en Finlandia y Suecia. “Ucrania fue solo un primer paso”, insinuó sombríamente un ex ministro sueco a The Guardian, “no me sorprendería si, en unos años, Estonia y Letonia son los siguientes en la fila”.
 Los neutrales suecos y finlandeses no tardaron en meterse en la cama con la OTAN. Realmente no fue una sorpresa. El llamado pacifismo de la burguesía nórdica fue siempre una fachada hipócrita, detrás de la cual se escondía el interés propio más cínico. 
 Es cierto que Suecia se mantuvo neutral en ambas guerras mundiales. Pero es igualmente cierto que Suecia obtuvo grandes beneficios de la venta de material de guerra a ambos bandos, y engordó con las ganancias de ese dinero ensangrentado. Rasca a un pacifista escandinavo y encontrarás a un imperialista frustrado no muy por debajo de la superficie.
 La idea de que las acciones de Vladimir Putin están motivadas por algún gran plan para restaurar el Imperio Zarista no se corresponde en lo más mínimo con todo lo que sabemos sobre el hombre. Se busca atribuirle un nivel de delirante romanticismo histórico que difícilmente concuerda con lo que sabemos de su perfil psicológico. 
 No se trata en absoluto de un soñador con visiones románticas del pasado o del futuro, sino de la mentalidad fría, paciente y calculadora de un burócrata profesional ambicioso; un hombre que había pasado toda su vida adulta subiendo pacientemente la escalera resbaladiza, peldaño a peldaño, que conduce en dirección al poder. 
 The Guardian sacó la conclusión correcta de esta tontería cuando escribió:
 “Dejando de lado el hecho de que el ejército ruso ya está en apuros para lograr incluso éxitos modestos en Ucrania, un ataque a los Estados bálticos o a Polonia los pondría en conflicto directo con la OTAN, que es lo último que Moscú (u Occidente) ) quiere.» (The Guardian, 22 de agosto de 2022) 
 Los objetivos declarados de Rusia todavía eran bastante moderados: básicamente, evitar que Ucrania se uniera a la OTAN y neutralizar al régimen de Kiev. ¿Podría Occidente haber aceptado esto? ¡Por supuesto que podría haberlo hecho! Ellos mismos habían pospuesto continuamente la pertenencia de Ucrania, no solo a la OTAN sino incluso a la UE. 
 Durante muchos años, habían aceptado un papel neutral para Finlandia. ¿Por qué Ucrania no podría estar en una posición similar? Desde su propio punto de vista, habría muchas ventajas en mantener relaciones amistosas con Rusia y Occidente. Si no lo aceptaron, debe haber habido razones. Y había razones muy sólidas. 

 Una alianza imperialista agresiva 

La OTAN no es una organización amante de la paz cuyo objetivo sea únicamente la defensa de los valores democráticos occidentales. Es, de hecho, una alianza imperialista agresiva que existe exclusivamente como una tapadera para las ambiciones de su pagador, los Estados Unidos, y su objetivo de dominación mundial total.
 En la década de 1980, cuando la crisis de la Unión Soviética la obligó a buscar un acomodo con el imperialismo estadounidense, el entonces líder soviético Mijail Gorbachov solo aceptó la reunificación alemana –sobre la cual la Unión Soviética tenía derecho legal de veto– porque recibió garantías de que la OTAN no se expandiría después de que retirara sus fuerzas de Europa del Este. 
 Los líderes de EE. UU., Gran Bretaña y Alemania dieron garantías inquebrantables de que se respetarían las legítimas preocupaciones de seguridad de Rusia en este punto. El secretario de Estado de George H. W. Bush, James Baker, aseguró a su homólogo soviético, Eduard Shevardnadze, que en una Europa posterior a la Guerra Fría, la OTAN ya no sería beligerante: “menos una organización militar, mucho más política, [así que] no tendría necesidad de capacidad independiente”. O eso dijeron. 
 Baker prometió además a Shevardnadze «garantías férreas de que la jurisdicción o las fuerzas de la OTAN no se moverían hacia el este». El mismo día, en Moscú, le dijo al secretario general soviético que la alianza no se movería “ni una pulgada hacia el este”.
 Él mintió. Las promesas de no expandir la OTAN solo duraron hasta 1999, cuando Polonia, la República Checa y Hungría fueron invitadas a la alianza. En total, 13 estados de Europa del Este se han convertido en miembros de la OTAN desde entonces. 
 Y este defensor de la democracia y de los derechos soberanos de los Estados nacionales, amante de la paz, persiguió sus objetivos agresivos con el mayor vigor y brutalidad. El imperialismo estadounidense posee la maquinaria militar más poderosa del mundo. Hizo uso de este poder para invadir y aplastar cualquier Estado que no pudiera controlar.
 Después del colapso de la URSS, los estadounidenses aprovecharon el caos de los años de Yeltsin para afirmar su dominio a escala mundial. Intervinieron en áreas anteriormente dominadas por Rusia, lo que nunca se habrían atrevido a hacer en la época soviética. 
 Primero, intervinieron en los Balcanes, acelerando deliberadamente la desintegración de la antigua Yugoslavia. Bombardearon Serbia e interfirieron en sus asuntos internos para instalar un gobierno pro-occidental. A esto le siguieron las invasiones criminales de Irak y Afganistán, y una intervención fallida en la guerra civil siria, que los llevó a colisionar con Rusia. 
 Todo el tiempo, continuaron expandiendo su control sobre Europa del Este, expandiendo la OTAN al incluir antiguos satélites soviéticos como Polonia y los Estados bálticos. Esto en cuanto a las promesas hechas repetidamente por Occidente de que la OTAN no se expandiría «ni una pulgada» hacia el este.
 Esto trajo una alianza militar hostil hasta las mismas fronteras de la Federación Rusa. El imperialismo estadounidense hace uso de muchos métodos diferentes para perseguir su objetivo de dominación mundial.
 El argumento sobre la soberanía nacional, que ahora se usa con tanta frecuencia para calificar a Rusia de agresor en el caso de Ucrania, fue convenientemente ignorado en los casos de Serbia, Afganistán e Irak. 
 Se suponía que estos eran Estados soberanos e independientes. Pero eso no hizo ninguna diferencia para el imperialismo yanqui, que violó descaradamente su soberanía y los bombardeó y aplastó sin piedad. 

 Rusia y Estados Unidos 

Rusia es más que una potencia imperialista regional. Su posesión de enormes reservas de petróleo, gas y otras materias primas; su fuerte base industrial y su complejo militar-industrial; junto con su poderoso ejército y la posesión de un arsenal nuclear, todo se combina para darle un alcance global que lo pone en colisión con el imperialismo estadounidense. 
 Washington ve a Rusia como una amenaza a sus intereses globales, especialmente en Europa. El viejo odio y sospecha de la Unión Soviética no desapareció con el colapso de la URSS. Joe Biden es un excelente ejemplo de la generación de rusófobos que quedaron de los años de la Guerra Fría.
 Washington tiene una variedad muy grande de armas en su arsenal contrarrevolucionario. Utiliza su vasta riqueza para entrometerse en los asuntos internos de otros países, financiando y apoyando descaradamente a los partidos de oposición, amañando las elecciones y derrocando a cualquier gobierno que no sea de su agrado. 
 Las llamadas “revoluciones de colores” a partir de 2003 provocaron lo que se conoce como cambios de regímenes en los Estados del antiguo bloque soviético, rodeando así a Rusia con un número creciente de Estados dirigidos por gobiernos dominados por Washington y hostiles a Rusia. 
 Pero al intentar atraer a Georgia a la órbita de la OTAN, cruzaron una línea roja. Rusia se sintió humillada y amenazada, y usó la fuerza militar para que los georgianos volvieran a estar en línea. La derrota militar de la camarilla reaccionaria de Tbilisi pretendía mostrar a los estadounidenses que Rusia estaba mostrando sus músculos y haciendo retroceder al imperialismo estadounidense y a la OTAN.
 Esa fue una advertencia para Estados Unidos, pero éste continuó su política agresiva a pesar de todo. Y las cosas llegaron al punto de inflexión cuando intentaron atraer a Ucrania a la órbita occidental.

 “La más brillante de todas las líneas rojas” 

Los políticos occidentales descartan las objeciones del ruso como paranoicas. Describen a la OTAN como una alianza puramente «defensiva».
 Afirman que la decisión de Rusia de ir a la guerra fue un acto de «agresión no provocada». No fue tal cosa. La colocación de un miembro de la OTAN a las puertas de Rusia fue un acto muy claro de agresión no provocada y una provocación del tipo más flagrante y descarado. Moscú nunca podría aceptarlo. Este hecho era bien conocido por los estadounidenses, a quienes se les había advertido con mucha anticipación de cómo respondería Rusia. 
 Cuando se planteó la posibilidad en una cumbre de la OTAN en 2008 de que Ucrania debería unirse a la alianza como miembro de pleno derecho, Bill Burns (ahora jefe de la CIA, que entonces era el embajador de EE. UU. en Moscú) escribió en un cable secreto a la Casa Blanca: “La entrada de Ucrania en la OTAN es la más brillante de todas las líneas rojas para la élite rusa (no solo para Putin)”. 
 Y agregó: “En mis más de dos años y medio de conversaciones con actores rusos clave, desde los que arrastran los nudillos en los oscuros rincones del Kremlin hasta los críticos liberales más agudos de Putin, todavía tengo que encontrar a alguien que vea a Ucrania en la OTAN como algo más que un desafío directo a los intereses de Rusia… La Rusia de hoy responderá”. 
 Los estadounidenses habían arrinconado a Putin y lo obligaron a reaccionar. Putin respondió. En 2014, se anexó Crimea. Esto ocurrió prácticamente sin resistencia. Eso fue porque contó con el apoyo de la gran mayoría de su población, que se identifica como rusa. Este hecho nunca se menciona en la «prensa libre» occidental. 
 Las violentas políticas antirrusas seguidas por la camarilla nacionalista reaccionaria de Kiev también provocaron una revuelta separatista en el Donbás. Más tarde, Rusia intervino cuando los rebeldes se enfrentaron a un ataque salvaje de las fuerzas ucranianas. Ese fue el comienzo de una guerra que, en realidad, continúa, con mayor o menor intensidad, desde entonces. 

 La farsa de Minsk 

La guerra en el Donbás, que comenzó en 2014, fue ignorada casi por completo por los medios occidentales. Pero la población de habla rusa de esa región fue objeto de un bombardeo despiadado por parte de la abiertamente fascista división Azov, desde entonces. 
 El número total de muertes en Donbás al 31 de diciembre de 2021 se estimó en más de 14.000, incluidas las muertes de militares no combatientes. La mayoría de las muertes se produjeron en los dos primeros años de la guerra entre 2014 y 2015, cuando se produjeron importantes combates antes de los acuerdos de Minsk. Todo esto ha sido recibido con un muro de silencio en el oeste.
 Se suponía que los acuerdos de Minsk gestionarían la crisis de Ucrania y evitarían una escalada del conflicto. Pero esa era otra mentira más. Como señaló The New York Post, Putin se sintió traicionado por Occidente: “Ha resultado que nadie iba a aplicar los acuerdos”, se quejó. Y este fue de hecho el caso. 
 Occidente no tenía la menor intención de ejecutar las decisiones. La excanciller alemana, Angela Merkel, admitió que el acuerdo de Minsk fue solo un truco cínico. “El acuerdo de Minsk de 2014 fue un intento de darle tiempo a Ucrania”, dijo al semanario Die Zeit. «También usó este tiempo para volverse más fuerte, como puedes ver hoy». 
 Y, sin embargo, estas mismas damas y caballeros acusan a Rusia de ser el principal impedimento para la paz y la estabilidad en Ucrania. 

 El argumento de “defender la democracia” 

El presidente Biden dijo que su visita a Kiev “reafirmaría nuestro compromiso inconmovible e inquebrantable con la democracia, la soberanía y la integridad territorial de Ucrania”. Eso incluye tres mentiras descaradas en una sola oración, lo que no es un mal resultado, incluso para los estándares impresionantes de un presidente estadounidense.
 El argumento de que Occidente está “defendiendo la democracia” en Ucrania es igualmente falso e hipócrita. La UE ha rechazado durante mucho tiempo la entrada de Ucrania con el argumento de que sufre lo que ellos llaman un «déficit democrático».
 The Guardian informó que: “Los atractivos de Ucrania como modelo son limitadas. Es profundamente corrupta, el Estado de derecho es inexistente y sus oligarcas multimillonarios ejercen un poder desproporcionado”. 
 Los partidos de oposición son sistemáticamente reprimidos y perseguidos. La prensa está amordazada por una estricta censura. Las organizaciones de extrema derecha y abiertamente fascistas se han incorporado al aparato estatal y las fuerzas armadas. 
 Al Partido Comunista ya se le había prohibido presentarse a las elecciones, y los símbolos comunistas fueron prohibidos después del golpe de EuroMaidan de 2014. Mientras tanto, ha sido proscrita cualquier crítica a las organizaciones nacionalistas ucranianas que colaboraron con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial y llevaron a cabo una limpieza étnica de judíos y polacos, ya que son consideradas «luchadoras por la libertad». 
 Con el inicio de la guerra hace un año, también se prohibieron toda una serie de otros partidos. Los periódicos y las emisoras de televisión han sido cerrados. La censura y las medidas antidemocráticas afectan no solo a quienes se oponen al tipo oficial de nacionalismo ucraniano reaccionario, sino también a los opositores nacionalistas burgueses de Zelenski.
 En realidad, temas como la democracia, los derechos humanos y la soberanía nacional no tienen el menor interés para los imperialistas estadounidenses, excepto como puntos de propaganda baratos. Siempre han estado dispuestos a respaldar a los regímenes más sangrientos y represivos, desde la dictadura asesina de Pinochet en Chile hasta el régimen empapado de sangre de Arabia Saudita. 
 La razón por la que están interesados en prolongar la guerra, independientemente de todo el sufrimiento humano, no tiene nada que ver con defender la democracia o cualquier otra causa moral altisonante. Corresponde al objetivo cínico de debilitar a Rusia y, por lo tanto, sirve a sus intereses como potencia mundial dominante. 

 “Política por otros medios” 

Clausewitz dijo que la guerra es sólo la continuación de la política por otros medios. Para tener una idea clara de los problemas involucrados y cómo podrían desarrollarse, es necesario concentrar nuestra atención en los procesos fundamentales y no distraernos con la ruidosa guerra de información o las inevitables vicisitudes en el campo de batalla. 
 El punto más importante es que esta es una guerra de poder entre Rusia y el imperialismo estadounidense. Rusia no lucha contra un ejército ucraniano sino contra un ejército de la OTAN; es decir, el ejército de un Estado que no es formalmente miembro de esa alianza, pero que está financiado, armado, entrenado y equipado por la OTAN, que también le proporciona apoyo logístico e información vital. 
 La guerra actual terminará cuando se satisfagan los fines políticos de los actores clave o cuando uno o ambos bandos estén agotados y pierdan la voluntad de seguir luchando. ¿Cuáles son estos objetivos? Los objetivos bélicos de Zelenski no son ningún secreto. Dice que no se conformará con menos que con la expulsión completa del ejército ruso de todas las tierras ucranianas, incluida Crimea. 
 Este punto de vista ha sido apoyado con entusiasmo por los halcones de la coalición occidental: los polacos, los suecos y los líderes de los Estados bálticos, que tienen sus propios intereses en mente, y, por supuesto, los chovinistas y belicistas de cabeza dura en Londres, que imaginan que Gran Bretaña, incluso en su actual estado de bancarrota económica, política y moral, sigue siendo una gran potencia mundial. 
 Estas damas y caballeros han estado presionando a los ucranianos para que continúen luchando hasta la «victoria final». Su deseo más ardiente es ver al ejército ucraniano expulsar a los rusos, no sólo del Donbás sino también de Crimea, provocando (esperan) el derrocamiento de Putin y la derrota total y el desmembramiento completo de la Federación Rusa (aunque no hablan frecuentemente de esto en público). 
 Hacen mucho ruido; sin embargo, ninguna persona seria presta la menor atención a las payasadas de los políticos de Londres, Varsovia y Vilnius. Como líderes de Estados de segunda categoría que carecen de peso real en la balanza de la política internacional, siguen siendo actores de poca monta que nunca pueden desempeñar más que un papel secundario en este gran drama.
 Es Estados Unidos el que paga las cuentas y dicta todo lo que sucede. Y al menos los estrategas más sobrios del imperialismo estadounidense saben que todo este delirio es pura palabrería. Bajo ciertas condiciones, los Estados imperialistas más pequeños pueden desempeñar un cierto papel en el desarrollo de los acontecimientos, pero en última instancia, es Washington quien decide. Pero sus políticas se han topado con serios problemas. 

 Las sanciones han fracasado

 Mark Twain dijo una vez: «Las informaciones sobre mi muerte han sido algo exageradas». Lo mismo ocurre con los numerosos informes de la «prensa libre» occidental sobre el supuesto colapso de la economía rusa. 
 Las sanciones impuestas a Rusia tras la invasión de Ucrania han sido un fracaso espectacular. De hecho, el valor de las exportaciones rusas creció desde el comienzo de la guerra. Aunque el volumen de las importaciones de Rusia se desplomó como resultado de las sanciones, varios países (China, India, Turquía, pero también algunos que forman parte de la UE, como Bélgica, España y los Países Bajos) han aumentado su comercio con Rusia.
 Además, los altos precios del petróleo y del gas han compensado los ingresos que Rusia perdió debido a las sanciones. India y China han estado comprando mucho más de su crudo, aunque a un precio reducido. Así, la pérdida de ingresos resultante de las sanciones se ha visto compensada por el aumento del precio del petróleo y del gas en los mercados mundiales.
 Vladimir Putin continúa financiando sus ejércitos con las ganancias, mientras que Occidente se enfrenta a la perspectiva de inestabilidad energética en los próximos años, con facturas energéticas vertiginosas y una creciente ira pública.

 Debilitamiento del apoyo

 La cuestión es: ¿qué lado de la guerra se cansará primero? Está claro que el tiempo no está del lado de Ucrania, ni desde el punto de vista militar ni político. Y en última instancia, esto pesará más en la balanza. 
 Europa se ha visto afectada por una grave escasez de gas y electricidad, lo que está debilitando el apoyo público a la guerra en Ucrania. El clima más cálido de lo habitual ha traído un respiro parcial y temporal, pero cada mes que continúen las sanciones, los problemas crecerán. 
 El apoyo estadounidense tampoco puede darse por sentado. En público, la clase dominante estadounidense mantiene la idea de su apoyo inquebrantable a Ucrania, pero en privado, no está nada convencida sobre el resultado. 
 Ninguna de las partes está de humor para negociar nada significativo en este momento. Pero eso cambiará. La demagogia de Zelenski, que repite constantemente que Ucrania nunca cederá ni un centímetro de tierra, está claramente diseñada para presionar a la OTAN y al imperialismo estadounidense; insistiendo en que los ucranianos lucharán hasta el final, siempre con la condición de que Occidente siga enviando ingentes cantidades de dinero y de armas.
 Sí, a Biden le gustaría prolongar el conflicto actual para debilitar y socavar a Rusia. Pero no a cualquier precio, y ciertamente no si eso implica un choque militar directo con Rusia. Mientras tanto, encuesta tras encuesta muestra que el apoyo a la guerra en Ucrania en la opinión pública de Occidente está disminuyendo lentamente. 

 Fatiga ucraniana 

En el primer mes de la guerra, los ucranianos estaban dispuestos a negociar con Rusia. Desde entonces, Zelenski ha rechazado por completo la idea de las negociaciones. Ha dicho en repetidas ocasiones que Ucrania solo está dispuesta a entablar negociaciones con Rusia si sus tropas abandonan todas las partes de Ucrania, incluidas Crimea y las áreas orientales del Donbás, controladas de facto por Rusia desde 2014, y si los rusos que han cometido crímenes en Ucrania se enfrentan a juicio. 
 Zelenski también dejó en claro que no mantendría negociaciones con el actual gobierno ruso. Incluso firmó un decreto especificando que Ucrania solo negociaría con un presidente ruso que haya sucedido a Vladimir Putin. 
 Estas declaraciones desafiantes causaron mucha irritación en Washington. The Washington Post reveló que los funcionarios estadounidenses advirtieron al gobierno ucraniano en privado que la «fatiga de Ucrania» entre los aliados podría empeorar si Kiev continúa sin negociar con Putin. 
 Los funcionarios advirtieron que la posición de Ucrania sobre las negociaciones con Rusia se está debilitando entre los aliados que están preocupados por los efectos económicos de una guerra prolongada. 
 En sus discursos en Kiev y Varsovia, Biden reiteró el conocido mantra de que Estados Unidos apoyaría a Ucrania “durante el tiempo que sea necesario”. Sin embargo, los aliados en partes de Europa, por no hablar de África y América Latina, están cada vez más alarmados por la presión que la guerra está ejerciendo sobre los precios de la energía y los alimentos, así como sobre las cadenas de suministro. “La fatiga de Ucrania es algo real para algunos de nuestros socios”, dijo un funcionario estadounidense.
 Naturalmente, los estadounidenses no pueden admitir públicamente que presionaron a Zelenski. Por el contrario, mantienen una apariencia de firme solidaridad con Kiev. Pero en realidad, están apareciendo grietas graves debajo de la fachada. 
 Para los líderes ucranianos, la aceptación de las negociaciones significaría una retirada humillante después de tantos meses de retórica beligerante sobre la necesidad de una victoria militar decisiva sobre Rusia para garantizar la seguridad de Ucrania a largo plazo.
 Una serie de éxitos en el campo de batalla en 2022, primero en la región nororiental de Járkov y luego con la toma de Jersón, animó a Zelenski a creer en la posibilidad de una “victoria final”. Pero los estadounidenses tienen una mejor comprensión de la realidad y saben muy bien que el tiempo no está necesariamente del lado de Ucrania. 

 ¿Corre Putin peligro de ser derrocado?

 La maquinaria de propaganda occidental repite constantemente la línea de que Putin pronto será derrocado por el pueblo ruso, que está cansado de la guerra. Pero eso es mera ilusión. Se basa en un concepto erróneo fundamental. En el momento actual, Putin todavía tiene una base de apoyo bastante amplia. Él no está bajo ningún peligro inmediato de derrocamiento. 
 En la actualidad, no existe en Rusia un movimiento significativo contra la guerra y el que existe está conducido y dirigido por elementos liberales burgueses. Esa es precisamente su principal debilidad. Los trabajadores echan un vistazo a las credenciales pro-occidentales de estos elementos y se dan la vuelta, maldiciendo. 
 La guerra cuenta con el apoyo general de la mayoría de los rusos, especialmente de los trabajadores, aunque no hay mucho entusiasmo por ella. La imposición de sanciones y el flujo constante de propaganda antirrusa en Occidente, y el hecho de que la OTAN y los estadounidenses estén suministrando armas modernas a Ucrania, confirma la sospecha de que Rusia está siendo asediada por sus enemigos. 
 La única presión sobre Putin proviene, no de ningún movimiento contra la guerra, sino por el contrario, de los nacionalistas rusos y otros que quieren que la guerra prosiga con mayor fuerza y determinación. Sin embargo, si la guerra se prolonga durante un período de tiempo indefinido, sin pruebas significativas de un éxito militar ruso, eso puede cambiar.
 Un síntoma significativo son las protestas de las madres de los soldados muertos en Ucrania. Todavía son de tamaño pequeño y se concentran principalmente en las repúblicas del este como Daguestán, donde los altos niveles de desempleo significaron que un gran número de hombres jóvenes se ofrecieron como voluntarios para el ejército. Si el conflicto actual se prolonga, estas protestas podrían multiplicarse a una escala mucho mayor, lo que representaría una amenaza, no solo para la guerra, sino para el propio régimen. 
 Si aumenta el número de muertes, es posible que veamos protestas de madres en Moscú y Petersburgo, que Putin no puede ignorar y sería incapaz de reprimir. Esto sin duda marcaría un cambio en toda la situación. Pero no se ha materializado, todavía.

 Los objetivos de guerra de Rusia 

El objetivo declarado de Rusia era evitar que Ucrania se uniera a la OTAN y “desmilitarizar y desnazificar” el país. Además, al principio Putin quería un gobierno neutral o prorruso en Kiev.
 Putin claramente calculó mal al principio, y los rusos no tenían fuerzas suficientes para lograr estos objetivos. Incluso la tarea de aferrarse a sus ganancias en el Donbás resultó ser difícil, un hecho que quedó claramente demostrado por la ofensiva ucraniana a principios de septiembre del año pasado. 
 Pero los fracasos en el frente actuaron como el estímulo necesario para reajustarse. Tomaron medidas para movilizar las fuerzas convenientes para hacer lo necesario. Rusia está llevando a cabo una movilización de masas. El envío de unas 300.000 tropas rusas frescas al frente cambiará drásticamente el equilibrio de fuerzas. 
 El argumento repetido con frecuencia de que los rusos se están quedando sin municiones es completamente falso. Rusia tiene una industria armamentística grande y poderosa. Tienen reservas muy considerables de armas y municiones. 
 No es Rusia, sino los ucranianos y sus patrocinadores imperialistas quienes se están quedando sin municiones. Estados Unidos y sus aliados ya han enviado casi $ 50 mil millones en ayuda y equipo al ejército de Ucrania solo en el último año. Pero los ucranianos están agotando sus suministros mucho más rápido de lo que pueden ser reemplazados. 
 El secretario de la OTAN, Jens Stoltenberg, tuvo que admitir en la reunión más reciente de la OTAN que tanto Ucrania como la OTAN corren el peligro de quedarse sin municiones y repuestos para armas pesadas. Dijo que los aliados occidentales necesitaban abastecerse de sus propios arsenales mientras se aseguraban de que Kiev recibiera las armas que necesitaba «para ganar esta guerra»:
 “No vemos señales de que el presidente Putin se esté preparando para la paz”, dijo Stoltenberg. “Lo que vemos es lo contrario, se está preparando para más guerra, para nuevas ofensivas y nuevos ataques. 
 “Esto se ha convertido en una guerra de desgaste y, por lo tanto, también es una batalla de logística.
 “Este es un gran esfuerzo de los aliados para poder obtener las municiones, el combustible, las piezas de repuesto que se necesitan”. 
 Estas admisiones ponen patas arriba toda la estúpida propaganda que se ha repetido durante muchos meses. 
 Mientras tanto, los rusos siguen pulverizando objetivos por toda Ucrania con artillería, cohetes, drones y misiles; destruyendo centros de comando militar, centros de transporte e infraestructura, lo que dificultará seriamente el movimiento de tropas y armas hacia el frente.

 Relaciones mundiales 

La guerra en Ucrania no puede verse aisladamente. El orden mundial (o más exactamente, el desorden mundial) que ha existido durante los últimos 30 años tras el colapso de la URSS, está llegando a su fin. 
 El imperialismo estadounidense está intentando afirmar su papel como potencia mundial dominante. Pero está encontrando resistencia. Rusia está impugnando el orden de seguridad liderado por Estados Unidos en Europa, mientras que China lo está desafiando en Asia. China también se ha acercado mucho más a Rusia, ya que ambos compiten con el imperialismo estadounidense.
 China ha advertido recientemente a los países occidentales que no «echen leña al fuego» en Ucrania y reiteró los llamamientos a las conversaciones de paz antes de la visita prevista a Moscú del diplomático de más alto rango de Beijing, Wang Yi. 
 Estos comentarios fueron interpretados en Washington como una amenaza de que China podría suministrar armas a Rusia. Estados Unidos emitió una airada advertencia a Beijing de que esto tendría graves consecuencias. Eso a su vez se encontró con una respuesta aún más enojada de Beijing. ¿Por qué Estados Unidos y sus aliados deberían tener rienda suelta para enviar suministros masivos de armas a Ucrania pero prohibir que China envíe armas a Rusia? 
 Una muy buena pregunta, a la que todavía estamos esperando una muy buena respuesta. 
 Ha comenzado una transición geopolítica, similar a los cambios en las placas tectónicas en la superficie de la tierra. Y como estas últimas, producirá terremotos. 
 De las cenizas del viejo orden, finalmente surgirá un nuevo equilibrio de poder. Pero esto tomará tiempo para definirse y no se logrará fácil ni pacíficamente. Ha comenzado un nuevo período de turbulencia y agitación.
 Aunque se descarta una guerra mundial en las condiciones actuales, habrá muchas guerras “pequeñas” y guerras interpuestas como la de Ucrania. Esto aumentará la volatilidad general y agregará combustible a las llamas del desorden mundial. 

 Estados Unidos y Europa 

En Europa, EE. UU. está utilizando el conflicto en Ucrania para perseguir su objetivo de obligar a los europeos a cortar sus lazos con Rusia, y así fortalecer el control completo del imperialismo estadounidense sobre todo el continente. 
 Antes de esto, la clase dominante alemana estaba, en efecto, utilizando sus vínculos con Rusia como palanca para asegurar al menos una independencia parcial frente a los EE. UU. 
 Su otra palanca principal era su dominio de facto de la Unión Europea, que esperaba construir como un bloque de poder alternativo, capaz de perseguir sus propios objetivos e intereses en un escenario global.
 Debajo de la apariencia de «unidad occidental», existen tensiones crecientes entre EE. UU. y Europa, que en realidad se han visto exacerbadas por esta guerra. Estas tensiones han resurgido en el reciente proyecto de ley de infraestructura proteccionista de EE. UU., que ejerce una presión adicional sobre la producción industrial en la UE.
 Las tensiones de Estados Unidos con Europa no son nuevas. Surgieron durante la Guerra de Irak y, más recientemente, sobre las relaciones con Irán. Los líderes de Francia y Alemania siempre sospecharon de las estrechas relaciones de Estados Unidos con Gran Bretaña, a la que correctamente consideraron como un caballo de Troya estadounidense dentro del campo europeo. 
 Los franceses, que nunca ocultaron sus propias ambiciones de dominar Europa, fueron tradicionalmente más expresivos en su retórica antiestadounidense. Los alemanes, que son los verdaderos amos de Europa, fueron más circunspectos, prefiriendo la realidad del poder a la jactancia vacía. 
 Los estadounidenses no se dejaron engañar. Vieron a Alemania, no a Francia, como su principal rival, y Trump en particular no ocultó su extrema desconfianza y disgusto por Berlín. 
 Para asegurar su independencia de Washington, los capitalistas alemanes entablaron una estrecha relación con Moscú. Esto enfureció a sus «aliados» al otro lado del Atlántico, pero les proporcionó beneficios considerables en forma de abundantes y baratos suministros de petróleo y gas.
 Ser privado de estos suministros es un precio muy alto a pagar por mantener felices a los estadounidenses. Bajo Angela Merkel, Alemania conservó celosamente su papel independiente. Se requirió una guerra en Ucrania para que Alemania se alineara, al menos por el momento. 
 Por el momento, Estados Unidos ha logrado utilizar la guerra para reforzar su control sobre Europa. Pero no está del todo claro cuánto durará la paciencia de los alemanes y otros europeos. Las contradicciones generadas por esta situación solo quedarán claras cuando el negocio ucraniano esté arreglado.

 ¿Qué victoria? 

En la guerra actual, sobre todo, es un error hablar de una victoria rusa o ucraniana. Primero es necesario definir qué significa victoria. 
 Por parte de Ucrania, la respuesta es simple: lograr la derrota militar de Rusia y obligar a las fuerzas rusas a retirarse de todos los territorios ocupados, incluida Crimea. Pero aunque pueda parecer simple, la mayoría de los expertos militares están de acuerdo en que es un objetivo cada vez más improbable. 
 Para Rusia, las cosas son aún más simples. En teoría, Putin podría reclamar la victoria si Rusia logra tomar el control de todo el Donbás y el puente terrestre a Crimea. Pero ciertamente le gustaría más, por ejemplo, tomar Odesa y la costa del Mar Negro. 
 Eso estrangularía económicamente a Ucrania y la reduciría a un Estado de vasallaje. Sería un golpe demoledor para la OTAN y expondría los límites del poder estadounidense. Naturalmente, los estadounidenses harán todo lo que esté a su alcance para evitarlo. Pero está lejos de ser seguro que puedan tener éxito.
 Biden acaba de anunciar más ayuda para Ucrania. Pero no será suficiente para cambiar el rumbo de la guerra, que ahora fluye en dirección a Rusia. Lo que Washington quiere es seguir suministrando armas suficientes para mantener el conflicto en Ucrania y, por lo tanto, socavar a Rusia. 
 Sin embargo, a pesar de todas las demostraciones públicas de valentía, los estrategas militares serios han entendido que es imposible que Ucrania derrote a Rusia. El general Mark A. Milley es el vigésimo presidente del Estado Mayor Conjunto, el oficial militar de más alto rango de los EE. UU. Por lo tanto, sus opiniones deben tomarse muy en serio cuando dice: 
 “Entonces, en términos de probabilidad, la probabilidad de una victoria militar ucraniana definida como expulsar a los rusos de toda Ucrania que incluiría lo que definen o que afirman que es Crimea, la probabilidad de que eso suceda en un momento cercano no es alta, militarmente”.
 Los imperialistas continúan con su juego macabro. Están avivando los fuegos de la guerra, lo suficiente como para mantenerlos encendidos, pero sin proporcionar a los ucranianos los medios necesarios para ganar. 
 El hecho de que este escenario signifique inevitablemente la destrucción, la miseria, la muerte y el sufrimiento más espantosos para innumerables personas es un asunto de completa indiferencia para ellos. Pero hay límites para todas las cosas. 
 A diferencia de los hipócritas imperialistas, la clase obrera de Occidente siente genuina simpatía por el terrible sufrimiento de millones de pobres en Ucrania. Donan dinero, ropa y alimentos, que no pueden pagar, para ayudar a las víctimas de la guerra. Abren sus casas sin esfuerzo y comparten lo que tienen con los refugiados sin hogar. Y esto es dice mucho a su favor. 
 Pero una cosa es expresar solidaridad con las víctimas de la guerra. Y otra muy distinta es apoyar, directa o indirectamente, la política cínica del imperialismo, que explota la miseria de millones de hombres, mujeres y niños para prolongar deliberadamente el conflicto en beneficio de sus propios intereses egoístas. 

 ¿Guerra nuclear? 

El único elemento realmente nuevo en el reciente discurso de Putin fue su anuncio de la suspensión de la participación de Rusia en las conversaciones sobre un tratado de control de armas nucleares. Además, anunció que se habían puesto en servicio de combate nuevos sistemas estratégicos y amenazó con reanudar las pruebas nucleares si Estados Unidos comenzaba primero.
 La insinuación de Putin de que podría considerar el uso de armas nucleares fue casi seguro un engaño, pero sus palabras inmediatamente hicieron sonar las alarmas en Washington y Bruselas. El semblante de Stoltenberg, el noruego con cara de piedra al que le gusta llamarse a sí mismo Secretario General de la OTAN, por una vez traicionó algunos leves signos de emoción por las declaraciones de Putin. 
 Cualesquiera que sean las intenciones de los estadounidenses, una guerra real con Rusia no figura entre ellas. Una confrontación directa entre la OTAN y Rusia, con todas sus implicaciones nucleares, será evitada por ambas partes a toda costa. 
 Los estadounidenses no tienen intención de dejar que las cosas lleguen tan lejos. Es precisamente por esta razón que los estadounidenses tienen varios canales abiertos con Rusia, para evitar cualquier posibilidad de eventos descontrolados que puedan conducir a desarrollos indeseables.
 Todo esto dará mayor peso a los esfuerzos de hombres como el presidente del Estado Mayor Conjunto, el general Mark Milley, para presionar a Zelenski para que inicie conversaciones con Rusia. Pero este es el beso de la muerte desde el punto de vista ucraniano. 
 “Cuando haya una oportunidad de negociar, cuando se pueda lograr la paz, aprovéchala”, dijo Milley. «Aprovechar el momento.» 
 Pero si las negociaciones nunca se materializan o fracasan, Milley dice que Estados Unidos continuará armando a Ucrania, incluso cuando la victoria militar absoluta de cualquiera de las partes parece cada vez más improbable.
 “Tiene que haber un reconocimiento mutuo de que la victoria militar probablemente, en el verdadero sentido de la palabra, tal vez no se pueda lograr por medios militares y, por lo tanto, es necesario recurrir a otros medios”, dijo. Esta es una clara advertencia a Zelenski de que el continuo apoyo al imperialismo estadounidense no puede darse por sentado. Y es esto, no las declaraciones retóricas de Joe Biden en Kiev y Varsovia, lo que finalmente determinará el destino de Ucrania. 
 Hay, de hecho, límites definidos a la voluntad de EE. UU. de continuar pagando la factura de una guerra costosa sin un final claro a la vista. Washington siempre se ha mostrado reacio a suministrar a Kiev el tipo de armamento avanzado que ha estado solicitando.
 Esto tiene la intención de enviar una señal a Moscú de que EE. UU. no está dispuesto a proporcionar armas que podrían escalar el conflicto, creando la posibilidad de un enfrentamiento militar directo entre Rusia y la OTAN.
 Esto subraya los peligros que están implícitos si se permite que continúe la guerra. Hay demasiados elementos incontrolables en juego, lo que podría dar lugar a una especie de espiral descendente que podría conducir a una guerra real entre la OTAN y Rusia. 
 El peligro de tales desarrollos se subrayó en noviembre de 2022, cuando el mundo se sorprendió al escuchar la declaración del presidente polaco de que su país había sido alcanzado por misiles de fabricación rusa, y los medios occidentales afirmaron que Rusia estaba detrás. 
 Esa mentira pronto quedó expuesta cuando el propio Pentágono reveló que el misil que impactó en una instalación de granos polaca en una granja cerca del pueblo de Przewodow, cerca de la frontera con Ucrania, fue disparado por el ejército ucraniano. 
 La OTAN y los polacos se apresuraron a explicar que todo fue “un lamentable accidente”. Pero a pesar de que el misil es un misil antiaéreo S-300 con un alcance muy limitado, que difícilmente podría haber sido disparado desde Rusia, Zelenski mintió descaradamente e insistió en que fue un ataque deliberado de Rusia. 
 Esperaba que le hubiera dado una poderosa palanca para exigir más armas y dinero. Y en el mejor de los casos (desde su punto de vista) podría empujar a la OTAN a tomar medidas de represalia contra Rusia, con interesantes consecuencias.
 Si ese incidente hubiera servido para empujar a la OTAN a actuar contra Rusia, podría haber desencadenado una cadena imparable de eventos que podría haber llevado a una guerra total. No hay duda alguna de que le vendría muy bien a Zelenski ver a la OTAN entrar en guerra y así sacarle sus castañas calientes del fuego. 
 Una conflagración europea general habría sido una pesadilla para millones de personas. Pero para Zelenski y su camarilla habría sido la respuesta a todas sus oraciones. Naturalmente, sería imposible para los estadounidenses permanecer al margen, calentándose las manos en las llamas. 
 Tendría que haber tropas estadounidenses sobre el terreno. Excelentes noticias desde el punto de vista del régimen de Kiev, pero nada desde el punto de vista de la Casa Blanca y el Pentágono. ¡Eso no se suponía que fuera parte del guión! 
 La perspectiva de una nueva ofensiva rusa llena de alarma a los hombres en Kiev. Esto explica la reciente intensificación de la ofensiva diplomática de Zelenski: los repentinos viajes a Londres y Washington, y las melodramáticas apariciones de Biden en Kiev y Varsovia. 
 Zelenski es un hombre desesperado. Y los hombres desesperados hacen cosas desesperadas. Claramente, hay elementos en el ejército y los servicios secretos ucranianos que están buscando cualquier excusa para organizar una provocación que esperan finalmente arrastre a la OTAN a una participación directa en la guerra. 
 El incidente del misil disparado en territorio polaco por una unidad del ejército ucraniano es un buen ejemplo. Hay muchas razones para creer que en este momento se están tramando provocaciones nuevas e incluso más graves en Kiev.
 Ayer, Rusia afirmó que Ucrania estaba intensificando sus esfuerzos para invadir Transnistria, la región separatista de Moldavia respaldada por Moscú, y prometió una “respuesta”. Eso es completamente posible. Ya sea que se materialice o no, alguna nueva provocación es completamente predecible.

 ¿Ahora qué? 

El dicho de Napoleón de que la guerra es la más compleja de todas las ecuaciones conserva toda su fuerza. La guerra es una imagen en movimiento con muchas variantes imprevisibles y escenarios posibles.
 La variante que la máquina de propaganda occidental ha presentado con confianza desde el comienzo de las hostilidades pareció validarse con el éxito de la ofensiva ucraniana en septiembre de 2022 y, más tarde, con la retirada rusa de la parte occidental de Jersón. Sin embargo, debemos guardarnos de sacar conclusiones impresionistas de un número limitado de acontecimientos. El resultado de las guerras rara vez se decide en una sola batalla, o incluso en varias batallas.
 La pregunta es: ¿esta victoria, o ese avance, alteró materialmente el equilibrio de fuerzas subyacente, que es el único que puede determinar el resultado final? Estas cuestiones fundamentales aún no se han determinado. Son posibles diferentes resultados, dependiendo de cómo se desarrollen las condiciones tanto en Rusia por un lado, como en Ucrania y sus amos occidentales por el otro.
 Rusia ha estado acumulando sus fuerzas en el este, fortaleciendo su presencia militar en Bielorrusia e intensificando su bombardeo aéreo tanto de objetivos militares como de la ya debilitada infraestructura ucraniana. 
 Hasta ahora, los ucranianos han mostrado un notable nivel de resiliencia. Pero no está claro cuánto tiempo se puede mantener la moral tanto de la población civil como de los soldados en el frente. 
 Sin embargo, una cosa está clara. La próxima ofensiva rusa no será como la anterior que fracasó de manera tan ignominiosa. Los rusos atacarán con todos los números y la potencia de fuego a su disposición. Y parece muy poco probable que los ucranianos, ya severamente debilitados por las grandes pérdidas y la destrucción de su infraestructura, puedan resistir. 
 Sin embargo, eso no significa el fin de las hostilidades. Para asegurar una victoria total, los rusos tendrán que ir mucho más allá, hasta que hayan socavado por completo la capacidad de combate del ejército ucraniano ¿Es posible? Sí, es posible. Rusia tiene reservas considerables que aún no se han puesto en juego y de las que Ucrania carece. Pero no será fácil ni rápido. Las noticias de serios reveses en el frente tendrán un efecto en la moral. Con el tiempo, estallarán divisiones en la capa dirigente de Kiev entre los nacionalistas de derecha, que desean luchar hasta el final, y los elementos más pragmáticos, que ven que una mayor resistencia sólo conducirá a la destrucción total de Ucrania y que algún tipo de acuerdo negociado es la única salida. Sea cual sea el resultado, no se puede hablar de un retorno al statu quo en Europa. Ha nacido un nuevo período de extrema inestabilidad, guerras, guerras civiles, revolución y contrarrevolución. 

 Alan Woods (CMI)
 Londres 24 febrero 2023