martes, 31 de agosto de 2021

Afganistán acelera la declinación del imperio


La derrota de EEUU en Afganistán agudiza la crisis de la sociedad estadounidense y le da centralidad a la declinación del imperio en favor de China y Rusia. 

 La decisión de Joe Biden de acelerar la retirada de las tropas en Afganistán terminó en una verdadera debacle. Numerosos analistas equiparan esta derrota con la sufrida por EEUU en Vietnam. Tal vez resulte una mirada algo superficial pues pasa por alto que esta derrota es esencialmente política e ideológica más que militar. Para el académico libanés Gilbert Achcar, «las fuerzas sudvietnamitas eran mucho más sólidas que las del gobierno afgano, que lograron resistir durante dos años la ofensiva de las fuerzas comunistas que el propio EEUU fue incapaz de derrotar y que contaban con un apoyo internacional y regional mucho mayor del que jamás han tenido los talibán». 
 Tanto el ejército como la policía afgana, organizados y equipados con armamento por EEUU nunca mostraron mayor disposición a la lucha y sufrieron la corruptela de un régimen artificial organizado desde arriba. Hay indicios de que estuvieron infiltrados desde sus inicios. Todo explicaría porque se desmoronaron tan rápido frente al talibán. 

 20 años después 

 La ofensiva de EEUU, lanzada como respuesta a los atentados del 11-S del 2001 con la excusa de combatir el terrorismo y «liberar al país» (en realidad ocultaba una estrategia imperial para posicionarse en Asia Central) tuvo también un contenido de keynesianismo de guerra ayudando a recuperar una economía en recesión (importancia económica del complejo militar/industrial). Se da la paradoja que la actual derrota ocurre cuando la economía estadounidense ha recuperado su lugar en el mundo globalizado. Está en franca expansión (+7% estimado para este año) y arrastrando, junto con la china (+8.5%), a la economía mundial.
 Dos décadas después los objetivos de terminar con el talibán, de construir una fuerza militar afgana y forjar un Estado nacional «moderno» quedaron solo en enunciados. El fracaso es en toda la línea y el poder ha vuelto a manos de quienes lo detentaban 20 años atrás.

 Dimensión de la derrota 

 La derrota sacude el tablero internacional. Es que Afganistán está ubicado en el corazón del Asia, su importancia estratégica deviene de ser punto de encuentro entre Eurasia, Asia Central, China, India y el Oriente Próximo; de sus fronteras con Pakistán, Irán y China y de su cercanía con varias potencias nucleares. Además territorio estratégico para el paso de oleoductos y gasoductos. Su principal actividad es la agricultura, aunque solo el 5% de su tierra es cultivable (uno de los mayores productores mundiales de opio, que se extrae de cultivos ubicados en zonas dominadas por los talibanes más radicalizados y son su fuente de financiamiento). Pero su territorio también contiene petróleo, gas, hierro y oro, y sobre todo cobalto y litio (esenciales para la nueva era tecnológica) lo que le otorga gran relevancia para las potencias mundiales. 
 Esta derrota puede ser un punto de inflexión. Por un lado coloca a EEUU en su momento de mayor declinación frente a China en su disputa estratégica y en paralelo deteriora las relaciones con las potencias europeas que Joe Biden estaba tratando de recuperar luego de los destratos de Donald Trump. Por el otro agudiza las contradicciones internas en la sociedad norteamericana, incluso los demócratas podrían perder las elecciones de medio camino el año que viene en ambas cámaras (en diputados tienen una débil mayoría de 8 bancas, mientras que en senadores están empatados). Adicionalmente descoloca a la comunidad atlántica y a la OTAN, que se alinearon con EEUU y coorganizaron la «Operación Libertad Duradera». La retirada anticipada y unilateral de las tropas estadounidenses sin aviso a los europeos introduce nuevos elementos de crisis en el bloque mientras aumenta el descrédito de la dirigencia política, que alcanzaría a la alemana Angela Merkel (su partido podría perder las próximas elecciones, incluso ya se está hablando de un gobierno de coalición). Debe medirse también el impacto que el regreso de los talibanes tendrá en el mundo islámico, especialmente en Pakistán, Yermén, Siria, Somalia y en algunas naciones de la ex URSS. 
 Con la OTAN retirando también sus tropas el protagonismo pasa a Rusia, Irán, Pakistán, que vive el triunfo como propio, y especialmente a China que se ha convertido en el gran interlocutor con los talibanes. En julio pasado una delegación visitó la República Popular, se comprometieron a que no volverían a ser refugio y base de ataques de grupos tipo Al Qaeda, también incursionaron en temas comerciales y de inversión. Afganistán necesita reconstruir y construir infraestructura que permita integrar las distintas zonas del país hoy incomunicadas (lo que favorece a los señores de la guerra locales frente a la centralidad frustrada de Kabul). En tanto que China ve ahí la posibilidad de extender la Nueva Ruta de la Seda, que así quedaría a las puertas de India, hasta ahora renuente a integrarse al proyecto.
 Todo sucede cuando no es de descartar una nueva ola de refugiados (estimada en 3.5 millones de personas), que Europa no está dispuesta a recibir sino en cuenta gotas, mientras que Turquía sí y ganar así prestigio internacional. 

 Tiempo de incertidumbres 

 El triunfo de los talibanes y la segunda gran derrota de EEUU han puesto en movimiento las principales piezas del tablero global. Sus efectos serán duraderos y se verán a futuro. ¿Qué implicancias estratégicas tendrán? ¿Los que regresan al poder serán los mismos que lo perdieron en el 2001? ¿El reconocimiento de China y Turquía los legitima? ¿Afganistán se consumirá en una nueva guerra civil como en los inicios de los ’90 o los triunfadores lograran un mando unificado que contenga y discipline a las diversas tribus, etnias y al ISIS local? (los recientes atentados en las cercanías del aeropuerto de Kabul y las demoras en formar gobierno no son buenas señales) ¿Las mujeres mantendrán lo poco alcanzado en estos años en los centros urbanos, no así en el interior. Lograran forjar un movimiento que las libere de tanta opresión y atraso, cuando de alguna forma han sido aliadas del invasor que les ofrecía mejores condiciones de vida y existencia). 
 La declinación de EEUU ha avanzado varios casilleros y esto abre numerosos interrogantes.

 Eduardo Lucita. Integrante del colectivo EDI (Economistas de Izquierda).

Garcia Lorca a 85 años de su asesinato

Hoy se cumplen 85 años del asesinato del gran poeta granadino Federico García Lorca a manos de las tropas franquistas.

 Ocurrió exactamente un mes después del estallido de la Guerra Civil, iniciada entre el 17 y 18 de julio de 1936, con las sublevaciones militares al mando de Francisco Franco contra el Presidente del Frente Popular, Santiago Cáceres Quiroga. García Lorca es puesto en alerta de que el régimen franquista lo tenía en la mira y se traslada de Madrid a Granada donde se refugió en la casa del poeta Luis Rosales. El 18 de agosto de 1936 un operativo militar lo secuestra de la casa de Rosales, a quien se señala como su entregador por sus contactos con el franquismo. Nunca más apareció. Los medios de comunicación y el régimen se empeñaron por desinformar y ocultar el hecho por miedo a las repercusiones que podría tener la desaparición de una figura de renombre pese a que hubo más de 100 mil víctimas masacradas por el franquismo. El Partido Comunista, que en el pasado había intentado ganarlo a sus filas, no realizó ningún reclamo por su desaparición – el mismo PC estalinizado allanó la victoria del franquismo disciplinado al movimiento de masas y a los sectores que lo combatieron más firmemente. En un informe de la Jefatura Superior de la policía de Granada fechado el 9 de julio de 1965, dado a conocer recién en 2015, cinco décadas después, se dice que García Lorca fue asesinado por "socialista, homosexual y masón". Se estima que su cuerpo yace en alguna de las tantas fosas comunes que dejó regadas por el suelo español el franquismo, junto a Dioscoro Galindo, un maestro nacional, y a los banderilleros anarquistas Francisco Galadi y Joaquín Arcollas ejecutados con él. 
 Federico Garcia Lorca nació en 1898 en Fuente Vaqueros, un pueblo de Granada, en España. Era el mayor de cinco hermanos. Su madre atenta a la gran sensibilidad de su hijo buscó incentivar su amor por el arte, la lectura, la literatura y la poesía desde muy chico, convirtiendo al niño en un apasionado por el mundo de las letras 
 Años más tarde su familia se trasladó a Granada donde estudió bachiller, luego ingresó en la universidad de Filosofía y Letras y Derecho y, cuando conoció a Manuel de Falla, se interesó también por la música. Se cuenta que gracias a la ayuda económica de su padre pudo publicar, en 1918, su primera obra literaria nominada "Impresiones y paisajes", una antología mínima de textos en prosa sobre temas políticos e intereses estéticos.
 En 1919, se fue a vivir a una residencia de estudiantes en Madrid donde conoció a artistas como Salvador Dalí, con quien mantuvo una entrañable relación, y Luis Buñuel. 
En ese tiempo se abocó al oficio de escritor, coincidiendo con autores, poetas e intelectuales con las mismas inquietudes que él como Jorge Guillén, Dámaso Alonso, Rafael Alberti quienes más tarde, entre otros, formarían parte de la generación del 27, haciéndose conocidos en el panorama cultural.
 En 1928, publicó su “Primer romancero gitano”. El período literario enmarcado desde 1921 a 1928 se va a caracterizar por ligarse al costumbrismo y la tradición popular, al cancionero, al lirismo. 
 Un año después, en 1929, García Lorca se fue a vivir a Estados Unidos donde escribe su obra "Poeta en Nueva York" realizando un giro vanguardista de crítica profunda a la explotación y a la alienación capitalista enmarcado en el movimiento surrealista, el crack financiero del 29 y la instauración de la Segunda República en su país. 
 Tras su regreso a España, en 1932, fundó La Barraca, una compañía de teatro universitario ambulante con la que llevaba las obras de los clásicos españoles por los pueblos de España. Siguieron años de viajes y famosas obras literarias: Bodas de sangre, Yerma, Doña Rosita la soltera, La casa de Bernarda Alba. El proyecto se enmarca dentro de su propia matriz ideológica política. Si bien no estaba afiliado a ninguna organización se reconocía como una mezcla de socialista y republicano, delimitándose del bolchevismo, pero reconociendo la valía de Lenin y el enorme esfuerzo del pueblo ruso en levantarse contra el imperialismo yanky. Repudiaba y combatía al cristianismo por oscurantista y machista. Defendía la educación rural y los derechos de los campesinos a quienes les reconocía una capacidad revolucionaria que había que alimentar mediante la cultura. El franquismo lo mató por sus convicciones políticas y por su orientación sexual, por su lucha por exponer lo más putrefacto del sistema capitalista y la alienación a la que somete a los explotados y por su lucha por extender una cultura desde esa perspectiva. 
 En las escuelas, hoy día, seguimos leyendo sus novelas, obras teatrales y poemas. Uno de los poemas que leímos con mis alumnitos hace poquito fue "Gacela del amor desesperado". En él, desde la interpretación libre que abre todo poema, se revela el espíritu de este gran poeta que avanzó a paso firme contra lo establecido, que estuvo dispuesto a morir por sus ideales, por sus deseos: 
 "Ni la noche ni el día quieren venir para que por ti yo muera y tú mueras por mí. 
 Pero yo iré
 aunque un sol de alacranes me coma la sien. 
 Pero tú vendrás con la lengua quemada por la lluvia de sal"

 Ana Belinco 
 18/08/2021

lunes, 30 de agosto de 2021

Las vacunas cubanas contra la covid-19


El doble atentado en Afganistán complica aún más a los yanquis


Cerca de 100 muertos, incluyendo 13 soldados norteamericanos. 

 El doble atentado suicida en las cercanías del aeropuerto de Kabul, que dejó alrededor de 100 muertos, incluyendo 13 soldados norteamericanos, complica aún más la retirada estadounidense de Afganistán y amplía la crisis del imperialismo tras su histórica derrota en ese país. 
 El Estado Islámico del Gran Khorassan (EI-K), la rama afgana de la organización que puso en pie un califato en Medio Oriente entre 2014 y 2019, se atribuyó los ataques. El presidente Joe Biden ha ratificado que la evacuación aérea de tropas, ciudadanos y colaboradores de la ocupación culminará el 31 de agosto, a como dé lugar, aunque quede gente en el terreno (en estos últimos días, se priorizará la repatriación de los soldados). Esta precipitada salida obedece no solo al temor al EI-K, sino también al ultimátum de los talibanes para que se ciñan a la fecha mencionada, bajo la advertencia de empezar a atacarlos. 
 Al interior de Estados Unidos, los cuestionamientos contra Biden arrecian y el mandatario ha tenido también una caída en su imagen. A su vez, el gobierno norteamericano sufrió críticas de sus pares europeos, ellos también envueltos en el fracaso, que le reclamaron que retrasara la salida de las unidades.
 Con todo, el atentado en el aeropuerto ha sido repudiado por los talibanes, que se habían comprometido en una conferencia de prensa a mantener a raya a grupos como el Estado Islámico, en busca del reconocimiento de su gobierno por parte de China y Rusia. 
 Los talibanes y el Estado Islámico se encuentran enfrentados desde hace muchos años. El EI-K opera en Afganistán desde comienzos de 2015, y según algunos medios surge como una ruptura del movimiento talibán pakistaní. Tras los acuerdos de febrero de 2020, que establecieron la retirada de las tropas estadounidenses, los talibanes intensificaron sus ataques contra el EI-K en la provincia de Nangarhar, fronteriza con Pakistán, incluso con apoyo “limitado” de Estados Unidos, según reconoció el general del Mando Central Frank McKenzie (El País, 26/8).
 Los ataques kamikazes del jueves muestran que el EI-K conserva capacidad de daño. Se le atribuyen entre 500 y 1.500 combatientes. 
 Si los talibanes están enfrentados con el EI-K, no es tan clara la situación en el caso de Al Qaeda. Naciones Unidas y las potencias occidentales denuncian que la red que supo dirigir Osama ben Laden hasta su muerte, en 2011, y que tiene peso en Afganistán, posee vínculos con la milicia que acaba de tomar el poder. El nexo sería la red Haqqani, liderada por quien es considerado el número 2 de los talibanes, Sirajuddin.
 Vale la pena detenerse en este grupo. Fundado por Jalaluddin Haqqani, peleó contra los soviéticos en los ’80, no sin la colaboración del imperialismo. “Entonces se le consideraba un recurso valioso de la CIA cuando Estados Unidos y sus aliados, como Pakistán, destinaban dinero y armas a los mujahidines”, asegura un cable de la agencia AP (reproducido por La Nación, 23/8). Jalaluddin se alió con los talibanes en los ’90 y fue ministro cuando estos gobernaron el país entre 1996 y 2001, hasta que fueron eyectados por la invasión yanqui. Ahora dirigida por su hijo, la red tiene posiciones en la frontera con Pakistán y algunos le atribuyen lazos con el Ejército y los servicios secretos de ese país (ídem).
 Al calor de la ofensiva final de los talibanes, se supone que todos los grupos islamistas han crecido en Afganistán. 

 Nuevo gobierno 

Los talibanes se encuentran, mientras tanto, preparando su nuevo gobierno. En la conferencia de prensa ya referida, prometieron un gobierno “amplio” para estabilizar el país, que es un reclamo de chinos y rusos, pero también de algunas potencias occidentales. Están llevando a cabo negociaciones con el expresidente Hamid Karzai (uno de los gobiernos títeres de la ocupación) y Abdullah Abdullah, quien formó parte de los diálogos con los talibanes en Qatar. 
 Esas conversaciones se extienden, según un cable de la agencia afgana Tolo News (26/8), al Frente Nacional de Resistencia (FNR), que aglutina a las fuerzas que enfrentan al talibán en el valle de Panshir. A apenas 80 kilómetros al norte de Kabul, este valle -habitado sobre todo por la minoría tayika- es de muy difícil acceso y desde sus montañas se puede abatir con facilidad a cualquier invasor. El FNR está liderado por Ahmad Massoud, hijo de Ahmad Shah Massoud, quien enfrentó a los soviéticos en los ’80, pero también a los talibanes en los ’90, y fue asesinado por Al Qaeda el 9 de septiembre de 2001, dos días antes del ataque a las Torres Gemelas. 
 El FNR pidió armas y municiones a Estados Unidos, pero por ahora el pedido no parece haber surtido efecto, dado que los norteamericanos apenas pueden manejar su propia retirada. Los talibanes aseguran que han bloqueado los ingresos al valle, cortando la posibilidad de que el frente se abastezca desde la vecina Tayikistán (La Nación, 26/8).
 Ante su estrepitosa derrota militar, el imperialismo busca resarcirse por medio del ahogo económico. Los organismos financieros han cortado todo flujo de fondos, en tanto que ciertos países suspendieron la ayuda monetaria anual que enviaban (Alemania). En un cuadro de completa falta de divisas, los talibanes han apelado al cierre de bancos durante algunas jornadas y a un corralito que impide la retirada de dólares.
 Aun así, el cuadro está marcado por la derrota de los invasores, de tal proporción que se compara con la de Vietnam. La huida del imperialismo abre una nueva etapa. 

 Gustavo Montenegro

¿Qué son los "falsos positivos"? // Entrevista con la Asamblea de Colombianos en Buenos Aires


jueves, 26 de agosto de 2021

Israel vuelve a bombardear la Franja de Gaza


Abajo la agresión del sionismo contra el pueblo palestino. 

 Israel volvió a bombardear la Franja de Gaza el sábado y el lunes, violando el alto al fuego suscripto en el mes de mayo. El fin de semana, a su vez, las fuerzas sionistas reprimieron con munición de plomo una manifestación en el enclave costero, sobre la frontera, que había sido convocada con motivo del 52° aniversario del incendio de la Mezquita de Al-Aqsa. Hubo más de 40 palestinos y un policía israelí heridos. En tanto, en el campo de refugiados de Balata, Cisjordania, efectivos israelíes asesinaron este martes a un joven de 17 años. 
 Las nuevas agresiones del Estado de Israel se producen a escasos tres meses de los ataques aéreos contra la Franja que dejaron más de 200 muertos. El repudio a esa masacre desencadenó una histórica huelga general de la población árabe-israelí, de Cisjordania a Jerusalén Este. A su vez, hubo movilizaciones solidarias en todo el mundo. En contraste con ello, el gobierno de Joe Biden y la Unión Europea convalidaron los ataques. 
 La crisis de mayo fue desatada por dos motivos: una orden de desalojo de la justicia israelí contra un puñado de familias del barrio Sheikh Jarrah, en Jerusalén Este, a favor de colonos; y el despliegue de soldados en sitios de rezo de la comunidad musulmana. Las movilizaciones de protesta de los palestinos ante estos hechos fueron reprimidas por Israel, y en ese contexto se produjeron los lanzamientos de cohetes por parte de Hamas. 
 El gobierno de Naftali Bennett, quien asumió en junio tras formar una variopinta coalición que destronó a Benjamin Netanyahu, no ha abandonado el propósito de expulsar estas familias, pero aún no se ha atrevido a consumarlo, dado que Sheikh Jarrah se ha transformado en un símbolo de la resistencia a la ocupación sionista. A comienzos de mes, la Corte Suprema propuso que las familias abonaran un alquiler a los colonos que dicen ser los propietarios, a cambio de poder quedarse en el lugar, pero el planteo fue rechazado, dado que reconocía la titularidad de los colonos. 
Esta semana, la Corte congeló el desplazamiento “hasta que el tribunal termine todos los procedimientos” (Monitor de Oriente, 16/8).
 Según la agencia de noticias palestina, Wafa (6/8), 1.250 palestinos están amenazados de expulsión en los barrios de Sheikh Jarrah y Silwan, en Jerusalén Este, área que Israel se anexó tras la guerra de 1967.
 En tanto, las provocaciones en el área de la Ciudad Vieja (Jerusalén Este) no se han detenido. A mediados de julio, 1.300 colonos fueron autorizados a visitar el Monte del Templo, donde se encuentra la mezquita de Al Aqsa, en ocasión de una celebración religiosa. Durante esa misma mañana, palestinos fueron desalojados de la Puerta de Damasco, por la que se ingresa al lugar. 
 Esta semana, el primer ministro Bennett está llevando a cabo una gira por Estados Unidos, en la que se ratificará la alianza entre el imperialismo y el sionismo. A esta entente reaccionaria, los pueblos del mundo le deben oponer la solidaridad incondicional con la lucha de los palestinos. Abajo el Estado sionista, por una Palestina única, laica y socialista, como parte de una federación socialista de pueblos de Medio Oriente. 

 Gustavo Montenegro

miércoles, 25 de agosto de 2021

Afganistán, el imperialismo es responsable


La situación de las mujeres. 

 Un ataque imperialista nunca representa un avance civilizatorio para los pueblos y Afganistán está lejos de ser la excepción. Que hoy Estados Unidos intente cubrir su retirada militar con épica feminista, no significa que la defensa de las mujeres haya sido la preocupación de los ocupantes. Se trata de la prédica imperialista de hace 20 años para justificar esta y otras invasiones. El grito internacional para defender a las mujeres afganas no puede ser indiferente al rechazo a la invasión imperialista, uno debe ir de la mano de la otra.
 El talibán que manejó el gobierno entre 1996 y 2001 sólo pudo acceder a ese poder de la mano del financiamiento imperialista. Sobre lo que este régimen dejó a las mujeres afganas es largamente conocido: encierro hogareño, represión y todo tipo de vejámenes. Por otro lado, los relatos periodísticos están repletos de todo tipo de ataques y situaciones surgidas de las agresiones contra mujeres por parte de los invasores, historias terribles de asesinatos en masa a la población civil que son las que explican el crecimiento talibán. No se trata de un pueblo que no quiere avanzar, como dijo el presidente Joe Biden, se trata de un pueblo que ha padecido crímenes y opresiones tremendas que la invasión yanqui agravó en medio de negocios con las mafias de la venta ilegal de armas, el tráfico de opio y de minerales. 
 EE.UU. debe hacerse cargo de haber financiado durante 20 años la creación de una burguesía colonial afgana, atada a negociados ilegales como el tráfico de armas y de opio, única beneficiaria de la invasión de casi 20 años que dejó más de 170 mil muertos, un costo para EE.UU. de 900 mil millones de dólares y atraso económico para Afganistán. 
 Muchos expertos creen que el retorno de los talibanes es consecuencia del Acuerdo de Doha, cerrado en febrero de 2020 por Donald Trump y los talibanes. «Aquello no fue un acuerdo de paz, fue una rendición», le dijo a BBC Mundo Husain Haqqani, director para Asia Central y Meridional del Instituto Hudson y exembajador de Pakistán en Estados Unidos.
 La sharía rige como ley oficial en Afganistán desde 1992. Todos los gobiernos desde entonces, talibanes o títeres de los invasores de la OTAN se rigieron por la ley islámica, ni el feminista Obama ni el combatiente de la “ideología de género” Donald Trump la anularon a través de sus gobiernos títeres, todo depende de cómo les convenga interpretarla. 
 Para las feministas del mundo islámico el feminismo occidental es la ideología del coloniaje y han salido al cruce de las feministas como Wassyla Tanzali (argelina ex directora de Unesco) para quien la portación de la hiyab (un velo que sólo cubre el pelo) sería incompatible con deseos de liberación femenina, una tesis que es señalada como islamofóbica por parte de las feministas islámicas. Chandra Mohanty, profesora de estudios de género de origen indio y una referente mundial de los feminismos decoloniales, “critica la forma occidental de ver a las mujeres del ‘tercer mundo’. Afirma que parte del feminismo occidental entiende a estas mujeres como un colectivo homogéneo, dependiente y oprimido, una visión que Mohanty considera colonialista” (Feministas.org). 
 En la percepción de las mujeres de clases medias y altas o con acceso a ellas que obtuvieron algunos derechos, este debate sobre la naturaleza de los discursos feministas y su entrelazamiento con las ideologías oficiales capitalistas de diferente orden debe ser también tenido en cuenta. Los regímenes islámicos han construido también su propia filosofía de la igualdad femenina que en ningún caso incluye terminar con esos regímenes absolutamente injustos, sino que pretenden reformarlos en favor de las mujeres, como ocurre con la mayoría de las corrientes feministas occidentales, que buscan mejorar al régimen capitalista, algo que sólo es posible ignorando lo que ese régimen social le depara a la mayoría de las mujeres, condenadas al hambre, la miseria, la precarización y por lo tanto a todo tipo de vulneraciones.
 Desde las dos puntas del debate está ausente el cuestionamiento de fondo al régimen capitalista en cualquiera de sus versiones y mucho más ausente una perspectiva socialista que permita incluir a las mayorías de las mujeres trabajadoras en las aspiraciones de las minorías sociales que protagonizan el debate. 
 Los derechos de las mujeres afganas solo serán arrancados con la organización propia de las mujeres afganas y no como parte de una dádiva circunstancial imperialista otorgada a una mínima porción de mujeres para justificar todo un régimen de sojuzgamiento internacional. 

 Cinismo y más 

“ONG, activistas y periodistas han denunciado durante años la situación de las afganas, pero Europa consideró que Afganistán era un país seguro para ellas y prefirió no aceptarlas como personas refugiadas que asumían riesgos si eran deportadas”, señala la periodista especializada en DDHH Olga Rodríguez. Tampoco estos gritos de auxilio alcanzaron para que los que hoy buscan presentar al invasor como civilizatorio se preocuparan en tiempo real sobre lo que ocurría durante estos 20 años con las mujeres afganas. La mayoría de la migración afgana reside en Irak y en Siria. 
 Así lo comprendieron muchas afganas que habiendo conquistado alguna posibilidad de predicamento social, denunciaron esta situación y los crecientes abusos sexuales de los soldados de la Otan contra las mujeres, a la par que denunciaban la aplicación de la ley islámica por parte de los talibanes otrora aliados del régimen norteamericano, empoderado por estos desde la década del 70, en su guerra contra la URSS. 
 Aunque se trate de un recurso político bastante exitoso en la actualidad, no es tan difícil describir el cinismo de quien viola a las mujeres diariamente, mata a sus familias, desconoce su cultura y la atropella y a su vez se presenta como progresivo frente a ciertos derechos civiles. Sólo quien no quiere denunciar la política imperialista puede comprar el marketing norteamericano. Sin embargo, muchas mujeres usaron su voz para denunciar que la mayoría de las mujeres afganas seguían padeciendo los sufrimientos del pasado agravados por los oprobios perpetrados por los invasores y por supuesto, para protestar contra los talibanes y su brutal represión hacia la población y en particular hacia las niñas y mujeres. A muchas del grupo minoritario de mujeres que accedió a derechos, el mismo régimen político les dio el voto y les asesinó a sus familias o muchas de ellas no dejaron de ver lo que ocurría con las mayorías populares, y no están dispuestas a que ese sea el precio para acceder a sus derechos porque no hay derechos si el precio que deben pagar es el de la barbarie generalizada. Y eso es lo que dejó el imperialismo norteamericano, inglés y de la Otan en 20 años de ocupación que prometía “Libertad Duradera”, nombre que se le dio a la operación militar. 
 “Dos tercios de las jóvenes afganas no están escolarizadas, el 80% de las mujeres siguen siendo analfabetas, más de la mitad han sufrido violencia machista en el seno de su propia familia y el 75% afrontan matrimonios forzosos, en muchos casos antes de cumplir 16 años. Todo ello, cuando aún estaban las tropas de la Otan en el país, antes de que los talibanes conquistaran territorio y llegaran hasta Kabul”, señala en su columna de ElDiarioAr “El cinismo de Afganistán” la periodista Olga Rodríguez. 
 La presencia talibana en buena parte del territorio afgano no tardó en extenderse desde el primer momento de la invasión y el avance visto en los últimos días no podía sorprender al gobierno apadrinado por los invasores. La miseria popular contrastaba con la opulencia de los narcos, el funcionariado corrupto y los ocupantes. En el año 2006 estalló una protesta en Kabul, capital afgana, que dejó un registro del malestar popular con los invasores. 
 La puesta en pie de un régimen criminal de narcos, mafias, traficantes de opio, de armas y demás excrecencias humanas, por parte del “civilizatorio” occidental norteamericano, claramente privilegió el negocio de una casta ante las necesidades de la población y esto permitió a los talibanes capitalizar el descontento popular, aun cuando el invasor imperialista tenía para ofrecer a un puñado de mujeres una vida de la que, con derecho, ya no quieren ni deben retroceder. 
 El parlamento afgano tiene el 30% de mujeres. El talibán se comprometió hace dos años ante Trump a permitir que las mujeres puedan trabajar, estudiar y hacer política y este martes sugirió algo en ese sentido en la conferencia de prensa que brindó habiendo ingresado a Kabul, la capital afgana. Según analistas, el 40% de la matriz económica de Afganistán depende de las donaciones de otros países y se supone que esta generación de talibanes estarían más interesados en no romper con la comunidad internacional al menos antes de ganar independencia económica. No le faltarían recursos naturales para eso, ya que es rico en minerales y particularmente en codiciadas reservas de litio.
 Ante la campaña internacional que reclama la preservación de los derechos para las mujeres, el comando talibán salió a plantear que el límite del respeto a estos derechos es la ley islámica, la sharía. El significado de esta afirmación todavía se debe ver. Y plantearon también que la campaña sería injustificada poniendo de ejemplo que las mujeres siguen estudiando en las escuelas organizadas por el gobierno títere de los invasores en los territorios recuperados hace tiempo por el talibán. Sin embargo, legítimamente y luego de la experiencia feroz vivida entre el 96 y el 2001, una parte de la población teme que esto sea solo una actitud temporal mientras recuperan el poder.
 La defensa de los derechos de las mujeres debe dar pie a una organización internacional que repudie la agresión imperialista y utilice los derechos de las mujeres como una punta de lanza para la puesta en pie de una organización política que termine con los regímenes teocráticos y gangsteriles que representan los talibanes sin ninguna alianza con el imperialismo mundial. 

 Vanina Biasi

lunes, 23 de agosto de 2021

Acerca de los padres


Kabul, el Saigón de Joe Biden

Con independencia del carácter reaccionario del movimiento Talibán, la expulsión de EEUU de Afganistán representa un hundimiento político incontestable del imperialismo mundial. No alcanzaron el billón de dólares aplicados a la formación de un ejército cipayo de trescientos mil hombres con armamento moderno ni la ocupación del país por cien mil tropas de Estados Unidos y la OTAN durante veinte años, para evitar una huida que la prensa mundial no duda en calificar como un segundo Vietnam. Hace dos décadas, cuando el imperialismo yanqui invadió Afganistán, había contado con la complicidad de Rusia e Irán, que abrieron sus espacios aéreos a la operación estadounidense. La caída de Kabul ocurrió luego de sólo tres días de ofensiva, sin resistencia alguna y con la huida despavorida de su gobierno – exactamente lo que Biden aseguró que no volvería a suceder hace sólo un mes atrás.
 Como es bien conocido por todo el mundo, el movimiento Talibán es una creación norteamericana para combatir la ocupación del país por la URSS, bajo el gobierno de Brezhnev. Para ello contó con la colaboración de los servicios secretos de Pakistán y con las filiales fundamentalistas radicadas allí. Luego de seis años de gobierno, los talibanes y sus patrocinadores se volvieron contra Estados Unidos. Se forjó una alianza fundamentalmente inestable, porque el aliado más importante de Estados Unidos, la India, se encuentra en un conflicto histórico con Pakistán – un territorio que, junto al actual Bangladesh, habían sido parte integral de la India que nació de la expulsión del imperio británico. Asia Central, el corredor entre el Lejano y el Cercano Oriente, ha sido un campo de disputa internacional, por el control del flujo comercial, en especial el petróleo, entre uno y otro. El argentino Bulgheroni, había ganado una concesión para construir un oleoducto que uniera los dos extremos de Asia. 
 La invasión de Afganistán tuvo lugar en un cuadro internacional determinado, esencialmente, por la disolución de la Unión Soviética, o sea la separación de sus repúblicas asiáticas y musulmanas. En el período 1995-2001, la misma Federación Rusa se encontraba al borde de su propia disolución. Con la invasión de Afganistán comenzó la llamada “guerra global contra el terror”, que informó de ahí en más la política norteamericana. Dos años más tarde se produjo la invasión a Irak - en las principales capitales europeas, el gobierno de Bush padre instaló centros clandestinos de detención y tortura, además de Guantámo, en Cuba. Fue cuando EEUU estableció la abolición del debido proceso en el trato a los detenidos, que obtuvo el respaldo de la Corte Suprema. En suma, la ocupación militar de Afganistán ocurrió en un período de ofensiva imperial. La huida en helicópteros de este fin de semana ocurre en un período de retroceso. Aunque esto ya lo había advertido Obama, quien hizo una gira por Medio Oriente para tratar de enmendar el fracaso, el reconocimiento pleno de este recule quedó a cargo de Trump, quien se replegó en una suerte de aislamiento político internacional con el propósito de atacar la crisis de EEUU en el plano interior con la finalidad de establecer un gobierno de fuerza y reconstruir las deterioradas bases internacionales desde esa posición. La caída de Kabul cobra su trascendencia en este marco político. 
 La recuperación del poder político por parte de los Talibanes no puede representar un retorno a sus métodos y objetivos políticos del pasado. Enfrenta otro cuadro internacional. En primer lugar, por la emergencia de China, que ha incorporado a Pakistán en su red económica conocida como “la ruta de la seda”, y que tiene en carpeta inversiones de gran escala en Afganistán. El avance de China y el desalojo de los yanquis de Afganistán alteran aún más la crisis con la India. Varios funcionarios de la Inteligencia norteamericana temen que los macizos montañosos Hindu Kush se conviertan en plataforma de operaciones contra India. Antes que esto pueda ocurrir, si es que ocurren alguna vez, la crisis política en Pakistán cobrará nuevos picos nada pacíficos. El gobierno de Pakistán está dividido en cuanto a todos los asuntos políticos y en especial al conflicto con India por la fronteriza Cachemira. La fuga de Afganistán no representa un alivio al impasse de EEUU en Asia Central sino todo lo contrario, en una agudización de la crisis, porque además está terciando China, que ha sido declarado, de nuevo, “enemigo estratégico”, por parte del gobierno de Biden. Según informa la prensa internacional, la dirección política de los Talibanes tiene una conciencia excepcional de todas las circunstancias internacionales que rodean su retorno a Kabul. Ya se habla de una derecha, un centro y una izquierda dentro del movimiento talibán.
 Esta derrota enorme de EEUU es una consecuencia última de las revoluciones árabes de 2011/2, como también ocurre con las rebeliones árabes al interior del estado sionista, tal como se vio en la última guerra con Gaza. En las últimas semanas se ha asistido a nuevas rebeliones populares en Túnez. Ni que decir de la disolución de Líbano, luego del default de su deuda externa y la explosión en el puerto de Beirut. La “guerra global contra el terror” ha tenido un final inglorioso, luego de haber plagado al mundo de crímenes. En los próximos días, Biden usará la cadena nacional para ‘explicar’ la fuga al pueblo norteamericano. La ‘salida’ de Afganistán tendrá un impacto enorme en la crisis norteamericana. Es que tiene lugar luego del peor manejo de la pandemia en el mundo entero, por un lado, y el asalto al Capitolio, por el otro. La crisis en la CIA y en el Pentágono es tremenda; los altos mandos del espionaje y de la guerra se encuentran peor que lo que estuvieron sus antecesores luego del fracaso de la invasión a Cuba en 1962. La situación de Biden y su gabinete, en especial el área de Defensa, se ha debilitado en forma considerable. 
 Nos debemos un estudio más profundo del alcance de la crisis mundial capitalista de lo que hemos hecho hasta ahora. El mundo ha ingresado en una etapa de virajes violentos – no solamente por las rebeliones populares.

 Jorge Altamira 
 16/08/2021

domingo, 22 de agosto de 2021

Las mujeres en Afganistán

Desde que tomaron Kabul, los jefes talibanes han prometido “respetar” a las mujeres. Como prueba de esta flexibilidad, su portavoz Zabihullah Mujahid admitió que lo entrevistara una, y garantizó “que habrá respeto y no violencia” si bien “los valores islámicos son nuestro marco de referencia”. Más claro: la sharía, la ley islámica.
 Otro abundó: “Intentamos tener el mayor respeto por los derechos de las mujeres. Y este respeto, en nuestra opinión, reside en mantenerlas en casa para ofrecerles la mejor seguridad. Si ellas salen, aparecen en público, si hablan sobre sus valores o necesidades, esto desmerece sus derechos y valores. Son los hombres quienes pueden controlar la sociedad, la población”. Respecto de la indumentaria, dijeron que si bien las mujeres deberán cubrirse no es necesario que sea exclusivamente con la burka, esa túnica que permite la visión a través de una tejido y solo hacia el frente. Poco después, periodistas de la televisión estatal afgana y de la agencia Tolo denunciaron que se las estaba expulsando masivamente de los medios de comunicación. 
 El tono de los talibanes -que algunos juzgan moderado- se contradice con los informes periodísticos y videos caseros que muestran los límites de la “tolerancia”. Según el NYT, en algunas provincias las mujeres ya no pueden transitar sin un pariente. En Herat, ni maestras ni estudiantes pudieron ingresar a la universidad. Las estudiantes de la Universidad de Kabul que no tienen tutor no pueden salir de sus habitaciones. En Kandahar, las clínicas médicas para mujeres cerraron “preventivamente”. En algunas regiones, las escuelas para niñas también cerraron “preventivamente” desde que los talibanes tomaron el control (NYT, 18/8). La BBC denuncia que los talibanes han censado, casa por casa, a las mujeres y niñas desde los 8 hasta los 45 años. 
 Las afganas, sin embargo, no pierden ningún paraíso. La ocupación norteamericana no sólo deja unos 170.000 muertos y un país devastado, cuya producción principal es el opio y la exportación del 90% de la heroína traficada en el mundo. Otra industria que explotó fue la de la trata de mujeres y los burdeles para los soldados, que incluyó “dar luz verde al abuso infantil por las milicias aliadas”. 
 Estados Unidos huye dejando un 80% de mujeres analfabetas. Cuatro millones de chicos no reciben ningún tipo de educación y el 60% son niñas. La mitad de la población infantil nunca fue vacunada. Dos tercios de las jóvenes -en un país cuyo promedio de edad es 18 años- nunca pisó una escuela. Casi 8 de cada 10 chicas menores de 18 años fue sometida a un matrimonio forzoso. La burka siguió siendo uniforme obligatorio en las zonas rurales controladas por los talibanes y también por sus enemigos de la Alianza del Norte, los clérigos y señores de la guerra aliados a Estados Unidos.
 La sharía precede largamente a los talibanes. Fue impuesta en 1992, cuando los muyaidines expulsaron a los soviéticos. Desde entonces permaneció vigente sin que los invasores occidentales vieran motivo para derogarla. 
 Entre 1996 y 2001, los talibanes impusieron un apartheid de género sin fisuras. Prohibieron que las mujeres salieran solas a la calle y cerraron las escuelas de niñas, prohibieron que trabajaran y que fueran atendidas por médicos hombres. Las familias fueron forzadas a casar a sus hijas, niñas aún, con los talibanes. Se impuso la burka desde la primera infancia. Ningún hombre debía escuchar ni los pasos ni la voz de una mujer que no fuera “suya”. La que burlara esas prohibiciones era sometida públicamente a latigazos, a veces hasta morir. Las adúlteras o quienes tuvieran contacto con hombres fueron lapidadas o fusiladas. Tampoco dudaron en rebanar los dedos que, en un desliz, quedaran a la vista de los transeúntes. 
 En nombre de combatir esa barbarie, los norteamericanos invadieron Afganistán, aclamados por un coro -en el que descollaron muchas feministas occidentales- que les reclamaba un “bombardeo humanitario” para “liberar a las mujeres bajo el yugo del Islam”. 
 La consigna funcionó como una tapadera “democrática” a la llamada guerra contra el terrorismo. No es algo único. No tan lejos, en Irak, la alianza yanky con los señores de la guerra y los clérigos, mandó a las iraquíes a la sharía, el analfabetismo, el rapto para el casamiento y los crímenes de honor. Arabia Saudita, socio privilegiado de Estados Unidos en la región, mantiene a las mujeres confinadas y en absoluta minoridad legal. 
 Oportunamente, feministas islámicas como Sirin Adlbi Sibai o Fátima Mernissi, acusaron a sus sororas occidentales de serviles al imperialismo y las mandaron a ocuparse de la liberación de las mujeres en su propia tierra. 

 ¿Y con los yankies, qué? 

El saldo de 20 años de ocupación militar imperialista exhibe el carácter de la “liberación” que tuteló la OTAN, propiciando la fragmentación nacional y luchas sectarias y religiosas entre sectores que habían convivido por siglos, armando a los guerrilleros fundamentalistas, mientras se imponían el terror y los asesinatos en masa de población civil. 
 Respecto de las mujeres, el escritor Tarik Alí sostiene que “la situación no cambió mucho fuera de la Zona Verde infestada de ONGs”, la zona de máxima seguridad donde se agrupan las embajadas, las empresas internacionales, los ocupantes y el funcionariado. Los “cientos de millones de dólares para la educación de las niñas, la capacitación de lideresas sociales y la mejora de los servicios de salud materna” se repartieron entre los oficiales de la OTAN y el corrupto gobierno títere. 
 Un sector de mujeres educadas fue cooptado por el régimen de la ocupación hasta alcanzar un 30% de diputadas, alguna ministra, alguna alcaldesa: “Estados Unidos es un maestro en desviar la lucha revolucionaria y política de las personas, especialmente de las mujeres. En los últimos 18 años, además de apoyar a la mayoría de los elementos contra las mujeres en todo Afganistán, y garantizar que permanezcan intocables, introdujo una corriente de mujeres educadas en el gobierno y otras instituciones, en ONG, la sociedad civil y las redes. Utiliza a estas mujeres para engañar al mundo sobre la situación real de las afganas”, explica Samia Walid, integrante de la Asociación Revolucionaria de las Mujeres de Afganistán (Kurdistan Report, 19-9-19). 
 La RAWA es la organización de mujeres más importante de Afganistán. Feminista y laica, nació durante la ocupación soviética. Sus fundadoras fueron asesinadas y desde entonces trabajan en la clandestinidad tanto en el país como en los campos de refugiados de Pakistán, muchas veces infiltradas en ONG o partidos. Durante el régimen talibán, la RAWA se hizo famosa por sus escuelas clandestinas para niñas. Siempre repudiaron la ocupación imperialista: “Vemos la liberación de las mujeres afganas contra el colonizador imperialista, los fundamentalistas islámicos y el gobierno títere. La libertad de las mujeres está directamente relacionada con la resistencia, y la lucha revolucionaria de las mujeres es contra la causa principal de su sufrimiento y desgracia, es decir, los ocupantes y sus lacayos internos” (Tercer Mundo, 24/9/19).
 La llamada “guerra contra el terrorismo” de Estados Unidos, dijo una vocera de la RAWA en junio de 2020, “eliminó al régimen talibán en octubre de 2001, pero no eliminó el fundamentalismo religioso, que es la principal causa de todas nuestras miserias. De hecho, al reinstalar a los señores de la guerra en el poder, la administración estadounidense reemplazó un régimen fundamentalista por otro. El gobierno de Estados Unidos y Karzai dependen principalmente de los líderes criminales de la Alianza del Norte que son tan brutales y misóginos como los talibanes. Mejorar la situación de las mujeres en mi país no pasa por reformas, se necesita una revolución”. 
 En estos días, sus voceras han puntualizado: “Las afganas tenemos tres enemigos: la ocupación occidental, los talibanes y la Alianza del Norte. Con la partida de Estados Unidos, dijo, tendremos dos”. 
 La defensa internacional de las mujeres afganas debe empezar por la condena al imperialismo y su guerra global contra el terrorismo. 

 Olga Cristóbal 
 21/08/2021

sábado, 21 de agosto de 2021

Perú: el gobierno de Castillo cede frente a la derecha y los militares


La renuncia del canciller Bejar. 

 El flamante ministro de Relaciones Exteriores, Héctor Bejar, presentó -a 15 días de haber asumido en el nuevo gobierno de Pedro Castillo- su “renuncia”. 
 ¿El motivo? La acusación de la derecha de que este viejo (85 años) ex guerrillero de los 60 es un promotor del terrorismo. Para ello se basa en declaraciones de Bejar en noviembre del 2020 en un “zoom” con un pequeño grupo de izquierda. 
 Se trata de un ataque al elemental derecho de opinión. Bejar habría dicho entonces que quien comenzó con el terrorismo en Perú, en la década de los 70, fue la marina de guerra. Este arma ha sido acusada desde hace largo tiempo de numerosos atentados clandestinos durante ese período. Atentados que varios periodistas, algunos notables, han confirmado. Bejar dijo que ese terrorismo de Estado –que años después se continuó con la represión antipopular de la dictadura de Alberto Fujimori- fue instigado por la CIA, la “agencia de informaciones” del Departamento de Estado yanqui. La indignación de la derecha (y de las Fuerzas Armadas) es hipócrita: como si la CIA no hubiera participado abiertamente en la organización del golpe pinochetista en Chile o en el apoyo y armamento de los talibanes en los 80. Se trata ya no solo de un ataque derechista al derecho de opinión, sino al pensamiento. 
 Las declaraciones atribuidas al ahora renunciante ministro Bejar fueron hechas 6 meses antes de la primera vuelta electoral en abril de este año y casi 9 meses antes de su asunción. Estas declaraciones no tenían estado público: deben de haber sido buscadas por algún servicio de inteligencia en alguna red privada. 
 ¿Cuál es la causa directa de la triunfante campaña derechista? 
 Los anuncios de Bejar de que pensaba retirar al Perú del llamado Grupo de Lima, un agrupamiento impulsado por el ex presidente norteamericano Donald Trump, compuesto por gobiernos latinoamericanos, en “defensa de los derechos humanos”. Que tenía como objetivo directo preparar una intervención militar imperialista sobre Venezuela y apuntalar todos los avances de la derecha en el continente (apoyo directo al golpe de Jeanine Añez en Bolivia, etc.). 
 En el parlamento peruano, el fujimorismo de Fuerza Popular, apoyado por una coalición de partidos derechistas, presentó un llamado a interpelación del ministro Bejar, en contra de “la eventual salida del Perú del Grupo de Lima”. “No existe razón válida por la cual el Perú debiera retirarse del Grupo de Lima”, dice. 
 Lo más pusilánime es que el primer ministro, Guido Bellido, caracterizado como un “izquierdista”, ha presionado a Bejar para que presente la renuncia. Y el presidente Pedro Castillo la ha aceptado. Bejar ha declarado que él no renunció “motu proprio”, sino que le fue pedida la renuncia por su colega del Ministerio de Defensa (un ex militar), el primer ministro y el propio presidente Castillo. 
 Un nuevo avance de la iniciativa de la derecha que viene acorralando al gobierno, lo presiona para que no desarrolle ninguna acción de carácter popular y lo condiciona para mantener el status quo social sin afectar los intereses del gran capital nacional y extranjero.

.Golpismo parlamentario 

La derrotada Keiko Fujimori (hija del dictador) ha armado una mayoría derechista antigubernamental en el parlamento. Contra toda tradición política peruana, las autoridades del Congreso (presidencia y 3 vicepresidencias) han sido repartidas entre los partidos derechistas minoritarios, excluyendo al ganador Perú Libre. Esto coloca una eventual “sucesión constitucional” bajo la égida de la derecha “parlamentaria”. La Unicameral se ha transformado en un centro permanente de conspiración derechista y golpista. No solo en la presidencia, sino en las comisiones parlamentarias más importantes han sido nominados políticos derechistas, reconocidos por haber apoyado el reciente golpe que destituyó a Martín Vizcarra el año pasado y nombró a Manuel Merino (quien tuvo que renunciar luego de una semana de movilizaciones populares que no pudo contener con salvajes represiones). Un ejemplo paradigmático es el de la Comisión parlamentaria de Educación. Castillo es un docente que hizo campaña presidencial resaltando este origen y que fue apoyado masivamente por la casi la totalidad de la docencia peruana. La bancada parlamentaria de Perú Libre está integrada por numerosos docentes. Pero la presidencia de dicha Comisión le fue entregada a Ricardo Medina, de Renovación Popular. Un reconocido empresario, ferviente derechista, impulsor del agrupamiento “Con mis hijos no te metas”, que está en contra de la educación sexual, etc. También miembro prominente de las agrupaciones pro-vida y pro-familia que se oponen al derecho al aborto y a los derechos de género. 
 Este se ha encargado rápidamente de anunciar que va a revisar los cierres de algunas universidades privadas hechas por anteriores gobiernos por su baja calidad educativa y estafa a los estudiantes. Ya el golpe de Merino tenía uno de sus principales motores en este reaccionario y privatista lobby empresarial. 
 De acuerdo a la Constitución peruana el parlamento tiene que dar un voto de confianza al gabinete ministerial. Esto se realizará el próximo 26 de agosto. Si no lo aprueba, el gabinete debe renunciar y el presidente nombrar a otro. Pero… en el éxito de la campaña contra Bejar que llevó a su destitución, la derecha se ha cebado y reclama nuevas cabezas ministeriales. Y la amenaza de que si el presidente Castillo no se pliega a los reclamos derechistas sería declarado “vacante”, es decir, destituido. La mesa derechista del Congreso sigue avanzando: se prepara para “elegir”-digitar el Tribunal Constitucional, organismo reaccionario que serviría para iniciar acusaciones que lleven al juicio político presidencial. Constituye “comisiones de investigación” contra el gobierno (de revisión de los resultados electorales, etc.). La fiscalía del Tribunal Supraprovincial Especializado en delitos de terrorismo y lesa humanidad ha iniciado actuaciones contra el primer ministro, Bellido, el dirigente de Perú Libre, Vladimir Cerrón y otras autoridades de dicha corriente, acusándolos de cómplices con el terrorismo. En no más de 120 días debiera expedirse, amenazando con plantear la destitución del primer ministro Bellido. 
 Pero más importante es el comunicado público de reclamo de la Marina de Guerra contra el ahora ex ministro Bejar, planteando que se rectifique de sus acusaciones (privadas) contra los marinos como partícipes en acciones terroristas. Rompe con la norma constitucional; se define políticamente por encima del presidente, que es el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. Estamos ante un planteo militar amenazante, que todas las formaciones políticas burguesas no solo aceptan, sino que saludan. Y que el Poder Ejecutivo peruano avala de hecho, al ejecutar el reclamo de destitución del ministro Bejar. 

 Una gigantesca confluencia derechista, semigolpista 

A esto hay que añadirle que la derecha está ganando también las calles. Todos los fines de semana organiza concentraciones con grandes carteles que piden la “vacancia” del presidente Castillo. Ahora ha iniciado directamente un plan de actos regionales no solo en Lima (Arequipa el sábado 21, etc.).
El presidente Castillo, su primer ministro, Perú Libre y el frente que ha conformado con los centroizquierdistas Frente Amplio y Juntos por Perú de Verónika Mendoza (política preferida del centroizquierdismo latinoamericana del Grupo de Puebla) se adaptan a la ofensiva militar derechista. Las escasas movilizaciones que ha convocado son de aparato. Tienen pánico a que se produzca una movilización masiva contra la derecha. Porque los problemas que sufren las masas se están potenciando (crisis sanitaria, carestía, desocupación, precariedad laboral, etc.) y –como el conjunto de la burguesía- temen una irrupción de luchas que “desestabilice” al gobierno por izquierda. La derecha, consciente de esta actitud política de autocontrol de Castillo y las burocracias que lo rodean (en primer lugar la stalinista CGTP), aprietan. Quieren exprimir el limón de la impotencia política del gobierno y sus aliados todo lo que se pueda y el fantasma de un golpe parlamentario-militar corporizarlo si intenta alguna medida contraria a sus intereses, o cuando su permanencia deje de jugar algún rol de contención
. Esta política de desmovilización del castillismo no solo alienta crecientemente al avance provocador de la derecha, sino que está produciendo una desmoralización entre los trabajadores y explotados. 
 Bellido llamó a las comunidades campesinas que se movilizaron contra la depredación ambiental de las mineras a que aguanten porque él sigue negociando con las patronales monopólicas. Ante el voto de desconfianza al gabinete ministerial que la derecha puede llegar a dictaminar en el parlamento el próximo 26 de agosto, el ministro de Justicia, Aníbal Torres, declaró: “si el Congreso no nos da la confianza, nos tenemos que ir a nuestra casa, nadie es indispensable, vendrán otros ministros”. Una rendición anunciada ante la derecha. 
 La CGTP y el castillismo han levantado –y van…- una movilización convocada para el pasado domingo 16. Y la han reconvocado para el jueves 26, día en que el gabinete debe rendir su prueba de buena conducta frente al parlamento. 
 Para que haya una real y masiva movilización popular hay que levantar un programa de reivindicaciones apremiantes. Por inmediato aumento de salarios para llevarlo al costo de la canasta familiar, enfrentar la carestía y recuperar lo perdido. Derogación de la ley de “suspensión perfecta” y reincorporación de los despedidos. Pase a planta de todos los trabajadores tercerizados y precarizados, en primer lugar los de la salud. Expropiación de la jubilación privada de las AFP: sistema estatal de jubilación basado en los aportes de las patronales. Tierra, no verso, para los campesinos. 
 Organicemos en forma independiente la movilización de masas para el 26 de agosto en columnas que lleven pancartas con los reclamos de los explotados. 
 Es necesario que las fuerzas de la vanguardia obrera, campesina y de la izquierda, que se reclaman clasistas, se unan impulsando plenarios zonales para coordinar planteos de lucha de clases, de independencia política y de acción directa contra el colaboracionismo de clases y la subordinación de las masas a un gobierno impotente que amenaza con transformarse en instrumento ejecutor de la reacción o abrir paso al avance de la derecha en un marco de impotencia política. 
 Insistimos en la necesidad de agitar y organizar por un congreso de trabajadores para poner en pie un reagrupamiento de fuerzas y un polo independiente del gobierno y abrir una perspectiva superadora de la impotencia oficial y su adaptación política a la derecha.

 Rafael Santos

“Ni sublevación ni dictadura.... no crean todo lo que se publica sobre Cuba": .... Gustavo Machín


jueves, 19 de agosto de 2021

Miami, la mafia anticubana y la política de la Casa Blanca, hoy en la Mesa Redonda


Galeano, a secas


“Pensar contra la corriente del tiempo es heroico; decirlo, una locura”. Eugéne Ionesco

 La memoria no me da para recordar con exactitud cuándo leí por primera vez Las venas abiertas de América Latina (1), provocadoramente descritas por Eduardo Germán María Hughes Galeano. Debió ser a poco de su publicación, a inicios de los años setenta. Vivía en Alemania. Y en la misma época, a más del texto del uruguayo, llegaron a mis manos otros dos libros, escritos por un colombiano y un peruano: Cien años de soledad y La ciudad y los perros. Mientras intentaba aprender ese endiablado idioma, el alemán, procuraba mantener canales de sintonía con el mundo de donde venía, esa Nuestra América que no deja de sangrar… 
 Desde entonces la lectura de los libros de esos tres escritores latinoamericanos fue una constante. Sería largo e incluso en extremo complejo tratar de explicar cómo el segundo y el tercero de los autores mencionados, han influido en mi vida, desde la literatura. En lo que si soy categórico, Eduardo Galeano, con sus venas y sus múltiples textos, caracterizados por la frontalidad y claridad, se convirtió en un referente, casi obligado. Hasta ahora. 
 No me considero un conocedor de su obra. A lo largo de los años debo haber citado varios pasajes de sus escritos y haberlos utilizado como epígrafes en algunos textos míos, pero definitivamente no soy un especialista en el tema. Su influencia, sin embargo, ha sido tal, que hasta le plagié abiertamente. 
 Se acercaba el Mundial de Fútbol de Italia, en 1990, cuando Galeano hizo pública una de sus pasiones, que la comparto a plenitud. “Hasta el papa de Roma ha suspendido sus viajes por un mes -afirmó categóricamente-. Por un mes, mientras dure el Mundial de Italia, estaré yo también cerrado por fútbol, al igual que muchos otros millones de simples mortales”. Y consecuente como era, él puso en la puerta de su casa un letrero: “Cerrado por mundial”. Ese gesto me despertó aún una mayor simpatía. 
 Desde 1962, cuando, en mi país natal, por primera vez pudimos escuchar las narraciones radiales del mundial, en esa ocasión en Chile, he procurado religiosamente sintonizarme a tiempo completo con este ritual que convoca a millones de personas alrededor de una pelota, redonda como la Tierra. Tanto que, en la puerta de mi oficina de FLACSO, llegué a poner un letrero igual al de Galeano en su casa. Y no solo eso, consciente -como Galeano- de que hay prioridades en la vida, mi afición por los mundiales generó varias tensiones con quien llegaría a ser presidente de mi país, pues, como era obvio, él no podía contar conmigo durante la campaña del 2006 en los momentos en que se transmitían los partidos desde Alemania… lo que llegaría a provocar algunas rabietas de alguien que resultó ser tan poco tolerante.
 Eso sí, lo que en todos esos años no me habría podido figurar es cómo Galeano llegaría a desempeñar un papel determinante en un proceso histórico que me toco presidir. Este es un dato más que anecdótico. 
 En un contexto de discusiones -complejas, duras y conflictivas-, en pleno proceso constituyente, con el apoyo de Galeano, conseguimos cristalizar los Derechos de la Naturaleza. 
 En Montecristi, un pequeño pueblo en la costa ecuatoriana, se elaboró y aprobó la última Constitución de este pequeño país andino. Desde 1830, la vigésima primera. Un récord indiscutible, pero no encomiable. Esa Constitución será recordada en el mundo entre otros temas destacables por la aprobación de los Derechos de la Naturaleza, es decir asumir a la Pacha Mama como sujeto de derechos. Fue un paso trascendental, a momentos impensable y por cierto inaceptable para muchos. Se repitió la historia. La emancipación de los esclavos o la extensión de los derechos a los afroamericanos, a las mujeres y a los niños y niñas fueron rechazadas en su tiempo por ser consideradas como un absurdo. 
 El derecho de tener derechos ha exigido siempre un esfuerzo político para cambiar aquellas normas que negaban esos derechos. Y eso sucedió con los Derechos de la Naturaleza, que desde entonces se expanden más y más por el mundo.
 La coyuntura del momento constituyente, la intensidad del debate y el compromiso de un grupo de asambleístas, junto a las luchas ecologistas y en especial la incorporación de visiones y vivencias desde el mundo indígena, en donde la Pacha Mama es parte consustancial de sus vidas, permitieron que finalmente se aceptara esta iniciativa. 
 Esto es medular tener presente: las raíces de los Derechos de la Naturaleza tienen una larga historia y, aunque parezcan invisibles para ciertas lecturas prejuicidas o simplemente superficiales, están profundamente enraizadas en el mundo de los pueblos originarios. El tronco y las ramas de este gran árbol de mestizaje intercultural -en un debate intensamente vivido en Montecristi- se enriquecen con injertos no indígenas. Así, aunque los indígenas no tienen un concepto de Naturaleza como el que existe en “occidente”, su aporte es clave. Ellos comprenden perfectamente que la Pacha Mama es su Madre, no una mera metáfora (2). 
 Pero, ¿qué tiene que ver el uruguayo mencionado en estas líneas en este proceso? 
 La historia es sencilla y curiosa. Luego de que Galeano conoció lo que se discutía la posibilidad de que se declare constitucionalmente que la Naturaleza es sujeto de derechos, preparó un artículo vibrante, denominado “La Naturaleza no es muda” (3).
 La emoción de recibir su espaldarazo fue grande. No era para menos. El era, desde las venas, pasando por fantasmas y crónicas, abrazos y espejos, un gran referente para nosotros. Pero él, quien rompió lanzas por la vida desde siempre, dudó en difundir su escrito. Tanto que casi a renglón seguido de habernos enviado su artículo mostró su preocupación al decir, en un correo electrónico, que “prefiero esperar, para evitar que el artículo tenga vida efímera. Los hechos, a veces imprevisibles, podrían desautorizarlo como expresión de deseos, de poco serviría”.
 Insistimos. Hasta vencer sus temores. Galeano publicó su artículo en el Semanario Brecha, el 18 de abril del 2008, en Montevideo. Una copia del mismo fue distribuida entre los y las constituyentes por disposición del presidente de la Asamblea Constituyente para la sesión número 40 del pleno de la Asamblea, celebrada el 29 de abril de 2008. No se si Galeano alguna vez se enteró que su artículo fue tan influyente. Lo cierto es que con su pluma consolidaría una posición que no parecía muy prometedora al inicio de la Asamblea. El nos animó en el empeño. Concretamos este paso constitucional único en el mundo. Su texto fue citado en el pleno. Rafael Esteves, asambleista constituyente, un personaje proveniente de filas populistas, en una intervención memorable, leyó trozos del artículo de Galeano. 
 Así, su reclamo -cual si Galeano habría sido asambleísta constituyente en Montecristi- fue clave:
 “Suena raro, ¿no? Esto de que la Naturaleza tenga derechos… Una locura. ¡Como si la naturaleza fuera persona! En cambio, suena de lo más normal que las grandes empresas de Estados Unidos disfruten de derechos humanos. En 1886, la Suprema Corte de Estados Unidos, modelo de la justicia universal, extendió los derechos humanos a las corporaciones privadas. La ley les reconoció los mismos derechos que a las personas, derecho a la vida, a la libre expresión, a la privacidad y a todo lo demás, como si las empresas respiraran. Más de ciento veinte años han pasado y así sigue siendo. A nadie le llama la atención.” 
 Este argumento caló hondo. Comprender que las corporaciones tengan amplios derechos como personas jurídicas y la Naturaleza no, impactó. Paulatinamente cobró sentido hablar de la Naturaleza como sujeto de derechos. Y Galeano, con su mensaje, cuya lectura recomiendo, apuntaló la conclusión expuesta al inicio de su breve y a la vez decisivo texto: 
 “la Naturaleza tiene mucho que decir, y ya va siendo hora de que nosotros, sus hijos, no sigamos haciéndonos los sordos. Y quizás hasta Dios escuche la llamada que suena desde este país andino -Ecuador-, y agregue el undécimo mandamiento que se le había olvidado en las instrucciones que nos dio desde el monte Sinaí: ‘Amarás a la Naturaleza, de la que formas parte’”. 
 La Asamblea Constituyente y luego el pueblo ecuatoriano, que aprobó masivamente la nueva Constitución en un referéndum el 28 de septiembre del mismo año, escucharon a la Naturaleza. Y sin duda, Galeano contribuyó a consolidar el derecho a la existencia de los seres humanos, que de eso se tratan también los Derechos de la Naturaleza. 
 Siendo tema de otras reflexiones, lo que nos debe quedar claro es que, en realidad, quien nos da el derecho a la existencia es la Madre Tierra. Y que los humanos no solo necesitamos derechos para nuestra convivencia, sino también para relacionarnos con nuestra Madre Tierra. Así, nos debe quedar claro que justicia social y justicia ecológica van de la mano, y que los Derechos Humanos se complementan con los Derechos de la Naturaleza, es decir con ese undécimo mandamiento planteado por Galeano. 
 Pasaron los años y me encontré personalmente con él, por primera y última vez (de lo que recuerdo). El había ido a Barcelona a recibir un Premio Internacional de Periodismo por su entusiasmo futbolero, otorgado por la Fundación FC Barcelona y el Colegio de Periodistas catalán. Y a los dos nos convocó a la Plaza de Cataluña la pasión por la indignación. Estuve tentado a acercarme y agradecerle, pero no fue posible. El se encontraba rodeado de indignados; corría el mes de mayo del 2011. 
 Un par de años más adelante, Galeano, el autor de ese gran libro que caló tan hondo en las venas de muchas generaciones, en un gesto de profunda honestidad, poco antes de morir, diría que “no sería capaz de leerlo de nuevo, pues caería desmayado. (…) Para mí, esa prosa de la izquierda tradicional es aburridísima. Mi físico no aguantaría. Sería ingresado al hospital”. Pero complementó ese crudo reconocimiento diciendo que “no me arrepiento de haberlo escrito, pero es una etapa que, para mí, está superada”. 
 Puede que esa prosa esté superada, pero no así el contenido de su mensaje. Bastaría con citar apenas una corta frase para comprender la actualidad de su libro: “La fuerza del conjunto del sistema imperialista descansa en la necesaria desigualdad de las partes que lo forman, y esa desigualdad asume magnitudes cada vez más dramáticas”. 
 Tanto que hoy, como hace 50 años, los pueblos de esta sangrante América Latina siguen protestando ante tanto atropello, resistiendo ante tanto extractivismo y soñando porque algún día se cierren las venas abiertas de sus sociedades y de su Naturaleza. 

 Alberto Acosta 

 Notas

 1. Disponible en http://www.unefa.edu.ve/CMS/administrador/vistas/archivos/las-venas-abiertas-de-america-latina.pdf 
 2. Reconociendo que el impulso fundamental para constitucionalizar a la Naturaleza como sujeto de derechos, proviene del mundo de los pueblos originarios, es conveniente tener presente otros aportes, como el de otro uruguayo, también Eduardo, Eduardo Gudynas, uno de los mayores estudiosos de la materia. Al respecto se puede consultar el texto del autor de estas líneas (2019); “Construcción constituyente de los Derechos de la Naturaleza – Repasando una historia con mucho futuro”, en el libro de varios autores y varias autoras: La Naturaleza como sujeto de derechos en el constitucionalismo democrático, Universidad Andina Simón Bolívar, Quito. Disponible en https://uninomadasur.net/?p=2159
 3. Disponible en https://es.slideshare.net/ecuadordemocratico/la-naturaleza-no-es-muda-por-eduardo-galeano 

 Alberto Acosta es un economista ecuatoriano; fue Presidente de la Asamblea Constituyente de Ecuador 2007, ministro, candidato presidencial y docente universitario. 
 Publicado en Palabra Salvaje el 3 de agosto de 2021.

martes, 17 de agosto de 2021

Estados Unidos debate su derrota en Afganistán


El discurso de Biden y los ataques de los republicanos. 

 La huida desordenada de Afganistán se está cobrando las primeras repercusiones políticas en Estados Unidos. Los republicanos cerraron filas para cuestionar a Joe Biden, y en el caso de Donald Trump, directamente pidió la renuncia del mandatario. La prensa norteamericana, incluso la que simpatiza con el gobierno demócrata, ha sido durísima con el presidente y ha puesto de relieve los descomunales errores de cálculo del Ejecutivo yanqui. El New York Times recuerda que hace pocas semanas el presidente estadounidense dijo que “las posibilidades de que los talibanes arrasen con todo y tomen el país son casi nulas”, y también que “bajo ninguna circunstancia veremos gente evacuada de los techos de la embajada de Estados Unidos en Afganistán” (reproducido por La Nación, 17/8). La antiprofecía.
 En el caso de los republicanos, se trata nada más que de hacer leña del árbol caído, toda vez que fue George W. Bush quien lanzó la invasión en 2001, y el propio Trump quien arribó al acuerdo de retiro de tropas consumado por su sucesor demócrata. Cuatro presidentes, dos republicanos y dos demócratas (Obama llegó a desplegar hasta 100 mil soldados), comparten el empantanamiento y el fracaso norteamericano en Afganistán. 
 Biden emitió un discurso en que defendió el retiro de las tropas, señalando que tarde o temprano había que hacerlo y posponer la resolución no hubiese alterado el resultado, algo en lo que muy probablemente tenga razón. A su vez, hizo una serie de definiciones que pasamos a diseccionar: 

 “Nunca se suponía que la misión en Afganistán fuera construir una nación. Nuestro único interés nacional vital en Afganistán sigue siendo hoy lo que siempre ha sido: prevenir un ataque terrorista en la patria estadounidense” 

 Estas dos afirmaciones son tramposas. Estados Unidos presentó la invasión no solo como un combate contra el terrorismo (algo que de por sí era simplemente una coartada para ocultar su verdadero interés de poner un pie en una región estratégica), sino también por la libertad de los afganos. A tal punto esto es así que la operación llevó por nombre “Libertad duradera”. En 2005, tras lograr su reelección, Bush señaló en su discurso de investidura que desde los atentados contra las Torres Gemelas de 2001 “el objetivo de Estados Unidos es sembrar la libertad y la democracia en el mundo”. Y abundaba: “aquel que viva en la tiranía y en la desesperanza debe saber que Estados Unidos no ignorará vuestra opresión ni excusará a vuestros opresores” (El País, 20/1/05), en un mensaje dirigido… a los pueblos que invadía. 
 Por otra parte, Estados Unidos ni siquiera ha logrado desmantelar a los grupos terroristas. A la par del progreso de los talibanes, Al Qaeda viene experimentando un desarrollo en Afganistán. Esta cuestión fue uno de los puntos introducidos por los norteamericanos en las negociaciones con la milicia pastún en Qatar. 

 “Si Afganistán no es capaz de resistir a los talibanes, las tropas de EEUU no pueden hacer la diferencia” 

 Deslindar responsabilidades. Un clásico. Tras el derrocamiento de los talibanes en 2001, quienes se reorganizarían luego desde las montañas y la vecina Pakistán, Estados Unidos apuntaló en Afganistán varias administraciones títeres. Estas se ganaron el repudio de la población, debido al contraste entre el enriquecimiento de aquellas -aprovechando el desembolso de los fondos norteamericanos- y la miseria de la mayoría. Al propio Ejército no le llegaban suficientes balas ni comida. Pero insistimos: eran los gobiernos impulsados y reconocidos por el imperialismo, pese a que llegaron en algunos casos al poder bajo denuncias de fraude, como el ahora fugado Ashraf Ghani. 

 “Seguiremos alzando la voz por los derechos básicos del pueblo afgano, de las mujeres y las niñas”

 La preocupación de Estados Unidos por las mujeres afganas es por lo menos selectiva. En la década del 80, grupos como los talibanes -contrarios a que las mujeres trabajen, estudien o salgan a la calle sin estar acompañadas por un hombre- crecieron con el apoyo de las monarquías reaccionarias del Golfo Pérsico y de Estados Unidos, que los veía como un contrapeso frente a los soviéticos en la región. Hoy en día, uno de los principales aliados norteamericanos en Medio Oriente es Arabia Saudita, donde las mujeres recién lograron su derecho a conducir automóviles en 2018. 
 Tampoco sabemos qué “derechos básicos” puede declamar una potencia que ha dejado bajo las bombas los sueños de miles de mujeres y niñas en todo el mundo. Bajo el gobierno de Biden, ya han sido bombardeadas Siria, Irak y Somalia.

 “Defenderemos a nuestra gente con una fuerza devastadora si es necesario”

 Finalmente, Biden termina mostrando la verdadera naturaleza del régimen imperialista con esta bravuconada, que bien podría haber dicho Trump o Bush. 
 La derrota norteamericana en Afganistán, que ha sido parangonada con la de Vietnam, es una muestra de la debacle del imperialismo. Se suma a su pérdida de posiciones en Medio Oriente y a su propia situación doméstica, marcada por una reciente rebelión popular, una aguda crisis política (incluyendo un intento de golpe de Estado), un devastador impacto del Covid-19 y la crisis capitalista. 
 Biden llegó al poder tratando de recomponer la primacía norteamericana, pero lo ocurrido en Afganistán revela los límites de esa tentativa. 

 Gustavo Montenegro

¿Del SOS Cuba al SOS Miami?


lunes, 16 de agosto de 2021

Fidel Castro


La caída de Kabul y la huida norteamericana


Veinte años después, los talibanes recuperan el poder en Afganistán.

 Cuando arrancó la fulminante ofensiva de los talibanes que capturó una tras otra las capitales provinciales, el gobierno norteamericano aseguraba que a la milicia pastún le llevaría al menos tres meses llegar a Kabul. Este lunes, sin embargo, diplomáticos estadounidenses y civiles que colaboraron con la invasión se peleaban en las pasarelas de los aviones por abordar los vuelos para huir de la capital afgana, en una caótica retirada que ha sido comparada con la caída de Saigón, en 1975. El presidente, Ashraf Ghani, había escapado un día antes a la vecina Turkmenistán. 
 En su ofensiva final, los talibanes encontraron poca resistencia, inclusive en Kabul. Los medios señalan que la desmoralización de las tropas era completa. El Ejército venía carcomido ya por la corrupción: pese a la financiación millonaria del imperialismo, a las tropas no les llegaban suficientes balas ni comida.
 Los talibanes recuperan el poder a casi 20 años de haberlo perdido. En octubre de 2001, tras los atentados contra las Torres Gemelas, Estados Unidos lanzó una invasión contra Afganistán bajo el pretexto de capturar a Osama bin Laden, quien había recibido refugio político en el país. Fue el comienzo de la llamada “guerra contra el terrorismo”, bajo la cual Estados Unidos emprendió no solo ataques en el exterior sino también una mayor vigilancia de su población y un cercenamiento de las libertades democráticas. Apenas dos años después de la invasión de Afganistán, los norteamericanos arrasarían con Irak, ahora bajo el argumento de un arsenal de destrucción masiva que no se encontró nunca. 
 Aunque el gobierno de los talibanes sucumbió rápidamente, la milicia sunnita consiguió reorganizarse desde la vecina Pakistán y las zonas montañosas. Fue recuperando terreno en las áreas rurales, y Estados Unidos debió reforzar su presencia. Bajo el gobierno de Barack Obama, llegó a haber 100 mil soldados, pero bajo esa misma administración comenzó a haber un recorte de la presencia militar, cuando ya era claro un empantanamiento de la Otan y la impopularidad de la guerra crecía: 3.400 soldados norteamericanos murieron. Trump hizo campaña con el retiro de las tropas, y bajo su gobierno se inició una negociación con los talibanes que llevó en febrero de 2020 a un acuerdo de retirada, bajo el compromiso de una mesa de negociación entre aquellos y el gobierno de Afganistán. 
 La mesa entre el gobierno afgano y los talibanes se puso en marcha, pero se estancó enseguida. Estados Unidos, y detrás de él las potencias europeas, iniciaron de todos modos su repliegue. Cuando los talibanes lanzaron la última ofensiva, el gobierno de Ghani hizo un último pedido desesperado para que las tropas se quedaran, pero el gobierno de Joe Biden confirmó la retirada, asegurando que el entuerto afgano había complicado a cuatro presidentes (dos republicanos, dos demócratas) y no tenía la intención de transferir el problema a un quinto. 
 La victoria talibán y la salida desordenada del imperialismo es una expresión más del declive norteamericano. A la par de él, se produce un crecimiento de la influencia china en la región. A fines de julio, una delegación de los talibanes fue recibida en el gigante asiático y reconocida como un actor político fundamental en el país. Beijing tiene dos grandes intereses en la zona: la ruta de la seda, a raíz de la cual ya se emprendieron algunas obras en el país, si bien modestas como resultado de la guerra; y una preocupación política, que es la operación de movimientos islamistas en la frontera, partidarios de la independencia de la región china de Xinjiang, de mayoría musulmana. Uno de los compromisos de los talibanes en dicha reunión habría sido neutralizar esas intervenciones. 
 Rusia también inició conversaciones con los talibanes en el último período. E Irán, que tiene un gobierno chiíta, inició su propio acercamiento, de características pragmáticas, debido a que su país es un receptáculo natural de los desplazados por el conflicto.
 En la reunión desarrollada en China, el gobierno de Beijing instó a sus interlocutores a arribar a un acuerdo político con el gobierno. Moscú seguía el mismo libreto. El avance formidable de los talibanes de las últimas dos semanas replantea la cuestión. Lo que ahora habrá que ver es si el gobierno talibán es o no reconocido por Putin y Xi Jinping. China ha dicho que espera “relaciones amistosas” con el nuevo gobierno. Es probable que tanto uno como el otro, de todos modos, condicionen cualquier reconocimiento a concesiones por parte del nuevo régimen (como un compromiso para evitar el ataque de milicias islamistas a sus territorios). Un aspecto importante a tener en cuenta es la reconstrucción del país. El oficialista Global Times publicó este lunes un artículo en que señala que Beijing podría participar en ella. 
 Con respecto al nuevo gobierno talibán, se espera el restablecimiento de un gobierno brutalmente oscurantista, que prohíbe la recreación y el arte por desviar la atención del Corán, e impide a las mujeres trabajar, estudiar y salir a las calles sin estar acompañadas. El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, exhortó a los talibanes a respetar los derechos humanos. 
 La hipocresía del imperialismo es mayúscula, dado que en los ’80 apañó -al igual que las monarquías de Medio Oriente- a los grupos oscurantistas, en el marco de las disputas con la Unión Soviética. A su vez, mientras critica a los talibanes, Estados Unidos mantiene una alianza con Arabia Saudita, un país en que las mujeres recién han ganado su derecho a conducir automóviles en 2018. Contra estos regímenes, la única respuesta puede provenir de las propias mujeres y trabajadores organizados. 
 El resultado de los veinte años de presencia norteamericana y de la Otan ha sido más de 150 mil muertos y el desplazamiento de millones de personas (lo que ha jugado su papel en la crisis de refugiados en el continente europeo), el crecimiento de la producción de opio y el establecimiento de administraciones políticas títeres que hundieron el país en la corrupción, mientras la población vive hundida en la miseria. 
 La derrota norteamericana socava el rol de gendarme global del imperialismo. En ese sentido, crea mejores condiciones para las luchas de los pueblos (del Líbano a Túnez), si bien estos deberán superar a las corrientes oscurantistas y reaccionarias como la de los talibanes. 

 Prensa Obrera

El colapso de Afganistán evoca en EE.UU. el recuerdo de Vietnam


En el imaginario colectivo, un escape en helicóptero es sinónimo de la evacuación de Saigón, en 1975.
 Es decir, es sinónimo de fracaso militar. 

 “No habrá ninguna circunstancia en la que vayan a ver gente despegando desde el techo de la embajada de Estados Unidos en Afganistán”, dijo Joe Biden el 8 de julio pasado desde la Casa Blanca. La promesa le duró poco más de un mes. Este domingo, las imágenes que llegaron desde Kabul mostraron un helicóptero que trasladaba al personal del país norteamericano desde la sede diplomática hasta el aeropuerto. Para Estados Unidos, la imagen de un escape en helicóptero es sinónimo de la evacuación de Saigón, en 1975, cuando el ejército norvietnamita tomó la ciudad. Es sinónimo de fracaso militar.

 Después de veinte años 

Después de 20 años y más de dos billones de dólares gastados, Estados Unidos se va de Afganistán de una forma que nunca pudo prever. El colapso del gobierno afgano y retorno de los talibanes, que Biden hace un mes calificó como “altamente improbable”, sucedió en tiempo récord. En menos de una semana, el grupo islamista radical tomó provincia tras provincia hasta llegar a la capital. 

 Abusos y torturas 

Hace apenas un mes, las tropas estadounidenses habían dejado en silencio la base aérea de Bagram, un predio que también funcionó como prisión y en la que se documentaron casos de abusos y torturas en los primeros años de la guerra. Este domingo, Associated Press incluía Bagram entre los edificios que ya están bajo control del Talibán. 
 Biden heredó de Donald Trump el acuerdo de una retirada total. Cuando asumió, extendió el período para hacerlo y pasó, para el 31 de agosto, lo que originalmente tenía que terminar en mayo de este año. Aunque todavía faltan dos semanas para esa fecha, ya se sabe que el retorno de las tropas no va a suceder como se pensaba.

 Caos y críticas 

Desde que anunció su intención de continuar con la retirada, Biden enfrentó las críticas de quienes señalaban que existía el peligro de que los talibanes retornaran. Cuatro presidentes, dos de cada uno de los dos partidos mayoritarios de Estados Unidos, han estado a cargo de la guerra en Afganistán desde 2001. Al asumir, Biden fue tajante: “No voy a pasarle esta responsabilidad a un quinto”. 
 Durante la semana pasada, cuando quedó claro el regreso del grupo islamista radical, el gobierno estadounidense mantuvo su postura. “Un año más o cinco años más de presencia militar de Estado Unidos no habría marcado una diferencia si el ejército afgano no puede o no va a controlar su propio país”, dijo Biden en un comunicado. A pesar de eso, autorizó el despliegue de unas 6.000 tropas en medio del caos para asegurar “una retirada ordenada y segura del personal” del país norteamericano y de sus aliados. 
 Pero si Washington planeaba una evacuación tranquila de la embajada, eso quedó descartado en cuanto fue evidente que el gobierno de Ashraf Ghani no se sostendría mucho más tiempo. Este domingo, la sede diplomática suspendió las operaciones consulares y emitió una alerta. “La situación de seguridad en Kabul cambia rápidamente, aeropuerto incluido. Hay informes de que el aeropuerto está bajo fuego. Por lo tanto, instruimos a los ciudadanos estadounidenses a que busquen refugio en donde estén”, dice el aviso. 
 Mientras las noticias desde Kabul confirmaban el ingreso de los talibanes a la capital, la Casa Blanca se mantuvo prácticamente en silencio. Biden pasó el fin de semana en Camp David, una residencia ubicada en las afueras de Washington en la que los presidentes estadounidenses suelen descansar. Su agenda no lo muestra con actividad pública hasta el próximo miércoles. 
 La administración apenas dejó ver una foto del mandatario recibiendo un informe por videoconferencia. “El presidente y la vicepresidenta se reunieron con su equipo de seguridad nacional y funcionarios de alto rango para escuchar informes sobre la retirada de nuestro personal civil de Afganistán, evacuación de quienes pidieron visas especiales y otros aliados afganos”, dice el tuit oficial. 
 El que sí salió a hablar fue el secretario de Estado, Antony Blinken. Su principal misión fue intentar detener, sin éxito, las comparaciones con el fin de la Guerra de Vietnam. “Entramos en Afganistán hace 20 años con una misión y esa misión era hacer frente a los que nos atacaron el 11 de septiembre. Esa misión fue exitosa», insistió. Pero tanto el resultado como la extensión de la guerra alimentan las comparaciones.

 Una guerra interminable

 Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) derrocaron a los talibanes en Afganistán en 2001, después de la decisión del republicano George W. Bush de llevar adelante una guerra contra el terrorismo y Al Qaeda tras el atentado contra las Torres Gemelas. 
 Un año después, el mandatario prometió “ayudar a reconstruir un Afganistán que sea libre de este mal y un mejor lugar para vivir”. Hasta 2009, el Congreso de Estados Unidos le autorizó 38 mil millones de dólares para hacerlo, según Council on Foreign Relations. En el medio, el país asiático sancionó una constitución, eligió presidente e integrantes de las dos cámaras de su parlamento. 
 La llegada del demócrata Barack Obama a la Casa Blanca en 2009 significó un nuevo envío militar a Afganistán. Durante su presidencia, Estados Unidos asesinó a Osama Bin Laden, líder de Al Qaeda, en Pakistán, pero las tropas igualmente se quedaron también durante sus dos mandatos.
 En 2013, el ejército afgano se hizo cargo de la seguridad del país. Desde entonces, el relato oficial de la coalición Estados Unidos-OTAN fue el de que estaba entrenando a los afganos para que pudieran sostenerse. Pero hace dos años, un informe del Washington Post mostró cómo Estados Unidos venía escondiendo la evidencia de que estaba en una guerra que no podía ganar. “Si el pueblo estadounidense viera la magnitud de esta disfunción… 2.400 vidas perdidas”, decía uno de los testimonios recogidos por el periódico. El número se refiere apenas a las vidas de militares estadounidenses. Associated Press estima que murieron 66.000 miembros del ejército y de la policía afganos y 47.245 civiles. Del lado de los talibanes, la cifra es de 51.191.
 En 2017, Trump asumió con la idea de irse de Afganistán y terminar con lo que él consideraba guerras eternas en las que Estados Unidos gastaba mucho mientras sus aliados se aprovechaban. En febrero de 2020, anunció un acuerdo con los talibanes: Estados Unidos se retiraría y el país asiático no sería usado en actividades terroristas. En noviembre pasado, después de que el republicano perdiera las elecciones, el Departamento de Defensa informó que para enero de este año habría apenas 2.500 tropas en terreno afgano, en línea con lo que se proponía el acuerdo. 
 Tras asumir, Biden lo mantuvo. Aunque el colapso era posible, ningún informe de inteligencia o de seguridad le había indicado que estaba tan cerca. 

 Aldana Vales | 16/08/2021

domingo, 15 de agosto de 2021

China: crece la tensión entre el gobierno y las grandes corporaciones


Regulaciones y restauración capitalista. 

 Estamos asistiendo a una escalada intervencionista del gobierno chino de gran amplitud contra las corporaciones locales, en particular contra las tecnológicas. Se ha puesto en marcha una nueva arquitectura regulatoria (a cargo de una autoridad estatal) con severas medidas antimonopolio, renovadas exigencias para la administración de datos y un control muy estrictos sobre las compañías que cotizan en EE.UU. 
 La escalada ha llegado más lejos de lo que vaticinaban la mayoría de los analistas. Cuando todo esto comenzó, a finales del año pasado, las autoridades bloquearon a último minuto la emisión internacional de acciones de Ant Group (una réplica pero en escala ampliada de Mercado Pago argentino) que estaba destinada a ser el IPO (oferta pública de acciones) más grande de la historia; parecía un cuestionamiento puntual. A lo sumo, se podía argumentar que era una represalia ante las ínfulas de Jack Ma, su mayor accionista y dueño de otros de los gigantes como Alibaba, quien había osado criticar abiertamente el manejo gubernamental del sistema financiero. Recordemos que Jack Ma permaneció desaparecido durante varios meses e, incluso, se temió por su vida. Meses después, reapareció pero con un perfil mucho más bajo. En el caso de DiDi (la Uber china), que tiene 500 millones de usuarios y 15 millones de conductores la emisión de acciones se realizó en Wall Street, en el mes de julio de este año y las sanciones arribaron dos días más tarde con un impacto devastador para los compradores. 
 El nuevo blanco son las empresas de entretenimiento. Todo comenzó cuando Economic Information Daily, un medio ligado a la agencia oficial de noticias, publicó un artículo en el que describía a la industria de videojuegos como “opio espiritual” por su impacto en los adolescentes. El destinario principal fue Tencent, dueña de We Chat, la app de mensajería más utilizada en el país y de algunos de los videojuegos preferidos. La corporación concentra alrededor de la mitad de todo el mercado de videojuegos de China.
 En respuesta, Tencent se comprometió a aplicar un límite de tiempo para los menores de edad e impedir que los menores de 12 años puedan hacer compras dentro de los juegos, entre otras cuestiones. Estas medidas contemporizadoras, sin embargo, no lograron impedir un derrumbe de sus acciones. 
 El régimen chino puso también el foco sobre compañías tecnológicas orientadas a la educación, implementando nuevas normas. Las organizaciones que se dediquen a la enseñanza de materias escolares no podrán tener fines de lucro, captar capital o salir a cotizar en bolsa. Cuando se traten de programas que se den en las escuelas, tampoco podrán ofrecer capacitaciones durante los fines de semana o feriados. Esto ha provocado pérdidas muy sensibles ene este sector, que llegan al 80% en lo que va del año.
 De un modo general, la disputa entre el gobierno chino y las grandes compañías tecnológicas ya borró cerca de 1 billón de dólares en valor de mercado. Acciones como Alibaba o Baidu han perdido un 22% promedio en el 2021. El índice general de las acciones chinas ha caído un 12%. Las cotizaciones han llegado a un mínimo histórico. La incertidumbre en los mercados es hasta qué punto se va a tirar de la cuerda. Obviamente, la persistencia de estas regulaciones podrían provocar un nuevo salto en las tendencias bajistas. 
 Este nuevo escenario ha provocado desconcierto en los círculos financieros internacionales. La incógnita que existe entre los inversores es cuál es el alcance de este giro. Si bien las regulaciones se han concentrado en los grupos económico chinos, se proyectan sobre todo el mundo de negocios, incluido el capital extranjero que viene pugnando romper las barreras e interferencias del Estado para un mayor desembarco y penetración económica.
 No se nos puede escapar que en China ya ha habido tendencias intervencionistas en las últimas décadas pero, indudablemente, ésta es la más pronunciada y sus repercusiones son infinitamente superiores que en el pasado, dado el desarrollo y el peso gravitante que han alcanzado en la economía los gigantes tecnológicos . El impacto ha sido mayor si tenemos presente que el gobierno chino ha promovido por años la expansión de este sector, con bastante libertad y ahora ejerce una presión regulatoria cada vez mayor, desde un nuevo régimen de cotizaciones del exterior y de protección de datos hasta leyes antimonopolio. 
 El órgano regulador chino bloqueó la fusión de las dos firmas más importantes de difusión de juegos y videos, alentada por la empresa líder Tencent. A su vez, las últimas medidas conocidas afectan a dos empresas que acaban de entrar en la bolsa neoyorquina: Full Truck Alliance – una plataforma de transporte pero de camiones- y Kan zhun -un sitio de búsqueda de empleo. Estas plataformas, junto con Didi, recibieron la orden de suspender el registro de nuevos usuarios durante la investigación que se ha abierto. 
 La injerencia sobre las grandes tecnológicas se viene realizando en nombre de “evitar riesgos para la seguridad nacional y proteger el interés público de los consumidores (…) ‘No debemos permitir -reza la propaganda oficial- que ningún gigante de internet se convierta en una superbase de datos de la información personal de los chinos, incluso, más detallada que la del Estado y mucho menos darle el derecho a utilizar estos datos a su antojo’”, dijo el periódico semi oficial Global Times (Ámbito, 5/7).

 Giro del PCCh: significado y alcance

 Esta nueva escalada corrobora que el proceso de restauración capitalista aún está inconcluso. A pesar de su sensible desarrollo, la burguesía china sigue ocupando un rol subordinado en el entramado de relaciones sociales en el gigante asiático, donde el peso más determinante en las decisiones sigue correspondiendo al Estado. Esto explica las tensiones crecientes entre ambos. 
 “Está claro que no hay convivencia (armónica) entre el gobierno y las compañías big tech chinas (…) El gobierno disciplina a todo el sector corporativo. La mano visible del gobierno busca recortar su poder” (ídem, 28/7). La clase capitalista china que creció a la sombra del Estado hoy busca emanciparse de su tutela y afianzar las leyes de mercado (la ley del valor) que hoy se ven interferidas por la acción del régimen. Sin embargo, contradictoriamente necesitan de esa asociación con el Estado para enfrentar a sus rivales extranjeros, donde la competencia y la guerra comercial se han vuelto más virulentas. Las apetitos de la burguesía mundial consisten en avanzar a la restauración capitalista pero bajo su control, lo que implica confinar a China a un status semicolonial, lo cual choca abiertamente con las ambiciones de la clase capitalista nativa. 
 Esto no desmiente el rumbo restauracioncita de la burocracia. El intervencionismo de los jerarcas del Partido Comunista Chino (PCCh) está al servicio de salvar el proceso de restauración, no de liquidarlo. Como lo resume un reconocido especialista financiero: “China quiere disciplinar a su sector corporativo, no fundirlo”. Guardando todas las distancias, viene al caso recordar el papel desempeñado por Vladimir Putin, que apuntó a restablecer el orden por medio una injerencia excepcional del Estado en el proceso restauracionista, inaugurado bajo el mandato de Boris Yeltsin, cuya política de privatizaciones había desencadenado una disputa feroz de camarillas, caos y desorganización económica que comprometía la transición en marcha. Y amenazaba con una desintegración de Rusia, como ocurrió en Yugoslavia .La élite dirigente china, en cambio, logró controlar los hilos del proceso económico y político y preservar la unidad nacional y ejercer un arbitraje, procurando llevar a buen puerto un retorno al capitalismo. En vistas a pavimentar ese camino, se ha visto forzada a actuar en detrimento de sectores de la burguesía. Esto no debería sorprender a nadie pues es la función que habitualmente cumple cualquier Estado capitalista en la sociedad moderna. 
 El régimen chino opera en el mismo sentido. Las medidas que acaba de tomar restringiendo y recortando la libertad y los intereses particulares de ciertos grupos económicos apuntan a preservar el rumbo restauracionista tomado de conjunto. 
El PCCh, cada vez más, tiene que actuar como un piloto de tormentas en la medida que tiene que lidiar con un escenario crecientemente convulsivo condicionado por la crisis capitalista mundial y el fuego y presiones cruzadas del imperialismo, la burguesía china y de la propia clase obrera. En estas condiciones, la capacidad de la burocracia de surfear la transición se hace más difícil, con más razón luego del estallido de la pandemia y de la entrada de la economía mundial en depresión. La irrupción de la cepa delta ya ha empezado a poner en tela de juicio la recuperación china. Por lo pronto, los precios del petróleo en los últimos días han empezado a bajar ante la perspectiva cada vez más instalada que de que el gigante asiático reduzca sus importaciones en ese a rubro. Recordemos que los precios petroleros venían de un gran incremento lo mismo que otras materias primas, por lo que su caída ahora es una señal de alerta sobre otras materias primas y revela la volatilidad y el carácter precario del actual repunte económico. 

 Perspectivas 

Es necesario tener presente que el Estado chino ha ido quemando las municiones que tenia. El gigante asiático está sentado en una montaña de deudas, que es superior a la mayoría de las principales metrópolis y que asciende al 300% del PBI: lejos de ser la vía de salida de la crisis mundial, ha terminado siendo arrastrada por ella, convirtiéndose en un factor de su agravamiento. No olvidemos que antes de la pandemia, la economía china ya venía registrando una sensible desaceleración. No está en condiciones, por lo tanto, de cumplir el rol de locomotora como ocurrió 13 años atrás, con el estallido de la crisis financiera de 2008. El margen de maniobra y su capacidad de arbitraje es menor en medio de una crisis infinitamente superior. Esto es lo que explica los zigzags y giros continuos del PCCh, que debe enfrentar contradicciones que tienen un alcance explosivo y que resultan cada vez más difíciles de pilotear. La política del gobierno de Xi Jinping oscila entre la apertura de la economía, alentando una asociación mayor con el capital internacional, y un mayor intervencionismo. El régimen chino le ha soltado la mano y ha dejado de socorrer financieramente, por primera vez, a un conjunto de empresas que, sin el respaldo del Estado, han ido a la quiebra. El gigantesco endeudamiento hace imposible sostener indefinidamente a empresas chinas obsoletas e inviables económicamente. Si se llevara esta tendencia hasta el final, esto implicaría una ola de cierres de compañías en cadena y despidos masivos. Esto podría ser el detonante que faltaba para hacer estallar una reacción masiva de la clase obrera, cuyo descontento ya es bastante generalizado. 
 Las tentativas de desregulación de modo de abrir paso a las leyes de mercado coexisten con tentativas de regulación, como las que acabamos de describir. En resumen, estamos ante una transición convulsiva que augura choques más violentos entre las fuerzas sociales en presencia, incluidos los propios trabajadores que todavía no ocupan un lugar protagónico pero lo pueden llegar a ocupar en la etapa que se abre. Esto es clave porque el porvenir de China se concentra en la pulseada entre el régimen y las masas. O se consolidan las tendencias restauracionistas y se inflige una derrota estratégica a los trabajadores o éstos desplazan del poder a la burocracia y a la ascendente burguesía autóctona y toman en sus manos la conducción del país, abriendo paso a una revolución política y social, retomando la rica tradición de lucha de los explotados chinos. En definitiva, la suerte del gigante asiático está atada al desenlace de las lucha de clases nacional y, agreguemos, internacional. 
 También es necesario seguir con atención el impacto del derrumbe accionario del país asiático. Hasta el año 2020, las cotizaciones bursátiles de las tecnológicas chinas presentaban elevada correlación con las del Nasdaq (bolsa neoyorquina del campo tecnológico). Sin embargo, en lo que va del año el Nasdaq subió 17 por ciento y se encuentra en nuevos máximos mientras que las tecnológicas chinas acumulan una baja del 12%. Hay quienes creen ver en este desacople una oportunidad de inversión, apostando a una reversión de tendencias, pero cada vez hay más analistas que no comparten ese optimismo y advierten sobre el efecto contagio. “En 2015 mediaron un par de meses de desconexión entre las vicisitudes de la bolsa china y la bonanza de Wall Street, pero después la fractura llegó con fuerza” (ídem). En este caso, si nos atenemos a lo acontecido 6 años atrás, China sería el primer capítulo del temblor bursátil que se avecina. 

 Pablo Heller