miércoles, 30 de septiembre de 2015

Comités de Defensa de la Revolución, 55 años con la guardia en alto




Ya han pasado 55 años desde que los Comités de Defensa de la Revolución —CDR— fueron creados en Cuba, la organización de masas que más cantidad de militantes alberga en su seno. Aquel 28 de septiembre de 1960 estaba recién llegada a la Isla la delegación cubana que, durante diez días, había permanecido en los Estados Unidos para participar en la XV Asamblea General de las Naciones Unidas. Raúl Castro, Osvaldo Dorticós —presidente por aquel entonces— y el Che, entre otros compañeros, les recibieron al pie de la escalerilla del avión que, por cierto, era soviético, ya que el gobierno yanqui embargó el “Britannia” que los había llevado a Nueva York, a pesar de que la delegación cubana gozaba de inmunidad diplomática.
También les esperó una multitud que, haciendo caso omiso al aguacero que aquella tarde caía en Rancho Boyeros, igualmente quería dar la bienvenida al líder de la Revolución y al resto de los compañeros. Tal fue el gentío que acudió a la zona que la caravana liderada por Fidel tardó más de dos horas en llegar al Palacio Presidencial, hoy Museo de la Revolución. Numerosas pancartas, como: “Fidel: sacudiste al monstruo en sus propias entrañas” o “Fidel: hoy tu pueblo te recibe como el líder de los pueblos oprimidos del mundo”, fueron desplegadas entre los miles de hombres y mujeres que asistieron a los recién llegados.
Desde la terraza norte del Palacio, Fidel expuso sus impresiones acerca de los diez días transcurridos en la ciudad de los rascacielos, haciendo un balance altamente positivo del viaje. Durante su exposición al pueblo, se escucharon varios estallidos de bombas colocadas y detonadas por la contrarrevolución, momento en que Fidel anunció la puesta en marcha de una idea de vigilancia colectiva. Así lo dijo y así nacieron los CDR: “Estos ingenuos parece que de verdad se han creído eso de que vienen los ‘marines’, y que ya está el café colado aquí. Vamos a establecer un sistema de vigilancia colectiva, ¡vamos a establecer un sistema de vigilancia revolucionaria colectiva! Y vamos a ver cómo se pueden mover aquí los lacayos del imperialismo, porque, en definitiva, nosotros vivimos en toda la ciudad, no hay un edificio de apartamentos de la ciudad, ni hay cuadra, ni hay manzana, ni hay barrio, que no esté ampliamente representado aquí. Vamos a implantar, frente a las campañas de agresiones del imperialismo, un sistema de vigilancia colectiva revolucionaria que todo el mundo sepa quién vive en la manzana, qué hace el que vive en la manzana y qué relaciones tuvo con la tiranía; y a qué se dedica; con quién se junta; en qué actividades anda. Porque si creen que van a poder enfrentarse con el pueblo, ¡tremendo chasco se van a llevar!, porque les implantamos un comité de vigilancia revolucionaria en cada manzana…, para que el pueblo vigile, para que el pueblo observe, y para que vean que cuando la masa del pueblo se organiza, no hay imperialista, ni lacayo de los imperialistas, ni vendido a los imperialistas, ni instrumento de los imperialistas que pueda moverse. Están jugando con el pueblo y no saben todavía quién es el pueblo; están jugando con el pueblo, y no saben todavía la tremenda fuerza revolucionaria que hay en el pueblo”.
El paso de los años —55 años desde entonces— se encarga de certificar que la fuerza revolucionaria del pueblo siempre ha sido inmensa.
Fruto de la unificación de varias organizaciones con fines diversos, los CDR nacieron, pues, en el fragor de la lucha revolucionaria como respuesta fundamentalmente al terrorismo contrarrevolucionario. Se trataba de impedir la destrucción de la Revolución que tanto perseguían y anhelaban los enemigos imperialistas. De modo que, aunque no fue la única, la vigilancia siempre constituyó su razón de ser y su tarea prioritaria.
Otra tarea muy importante, a la que sin duda han contribuido los CDR durante todos estos años, ha sido la de preservar —con éxito— la unidad del pueblo manteniendo vivo y pujante el socialismo; no en vano, la cederista es una organización sociopolítica de masas estrechamente ligada al hecho histórico de la Revolución Cubana. A través de los CDR se canalizan los diferentes procesos políticos convocados por el Partido y el Gobierno, multiplicándose de esa manera la participación del pueblo.
Los CDR, que cuentan con unos ocho millones y medio de efectivos, aproximadamente, más del 80% de la población mayor de 14 años, se encargan de otras muchas tareas. Mediante el trabajo directo con las personas y las familias de la comunidad, combaten la especulación, organizan los suministros alimenticios al pueblo, promocionan los trabajos voluntarios, participan activamente en la recuperación de materias primas, en el ahorro de energía eléctrica, en las campañas de vacunación, en las donaciones voluntarias de sangre, en los actos conmemorativos, en la concepción de la Guerra de Todo el Pueblo, sobre todo a través de las brigadas de producción y defensa, que son las encargadas de la evacuación de las familias en caso de alarma ante cualquier agresión… En fin, ante cualquier tarea planteada por la Revolución, la militancia cederista siempre estuvo presta, siempre está presta para responder sin atrasos a la llamada.
Muchos años después de que él mismo anunciara la creación de los CDR, Fidel dijo de éstos: “A mi me parece que lo notable de la historia de nuestra Revolución es haber resistido todos esos intentos de destruirla, y, en ese sentido, aquel día en que se formaron los Comités de Defensa de la Revolución fue un día verdaderamente histórico”.
Cuando en 1996 el gobierno de los Estados Unidos —el de William Clinton—aprobó la ley Helms-Burton, que es una flagrante violación del Derecho Internacional, ésta contemplaba la desaparición de los CDR como paso previo para aprobar un gobierno de transición en la Isla; prueba evidente de que la organización de masas, que ya cuenta con 55 años de existencia, cumple eficazmente con su cometido: defender al socialismo que ellos mismos construyen.

Paco Azanza Telletxiki

Internacionalismo cubano en África




Juan Almeida, Nelson Mandela y Jorge Risquet en Namibia

A Jorge Risquet Valdés, combatiente revolucionario recientemente fallecido y, obviamente, al pueblo cubano

El 7 de diciembre es una fecha que nunca pasará desapercibida para el pueblo de Cuba. Ese mismo día, pero de 1896, cayó combatiendo en San Pedro, Punta Brava, el Lugarteniente General del Ejército Libertador Antonio Maceo Grajales y su ayudante, el capitán Panchito Gómez Toro, hijo del General mambí Máximo Gómez. Treinta y ocho años después y en la misma ciudad que el Titán de Bronce —Santiago de Cuba— nacía Frank Isaac País García, destacado luchador clandestino contra la tiranía batistiana. Y el 7 de diciembre de 1989, hace ya casi veintiséis años y 119 después del primer hecho aludido en este escrito, culminó en toda Cuba la Operación Tributo.
Ésta operación consistió en el traslado a la Isla de los restos mortales de más de 2.000 internacionalistas cubanos caídos en misiones en África. En medio de una gran conmoción, los combatientes repatriados fueron inhumados en los Panteones de los Caídos, acondicionados para la ocasión en cada uno de los 169 municipios del país —a cada uno en su lugar de origen, aunque el acto central fue celebrado en el Cacahual, lugar donde descansan los restos de Maceo y Gómez Toro—. Previamente, en el cementerio de la Misión Cubana en Angola, los especialistas del Instituto de Medicina Legal habían hecho un extraordinario y exhaustivo trabajo de identificación y preparación de los cadáveres.
Pero, como no podía ser de otra manera, tan magna y emotiva jornada tuvo sus antecedentes que, por su enorme y positiva trascendencia, así como por el descarado empeño por parte del imperio en ocultarlos y tergiversarlos, bien vale la pena recordar.
La Revolución Cubana no sólo se consagró a su propia defensa —ahí tenemos el caso de Playa Larga y Playa Girón, donde en abril de 1961 y en sólo 66 horas, el Ejército Rebelde y las Milicias liquidaron la invasión mercenaria apoyada y financiada por el gobierno de los Estados Unidos—, también se dedicó a prestar ayuda —siempre altruista— a infinidad de causas justas en numerosos países de África y de América Latina.
Por la República Popular de Angola, en el transcurso de los casi dieciséis años que duró la “Operación Carlota” [1], llegaron a pasar 377.033 combatientes cubanos. Esta nación, presidida entonces por el dirigente del Movimiento Popular para la Liberación de Angola —MPLA—, Agostinho Neto, solicitó la ayuda cubana para defender su soberanía frente a la agresión sudafricana. Agresión invasora que estaba apoyada por la contrarrevolución interna y la ayuda espiritual y material de Estados Unidos. Los yanquis —siempre tan deshumanizados— suministraron, a través de Sudáfrica, infinidad de armamento a la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola —UNITA—, organización liderada por Jonas Savimbi que arrasaba aldeas enteras y asesinó a cientos de miles de civiles, incluyendo mujeres y niños. El Frente Nacional para la Liberación de Angola —FNLA—, cuyo mercenario dirigente era Holden Roberto, también recibió ayuda norteamericana y actuaba de idéntica manera.
Estados Unidos sabía perfectamente, además, puesto que ellos las suministraron a través de Israel, que el régimen fascista y racista de Sudáfrica contaba con la posesión de siete armas nucleares similares a las que ellos lanzaron sobre Hiroshima y Nagasaki. Con la esperanza, quizá, de que hicieran uso de ellas contra las tropas cubano-angolanas, el imperialista gobierno no dijo nada.
No está de más recordar que, con esta misión internacionalista, Cuba contribuyó de manera decisiva a rechazar las embestidas bélicas del enemigo externo, a que la ONU aprobara —mediante la aplicación de la resolución 435— la independencia de Namibia —última colonia del África negra— por la que tanto luchó la Organización del Pueblo de África Sudoccidental —SWAPO—, a la liberación de Zimbabwe… y a que se derrumbase el Apartheid en Sudáfrica y se “rompieran” los cerrojos que mantuvieron encarcelados por más de un cuarto de siglo a Nelson Mandela y a otros compañeros del Congreso Nacional Africano —ANC.
El compañero Fidel definió muy bien el carácter desinteresado de la intervención cubana, diciendo que, una vez cumplida la misión que les llevó a tierras tan lejanas, las fuerzas internacionalistas se retiraron sin llevarse otra cosa del África que los restos de sus compañeras y compañeros caídos —2.085 cumpliendo misiones militares y otros 204 en tareas civiles—; mientras que los principales países capitalistas tenían importantes inversiones e intercambiaban miles de millones de dólares cada año comerciando con el régimen racista.
El 10 de enero de 1989, cuando en gesto de buena voluntad Cuba adelantaba el regreso de 3.000 combatientes —antes de la fecha acordada con las Naciones Unidas, el primero de abril de 1989—, un hervidero de niños, mujeres y hombres salieron a las calles con emocionado semblante —y abundantes lágrimas— para despedirles y agradecerles la ayuda prestada.
Y no solo en cuestiones militares Cuba echó una mano muy importante al pueblo angolano. Paralelamente, entre 1976 y 1991, 42.510 colaboradores civiles cumplieron misiones en este país africano. Entre ellos se encontraban trabajadores de la salud pública —médicos, estomatólogos, enfermeros, farmacéuticos, técnicos de laboratorio, especialistas en reparaciones de equipos e instrumental médico…—, que prestaron sus valiosos servicios en los más remotos rincones del país; realizando campañas de vacunación, de higienización, de educación para la salud… y erradicaron brotes de epidemias como el cólera, por ejemplo.
Por su parte, los trabajadores de la enseñanza impartieron clases de primaria en cientos de escuelas, además de que numerosos profesores también se dedicaron a la enseñanza de otros niveles, incluido el universitario. Mientras esto sucedía en Angola, en Cuba se graduaron cerca de 8.000 angolanos en los niveles medio y superiores.
En cuanto al sector de la construcción se refiere, uno de los más numerosos de la colaboración cubana, sus trabajadores construyeron buena cantidad de puentes para el restablecimiento de las vías de comunicación terrestre, así como viviendas, escuelas, fábricas de cemento, etc.
Además de estos, la colaboración civil también abarcó otros sectores como el forestal, la agricultura, la pesca, la marina mercante, el transporte, la energía, el deporte…
No olvidemos tampoco que estas misiones fueron realizadas bajo las difíciles condiciones de un país en guerra. En la ciudad de Huambo, la UNITA llegó a colocar un coche-bomba frente al céntrico edificio donde se albergaban cientos de cooperantes. Quince obreros de la construcción perdieron la vida a resultas de la explosión. En respuesta, 200.000 trabajadores del mismo gremio, en Cuba, llenaron planillas inscribiéndose para sustituir a sus hermanos caídos.
El 11 de enero de 1989, cuando el general de ejército Raúl Castro recibió al primer grupo de combatientes que regresaba a Cuba, dijo que “hijos de esas tradiciones son también los trabajadores civiles, entre ellos médicos, constructores y maestros, que por decenas de miles han trabajado abnegadamente en aras del bienestar y la felicidad del pueblo angolano y no pocas veces se tornaron soldados y empuñaron resuelta y heroicamente las armas”.
Y era verdad. Como los miembros de las fuerzas armadas no podían estar en todas partes, bajo la dirección del Comando Unificado de Defensa Popular que se creó, los cooperantes civiles estaban entrenados y equipados con armamento de infantería.
En la ciudad de Sumbe, por ejemplo, cuando sus pacíficos habitantes disfrutaban de las tradicionales fiestas carnavalescas, 230 cooperantes cubanos, de los cuales 43 eran mujeres, se vieron en la necesidad de empuñar las armas. Junto a sus compañeros angolanos —entre ambas nacionalidades sumaban 460 efectivos—, hicieron frente y repelieron la agresión de la UNITA que trataba de secuestrar a los propios cooperantes, finalmente retirándose sin conseguirlo. Siete cubanos cayeron como consecuencia de la heroica defensa.
Volviendo a la participación estrictamente bélica, decir que importantes fueron las batallas de Quifangondo y Cabinda. El líder y mercenario del FNLA, Holden Roberto, había anunciado que tomaría Luanda —en poder del MPLA— el 10 de noviembre de 1975, víspera de la fecha acordada para proclamar la independencia de Angola.
Para esa anunciada toma Roberto contaba con 2.000 angolanos de su sanguinario ejército, así como con 1.200 soldados zairenses —por aquel entonces, la actual República Democrática del Congo se llamaba Zaire— suministrados por Mobutu —principal aliado del FNLA y también de Estados Unidos—, unos 120 mercenarios portugueses y unos cuantos asesores sudafricanos y estadounidenses. Pero en la citada fecha, a trece millas al norte de la capital, en Quifangondo, una fuerza numéricamente inferior de guerrilleros del MPLA respaldados por artilleros cubanos, puso en fuga a los atacantes.
En Cabinda sucedió algo parecido. El 8 de noviembre, los mercenarios, las tropas de Mobutu —quien buscaba anexionar Cabinda a Zaire— y el Frente para la Liberación del Enclave de Cabinda —FLEC— lanzaron un ataque.
Defendido el enclave por alrededor de 1000 miembros de las Fuerzas Armadas Populares para la Liberación de Angola —FAPLA, transformación de las fuerzas guerrilleras del MPLA en ejército regular— y 232 cubanos, en las primeras horas del 12 de noviembre, ya con Quifangondo asegurado y declarada la independencia, los defensores pasaron a la ofensiva y en pocas horas, zairenses, mercenarios y soldados del FLEC se retiraron totalmente desorganizados por la frontera de Zaire.
Conseguida por fin su independencia, Angola fue admitida en la Organización de la Unidad Africana —OUA— como su Estado miembro número veintisiete, abandonando los sudafricanos sus últimas posiciones en el sur de Angola el 27 de marzo del año siguiente.
Tres días después, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas condenó la agresión de Sudáfrica a la República Popular de Angola. Con esta situación tan favorable, el gobierno de Agostinho Neto y Cuba acordaron disminuir el personal militar cubano durante los años 1976, 1977 y 1978 hasta retirar todas las tropas y dejar sólo a los instructores.
Sin embargo, diversos acontecimientos acaecidos cuando ya se estaba cumpliendo el plan de retirada —un tercio de los 36.000 efectivos que operaban en aquel momento ya habían regresado a Cuba— obligó a detenerlo.
A principios de marzo de 1977, sin el consentimiento del presidente Neto y atravesando la frontera Este con Zaire, fuerzas del Frente de Liberación Nacional Congolés —FNLC— se introdujeron en Zaire en guerra abierta contra el tiránico régimen de Mobutu. Esta incursión, conocida como “la primera guerra de Shaba”, se detuvo a finales de mayo con la derrota de los katangueses, que por ese nombre se les conocía a los guerrilleros de FNLC, retornando estos a territorio angolano de manera precipitada. A esta derrota katanguesa contribuyeron de manera importante los 1.500 soldados marroquíes transportados por Francia que acudieron en ayuda de Mobutu.
Fueron tres meses de gran tensión para los cubanos y angolanos, temiendo que la incursión de los katangueses fuera respondida con un ataque de Zaire a la República Popular de Angola.
Por otra parte —y esto ya fue un problema interno— el 27 de marzo, una plataforma ultraizquierdista que perseguía el objetivo de conquistar el poder, atacó el Palacio Presidencial, tomó la sede de Radio Nacional de Angola, ocupó la cárcel de San Paulo y provocó el levantamiento de la Novena Brigada de Infantería de las FAPLA en la capital.
Por orden de Neto, el Batallón Presidencial, al cual asesoraban varias decenas de cubanos, rechazó el asalto al Palacio y recuperó la emisora de radio.
Entendiendo los jefes de la rebelión que la respuesta dada a sus ataques era eficaz y contundente, abandonaron sus posiciones llevándose de rehenes a dirigentes del MPLA y de las FAPLA, a quienes cruelmente asesinaron.
En cuanto a los racistas sudafricanos, no resignados con su expulsión del territorio angolano, se dedicaron durante los dos primeros años a violar el espacio aéreo de la RPA y a realizar incursiones terrestres con el pretexto de perseguir a los combatientes de la SWAPO.
Así, por ejemplo, el 4 de mayo de 1978, como a las siete de la mañana, más o menos, aviones de la Fuerza Aérea Sudafricana iniciaron un criminal bombardeo contra el campamento de refugiados namibios de Cassinga, ubicado a unos 250 kilómetros de la frontera. El resultado del sangriento ataque fue de 600 refugiados muertos y 350 heridos graves; la mayoría de ellos ancianos, mujeres y niños.
Bajo el intenso ataque aéreo y con infinidad de minas colocadas por el enemigo en todo el trayecto, las fuerzas cubanas acantonadas en Chamutete, a quince kilómetros al sur de Cassinga, lograron aproximarse al campamento. Este avance, realizado en combate desigual por los internacionalistas, puso en fuga a las tropas sudafricanas. La intervención de los cubanos, sin embargo, no resultó gratuita: dieciséis de ellos perdieron la vida y 76 resultaron heridos.
Poco después, niños y niñas sobrevivientes de este masivo asesinato y otros muchachos que habitaban en el sur de Angola, fueron llevados a Cuba, fundándose con ellos la primera escuela de la SWAPO en la Isla de la Juventud —curiosamente, una de ellas llegó a ser embajadora de Namibia en Cuba.
Este nefasto acontecimiento puso de manifiesto que Sudáfrica, junto a la UNITA del sanguinario Savimbi y por supuesto que con la condicional y miserable ayuda de Estados Unidos, volvía a la ofensiva para tratar de conseguir sus perversos propósitos.
Sobra decir que el cambio tan adverso y repentino provocó la anulación del plan de retirada que ya se estaba produciendo, llegándose a aumentar incluso el número de internacionalistas en territorio angolano a partir de los citados acontecimientos.
Y creo que no debería finalizar esta breve reseña bélica sin nombrar a Cuito Cuanavale, antigua base aérea de la OTAN, donde entre enero y marzo de 1988 se desarrollaron los combates decisivos para lograr la victoria sobre la coalición África del Sur-UNITA. Esta victoria militar repercutió favorablemente en el proceso de negociaciones comenzado a mediados de 1987. En el plano militar las fuerzas cubano-angolanas fueron muy superiores, sobre todo tras los citados combates de Cuito Cuanavale, donde se contó con la ayuda de destacamentos namíbios. Por eso mismo —y no por buena gente— los enemigos de la República Popular de Angola acabaron firmando lo que no deseaban. Viéndose militarmente perdidos, y tragándose la habitual prepotencia que les caracteriza, no les quedó otra alternativa que hacerlo.
Los acuerdos de Paz para el Suroeste de África fueron firmados por Sudáfrica, Angola y Cuba en la sede de la ONU, en diciembre de 1988. Estados Unidos participó como mediador, aunque, en realidad, por ser un aliado del régimen del apartheid, les correspondía sentarse junto a los sudafricanos.
“El jefe de los negociadores norteamericanos, subsecretario de Estado Chester Crocker, durante años se opuso a que Cuba participara […] En un libro de su autoría sobre el tema fue realista cuando, refiriéndose a la entrada en la sala de reunión de los representantes de Cuba, escribió: ‘la negociación estaba a punto de cambiar para siempre’.
El personero de la administración Reagan sabía bien que con Cuba en la mesa de negociaciones no prosperarían la burda maniobra, el chantaje, la intimidación ni la mentira”—el entrecomillado es de Fidel.
Y ya que hablamos de África, voy a extenderme un poco más. La primera intervención de Cuba en este castigado y explotado continente [2] comenzó con el viaje de Jorge Ricardo Masetti [3] a Túnez. Enviado por Cuba en octubre de 1961, con un mensaje que ofrecía ayuda al Frente de Liberación Nacional de Argelia, éste mensajero se reunió con los líderes rebeldes que luchaban por la independencia de Argelia desde 1954. Como resultado de la reunión se convino que Cuba enviara armas. Efectivamente, en diciembre del mismo año el barco cubano Bahía de Nipe zarpó de La Habana con abundantes armas para desembarcarlas en Casablanca. Desde esta ciudad marroquí, en enero de 1962 fueron transportadas al campamento del FLN próximo a Oujda, cerca de la frontera argelina.
De regreso a La Habana, el Bahía de Nipe levó anclas con 78 guerrilleros heridos y veinte niños de campamentos de refugiados, huérfanos en su mayoría.
Pocos meses más tarde, el 3 de julio de 1962, Argelia consiguió su independencia de Francia.
Después, ya como primer ministro de Argelia y aprovechando su estancia en Nueva York para asistir a la ceremonia de admisión de su país en las Naciones Unidas, Ahmed Ben Bella viajó a Cuba. Esta visita se realizó el 16 de octubre de 1962 y llegó desde Estados Unidos a bordo de un avión cubano, tras entrevistarse con Kennedy que lo recibió en Washington. Agradeció a Cuba la ayuda prestada y apoyó a la, por aquel entonces, todavía joven Revolución. Valientes comentarios y valiente viaje que, como cabía esperar, no agradó ni un ápice al inquilino de la Casa Blanca. Recordemos que aquellos fueron momentos muy tensos entre Cuba y Estados Unidos, y que un día después de la mencionada visita se desató la Crisis de Octubre, la de los famosos misiles.
Y así fue pasando el tiempo. No mucho después, el 24 de mayo de 1963, llegó a Argelia una misión de médicos cubanos. A este país magrebí le pasó un poco como a Cuba. De los escasos médicos que había en su territorio la mayoría eran franceses, y muchos de estos se fueron a sus lugares de origen recién estrenada la independencia.
No fue muy amplio el personal médico enviado por el gobierno cubano —45 hombres y diez mujeres— puesto que, como ya he señalado, tampoco en Cuba por aquellas fechas se contaba con muchos médicos. Sin embargo, sí creo que deberíamos subrayar cómo un país subdesarrollado —Cuba— ofreció ayuda totalmente gratuita a otro país —Argelia— con una situación todavía más complicada en ese sentido que la cubana.
En realidad, si después de hablar de Angola me he extendido un poco con Argelia lo he hecho porque, precisamente en este país y en la fecha ya señalada, Cuba inició las misiones internacionalistas de civiles que ya he comentado hace unas líneas y que nunca interrumpió, ni siquiera en los peores momentos del período especial. A partir de la experiencia argelina, estas misiones fueron en rápido aumento beneficiando de forma totalmente altruista a buena cantidad de países hermanos.
Y si esta fue la primera colaboración civil de Cuba revolucionaria en el mundo, el primer envío de personal militar al continente africano fue también con destino a Argelia.
Antes dije que se enviaron armas para apoyar a los rebeldes en su lucha por la independencia. En esta segunda ocasión a territorio argelino llegaron armas y combatientes —en total sumaron 686 efectivos.
Durante el verano de 1963, Marruecos quiso trastocar la frontera con Argelia para apoderarse de las minas de hierro de Gara Yebilet, algo que las autoridades argelinas lógicamente no permitieron. No llegando a ningún acuerdo, las armas se erigieron como protagonistas del conflicto, comenzando, así, la denominada Guerra del Desierto.
Militarmente, Marruecos era superior a Argelia —contaba con menor número de soldados, pero su ejército estaba mejor equipado y entrenado—. De modo que Ben Bella solicitó ayuda a Cuba, ayuda que no se dejó esperar, materializándose en octubre de 1963.
Afortunadamente, los internacionalistas cubanos no llegaron a combatir. Las autoridades marroquíes, enteradas del desembarco en Orán de tropas y armamento cubano, sobrestimaron al enemigo. Sobrestimación que, sumada a la falta de ayuda esperada por parte de sus amigos occidentales, acabó apendejándoles un poco, si no bastante.
Bajo esas condiciones, el 29 de octubre, Ben Bella y Hassan II se reunieron en Mali y al día siguiente firmaron el alto el fuego que propició el regreso, en febrero de 1964, a la situación anterior a las hostilidades.
Y ya, para alejarnos definitivamente de Argelia, recordar que Ahmed Ben Bella fue derrocado el 19 de junio de 1965 mediante un golpe de Estado. De todos modos, como ya sabemos, aquí empezó, pero no acabó la epopeya de Cuba en África.
En la madrugada del 24 de abril de 1965, tras cruzar el lago Tanganica desde Tanzania, el Che llegó al Congo —ex colonia belga que en octubre de 1971 pasó a llamarse Zaire y desde mayo de 1997 República Democrática del Congo— al frente de una columna de guerrilleros cubanos.
En diciembre de 1964, Ernesto Guevara inició un viaje que durante tres meses le llevó a ocho países africanos y a China. Durante ese período se reunió con varios dirigentes de movimientos de liberación para ver cómo Cuba podía ayudarlos.
En nombre del gobierno cubano, el Che ofreció a Laurent Kabila y a Gastón Soumialot —líderes de los Simbas— instructores cubanos y armas. Ayuda que de buen grado aceptaron los rebeldes.
Lo que estos dirigentes nunca imaginaron fue que, poco tiempo después, el propio Che llegaría al frente de los instructores; acontecimiento que no les agradó demasiado por miedo, según ellos, a que el conocimiento de su presencia provocara un “escándalo internacional”.
Las intenciones de los internacionalistas cubanos eran buenas, pero este país no estaba preparado para una revolución.
Aliados con los cómplices del asesinato de Patricio Lumumba —Mobutu y Tshombe—, Estados Unidos, máximo responsable del citado asesinato, estaba metido hasta las cejas en toda esta contienda; solo que, como casi siempre, lo hacía de manera encubierta. En un momento en que los Simbas avanzaron poniendo en peligro sus imperiales intereses, los norteamericanos no dudaron en contratar a exiliados cubanos que residían en Miami para pilotar aviones belgas y bombardear a los rebeldes. También contrataron a más de 1.000 mercenarios —estos en su mayoría sudafricanos blancos que arrasaban y saqueaban aldeas enteras asesinando a sus indefensos pobladores— para apoyar al ineficaz ejército congolés contra la guerrilla.
Cuando los cubanos llegaron, la situación que encontraron era poco esperanzadora. Los mercenarios pagados por Estados Unidos ya habían aplastado la rebelión, pero esto era lo de menos. El mayor problema residía en que la mayoría de los Simbas no querían combatir ni recibir entrenamiento —ellos eran pésimos guerrilleros— de los instructores recién llegados; sus jefes pretendían dirigir sin poner un solo pie en el país de la contienda —el Che sólo pudo ver al escurridizo Kabila en una ocasión, y a los internacionalistas cubanos este comportamiento les llamó negativamente la atención, puesto que sus jefes en la Guerra de Liberación contra Batista nunca abandonaron el campo de batalla—. Además, a los combatientes internacionalistas —incluido al Che— nunca les dejaron llevar a la práctica los planes que ellos tenían para reconducir la lucha, lucha que finalmente los rebeldes decidieron dar por finalizada, invitando a los cubanos a que se marcharan.
Ante estas caóticas condiciones poco o nada podía hacerse, así que, tras siete meses de intentos baldíos, los internacionalistas abandonaron el Congo cruzando de nuevo el lago Tanganica, esta vez en sentido contrario.
La incomprensión de los que allí dirigían la lucha fue probablemente la causa fundamental de que los objetivos de la misión no prosperaran. De todos modos, el ejemplo del Che y sus compañeros no fue vano, pues sirvió para que cientos de miles de cubanos lo imitaran y ayudaran a independizar a otros países del sufrido y explotado continente africano.
Y si la columna del Che llegó al Congo ex belga en abril, en agosto del mismo año otra columna lo hizo al Congo ex francés. Dirigida por Jorge Risquet Valdés, esta columna tenía la misión de entrenar y asistir a los rebeldes del Movimiento Popular para la Liberación de Angola —MPLA—, que tenían su cuartel general allá, en Brazzaville, crear una milicia para defender al Congo ex francés de la agresión del Congo ex belga, preservar al gobierno de un posible golpe de Estado… y unirse, tan pronto como se presentara la ocasión, a la columna del Che para reforzarla.
Pero el gobierno de Massamba-Débat decepcionó bastante a los internacionalistas cubanos. No era un gobierno de revolucionarios firmes. Entendiendo que su presencia no iba a contribuir a extender la revolución por el África austral, menos de dos años después, tras armar y entrenar a cientos de rebeldes angolanos, decidieron marcharse.
Cuba también cuenta con la experiencia de Guinea-Bissau, donde en 1966 instructores militares y médicos cubanos se unieron a los rebeldes del Partido para la Independencia de Guinea y Cabo Verde —PAIGC— que, liderados por Amílcar Cabral, combatían contra el colonialismo portugués; y allá permanecieron hasta el final de la guerra en 1974. Exceptuando la de Angola, esta fue la intervención cubana más larga en África.
Derrotados los portugueses, Cuba entrenó al nuevo ejército, aportó casi la mitad de los médicos en ese trocito de África y fundó la Escuela de Medicina.
Otro país africano que igualmente recibió ayuda cubana fue Etiopía. Recurro a las palabras de Miguel A. D’Estéfano Pisani: “El 11 de septiembre de 1974 fue destronado el imperio de Haile Selassie I, cuyo título completo era ‘Conquistador de la Tribu de Judá, Elegido de Dios y Rey de los Reyes de Etiopía’. Bajo el imperio, el 20 por ciento de la tierra laborable pertenecía a la Iglesia Copta, el 40 por ciento pertenecía a la familia imperial, y el 40 por ciento restante a feudales y autócratas.
En julio de 1977, Etiopía informó a la Asamblea General de la ONU que mientras estaba desarrollando un esfuerzo máximo para emanciparse de la esclavitud, la opresión y la explotación del régimen feudal, el 23 de ese mes Somalia había emprendido una guerra de agresión. En octubre se estaba desarrollando una lucha muy violenta en territorio etíope, y en enero de 1978 los somalos atacaron la zona etíope de Harar, pero las tropas etíopes, apoyadas por los primeros combatientes internacionalistas cubanos, defienden la zona y rechazan a la fuerza atacante en los accesos a la ciudad. El 8 de marzo, una columna blindada cubana, que avanzó unos doscientos kilómetros en menos de tres días, tomó Dagahabur; así, las posiciones decisivas del territorio etíope de Ogaden habían sido liberadas y las tropas somalas se retiraron hacia sus fronteras. El 12 de marzo, se liberó la totalidad del territorio etíope ocupado por Somalia.
De haber tenido éxito el plan somalo de ocupar una gran parte del territorio etíope, tal precedente hubiera sido funesto para toda África, cuyos Estados han aceptado el principio de la intangibilidad de sus fronteras”.
En la Operación Baraguá, que así se llamó la misión cubana en Etiopía, participaron 16.000 internacionalistas cubanos, y registró el mayor envío de tropas si exceptuamos a las que combatieron en Angola.
Otros países africanos, como Zambia, Zimbabwe, Mozambique… también contaron con la ayuda de Cuba.
“En estos más de veintiséis años no hubo un solo día en que los combatientes cubanos dejaran de empuñar el fusil en África. A veces fueron solo unas decenas, en algún destacamento guerrillero en la selva. A mediados de 1988, fueron más de 50.000.
Es así, de conjunto, a lo largo de todo un período, como hay que analizar la epopeya cubana en África” —el entrecomillado es de Jorge Risquet Valdés.
Y por supuesto que, en todos esos años, la ayuda a los focos guerrilleros de Latinoamérica tampoco quedó descuidada.
Incluso, Cuba ofreció voluntarios para combatir en Vietnam contra el imperialismo yanqui, pero, salvo a unos pocos militares que ayudaron en la formación de cuadros, los vietnamitas sólo aceptaron a civiles, entre ellos a numerosos médicos.
Con la participación directa de constructores y técnicos cubanos se transformó el legendario Camino Ho Chi Minh, formado por miles de trillos que atravesaban selvas de Vietnam, Laos y Cambodia, para transportar los tanques y cañones que se utilizaron en la ofensiva general que culminó en la liberación de Saigón y la completa derrota de la agresión yanqui. A esta derrota también contribuyeron, de manera decisiva, las movilizaciones del pueblo norteamericano en contra de la agresión, así como las de otros muchos pueblos del mundo.
El 19 de julio de 1966, como consecuencia de un bombardeo estadounidense, cerca de Hanoi murieron al menos cuatro cubanos.
Otra región del mundo, donde los internacionalistas cubanos también prestaron su ayuda, fue Oriente Medio. A petición de Hafez al-Assad, presidente sirio por aquel entonces, casi 1.000 compatriotas acudieron a la llamada. Israel había agredido nuevamente a Siria, y, desde noviembre de 1973 hasta mayo de 1974, ambos países se enzarzaron en una guerra de desgaste en los Altos del Golán —montañas del suroeste de Siria— que, desde la Guerra de los Seis Días —1967—, permanecen ocupados por Israel. Se trata de 1.200 km2 de gran importancia estratégica, siendo además una importante fuente de agua, tan escasa en buena parte del desértico territorio.
Los combatientes cubanos entablaron duelos de artillería contra los israelíes, hasta que el 31 de marzo de 1974, estos últimos y los sirios, convinieron dar por finalizadas las actividades bélicas; regresando los internacionalistas a la Isla en febrero de 1975.
Pudiera parecer, por todo lo dicho, que la Revolución Cubana es acérrima defensora del militarismo; nada más incierto, sin embargo. El pueblo cubano, siempre pacífico, sólo se involucró en guerras que lamentablemente, al decir de Martí, fueron necesarias. Ojalá su ejército y todos los del mundo pueda ser disuelto un día no lejano. Sería muy buen síntoma y para la humanidad un logro maravilloso, pero, hoy por hoy, la estupidez, la soberbia y la codicia humana lo convierte en enorme deseo y en meta más que imposible.
“Algún día [sin embargo] llegará en que estas armas, llevadas a una fundición, las veremos convertidas en machetes, arados, tractores y piezas pacíficas de la construcción del pueblo” —el entrecomillado es de Raúl Castro.
Personalmente soy pacifista —la Revolución Cubana también—, pero no a ultranza, porque, aunque la violencia comoquiera que sea siempre es indeseable, hoy todavía distingo entre los disparos de un ejército imperialista y los disparos de un ejército que defiende la soberanía de su pueblo. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias, como dijo Camilo Cienfuegos, no son otra cosa que “el pueblo uniformado”.
Conviene recordar que las mencionadas misiones internacionalistas —tanto las civiles como las militares— fueron llevadas a cabo por voluntarios. Jamás se le obligó a nadie a cumplirlas. Es más, hubo muchísima gente que, queriendo participar en ellas, tuvo que quedarse a regañadientes en Cuba; tanto era el ofrecimiento por parte de la población que, lógicamente, a todos no se les podía llevar.
Además, como ya he comentado, la presencia militar cubana en África siempre estuvo acompañada por un masivo programa de asistencia técnica. Fundamentalmente compuesta por médicos, educadores y constructores, decenas de miles de cubanos y cubanas trabajaron de manera totalmente desinteresada no solo en Angola sino también en otros países como Cabo Verde, Guinea, Guinea-Bissau, Mozambique, Benin, Sao Tomé y Príncipe, Etiopía, Tanzania, Congo… En Tindouf, al suroeste de Argelia, médicos de la Isla cuidaron a miles de refugiados que habían huido del Sahara Occidental, ocupado por tropas marroquíes.
En todo ese tiempo y con becas totalmente pagadas por el gobierno cubano, miles de africanos estudiaron en Cuba —en 1988 la cifra había ascendido a algo más de 18.000 estudiantes, sin contar los pertenecientes a países de otros continentes.
Este altruista comportamiento contrasta bastante con el de los ejércitos capitalistas e imperialistas. A los norteamericanos, por ejemplo, no les ha queda otro remedio que contratar a numerosa cantidad de mercenarios —cuya sangrienta participación en ciertos conflictos de sobra se conoce—, teniendo que pagar elevadísimas cifras a sus soldados, también, para mantenerlos incentivados en su destructivo trabajo; lo cual, más que en combatientes al servicio de su patria y del resto del mundo, les convierte igualmente en mercenarios. Muchos de estos soldados, además, ni siquiera son norteamericanos. De origen sobre todo latino y africano, solamente poseen el permiso de residencia y aceptan ser carne de cañón ante la promesa hecha por parte de las autoridades norteamericanas de concederles la nacionalidad al final de sus “servicios” —si es que llegan vivos, claro, a la conclusión de los mismos.
Para ilustrar y certificar la ayuda prestada por Cuba a África, podríamos recurrir a las palabras que Nelson Mandela pronunció durante su visita a Cuba en julio de 1991. Estas declaraciones, que por supuesto provocaron férrea censura en Estados Unidos, decían lo siguiente: “Venimos aquí con el sentimiento de la gran deuda que hemos contraído con el pueblo de Cuba. ¿Qué otro país tiene una historia de mayor altruismo que la que Cuba puso de manifiesto en sus relaciones con África? […]
Nosotros en África estamos acostumbrados a ser víctimas de otros países que quieren desgajar nuestro territorio o subvertir nuestra soberanía. En la historia africana no existe otro caso de un pueblo que se haya alzado en defensa de los nuestros”.
Incluso antes del triunfo revolucionario, en Cuba también hubo grandes inquietudes solidarias con las causas justas. Muchos cubanos participaron en las luchas independentistas de tierras americanas. Un compañero querido y caído en misión internacionalista fue Pablo de la Torriente Brau, que murió el 19 de diciembre de 1936, en el cerro de Majadahonda, combatiendo contra el fascismo en la Guerra Civil española. Para participar en aquella guerra, más de 1.000 cubanos cruzaron el Atlántico y se sumaron a las filas de la República.
El propio Fidel fue uno de los cientos de voluntarios cubanos que, en 1947, se ofrecieron para luchar por la liberación de la República Dominicana de la dictadura de Trujillo.
Pero, ¡ojo!, no se debe confundir internacionalismo con intervencionismo, que son dos cosas muy diferentes.
Por otra parte, en las guerras de liberación acontecidas en la Isla, también los cubanos recibieron la ayuda de muchos compañeros de otras nacionalidades. Caso destacado fue el del dominicano Máximo Gómez, cuya participación en la Guerra de los Diez Años (1868-1878) y en la de Independencia (1895-1898) fue muy importante; o la del norteamericano Henry Reeve, conocido como “El Inglesito”; el puertorriqueño Juan Rius Rivera; el polaco Carlos Roloff… Y si nos acercamos a la última Guerra de Liberación, la comandada por Fidel entre 1956 y 1959, el compañero que más trascendencia tuvo, sin duda, fue el Guerrillero Heroico: el argentino Ernesto Che Guevara.
Y concluyo este trabajo siendo consciente de que me he dejado muchas cosas sin contar, porque ¿cómo van a caber tantos años de admirables experiencias en unas pocas líneas?
Pasado el tiempo, los internacionalistas cubanos cambiaron el fusil por la bata blanca —aunque, a decir verdad, en todos esos años nunca dejaron de ejercer la medicina fuera de la Isla—. Cuando se cumplen veinticinco años de la Operación Tributo, miles de galenos y personal perteneciente a otros sectores de la patria de Martí, siguen trabajando en los más recónditos lugares de decenas de países del Tercer Mundo. Y es que el internacionalismo cubano siempre ha sido una práctica continua y generosa, nunca un ejercicio interesado con fecha de caducidad.
El compañero Fidel expresó que “ser internacionalista es saldar nuestra propia deuda con la humanidad”. A lo largo de más de tres siglos, alrededor de un millón de africanos fueron arrancados de sus pueblos para, convertidos en esclavos, ser explotados en las plantaciones de caña y café de la isla de Cuba. Llegado el momento, estos africanos y sus descendientes nunca dudaron en aportar sangre y sufrimiento a las filas del Ejército mambí en todas sus guerras por la independencia. De modo que, agradecido y solidario como es el pueblo de Cuba, a saldar esa deuda seguirá dedicando no pocos de sus entusiastas esfuerzos.

Paco Azanza Telletxiki

NOTAS:

[1] El nombre de la operación fue un homenaje a la enorme cantidad de esclavos que murieron durante las primeras insurrecciones en Cuba, y se debe a una mujer lucumí de la dotación del ingenio Triunvirato de Matanzas, que en 1843 encabezó uno de los muchos alzamientos contra la esclavitud. Carlota ofrendó la vida en el empeño.
[2] A finales de 1898 ya había concluido la “rebatiña” imperialista por África, y fueron las potencias colonialistas europeas de la época —Inglaterra, Francia, Alemania, Portugal, Italia, Bélgica y España— quienes se repartieron su territorio. El único país que quedó sin colonizar fue Etiopia —Abisinia—. Italia, con apoyo británico, intentó ocuparlo entre 1895 y 1896, pero no pudo.
[3] Periodista argentino nacido el 31 de mayo de 1929. A principios de 1958 fue a Cuba para escribir sobre la lucha del Ejército Rebelde contra Batista. Entrevistó a Fidel y al Che, y difundió por radio, desde la Sierra Maestra, crónicas y reportajes. En el transcurso de su estancia junto a los guerrilleros cubanos, Masetti desarrolló una profunda admiración por la causa, y entabló una buena amistad con Ernesto Che Guevara. Finalizada la guerra, ya en La Habana, el Guerrillero Heroico le propuso fundar y dirigir la agencia de prensa cubana Prensa Latina. Más tarde, a principios de 1961, comenzó a trabajar para el servicio de inteligencia de Cuba. Masetti fue elegido para liderar el levantamiento guerrillero en Argentina; viajó a Argelia, donde junto a otros compañeros del grupo recibió entrenamiento militar. Argelia les facilitó pasaportes diplomáticos para, pasándose por miembros de una delegación comercial argelina, volar a Brasil, primero, y después a Bolivia. El foco guerrillero pensaban iniciarlo en la provincia de Salta, limítrofe con aquel país. Murió en el intento el 8 de septiembre de 1964.

Blog del autor: https://baragua.wordpress.com

martes, 29 de septiembre de 2015

Un bloqueo económico que se mantiene




La información viajó vertiginosamente por todos los medios de comunicación, donde se destacaban las nuevas medidas puestas en vigor por la administración de Barack Obama que aliviaban algunas directivas impuestas por el bloqueo estadounidense contra Cuba el que perdura por más de 50 años.
Cierto que hubo varias disposiciones tomadas al respecto pero que no son, en lo más mínimo, suficientes para desenredar la gran cantidad de leyes que durante cinco décadas se han utilizado para tratar de ahogar y derrocar al gobierno de la Isla.
Las nuevas regulaciones anunciadas por el Departamento del Tesoro y el Comercio de Estados Unidos indican que compañías de viajes y telecomunicaciones, empresas periodísticas, organizaciones religiosas, universidades y otras entidades estadounidenses autorizadas, podrán abrir oficinas o almacenes en Cuba. Pero aunque podrían beneficiar a determinados sectores, aun estan muy lejos de eliminar el bloqueo.
Varios ejemplos aleccionadores sobre esa realidad fueron expuestos por el canciller, Bruno Rodríguez, al presentar ante la prensa nacional y extranjera acreditada en Cuba, el informe que se debatirá el próximo 27 de octubre en la Asamblea General de las Naciones Unidas, como ha ocurrido durante más de 20 años y los cuales han contado con un abrumador apoyo internacional.
En el último período, posterior al inicio de las conversaciones con el gobierno de Estados Unidos sobre esos temas y a los anuncios del 17 de diciembre, que llevaron al restablecimiento de relaciones diplomáticas y la apertura de embajadas, no han dejado de ocurrir acciones económicas y financieras punitivas contra la Isla del Caribe.
En el sector de la salud han sido muchas las afectaciones. Los hospitales oncológicos cubanos disponen de equipos fundamentales para el tratamiento del cáncer como el de braquiterapia cuyo funcionamiento requiere el Iridium-192. Los equipos fueron adquiridos a la empresa brasileña Elekta. Esa compañía recibía el Iridium-192 de la estadounidense Mallimckrodt. En período reciente, Elekta informó a la contraparte cubana que la empresa norteamericana, debido a las reglas del bloqueo, decidió no suministrar dichas fuentes porque el Departamento del Tesoro no le ha otorgado la licencia correspondiente.
Como se desprende, la afectación va directamente a los pacientes, muchos de ellos niños, que no podrán recibir el tratamiento adecuado hasta que el gobierno cubano no consiga otro suministrador, y como es lógico, con un alto valor adicional.
El Complejo Ortopédico Internacional “Frank País” se vio limitado para adquirir prótesis para las articulaciones de muñeca y mano en pacientes con artritis reumatoide, ya que el mercado de este tipo de prótesis lo dominan empresas estadounidenses como Small Bone Innovation, Inc (SBI).
La sucursal en Europa de SBI se negó a suministrar el producto a Cuba, por lo cual los pacientes que las necesiten deben viajar al extranjero o recibir operaciones paliativas, lo que implica que posiblemente no se solucione su problema de salud con el consecuente incremento en los gastos.
Con la Toxina Botulínica para el tratamiento de la espasticidad, signo presente en más del 80 % de los pacientes con enfermedades neurológicas, ocurre la misma situación. El Centro Internacional de Restauración Neurológica (CIREN) informó que no puede adquirir la toxina marca Botox directamente en Estados Unidos y debe comprarla a través de un tercer país lo que encarece el precio entre 200 y 500 dólares.
A pesar de que se han diversificado las empresas que producen Toxina Botulínica en el mundo y de que en el mercado internacional se cuenta con marcas como Neurobloc, Xeomen y Dysport, la Botox sigue siendo la de mayor calidad.
El Instituto de Neurología y Neurocirugía “Dr. Rafael Estrada”, reportó que en reciente período la compañía norteamericana Fujirebio Diagnostics Inc, le negó la adquisición del kit de laboratorio CanAg NSE EIA que se emplea para la detección de la proteína Enolasa Neuronal Específica, en suero y en líquido cefalorraquídeo.
Este elemento se utiliza como marcador diagnóstico y pronóstico en casos de enfermedades cerebrovasculares de tipo isquémicas, las cuales ocupan altos índices de morbimortalidad en Cuba.
Otra de las afectaciones más traumatizantes es la del Cardiocentro Pediátrico “William Soler” al que desde 2007 se le colocó en la categoría de “hospital denegado” por la OFAC (Oficina de Control de Activos Extranjeros) que le imponen condiciones para la venta de productos que requieren licencia previa.
Desde entonces, las compañías NuMED, AGA Medical y Boston Scientific no pudieron continuar suministrando los dispositivos cateterismo intervencionista, lo que obliga a someter a los niños a cirugía cardiaca a corazón abierto con mayor riesgo de complicaciones y mortalidad e incremento de los costos.
El Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular no puede disponer del set extractor de cables o electrodos de marcapasos o de desfibriladores automáticos implantables de la firma norteamericana Cook. La ausencia de este equipo obliga a realizar intervenciones quirúrgicas con circulación extracorpórea para extraer los electrodos, incrementando los riesgos de complicaciones a los pacientes.
En lo que va de año 2015 se han registrado más de dos docenas de acciones punitivas contra Cuba amparadas en las leyes del bloqueo, como la realizada el 25 de marzo cuando la OFAC impuso una multa de 7 658 300 dólares a la compañía norteamericana PayPal porque entre 2010 y 2013 esa empresa procesó 98 transacciones que involucraban bienes de origen cubano o de interés nacional cubano por valor de 19 344 dólares.
En el informe que se presentará ante la Asamblea General de la ONU se puntualiza que el daño económico ocasionado al pueblo cubano por la aplicación de esas arbitrarias leyes, considerando la depreciación del dólar frente al valor del oro en comparación al período anterior, se eleva a 833 755 millones de dólares. A precios corrientes, durante todos estos años, el bloqueo ha provocado perjuicios por más de 121 192 millones de dólares.
Como ha reiterado el Gobierno cubano, para que exista una relación normal entre ambos pueblos y Estados, se hace necesaria la eliminación del bloqueo económico y financiero que durante más de cinco décadas ha mantenido Washington contra La Habana.

Hedelberto López Blanch

lunes, 28 de septiembre de 2015

“Nos hicieron un juicio totalmente parcial”




Entrevista a Gerardo Hernández, uno de los tres agentes cubanos liberados tras el acuerdo Washington-La Habana

Si hay una historia dentro de la historia que sintetiza el antagonismo entre Estados Unidos y Cuba, ésa es la de los agentes cubanos condenados en Norteamérica a penas desproporcionadas en relación con los actos cometidos.

Una orquesta de ancianos desafinados ejecuta en desorden un imposible “Bésame Mucho” en las escaleras de la estación Bruselas Norte. Algunas estaciones más adelante espera Gerardo Hernández, uno de los tres agentes de inteligencia cubanos liberados en diciembre pasado luego del acuerdo al que llegaron Washington y La Habana con la mediación del Vaticano para el restablecimiento de sus relaciones diplomáticas. Si hay una historia dentro de la historia que sintetiza el antagonismo entre Estados Unidos y Cuba, ésa es la de los agentes cubanos condenados en Norteamérica a penas desproporcionadas en relación con los actos cometidos. Gerardo Hernández es uno de los 5 agentes de inteligencia cubanos (Ramón Labañino Salazar, René González Sehwerert, Fernando González Llort, Gerardo Hernández Nordelo y Antonio Guerrero Rodríguez) que a mediados de los años 90 cumplieron misiones especiales en territorio estadounidense con el fin de descubrir y desarticular las acciones terroristas que los grupos contrarrevolucionarios planificaban en Miami y luego cometían en Cuba –sabotajes, atentados contra los hoteles y centros turísticos–. Los cinco fueron descubiertos y arrestados en 1998. Más tarde, en uno de los juicios más extensos de la historia judicial norteamericana, los agentes cubanos fueron condenados a penas que, más que a justicia, equivalían a un castigo político orquestado por la obsesión de las administraciones norteamericanas con Cuba. A Gerardo Hernández, acusado de “conspiración para cometer asesinatos”, le tocó lo equivalente a dos cadenas perpetuas. Por lo general, estos casos de agentes descubiertos en otro territorio se resuelven a puertas cerradas y mediante una negociación. Con los cinco cubanos fue todo lo contrario. Acusados de espionaje y otras barbaridades, los llamados “Cuban Five” fueron sancionados con un juicio celebrado en Miami y utilizados como instrumento de manipulación política. Hoy liberado, nada refleja en la frescura inteligente de Gerardo Hernández los 16 años pasados en las cárceles norteamericanas, ni los vejámenes sufridos, ni los largos meses de detención bajo el estricto régimen de aislamiento absoluto. Gracias a la intervención del senador estadounidense Patrick Lehay –uno de los más fervientes militantes por el fin del embargo contra Cuba– Hernández tuvo un hijo mientras estaba en la cárcel. El senador ayudó a organizar la inseminación artificial de la esposa de Hernández, Adriana Pérez. Tras 18 meses de negociaciones secretas y con el papa Francisco como garantía de lo que había sido imposible, los tres cubanos que permanecían encarcelados en Estados Unidos (Antonio Guerrero Rodríguez, Gerardo Hernández Nordelo y Ramón Labañino Salazar) recuperaron la libertad el mismo día del histórico anuncio, el 17 de diciembre de 2014.
–Los agentes cubanos condenados en Miami fueron el tema que bloqueó y, al mismo tiempo, desencadenó la negociación con Estados Unidos.
–Sí, exactamente. Nuestro caso duró tanto en el tiempo justamente por el conflicto y el tipo de relaciones, o de no relaciones existentes, entre Cuba y los Estados Unidos por más de medio siglo. Eso fue lo que le imprimió una connotación política al caso de los cinco cubanos, a eso se debió el ensañamiento con nosotros. Recuerden que años atrás hubo el caso de unos espías rusos que fueron arrestados. Pero acá, rápidamente hubo una negociación y fueron enviados a su país sin juicio ni nada. Lo que complicó el caso nuestro fue la historia del conflicto entre Cuba y los Estados Unidos. Paradójicamente, también facilitó su solución. Desde luego, la solución de nuestro caso no se puede resumir a esa negociación, sino también influyó el apoyo y la solidaridad que recibimos durante tantos años. Llegó un momento en que los cinco éramos ya muy conocidos, había presidentes pidiendo nuestra liberación, personalidades religiosas, políticas y culturales. Nos habíamos convertido en un caso bastante incómodo para los Estados Unidos. De todas formas, a nosotros nos costó mucho trabajo hacer que se lograra hacer conciencia sobre nuestro caso. Fue uno de los juicios más largos de la historia judicial de los Estados Unidos. Duró siete meses y hubo más de 100 testigos. La prensa mantenía un silencio casi absoluto. Poco a poco fue necesario el trabajo solidario de compañeros y compañeras que salían a manifestar a la calle.
–Hoy lo sabemos, el Papa desempeñó un papel primordial en este acuerdo. El Vaticano fue garante del proceso de liberación. ¿Usted sabía que el Vaticano estaba mediando?
–No, no sabía. Para mí fue una sorpresa porque nosotros estábamos ajenos a todo el proceso de negociación. No conocía el papel desempeñado por el Vaticano. Me enteré después de lo que ocurrió, del papel que jugaron varios cardenales, entre ellos el arzobispo de La Habana, el cardenal Jaime Ortega, a quien le tengo mucho respeto. Estamos muy agradecidos. Nosotros siempre aceptamos la ayuda de cualquier persona de buena voluntad. Hay que recordar que nuestro caso, además de sus connotaciones políticas, fue una gran tragedia desde el punto de vista humano. Me alegra que el papa Francisco, siendo un papa latinoamericano, haya sido consecuente. Le puedo decir que siento una gran admiración por él. Ha tenido una actitud muy valiente, digna de admirar. En nombre de nuestros familiares y de los cinco, que nos beneficiamos con esa actitud, le enviamos nuestro agradecimiento.
–De hecho, si se observan las condiciones de la negociación, Cuba no cedió. Washington juró siempre que jamás negociaría con Cuba en las condiciones políticas actuales, y, sin embargo, así ocurrió.
–Mi opinión personal es ésta: por mucho tiempo, Estados Unidos se mantuvo diciendo que no negociaría nada con Cuba mientras existieran los Castro en el poder –es así como ellos se refieren a que la Revolución y el pueblo cubano estén en el poder–, también decían que no tenían nada que negociar con Cuba mientras el Partido Comunista estuviera en el poder y mientras que la Revolución socialista se mantuviera. Todas esas condiciones aún existen y sin embargo hemos conversado con la única condición que Cuba ponía siempre: una conversación de igual a igual, con absoluto respeto a nuestra soberanía y nuestra independencia.
–¿En algún momento sintió el peso de la historia que estaba sobre sus espaldas? Ustedes eran, en gran parte, la clave del nudo.
–Nunca vi el caso en esa magnitud. Recién empecé a sentir eso en los tiempos finales, cuando se rumoreaba que podría haber una solución, y sobre todo, cuando me enunciaron que iba a ser liberado. Ahí sí supuse que ese podría ser el camino para que se avanzara algo más. En ese momento no sabía que se había avanzado mucho más. Me enteré cuando el presidente Raúl Castro pronunció sus palabras y estaba a su lado junto a nuestros familiares. Los tres cubanos liberados no sabíamos nada de la negociación. Nos informaron un día antes de la liberación y nos enteramos del restablecimiento de las relaciones diplomáticas con las palabras de Raúl.
–Su caso representa un ejemplo mundial de la utilización de la justicia como instrumento de un conflicto con otro Estado.
–Si, el caso de los cinco fue más una venganza contra le Revolución cubana, contra los cubanos revolucionarios. Estados Unidos vio la manera de anotarse un punto y lo hicieron tomando a cinco personas como rehenes. Nosotros reconocimos que habíamos violado algunas leyes de Estados Unidos, como tener un pasaporte falso o ser un agente de otro país sin inscribirnos en el Departamento de Estado. Ahora bien, legalmente, nosotros teníamos derecho a hacer una defensa de necesidad y explicar por qué, pero no se nos permitió. El juicio tuvo lugar en Miami y carecimos de toda garantía. Fue un juicio totalmente parcial. Fuimos encontrados culpable y se nos impuso la máxima sentencia posible en todos los cargos. Castigando a los 5 pensaron que castigaban a la Revolución cubana. El plan inicial era que, todos o algunos, traicionaríamos y podernos usar así en un show mediático contra la Revolución. No lo consiguieron y por eso vinieron los 17 meses en celdas de castigo, más otros meses que pasamos en las mismas celdas sin haber cometido ninguna indisciplina. Por eso nos negaron las visitas de nuestras esposas.
–Paradójicamente, mientras a ustedes los condenaban, en Miami circulaba gente con un prontuario muy espeso.
–¡Es increíble! Estados Unidos dice tener una guerra contra el terrorismo. Hay jóvenes norteamericanos que sirven en el ejército y han muerto en otros países en nombre de esa lucha contra el terrorismo. ¡Pero tienen a los terroristas ahí! Todavía hoy Luis Posadas Carriles se pasea libre por las calles de Miami. Posadas Carriles es el autor de un atentado contra un avión de Cubana de Aviación que, en 1976, les costó la vida a 73 personas, es promotor de bombas en hoteles de La Habana que se cobraron la vida de un italiano. Tiene un historial terrorista inmenso y se pasea libremente por las calles. Carriles y otros fueron entrenados por la CIA con el objetivo de derrocar a la Revolución cubana. Hubo un momento en la historia en que la CIA no tuvo nada más que ver con ellos, pero miraron hacia otro lado y han hecho lo que han querido.
–¿Esa fue su misión cuando fue enviado a Miami, investigar a esos grupos?
–Sí, Ibamos a investigar los planes de grupos terroristas como Alpha 66, los Comandos F4, Hermanos al rescate. Estos grupos todavía existen, tienen ahí sus campos de entrenamiento. Lo cierto es que Cuba se quejó muchas veces por las labores de estos grupos ante el gobierno norteamericano, pero Estados Unidos continuó dándoles impunidad a esas personas y, por consiguiente, fue necesario que Cuba enviara a sus operativos para investigar e infiltrar esos grupos, enviar información a Cuba y prevenir los actos terroristas.
–¿Su mirada sobre Estados Unidos y la Revolución cambió?
–Cambió en el sentido de que hoy mis convicciones y mi carácter de revolucionario son más sólidos, al igual que mi amor por el pueblo cubano. Viví 16 años en esas cárceles y en esa sociedad y en esos años compartí en las prisiones muchísimas historias, dramas humanos, vidas de jóvenes que pudieron haber sido ingenieros o doctores y, con apenas 20 años, están condenados a cadena perpetua. Esto es porque hay un sistema que, desde que nacen, les inculca que hay que tener más y pisotear a cualquiera con tal de triunfar en la vida y tener cosas. Es un embrutecimiento total, se trata de un verdadero drama humano. Haber pasado años en Estados Unidos, tanto en la calle como en la cárcel, ha reafirmado mi convicción de que no importa cuántos problemas tengamos en Cuba, tenemos que seguir trabajando para perfeccionar nuestro sistema y nuestro socialismo. Yo no quiero para Cuba nada parecido a lo que viví en Estados Unidos. De todas formas, yo no guardo ningún resentimiento ni ningún rencor hacia Estados Unidos. No siento odio por nadie. Acaso compasión.
–Usted también enfrenta otro cambio: recupera la libertad en otro momento de la Revolución y con el gran enemigo como, tal vez, nuevo aliado. La Cuba durante la cual usted estuvo preso no es la Cuba de su libertad.
–¡Claro, sería raro que fuese la misma Cuba porque entonces estaríamos negando la dialéctica nosotros mismos! Me alegro de que Cuba haya cambiado y de que la mayoría de los cambios sean para bien. Ninguna revolución puede quedarse estática. Estamos confiados en que el pueblo cubano podrá enfrentar los retos a los que se enfrenta con este proceso. Son retos importantes. Hay personas que apuestan por que, a través del abrazo del oso, podrán lo lograr lo que no consiguieron durante más de 50 años de bloqueo, de agresiones y amenazas.

Eduardo Febbro
Página/12

domingo, 27 de septiembre de 2015

Insólito: este año EE UU se abstendrá de votar a favor de su bloqueo




Washington podría estar dispuesto a aceptar, sin dar batalla diplomática, una condena de las Naciones Unidas a las sanciones económicas que aplica contra Cuba desde 1962. La decisión de la Casa Blanca colisionaría con el propio Capitolio, que se niega a debatir una derogación de la ley de embargo.

Por primera vez en las votaciones anuales sobre el bloqueo a Cuba que lleva realizadas la Asamblea General de las Naciones Unidas, Estados Unidos podría estar dispuesto a aceptar, sin dar batalla diplomática, una condena del organismo global a las sanciones económicas que la gran potencia aplica contra la isla caribeña. Según revelaron funcionarios estadounidenses a Associated Press, la Casa Blanca evalúa abstenerse en la votación anual de la Asamblea sobre la resolución presentada por Cuba, en la que exige el levantamiento de embargo.
Todavía no se tomó una decisión sobre la votación que seguramente se hará en octubre, dijeron cuatro funcionarios próximos al presidente Barack Obama que reclamaron el anonimato. Pero la simple consideración de la abstención es un hecho sin precedentes. Proseguir con la idea sacudiría tanto a las Naciones Unidas como al Congreso en Washington. Y, sobre todo, dejaría "colgado del pincel" al gobierno de Israel, el único que lo ha acompañado, votando en contra de la opinión de los 188 restantes países del mundo que integran las Naciones Unidas.
Es inaudito que un estado miembro de la ONU no se oponga a una resolución crítica de sus propias leyes. Y, de no oponerse activamente a la resolución, Washington estaría aliándose de facto con el ente internacional en contra de su propio Congreso, que ha rechazado levantar el bloqueo a pesar de los llamados del presidente Obama para hacerlo.
Desde el pasado diciembre, cuando anunció que Washington y La Habana normalizarían sus relaciones diplomáticas, Obama exhorta al Congreso a anular el bloqueo establecido hace 54 años por el gobierno demócrata de John F. Kennedy. Ambos países reabrieron el mes pasado sus embajadas en territorio del adversario y Obama aligeró las limitaciones sobre el comercio y los viajes a la isla en virtud de sus poderes presidenciales. Pero el embargo se mantiene en vigor.
El último alivio del embargo se produjo el viernes, y fue seguido de una extraña conversación telefónica entre Obama y el presidente cubano Raúl Castro. El Papa Francisco, quien jugó un papel clave en el acercamiento entre las dos naciones, llegó a la capital insular un día después y viajará a Estados Unidos mañana. La Casa Blanca dijo que Obama y Castro analizaron "los pasos que los dos países pueden dar, juntos e individualmente, para avanzar en la cooperación bilateral". El gobierno cubano dijo que Castro "hizo hincapié en la necesidad de expandir su ámbito de aplicación y derogar, de una vez por todas, la política de bloqueo para beneficio de ambos pueblos".
Ninguno de los comunicados mencionó la votación en Naciones Unidos. Sin embargo, y al igual que durante los últimos 23 años, Cuba presentará una resolución en la próxima Asamblea General, criticando el embargo y pidiendo su cese definitivo. Estados Unidos perdió todas y cada una de estas votaciones por una mayoría cada vez mayor y con márgenes abrumadores. El año pasado, la propuesta cubana se aprobó por 188 votos a favor frente a dos en contra. Sólo Israel respaldó a Washington. La votación de este año será la primera desde el cambio de política estadounidense hacia Cuba.

Tiempo Argentino

El bloqueo a Cuba obstaculiza el diálogo




Tardó casi medio siglo el gobierno de Estados Unidos en reconocer públicamente la improcedencia del bloqueo económico, financiero y comercial que la élite del poder estadounidense aplicó contra los cubanos como castigo por la osadía independentista de haber depuesto el sistema neocolonial impuesto a Cuba tras la ocupación militar de 1898, como modelo alternativo al directamente colonial que impuso en Puerto Rico, la otra nación americana que cayó en su férula tras la guerra que libró contra España en pos de los restos de su imperio colonial.
El 17 de diciembre de 2014, simultáneos anuncios paralelos de los presidentes de Cuba y Estados Unidos informaron de su decisión de iniciar un proceso hacia la normalización de los nexos entre los dos países, comenzando por el restablecimiento de las relaciones diplomáticas.
El presidente estadounidense anunció que solicitaría el levantamiento del bloqueo al Congreso por cuanto no estaba entre sus prerrogativas la facultad de hacerlo, pero declaró así mismo que estaba dispuesto a adoptar medidas modificativas de aquellos aspectos del asedio que estaban legalmente a su alcance.
Era de suponer, no solo por los cubanos sino por todos los pueblos y gobiernos del mundo que cada año se han venido identificando con el clamor global contra el injustificable crimen de lesa humanidad que representa el asedio a la isla, que a partir de tales compromisos todo marcharía en la dirección correcta.
Sin embargo, el día 16 de septiembre el canciller cubano declaró que las enmiendas que estaban siendo adoptadas por Estados Unidos eran absolutamente insuficientes, no solo por su magnitud y su alcance, sino también respecto a todo lo que pudiera lograrse si el Presidente hiciera uso de las facultades ejecutivas que posee.
Después del 17 de diciembre de 2014 se han mantenido medidas recrudecedoras del bloqueo; las multas millonarias contra bancos y otras entidades supuestamente involucradas en transacciones financieras internacionales cubanas; la prohibición que sufre Cuba de exportar e importar productos y servicios hacia o desde Estados Unidos o de usar el dólar estadounidense en su actividad comercial ni tener cuentas en esa moneda en bancos de terceros países. Medidas estas, junto a otras vigentes, que siguen causando graves perjuicios a la economía cubana, limitan su desarrollo y causan privaciones que influyen en la salud y el nivel de vida de la población.
Cuba presentará ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, como lo ha hecho en los últimos 23 años, la Resolución “Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos contra Cuba”.
A tal efecto el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba elaboró un informe a la comunidad internacional en el que refleja en apretada síntesis las afectaciones resultantes de la aplicación de la política de bloqueo desde abril de 2014 hasta abril de 2015, período en el que, a pesar de los anuncios del 17 de diciembre, se observa claramente cómo la injusta y cruel política de bloqueo persiste.
A pesar del nuevo escenario, en el período se ha mantenido el recrudecimiento del bloqueo en su dimensión financiera y extraterritorial, lo cual se evidencia en la imposición de multas millonarias contra bancos e instituciones financieras, como resultado de la persecución de las transacciones financieras internacionales cubanas. La exclusión de Cuba de la espuria lista de Estados patrocinadores del terrorismo internacional, el 29 de mayo de 2015, a la que nunca debió pertenecer, no afecta al resto de las leyes y regulaciones que componen el bloqueo, continuando el asedio financiero a Cuba.
Cuba todavía está impedida de exportar e importar libremente productos y servicios hacia o desde EE.UU., no puede utilizar el dólar estadounidense en sus transacciones financieras internacionales o tener cuentas en esa moneda en bancos de terceros países. Tampoco se permite a la isla acceder a créditos de bancos en Estados Unidos, de sus filiales en terceros países y de las instituciones financieras internacionales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). En consecuencia, puede afirmarse que el bloqueo es el principal obstáculo que persiste para el normal desarrollo de Cuba en todas las esferas de la vida económica, social y cultural, así como para el normal desempeño de sus relaciones internacionales.

Manuel E. Yepe
Alai

En el trayecto de Cuba a Estados Unidos, el papa confiesa




El pasado 9 de julio, en medio de un mar de aplausos de dirigentes sociales y sindicales, en la feria Expocruz de Santa Cruz, Bolivia, Jorge Mario Bergoglio, el Papa Franciso I, pronunció un combativo discurso contra el sistema capitalista actual, dijo que “se están produciendo daños tal vez irreversibles en el ecosistema, se está castigando a la tierra, a los pueblos y las personas de un modo casi salvaje (…) Y detrás de tanto dolor, tanta muerte y destrucción, se huele el tufo eso que Basilio de Cesarea, llamaba El Estiércol del Diablo; la ambición desenfrenada de dinero, ese es el estiércol del diablo (…) cuando el capital se convierte en ídolo y dirige las opciones de los seres humanos. (...) Campesinos sin tierra, familias sin techo, trabajadores sin derechos, personas heridas de su dignidad, responden a un sistema que se ha hecho global (...) La globalización que nace de los pueblos crece entre los pobres, debe sustituir esta globalización de la exclusión y la indiferencia”.
Para clausurar ese II Encuentro Mundial de los Movimientos Populares, junto a Evo Morales, el Papa propuso tres tareas para el cambio: “Poner la economía al servicio de los pueblos, unir nuestros pueblos en el camino de la paz y defender la Madre Tierra”.Estas palabras fueron como un bálsamo para muchos de los dirigentes populares, partidos autodenominados de izquierda, y los sectores progresistas de la propia iglesia católica, que vieron en el jerarca religioso un posible aliado para la lucha anticapitalista.
El 21 de septiembre, desde la Plaza de la Revolución “Calixto García”, en la Provincia de Holguín, ciudad natal de Fidel y Raúl Castro; Francisco, a sabiendas de que con la llegada de Raúl al frente del gobierno Cubano, ha iniciado una serie de contrarreformas para acercar la política y la economía cubana al régimen neoliberal imperante en el mundo actual; ante unas 150 espectadores hace un llamado al pueblo: “superar la resistencia al cambio, a no temer ser políticamente incorrectos”. Esas palabras fueron pronunciados en presencia de Raúl Castro, quien acompañó al Papa en todas sus homilías, tal vez tenga que ver con lo que prometió en la Ciudad del Vaticano el pasado mes de mayo, donde Raúl dijo: “Leo todos los discursos del Papa y si el Papa continua hablando así volveré a rezar y regresaré a la iglesia y no lo digo en broma”.
Aleida, una de las hijas del Comandante Ernesto Guevara de la Serna “El Ché”, señaló ante los medios su desacuerdo en asistir a las misas del Papa, “El PCC (Partido Comunista Cubano) nos pide a los militantes que vayamos a la misa, que vayamos a recibir al Papa Francisco; es como una tarea de Partido prácticamente, con lo cual no estoy totalmente de acuerdo. A la misa no (voy) porque eso para mí es hipócrita”, con ello se evidencia la actitud de los “comunistas” cubanos.
Conciente de que el catolicismo avanza en la isla, el Papa ha sido cauteloso y altamente diplomático; no cayó lo que algunos sectores de la derecha esperaban, por ejemplo, que se pronunciara por ampliar las “libertades”; pero tampoco dijo nada de la restitución de Guantánamo que está ocupado por los Yanquis, y que la mayoría del pueblo cubano espera escuchar.
A su llegada a la capital del Estiércol del Diablo, Washington D. C. Bergoglio, varió su discurso; alabó al señor Barack Obama “por sus posiciones sobre el ambiente y la necesidad de reducir la contaminación, a las que calificó de alentadoras”, y aunque pidió “desarrollo que incluya a los millones de excluidos”; pronunció otro discurso “progresista” en una sesión conjunta de la Cámara de Representantes y el Senado de los EE. UU. Otra actividad principal fue canonizar al fraile franciscano Junípero Serra, misionero español en el Estado de California (1713-84), misionero genocida que según Toypurina Carac, vocero del grupo Kish Gabrieleño, fue responsable del exterminio de los pueblos originarios, que en aquel tiempo habitaron en la alta California.
Si bien, la visita del Papa tiene previsto recibir a la representación de distintos grupos “vulnerables”, como migrantes, refugiados, mutilados del tren La Bestia, pero sobre los temas torales, como la guerra imperialista que se promueve desde la Casa Blanca, la cuestión de la reforma migratoria, y la gran desigualdad social que existe entre el 99% y el 1% de la población que rige los destinos de ese país; hay un pronunciamiento conciliador.
Una comisión de padres de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, Gro. desaparecidos por el Estado Mexicano buscarán en Filadelfia reunirse con el Papa, los reciva o no, habría que recordar la actitud que asumió ante las Abuelas de Plaza de Mayo, cuando a pesar de que hace 40 años años recibió a la familia de Alicia Zubasnabar de la Cuadra, una de las fundadoras de Abuelas, hace 4 años escribió: “No recuerdo que me haya referido que su hija se encontraba embarazada”. “No recuerdo haber tenido conocimiento de las reuniones que podría haber realizado monseñor Picchi”, admitió que no hizo ninguna gestión para ayudar a la familia De la Cuadra; y de ello fue demandado ante los tribunales, igual que en otro caso donde está señalado como delator y cómplice del dictador argentino Jorge Rafael Videla, en la desaparición y tortura de dos curas que se pronunciaron por la causa popular de ese tiempo, ellos fueron: Francisco Jalics y Orlando Yorio.
Pero el Papa fue claro, en la narrativa periodística difundida por Asociated Press (AP) y otros medios, se señala que en el trayecto del vuelo de La Habana a Washington, rechazó que lo consideren comunista o marxista por sus críticas, como los sectores de la derecha norteamericana lo han tachado y dijo “que algunas personas pueden tener la impresión equivocada de que se inclina un poco más hacia la izquierda” Así lo confesó el propio Papa.

Florentino López Martínez, Presidente Nacional del Frente Popular Revolucionario y miembro del Comité de Coordinación de la Liga Internacional de la Lucha de los Pueblos (ILPS).

viernes, 25 de septiembre de 2015

“El pilar fundamental de la Revolución será retomar y radicalizar el proyecto socialista cubano”




Luis Emilio Aybar Toledo es Investigador del Instituto de Investigación Cultural Juan Marinello y militante del Proyecto Nuestra América y de la Red de Educadores/as Populares. Desde Cuba, responde para Marcha las preguntas que guiaron la construcción del Especial sobre la actualidad en la isla. Una mirada aguda sobre la coyuntura y la proyección de la Revolución Cubana, en tiempos de cambio.
¿Cómo analizas la etapa que se abre con el VI Congreso del PCC? ¿Cuales son sus mayores efectos en la realidad cubana?
Los Lineamientos políticos y económicos aprobados en el VI Congreso del Partido constituyen el programa político de un nuevo modelo de sociedad que comienza a surgir en Cuba. Creo que ponerlo sólo en términos de continuidad impide notar el carácter refundacional y transicional de este programa. Los pasos que se han venido dando, los nuevos matices en la argumentación pública de los problemas y las soluciones del país, las percepciones acumuladas en el imaginario popular, permiten hablar del abandono paulatino de un modelo de sociedad y la construcción zigzagueante pero continua de otro. En el primer caso se trata de un modelo de sociedad que identificó la “socialización de todas las cosas”, con la “estatalización de todas las cosas”, cuyo carácter “no capitalista” radicó en oponerse de manera continuada a la “mercantilización de todas las cosas” propia del capitalismo. Este modelo permitió afianzar muchos de los elementos revolucionarios que aportaron los años 50 y 60 al tiempo que cerraba la puerta a la posibilidad de operar nuevas revoluciones dentro de la Revolución, y acumulaba fuerzas poderosas para la crisis inercial que hoy vivimos. La crisis ha ido horadando la legitimidad del propio poder establecido, y ha presionado hacia la realización de cambios. Estos cambios avanzan en direcciones como las siguientes: pluralización de los actores económicos, liberalización limitada de la economía, modernización tecnológica y gerencial de la empresa estatal según modelos capitalistas, ampliación significativa de la inserción económica internacional, y racionalización y descentralización de la gestión gubernamental. El carácter socialista de este proceso, de acuerdo con los planteamientos oficiales, radica en el hecho de que el Estado será el propietario de los medios fundamentales de producción, primará el plan y no el mercado en la regulación macroeconómica, y se continuará con la política social de la Revolución.
¿Esto cómo se expresó en la política internacional?
La política exterior se ha actualizado de acuerdo con las exigencias de las reformas, promoviendo relaciones novedosas con países con los que existen diferencias ideológicas relevantes, como Estados Unidos, México, Francia y la Unión Europea en general. Un pragmatismo, racionalidad y astucia en materia de política exterior necesarios para la situación cubana ha llegado finalmente, combinado con un ligero abandono del antiimperialismo universalista y proactivo que caracterizó la política exterior de épocas pasadas. Digamos que le han bajado la intensidad; el “particularismo” de la sobrevivencia ha escalado posiciones, y han consentido en integrarse, en algunos puntos, a los rituales, códigos, y formas característicos de los países “civilizados”. Pongo algunos ejemplos: el gobierno cubano no emitió ninguna nota oficial sobre las desapariciones de Ayotzinapa, pero sí sobre la masacre de Charlie Hebdó; antes solo se decía que la lista de países terroristas no debía existir, ahora se dice que es una lista “en la que nunca debimos estar”; Raúl opinó en la Cumbre de Las Américas que el Presidente Obama, pieza clave en el engranaje del imperialismo mundial, era un hombre honesto; y el 14 de agosto no dejaron a ningún cubano llevar carteles antiimperialistas ni gritar consignas frente a la embajada norteamericana. Estos elementos pudieran quedar como tácticas astutas de un gobierno que persigue determinados objetivos coyunturales, respaldadas por una hegemonía revolucionaria anticapitalista y antimperialista oxigenada a lo interno, con sus propios canales de expresión, pero al existir una identificación institucional entre la voz oficial y la voz pública en Cuba, y al limitarse la difusión de otras maneras de construir significados (aunque sean socialistas), terminan desarmándonos.
Las reformas en curso se dirigen a aquellos elementos que impiden la implementación eficaz en las diferentes instancias sociales de los objetivos rectores de la política gubernamental y partidista, no a aquellos elementos que obstaculizan la conexión de las bases con las decisiones y la constitución de una sociedad civil activa e influyente. Se busca descentralizar la gestión gubernamental pero incrementando las facultades de los órganos ejecutivos locales, no estimulando el empoderamiento popular. Se busca descentralizar el sistema empresarial, pero incrementando las potestades de los gerentes, no de las asambleas de trabajadores y sus sindicatos.
Así, al combinarse control político con liberalización económica, nacionalismo, regulación estatal y asistencialismo, las reformas esbozan un itinerario similar a las transiciones china y vietnamita. De hecho son países que todo el tiempo se ponen como ejemplo en los medios de prensa cubanos, como modelos de un socialismo exitoso. Se mira muy poco a experiencias latinoamericanas que aunque pequeñas han aportado visiones y prácticas alternativas, como el Movimiento de los Sin Tierra, el movimiento zapatista o el diseño del Estado comunal venezolano. El paradigma de socialismo autogestionario, democrático, antidogmático, ecologista y feminista radical que se ha desarrollado creativamente en América Latina en las últimas tres décadas, obviamente con la ganancia de la Revolución Cubana como experiencia histórica, tiene una influencia realmente periférica en nuestro país. No ha sido posible extender sus enseñanzas, debido a que pone en cuestión demasiadas rutinas y poderes establecidos. Y así, puedes llevar a consulta popular el programa político de la transición y la gente lo aprueba, en una mezcla de hábito, convencimiento, ganas de que la reunión no demore mucho para llegar a casa, y sobre todo, desconocimiento de que existen opciones más allá de la triada capitalismo/socialismo estatalista/combinación de ambos.
¿Cómo caracterizas la tensión entre el cooperativismo y el cuentapropismo con la visión estatalista en este nuevo periodo?
Es en este contexto donde podemos entender las razones por las cuáles se le ha otorgado un papel residual al cooperativismo en las transformaciones económicas. Las cooperativas comparten con el llamado “cuentapropismo” (trabajadores individuales y empresas privadas), el rol de descargar al Estado de sectores que no es capaz de gestionar de manera eficiente. No se entienden como herramientas para generar una cultura del trabajo igualitaria y democrática. La mayor parte de ellas son empresas estatales convertidas en cooperativas, donde los asalariados se volvieron asociados de un día para otro y el antiguo director en su Presidente. No se dispuso de capacitaciones durante la conversión, de manera que los asociados no conocen el conjunto de sus derechos, o los han aprendido accidentadamente. Desde la perspectiva de la mayoría de los trabajadores, la cooperativa constituye sólo un medio para incrementar sus ingresos en comparación con el empleo estatal. Para el Estado, un medio para dinamizar la economía, aunque en ocasiones se menciona su carácter colectivo, democrático e inclusivo. La forma socialista por excelencia continúa siendo la empresa estatal. El peso de la empresa privada en la economía formal e informal se ha incrementado, pero en mi opinión la base de la transición no estará en este sector (al que siempre mantendrán a raya evitando su constitución como actor político), sino en las transformaciones paulatinas de la empresa estatal y su inserción en las cadenas productivas internacionales (vía inversión extranjera).
La tendencia global hacia la transición capitalista no constituye, sin embargo, un camino libre de disputas y reorientaciones, debido a la tensión permanente con la racionalidad “no capitalista” del modelo anterior, que conserva espacio institucional, y a las oportunidades que brindaría la prometida descentralización a una izquierda socialista emergente para estimular procesos de participación a nivel local, hacer trabajo político y formativo en las cooperativas, y ganar espacios institucionales y públicos para comunicar con la sociedad.
Este último camino (que solo parece fácil al escribirlo) es el que permitiría retomar el proyecto socialista cubano, no el retorno a un modelo estatalista, autoritario, dogmático, paternalista, e ineficaz, que ya hace muchos años dio todo lo que iba a dar. No se trata de que con Fidel todo iba bien y Raúl es el malo de la película. La alternativa no es entre transición capitalista de tipo chino-vietnamita y “dejarlo todo igual”, sino entre la mencionada transición y una radicalización de las fuerzas revolucionarias vigentes, que dinamice los acumulados históricos de la Revolución para superarla a ella misma, con las palancas del marxismo creador, la tradición anticapitalista y antiimperialista nacional, y los aportes de los movimientos anti-sistémicos latinoamericanos. Para ello necesitamos que esta izquierda crítica capaz de aglutinar en un solo cuerpo anticapitalismo, antimperialismo, latinoamericanismo, democratismo, ecologismo, feminismo, antirracismo y todos los perfiles de la emancipación, acabe de despegar.
¿Cómo entendés este proceso de deshielo de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos?
Defiendo la posición de que el 17 de diciembre tiene un carácter contradictorio para Cuba. Constituye la confirmación de la derrota de una táctica implementada por los Estados Unidos durante décadas para acabar con la Revolución Cubana, al tiempo que la confirmación de la vulnerabilidad del imaginario y las prácticas socialistas en nuestro país. El gobierno norteamericano sabe que el escenario nacional brinda ahora más oportunidades que nunca para incidir desde el intercambio cultural, la construcción de liderazgo ante el pueblo cubano, y la integración de las dos economías. El reconocimiento de su derrota histórica oculta el hecho de que han pasado del estancamiento y del dogma a la ofensiva, a la creatividad. Tienen a su favor la extensión dentro de Cuba de una imagen de los Estados Unidos como el lugar de la abundancia y la felicidad, la ampliación de las resortes propiamente capitalistas en la estrategia de desarrollo actual, y la desesperanza y desmovilización acumuladas que llevan a muchos a esperar que las soluciones vengan desde afuera: que quiten el bloqueo, que mejoren la internet, que inviertan en el país, que presionen para disminuir la censura, que traigan el desarrollo.
Creo que el restablecimiento de relaciones diplomáticas con los Estados Unidos puede llegar a ser una táctica muy beneficiosa (nada más con la eliminación del bloqueo se podría respirar mucho mejor), pero me preocupa que venga en el mismo paquete del retroceso de la cultura revolucionaria y de una mayor integración de la política exterior cubana a la lógica instrumental de las relaciones internacionales en el mundo capitalista.
Las reformas sí plantean un incremento significativo del papel del mercado en el funcionamiento de la economía, con grandes afinidades con el llamado “socialismo de mercado” como horizonte. En los próximos años será un mercado con muchos límites, puesto que la planificación centralizada de corte soviético constituye todavía el mecanismo fundamental de regulación macroeconómica (incluye al comercio exterior); el gobierno sostiene que “nadie quedará desamparado” como uno de los slogans más importantes, lo que implica la continuación de la política social y una fuerte carga tributaria hacia la empresa estatal y privada; y los proyectos de inversión extranjera son aprobados de acuerdo a áreas de interés relacionadas con objetivos de desarrollo nacional.
El mercado ganará en importancia en la medida que se avance con el programa de descentralización empresarial proyectado, se incremente el papel de los capitales internacionales en el metabolismo social, y sobre todo, la ineficacia e ineficiencia propias de los mecanismos tradicionales de organización económica lleven a la clase dirigente a aceptarse a sí misma decisiones que hasta hoy no han formado parte de su cultura política.
En esta matriz es donde se inserta la promoción de vínculos económicos con los Estados Unidos, pero sólo como un punto más dentro de un camino que viene andándose desde el 2006. Claro que un vínculo más amplio con las empresas norteamericanas, como con el resto de los países, contribuirá al proceso descrito en el párrafo anterior, y servirá como testimonio del dinamismo y resolución que puede aportar el mercado, durante el lapso en que se logren atenuar sus efectos nocivos, que llegarán sin lugar a dudas.
¿Cuáles crees que son los pilares en los que se sostiene la Revolución y el pueblo cubano para afrontar esta nueva táctica de Estados Unidos?
En primer lugar, el gobierno cubano no va a entregar el país ni mucho menos. De todas las transiciones posibles, esta sería la última que ocurriría, porque se trata de un gobierno nacionalista con muchos rasgos de antiimperialismo, y Estados Unidos ha sido siempre el principal enemigo de la soberanía del país. Por tanto cuidarán mucho de esta relación, se manejarán de forma inteligente para lograr los objetivos prácticos sin hacer demasiadas concesiones y desarrollarán estrategias de seguridad acordes con las nuevas tácticas. Pudiéramos decir que la política gubernamental no nos sirve para impedir la transición capitalista y construir el socialismo, pero sí para defender al país de intereses hegemónicos como los de los Estados Unidos.
El otro pilar es el acumulado de imaginarios antiimperialistas en la población cubana, y la conciencia histórica de las intenciones geopolíticas norteñas. Estos imaginarios habitan un lugar bastante cognitivo desde hace un tiempo. Todos nos educamos en el antiimperialismo en la escuela y con los medios de comunicación, pero muchos se han cansado de que se le justifiquen los errores propios con factores ajenos, y han metido el discurso antiimperialista en el lejano saco del “teque político”, término popular para referirse a un discurso vacío y manipulador. Cada vez es más difícil en Cuba hablar con la gente común usando las palabras que he usado aquí. La deslegitimación del gobierno ha significado también la deslegitimación de las palabras y visiones revolucionarias, puesto que se construyó históricamente la identificación total del primero con las segundas, y nadie más ha podido decir masivamente algo distinto. De cualquier forma, existen todavía fuerzas conscientemente politizadas en un sentido antiimperialista entre los sectores incondicionales al gobierno y las voces críticas de izquierda, así como la posibilidad de activar aquellos acumulados en el debate público, y ante determinadas circunstancias catalizadoras.
Para mí, el pilar fundamental en todos los casos será retomar y radicalizar el proyecto socialista cubano. La mejor manera de resistir, es crear.

Francisco Farina y Francisco Parra

lunes, 21 de septiembre de 2015

La base naval estadounidense, territorio cubano usurpado




Introducción

Estados Unidos y Cuba acaban de reanudar sus relaciones diplomáticas —recordemos que interrumpidas en 1961 de manera unilateral por el gobierno imperialista—; un paso importante, sin duda. Pero aún queda mucho camino por recorrer para que las relaciones entre ambos países sean más o menos respetuosas y plenas. Por una parte el genocida e ilegal bloqueo sigue vigente y, por el otro, el territorio guantanamero ocupado de manera ilegal sigue sin ser devuelto a sus dueños naturales.
Cuando ciertos medios reaccionarios —la sección de televisión del diario español El País, por ejemplo— se empeñan en difundir que el territorio que alberga a la base naval estadounidense está ocupado de manera legal, no cabe duda de que mienten descaradamente. El texto que añado a continuación desenmascara dichas manipulaciones.

Un poco de historia para situarnos

No cabe duda de que la muerte en combate de José Martí —Dos Ríos, 19 de mayo de 1895— y de Antonio Maceo —Punta Brava, 7 de diciembre de 1896— influyó de negativa manera en las filas independentistas que lucharon contra el colonialismo español.
Gracias a ello, en parte, Tomás Estrada Palma se adueñó de la dirección política de la Guerra de Independencia —la supresión de la elección anual del cargo de Delegado propició que él mismo dirigiera el Partido desde 1895 hasta 1898 sin ser efectivamente electo— y el Partido Revolucionario Cubano abandonó la posición antiimperialista, introduciéndose notables modificaciones que lo alejaron sustancialmente de la idea martiana original [1]. También se perdió la democrática costumbre de rendir cuentas anuales de la gestión realizada, y se incrementó las relaciones con la burguesía productora de azúcar —en septiembre-octubre de 1896, con el consentimiento de la Delegación cubana de Nueva York y la de París, los azucareros cubanos en Francia llegaron a negociar, sin resultados concretos, la compra de la Isla a España.
En 1898, cuando los cubanos ya habían vencido prácticamente a los españoles, el gobierno yanqui decidió participar en la contienda. Y como en principio nadie le dio “vela en aquel entierro”, se autohundió el Maine. Era el 15 de febrero cuando en la bahía de La Habana estalló el buque, ocasionando la muerte de 266 personas. Estados Unidos ya había dado con el pretexto que buscaba.
Finalmente los españoles fueron vencidos, el gobierno de William McKinley ya tenía a parte de su ejército en el interior de la Isla de Cuba y, aprovechando la coyuntura histórica, Estrada Palma disolvió el Partido. Los yanquis consideraron a los mambises “disidentes de la Corona” y al Ejército Libertador como un “ejército extranjero”, lo que propició también la disolución del propio Ejército Libertador y de la Asamblea General de Representantes de la Revolución. El 12 de agosto de 1898 se firmó el armisticio entre la Metrópoli y el gobierno de los Estados Unidos —obsérvese cómo los cubanos fueron descaradamente ninguneados—; y el 10 de diciembre del mismo año, con el Tratado firmado en París por España y Estados Unidos sucedió exactamente lo mismo: el desprecio y absoluto soslayo a los mambises y al pueblo de Cuba. La firma de aquel Tratado supuso el traspaso de España a Estados Unidos, a partir del 1 de enero de 1899, de la Isla de Cuba, además de Puerto Rico y las 7.100 islas de Filipinas y de Guan.
Los soldados españoles tenían de plazo para abandonar Cuba ese mismo primero de enero, quedándose como “garantes” de la “independencia” de la Isla los marines estadounidenses. El 29 de diciembre de 1898, Máximo Gómez expresó que Cuba no era “ni libre ni independiente todavía”, y casi un mes después, el 28 de enero de 1899, escribió: “Tristes se han ido los españoles y tristes hemos quedado nosotros, porque un poder extranjero los ha sustituido […] los [norte]americanos han comenzado con su tutela impuesta por la fuerza”.
Al mismo tiempo que los gobernadores militares yanquis dictaban órdenes en Cuba, en junio de 1900 se celebraron elecciones municipales, y en septiembre elecciones para delegados a la Convención Constituyente que se encargaría de redactar una Constitución; encargo materializado en febrero de 1901.
El 12 de junio se aprobó la Enmienda Platt. De treinta y un delegados cubanos, dieciséis votaron a favor de la Enmienda; once en contra; y cuatro estuvieron ausentes. Conviene recordar que cuatro de los que votaron a favor, lo hicieron al “sentirse forzados por las circunstancias y en contra de su voluntad”. Una de las amenazas estadounidenses para imponerla Enmienda Platt fue la de no retirar las tropas de ocupación si aquella no era aprobada.
El gobernador militar yanqui en la Isla, Leonard Wood, quitándole importancia al asunto, expresó: “[La Enmienda Platt] no es sinónimo de entremetimiento o injerencia en los asuntos del Gobierno cubano, sino la formal acción de los Estados Unidos basada en justos y sustanciales fundamentos para la preservación de la independencia cubana”. Pero tamaña mentira quedó al descubierto cuando el propio Wood escribió a Theodore Roosevelt, sustituto del presidente McKinley: “Por supuesto que a Cuba se le ha dejado poca o ninguna independencia con la Enmienda Platt”.
Esta Enmienda fue un Apéndice a la Constitución de 1901, y, poco después, en 1903, al Tratado Permanente entre Cuba y Estados Unidos.
Al amparo de su artículo tercero, la Enmienda Platt permitía intervenir militarmente a Estados Unidos en Cuba siempre que el gobierno imperialista lo considerara necesario [2], y cedía parte del territorio nacional —el Guantánamo que nos ocupa— para, según el artículo séptimo, “mantener la independencia de Cuba y proteger al pueblo de la misma, así como para su propia defensa”.
Estrada Palma llegó a la presidencia de Cuba el 20 de mayo de 1902. Aunque nacido en la Isla, este individuo era ciudadano norteamericano, y, durante los últimos veinte años antes de ocupar su cargo, residió en los Estados Unidos. Acérrimo anexionista, ya en 1898 había expresado su deseo de que Cuba se ofreciera a la nación vecina como parte integrante de ella. Afín al dictado yanqui, bajo su mandato se firmó, pues, el Tratado Permanente y también el Tratado de Relaciones Comerciales que oficializaba la dependencia política y económica respectivamente.
Bastantes años después, en 1934, el Tratado de Relaciones abolió la Enmienda Platt en su conjunto, pero dejó en vigor el artículo séptimo de la misma referido a la base naval.

La base naval de Guantánamo, una ilegalidad permanente

Se mire por donde se mire, la base naval norteamericana de Guantánamo rebosa ilegalidad a raudales. Antes de nada, se debe recordar que los delegados cubanos que participaron en la ya mencionada Convención de 1901 estaban autorizados a redactar una Constitución, pero no, de ninguna manera, a conceder parte del territorio nacional a un país extranjero. Y es elemental en Derecho que un acuerdo nunca será válido si el que consiente se excede de los poderes que le fueron concedidos, como sucedió en este caso concreto al aceptar la Enmienda Platt y su séptimo artículo. De modo que, como se puede observar, la base naval de Guantánamo es ilegal desde su origen.
La instalación yanqui ocupa la mitad de la Bahía de Guantánamo, y abarca un área de 117,8 Km2 —49,4 de tierra firme y el resto de agua y pantanos—, delimitando una línea de costa de 17,5 kilómetros.
Este territorio fue arrendado por el gobierno de los Estados Unidos para ser utilizado como carbonera o estación naval; recordemos que con el fin de “mantener la independencia de Cuba…”. Pero más de 100 años se han encargado de demostrar que su utilización real siempre ha sido otra muy distinta; hasta el punto de que, como todo el mundo sabe, actualmente alberga a una monstruosa cárcel derivada en centro de tortura de no pocos prisioneros extranjeros.
Si se trata de “mantener la independencia de Cuba”, ¿cómo conseguirlo utilizando una herramienta —la Enmienda Platt— que en general y por la concesión de la base en particular —artículo séptimo— viola la propia independencia que asegura proteger? Durante la Guerra de Liberación (1956-1958), el territorio del II Frente Oriental Frank País, comandado por el compañero Raúl, fue bombardeado a cada rato por la aviación enemiga, y, para ello, los aviones del ejército de Batista repostaban y se abastecían de bombas de fabricación estadounidense en la cercana base naval norteamericana de Guantánamo. ¿Acaso, con su apoyo logístico a la dictadura implantada por ellos, los yanquis protegían la independencia de Cuba?
Todo arrendamiento implica un uso determinado, y es obvio que la base yanqui ha sido y es utilizada para actividades que no guardan ninguna relación con el uso pactado. Estamos, pues, ante otro ejemplo de ilegalidad respecto a la base.
Por otra parte, toda base militar es ilegal si se halla instalada y mantenida contra la voluntad del pueblo de la nación donde ésta esté ubicada. Y, de manera contundente, el pueblo de Cuba hace años que se pronunció a ese respecto. El artículo 11 de su Constitución [3] establece que “La República de Cuba repudia y considera ilegales y nulos los tratados, pactos o concesiones concertados en condiciones de desigualdad que desconocen o disminuyen su soberanía e integridad territorial”.

A modo de conclusión

Las autoridades cubanas han anunciado en más de una ocasión que nunca aceptarán negociación alguna respecto al territorio ilegalmente ocupado, ya que consideran que las tropas allí acantonadas están contra la voluntad expresa del pueblo de Cuba. De todos modos, saben que, históricamente, el gobierno de los Estados Unidos siempre ha buscado el más mínimo pretexto para intervenir en la Isla. Desde 1959, la base ha sido fuente de agresiones y provocaciones —un soldado cubano, por ejemplo, fue asesinado en 1964 y otro en 1966 por disparos realizados desde la instalación norteamericana—. Es por eso que el gobierno cubano —éste reclama el territorio amparándose en el artículo 52 de la Convención de Viena de 1969, que declara abolido todo tratado existente si se ha usado la fuerza o la intervención militar— descartó recuperar sus legítimos derechos mediante la fuerza, dejando que tarde o temprano la justicia se imponga.
Pero la justicia por sí sola de momento no llega. No solo es hora de exigir el cierre del vergonzoso centro de tortura yanqui en Guantánamo, sino también de que en el mismo “lote” vaya la devolución del territorio guantanamero usurpado a sus dueños naturales hace ya tantísimos años.

Paco Azanza Telletxiki

Notas

1.- El Partido Revolucionario Cubano se fundó el 10 de abril de 1892, y, según el artículo primero de sus bases, se constituyó “para lograr con los esfuerzos unidos de todos los hombres de buena voluntad, la independencia absoluta de la Isla de Cuba y fomentar y auxiliar la de Puerto Rico”. La liberación antillana era para Martí inconcebible sin la liberación efectiva continental.
2.- Y por supuesto que intervinieron en varias ocasiones. La primera intervención, después de la retirada de tropas en 1902, fue entre 1906 y 1909 con Tomás Estrada Palma como presidente y con la “Guerrita de Agosto” como pretexto; la segunda “injerencia preventiva” data de 1912, con José Miguel Gómez al frente del país y el alzamiento del Partido de los Independientes de Color como excusa; y la tercera abarcó desde 1917 hasta 1922, en esta ocasión bajo los mandatos de dos presidentes: Mario García Menocal (1913-1921) y Alfredo Zayas Alfonso (1921-1925). En 1917 Menocal se reeligió de manera fraudulenta y los del Partido Liberal se alzaron en armas, motivo por el cual los estadounidenses —estos apoyaban a Menocal— intervinieron en la guerra popularmente conocida como “La Chambelona”. Fue Zayas, el “presidente puente” entre Menocal y Gerardo Machado (1925-1933), quien en 1922 pidió la retirada de las tropas norteamericanas.
3.- En la discusión del proyecto constitucional participaron alrededor de 6.200.000 personas pertenecientes al Partido, los sindicatos, los CDR, la FMC, la ANAP, la FEU, la FEEM, las unidades militares y las misiones cubanas en el extranjero. Si exceptuamos a los niños y tenemos en cuenta que en 1976 la población de Cuba era bastante menor que la de ahora, llegaremos a la conclusión de que de forma directa y personal prácticamente todos los habitantes participaron en el examen del documento. 5.500.000 se pronunciaron a favor de mantener el texto sin modificaciones, y 16.000 propusieron algunos cambios, que fueron respaldados por algo más de 600.000 participantes. Enriquecido su contenido por la discusión popular a través de infinidad de asambleas en todo el territorio nacional, la Constitución Socialista fue probada por el Congreso, y, finalmente, mediante referéndum, también por el 97,7% de la población electoral. Los cambios realizados en diferentes momentos y por diversos motivos también contaron con la participación de la inmensa mayoría de la población.