domingo, 28 de junio de 2015

Katiuska Blanco: `Cuba está dispuesta a ser solidaria también con el Sur de los países del Norte´




Hablamos con Katiuska Blanco, periodista y autora de dos biografías sobre Fidel Castro, en la Cumbre de los Pueblos, celebrada en Bruselas los días 10 y 11 de junio. La escritora denuncia en este foro alternativo a la Cumbre Oficial CELAC-Unión Europea -que también se celebró en la capital belga- que los poderosos se preocupan -supuestamente- por los derechos humanos en Cuba o Venezuela, pero poco les importan los "humanos sin derechos" que viven también en la rica Europa.

Palabras a los intelectuales: vigencia y perdurabilidad




Hace unos días le escuché decir a uno de los dirigentes históricos de la Revolución cubana que la actual es la etapa más compleja de su historia.
En esta confluyen varios escenarios y fenómenos que corroboran tal afirmación: actualización del modelo económico y social cubano; normalización de las relaciones con el gobierno estadounidense; una globalización neoliberal que arremete contra nuestra identidad cultural, memoria histórica e ideales emancipadores; el afán del imperialismo de mantener a todo costo y a toda costa un mundo unipolar con la propuesta de, o te sumas o no existes; el desafío que representa lograr un uso creciente e inclusivo de las tecnologías de la información y las comunicaciones por parte del pueblo cubano, y el debate a nivel de toda la sociedad de temas diversos, atractivos; pero también de otros con un fuerte trasfondo ideológico como la libre expresión, democracia, sistema político cubano y Partido único. En tales circunstancias los revolucionarios cubanos requerimos de armarnos de elementos, informaciones, evidencias y fundamentos que nos permitan exponer con inteligencia y creatividad el poderoso caudal de argumentos de la Revolución.
Releyendo ese magnífico documento político que se titula Palabras a los intelectuales, me percato que en este mes de junio se cumplen 54 años de aquella magnífica intervención de Fidel Castro ante los escritores y artistas cubanos, reunidos los días 16, 23 y 30 de junio de 1961 en la Biblioteca Nacional José Martí para tratar temas de la cultura.
Palabras a los intelectuales trazó un derrotero que llega hasta nuestros días, convocándonos a defender la política cultural y todo lo que representa la Revolución en sí misma.
Por su vigencia en las condiciones actuales, exponemos algunas de las ideas y conceptos esenciales enunciadas por Fidel:
“Si la Revolución comenzó trayendo en sí misma un cambio profundo en el ambiente y en las condiciones, ¿por qué recelar de que la Revolución que nos trajo esas nuevas condiciones para trabajar pueda ahogar esas condiciones? ¿Por qué recelar de que la Revolución vaya precisamente a liquidar esas condiciones que ha traído consigo?

(…)

“Si los hombres se juzgan por sus obras, tal vez nosotros tendríamos derecho a considerarnos con el mérito de la obra que la Revolución en sí misma significa, y sin embargo no pensamos así. Y creo que todos debiéramos tener una actitud similar. Cualesquiera que hubiesen sido nuestras obras, por meritorias que puedan parecer, debemos empezar por situarnos en esa posición honrada de no presumir que sabemos más que los demás, de no presumir que hemos alcanzado todo lo que se puede aprender, de no presumir que nuestros puntos de vista son infalibles y que todos los que no piensen exactamente igual están equivocados. Es decir, que nosotros debemos situarnos en esa posición honrada, no de falsa modestia, sino de verdadera valoración de lo que nosotros conocemos. Porque si nos situamos en ese punto, creo que será más fácil marchar acertadamente hacia adelante. Y creo que si todos nos situamos en ese punto —ustedes y nosotros—, entonces, ante esa realidad, desaparecerán actitudes personales y desaparecerá esa cierta dosis de personalismo que ponemos en el análisis de estos problemas.

(…)

“Porque si alguna preocupación a nosotros nos embarga ahora, si algún temor, es con respecto a la Revolución misma. La gran preocupación que todos nosotros debemos tener es la Revolución en sí misma. ¿O es que nosotros creemos que hemos ganado ya todas las batallas revolucionarias? ¿Es que nosotros creemos que la Revolución no tiene enemigos? ¿Es que nosotros creemos que la Revolución no tiene peligros?

(…)

“Permítanme decirles en primer lugar que la Revolución defiende la libertad, que la Revolución ha traído al país una suma muy grande de libertades, que la Revolución no puede ser por esencia enemiga de las libertades; que si la preocupación de alguno es que la Revolución vaya a asfixiar su espíritu creador, que esa preocupación es innecesaria, que esa preocupación no tiene razón de ser.

(…)

“…revolucionario es también una actitud ante la vida, ser revolucionario es también una actitud ante la realidad existente, y hay hombres que se resignan a esa realidad, hay hombres que se adaptan a esa realidad; y hay hombres que no se pueden resignar ni adaptar a esa realidad y tratan de cambiarla, por eso son revolucionarios.

(…)

“Si a los revolucionarios nos preguntan qué es lo que más nos importa, nosotros diremos: el pueblo. Y siempre diremos: el pueblo. El pueblo en su sentido real, es decir, esa mayoría del pueblo que ha tenido que vivir en la explotación y en el olvido más cruel. Nuestra preocupación fundamental siempre serán las grandes mayorías del pueblo, es decir, las clases oprimidas y explotadas del pueblo. El prisma a través del cual nosotros lo miramos todo es ese: para nosotros será bueno lo que sea bueno para ellos; para nosotros será noble, será bello y será útil todo lo que sea noble, sea útil y sea bello para ellos.
“Si no se piensa así, si no se piensa por el pueblo y para el pueblo, es decir, si no se piensa y no se actúa para esa gran masa explotada del pueblo, para esa gran masa a la que se desea redimir, entonces sencillamente no se tiene una actitud revolucionaria. Al menos ese es el cristal a través del cual nosotros analizamos lo bueno y lo útil y lo bello de cada acción.

(…)

“Porque la Revolución debe tener la aspiración de que marchen junto a ella no solo todos los revolucionarios, no solo todos los artistas e intelectuales revolucionarios. Es posible que los hombres y las mujeres que tengan una actitud realmente revolucionaria ante la realidad, no constituyan el sector mayoritario de la población: los revolucionarios son la vanguardia del pueblo. Pero los revolucionarios deben aspirar a que marche junto a ellos todo el pueblo. La Revolución no puede renunciar a que todos los hombres y mujeres honestos, sean o no escritores o artistas, marchen junto a ella; la Revolución debe aspirar a que todo el que tenga dudas se convierta en revolucionario; la Revolución debe tratar de ganar para sus ideas a la mayor parte del pueblo; la Revolución nunca debe renunciar a contar con la mayoría del pueblo, a contar no solo con los revolucionarios, sino con todos los ciudadanos honestos, que aunque no sean revolucionarios —es decir, que no tengan una actitud revolucionaria ante la vida—, estén con ella. La Revolución solo debe renunciar a aquellos que sean incorregiblemente reaccionarios, que sean incorregiblemente contrarrevolucionarios.

(…)

“Nosotros hemos sido siempre muy optimistas. Creo que sin ser optimista no se puede ser revolucionario, porque las dificultades que una Revolución tiene que vencer son muy serias. ¡Y hay que ser optimistas! Un pesimista nunca podría ser revolucionario.

(…)

“La generación venidera será mejor que la nuestra; pero nosotros seremos los que habremos hecho posible esa generación mejor. Nosotros seremos forjadores de esa generación futura. Nosotros los de esta generación sin edades en la que cabemos todos: tanto los barbudos como los lampiños, los que tienen abundante cabellera, o no tienen ninguna o la tienen blanca. Esta es la obra de todos nosotros.

(…)

“Y nos ha tocado vivir un acontecimiento histórico. Se puede decir que el segundo gran acontecimiento histórico ocurrido en los últimos tres siglos en la América Latina, del cual los cubanos somos actores. Y que mientras más trabajemos más será la Revolución como una llama inapagable, y más estará llamada a desempeñar un papel histórico trascendental.

(…)

“Cuando una Revolución es un acontecimiento tan importante en la historia humana, que bien vale la pena vivir una Revolución aunque sea solo para ser testigos de ella. Ese también es un privilegio, que los que no son capaces de comprender estas cosas, los que se dejan tupir, los que se dejan confundir, los que se dejan atolondrar por la mentira, pues renuncian a ella”.

Omar Pérez Salomón

sábado, 20 de junio de 2015

Cuba feliz.


Bloqueo contra Cuba




El objetivo sigue siendo acabar con la revolución

Este documental, recientemente exhibido en Francia y realizado por el periodista Hernando Calvo Ospina, muestra que el bloqueo a Cuba no ha terminado. Que Estados Unidos quiere cambiar de táctica pero su objetivo sigue siendo acabar con la revolución. Y que la gran mayoría de cubanos sigue con su revolución. Altas autoridades políticas y personas "de a pie" dejan en claro el ayer y, en particular, el hoy del bloqueo de Estados Unidos contra Cuba.

Hernando Calvo Ospina
Association France-Cuba

martes, 16 de junio de 2015

EE.UU.: El negocio es negar visas, no otorgar visas




Cola en la Sección de Intereses de EE.UU. en La Habana

Hace pocos días Walter Lippmann en su boletín informativo CubaNews, puso una nota en un artículo donde explicaba que un amigo suyo residente en Miami le contó que a la suegra, en la Sección de Intereses de Estados Unidos en la Habana, le habían negado la visa para viajar a Miami, una visita netamente familiar y justificada; señalaba además que también le habían negado la visa a docenas de personas que intentaban viajar con el mismo fin, no con el de emigrar a Estados Unidos.
Otro comentario sobre el asunto lo realizó Karen Lee Wald, en su blog Cuba Inside Out, donde señalaba las acciones que toma Estados Unidos. Por una parte niega las visas a estas personas que desean visitar a sus familiares que viven en Estados Unidos, mientras se gastan millones de dólares en Radio y Televisión Martí para tratar infructuosamente de llevar la imagen de Estados Unidos a los cubanos, lo que sería más económico si les otorgaran las visas.
Como todo esto tiene cierto interés y luce contradictorio, decidí hacer una investigación sobre el problema para tratar de descifrar lo que está sucediendo.
Es una cosa real que las visas en la mayoría de los casos no se están otorgando. Muchas de las personas con las que hablé, cuando salían de la Sección de Intereses venían seriamente consternados, pues no sabían cuándo podrían ver a sus familiares, algunos de ellos habían sido rechazados en tres oportunidades. Los oficiales estadounidenses les habían explicado problemas burocráticos con los documentos, la edad que tenían que hacía pensar se quedarían en Estados Unidos y otra serie de pretextos para no otorgarle la visa que estaban solicitando.
Algunos de los rechazados, que aún no han llegado a la tercera edad, mencionaban que no vendrían más a solicitar visa, que junto con algunos amigos prepararían un viaje ilegal por mar para tratar de llegar a territorio estadounidense, como han hecho unos cuantos, sobre todo con la seguridad de que las autoridades cubanas no están interviniendo en estos intentos y cuando más dan consejos para no poner en riesgo la vida de los que se aventuran. Aspiran a convertirse en “pies secos” y evitar el trámite de la visa.
Un pequeño grupo maneja otras opciones. Tienen su pasaporte y pueden salir del país cuando lo deseen, por lo que harán gestiones de visa en algún país de Centro América o en México, avisarán a sus familiares en Estados Unidos para que los vayan a recoger en un auto con chapa de dicho país, estos les llevarán ropa y si es posible algún documento acreditando que ya viven en Estados Unidos y según plantean, pasaran la frontera tranquilamente, como ya otros lo han hecho y llegarán a Miami, también como “pies secos”.
Es posible que uno de los propósitos del gobierno estadounidense con la negativa de visas sea el provocar que los viajes ilegales aumenten. No es lo mismo decir que Cuba dejó salir un número de personas que no tuvieron problema para viajar a Estados Unidos en las líneas aéreas que cubren la ruta, que decir han llegado varios grupos de inmigrantes ilegales en botes, lanchas y otros vehículos, que “vienen huyendo del comunismo”. La propaganda contra Cuba se beneficia de esto, nadie va a decir que no le dieron la visa en la Sección de Intereses de Estados Unidos en la Habana.
Pero la investigación llegó a otro aspecto, el económico. Cada persona que es entrevistado por estar solicitando visa para viajar a Estados Unidos tiene que pagar 160 cuc por la entrevista (al cambio establecido son unos 195 dólares), de acuerdo con lo que me plantean los entrevistados son citadas 600 personas diarias, por lo que por ese concepto el gobierno de Estados Unidos recauda 96,000 cuc diarios, 480,000 semanales (mas de 585,000 dólares al cambio establecido). No voy a continuar sacando cuentas, estoy seguro que ustedes pueden hacerlo, pero es muy sencillo, cada diez semanas recaudan 4 millones 800,00 cuc (5 millones 850,000 dólares.)
Cuando una persona es rechazada y no se le otorga la visa, pierde su dinero. Cuando regresa a solicitar la visa nuevamente tiene que pagar otra vez. Si otorgan muchas visas las personas no regresan a solicitarla nuevamente, resuelven su problema con 160 cuc. Si se la niegan entonces pudiera costarle 320 o quizás 480, que por lo regular al que le cuesta es al familiar que reside en Estados Unidos. Si otorgan muchas visas, pierden los ” clientes”.
Algunos, para recibir la visa le han dado dinero al funcionario (corrupción administrativa), hay funcionarios que se enfadan, otros se dejan querer, la gente que hace la cola ya sabe quién es uno y otro, si te cayó el que se deja querer puedes salvarte, pero nunca dándole el dinero dentro de la Sección de Intereses, eso se resuelve en una gasolinera, un supermercado, o una pizzería; pudiera ser la de la calle J entre 9 y 11 donde los funcionarios acuden con frecuencia y no llama la atención que junto a él estén allí otras personas.
Realmente yo consideraba que el otorgamiento de visas, especialmente a familiares que van a realizar un acto de “reunificación familiar”, madres y padres que van a ver a sus hijos y nietos, personas que van a pasar unos días con sus hermanos y sobrinos era algo al que el gobierno de EstadosUnido le daba un tratamiento “humanitario”, pero esta investigación ha revelado que el tratamiento es netamente “comercial”, no hay consideración alguna con la pobre viejita que quiere viajar, ni con su hijo que además de pagar los impuestos al gobierno estadounidense, tiene que pagar un trámite a un precio estratosférico, que por lo regular debe hacer dos o tres veces hasta que le den la visa.
Quizás una auditoría de la General Accounting Office del gobierno de Estados Unidos encontraría muchos problemas más de los que yo he podido conocer entrevistando a los “rechazados”.
Esa es la verdadera entraña del monstruo, importante caballero es don dinero.

Néstor García Iturbe

Internet: ¿Qué hacen con nuestros datos?




Todos hemos oído alguna vez decir que cuando un producto es aparentemente gratuito, es probable que en realidad lo estemos pagando con datos. Ocurre con las redes sociales, las tarjetas de fidelización de tiendas o supermercados o con un sinfín de aplicaciones que nos ofrecen servicios más o menos relevantes a cambio, solamente, de nuestros detalles personales.
Pero más allá de intuir que nosotros somos el producto, en realidad desconocemos qué se hace exactamente con nuestra información, o en qué consiste y cómo funciona ese pago con datos. En realidad, no es una cuestión sencilla, y cada aplicación cuenta con sus propios procedimientos y lógicas. En el caso de la navegación por Internet, por ejemplo, las empresas y prestadores de servicios nos ofrecen de forma gratuita sus motores de búsqueda, páginas webs y servicios asociados, para leer la prensa, consultar la previsión meteorológica, o estar en contacto con otras personas a través de redes sociales o foros. No obstante, cada vez que entramos en una web estamos descargando automáticamente una serie de microprogramas conocidos comocookies que recaban información de nuestra actividad online y hacen llegar al propietario de la web visitada información sobre nuestra IP, MAC o IMEI (la matrícula de nuestro dispositivo), el tiempo y forma en que utilizamos un sitio concreto u otros sitios que estén abiertos en el mismo momento, identifica si somos visitantes habituales y qué uso hacemos de la página de Internet, en qué secuencia y cómo accedemos a otros sitios, etcétera. Además, es habitual que diferentes empresas paguen al sitio que visitamos para poder instalarnos sus propias cookies, como también lo es que la empresa utilice los datos no solo para sus estudios internos, sino que los venda a terceros.
En realidad, cada vez que visitamos una página con el ordenador, el teléfono móvil o la tableta, recibimos decenas de peticiones de instalación de cookies. Somos, pues, el producto porque a cambio de la información que obtenemos proporcionamos detalles sobre nuestra actividadonline y, a menudo, datos personales como nuestro nombre y ubicación, hábitos, tarjeta de crédito, etcétera, de los que no tenemos forma de controlar dónde acaban. Ante esto, el único recurso de autoprotección es o no aceptar cookies y renunciar al servicio, o borrarlas sistemáticamente de nuestro ordenador, algo tan engorroso como limitadamente útil.
Facebook, una red social utilizada por más de mil millones de personas al mes, dispone de los datos que el usuario deposita voluntariamente en ella, pero también hace inferencias en base a nuestras interacciones con personas e información, las comparte con terceros y elabora un perfil único que le permite determinar qué aparece en nuestro muro, tanto por parte de nuestros amigos como de anunciantes. Todo me gusta o registro a través de Facebook genera información que es analizada y clasificada por algoritmos con el fin tanto de conocernos individualmente como consumidores, como de elaborar perfiles sociales destinados a agencias de publicidad. El registro continúa incluso si hemos cerrado la página: a no ser que salgamos manualmente, las cookies de Facebook continuaran espiando todo lo que hacemos online.
Si, además, hemos instalado Facebook en nuestro teléfono móvil, junto con su aplicación de mensajería, el sistema podrá activar remotamente nuestra cámara o micro, acceder a nuestras fotografías y mensajes, etcétera, y así ir perfeccionando nuestro perfil.
El ejemplo de la navegación web es el más habitual, pero ya no el único protagonista. El mismo despliegue de conexiones no aparentes y de compraventa de datos se produce también cuando utilizamos una tarjeta de fidelización de cliente, que relaciona nuestro patrón de consumo con un nombre, dirección, a menudo unos datos bancarios y las respuestas al cuestionario que habitualmente acompañan la solicitud.
A no ser que salgamos manualmente de la página, Facebook continuarán espiando lo que hacemos.
Otro ámbito en el que la recogida de datos es cada vez más relevante es el espacio público. Nuestro incauto deambular por las calles tiene cada vez menos de anónimo, y los sensores que leen los identificadores únicos y la geolocalización de nuestros dispositivos, las cámaras termales y de video vigilancia, las redes wifi, las farolas inteligentes o los sensores de lectura automática de matrículas nos incorporan de forma rutinaria a bases de datos públicas y privadas que en algún lugar le sirven a alguien para obtener un beneficio que ni conocemos ni controlamos.
El ámbito doméstico es quizás el espacio dónde esa monitorización de nuestros movimientos y rutinas para elaborar patrones vendibles aumenta de forma más preocupante: todos los electrodomésticos inteligentes, del contador de la luz al televisor, pasando por la nevera, construyen una red de extracción de datos que quiere perfeccionar la imagen de quiénes somos, qué queremos o qué podemos querer. El reto es ser capaz de adelantarse a nuestras necesidades para tentarnos a adquirir productos o servicios que aún no sabemos que deseamos. Pagamos, pues, dos veces: cuando adquirimos el electrodoméstico o abonamos el recibo de la luz, en euros, y cada vez que le proporcionamos información, con datos personales.
Hay empresas que han empezado a explorar la posibilidad de convertirse en data brokers de los ciudadanos, una especie de corredores de datos que gestionarían nuestra información devolviéndonos una parte del beneficio generado por ella. Que nadie espere hacerse rico: de momento las empresas que intentan abrirse camino en este turbio mundo no dan más que unos cuantos euros al mes a cambio de información tan sensible como datos médicos o bancarios. De momento, el verdadero dinero no se encuentra en la relación entre ciudadanos y servicios que recogen datos. La economía de los datos es aún poco más que una promesa, de la que hasta ahora se benefician muy pocos actores (Facebook o Tuenti, Google,Foursquare, YouTube, etc.), y más por la fiebre inversora que por la cuenta de resultados. Al albor de esta promesa de negocio, eso sí, proliferan los corredores de datos dedicados al cruce de diferentes bases para aumentar el precio de venta de los perfiles generados a partir del cruce de información de actividad online y offline: los informes médicos, por ejemplo, pueden añadir mucho valor a un historial de búsqueda en Internet.
Hay empresas que ya exploran la posibilidad de convertirse en ‘brokers’ de datos de los ciudadanos
A algunos este escenario no les genera ninguna inquietud. Pagar con información propia abre también la puerta a la promesa de servicios personalizados y atención individualizada. Sin embargo, los corredores de datos no se limitan a cruzar detalles de lo que compramos, con quién interactuamos y qué nos gusta. Este comercio incluye también, y cada vez más, historiales médicos, datos fiscales y de renta o datos bancarios. El tipo de información que puede determinar si se nos concede un crédito, si se nos ofrece un seguro médico más o menos caro o si conseguimos un trabajo. De repente, el precio pagado con información personal emerge como algo totalmente desproporcionado e incontrolable.
Al aceptar nos convertirnos en el producto, pues conviene no olvidar que aceptamos también que se nos pueda acabar apartando del juego, escondidos o ignorados porque nuestro perfil no aporta la solvencia, salud u obediencia esperada. (Tomado de El País)

Gemma Galdon Clavell, doctora en políticas públicas y directora de investigación en Eticas Research and Consulting.

Los poderes del imperio y la Internet en Cuba




En los últimos meses varias noticias publicadas por medios de comunicación refieren pronunciamientos de poderes estadounidenses en relación con el acceso a Internet en Cuba. En todos los casos se manifiestan los aires injerencistas que provienen del norte y ratifican que los objetivos del imperio en relación con Cuba no han cambiado.
La última fue divulgada por el estadounidense Tracey Eaton en su blog The Along the Malecon, donde da cuenta que el pasado 11 de junio el Comité de Asignaciones de la Cámara de Representantes de EEUU aprobó un proyecto de ley que asignaría 17,5 millones dólares para programas de “libertad en Internet” en la mayor de las Antillas. En el mismo se plantea: “La recomendación del Comité continúa la directiva de financiación de $ 17,5 millones para la expansión del libre acceso a la información en Internet, de acuerdo con la sección 7078 de esta Ley. El Comité apoya el trabajo para mejorar el acceso a la información y a medios de comunicación independientes, incluyendo la expansión operativa a través de adquisiciones competitivas otorgadas a programas probados en campos que proporcionen acceso sin control y sin censura a Internet para un gran número de usuarios, y la investigación y desarrollo de nuevas tecnologías”.
Por su parte, un despacho de la agencia de prensa AP fechado el 9 de junio informa que Estados Unidos dijo tener la impresión de que el gobierno cubano aún no ha decidido una estrategia sobre cómo modernizar su infraestructura en el área de telecomunicaciones. Según este medio, la Subsecretaria de Estado para América Latina, Roberta Jacobson, dijo que, “si bien no tiene duda alguna del interés de las autoridades cubanas para avanzar en ese ámbito y tras numerosas reuniones que han sostenido con empresas y expertos estadounidenses, no creo que han tomado una decisión aún”
En mayo el diario español El Mundo publicó una noticia en la que anunciaba que Silicon Valley iniciaba la tarea de digitalizar y subir a Cuba a Internet. Según este medio Facebook auspició el evento Coding for Cuba, con el objetivo de construir herramientas de hardware y software dirigidas a “ayudar” a los cubanos a mejorar su conectividad y acceso a la información.
Es conocido que en menos de un año directivos de Google han visitado Cuba en dos ocasiones. A partir de las preguntas que realizaron en el recorrido que efectuaron por instituciones cubanas se evidenció su interés en el sector no estatal y que su principal objetivo era buscar información sobre las redes cubanas, la conectividad y programas que se desarrollan, así como presentarse como el hada madrina que puede solucionar los problemas de infraestructura para la conectividad y ampliación del ancho de banda que presenta nuestro país. La realidad es que no presentaron ningún proyecto concreto, ni respuestas a las preguntas que les realizaron en varios centros relacionadas con las limitaciones para acceder desde Cuba a varios servicios de Google.
En la visita de la delegación encabezada por Daniel Sepúlveda, Subsecretario de Estado y coordinador para la política internacional de las comunicaciones de Estados Unidos en marzo de este año, se evidenció también la intención de accionar con el sector no estatal.
Lo cierto es que el gobierno cubano tiene concebido el programa de informatización del país, que incluye la modernización de la infraestructura de telecomunicaciones y del equipamiento informático, la actualización del marco legal, la seguridad tecnológica, el desarrollo de contenidos, aplicaciones, servicios, comercio electrónico y del capital humano.
Cuba asumirá los propósitos planteados en el “Programa Conectar 2020”, para el desarrollo mundial de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones”, de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), sostuvo hace cerca de un mes Ernesto Rodríguez Hernández, Director General de Informática del Ministerio de Comunicaciones de Cuba.
Creo que en sentido general los principales objetivos del programa son alcanzables en el 2020: Un 60% de penetración del servicio móvil es posible si tenemos en cuenta que este año se activarán alrededor de un millón de líneas para cerrar el 2015 con cerca de 3,5 millones de usuarios – un millón de ellos con servicio de correo electrónico -, y esa tendencia creciente se va a mantener. Es factible lograr que en el 2020 el 50% de los hogares cubanos tengan acceso a Internet vía alámbrica o inalámbrica. A las personas que ya poseen acceso a la red de redes en sus viviendas a través de sus instituciones, se unirán otras en los próximos meses de manera gradual y paulatina, comenzando por aquellas que residen en el área de cobertura de los puntos de conexión inalámbrica (Wifi) que se pondrán en servicio en zonas públicas en La Habana, las capitales provinciales y otras ciudades del país, y posteriormente por vía alámbrica y a través de los móviles.
En la clausura del Primer Taller Nacional de Informatización y Ciberseguridad, el Primer Vicepresidente cubano, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, expresó:
“Las acciones de divulgación sobre el evento han permitido informar al pueblo la determinación de la dirección de la Revolución en llevar a cabo un proceso de informatización de la sociedad, masificando el uso de las TIC, satisfacer las necesidades crecientes de información y servicios, elevar el bienestar de la población y acelerar el desarrollo económico y social, y dar a conocer las razones de Cuba y nuestra verdad en la red.
“Un tema como este no puede verse des­vinculado del resto de los grandes temas a los que se enfrenta el país, y existe la voluntad y disposición efectiva del Partido y el Gobierno cubanos de desarrollar la informatización de la sociedad y poner Internet al servicio de to­dos, facilitando una inserción efectiva y au­téntica de los cubanos en ese espacio.
“El bloqueo a Cuba, aunque algunos no lo quieran considerar, ha limitado el acceso a fi­nanciamiento, tecnología, sistema, infraestructura, software y aplicaciones. El reconocimiento de su fracaso como política por parte del presidente Obama y el anuncio de realizar inversiones en el sector de las telecomunicaciones para que el pueblo cubano pueda ac­ceder a las mismas, es un reconocimiento de ello. El cambio de táctica, pero no de los ob­jetivos de la política del gobierno de Es­tados Unidos hacia Cuba, acentúa la necesidad de que avancemos más en el proceso de informatización cubano”.
En resumen, en el campo de las tecnologías de la información y las comunicaciones, el imperialismo norteamericano tiene un plan dirigido a subvertir el orden y la constitución cubana, empleando las redes y aplicaciones informáticas.
“A un plan” -dijo José Martí- “obedece nuestro enemigo: el de enconarnos, dispersarnos, dividirnos, ahogarnos. Por eso obedecemos nosotros a otro plan; enseñarnos en toda nuestra altura, apretarnos, juntarnos, burlarlo, hacer por fin a nuestra patria libre. Plan contra plan.

Omar Pérez Salomón
La pupila Insomne

sábado, 13 de junio de 2015

La economía del embargo a Cuba




Texto del 2013 traducido ahora al español

El momento ha llegado y casi ido a Washington para reparar las relaciones rotas con Cuba. Durante 53 años, la Casa Blanca ha mantenido un embargo de castigo al comercio con Cuba. Sus defensores, con el objetivo de eliminar al gobierno revolucionario de Cuba todavía suplican: “dadle tiempo.”
En 2001 el presidente George W. Bush aprobó una excepción permitiendo a las compañías estadounidenses vender productos agrícolas a Cuba para el pago inmediato, a pesar de que las importaciones procedentes de Cuba se mantuvieron fuera de los límites. Otros sectores económicos no recibieron ningún beneficio.
Los cubanoamericanos, en particular desde el sur de Florida, ahora pueden exportar bienes y remesas a familiares y amigos, mientras importan las ganancias de las ventas realizadas a sus socios cubanos en Cuba, gozando una ventaja negada al resto del país.
Expertos de Washington atribuyen una fuerza sobrehumana al lobby anticastrista; por lo que no sería el Presidente quien intente levantar los embargos comercial y de viaje a la Isla. Sin embargo, los cubanoamericanos comercian y viajan libremente a Cuba diariamente. El “embargo” se aplica a todo el mundo excepto los cubanoamericanos.
Este crecimiento del comercio internacional, disfrazado como el envío de bienes a los familiares necesitados en Cuba, ahora incluye el llenado de las barrigas de 10 o más vuelos chárter diarios desde las ciudades de Estados Unidos a Cuba. Los cubanoamericanos envían mercancías, a menudo con “mulas”, para aprovisionar a los miembros de la familia en Cuba, que necesitan suministros para sus negocios. Las “mulas” retornan con dinero en efectivo, derivado de las ventas de estos bienes. Algunas de las nuevas tiendas y restaurantes cubanos abastecidas por los cubanos de Miami hacen importantes ingresos, algunos de los cuales se gastan en Cuba, y terminan en el Banco Central de Cuba.
Miami, la ciudad grande más pobre de los Estados Unidos, obtiene rentas, ya que proporciona puestos de trabajo involucrados en la compra y venta de las mercancías enviadas a Cuba. Empleos también surgen de las tareas rutinarias creadas en torno a los vuelos chárter diarios desde y hacia Cuba, y las tasas recaudadas en despegues y aterrizajes. Añádase a esto, el trabajo para los contadores, tenedores de libros y otros.
Algunos desempleados cubanoamericanos consiguen trabajos como mulas que transportan la mercancía y el dinero de un país a otro. Bancos de Miami también se benefician.
En Cuba, este comercio también crea empleo y riqueza. Mercedes dirige un paladar [restaurante privado] en el barrio de Vedado de La Habana, “porque nos basamos en turistas que les gusta la buena comida, la cual sirvo en mi paladar.”
Algunos clientes de paladares vuelan a La Habana desde Miami. Estos cubanoamericanos van a visitar a sus familiares y tal vez comprobar sus nuevas inversiones en empresas familiares en La Habana. “Familiares en la Florida me suministran con los alimentos que no puedo conseguir fácilmente en Cuba”, dijo Mercedes, “como algunas especias y productos envasados. Les envío dinero para estos productos. Ellos hacen un beneficio, y también lo hago yo. El gobierno hace dinero de los impuestos que pago, y el empleo crece en la industria turística de Cuba “.
Vuelos charter con sede en Estados Unidos tienen las barrigas llenas, incluso aquellos con pocos pasajeros. Un gerente de la compañía de vuelos chárter nos dijo: “Los pasajeros no importan tanto. La barriga está es totalmente llena”.
Gran parte del comercio en Cuba fluye a través del Aeropuerto Internacional de Miami, es decir, el capital se mueve desde los EE.UU. a Cuba; la mayor parte de los contenidos de los equipajes, sin embargo, permanecen en Cuba. El beneficio para los servicios aeroportuarios Miami significa puestos de trabajo, tasas e impuestos, que se mantienen como capital en el sur de la Florida. Los bienes adquiridos en el sur de la Florida por los cubanos (parientes, mulas, etc.) benefician las empresas locales.
Este comercio multiplica empleos en toda la zona, así como lo hace con Cuba: En Miami las ventas emanan de las tiendas y conducen a puestos de trabajo en el transporte, estacionamientos, servicios de hotel, restaurantes, y manipulación de equipajes. Cuenten las empresas que prestan servicios a las personas que viajan a Cuba y de envío de bienes allí. No omitan la ampliación de fuerzas de la policía y los funcionarios adicionales requeridos en inmigración y aduanas; ni dejen de considerar los trabajos de reparación de aviones y sus pasarelas y el personal adicional necesario para aterrizajes y despegues, y los nuevos puestos de trabajo en la administración y el mantenimiento del aeropuerto creados por los viajes ampliados. Piensen en el aumento de los ingresos fiscales de Miami.
El Sur de la Florida representa un estado colono cubano dentro de los Estados Unidos. Contrarresta sus intereses frente a los de la sociedad dominante, con la aquiescencia ignorante de la sociedad. Los estadounidenses de origen cubano radicados en Miami y sus familias basadas ​​en Cuba han utilizado la política de Estados Unidos hacia Cuba, el embargo, que representa el poder de la nación, para su propio interés, con el fin de lograr una ventaja comparativa vis a vis sobre el resto de la población norteamericana.
Desde 1960, el compromiso de derrocar al gobierno cubano ha funcionado como la política exterior estadounidense hacia Cuba, una política ahora controlada de manera informal por los cubanoamericanos del Sur de la Florida. El enclave étnico cubanoamericano obtuvo el poder político necesario para convertir el Sur de Florida en un estado colono cubano autónomo dentro de las fronteras de Estados Unidos, por lo que el embargo no consigue aplicar al enclave cubanoamericano. Los barones del enclave utilizan el embargo para garantizar, por sí mismos, una protección del monopolio comercial con Cuba. Esto desafía declararadamente los intereses nacionales.
Camuflados por todas partes con la retórica anti-Castro, los empresarios cubanoamericanos han fabricado un negocio lucrativo con la isla, regulado por el mismo gobierno que pretenden odiar. Los congresistas de derecha pretenden luchar por cada ley para castigar al “régimen de Castro”, mientras que en la práctica, hacen la vista gorda con el creciente comercio que ayuda a la economía de la Florida y de Cuba. Preservan el embargo, pero hacen una excepción para los cubanoamericanos.
Reconociendo los hechos acerca de este comercio, la Casa Blanca podría llegar a inspirarse para levantar el embargo -un movimiento que beneficiaría a todos los estadounidenses. Los ingresos del gobierno de Estados Unidos crecerían con la apertura del comercio y los viajes a Cuba. ¡Y en el proceso también podríamos recuperar una pieza que falta de la soberanía de Estados Unidos!

*A pesar de su extraordinaria actualidad y novedad, este texto fue publicado en inglés en 2013 pero no se conoce en español. A sugerencia de Nelson Valdés, he considerado apropiado traducirlo porque presenta un ángulo que nunca se menciona en el debate sobre las relaciones entre Cuba y Estados Unidos.

Nelsón P. Valdés y Saúl Landau
La pupila Insomne

Saul Landau, Profesor Emérito de la Universidad Estatal de California en Pomona, producen FIDEL y que el verdadero terrorista favor ponerse de pie, disponible en DVD.
Nelson P. Valdés es Profesor Emérito de la Universidad de Nuevo México.

martes, 9 de junio de 2015

Fernández Retamar: 85 años




Hoy cumple 85 años Roberto Fernández Retamar, una de las más extraordinarias figuras de las letras y el pensamiento político y social de Nuestra América. Para conmemorar su natalicio comparto el "Prólogo" que escribiera en ocasión de la publicación de su esclarecedor Pensamiento de Nuestra América. Autorreflexiones y Propuestas, a comienzos del 2006.

Presentación de Pensamiento de Nuestra América, Feria del Libro de La Habana, 2006

PRÓLOGO

Uno.

Pocas veces se tiene la satisfacción de concretar la publicación de un texto como el que el lector se apresta a leer. Son muchas las razones que explican este regocijo: en primer lugar, porque Fernández Retamar es uno de los más exquisitos cultores de nuestra lengua y siempre resulta placentero para una institución como CLACSO, cuya misión es divulgar los resultados de las investigaciones y elaboraciones teóricas de los científicos sociales de América Latina, enriquecer su propuesta editorial con los escritos de quienes sin provenir de las ciencias sociales aportan nuevas perspectivas de interpretación de nuestra realidad social y, además, lo hacen con una estética deslumbrante que rara vez se encuentra en los tradicionalmente áridos escritos de los académicos. (1)
En segundo lugar, porque Fernández Retamar, poeta, ensayista y minucioso explorador de todos los recovecos de nuestra cultura, ilustra con su vida y su obra la permanente vigencia de una categoría social que los intereses dominantes y las modas intelectuales de nuestro tiempo trataron infructuosamente de borrar de la faz de la tierra: la del intelectual crítico. Ocurre que vivimos en una época en la cual las armas de la crítica son más importantes que nunca, enfrascados como estamos en una batalla de ideas encaminada a construir un nuevo sentido común y una nueva escala de valores que reemplacen la mercantilización total de la vida social que promueve el capitalismo y su corolario inevitable: la destrucción irreparable del medio ambiente y la biodiversidad, el etnocidio y el epistemicidio implícitos en el exterminio de las culturas tradicionales y la silenciosa aniquilación de los pobres y los humillados, sacrificados sin pausa y sin mengua en el altar del mercado.
Tercero y último –en una lista de “buenas razones” que podría extenderse mucho más– porque este libro, nacido del curso que su autor ofreciera a través del Campus Virtual de CLACSO, demuestra sobradamente la riqueza del pensamiento social latinoamericano. Como es bien sabido, tres siglos de sometimiento colonial unidos a casi dos siglos de neocolonialismo han dejado una huella que, sin calificarla de imborrable, es sin duda alguna muy honda, y que será muy difícil eliminar. Como consecuencia de lo anterior, las teorizaciones elaboradas en esta parte del mundo han sido consuetudinariamente valoradas como de inferior calidad a las otras, producidas “allá”, en la patria de los colonizadores.
Este libro es un formidable antídoto para combatir tan arraigado prejuicio, pues al pasar revista a los grandes florecimientos del pensamiento latinoamericano se toma conciencia de la formidable estatura alcanzada por la obra de algunos de nuestros intelectuales. Pese al carácter fragmentario y disperso de la obra de Simón Bolívar –inevitable si se tiene en cuenta que la misma no es producto de las cavilaciones de un reposado profesor de filosofía, sino el febril precipitado de un proyecto de emancipación continental del cual su autor era simultáneamente su jefe militar y político– la calidad y perspicacia de sus reflexiones sobre la vida política no son menores que las que caracterizan la obra de una serie de autores “canónicos” que no están ausentes en ningún curso de teoría política del siglo XIX. Nos referimos por ejemplo a figuras tales como James Mill, Jeremy Bentham o T. H. Green, en Gran Bretaña, o Benjamin Constant en Francia, de las cuales muy difícilmente podría decirse que hayan elaborado una visión del complejo mundo de la política más iluminadora que la que se desprende de los escritos del Libertador. Y lo mismo cabría decir de Domingo Faustino Sarmiento, quien con justa razón ha sido considerado como el Tocqueville latinoamericano; o de Joaquim Nabuco en Brasil, Francisco Bilbao en Chile, Simón Rodríguez en Venezuela, y tantos otros con los cuales Fernández Retamar conversa en este libro. Para no hablar de José Martí, quien comienza a referirse al imperialismo antes que Hobson y, por supuesto, antes que el propio Lenin; o de Mariátegui, verdadero re-creador del marxismo latinoamericano –en “América el socialismo deberá ser creación heroica, no calco y copia”, dijo el ilustre marxista peruano– en una época en que algunas de las mentes más lúcidas de Europa, con la notable excepción de Antonio Gramsci, lo habían convertido en un catecismo despojado de la savia vital que le habían infundido sus creadores. Autores latinoamericanos que, de haber nacido en Europa o Estados Unidos, seguramente serían estudiados asiduamente en las grandes universidades de hoy día, pero a quienes las contingencias que rodearon su nacimiento condenaron a un lamentable abandono, aún entre nosotros. Esta obra constituye un oportuno rescate ante ese olvido.

Dos

El camino que nuestro autor nos invita a recorrer –desde los albores de nuestras luchas por la independencia percibidos por vez primera en la rebelión de los esclavos de Haití en 1804, hasta la actualidad– está jalonado por los grandes acontecimientos que marcaron la historia de América Latina y el Caribe. Acontecimientos y, por supuesto, las transformaciones estructurales que caracterizaron al desarrollo del capitalismo en esta parte del globo y que tuvieron su correspondencia –siempre mediatizadas y jamás de manera mecánica o lineal– en el plano de las ideas. Estas condiciones de base alimentaron una seria y medular reflexión sobre lo que podríamos llamar “la condición latinoamericana” y las alternativas de superación del orden neocolonial instaurado luego de las guerras de la independencia. Como no podía ser de otra manera, las teorías y propuestas resultantes se caracterizan por una riquísima diversidad. Si en general los diagnósticos sobre el atraso y la postración de nuestros países presentan muchos rasgos en común en los más distintos autores, el espacio para el debate aún así es muy importante. Las divergencias son mayores a la hora de perfilar los contornos de la estrategia que podría desembarazarnos de las lacras de nuestro pasado: desde una “europeización” forzada de nuestras poblaciones, promoviendo sin ambages el genocidio de los pueblos originarios (en donde Sarmiento es el caso más nítido pero de ninguna manera excepcional en la región), hasta una propuesta proto-socialista y claramente antiimperialista como la que brota de la pluma de Martí y, ya en el siglo XX, de una pléyade de autores examinados en este volumen.
Riqueza de perspectivas que no sólo se concretiza en el ámbito de lo que con cierta amplitud de espíritu podríamos calificar como “pensamiento crítico”. Porque, como bien observa Fernández Retamar, el pensamiento de derecha también tuvo importantísimos exponentes en la historia de nuestros países. Pocos dudarían en nombrar a Francisco de Miranda como uno de los precursores de la independencia sudamericana. Pero, como bien señala nuestro autor, las contradicciones de clase y de nación se entrecruzaban en la obra del genial venezolano de una manera harto complicada. Ante la posibilidad de conquistar la independencia mediante la supresión de la opresión clasista, Miranda no dudaba en sacrificar la primera con tal de conservar la segunda. Esta opción se justificaba por la supuesta “inferioridad” de las clases y capas populares y el papel “naturalmente” dirigente que le tenía reservado a la elite criolla. Miranda era un ardiente independentista, pero inficionado por un pensamiento social profundamente conservador. Y, en este punto, no estaba solo: el mexicano Fray Servando Teresa de Mier compartía esas ideas, como a su vez lo hacían los líderes de las Trece Colonias inglesas un poco más al norte, independentistas pero también rabiosamente esclavistas. En tiempos más cercanos, el pensamiento social latinoamericano ha demostrado la vitalidad de esta tradición: pensemos simplemente en Mario Vargas Llosa y, sobre todo, por la profundidad de su obra, en Octavio Paz. Articulados a los grandes centros del poder económico y financiero mundial y sus imponentes aparatos propagandísticos, ambos se convirtieron –como mucho antes Vasconcelos en México– en los más locuaces portavoces de la derecha en momentos en que nuestros países eran asolados por los experimentos neoliberales. Su popularidad se vio convenientemente cultivada en la medida en que ambos fueron rodeados del halo de virtuosismo y excelencia que la derecha reserva a los renegados, es decir, a antiguos izquierdistas arrepentidos de sus pecados de juventud y que, ya en sus años maduros, multiplican sus esfuerzos para corregir sus errores y ayudar a encaminar al mundo y las jóvenes generaciones en la dirección “correcta”. (2)

Tres

Un prólogo a una obra tan rica como esta podría extenderse casi indefinidamente. Permítasenos pues evitar caer en tamaño error señalando, ya para concluir, un rasgo a nuestro entender importantísimo del pensamiento latinoamericano: su universalidad. En este y en otros ensayos, Fernández Retamar ha insistido en una idea seminal: nuestra condición de periferia del imperio nos obliga a ser universales. El “exotismo indoamericano” es uno de los peligros que, tal como acertadamente lo señala Michael Löwy, acecha al pensamiento crítico de nuestra región. Sin embargo, justo es señalar que en tal pecado han caído con harta más frecuencia europeos y norteamericanos que nuestros intelectuales críticos. Nuestra condición colonial y periférica no nos permite esos lujos. Así como Marx corregía la visión mesocrática de Hegel al concebir al proletariado como la clase universal por excelencia, nos parece que Fernández Retamar aporta elementos suficientes para entender las razones por las cuales el pensamiento emancipador de nuestro tiempo tiene su hogar en lo que Martí apropiadamente denominaba “nuestra América” y no en las metrópolis imperiales. La sutil, extensa y a la vez férrea tiranía del imperialismo no nos deja otra alternativa que pensar en términos universales, trascendiendo los “exotismos” y los particularismos. No se puede pensar seriamente a América Latina si no es desde el anti-imperialismo y el anti-capitalismo, anverso y reverso de un mismo y único tipo histórico de sociedad que ha colocado a nuestro planeta al borde de un holocausto. Cualquier pensamiento que omita abordar estos temas, en consecuencia, debe callar sobre todos los demás: hablar de democracia, derechos humanos o libertad, sin antes expedirnos sobre el permanente ataque que sobre estos valores perpetran el capitalismo y el imperialismo, descalifica como poco serio y superficial cualquier discurso, por bien intencionado que sea.
De lo anterior, de esta vocación inexorablemente universalista que caracteriza al pensamiento emancipador de América Latina, se desprenden numerosos problemas que mal podríamos tratar de examinar aquí. No obstante, hay uno que quisiéramos por lo menos dejar planteado: ¿por qué ha sido precisamente nuestra región, y no otras también sometidas a la dominación imperialista como África y Asia, la que ha sobresalido en este proceso de elaboración de un pensamiento emancipatorio, radical y antiimperialista? Descartadas las hipótesis lineales que erróneamente adjudican a la pobreza y la miseria virtudes revolucionarias, concientizadoras o contestatarias, tanto en el plano político como en el intelectual, ¿por qué ha sido América Latina el escenario en el cual se han venido plasmando estas ideas? ¿Por qué ha sido precisamente en estas tierras donde se revive la teoría del imperialismo, donde se elabora la teoría de la dependencia, donde surge la teología de la liberación, donde aparece la pedagogía del oprimido, donde resurge la teoría del estado; donde, por fin, el marxismo renace con más fuerza en momentos en que gran parte de los intelectuales progresistas de las metrópolis imperiales aceptaban resignadamente participar en sus funerales?
Creo que hay varias claves que deberían ser exploradas en un trabajo de más largo aliento. Por una parte, nuestra proximidad –geográfica, política, económica y social– con la Roma americana, para citar una vez más a Martí, es un elemento decisivo catalizador del pensamiento crítico. Si bien no hemos vivido en sus entrañas, como el Apóstol de la independencia cubana, conocemos muy bien al monstruo, lo tenemos muy cerca, y eso no puede sino favorecer una visión integral del capitalismo y del imperialismo, de su insanable naturaleza predatoria y su absoluta incapacidad para construir un mundo en donde imperen la justicia, los derechos humanos, la libertad y la democracia. En segundo lugar, porque Cuba está en América Latina, y sus luchas, su coherencia a lo largo de casi medio siglo, su inclaudicable vocación de construir el socialismo a pesar de los bloqueos, atentados y sabotajes de todo tipo pergeñados por el imperialismo, constituyen un ejemplo extraordinariamente pedagógico y una permanente fuente de inspiración para los interesados en la “autorreflexión” que nos propone Fernández Retamar. En tercer lugar, por la vitalidad de los movimientos sociales de la región que han venido oponiendo creciente resistencia a los proyectos del imperialismo. No fue por casualidad que Perry Anderson escribió que América Latina está a la vanguardia de la lucha mundial contra el neoliberalismo y el imperialismo. Las consecuencias intelectuales de semejante protagonismo no pueden por lo tanto sorprendernos.(3) Finalmente, una cuarta clave tanto o más polémica que las anteriores tiene que ver con lo siguiente: América Latina se ha convertido en la heredera privilegiada de las mejores tradiciones del pensamiento emancipador y libertario europeo, mismas que fueron relegadas al museo de antigüedades por gran parte de la intelectualidad del Viejo Continente. Por supuesto que esto no nos torna inmunes al riesgo simétrico al del “exotismo indoamericano” señalado por Löwy: el de un decadente “eurocentrismo”, que obstaculice irreparablemente la comprensión de nuestras propias realidades al percibirlas como torpes “desviaciones” de la historia ideal hegelianamente desplegada en tierras europeas.
Es un riesgo que debemos afrontar. Pero el otro, aún más grave, es el de arrojar totalmente por la borda la tradición intelectual europea, incluyendo al marxismo además del psicoanálisis y las revoluciones teóricas de proyección universal protagonizadas por Darwin y Einstein. Para desarrollar una fecunda síntesis teórica capaz de promover y facilitar los procesos emancipatorios, el pensamiento crítico latinoamericano deberá navegar por un estrecho erizado de toda clase de acechanzas pero también pletórico de grandes promesas. Por su utilidad para transitar por este azaroso recorrido, este libro de Fernández Retamar constituye un valiosísimo e indispensable mapa de navegación.

Atilio Borón
Buenos Aires, 21 de diciembre de 2005

1 En este sentido recomendamos muy enfáticamente al lector consultar la obra de Roberto Fernández Retamar, Todo Caliban (Buenos Aires: CLACSO, 2004), en donde el autor realiza una fascinante exploración de la cultura latinoamericana y las raíces profundas del colonialismo que aún hoy nos agobia. Claro está que cuando se lleva a cabo un proyecto de este tipo no sólo se iluminan los confines más recónditos de nuestra cultura, sino también los rasgos definitorios de nuestra sociabilidad.
2 Tema este que ha sido objeto de un magnífico ensayo, otra vez producido por un hombre procedente de la literatura: el dramaturgo español Alfonso Sastre. Ver su obra La Batalla de los Intelectuales (Buenos Aires: CLACSO, 2005).
3 Ver Perry Anderson 2004 “El papel de las ideas en la construcción de alternativas”, en Boron, Atilio A. (comp.) Nueva Hegemonía Mundial. Alternativas de cambio y movimientos sociales (Buenos Aires: CLACSO) pp. 44-46.

Cuba ha notificado a 130 países intentos de utilizarla en ciberataques




Intervención de Senén Casas, Secretario Ejecutivo del Consejo de Informatización y Ciberseguridad de Cuba, en la Conferencia Internacional “Nuevos Escenarios de la Comunicación Política en el Ámbito Digital 2015.

Compañeros de la presidencia, miembros del comité organizador, distinguidos invitados:

El empleo de las tecnologías de la información y las comunicaciones han creado nuevas condiciones para el desarrollo socio-económico de la humanidad. El uso seguro de estas tecnologías se convierte en un eje fundamental para la seguridad de los Estados e internacional. Nuestros países, incluso sin conocerlo, pueden estar siendo objeto de ciberataques y cada día estamos más expuestos a estas amenazas.
El uso ilegal de las nuevas tecnologías de la información con fines nocivos para generar inestabilidad política, no puede verse aislado del empleo creciente de los métodos de guerra no convencional para lograr propósitossubversivos,de carácter económico, político e incluso militar.
La complejidad y carácter transnacional de estos flagelos, requiere la cooperación a nivel político, operacional y técnico de las autoridades competentes de nuestros países.
Esta conferencia contribuye a concertar posiciones sobre temas cardinales a nivel global y regional, como el desarrollo de las tecnologías de la información y su impacto en el sistema de relaciones internacionales, la comunicación política en el ámbito digital, la ciberseguridad y la gobernanza de Internet, entre otros.
La elaboración de instrumentos jurídicos internacionales que regulen el empleo del ciberespacio y la adopción de una posición común sobre este tema, contribuirían a preservar los intereses y la seguridad de nuestras naciones.
Debe combatirse la militarización del ciberespacio, el empleo encubierto e ilegal de sistemas informáticos para agredir a otros Estados, el ciberdelito, el ciberterrorismo, así como el espionaje a gobiernos y sociedades enteras.
Internet debe tener una gobernanza internacional, democrática y participativa. No puede aceptarse que menos de una decena de emporios determinen lo que se lee, ve o escucha en el planeta.
Cuba considera de alta prioridad promover el uso pacífico y legítimo de las tecnologías de la información y las comunicaciones, así como las múltiples oportunidades que ofrece el ciberespacio para el desarrollo y bienestar de la humanidad. El enorme capital humano formado por la Revolución es innegable y constituye la principal fortaleza con que contamos para enfrentar los desafíos y retos futuros en esta esfera.
El gobierno de Cuba ha patentizado la determinación de llevar a cabo un proceso de informatización de la sociedad, de manera ordenada, regulada y segura, masificando el uso de las tecnologías de la información y las comunicaciones, en interés de satisfacer las necesidades crecientes de información y servicios, elevar el bienestar de la población y acelerar el desarrollo económico y social de la nación, proceso conducido por la máxima dirección del país a través del Consejo de Informatización y Ciberseguridad.
De igual manera, se implementa la Proyección Internacional de Cuba en materia de Ciberseguridad, orientada a promover la cooperación internacional a nivel político, operacional y técnico, para ampliar las capacidades nacionales en la prevención y mitigaciónde eventos cibernéticos nocivos, para la seguridad nacional e internacional.
Este proceso ha permitido notificar durante el 2014 y 2015 a más de 130 naciones sobre ataques cibernéticos perpetrados contra computadoras cubanas para afectar a instituciones militares, científico-técnicas y financieras ubicadas en terceros países.
Actualmente, se han establecido mecanismos de cooperación con más de una decena y se proyectan encuentros a nivel técnico operacional con igual cantidad. Resultan significativos los resultados obtenidos en la implementación de convenios gubernamentales con Rusia y China en esta área, los que contribuirán significativamente a asegurar un proceso de informatización segura de la sociedad cubana.
No podemos temer a los desafíos que impone el ciberespacio y una red como Internet. El proceso de informatización deberá estar acompañado de la seguridad necesaria que permita brindar oportunidades a todos nuestros pueblos, de participar de forma activa en la construcción de una sociedad más justa, próspera, sostenible, libre y democrática.
Trabajemos todos por lograr el necesario desarrollo de nuestras naciones, sin intromisión en los asuntos internos, defendiendo la autodeterminación de nuestros pueblos y favoreciendo la coexistencia pacífica.
Como afirmara el Presidente cubano, General de Ejército Raúl Castro Ruz, en la Clausura de la II Cumbre de la CELAC en La Habana, “el único camino para prevenir y enfrentar estas novedosas amenazas es la cooperación mancomunada entre todos los Estados”.
Las autoridades competentes cubanas reiteran la voluntad de enfrentar estos nuevos desafíos con la participación de todos sin distinción como iguales.

Lo viejo y lo nuevo




Mi casa tiene un mobiliario heterogéneo. Algunas piezas son centenarias. Casi todas exigen reparación. Los libros se amontonan por todas partes. En ese ambiente me reconozco, porque guarda una estrecha correspondencia con mis rasgos característicos y con mi historia personal. No llegaron todos de una vez. Recuerdo las circunstancias que los fueron juntando. El librero redondo fue encontrado en una de esas instalaciones antes llamadas rastros, donde se acumulaban toda clase de objetos, dejados como garantía por un préstamo garrotero. La repisa exhibe todavía su brillante barniz original. Me ha seguido a todas partes desde 1940.
No pretendo imponer a todos este modelo con toques de una vida bohemia que nunca existió. Pero me aterra la monotonía en serie que hace previsibles las salas y los dormitorios donde entraremos por casualidad un día, con sus sofás y butacas y mesita acompañante dispuestos de la misma manera. La facilidad con que nos deshacemos de objetos valiosos y adquirimos, si nos alcanza el dinero, el conjunto que ofrece la shopping, similar al del vecino y señal tangible de bienestar económico o de estatus social, sin tener en cuenta los dictados del clima o la familiar sabrosura del hogar. La obsesión por las apariencias ha estimulado la fabricación en serie de columnitas de yeso carentes de valor o estilo que se van extendiendo a lo largo de la Isla.
No rechazo el espíritu de modernidad. Me resisto a considerar la especie humana hospedada en colmenares idénticos, al margen de contextos culturales específicos. Siempre hubo arquitectos que diseñaron mansiones, jardines, y artesanos que trabajaron la madera, la cerámica y los enseres necesarios para la vida doméstica. En Cuba pudimos contar con una excelente tradición de ebanistas y herreros. Hacían obras por encargo de clientes de alto rango. Los pobres se reducían a lo elemental para dormir y, si acaso, para comer.
En el siglo XX, se produjo el desarrollo del diseño industrial a gran escala. De acuerdo con las posibilidades de la Isla, a partir del triunfo de la Revolución, se reconoció la importancia del diseño. El gran salto hacia adelante se manifestó de inmediato en la gráfica que modificó la imagen de libros y revistas de reconocimiento nacional e internacional. La calidad del cartel cubano contribuyó a difundir modelos de gusto. Muchos jóvenes lo incorporaban a su entorno de mayor cercanía, porque los paradigmas se establecen mediante la presencia compulsiva de la visualidad. Así ocurre con los modos y modas del vestuario, de los implementos domésticos, del mobiliario y aun del valor reconocido de los materiales empleados. El plástico entró a la vida común por la puerta trasera, de manera casi vergonzante. Los primeros artículos se impusieron por razones de orden práctico. Fáciles de lavar, se secaban pronto y no exigían el uso de la plancha. Subsistía el prestigio de cuanto nos había entregado la naturaleza, cada vez más escaso: la seda y el algodón, las maderas preciosas. Ahora, el plástico lo ha invadido casi todo, hasta el punto que muchos desechan las antiguas puertas de cedro o caoba bien barnizadas en favor de sustitutivos de menor calidad, encandilados todos por una falsa noción de modernidad.
Allá por los 60 del pasado siglo, Celia Sánchez Manduley auspició algunos proyectos de desarrollo cercanos a la proyección de un diseño que conjugara tradición y modernidad, cubanía y sentido utilitario. Pocos saben que la heroína de la Sierra y el llano se había formado en un ambiente propicio al crecimiento del arte y la cultura. Su padre, el doctor Sánchez Silveira, mantenía relaciones estrechas con la muy activa intelectualidad manzanillera, de ideas avanzadas en la política y en la creación artística. Desde Manzanillo, Orto, la más resistente entre las revistas culturales cubanas del pasado siglo, irradiaba hacia el resto del país.
En ese contexto, Celia refinó su sensibilidad humana y estética. Para suavizar el duro perfil arquitectónico que alberga al Consejo de Estado, el pintor René Portocarrero realizó un enorme mural de cerámica, canto a la naturaleza en armonía con los espacios de verdor único traídos de la Sierra Maestra. Modesta, eficaz, atenta a los detalles, se preocupó por unir lo útil y lo hermoso en la ejecución de las obras que se le confiaron. La ambientación del Parque Lenin incluyó el encargo de los originales platos de cerámica para una de las cafeterías. Con el auxilio del diseñador Gonzalo Córdoba, abrió un pequeño mercado de élite en Europa para un mobiliario concebido y hecho en Cuba. Eran acciones en pequeña escala que intentaban ir abriendo caminos.
En la actualidad, el diseño influye cada vez más en la vida cotidiana, modela gustos, afirma valores y, de esa manera, permea el comportamiento de las personas. En Cuba, el Instituto Superior de Diseño ha egresado generaciones de profesionales insuficientemente utilizados para mejorar el ambiente que nos rodea y la calidad de la producción nacional. Mucho se discute acerca de la apropiación inadecuada de las modas. Con mucha frecuencia se toma como modelo el vestuario del mundo del espectáculo, nunca apropiado para el andar de todos los días. La televisión podría proponer paradigmas a través de los dramatizados, combinando el indispensable toque de modernidad con la adecuación al medio en que se mueven los personajes, a sus edades y a su complexión física. Similar enfoque puede aplicarse a la imagen de los interiores, no necesariamente lujosos, sino prácticos y funcionales, así como mostrar ejemplos del mejor uso de los espacios disponibles.
Algunos rasgos identitarios nacen de la relación con el clima. Los viajeros del siglo XIX observaban que, sin alejarse de los lineamientos de la moda, las mujeres aligeraban su ropa y las ventanas se mantenían abiertas hacia la calle, acrecentando el intercambio entre el adentro y el afuera, entre el espacio privado y el público. Las avenidas con portales ofrecen sombra y refugio seguro ante los súbitos aguaceros tropicales. Las comidas proceden del mestizaje y de la historia social del país. La yuca viene de los aborígenes. La tradición de las carnes saladas procede de la necesidad de conservar los víveres en ausencia de hielo, nevera o del más tardío refrigerador. De lo impuesto por la necesidad derivó la costumbre que se convirtió en tradición. La expansión urbana del siglo XX introdujo un nuevo diseño en la ciudad. La sombra acogedora de las calles estrechas encontró un sustitutivo en el denso arbolado, víctima ahora de un sorprendente afán destructor.
La crítica situación de la vivienda y la escasez de mercancías disponibles limitan las opciones en el vestir y en el amueblar. Contribuyen a hipertrofiar el atractivo de otros modelos, propician la tendencia a la homogeneidad y activan la tentación por marcar diferencias en lo que se tiene o en lo que se quisiera poseer. Pensando en el futuro, vale la pena recordar que lo pequeño hace lo grande. A escala territorial, pueden identificarse materias primas útiles para ir sentando las bases de una producción, creativa en su diseño, que satisfaga demandas del mercado interno y pueda, quizá, sustituir importaciones en algún momento. Mucho debatimos acerca de las perversiones del gusto, de la invasión de la banalidad y los atractivos del consumismo. De la formulación abstracta de los problemas, hay que pasar al análisis de sus causas para ir andando en la búsqueda de soluciones. Todo no podrá hacerse de un solo golpe y tampoco a nivel macro. A tenor de la contemporaneidad, tenemos que construir nuestros paradigmas apuntando siempre hacia las demandas de una cotidianidad inspirada en un apetecible modelo del buen vivir.

Graziella Pogolotti

sábado, 6 de junio de 2015

Cuba: Un fracaso que premia la FAO




La Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (la FAO), acaba de publicar su último informe sobre el hambre, titulado “El Estado de la Inseguridad Alimentaria en el Mundo 2014” (1). Sus estadísticas nos sirven para comparar a Cuba con los países de su región natural –el Caribe y Centroamérica-, donde obtiene, de manera rotunda, los mejores indicadores (2).
La FAO asigna a Cuba el menor grado de subnutrición posible en su estadística, que es el de “menos del 5 %” de la población. En contraste, el 51,8 % de la población de Haití padece de subnutrición, el 14,7 % de la República Dominicana, el 14,3 % de Guatemala o el 12,1 % de Honduras.
Paradójicamente, la imagen que los medios internacionales proyectan a diario sobre Cuba es la de un país de enormes carencias, en el que los salarios –cuyo valor literal traducido a dólares repiten una y otra vez-, no alcanzaría ni siquiera para la alimentación básica (3). A la vez, silencian que en Cuba existe un fuerte subsidio del Estado a los precios de una parte de la canasta alimentaria (4). Estos medios tampoco comparan la situación de Cuba con la de los países de su entorno, despreciando la valiosa información que aportan informes como los de la FAO.
Que la práctica de la prensa del llamado Primer Mundo sea esta es sin duda chocante. Pero que en los grandes diarios de Centroamérica leamos constantes artículos y editoriales que condenan la experiencia socialista de Cuba -o la de Venezuela– como un “fracaso económico”, resulta tragicómico (5) (6). Porque entonces ¿cuál es el éxito del modelo de libre mercado en un país como Guatemala, quinto en el mundo en subnutrición infantil crónica –según UNICEF (7)-, y donde ya han fallecido –entre enero y marzo- 11 menores por desnutrición (8)? ¿Y dónde está el “modelo fallido” de Venezuela, que ha pasado –según datos de la FAO- del 14,1 % de subnutrición a su práctica eliminación (9)?
Theodor Frederick, representante de la FAO, enfatizaba el rol del Estado en la seguridad alimentaria en Cuba (10), concretado en altos subsidios a los precios de los alimentos básicos, que cubren la mitad de las necesidades nutricionales; en la entrega de alimentos gratuitos o a bajísimo precio en centros de salud, educación y comedores obreros; y en la cobertura de grupos sociales vulnerables, como personas enfermas, con discapacidades o adultas mayores (11).
Por supuesto, Cuba está lejos de presentar un cuadro idílico en este terreno. La baja producción agrícola nacional implica altos precios para los alimentos no subsidiados y el gasto de 2.000 millones de dólares en importación de alimentos, lo mismo que el país ingresa por turismo o por remesas (12). El bloqueo de EEUU, además, incrementa el precio de las importaciones, ya que el llamado “riesgo Cuba” encarece hasta un 30 % los fletes (13). Para sustituir importaciones y caminar hacia la soberanía alimentaria, el Estado cubano ha entregado ya en usufructo gratuito 1,7 millones de hectáreas de tierras ociosas a familias campesinas. Pero los resultados aún son escasos (14).
A pesar de todo, Cuba –con Venezuela- está entre los 29 países del mundo que han cumplido la meta propuesta en la Cumbre Mundial sobre la Alimentación de 1996: reducir la subnutrición a la mitad para este año 2015 (15).
Mientras, los medios internacionales siguen reproduciendo los reportes sobre el “hambre en Cuba” basados en videos (16) y reportajes (17) de supuestos “periodistas independientes cubanos”.
Por que ¿para qué desmenuzar un tedioso informe de la FAO, pudiendo publicar los disparates de personas contratadas en Cuba –con dinero del Gobierno de EEUU (18)- por organizaciones de la ultraderecha de Miami (19)?

José Manzaneda
Coordinador de Cubainformación.

(1) http://www.fao.org/3/a-i4030s.pdf
(2) http://www.fao.org/publications/sofi/2014/es/
(3) http://www.americateve.com/cubanos-el-salario-mas-nivel-mundial-n857296
(4) http://www.cubainformacion.tv/index.php/economia/62788-ireciben-realmente-cubanas-y-cubanos-un-salario-de-25-dolares-al-mes
(5) http://www.prensalibre.com/opinion/oportunidad-en-venezuela
(6) http://www.laprensagrafica.com/2015/06/02/quiere-el-salvador-ser-socialista
(7) http://lahora.gt/unicef-guatemala-ocupa-el-quinto-lugar-de-desnutricion-nivel-mundial/
(8) http://www.prensalibre.com/guatemala/comunitario/mueren-11-nios-por-desnutricion
(9) https://laradiodelsur.com.ve/2015/04/14/fao-reconoce-a-venezuela-como-uno-de-los-paises-del-mundo-con-mayor-reduccion-del-hambre/
(10) http://espanol.cri.cn/782/2015/05/30/1s351201.htm
(11) http://www.radiocubana.cu/index.php/noticias-de-la-radio-cubana/68-noticias-nacionales/8719-cuba-es-modelo-en-ejecucion-de-politicas-para-garantizar-la-seguridad-alimentaria
(12) http://www.elnuevodia.com/noticias/internacionales/nota/crisisalimentariacubanapuedesersolucionadaporeeuu-2015298/
(13) http://www.granma.cu/cuba/2014-10-17/el-bloqueo-no-es-contra-una-marca-es-contra-un-pais
(14) http://www.infolatam.com/2015/05/17/cuba-entrego-mas-de-17-millones-de-tierras-en-usufructo-desde-2008/
(15) http://www.ultimasnoticias.com.ve/noticias/ciudad/salud/venezuela-disminuyo-la-desnutricion.aspx#ixzz3bz6ayXdE
(16) http://www.el-nacional.com/sociedad/Imagenes-fuertes-Mira-Cuba-contrarrestar_3_619168090.html
(17) http://www.infobae.com/2014/08/15/1587836-como-el-regimen-los-castro-cambio-la-dieta-los-cubanos
(18) https://lapupilainsomne.wordpress.com/2015/05/28/los-payaos-del-tio-sam/
(19) https://lapupilainsomne.wordpress.com/2015/05/21/26-000-dolares-semanales-paga-gobierno-de-ee-uu-al-pateador-de-panama/

Cuba - EU: Y ahora qué




La pregunta es muy legítima pues después de dos años de diálogos(secretos hasta el 17D y públicos a partir de ese momento), han ocurrido evoluciones muy favorables si las comparamos con la situación de hostilidad mutua que tiñó las relaciones entre los dos países desde enero de 1959 y hasta la fecha antes mencionada. Solamente durante las dos semanas anteriores ocurrieron dos acontecimientos muy importantes: la sección de intereses y futura Embajada de Cuba en Washington pudo abrir una cuenta bancaria el recibir la entidad operadora una licencia del Departamento del Tesoro; más trascendente aun: Cuba fue excluida de la lista de países patrocinadores del terrorismo, que aparte de que no haber justificación válida para que un país se arrogue el derecho de instrumentarla unilateralmente, en todo caso, no existió nunca razón moral ni legal para incluir en ella a La Habana.
Ahora bien, la práctica totalidad de las disposiciones de castigo económico a los integrantes de la lista de patrocinadores del terrorismo, están también contenidas en la urdimbre de leyes que forman el bloqueo económico, comercial, financiero y mediático contra la isla, a lo que hay que añadir las leyes que proporcionan apoyo económico a la esmirriada y desprestigiada, pero codiciosa, contrarrevolución interna y externa.
De modo que la exclusión de Cuba de esa lista, aunque indudablemente constituye una prueba de buena voluntad de Washington, debe valorarse principalmente en su dimensión moral. Más allá de esto no debería descartarse tampoco cierto impacto sicológico positivo que puede tener en algunas entidades como las agencias de viajes y líneas aéreas y marítimas que aunque deseosas de establecer vínculos con la isla se han abstenido de hacerlo por simple temor a las draconianas multas impuestas por EU a bancos y entidades que mantienen vínculos económicos con la isla.
Este aspecto sicológico es tan importante que el solo hecho de haberse anunciado el proceso de restablecimiento de relaciones y los discretos pasos que lo han acompañado ha aumentado de manera notable el flujo de visitantes a Cuba en lo que va de año en un 36, un 26, un 25, un 22 y un 16 por ciento, procedentes de EU, Reino Unido, Francia, Alemania y España respectivamente.
Muy significativo, la nueva medida propiciaría al presidente Obama, si tiene la voluntad política para hacerlo, el uso de su autoridad ejecutiva, para notificar al Congreso que está en el “interés nacional” dejar en suspenso el bloqueo en cuanto a la prohibición a tratar con Cuba a los organismos internacionales de crédito que ese país aun controla: BM, FMI y BID. En realidad, si es cierto que solo el Congreso puede derogar el bloqueo, no es menos cierto que el Ejecutivo dispone de la prerrogativa de convertirlo en un simple cascarón usando su pluma.
Se han producido también en los últimos cuatro meses acontecimientos de excepcional importancia simbólica y no tan simbólica. Entre ellos, la al parecer auspiciosa visita de una delegación oficial estadunidense que informó sobre las nuevas medidas para aliviar el bloqueo en ese campo y fue informada por sus contrapartes de las prohibiciones aun en vigor que impiden la normalización de las relaciones en la materia.
De la misma manera el restablecimiento de la línea de ferris entre Florida y La Habana suspendido hace décadas, la licencia a un hospital newyorkino para realizar un protocolo clínico a la eficaz vacuna terapéutica cubana contra el cáncer de pulmón, la visita a La Habana y ovacionados conciertos de la Orquesta Sinfónica de Minnesotta, la participación de botes estadunidenses en el Torneo de Pesca Ernest Hemingway, donde no participaban hace mucho tiempo, y el tope futbolístico amistoso entre el Cosmos de Nueva York y la selección nacional de Cuba.
Como puede observarse, se avanza a paso lento pero seguro en un proceso que el propio presidente Raúl Castro calificó de largo y complejo pues no se ha resuelto ni existe idea de cuándo se resolverá lo esencial: el levantamiento del bloqueo. Aún sin entrar en añejos reclamos de Cuba como la devolución de la base de Guantánamo, ahora mismo es muy importante con vistas a la reapertura de embajadas, el acuerdo a qué deben llegar las partes sobre la aplicación de la Convención de Viena a sus respectivas sedes y diplomáticos en cada país. Como es conocido EU no se caracteriza por ser muy respetuoso de las normas ni Cuba por permitir que se violen.

Ángel Guerra Cabrera
Twitter: @aguerraguerra

miércoles, 3 de junio de 2015

Again: Estado de Derecho, entre Cuba y el mundo*




Hace dos años publiqué este post con un fragmento del libro de Carlos Fernández Liria A quien corresponda. Sobre Cuba, la Ilustración y el socialismo, algo ha cambiado el contexto pero el texto de Carlos sigue conteniendo muchas verdades incómodas y, por tanto, calladas.

Supongo que todos estaremos de acuerdo en que no basta con que la Constitución diga que hay Estado de Derecho para que admitamos que, en efecto, lo hay. Fundamentalmente, decimos que una sociedad está en Estado de Derecho cuando en ella hay una división de poderes, es decir, cuando el poder que legisla, el poder que juzga y el poder que gobierna son independientes entre sí, de modo que, por ejemplo, el gobierno puede ser llevado a los tribunales para ser juzgado con arreglo a unas leyes que no han hecho ni jueces ni gobernantes.
Pero esto es una cosa que decimos, igual que puede decirlo la Constitución. Lo difícil no es estar más o menos de acuerdo con esa definición. Lo difícil es averiguar lo que ponemos en juego para distinguir una sociedad que dice estar en estado de Derecho, de una sociedad que efectivamente lo esté. Así por ejemplo, en el 17 de abril de 1989, Pinochet declaró que Chile ya estaba lo suficientemente maduro para volver a ser un Estado de Derecho, que él ya había matado a suficientes marxistas, comunistas e izquierdistas y, que, por tanto, ya podían convocarse elecciones sin peligro de que ganaran las izquierdas, aunque, desde luego –advirtió-, “si gana una opción de izquierdas o se toca a uno solo de mis hombres, se acabó el Estado de Derecho”. El 17 de abril de 1989, por tanto, los medios de todo el planeta celebraron la vuelta de Chile a la democracia. Y, desde entonces, ha habido democracia y Estado de Derecho en Chile, ya que, puesto que no ha ganado las elecciones ninguna opción de izquierdas, no ha sido necesario volver a dar un golpe de Estado. En 1990 ganó Patricio Alwyn, un antiguo golpista democristiano y, cuando han ganado los socialistas, han seguido, como si tal cosa, haciendo lo que mandaba el FMI, porque durante los dieciséis años de dictadura ya aprendieron eso de que quien manda, manda, y que si no, ya se sabe, “se acabó el Estado de Derecho”.
El caso es que, puesto que se celebran elecciones y no ganan las izquierdas y por tanto no hay golpes de Estado, podemos decir que en Chile hay Estado de Derecho. Lo mismo ocurre en Colombia: durante estas últimas décadas, los paramilitares se han ocupado de matar a tiempo –a veces “justo a tiempo”, el día antes- a todos los que siendo de izquierdas podían ganar las elecciones, de modo que luego los comicios electorales se han podido celebrar sin sacar los tanques a la calle, a causa de lo cual podemos decir en nuestra prensa democrática que Colombia es una democracia y está más o menos en Estado de Derecho (al contrario, ya se sabe, que Cuba). En Haití dejó de haber Estado de Derecho en 1990, a causa de que, por abrumadora mayoría, había ganado las elecciones el peligroso cura izquierdista Aristide, que amenazó en seguida con subir el salario mínimo 20 centavos, por lo que, ante semejante fallo del sistema democrático, se hizo necesario dar un golpe de Estado, implantar una dictadura y matar a varios miles de personas, entre torturas horrorosas; como resulta que no se mató a los suficientes, en el 2000 volvió a ganar las elecciones Aristide, por lo que se hizo necesario otro golpe de Estado en julio de 2001, que, como fracasó, hizo necesario otro más, en diciembre de 2001, que fracasó también, por lo que se recurrió a bloquear todas las ayudas de Banco Interamericano de Desarrollo y todos los créditos del FMI, hundiendo la economía haitiana en un abismo sin fondo, y así hasta el golpe de Estado de este año 2004, que ha triunfado por fin, con la complicidad, por cierto de toda Europa; en cuanto se haya matado a todos los que tengan el propósito electoral de subir el salario mínimo de las Alpha Industries, en Haití se podrá restaurar, sin riesgo, el Estado de Derecho.
La historia de Latinoamérica está plagada de casos así. Pero, los paladines de la democracia y las libertades, como Mario Vargas Llosa, no ven nada raro en todo esto. Sin ir más lejos, aunque Chávez ganó en cuatro años ocho consultas electorales, a sus ojos y los de nuestra prensa democrática no ha cabido duda, en todo este tiempo, de que es un dictador -ya que es de izquierdas. Si hubiera triunfado el golpe “cívico-militar” del 2002, si se hubiera asesinado a Chávez y se hubieran exterminado a unas cuantas decenas de miles de bolivarianos, de modo que ya no se corrieran riesgos electorales, no cabe duda de que a los ojos de nuestros bienaventurados medios de comunicación se habría dejado aVenezuela bien madurita para la democracia y la división de poderes. De hecho, como se recordará, el golpe de Estado de abril del 2002 que colocó por 24 horas al jefe de la patronal en el poder, fue celebrado por El País, El mundo y todos las televisiones españolas y europeas como una “tranquila” “restauración de la democracia”.
Cuento todo esto que siempre suelo contar para que se vea que con semejantes criterios no hay manera de averiguar si las sociedades que dicen estar en Estado de Derecho realmente lo están, de modo que habrá que poner manos a la obra para buscar otro criterio, al menos si no queremos estar hablando por hablar (aunque bien es verdad que es una actividad bastante bien pagada en el Grupo PRISA, en tanto resulte eficaz para impedir que se hable de lo que hay que hablar). En España, por ejemplo, la última vez que ganó una opción electoral lo suficientemente de izquierdas como para molestar un poco a los Botín y los March, fue en 1936, y el desliz se pagó tan caro como todos sabemos. Lo mismo pasó en Grecia (1967). Y en Italia no pasó, porque EEUU ya se encargó de advertir que como pasara invadirían el país. Uno no se puede cansar de repetir que, en toda la historia del siglo XX no ha habido ni una sola vez en que una opción electoral de izquierdas haya podido intervenir en los asuntos del capital sin que el experimento no haya sido corregido por un pinochetazo.
Así ha sido nuestro tan cacareado Estado de Derecho: un Estado de Derecho en el que las izquierdas jamás han tenido derecho a ganar las elecciones. Las izquierdas han tenido derecho -como lo tienen, por ejemplo, hoy día en toda Europa- a intentar ganar las elecciones, eso sí. Pero no a ganarlas, porque entonces se monta la de Dios y “se acabó el Estado de Derecho”. Esto es una cosa que la historia del siglo XX ha grabado en el alma de los votantes con sangre y con fuego: si se quiere que haya democracia y Estado de Derecho, hay que votar a las derechas. También se puede votar a las izquierdas que hagan políticas de derechas. Pero no a las izquierdas que hagan políticas de izquierdas. Así pues, no es que las izquierdas de izquierda se hayan empeñado en ser revolucionarias. De ninguna manera. Es que no se les ha dejado, jamás, otra opción. La opción no ha sido nunca, oCastro o Allende, la opción ha sido o Castro vivo o Allende muerto.
Mirando el siglo XX a lo largo, resulta que a lo que hemos llamado Estado de Derecho no es exactamente a lo que antes definimos como tal, sino más bien a ese paréntesis entre dos golpes de Estado en el que el capital se puede permitir convocar elecciones porque no hay posibilidad de que ganen las izquierdas (suficientemente diezmadas en el golpe anterior: así por ejemplo, en España, para poder gozar de 25 años de democracia que llevamos por ahora, tuvimos que tener 40 de dictadura para purgar las malas hierbas).
Así pues, es de lo más interesante investigar qué diablos es lo que estamos diciendo cuando decimos que en España hay Estado de Derecho y en Cuba no. Porque, en efecto, algo decimos, de todos modos. ¿En dónde reside la fuente de las evidencias empíricas que convierten a los países europeos en Estados de Derecho y a Cuba, en cambio, no? Para dar con alguna evidencia empírica, pensemos, por ejemplo, en lugar de en Vargas Llosa, en ciertos izquierdistas, críticos del castrismo como el que más: “yo, en Cuba, estaría en la cárcel”, suelen argumentar. Yo no estaría tan seguro, pero, vete a saber. Lo interesante, sin embargo, es empezar por reflexionar por qué no están en la cárcel en España y por qué sí lo habrían estado en el Chile de Pinochet. ¿Será porque Chile era una dictadura y España no lo es? ¿O no será más bien al revés, invirtiendo causas y efectos? ¿No será que Chile fue una dictadura porque había que meter en la cárcel a cierta gente? ¿No será que para impedir que las izquierdistas ganaran las elecciones, era necesario que Chile fuera una dictadura y España, en cambio, donde las izquierdas no pueden ganarlas o son tan de derechas como la derecha, no es necesario recurrir a métodos tan contundentes? ¿Para qué meter en la cárcel a los cuatro imbéciles de izquierdas que quedan por ahí haciendo el payaso en Internet? Supongo que se advierte que es muy distinto plantear las cosas de una manera que de otra. En nuestros benditos Estados de Derecho no se nos mete en la cárcel no porque sean Estados de Derecho, sino porque somos inofensivos. Si algún día dejáramos de serlo, se nos arrancaría la piel a tiras. Bastaría con que tuviéramos alguna posibilidad de ganar las elecciones y cumplir, por ejemplo, con nuestra promesa electoral de nacionalizar la banca, para que acabáramos enterrados en cal viva (y no sólo nosotros sino todos los que tuvieran cara de querer subir un centavo el salario mínimo, que así se empieza y no se sabe cómo se acaba).
Si aquí no se mete en la cárcel a ese tal Fulano de tal que siendo tan izquierdista está tan convencido de que “en la dictadura castrista” estaría en la cárcel, seguro que no es porque en España haya libertad de expresión, sino porque seguro que ese Fulano de tal no tiene aquí ninguna posibilidad de hacerse oír ni de influir en nada que tenga importancia. Si un directivo loco pusiera en las manos de ese Fulano la sección de economía del Telediario, le despedirían al día siguiente. Y si entonces bajara un dios de los cielos para hacerle director vitalicio de los Informativos, y él pretendiera seguir siendo tan izquierdista como siempre había sido en esta bendita democracia, a las veinticuatro horas le habrían pegado un tiro en la nuca. Pero nunca es necesario llegar a esos extremos. Normalmente ni siquiera es necesaria la censura. Pero no porque haya libertad de expresión, no. Nadie niega que haya libertad de expresión, pero si no hay censura no es porque haya libertad de expresión: es, más bien, porque todos los periodistas a los que habría que censurar (con la consiguiente merma de la libertad de expresión) están en el puto paro. Es como una vez que me decía un periodista de El País que a él jamás le habían censurado ni le habían llamado de dirección para indicarle lo que tenía que decir. Resultará increíble, pero ni por un momento se le pasaba por la cabeza que era precisamente por eso, por lo muy espontáneamente que su libertad de expresión encajaba con la línea editorial de El País(que ni había que llamarle la atención, oye), por lo que había sido contratado y por lo que no se le ponía de patitas en la calle. Más cómicos aún son los periodistas en paro que siguen creyendo en la libertad de expresión porque nada ni nadie les impide decir lo que quieran en la página web que leen sus amigos.
¿Alguna vez nos hemos preguntado en serio por qué en las democracias europeas o en losEEUU no hay (casi) presos políticos? No hay presos políticos no porque haya libertades políticas, sino porque la política no tiene la menor posibilidad de intervenir en el curso de la realidad. Vivimos en una sociedad hasta tal punto chantajeada por sus estructuras económicas, que se puede permitir el lujo de ser todo lo democrática que quiera, ya que, de todos modos, ninguna intervención democrática tiene ninguna posibilidad de prosperar (2 ). Ahí donde la palabra no tiene ninguna posibilidad de intervenir en el curso de las cosas, ¿por qué no decretar la libertad de expresión más absoluta? Ahí donde las asociaciones que no tengan un millón de euros de capital son absolutamente impotentes, ¿por qué no decretar la libertad de asociación y de reunión, el pluripartidismo y su puta madre? Está bien eso de decretar la libertad de prensa en una sociedad como ésta; al noventa y cinco por ciento de los ciudadanos nos tranquiliza de la hostia saber que si tuviéramos tanto dinero como Polanco nada nos impediría decir lo que nos diera la gana en El País o en El Mundo o en El AntiGlobo que decidiéramos fundar. ¿Pero de veras creemos que es así? ¿De verdad pensamos que si tuviéramos tanto dinero como Polanco podríamos ser comunistas en un medio de comunicación que no fuera irrelevante? ¡Vamos, hombre, nada de eso! Si eso fuera así, si los comunistas pudieran tener un imperio mediático (porque, por ejemplo, Georges Soros hubiera tenido el capricho de nombrarles herederos), se prohibiría la libertad de prensa de inmediato, se metería en la cárcel a todos los que abrieran la boca y se les arrancaría con alicates las uñas de los pies. Nunca ha sido de otra forma; eso es lo que ha ocurrido sin excepción cada vez que la izquierda ha tenido, además de la libertad de palabra, la posibilidad de hacerse oír.
De todos modos, su actitud siempre será admirable, comparada con la que pusieron en práctica en las legislaturas del PSOE cuando, al ver que no podían hacer la política de izquierdas para la que habían sido votados, se pusieron, sin más a hacerla de derechas, como Dios manda.
Perra vida ésta en la que nunca ha habido libertades políticas más que bajo la condición de que esas libertades fueran impotentes. En Cuba, por ejemplo, hay, eso es verdad, pocas libertades políticas. Es obvio por qué es así: porque en Cuba las libertades políticas no serían impotentes; por el contrario tendrían unos efectos espectaculares y algunos de ellos, por cierto –como suele pasar en los países en guerra y Cuba lo está-, corrosivos y suicidas.
Así pues, conviene ordenar la cuestión para ver cómo se pueden hacer las comparaciones de manera que tengan sentido. Mientras no se haga este esfuerzo, todas las conversaciones y discusiones sobre Cuba están destinadas a dar vueltas sobre tópicos, estupideces y supercherías. Lo que se suele decir es que en los países capitalistas, así de media, hay muchas libertades (y poca Sanidad y Educación), mientras que en Cuba hay mucha Sanidad y Educación, pero pocas libertades. Pues no, se trata de una simetría mal montada. Lo que tenemos, por un lado, es que, bajo el capitalismo, hay muchas libertades porque el capitalismo mismo garantiza que no será posible hacer nada de importancia con ellas: las libertades no cotizan en Bolsa y, por tanto, el Ministro de Economía no tiene por qué tenerlas muy en cuenta a la hora de explicar al consejo de ministros lo que se puede y no se puede hacer. Y, por el otro lado, en Cuba, hay pocas libertades porque incluso las pocas que hay tienen efectos muy relevantes de los que sería largo hablar.
Pero que conste que no hemos entrado para nada en el tema de si en Cuba hay o no algo parecido a un Estado de Derecho y que soy muy consciente de ello. Me limito a señalar que, si no queremos decir tonterías, a la hora de explicar por qué no hay Estado de Derecho en Cuba conviene que dejemos claro qué es lo que estamos diciendo cuando decimos que sí lo hay, por ejemplo, en España. O mejor, la cuestión resulta aún más llamativa en abstracto: ¿cómo consideramos que una realidad social está “en Estado de Derecho”? ¿Qué entendemos por eso? Existen, al menos, dos posibilidades:
Una. Constatando que se da una coincidencia entre la realidad y el Derecho que es obra del Derecho. (Las cosas “pasan así” porque el derecho exige que pasen así)
Dos. Constatando que se da una coincidencia entre la realidad y el Derecho que es obra de la realidad. (Las cosas “pasan así” y a veces coinciden con lo que exige el Derecho y a veces no, así es que, a la parte en la que se da la coincidencia, la llamamos Estado de Derecho y a la otra la consideramos, por ejemplo, en “vías de desarrollo o de madurez”)
Es importante reparar en el hecho de que sólo la primera posibilidad tiene algo que ver con lo que la Ilustración llamó Estado de Derecho. Y lo más importante es reparar en que nosotros, los que decimos que representamos la punta de lanza del Estado de Derecho en este mundo, desde Bush y Aznar a Uribe y Blair, consistimos en estar siempre en la posibilidad Dos y decir que estamos en la Uno. Esta es nuestra gran mentira, en la que colaboran a diario todos nuestros periodistas (que no están en paro) y la mayor parte de nuestros intelectuales.
La cosa se entenderá rápidamente con un ejemplo. Uno puede hacer un recorrido turístico por los barrios residenciales del norte de Madrid, sin sentir en ningún momento que el curso de las cosas se estrelle o se dé de bofetadas contra el Derecho. Son barrios habitados por gente culta y de clase media alta o alta a secas; en ellos nadie encuentra ningún motivo para violar la ley si por violar la ley se entienden cosas como robar en un supermercado, atracar un banco, trapichear con heroína, en fin, ese tipo de cosas por el que la gente acaba en la cárcel (3 ). En estos barrios, los policías son unos señores que, más que nada, cuando se te pierde el niño te lo traen de la mano con una piruleta para que no llore. Los policías son la instancia que vela por esa milagrosa coincidencia entre cotidianeidad y derecho a la que llamamos ciudadanía. Es en sitios así donde se respira eso a lo que llamamos “Estado de Derecho”; la mejor prueba de ello es que todo el mundo tiene la sensación de que la Ley no está ahí para reprimir su libertad, sino para garantizar sus derechos. Las cosas se mueven con arreglo a derecho, y el derecho se lleva bien con el moverse de las cosas, de tal modo que no tiene que estar todo el tiempo vigilando, reprimiendo, castigando, disciplinando, regañando, interviniendo, en fin, en los asuntos humanos. ¿Cómo no considerar entonces que esos “asuntos humanos” han alcanzado un estatus al que hay que llamar, como quiso siempre el pensamiento ilustrado, mayoría de edad, madurez ciudadana, civilización e Ilustración?
Más o menos, el 15 % de la población mundial es mayor de edad en este sentido. Se trata de un 15 % para el que el curso de sus asuntos no entra en conflicto, sino todo lo contrario, con las exigencias de la razón y del derecho.
Ahora bien, lo verdaderamente ilustrado sería que esta coincidencia entre realidad y derecho se debiera a la capacidad del derecho para actuar sobre la realidad, para educar y enderezar el curso de los asuntos humanos y que, por tanto, el milagro por el que en La Moraleja nadie atraca bancos ni trafica con heroína ni roba en los supermercados (ni los policías pegan palizas si no que llevan piruletas), que todo eso se debiera a la exquisita educación racional de sus ciudadanos o a las virtudes incontestables del régimen político español, y no, como es obvio, a que es absurdo robar un banco del que eres propietario o dar instrucciones a tu criada para que te robe el desodorante al hacer la compra en el supermercado. En La Moraleja, la realidad y el derecho coinciden por la sencilla razón de que ahí no hay motivo alguno para violar la ley. Es una tontería robar cuando te puedes permitir el lujo de pagar. Pero, claro, sería chocante que los vecinos de La Moraleja argumentaran que si a los vecinos de San Blas o del Piti se les suele pillar más a menudo que a ellos robando coches y atracando bancos es porque han recibido peor educación o porque han asumido más torpemente las virtudes de la división de poderes plasmada en el ordenamiento constitucional español.
Sin embargo, por ridículo que resulte ese argumento es exactamente el mismo que utilizamos para considerar que los países europeos o los EEUU están en Estado de Derecho. Es, sin duda, cierto que, entre nosotros, el curso de la realidad no viola demasiado las exigencias de la ley. Pero eso no ocurre en absoluto porque la ley haya encontrado, a través de nuestros inigualables ordenamientos constitucionales, procedimientos adultos y liberales para hacerse respetar y obedecer, sino porque, en una situación económicamente bastante privilegiada, la realidad no tiene mucha necesidad de contradecir lo exigido legalmente. Es el curso de la realidad ─tres siglos de colonialismo, dos guerras mundiales, instituciones económicas y militares tan poderosas como el Banco Mundial o la OTAN, etc.─ el que nos ha puesto en la situación de una casual coincidencia con las exigencias racionales; en absoluto se ha debido a un procedimiento exitoso de la razón o a la eficacia de un modelo político recomendable. Si tuviéramos que explicar a un ama de casa venezolana cómo se llega a ser ciudadana de la Moraleja, o del Estado de Derecho, sería absurdo proponerle un estudio concienzudo de las Constituciones europeas. En la Moraleja, simplemente, se nace con menos ganas de violar la ley que en un suburbio de Caracas. O al menos, se tienen muchas menos posibilidades de que el arte de ganarse el pan de cada día entre en conflicto con el Derecho, es decir, con la policía.
Tras la guerra del Golfo de 1991, Arabia Saudí entregó a Egipto, en concepto de “ayuda humanitaria”, un millón de coranes. Era obvio: si los egipcios querían ser tan ricos como los sauditas, lo que tenían que hacer era respetar tanto como ellos los preceptos del Islam, así es que, en lugar de mandarles pan o petróleo, les mandaron coranes. Igualito igualito es lo que hacemos nosotros cuando nos paseamos por el mundo dando lecciones de Democracia y Estado de Derecho desde nuestras tribunas de opinión. Si los habitantes de las favelas de Río y de los suburbios de Bogotá quieren sentirse ciudadanos, si quieren sentir tan vivamente como si estuvieran en La Moraleja que la policía está ahí para proteger los derechos de la gente y para traer a casa a los niños que se pierden en los centros comerciales, lo que tienen que hacer es aprender de nuestros sistemas constitucionales. ¡No de nuestra historia de genocidios, matanzas y expolios, no! ¡No de nuestros privilegios económicos! ¡De nuestras constituciones, que dan un resultado bárbaro, y gracias a las cuales no cabe duda de que somos todo lo que somos!
Es repugnante la manera en que, en una especie de ritual supersticioso, celebramos todos los días como obra del Derecho lo que en realidad nos han regalado el Mercado y la Historia. Repugnante, pero eficaz. Porque así, utilizando esa misma confusión, podemos recomendar a los demás que, si quieren Derecho, dejen pasar a la Historia y obrar al Mercado. Así es este mundo, en el que el Estado de Derecho no lo trae el Derecho, sino el capital. Flexibilizar el mundo para las necesidades del capital tiene que ser, forzosamente, la mejor manera de extender el Derecho. No importa que toda la historia del siglo XX haya demostrado lo contrario. Los capitalistas de los países capitalistas no se llevan mal con el Derecho, viven en Estado de Derecho, como prueba el hecho de que nunca van a parar a la cárcel. Es más, cuanto más capitalista eres, menos problemas tienes con el Derecho ¿o alguien se imagina a Georges Soros atracando un estanco? Claro que a algunos se nos ocurren siempre maneras de exprimir el Derecho mediante el desarrollo legislativo de ciertos artículos capaces de meter en la cárcel a gente como ésa; pero no hay cuidado, no estamos a punto de ganar las elecciones y si lo estuviéramos, sería tonto pensar que serían ellos y no nosotros los primeros en visitar la cárcel. En tales condiciones, extender el capitalismo o extender el Derecho es prácticamente lo mismo, y si en el reparto final, algunos países en Estado de Derecho, como, por ejemplo, Guatemala, acaban siendo pobres como ratas, pues será, por tanto, porque no tenían derecho a ser ricos. Quizás les faltó iniciativa, trabajo, ahorro, quizás fue debido a la corrupción, o quizás esas gentes no se estudiaron bien nuestros ordenamientos constitucionales y cometieron algún fallo al aplicarlos. ¡Así razona hasta sus ultimas consecuencias una intelectualidad que ha sido capaz nada menos que de soportar a un Rorty!
La cruda verdad es que como nuestra sociedad “en estado de derecho” no ha sido obra ni de la razón ni de la ley, es inútil pretender extenderla por el mundo a base de leyes y de razones. Sin embargo, igual que los pastores de Belén debieron sentirse la mar de satisfechos al contemplar que la razón y la carne –según dicen- coincidían en un recién nacido (cuando pasó eso de que “el logos se hizo carne” que contaba San Juan), la satisfacción que nos produce a nosotros asistir a ese milagro sin igual de la democracia constitucional y la división de poderes, la enorme satisfacción que nos produce el contemplar cómo, día tras día, el curso cotidiano de las cosas y las exigencias del derecho coinciden en La Moraleja, en el Club de Golf del Pardo y en la punta de la polla de Emilio Botín, toda esa satisfacción ante tamaña buena nueva, nos empuja a predicarla por el mundo, cantando las alabanzas de la democracia y la libertad. Resulta un poco ingenuo pensar que eso vaya a levantar las monedas de Argentina, México, Egipto o Senegal, pero qué más da. Nosotros a lo nuestro: mientras se predica en el desierto la buena nueva, lo que efectivamente hacemos es cerrar las fronteras, legislar extranjerías, edificar murallas y fortalezas en las que conservar inmaculada nuestra feliz coincidencia con las exigencias del Derecho. Puesto que es en La Moraleja y no en San Blas o en Getafe donde coinciden de natural la realidad y el derecho, lo lógico es preservar ese bendito lugar de toda contaminación exterior. De este modo, La Moraleja que representa el 15 % de la población mundial se ha encerrado en una fortaleza inexpugnable, a la espera de que los 4.000 millones de personas que, en el exterior, subsisten con menos de dos dólares diarios, terminen de estudiarse la Constitución y aprendan a ser ciudadanos mayores de edad respetuosos de la división de poderes, la libertad de expresión, el pluripartidismo y todo eso. Aunque Oriana Fallaci ya nos ha advertido que esa gente, por mucho que estudie, no tiene remedio… Quizás algún día haya que seguir su consejo (y el de Gabriel Albiac), convertir al 80 % del planeta en un campo de exterminio y gasear a toda esa gentuza. Al fin y al cabo, teniendo en cuenta las proporciones de la tarea, sale más barato encerrarnos nosotros en La Moraleja y gasear el resto del planeta que llenarlo todo de prisiones y cámaras de gas. La verdad es que la tarea hace ya tiempo que se inició utilizando el arma de destrucción masiva más potente que haya conocido la humanidad: la economía capitalista. Hace ya mucho tiempo que –sin necesidad de leer a Hannah Arendt- dejó de ser un misterio cómo fue eso de que la población alemana conviviera normalmente con Auschwitz , sin hacerse demasiadas preguntas o sin que aflorara escrúpulo alguno que turbara su conciencia ciudadana: probablemente había, entre ellos, periodistas parecidos a los nuestros e intelectuales que cumplían el mismo papel que la plantilla de PRISA. Si esto es posible, nada tiene de extraño que fuera posible aquello.
El que haya una coincidencia entre cómo van las cosas y cómo exige el derecho que vayan no indica para nada que la cosa en cuestión esté en “estado de derecho”. Para que haya Estado de Derecho hace falta que las cosas estén en “estado de derecho” por obra del derecho (y no, por ejemplo, a consecuencia de haber construido un club de golf sobre el campo de una sangrienta batalla). A causa de todas las carnicerías de la historia, se han venido a constituir algunos recintos tan privilegiados que en ellos no queda ya motivo alguno para meterse en líos con la Ley, de tal modo que, siendo la Ley casi superflua no hay ningún problema en configurarla según todas las florituras de la división de poderes, las libertades, la seguridad jurídica y todo el resto de la cantinela. Pero, para que haya derecho a llamar Estado de Derecho a una realidad política, hace falta algo más; hace falta que el sistema político consista, precisamente, en conferir a las leyes la capacidad de modificar, influir o coartar el curso de las cosas. Y no vale decir, cada vez que el curso de las cosas coincide con lo que dicen las leyes que es porque las leyes han obrado o legislado así. En las condiciones capitalistas de producción el gobierno no está atado de pies y manos por la legislación vigente (como exigiría una sana mentalidad ilustrada que, además, remitiría esa legislación, en último término y a través de tribunales competentes, a la Declaración de los Derechos del Hombre); más bien está vendido e hipotecado de por vida a las necesidades de un sistema económico que respira a sus espaldas según designios propios, enfriándose y calentándose según ritmos febriles para los que no hay medicina política, para los que –como dicen siempre en Chicago- la política es muchas veces peor remedio que la propia enfermedad. En esas condiciones el poder económico es el que decide sobre el curso de las cosas y no lo hace precisamente consultando a políticos y jueces, sino, más bien al contrario, haciéndose consultar por ellos sobre el margen de actuación que les queda. El bienintencionado gobierno de Zapatero, por ejemplo, no ha podido aún ni bajar el IVA de los libros de texto y si logra legislar sobre el matrimonio de los homosexuales, será sólo en la medida en que el ministro de economía certifique que eso no será malo para la Bolsa. Resulta patético, pero de lo más esclarecedor, comprobar cómo algunas promesas electorales que parecían anecdóticas han sido ya declaradas imposibles de cumplir por el Ministro de Economía. Nuestro flamante Parlamento, nuestro poderoso gobierno constitucional, democrático y de derecho, respaldado por la soberanía popular y con el tajante veredicto de las urnas aún caliente ¡no ha podido reducir de doce a ocho el número de domingos que abren las Grandes Superficies Comerciales! Según parece, aunque eso sería obviamente muy bueno para los pequeños comerciantes que han hecho esa reivindicación (y a los que se les prometió contemplarla a cambio de su voto) y aunque nadie puede creer que eso fuera terrible para unas Multinacionales forradas hasta los dientes, Solbes ya ha advertido que sería muy malo para la Economía (1). Más claro el agua. Lo mismo pasó con el intento de reformar el impuesto sobre las plusvalías. ¿Y alguien espera alguna Ley que aborde de cara el problema de la vivienda? ¿Sería posible –no digo si conveniente o no, digo si sería posible- una Ley que expropiara todas las segundas viviendas, o al menos las terceras, o al menos las quintas? ¿O que, al menos, obligara a venderlas a un precio justo consensuado en un Parlamento? No, el ministerio de economía dicta lo que es posible y lo que no. Un precio justo tendría que ser un precio legislado y eso es incompatible con los precios de mercado que son la salud de nuestro sistema económico. Ya se ha dicho que, en el asunto de la vivienda, habrá que jugar con el difícil equilibrio de la oferta y la demanda. Quizás, por ejemplo, si se suben las hipotecas, haya menos demanda y bajen los precios… o algo de ese tipo.
Dos palabras, aún, para evitar posibles equívocos, que ya me sé lo que alguno estará pensando. Lo que no estoy pretendiendo decir es algo así como “¿que en Cuba no hay Estado de Derecho? ¿y dónde hay Estado de Derecho?”. No es que esté mal esa línea argumental, pero no es la que viene al caso. Estoy, más bien, intentando llamar la atención sobre el tipo de experimento teórico que sería pertinente para juzgar cuándo una realidad está en Estado de Derecho y cuándo no. Lo que no vale es pasearse por el mundo como hacen nuestros periodistas y comentaristas políticos plantando la medalla del Estado de Derecho, por una parte, a todas las realidades lo suficientemente privilegiadas para no tener que darse de bofetadas con la ley y, por otra parte, a todos los rincones del planeta en los que las libertades políticas son tan impotentes que ni siquiera hace falta reprimirlas. El experimento correcto para decidir sobre el nivel de Derecho en el que está una realidad social tiene que venir a preguntarse si las cosas estarían en otro estado sin el concurso del Derecho. Haría falta, en suma, algún experimento que pudiera mostrarnos en qué medida la Ley ha sido algo más que un papel mojado, en qué medida, en efecto, ha sido un límite del poder ejecutivo y un modelo capaz de conformar la realidad y corregir el curso histórico de las cosas.
Cuba es uno de esos experimentos. Una de las cosas que más llama la atención en Cuba es hasta qué punto –para nosotros insospechado- las leyes son ahí responsables de cómo van las cosas. No hay problema que en Cuba no pudieran remediar las leyes. Es precisamente por esa responsabilidad de la ley en la marcha de las cosas por lo que hay a quienes Cuba les parece una dictadura. Eso ocurre porque nosotros estamos acostumbrados a que la realidad coincida con la ley no por eficacia de la ley, sino por privilegio de la realidad. Es por lo que nosotros tampoco solemos pensar que las malas leyes sean responsables de cómo nos van las cosas y solemos confiar más en otros indicadores, como el estado de la Bolsa o el índice de inflación. No reconocemos ni certificamos un “estado de derecho” más que ahí donde el Derecho es superfluo. Lo mismo pasa con la Política. No reconocemos que haya libertades políticas más que ahí donde la política es impotente. De lo contrario, la política nos parece sospechosa, y su misteriosa eficacia síntoma de oscuras posibilidades totalitarias. Nos negamos a ver que la eficacia de la política (es verdad que característica del fascismo y el totalitarismo, pero, precisamente, porque el fascismo y el nacionalsocialismo fueron la opción política del capital para salvarse del capitalismo ahí donde el capitalismo ya no respetaba ni al capitalismo) es, antes que nada, el presupuesto elemental del pensamiento ilustrado y la base de todo sistema republicano y que es a partir de ahí y no antes desde donde cobra sentido la distinción entre dictadura y libertad. Es solamente ahí donde se ha vencido el totalitarismo de lo económico, donde se abre la posibilidad política de optar entre fascismo o democracia. Pero el gran truco ideológico del siglo XX ha sido el de poner por un lado lo político y lo estatal, presentándolo como lo potencialmente totalitario, y contraponerlo al mundo sin ley de la economía, ahí donde la política es impotente, como el espacio propio de la libertad. Es de este modo como se ha llegado a considerar evidente que no hay libertades políticas más que ahí donde no hay en absoluto política.
En Cuba no ocurre nada de esto. Ocurre más bien todo lo contrario. Una mala ley o una mala decisión política es capaz de hacer adelgazar a la gente a ojos vistas. Hasta tal punto Cuba depende de su Derecho y de su Política que una decisión legislativa o política llega a marcar la estatura de las personas. “Es que ésos son los que nacieron durante el período especial, por eso son bajitos”, se oye decir. En el período especial de principios de los noventa comenzó a faltar de todo en Cuba, no, desde luego, a causa de un error político o legislativo, sino a causa de que, al hundirse la URSS, Cuba vio desaparecer, de golpe, el 85 % de su comercio exterior y evaporarse la única línea de crédito de la que disponía. Pero frente a ese terremoto internacional, Cuba no tuvo, como en tantas otras ocasiones desde el 59, más que un arma disponible: las leyes y la política. Ni las leyes ni la política son todopoderosas; no son capaces, desde luego, de impedir los terremotos, los ciclones o los hecatombes históricas, pero es muy diferente, llegados a estos casos, tenerlas o no tenerlas a mano. Demasiado sabemos lo que ocurre en Haití, o en Guatemala, o en Argentina ante hecatombes bastante menos espectaculares que la desaparición del 85 % de su comercio exterior. Las venas de Latinoamérica se han abierto hasta desangrarse por un derrumbe de un punto en el precio del café o por la desaparición de un arancel del 0,1 %, mientras que, ante semejantes fatalidades, la Ley y la Política no podían hacer otra cosa que cruzarse de brazos rumiando su impotencia. Ya lo dicen el FMI y el BM: lo mejor que puede hacer política y legislativamente el Tercermundo en general es no hacer nada políticamente, suprimir todas sus inoportunas legislaciones y abrirse de piernas frente a los planes de ajuste estructural, que son los buenos y, quién sabe por qué, los legítimos (como demuestra el hecho de que quien no los cumple acaba siendo acusado de terrorismo). Primero la Economía, que después ya habrá tiempo para la Polis. Esos planes de ajuste, por supuesto, no son decididos en la Asamblea general de la ONU, ni en Parlamento alguno del planeta, sino en reuniones herméticas celebradas en búnkeres policiales, en cumbres de altas montañas o, si se llega a terciar, en plataformas submarinas, donde no haya que lidiar con los movimientos antiglobalización. Así se lleva siglos reprimiendo toda intervención política o legislativa y aguardando a que las vías económicas del desarrollo conduzcan a otro sitio que al basurero.
Muy distinta es la cosa en Cuba. Frente a un terremoto natural o histórico, los ojos en Cuba no se vuelven hacia la Bolsa, para leer ahí el destino, sino hacia la legislación y la política. En estas ocasiones, algunos opinan que Cuba entera se convierte en un inmenso Parlamento, en lo que se ha llamado “la parlamentarización” de la sociedad; otros opinan que toda esa hirviente actividad democrática no es sino aparente y que, al final, será desde arriba desde donde se decidirá la política a aplicar. Ahora bien, los cubanos que nacieron en el periodo especial están muy seguros o bien de que son más bajitos de lo normal porque algo no se hizo bien políticamente, o bien de que, habida cuenta de lo que se venía encima, tienen que agradecer a la política el simple hecho de continuar vivos. Quizás había que haber prohibido más eficazmente el sacrificio de reses, quizás, por el contrario, había que haber liberalizado el mercado de vacuno; quizás había que haberse dado más prisa en levantar las prohibiciones sobre el pequeño comercio de subsistencia, quizás había que haber hecho esto o lo otro. Los problemas de Cuba podían y pudieron en todo momento ser discutidos, argumentados, explicados y reflexionados en el Parlamento, en lo que es su Parlamento.
Sea lo que sea a lo que podamos llamar Parlamento en Cuba (5 ), lo más curioso es que siempre se asemejará más que nuestros Parlamentos a lo que nuestros Parlamentos pretenden ser: un lugar en el que la política, la argumentación y la contrargumentación, el consenso, el uso público de la palabra, en suma, puede aspirar a tomar las riendas del curso de las cosas mediante una actividad legisladora. La actividad parlamentaria cubana puede presentar muchas deficiencias. Fundamentalmente, es enteramente deficiente debido no a una escasez de democracia, sino a causa de una carencia de división de poderes. En general, en Cuba no falta democracia, sino Derecho. Ya hemos visto antes que eso no es porque los cubanos no tengan el privilegio de vivir en un Estado de Derecho como el nuestro, sino porque en Cuba, al contrario que entre nosotros, el Derecho no es ni impotente ni superfluo. Nosotros nos podemos permitir el lujo de una actividad parlamentaria intachable, pero sólo mientras la actividad parlamentaria no pretenda meterse donde no le llaman, es decir, en cualquier cosa de importancia. Nuestros políticamente intachables Parlamentos sólo tienen un problema: que no están situados en el lugar de la política; que, bajo condiciones capitalistas de producción, la política no está al alcance de la actividad parlamentaria, sino de la negociación de las grandes corporaciones económicas. Protegidos por su superfluidad, nuestros Parlamentos se pueden permitir la casi completa perfección formal y, en cualquier caso, los defectos pasan desapercibidos; en Cuba, por el contrario, no hay déficit del Derecho que no resalte hasta dañar la vista. Pero, no nos engañemos: si en Cuba se ven muchos defectos es porque en Cuba los defectos son importantes.
Ocurre con estos asuntos algo parecido a lo que pasa cuando se están corrigiendo exámenes de filosofía, o mejor aún, cuando se está intentando explicar a un alumno las razones de un suspenso. La mayor parte de los exámenes que merecen suspender no es porque estén mal. Al contrario, algunos, cuando nos encontramos un examen que está mal le ponemos casi siempre notable alto, o por lo menos, aprobado. Los exámenes que merecen el suspenso son aquellos que no logran siquiera alcanzar ese nivel en el que las cosas pueden estar mal. Para que un argumento esté mal hecho tiene que ser un argumento o, como mínimo, parecerlo. Los exámenes suspensos no están ni bien ni mal, sencillamente no tienen la forma en el que las cosas pueden ser verdaderas o falsas. Las equivocaciones, los errores, en filosofía, como en general ha ocurrido en la historia de la ciencia, son siempre fecundos y, a veces, tremendamente difíciles. Lo que para la teoría es impresentable no es el error, sino la ambigüedad, la falta de rigor, la opinión subjetiva, el cambio de tema, la divagación. Por eso es tan difícil explicar a un alumno que ha suspendido por qué ni siquiera merecía suspender, por qué ni siquiera alcanza ese nivel en el cual el aprobado o el suspenso tienen sentido.
Pues bien, a mí no me cabe duda de que en cuestiones de Estado de Derecho, la humanidad en general está suspendida sin vacilación. Pero mientras que Cuba representa un suspenso de esos merecidos, de los que –a la luz de las circunstancias atenuantes- uno acaba por archivar como notables, la realidad parlamentaria española, por ejemplo, representa uno de esos otros suspensos que ni siquiera merecen suspender. Nuestro Estado de Derecho, en efecto, ni siquiera llega a ese nivel en el cual es posible equivocarse.
Así pues, en lugar de pasarse el día, con tanta suficiencia, señalando con el dedo los defectos del régimen político cubano, la humanidad del siglo XX debería haber tenido la decencia de admirar con asombro, perplejidad y respeto, el espectáculo inigualable de una realidad social que dependía a vida o muerte de sus buenas o de sus malas leyes. Nunca como en Cuba se había hecho carne este milagro que condensa el conjunto de aspiraciones de todo el Proyecto Ilustrado desde Sócrates hasta nosotros.
Al declarar la guerra a Cuba, mediante el bloqueo y el terrorismo, lo que se hacía era ponerla en una situación en la que, en general, las leyes tenían que ser bastante malas, o mejor dicho, una situación lo suficientemente inestable como para que las leyes no pudieran nunca asentarse y tuvieran que ser suplidas por caprichosos decretos ejecutivos. Todavía hoy se hacen demasiadas leyes en Cuba como para que puedan ser vividas como leyes. El curso histórico mundial ha obligado a Cuba a acomodarse, defenderse y transigir constantemente mediante revoluciones legislativas continuas. Eso naturalmente es una calamidad para cualquier pretensión de estado de derecho. Las leyes no pueden cambiar a diario, de tal manera que haya que estar muy al tanto leyendo el Granma para ver si hoy es legal esto o lo otro. De hecho, como bien advirtió con contundencia desde el primer momento el lado reaccionario de la Ilustración, una mala ley que dura es siempre mejor que una buena ley reciente. Cuba no se ha podido permitir jamás el lujo de dar tiempo a sus leyes. Y así, desde el principio (y tal y como ocurre invariablemente en todos las situaciones de guerra), los decretos han ocupado el lugar de las leyes y el poder ejecutivo ha sepultado la división de poderes.
Es lo mismo que ocurrió con las jóvenes repúblicas soviéticas, que nacieron en el seno de una guerra mundial y pasaron sus primeros años combatiendo en una guerra mal llamada civil en la que se volcaron todas las potencias del capitalismo internacional. El experimento soviético navegó en realidad, desde entonces, en una guerra permanente, hasta su rendición final con Gorbachov, cuando este creyó tan ingenuamente que al fin se le iba a permitir al Derecho estacionarse sobre la fabricación de mantequilla en lugar de convulsionarse bajo la fabricación de misiles. Ningún país en guerra puede permitirse la división de poderes. El experimento soviético duró, en realidad, un abrir y cerrar de ojos, setenta años, marcados por tres guerras mundiales y decenas de millones de muertos. Es hacer gala de un sorprendente cinismo pretender que en esas condiciones el socialismo podría haber sido compatible con un Estado de Derecho. Pero el verdadero y más rebuscado cinismo se oculta tras la famosa alegación de que los países capitalistas sí lograron, en cambio, funcionar como Estados de Derecho en las mismas condiciones de guerra permanente. El capitalismo se puede permitir el Derecho –cuando se lo puede permitir y donde se lo puede permitir, que suele ser en un 10 % de las ocasiones y de los lugares- porque, normalmente, bajo sus condiciones –y siempre en el aludido 10 %-, el totalitarismo económico que garantiza los privilegios económicos que hacen innecesario violar la ley, convierte, a su vez, en innecesarias a las dictaduras de corte político. La sociedad capitalista no depende de sus leyes, sino de su capitalismo. En el socialismo, en cambio, la sociedad depende por entero de sus leyes. Nada tiene de extraño, así pues, que los países capitalistas más privilegiados se hayan podido permitir el disfrute de una intachable división de poderes, pues lo han hecho en unas condiciones en las que lo que se dividía no era el poder, sino una apariencia de poder. Aquí reside el mito tribal más persistente de lo que llamamos Occidente. Está bien eso de inventar toda suerte de dispositivos para dividir un poder imaginario, mientras el poder real circula de forma salvaje por otros cauces indomeñables. Lo que mueve al vómito es constatar la gran cantidad de buenos cerebros que de Habermas a Enzensberger o Savater se han aplicado en hacer pasar por filosofía la justificación tribal de este mito.
La tarea ilustrada de la división de poderes es bastante más difícil de lo que uno puede llegar a creer leyendo a esos señores. La humanidad no se ha enfrentado en serio a la dificultad real de ese problema más que bajo el experimento de lo que se llamó “socialismo real”. Y el fracaso fue, desde luego, estrepitoso. Y por supuesto que no se reparó en gastos para provocar que lo fuera. Pensemos por ejemplo en la Nicaragua sandinista. Para poner al ejecutivo sandinista en condiciones en las que se viera obligado a censurar unos cuantos artículos de prensa, dañando así la consistencia del Estado de Derecho, fue necesario poner el mundo entero patas arriba, montando una guerra con Irangate incluido y volcando todas los malas artes del Imperio sobre un país pobre y pequeño, en el que no había un solo ascensor que funcionara. Demasiados ejemplos parecidos se podrían poner, pero bastará en los próximos meses con estar atentos a lo que ocurra en Venezuela, en donde todavía no se ha censurado nunca la prensa ni se ha puesto jamás en cuestión la división de poderes, pese a que, en efecto, el mundo entero se ha confabulado para forzar a Chávez a cometer algún desliz de este tipo.
La humanidad no tiene todavía la menor idea de lo difícil que es la división de poderes, ni tampoco de lo apasionante que puede llegar a ser esa aventura a la que llamamos Ilustración. Cuba es pionera en este campo de experimentación política. En Cuba no hay Estado de Derecho, pero a lo mejor algún día nos veremos obligados a reconocer –cuando la historia del siglo XX empiece a contarse bien de una vez- que con ella comenzó para este mundo miserable y mentiroso, la aventura de una vida política conforme a derecho. Para que haya la posibilidad de un espacio político en el que vivir es, ante todo, necesario que la totalidad de las posibilidades humanas no se gasten o se consuman en la aventura de la supervivencia. Hasta el momento, y aunque resulte increíble a la luz del desarrollo tecnológico que hemos alcanzado los seres humanos, supervivir nos ha impedido vivir. No existen posibilidades políticas sin tiempo libre, como se sabe bien desde los tiempos de Pericles. La revolución tecnológica ininterrumpida en la que vivimos tendría que tener por efecto una reducción de la jornada laboral que liberara más y más tiempo para actividades políticas. Pero eso es imposible bajo condiciones capitalistas de producción, como bien demostró Marx hace ya tiempo. El capitalismo ha condenado a la humanidad a la aventura de la supervivencia en condiciones tecnológicas crecientemente más y más privilegiadas. La vida política es incompatible con un sistema económico como el capitalista que se caracteriza por mantener constantemente a los hombres en condiciones mínimas de supervivencia, para concentrar así cualquier adelanto tecnológico en la producción de más adelantos tecnológicos, de modo que la revolución de las condiciones de producción sea siempre máxima. Como decía Wallerstein, el capitalismo produce más para poder producir más. El hambre económica del capitalismo por el máximo de producción ha acogotado a la humanidad con más eficacia que antes lo hiciera el hambre biológica, obligando a la vida social a conformarse con la supervivencia y denigrando toda posibilidad de descanso y tiempo libre bajo la figura abyecta del parado.
El socialismo real fue la punta de lanza de una nueva época para la humanidad, en la que la Política y el Derecho tenían la posibilidad de reinar sobre la Economía y, por tanto, legislar y decidir sobre todos los asuntos humanos de importancia. El socialismo no fue, en este sentido, sino la propia Ilustración, una vez que se había reparado en el imprevisto de un capitalismo al que nadie había invitado y al que no se podía simplemente guillotinar en una plaza pública. Se trata de la aventura más heroica y la causa más verdadera que la humanidad haya emprendido desde que Sócrates, Platón y Aristóteles lanzaran al mundo el reto de una vida política a todos los seres racionales del futuro. La Ilustración que recogió ese guante sólo tuvo una verdadera posibilidad histórica de triunfar bajo el proyecto de las economías socialistas y ya hemos visto lo mal que salió la cosa y la mucha voluntad que se puso en que saliera así de mal. Así, fue como si, bajo el socialismo, la humanidad se hubiera empeñado en demostrar hasta qué punto podía liberarse del chantaje económico a costa de sujetarse a malas leyes y malas políticas. Pero la pura verdad es que, en las ocasiones en que se intentaron hacer las cosas mejor, como con Allende en Chile o con el sandinismo en Nicaragua, los esfuerzos de la política tuvieron que consumirse en la tarea de resistir al sabotaje, el bloqueo y la guerra, en una correlación de fuerzas desigual y condenada de antemano.
Hoy, Cuba es el único testigo que queda de todo aquello por lo que lucharon los esfuerzos de la Ilustración desde la muerte de Sócrates. Cuba es el único testigo de esa posibilidad humana que es el Estado de Derecho. Naturalmente que eso no la convierte ni mucho menos en un Estado de Derecho. Pero, aunque Cuba no es un Estado de Derecho, se sostiene constantemente en esa posibilidad y bastaría con que la dejaran en paz para que las leyes fueran corrigiendo a las leyes hasta instituir un verdadero régimen constitucional. Cuba no es un Estado de Derecho, pero podría serlo, y, además, no dice que lo sea, lo que siempre es un buen comienzo para el Derecho. Cuba es más bien la prueba de hasta qué punto es difícil en este jodido mundo capitalista arrancar una mísera isla de las garras de la Historia, para que la Ley y la Política puedan tomar por una vez la palabra. Cuba es la prueba de la dificultad de introducir una obra de la libertad en el curso fatal de las cosas.
Mucho peor es, desde luego, lo que nos ocurre a nosotros, que no sólo no somos un Estado Derecho sino que tampoco sabemos que no lo somos y, antes bien, nos creemos la encarnación misma del Derecho sobre la tierra, así sea protegidos tras el muro de Sharon. En Cuba tienen la posibilidad de tener malas leyes. Por eso no tienen ninguna necesidad de llamar Ley a la ausencia de Ley, como ocurre entre nosotros. Por lo menos en Cuba no se llama Estado de Derecho a los rincones más privilegiados de esa salvaje carnicería en la que veinticinco multinacionales se arrancan a mordiscos la carne de sus ciudadanos.

Carlos Fernández Liria

1 Acabo de escuchar en la radio que se acaba de iniciar un anteproyecto de revolución legislativa que permitirá a cada Comunidad autónoma pedir permiso por separado a las respectivas multinacionales que operen en su territorio para hacer realidad tan asombrosa utopía.

*Fragmento del libro A quien corresponda. Sobre Cuba, la Ilustración y el socialismo, publicado en 2005. Texto íntegro en La Jiribilla