domingo, 30 de abril de 2017

Denuncia Cuba en la ONU agresión radial y televisiva de EEUU




Durante el 38 período de sesiones del Comité de Información de las Naciones Unidas, Cuba denunció este martes la permanente agresión radial y televisiva de la que es víctima por parte de Estados Unidos.
La embajadora de la isla Anayansi Rodríguez precisó que la postura hostil mantenida por varias administraciones norteamericanas contraviene los propósitos y principios de la Carta de Naciones Unidas y disposiciones de la Unión Internacional de Telecomunicaciones.
De acuerdo con Rodríguez, como promedio, durante el 2016 se transmitieron contra la mayor de las Antillas mil 875 horas semanales, a través de 25 frecuencias desde el territorio estadounidense.
“Mediante transmisiones radiales y televisivas ilegales, se ha estado agrediendo de modo permanente desde el exterior el espacio radioeléctrico cubano, difundiendo programaciones especialmente diseñadas para incitar al derrocamiento del orden constitucional establecido por el pueblo cubano”, precisó la diplomática.
Cuba espera que se ponga fin a esas acciones y que se levante el bloqueo económico, comercial y financiero que ha causado serios daños al pueblo de la isla, con efectos nocivos en el área de la información y las comunicaciones, entre otras esferas de la sociedad, subrayó.
Asimismo consideró que las agresiones amenazan los esfuerzos de la región para establecerla como una zona de paz, declarada en enero de 2014 en La Habana, durante la Segunda Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).
En su discurso, la representante permanente ante la ONU reiteró el rechazo del país caribeño al uso de las tecnologías de la información y la comunicación para violar el Derecho Internacional.

Toda Cuba en Primero de Mayo




Desfile del Primero de Mayo en La Habana, Cuba, 2016. Foto: Ismael Francisco/ Archivo de Cubadebate

Desde bien temprano en la mañana de este lunes, las celebraciones por el Primero de Mayo en toda la nación constituirán una masiva demostración de respaldo popular a la Revolución Cubana.

Los desfiles en plazas, calles, poblados y bateyes trasmitirán al mundo un mensaje de unidad y de compromiso con el Partido y su dirección histórica, y de permanente homenaje a Fidel y sus ideas.
Se aprovechará la ocasión para reclamar el cese del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos a la mayor de las Antillas, y demandar la devolución del territorio ilegalmente ocupado de la base naval de Guantánamo.
Asimismo el movimiento obrero cubano expresará su solidaridad con los pueblos que en el mundo luchan contra las políticas discriminatorias, el apoyo a los pueblos de América Latina y en especial a la Revolución Bolivariana y al pueblo venezolano en su lucha por la soberanía y autodeterminación.
Además, los desfiles serán de respaldo a los mecanismos de integración económica, social y cultural de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), para enfrentar con éxito el desafío por conquistar un mundo mejor.
Unos mil 200 invitados de todos los continentes festejarán en Cuba el Día Internacional de los Trabajadores

sábado, 29 de abril de 2017

La tan visitada figura del Che




A 50 años de su asesinato un acercamiento a diez de las películas que hablan de su apasionante vida

Ernesto Guevara de la Serna (1928-1967), el mítico Che, es una figura histórica tan apasionante que han sido numerosos los cineastas que desde el documental o la ficción han querido acercarse a su intensa vida.
El próximo mes de octubre se estará rememorando un luctuoso aniversario, el 50 de su asesinato en Bolivia que, entre otros aspectos, desencadenó en disímiles cinematografías la necesidad de conocer y comprender su vital existencia.
De una extensa filmografía que ha buscado hacer un retrato de ese hombre/leyenda, uno de los personajes latinoamericanos más importantes del siglo pasado, haremos referencia a diez de ellas.

DESDE EL DOCUMENTAL…

En octubre de 1967, pocos días después de conocerse el asesinato del Che, se efectuó en la Plaza de la Revolución de La Habana una impresionante velada solemne. Para ella se solicitó al documentalista Santiago Álvarez, reconocido por el manejo del lenguaje audiovisual y director del Noticiero del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), realizar, en apenas 48 horas, un material para exhibirse en la concentración In memoriam.
Resultó Hasta la victoria siempre, uno de sus mejores trabajos, aunque realizado con muy poco material de archivo y fotografías a su disposición, pero el suficiente para convertirse en un emotivo homenaje al Che.
Para sustentar su teoría de un cine urgente, Santiago Álvarez había proclamado que con dos fotos, una moviola y una música, podía hacer una película. Y lo demostró.
Con respecto a la música de Hasta la victoria siempre, tomó un fragmento de Suite de las Américas, de Dámaso Pérez Prado (1917-1989), y la convirtió en una pieza emblemática y evocadora de la figura del Guerrillero Heroico.
Algo similar sucedería con la foto tomada al Che por el cubano Alberto Korda durante los funerales de las víctimas del atentado al barco La Coubre, en 1960 que se constituyó en un símbolo.
En el documental de 15 minutos Una foto recorre el mundo, de 1981, de Pedro Chaskel, uno de los principales precursores del llamado Nuevo Cine Chileno (1955 – 1973), hace la historia del retrato fotográfico más famoso del siglo XX, reproducido cientos de miles de veces en diferentes formatos, y lo realiza a través de una entrevista al propio Korda.
Otro grande del cine latinoamericano, el argentino Fernando Birri, acudió igualmente a la entrevista para realizar en 1985 Mi hijo el Che - Un retrato de familia de don Ernesto Guevara.
Birri, en un largo diálogo, y de forma amena, con el padre del Che, logra trazar un perfil a través de sus recuerdos y testimonios de otros familiares.
Tres décadas después del asesinato en Bolivia, el argentino Juan Carlos Desanzo, preparó un nuevo documental, Hasta la victoria siempre/ Che, en el cual muestra a Ernesto Guevara niño, su infancia en Córdoba, sus viajes por Latinoamérica, su encuentro con Fidel Castro Ruz y el comienzo de su actividad revolucionaria en Cuba, que tiene un momento trascendental con el triunfo de la Revolución Cubana en 1959. Para el guion, Desanzo toma el último día de vida del Che y a partir de ese momento analiza toda su trayectoria.
Toda una curiosidad resulta Di buen día a papá, filmada por el boliviano Fernando Vargas en 2005. Su principal atractivo es el de abordar el punto de vista de los habitantes de la región boliviana de Valle Grande, donde Ernesto Che Guevara, asume el carácter de santo que éstos le atribuyeron. La historia atraviesa tres generaciones de vallegrandinos y su convivencia con toda la construcción mitológica, que late alrededor de la figura del Che, y de cómo llevan una vida normal en un escenario de tanto simbolismo para los habitantes de toda Latinoamérica.
A la actriz cubana Isabel Santos, que desde su primer protagónico en el cine en 1983 en la película Se permuta, de Juan Carlos Tabío, ha recibido más de diez premios nacionales e internacionales, le nació la idea de ponerse tras las cámaras precisamente mientras participaba en Bolivia en el elenco de la cinta de Vargas.
Surgió entonces el proyecto de filmar sobre el Che, que devino el documental de 2006 San Ernesto nace en La Higuera, donde recoge también las impresiones y recuerdos de los lugareños sobre ese acontecimiento alrededor del cual han surgido varias leyendas como la del poder místico de Guevara de la Serna.
Santos y el codirector y fotógrafo Rafael Solís, ambos además guionistas, filmaron en Cuba y en la localidad boliviana de La Higuera, donde asesinaron al Guerrillero Heroico. Allí realizaron decenas de entrevistas en las que se rescata el sentir de los vallegrandinos sobre el Che.
El documental recoge los testimonios de los pobladores de Valle Grande, La Higuera y Pucará, del periodista y senador Antonio Peredo, de la luchadora Loyola Guzmán y del actual presidente de Bolivia, Evo Morales.
Otro documental, este de 2009, realizado por el argentino Tristan Bauer es Che, un hombre nuevo, un extenso y riguroso recorrido por la vida del mítico revolucionario argentino cubano.
Bauer y Cristina Scaglione, guionistas, asumieron el rol de investigadores y aportaron datos nuevos, que sumados a los que forman parte de la biografía básica componen un informe más completo sobre el Che Guevara.
La película hace un máximo aprovechamiento de recursos documentales y aportó en su momento novedades de archivo facilitados por Aleida March, viuda del Che, como fotos, metrajes de archivo, registros sonoros, fotografías, cartas y escritos de puño y letra de Guevara de la Serna. Otro importante aporte fueron los archivos militares de Bolivia, propiciados por el presidente Evo Morales.
En más de dos horas de relato, Bauer lleva al espectador por Argentina primero y luego por América Latina, su decisiva participación en la Revolución Cubana, sus viajes diplomáticos, la fallida experiencia en el Congo, y el trágico desenlace en Bolivia.

HASTA LA FICCIÓN…

Existe un criterio bastante unánime, algo extraño entre críticos, que Diarios de motocicleta, la cinta de 2004 dirigida por el brasileño Walter Salles, es la mejor película de ficción sobre el Che Guevara. Sobresaliente en todos los rubros técnicos y artísticos, incluido el actoral, con Gael García Bernal como el Che y Rodrigo De la Serna como su compañero Alberto Granados,
Pero lo que en gran parte explica su éxito fue el acierto en la elección de un tramo profundamente significativo en la vida del joven médico Ernesto Guevara de la Serna: aquel viaje en moto por la América del Sur profunda, colorida y desgarrada. Una historia sumamente entretenida por su ritmo de road movie.
La cinta, más de dos horas, lleva a 1952, cuando el estudiante de Medicina de 23 años conocido como Fuser por sus amigos, y el bioquímico de 29 años Alberto Granados, se lanzan a un viaje de cuatro meses por 8 000 kilómetros por América del Sur.
La película se diferencia en dos partes, la primera más optimista, con grandes paisajes y momentos de comedia y alegría, mientras la segunda da paso a la reflexión, a las desigualdades entre los pueblos y las personas, la injusticia, la pobreza y la lepra.
Magníficos los créditos finales con fotografías reales que los auténticos protagonistas tomaron durante su viaje y hay que detenerse en la canción del compositor uruguayo Jorge Drexler, Al otro lado del río, con la cual ganó el premio Oscar. En la ceremonia de entrega, sin embargo, fue interpretada por Antonio Banderas y Carlos Santana, pero Drexler al subir al escenario a recoger la estatuilla, en lugar de dar un discurso cantó la canción a capella durante 30 segundos.
Cuatro años después llegó el díptico del norteamericano Steven Soderbergh, Che El Argentino y Che Guerrilla, basado en dos escritos del Che: Pasajes de la Guerra Revolucionaria y el Diario de Bolivia.
La primera cinta narra los sucesos que desembocaron en la caída del régimen dictatorial del general Fulgencio Batista y el inicio de la Revolución Cubana, mientras la segunda se centra en sus actividades revolucionarias fuera de Cuba, con una recreación de su histórico discurso en la ONU y su campaña en la selva boliviana.
Fue estrenada como un solo filme el 21 de mayo de 2008, en el Festival de Cine de Cannes, con unas cuatro horas de duración. Por su interpretación del Che, Benicio Del Toro ganó la Palma de Oro al Mejor Actor.
No se trata de un biopic al uso convencional. No cuenta toda la vida del Che. Narra periodos concretos, entre México 1957 y el triunfo de la Revolución en la Mayor de las Antillas en enero de 1959, con constantes flashbacks y también forwards (como su viaje en 1964 para comparecer ante las Naciones Unidas).
La película queda mucho más redonda junto con la segunda parte, Guerrilla, aunque en ella Soderbergh dosifica la acción, muestra el día a día de la guerrilla en las montañas de Bolivia, constantemente recordada en las fechas del diario.
De una manera curiosa, hay poca épica en esta película. Incluso la escena de la muerte del Che, el momento más esperado del filme, apenas causa ruido, como si Soderbergh y Del Toro quisieran evitar hacer un espectáculo de su ejecución.
Ernesto Che Guevara es una figura fascinante. Con su propia vida realizó la mejor de las películas, entre la literatura, la poesía y la acción. Benicio del Toro confesó que «es imposible hacer una película sobre el Che pero nosotros lo intentamos».
Otros cineastas también aspiraron a llevar su historia a las pantallas. Nunca ha sido plenamente logrado. Su tan visitada figura tiene espacios y tiempos aún inaprensibles.

Mireya Castañeda | internet@granma.cu

Entrevista inédita de Fidel Castro con Lisa Howard en 1964




Video original de la entrevista que sostuvo el Comandante en Jefe Fidel Castro en febrero de 1964 con la periodista Lisa Howard para la televisora norteamericana ABC. Fidel responde todas las preguntas en inglés.
Traducción de Esther Pérez para La pupila asombrada

Pensar lo público desde la vanguardia intelectual

Un grupo de creadores de la UNEAC de Camagüey tuvimos la oportunidad de reunirnos con representantes del Gobierno Provincial y la Dirección de Cultura del territorio. No creo que en muchas partes del país “la vanguardia intelectual” tenga la oportunidad de reunirse periódicamente con los decisores y políticos principales de la provincia donde residan. Eso es un lujo. Sin embargo, hay que decirlo por lo claro, la reunión fue un fracaso. Y confirma lo que escribí hace poco a raíz de la Asamblea de la UNEAC celebrada en Camagüey: el pensamiento creativo que se supone defina el carácter de nuestra vanguardia intelectual, entre nosotros anda de capa caída.
No me interesa referirme a lo sucedido de modo puntual, porque eso sería quedarme en la anécdota, y una vez más darle la espalda al mal profundo que tenemos que sanar: el déficit de altura intelectual que tienen nuestros debates cuando aluden a lo público.
Quizás el gran problema está en que seguimos confundiendo esfera pública con la sala de nuestra casa, en el sentido de que pensamos que intervenir en esos foros donde se deciden cuestiones que tendrían que ver con el funcionamiento del país, o de la comunidad a la que pertenecemos, no se distinguiría de esa conversación distendida o apasionada que mantenemos con amigos, y hasta enemigos, en espacios privados (que, por cierto, incluyen a los blogs). Es decir, seguimos rindiéndole culto a la opinión (que es fácil de expresar), y no al pensamiento creativo, que exige muchísimos esfuerzos.
Por ello tal vez sea hora de establecer reglas que permitan construir las bases para que el debate público se convierta en algo útil, productivo, y no meramente catártico. Para eso necesitamos recordarnos que pertenecer a la vanguardia intelectual implica dejar a un lado la tentación de esgrimir nuestro currículum o autoridad artística como elemento que define el mérito de las ideas expuestas.
Una cosa no tiene que ver con la otra. Al contrario. Muchas veces lo que hemos logrado en nuestra especialidad, termina anulando el intercambio desprejuiciado de ideas con otros que tal vez se destaquen menos en la actividad artística, pero que por sus experiencias en la vida, pueden aportar muchísimo en el mejoramiento de “lo público”. Lo hemos dicho en otras ocasiones: “el intelectual” no es el ombligo del mundo; en todo caso es alguien a quien la lucidez le podría ayudar a romper con esos mitos. O sea, los que integran la vanguardia se supone que están aprendiendo todos los días, pues para eso han optado por el experimento, la renovación, la avanzada.
De allí que necesitamos improvisar menos en esas intervenciones. O lo que es igual: necesitamos prepararnos más, estudiar con verdadero rigor aquello de lo que pretendemos hablar, evitar los impresionismos, ser concisos (que es el mejor modo de ir a las esencias). Yo he asistido a un montón de reuniones y asambleas, y me sobrarían muchísimos dedos de las dos manos si quisiera contar las veces en que las personas llevan por escrito sus ideas, o al menos sus apuntes.
Eso trae como consecuencia que gran parte de las controversias que se originan se nutra de las malas interpretaciones, las desinformaciones, o las reacciones temperamentales, y se pierda un tiempo precioso escuchando una y otra vez cómo se gira sobre lo mismo, sin aportarse nada sustancial, nada creativo. Y lo peor: que lo que pudiera aprovecharse como fortaleza (las diferencias de puntos de vista que siempre enriquecen), termina interpretándose como posiciones antagónicas que anulan cualquier posibilidad de intercambio creador.
Pero insisto en lo que dije al principio. Creo que el gran problema es que no tenemos claro todavía de qué hablamos cuando se alude a la vanguardia intelectual. Pienso que nadie pondrá en duda que la UNEAC reúne a buena parte de los artistas y escritores más importantes de este país, pero hablar de una vanguardia intelectual es algo diferente, en tanto aquí más bien hay renuncia voluntaria al reconocimiento individual para entregarse a una causa colectiva, pública.
Dicen que cuando Quincy Jones invitó a los músicos que participaron en la grabación de “Somos el mundo”, les envió una carta que finalizaba pidiéndoles que “dejasen el ego en la puerta”. A los que aspiren formar parte de la vanguardia intelectual, debería exigírseles lo mismo.

Juan Antonio García Borrero
La Jiribilla

Desigualdad en Cuba: ¿combatiendo la riqueza o la pobreza?

Reducir la desigualdad en Cuba requiere medidas de diverso tipo, pero no todas tienen la misma prioridad, ni similar urgencia. Contrario a lo que muchas veces parece asumirse en el debate nacional, reducir la desigualdad en Cuba no consiste, fundamentalmente, en comprimir la riqueza de quienes la tienen, sino en resolver la pobreza de quienes la padecen.
Para que no haya equívocos, no me parece éticamente apropiado que existan en el país personas y grupos sociales con niveles de ingreso y de riqueza 30 veces, o más, superiores al de muchos ciudadanos que son personas calificadas, decentes y trabajadoras; pero el imperativo ético que debe ser priorizado y las acciones de política para respaldarlo deben ser colocados en erradicar las causas de la pobreza y no tanto en aminorar la creación de riqueza que se produce dentro de la ley.
Establecer mecanismos de redistribución acreditados –como los impuestos- que permitan hacer transferencias de unos grupos a otros debe ser, sin duda, parte de las políticas nacionales para alcanzar una sociedad más equitativa. Es un componente para evitar altos niveles de concentración de los ingresos y de la riqueza, pero la prioridad debe colocarse en políticas que favorezcan incrementar el ingreso de quienes hoy son pobres.
La desigualdad siempre es un concepto relativo. En lo económico, se refiere a la diferencia en los niveles de vida entre personas y grupos, como resultado de procesos de distribución de ingresos y de riqueza.
En el mediano y largo plazos, la desigualdad económica pudiera expresarse como desigualdad social –por ejemplo, la re-estratificación social- y también como desigualdad política, por ejemplo, el desencanto de sectores sociales con la política y el resultante vacío participativo que no queda “desocupado”, sino que pudiera beneficiar a otros grupos sociales.
En la práctica, desigualdad y pobreza tienden a existir simultáneamente y están relacionadas entre sí, aunque se trata de dos conceptos distintos. No siempre ocurre de esa manera pues hay países donde existen niveles relativamente altos de desigualdad, pero la pobreza extendida no es significativa. Sin embargo, este no parece ser el caso de Cuba.
La existencia de bienes y servicios públicos de acceso universal (como la salud y la educación) han desempeñado un papel importante en evitar niveles masivos de pobreza y un crecimiento aun mayor de la desigualdad, pero mantener e incluso mejorar esos bienes y servicios públicos no va a reducir, por sí solo, la pobreza y la desigualdad en Cuba.
A pesar de la ausencia de datos oficiales actualizados sobre desigualdad y pobreza -la última valoración del índice de Gini fue de 0,407 hace casi 20 años atrás y el nivel de pobreza estimado por especialistas es de aproximadamente el 25 por ciento de la población-, Cuba parece encontrase en una situación donde la reducción de la pobreza y de la desigualdad deben ir de la mano.
Expresado en otros términos: existe pobreza porque determinados grupos sociales han sido colocados en una situación permanente de desigualdad que les impide superar la pobreza. Por esa razón, tratar de reducir la pobreza dependería de la modificación de la condición de desigualdad en la que viven esos grupos sociales.
En un país donde la mayoría de quienes reciben un ingreso son trabajadores asalariados, las causas de la pobreza y de la desigualdad deben ser buscadas en el mercado laboral. Es, esencialmente, un problema de bajos salarios. Dado el peso mayoritario que tiene el sector estatal en el empleo asalariado, es plausible asumir que los bajos salarios estatales parecen ser una causa central de los niveles de desigualdad y de pobreza.
Aunque las llamadas “líneas de pobreza” son una medición insuficiente y controvertida del nivel de pobreza de un país, es, de todas maneras, un dato que hay que tener en consideración. No existe un cálculo oficial de la “canasta básica” en Cuba, pero existen economistas cubanos que han realizado estudios de terreno, que aportan evidencia que, aunque obviamente no puede ser asumida como un reflejo estadístico preciso de la media nacional, permiten tener datos concretos para hacerse una representación de la desigualdad y de la pobreza.
Ese es el caso del estudio realizado en 2015 por la Dra. Blanca Munster basado en una muestra de hogares del Consejo Popular Santa Fe. En ese estudio, el 96 por ciento de los hogares registraron ingresos per cápita iguales o menores de 420 pesos, en tanto el gasto mensual declarado por cada familia era de 1,955 pesos, de los cuales 1,710 pesos fueron gastos de alimentación.
El dato que debe ser retenido es que se necesitaban cuatro fuentes de ingreso promedio per cápita por cada núcleo familiar, simplemente para comer. Expresado de otra manera: el ingreso per cápita apenas cubría la cuarta parte de los gastos en alimentación de una familia.
Nótese que este tipo de estudios concretos ilustra una realidad que es mucho más compleja que la ilusión que pudieran ofrecer cifras como el salario estatal medio mensual que ha crecido en los últimos años, alcanzando un nivel de 687 pesos en 2015.
Hay un punto importante que debería ser entendido: reducir la pobreza y la desigualdad en Cuba no pasa, esencialmente, por medidas de redistribución social sino por transformar la esfera productiva, especialmente en lo relativo a la distribución primaria del ingreso. Resolver el problema en el sector estatal debería ser una prioridad y una urgencia.
Seguramente pudiera argumentarse que el sector estatal no puede pagar salarios más altos porque debe evitarse una potencial situación inflacionaria que acarrearía más pobreza y más desigualdad. Este es un argumento válido, pero no estoy abordando ahora las disfuncionalidades de una empresa estatal que ni siquiera es capaz de retribuirles a sus empleados el valor del “producto necesario” (valor producido por el trabajador para cubrir sus necesidades).
Estoy discutiendo ahora las causas de la pobreza y de la desigualdad, y la función que desempeña en ambos procesos la existencia de salarios muy bajos. Son discusiones que deben hacerse de manera integrada, pero lo que afirmo es que la pregunta “¿por qué hay pobreza en Cuba?”, tiene una respuesta directa en los bajos salarios y en ingresos asociados, como las jubilaciones.
Es importante entender cómo funciona la pobreza y la desigualdad. Claire Melamed, especialista de OXFAM, ha anotado una cuestión que me parece conveniente adoptar como marco general para abordar temas de desigualdad y de pobreza en Cuba: “Existen dos maneras muy diferentes de pensar en la desigualdad. La primera se enfoca en el rico. La segunda se enfoca en el pobre. La primera es sobre la que más escuchamos hablar. La segunda es la que verdaderamente importa”.
¿Por qué debería importarle –exactamente- a un obrero cubano que unos pocos “ricos” tuviesen más ingresos que muchos trabajadores “pobres”? (una respuesta como esa no es obvia, hay que explicarla);
¿Es que si esos “ricos” fueran despojados de su riqueza, mejoraría realmente ello la situación del trabajador “pobre”? (la redistribución pudiera ser parte de la solución, pero el problema es mucho más complejo)
De nuevo, expreso mi rechazo ético a la concentración de ingresos y riqueza en manos de unos pocos. Simplemente trato de llamar la atención sobre preguntas que me parecen de sentido común.

Resumiendo:

– La reducción de la desigualdad y la pobreza demandan la existencia de empresas –de cualquier tipo de propiedad- que sean capaces de sostener un mercado laboral con un salario medio que tenga, al menos, un nivel de entre tres y cuatro veces el actual, es decir, en el rango de 2,100 a 2,800 pesos mensuales. Crecer económicamente con equidad exige, en Cuba, contar con entidades productivas vigorosas y unidades presupuestadas eficientes que paguen buenos salarios.
– Un objetivo de política económica de esa magnitud probablemente exigiría una transformación más radical y más acelerada que la que parece haberse sugerido oficialmente hasta ahora. La reforma de la empresa estatal y la creación de un marco adecuado para la empresa privada nacional deberían ser dos áreas cruciales, y simultáneamente priorizadas, de la reforma económica. Creo que esta es una percepción compartida; lo interesante es la parsimonia con la que sigue discutiéndose sobre la posibilidad de una nueva ley de empresas y la inacción que se observa respecto a algo que ya ha sido políticamente admitido como política de Estado: la legalización y regulación adecuada de la empresa privada nacional.

Pedro Monreal
Cuba Posible

jueves, 27 de abril de 2017

De la revista PC y el primer departamento de Filosofía: Su historia en mí

Ponencia presentada en el coloquio a propósito del 50 aniversario de la revista Pensamiento Crítico

[Esta ponencia forma parte de las presentadas en la Mesa 2 del Coloquio a propósito del 50 aniversario de la revista Pensamiento Crítico. A medida que tengamos los trabajos irán apareciendo en el dossier que hemos dedicado al evento].
Cuando era estudiante, entre los años 1983 y 1988, frecuentaba las Librerías de libros viejos. Mis preferidas eran la Científica de la calle I y la Anteneo Cervantes, que estaba frente a la Moderna Poesía. En el viaje de regreso a mi pueblo siempre llevaba tres o cuatro volúmenes y algún número de una revista de cuyo nombre ya tenía noticias, pues había heredado un librero con algunos ejemplares. Ahí tenía para leer, estudiar y anotar algunos meses. No sé bien por qué, pero consideraba entonces aquellas lecturas muy importantes. ¿Dónde pude haber escuchado nombres como los de Sartre, Gramsci, Debray, Levy Strauss, Luxemburgo, Weber? Quizás fue intuición, pero estoy casi segura que María del Pilar Díaz Castañón de vez en vez mencionaba a Althusser; y Joaquín Santana, nombraba a veces a un húngaro llamado Lukacs.
Yo estudiaba Filosofía Marxista-leninista, carrera que se había establecido desde 1976, cinco años después del “cierre” del primer Departamento de Filosofía y de Pensamiento Crítico. Como indicaba el nombre de la carrera, esta solo incluía en el currículum esa específica interpretación del marxismo. Tal reduccionismo, había dejado también atrás las consideraciones racionales y empáticas respecto al marxismo latinoamericano, su historia y praxis guerrillera, que antes encontraran lugar preferente en las páginas de aquella revista cuyos ejemplares iban creciendo en mi librero.
No obstante, sería muy injusta si no reconociera que algunos excelentes profesores hicieron a mi generación aprender, interrogar y filosofar a partir de la bibliografía disponible en los 80. Y, ¡hay que decirlo!, difícilmente generaciones posteriores (no digo anteriores) hayan conseguido un dominio temático -por obra y página- de lo escrito por Marx, Engels, y Lenin, como el que nosotros tuvimos. Eso fue resultado de lecturas exigidas desde todas las asignaturas durante los cinco años de estudio, y obedeció no solo a cuestiones académicas sino también a circunstancias políticas.
Ese amor a la sabiduría que descubrí en la Facultad era el que me conducía en los 80 a aquellas librerías que vendían volúmenes viejos y extraños. Pero los estudiaba de manera literaria, pues no disponía de referencia contextual alguna –sencillamente, no había cómo obtenerla, ni sabía si existía- que me permitiera comprender críticamente su significado.
Sí me había percatado de que casi todos los textos de mi preferencia llevaban el sello R y que definitivamente me interesaba seguir la revista llamada: Pensamiento Crítico, todo fechado –curiosamente- entre 1966/67 y 1971. Ese fue, aún sin saberlo, mi primer contacto y afinidad con el primer Departamento de Filosofía.
Hoy se encuentran esos, mis queridos libros R y la Revista Pensamiento Crítico, en la primera fila de mi librero. Están garabateados con estilo personal, y su status sigue siendo de permanente consulta y estudio. El aprecio tan particular que les tengo, obedece a que me abrieron horizontes de conocimiento –especialmente sobre marxismo- cuando no había otras alternativas. Quizás también por eso, me creo versada en la obra de algunos de esos ilustres, pues estuve años releyéndolos. De todas formas, sus proposiciones teóricas solo adquirieron real significado para mí, mucho más tarde en los años 90, cuando logré acceder a otras lecturas que me permitieron situar a aquellos sobrevivientes textos en el mapa general de la tradición marxista (o del pensamiento social), y especialmente en el mapa de la trayectoria reciente del marxismo y su enseñanza en Cuba.
No recuerdo haber identificado en los 80 el interés por esos libros y ejemplares de Pensamiento Crítico en alguno de mis compañeros de estudio, aunque es posible que existiera. Nunca salieron esas lecturas en clase ni en las conversaciones de los históricos bancos y muros de la Facultad.
Sin embargo, no puedo decir que siendo estudiante mi interés se dirigiera a forzar los límites que por entonces conformaban la norma de las lecturas legítimas. Se trataba simplemente de saber más. No había intención desafiante, pues creía vivir en un universo unitario, homogéneo, y coherente de marxismo. Y es que mi generación tuvo una formación marxista unilateral, que solo ha salvado la motivación individual de saber de cada quien. Y no me refiero precisamente a la “autosuperación”, sino a la capacidad personal para generar un cambio de paradigma; comprehender lo hasta entonces ajeno; y recomponer la totalidad discursiva y factual.
Solo a mitad de los 90 descubrí que en la primera década de Revolución, al menos en la Universidad de La Habana, jóvenes profesores habían estudiado –entre otras cosas- una buena parte de todo el marxismo existente hasta ese momento. Pensamiento Crítico, los otros programas editoriales y docentes, los documentos recuperados (otros aún permanecen guardados), y el gran patrimonio intangible del antiguo Departamento eran la prueba.
Precisamente fue en los 90, después de la caída del socialismo en la URSS y la interrogación de su marxismo, que se ganó un espacio en distintas universidades para comenzar a investigar, de manera documental, el pasado del proceso de masificación e institucionalización de esa teoría en Cuba (y también de la historia real de la teoría y experiencias socialistas). Esos acontecimientos generaron (de manera muy localizada) cierta conciencia crítica –en calidad de motivación exclusivamente personal, y nunca a nivel institucional- sobre lo que era y había sido el marxismo corriente en nuestro país. Fue entonces que se comenzó a reconstruir la historia del primer Departamento de Filosofía y su Pensamiento Crítico. Comprendí entonces cuál fue la voluntad de saber que animó aquellas páginas, que yo leía en mi época de estudiante y que, fuera de su génesis –y hasta el sol de hoy- no encajan en ninguna otra parte.
Todas estas investigaciones –especialmente lo relativo a Pensamiento Crítico- empezaron a adquirir legitimidad como tema científico en los primerísimos años de este siglo, pero tuvieron entonces fuerte resistencia real y simbólica. Esta provenía –y proviene- de una mezcla entre historia de vida, dogmatismo, e ignorancia. Actualmente se han publicado numerosos ensayos, artículos, libros y entrevistas al respecto. Y de distintas formas el asunto ha entrado a la docencia de pre y postgrado. Los principales protagonistas de los ya históricos proyectos surgidos en aquel Departamento de Filosofía han sido reconocidos justamente con Premios Nacionales.
En el año 95 empecé a estudiar el origen de esa historia relativa al marxismo, su enseñanza, difusión, sus polémicas de los 60. Fueron años de lecturas en Bibliotecas (tengo un gran número de resúmenes manuscritos, como los monjes del medioevo) y entrevistas, cuando no había transporte en La Habana y tenía cinco grupos de clase en la Ciudad Universitaria José Antonio Echevarría (CUJAE). Defendí (en sentido literal) mi tesis doctoral a mitad del 2001 –que malgasta páginas solo en intentar hacer aceptable lo que era necesario decir-, legitimando el tema en el medio científico de la academia. Eso sí, con todos los votos en contra que se puedan tener y una advertencia de que los resultados no podían ser publicados. Durante aquella investigación se me develaron muchos misterios relativos al primer Departamento de Filosofía, y a un susurro denominado Pensamiento Crítico.
La Facultad comenzaba a cambiar en los 90. Proyectos intelectuales abrieron un intercambio con Universidades extranjeras, que proporcionaron ¡cajas de valiosos libros! Por entonces algunos profesores ampliaron –con emoción y angustia- la interpretación del marxismo, el socialismo, y el pensamiento filosófico que se llevaba a las aulas y a las defensas de doctorado (no siempre con éxito, ante la poderosa indisposición al cambio), pero eran tiempos duros. Tanto fue así que en algún momento la matrícula de estudiantes de Filosofía Marxista-leninista disminuyó hasta llegar a la cifra de uno.
Sin embargo, hubo noticias comenzando los 90: ¡reabría Sociología! La carrera fue cerrada en 1976 por considerarse entonces que el “Materialismo Histórico” –paradójicamente, en su definición más estéril- era omnicomprensivo respecto a los procesos sociales. Los estudios de la especialidad de Filosofía se transformaban. Se eliminaron algunos nombres de disciplinas, especialidades, así como sus contenidos y puntos de vista que obedecían a la versión vulgar del marxismo que había sido hegemónica por largos años.
Los estudiantes de la especialidad en la Universidad de La Habana hoy –y quizás en las Universidad de Las Villas y Santiago de Cuba-, tienen como un hecho natural el estudio de la obra de importantes teóricos y militantes de la tradición marxista y de la filosofía contemporánea, así como la formación desde el marxismo crítico y para su ejercicio. Algo que de lo que no dispuso mi generación, ni las que estudiaron entre los años 70 y mitad de los 90. Toda esa escalada de graduados tiene una deuda de lecturas inmensa. Esa deuda incluye el marxismo guerrillero latinoamericano y tercermundista, y el pensamiento de los grandes marxistas de la historia de Cuba, todo lo cual llenaba las páginas de Pensamiento Crítico, y evidentemente, ocupaba el tiempo, y la vida de quienes lo concebían, allá por los 60. La falta de lecturas de generaciones posteriores solo ha sido saldada por una minoría a través del esfuerzo individual de una vida, por medio de soliloquios –ante la ausencia de vida científica apropiada-, del encuentro fortuito con algunos ejemplares de Pensamiento Crítico y Ediciones R. Y también por otras vías, cuando fue posible empezando este siglo. En cambio, los estudiantes de ahora, tienen un mundo de textos digitales a su disposición, que ojalá sea aprovechado y convertido en saber, siempre político, tal y como hubiéramos ansiado nosotros entonces. Esto se acompaña de una presentación docente que está en condiciones de abrir posibilidades hermenéuticas múltiples para su asimilación.
Hoy escucho a mis estudiantes discutir sobre Luxemburgo y Trotsky en clase; permitirse enfoques críticos; leer polémicas históricas enteras, es decir, no reducidas a la exposición y valoración crítica de una sola parte. Después hablarán de Marcuse, Habermas, Benjamin, Anderson y sus clasificaciones. En otras materias leen a Deleuze, Foucault, Vattimo. Pero ellos no saben que eso se ha logrado con mucho esfuerzo y pasión de profesores de algunas generaciones –empezando por la primera-, y no como un simple resultado de la actualización de los Planes de Estudio o desarrollo lógico del conocimiento y la investigación.
Sin embargo, las investigaciones genealógicas de años recientes –iniciadas en los 90- sobre la trayectoria del marxismo institucional en Cuba y sus conflictos en la década del 60, no han logrado un replanteo fundamental de la teoría, una reconstrucción personal y colectiva de los conceptos y su historia, o una consciencia crítica generalizada sobre el marxismo corriente. No han promovido la pasión por volver con ojos propios a Marx y a todo el marxismo clásico de fines del XIX e inicios del XX que ha sido omitido, y a los más contemporáneos aún, que integran el marxismo a discursos académicos o praxis políticas de izquierda en Cuba, Latinoamérica y el mundo. Algo que ya hacían los profesores y editores de Pensamiento Crítico en la década de los 60.
Me gustaría decir que a esta altura del calendario hemos logrado conectarnos con la heterogénea voluntad de saber del primer Departamento de Filosofía, que se concretó en aquel Pensamiento siempre Crítico; que la internet –aunque limitada- y los libros digitales han logrado consumar la ambición de entonces, que no era propiamente docente o intelectual, sino más bien político-revolucionaria. Y lo más importante, ese proyecto ha inspirado siempre la “pasión imprudente del saber”. Deberíamos recordar eso cuando leamos –¡ahora se puede!- una buena parte del todo.

Natasha Gómez Velázquez. Profesora Titular. Facultad de Filosofía e Historia, Universidad de La Habana.

martes, 25 de abril de 2017

Sistema social de Cuba protege frente a trata de personas, dijo Relatora ONU: ¿dónde lo han leído?




La experta independiente del Consejo de Derechos Humanos de la ONU pulverizaba las acusaciones del Gobierno de EEUU que, en su informe de 2015, seguía asegurando que Cuba no cumple completamente “con los estándares mínimos para la eliminación del tráfico de personas”. La prensa internacional lo ha silenciado.
Edición: Esther Jávega.

lunes, 24 de abril de 2017

Girón: Roa y la batalla en la ONU




El canciller cubano Raúl Roa y el embajador norteamericano Stevenson en el debate en la ONU Abril de 1961

El destacado combatiente e historiador revolucionario Quintín Pino Machado, en su libro “La Batalla de Girón, razones de una victoria”, destaca en su primer capítulo la ardua lucha librada en el campo diplomático y el destacado papel que desempeñó el Canciller de la Dignidad en sus contundentes denuncias ante la ONU. En ocasión del aniversario 56 de la Victoria de Girón y el 110 del nacimiento de Raúl Roa García reproducimos fragmentos de ese texto

Cuando la noticia del sorpresivo bombardeo sufrido por Cuba fue esparcida por el mundo, en las primeras horas del día 15 de abril, los miembros del Comité Justo Trato para Cuba de Nueva York, grupo creado por norteamericanos que estaban en desacuerdo con las agresiones a Cuba, comenzaron a congregarse frente al edificio de las Naciones Unidas, en Primera Ave. y 47, e iniciaron un desfile que duró todo el día. Una consigna se repetía en sus voces y en las pancartas improvisadas: “Cuba sí, yankis no”; otros lemas llamaban a detener la agresión.
Alrededor de las diez de la mañana pasaba cerca de ellos —de hecho algunos lo reconocieron— el delgado Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba. Después de abandonar su automóvil oficial entró, con su paso presuroso de siempre, en el Magno Fórum Internacional, construido en el terreno donado por Rockefeller cuando planificaba iniciar la transformación urbanística del East-Side de Nueva York, hasta ese entonces un cascarón de edificios malolientes, agobiados en su vejez por las proximidades de pantanos y mosquitos.
Esta era la primera salida de su casa en varios días, después de una ligera indisposición que lo había obligado a solicitar el aplazamiento del debate sobre la Reclamación del Gobierno Revolucionario de Cuba por los actos intervencionistas del Gobierno de Estados Unidos.
Las instrucciones que llevaba eran claras y precisas: tenía que informar en la plenaria de la Asamblea General —Decimoquinto periodo de Sesiones— del ataque aéreo que apenas unas horas antes había sufrido su patria en tres puntos distintos, y acusar ante el mundo a Estados Unidos como el estado agresor.
Un obstáculo procesal y formal se le interponía. Ese día había un solo punto en el orden del día: la situación de la República del Congo.
La radio y los cables de las agencias internacionales transmitían la noticia del bombardeo y las declaraciones del presunto desertor de las Fuerzas Aéreas Revolucionarias, que había aterrizado en Miami.
Cuando la representación norteamericana se enteró de la presencia del doctor Raúl Roa, hubo una ligera sorpresa. ¿A qué se debía la presencia de un hombre al que se consideraba enfermo y que se sabía era un polemista agresivo y brillante? La confusión fue disipada de inmediato: no podría referirse al bombardeo, pues la organización de la reunión se lo prohibía, y alguien señaló que como se discutiría la situación del Congo —hacía solo unas semanas del asesinato de Patricio Lumumba— él buscaría la fórmula de atacar a Estados Unidos, y probablemente, hacer una alusión a su país.
Cuando a las 10:30 horas se inició la Sesión y su presidente —el irlandés Frederick H. Boland— anunció, antes que todo, que daba la palabra al representante de Cuba para una cuestión de orden, la representación de Estados Unidos no pudo evitar una aprensiva corazonada, mientras avanzaba hacia la tribuna el Ministro de Relaciones Exteriores cubano.
Roa sabía que solo como una cuestión de orden podía solicitar la palabra y así lo hizo.
Después de aclarar brevemente que no era una cuestión formal, sino vital, lo que señalaría ante ese órgano “encargado de conocer todas las cuestiones que afectan la paz y la seguridad internacional”, denunció los bombardeos a las ciudades de La Habana, San Antonio de los Baños y Santiago de Cuba, por aviones de fabricación norteamericana y procedentes de Estados Unidos o de países centroamericanos satélites del mismo. Y cuando con voz vibrante añadía: “La delegación de Cuba acusa…”, el Presidente de la Asamblea golpeó la mesa y exclamó: “¡Orden!”, y a continuación advirtió al Ministro cubano que el punto que tocaba era de fondo y no de orden y, por tanto, no podía hacerlo de esa forma, aunque reconocía la importancia del mismo.
El doctor Raúl Roa, con voz tranquila, le dio las gracias “por su observación y ruego”, pero le señaló que no le era posible retirarse de ese alto foro sin acusar, de manera formal y solemne, al gobierno imperialista de Estados Unidos de esos hechos “que ponían en gravísimo riesgo la paz y seguridad internacionales”.
El Presidente volvió a interrumpirlo y lo exhortó a regresar a su escaño.
El Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba abandonó la tribuna después de expresar, de forma audible para todos: “Ya lo he dicho y me retiro”.
La delegación norteamericana se movía inquieta en sus asientos. Hablaron en voz baja entre sí. La situación se les iba de las manos; se planteaba cuarenta y ocho horas antes de lo esperado, pues estaba previsto que el debate sobre la reclamación de Cuba se realizara el lunes 17.
Cuando Roa volvió a su escaño, el señor Valerian Zorín, representante de la Unión Soviética, pidió y obtuvo la palabra por una cuestión de orden.
Planteó que llamaba la atención a la Asamblea sobre lo comunicado a la misma por el doctor Roa y que era necesario entrar a discutir de inmediato el tema de la agresión contra Cuba.
El señor Frederick H. Boland señaló que en la Primera Comisión —Política y Seguridad— había un punto relacionado con lo informado por el Ministro cubano, dado lo cual consideraba que no debía entrar a examinarse ese punto, y esperar a la reunión de la Comisión que sería el lunes próximo.
El representante de la Unión Soviética retomó la palabra para aceptar las dificultades procesales que señalaba el Presidente. Luego propuso una reunión urgente de la Primera Comisión en la tarde de ese día para debatir el problema, rogándole al Presidente hacer los trámites correspondientes.
El señor Boland aclaró que para ello era necesario consultar el parecer del Presidente de la Primera Comisión y, después, someterlo a votación, pues era imprescindible tener las dos terceras partes de los presentes a favor de la propuesta para que fuese aprobada.
El Presidente de la Primera Comisión —Jiri Kurka, de Checoslovaquia— dio rápidamente su aprobación y la representación norteamericana, perpleja ante el desarrollo de los acontecimientos, no pudo evitar que más de las dos terceras partes de la Asamblea votaran por la proposición soviética. La reunión tendría lugar a las 3:00 p.m. de ese mismo día.
El señor Stevenson no perdió su ecuanimidad; ordenó a su secretaria que le cancelara algunos asuntos personales relacionados con el inicio de su weekend, y dio instrucciones a sus ayudantes principales referentes al discurso que debía pronunciar por la tarde, para replicar a Roa.
La representación de Cuba en la ONU había cumplido la misión encomendada. La dirección de la Revolución estaba satisfecha. La segunda contraofensiva contra el ataque norteamericano ya se había puesto en marcha. La primera, por supuesto, había quedado en manos de los artilleros antiaéreos cubanos.
Cerca de las 14:00 h, Roa estaba de vuelta en el edificio de la ONU. Estaba inquieto.
A las 3:00 p.m. comenzó la reunión extraordinaria de la Primera Comisión y su presidente, el señor Jiri Kurka, dio la palabra al primer orador inscrito en la lista, que era el doctor Raúl Roa.
Este, en un discurso breve y conciso, señaló en primer lugar los artículos de la Carta de las Naciones Unidas que Estados Unidos había violado al ordenar los bombardeos contra Cuba. Más adelante dijo:
“Este es, sin duda, el prólogo de la invasión en gran escala, urdida, organizada, avituallada, armada y financiada por el gobierno de Estados Unidos de Norteamérica, con la complicidad de las dictaduras satélites del hemisferio occidental y el concurso de cubanos traidores y mercenarios de toda laya, entrenados en territorio norteamericano y en Guatemala por técnicos del Pentágono y de la Agencia Central de Inteligencia.
“El Gobierno Revolucionario de Cuba acusa solemnemente al gobierno de Estados Unidos de Norteamérica, ante la Comisión Política y de Seguridad y la opinión pública mundial, de haber recurrido al uso de la fuerza para dirimir sus diferencias con un Estado Miembro de la Organización.
“Llamo la atención de los representantes sobre los cínicos esfuerzos de la propaganda oficial norteamericana para presentar una versión distorsionada de los sucesos…”
Terminó su alegato, diciendo:
“Además, está el hecho de que los pilotos criminales se han venido a refugiar en el Estado de la Florida. Queremos advertir a los representantes que los mercenarios alquilados por el gobierno de los Estados Unidos han anunciado que esta noche a las 10 volverán a bombardear las ciudades cubanas.
“Sin perjuicio de ejercitar el derecho inmanente de la legítima defensa, el Gobierno Revolucionario de Cuba se reserva el uso oportuno de las atribuciones y facultades que le otorgan la Carta de las Naciones Unidas.”
Cuando Roa volvió a su escaño y se dispuso a fumar un cigarrillo —con ese gesto tan característico que detuvo en el tiempo e inmortalizó el caricaturista cubano Juan David—, el señor Adlai Stevenson se dirigía a la tribuna con gestos pausados y ademanes de Harvard, para replicar al representante cubano.
Inició su discurso con el estilo irónico e impecable que lo caracterizó en sus dos arduas y frustradas campañas en pos de la Primera Magistratura de su país.
“Mucho me satisface que el doctor Roa se haya recuperado súbitamente de su enfermedad. Esta es la primera oportunidad que tengo de escuchar al doctor Roa sobre los pecados de los Estados Unidos y las virtudes de la Cuba de Fidel Castro, y debo decir que es una experiencia notable.”
Más adelante se lanzó a fondo:
“En primer término, como dijo el Presidente de los Estados Unidos hace algunos días, en ninguna condición habrá intervención alguna de parte de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos.
“En segundo término, los Estados Unidos harán todo lo que les sea posible para asegurar que ningún americano participe en ninguna acción contra Cuba.
“En tercer término, con respecto a los acontecimientos que se alega ocurrieron esta mañana, los Estados Unidos los considerarán de acuerdo con las prácticas corrientes en las solicitudes de asilo político.
“Yo tengo aquí una fotografía de uno de esos aviones. En la cola tiene las marcas de la Fuerza Aérea de Castro, y ustedes podrán verlos por sí mismos. La estrella cubana y las iniciales F.A.R. (Fuerza Aérea Revolucionaria) están claramente visibles. Tendré mucha satisfacción en exhibir estas fotos a los miembros de la Comisión después de estas manifestaciones.
“Como es bien sabido, los Estados Unidos hace tiempo que tienen bajo vigilancia los aeropuertos de la parte sudeste del país, con el fin de evitar estos alegados despegues hacia Cuba. Continuaremos manteniendo estos aeropuertos bajo permanente vigilancia.”
En ese momento consideró oportuno leer las declaraciones del piloto que había aterrizado en Miami y que recién había transmitido el cable de la AP:
“Yo soy uno de los 12 pilotos de B-26 que permanecieron en la Fuerza Aérea de Castro después de la defección de Díaz Lanz, y de las purgas que siguieron. Tres de mis compañeros pilotos, y yo veníamos planeando desde hace tiempo cómo escapar de la Cuba de Castro. Antes de ayer yo escuché que uno de los tres, el teniente Álvaro Galo que es piloto del B-26 No. F.A.R. 915 había sido visto conversando con un agente de Ramiro Valdés, el jefe del G-2. Yo alerté a los otros dos y decidimos que probablemente Álvaro Galo, que siempre había actuado algo así como un cobarde, nos había traicionado. Decidimos tomar acción inmediatamente. Ayer de mañana yo estaba asignado a una patrulla de rutina desde mi base en San Antonio de los Baños sobre una sección de Pinar del Río y alrededor de Isla de Pinos. Se lo dije a mis amigos de Ciudad Libertad, y ellos estuvieron de acuerdo en que debíamos actuar. Uno de ellos iba a volar a Santiago. El otro presentó la excusa de que deseaba verificar su altímetro y ellos despegaron de Ciudad Libertad a las seis de la mañana. Yo despegué a las seis y cinco. Debido a la traición de Álvaro Galo, decidimos darle una lección, y entonces volé a San Antonio donde su avión estaba estacionado e hice dos descargas de metralla a su avión así como a otros tres estacionados en las cercanías. A la salida fui tocado por algunas pequeñas descargas y traté de irme. Mis compañeros habían partido más temprano para atacar los aeropuertos que habíamos acordado atacar. Como me quedaba poco combustible tuve que ir a Miami, ya que no podía llegar al destino convenido. Es posible que hayan ido a ametrallar otro aeropuerto antes de irse, tal como Playa Baracoa, donde Fidel guarda su helicóptero.
“Desearía —continuó Stevenson— que los miembros de esta Comisión tomen nota de que se han dado los pasos necesarios para embargar los aviones cubanos que aterrizaron en la Florida, y que no se les permitirá despegar para volver a Cuba.
“Deseo hacer una observación, a título de conclusión, de carácter general y antes de entrar en una discusión más extensa sobre este asunto el lunes. Como dijo el presidente Kennedy hace unos días, la cuestión fundamental no es entre los Estados Unidos y Cuba, sino entre los cubanos mismos…”
Y calificó de tiránico “el gobierno del Sr. Castro” antes de finalizar su réplica.
Después, tomó la palabra el representante de Guatemala para declarar de forma categórica que era falso que su país se hubiese prestado para entrenar fuerzas dispuestas a atacar al Gobierno cubano, y dejaba constancia “de la más enérgica protesta”.
Raúl Roa retornó a la tribuna expresando que por ser una persona bien educada “debo agradecer al representante de Estados Unidos su complacencia, por la ‘súbita’ recuperación de mi salud”. Añadió que era también la primera vez que oía a Stevenson en la ONU; que había leído con anterioridad sus libros y que ahora le constaba que existían dos Stevenson: antes y después de ser parte del gobierno del presidente Kennedy.
Señaló que cualquiera podía pintar un avión con los colores de Cuba, y que eso era un truco habitual en la piratería internacional; y recordó que con anterioridad, en la Asamblea General, había declarado que en el aeropuerto de Retalhuleu, en Guatemala, existían numerosos aviones B-26 que exhibían el emblema de los aviones de la Fuerza Área de Cuba.
Más adelante afirmó enfáticamente que la declaración del presidente Kennedy asegurando que las Fuerzas Armadas de Estados no intervendrían en los asuntos internos de Cuba, no ofrecía garantía de ninguna clase. “Esas declaraciones las formulan usualmente los altos dirigentes de las potencias imperialistas y colonialistas”.
Terminó diciendo:
“El Sr. Stevenson se ha permitido de calificar de ‘tiránico’ al Gobierno de Cuba, a sabiendas que falsea los hechos. Permítaseme que yo, ajustándome a los hechos, califique al gobierno de Estados Unidos de régimen totalitario, angelicalmente disfrazado de ‘democracia representativa’.”
Luego intervinieron otros representantes, la mayoría en solidaridad con Cuba.
Este ataque a fondo en el frente diplomático —por lo a tiempo y seguro del mismo— desempeñó un importante papel en la psicología de la Dirección norteamericana. Basta leer los diversos escritos de norteamericanos al respecto, en los que se trasluce la indignación de Kennedy por la propaganda negativa —para el proyecto—que se desató en la prensa internacional el domingo 16 de abril. Cuentan que los oficiales de la CIA que dirigían la operación llegaron a temer su suspensión, y que respiraron con alivio cuando los barcos que transportaban a los invasores traspasaron la hora cero, a partir de la cual ya no era posible retroceder.
Además, los vacilantes de siempre en el orden internacional, comprendieron, sin ningún género de dudas, que el Gobierno revolucionario de Cuba estaba dispuesto a combatir en cualquier terreno hasta el final. Y que las consecuencias, por empecinamiento de Washington o dejadez de otros, no serían nunca responsabilidad de Cuba, que estaba demostrando que sabía defender su soberanía con la razón y con las armas.
El 17 de abril comenzó en Washington con las declaraciones del Departamento de Estado, del Pentágono y de la Casa Blanca. El primero en hablar fue un vocero del Departamento de Estado. “El Departamento de Estado no tiene noticias de invasión alguna”. El Pentágano dijo que no sabía nada y la Casa Blanca, por boca de su Secretario de Prensa, afirmó: “Todo lo que sabemos sobre Cuba es lo que leemos en los partes de las agencias de noticias”.
Así las cosas, a las 10:30 h —casi a la misma hora en que las Milicias Revolucionarias, con la toma de Pálpite, garantizaban una entrada a la playa— se dio inicio a la Sesión prevista de la Comisión Política y de Seguridad para el 17 de abril.
Había tres puntos en la agenda, pero Roa pidió inmediatamente la palabra por una cuestión de orden y solicitó que como primer punto se discutiera el presentado por Cuba debido a la urgencia que provocaban los hechos.
No hubo objeción por parte de los integrantes de la Comisión y le fue concedida la palabra.
Comenzó haciendo un recuento de las veces que Cuba había acudido a los Organismos Internacionales con idénticos propósitos.
Enfatizó que Cuba no obtuvo garantía ni justicia de los Organismos Internacionales en su batalla contra el Gobierno de Washington.
Después, hizo un largo y laborioso resumen de las actividades norteamericanas contra Cuba, señalando de forma concreta y con abundancia de pruebas, cada una de sus acusaciones.
Apuntó que el advenimiento de la Administración demócrata había alentado ciertas esperanzas en el Gobierno Revolucionario cubano de que cambiarían los rumbos de la política externa norteamericana con respecto a Cuba. Recordó que el mismo día en que Kennedy tomó posesión de su cargo, el Primer Ministro Fidel Castro en un discurso había dicho: “Hoy ha hablado el nuevo Presidente. Su discurso tuvo algunos aspectos positivos. Nosotros, los cubanos, no queremos prejuzgar, ni queremos juzgar… sabremos esperar con calma. A nosotros no nos invadió nunca el odio, a nosotros no nos invadió nunca la histeria, ni cuando sobre nosotros se cernía el tremendo peligro que implicaba el golpe de un enemigo poderoso. ¿Qué decir ante la perspectiva de hallar paz para nuestro país y para el mundo? Bienvenida sea esa oportunidad y bienvenida sea esa paz. Nosotros sabemos lo que tiene por delante el nuevo Presidente de los Estados Unidos. Si emprende un sendero honesto en bien del mundo y su propio país, le deseamos éxito. Mientras, esperaremos por los hechos que son más elocuentes que sus palabras”.
Pero, aclaró el Ministro cubano, la esperanza se evaporó: “La política de fuerza de la administración republicana fue sobrepujada por la administración demócrata”. Refiriéndose al Libro blanco, publicado como documento oficial por el Departamento de Estado y escrito por Arthur Schelinger Jr., dijo que en él se formalizaba la guerra política, económica, diplomática y militar de Estados Unidos contra Cuba.
Y como respuesta clara a la referencia del Libro blanco, del Departamento de Estado, de que la Revolución, después de derrocar a Batista, había planteado nuevas metas, recordó que la revolución norteamericana no se había detenido cuando consiguió la derogación del impuesto del té, el papel timbrado y la melaza. Si los norteamericanos se hubieran contraído a esos únicos puntos y no hubieran continuado la lucha para liberar las fuerzas sociales y económicas, reprimidas por el monopolio británico, entonces será correcto calificarlos de traidores a la revolución. Refresca algunos detalles: “que la tercera parte de la población de las trece colonias permaneció fiel a Su Majestad Jorge III; que se expatriaron 100 000 habitantes confiscándoles sus bienes y prohibiéndoles el regreso, exceptuando los que fueron ahorcados. Las primeras elecciones generales tuvieron lugar trece años más tarde y con un solo candidato a Presidente. Y no tuvieron derecho al voto las mujeres ni mucho menos los esclavos que ascendían a 1 000 000 en una población que no llegaba a los 4 000 000. (…) La revolución no es un acto —explicó el antiguo Profesor de la Universidad de la Habana al antiguo Profesor de la Universidad de Harvard— sino un proceso”.
Recordó que el presidente Kennedy durante su campaña electoral había enarbolado la siguiente consigna: “Hagamos con Cuba lo que hicimos en Guatemala, pero diciéndolo”.
En un momento apuntó que el presidente Kennedy había dicho que evitaría la presencia del norteamericano en cualquier acción contra Cuba, pero que no había negado que ayudaría, como es notorio que lo había estado haciendo. “Y tampoco negó que ayudaría a las invasiones indirectas o desde territoríos extranjeros”.
Expone que los planes de la CIA se han filtrado, y se sabe que en las campos de Guatemala se construyó una pista de 4 500 pies donde han concentrado paracaidistas, aviones de transporte y bombarderos B-26.
Expresa que informaciones parecidas a estas las dio el New York Times de los días 8 y 14 de abril. Y señala otros ejemplos concretos publicados en la prensa norteamericana.
Los sólidos argumentos de Cuba golpeaban, como obuses de 122 mm, en los oídos atónitos de los miembros de la Comisión: ¡Nunca antes se había presentado una acusación tan sustentada contra Estados Unidos en la ONU!
Raúl Roa terminó diciendo: “Un clamor unánime estremece hoy a toda Cuba, resuena en nuestra América y repercute en Asia, África y Europa. Mi pequeña y heroica Patria está reeditando la clásica pugna entre David y Goliat. Soldado de esa noble causa en el frente de batalla de las relaciones internacionales, permitidme que yo difunda ese clamor en el severo areópago de las Naciones Unidas: ¡Patria o Muerte! ¡Venceremos!”

Quintín Pino Machado

Un nombre imprescindible en la batalla cultural de la nación: Armando Hart Dávalos




Con qué satisfacción hemos sido testigos de un acto de justicia intelectual y de elevada cultura. En tiempos donde el pensamiento lucha por no fenecer y vencer la terrible crisis que intenta destruir el más completo de los ejercicios humanos: el del pensar -y así rasgar el tejido espiritual de los seres humanos hasta abrirlo despiadadamente- se nos presenta una oportunidad única de seguir creciendo, de continuar naciendo en lo autóctono y universal de quien es grande por esencia, de perpetuar su obra (profundamente ética y descolonizadora). Descubrir los entramados de un pensamiento integrador y radical, o de una vida movida por el amor que hace y nutre de fe y fuerza natural a un revolucionario; no es tarea fácil; sí deber generacional de quienes apuestan por el socialismo en Cuba y promueven, desde el debate y la reflexión permanentes, la defensa de la patria. Es esta una batalla cultural y un nombre imprescindible se inscribe todos los días en ella: Armando Hart Dávalos.
A Hart se ha dedicado uno de los sucesos culturales más importantes en Cuba con frecuencia anual: la Feria Internacional del Libro. Para quien ha sido artífice de la obra educacional cubana, de la construcción social de utopías en Cuba, de convertir en realidades, al decir del maestro pensante Fernando Martínez Heredia, imposibles que mueven a los revolucionarios y devienen necesidad para fundar; este acto de justicia intelectual y elevada cultura; supone, desde su sencillez y humildad, un compromiso mayor con su patria: continuar abriendo las puertas de la cultura en toda obra humana, propagar el pensamiento y trabajar con él para el bien de los demás, para hacer valer la elección martiana, de la que ha sido fiel continuador, de echar su suerte con los pobres de la Tierra. Donde no está la cultura, ha dicho Hart, está el camino a la barbarie; y esencialmente, desde esa defensa reflexiva y radical; que su nombre, y más aún, su obra (perfecta conjunción entre el decir y el hacer sin manchas); estén en la portada, prólogo, cuerpo, epílogo y contraportada de la feria del libro, es un antídoto salvador en medio de tanta inmundicia intelectual.
Hay que salvar la cultura, y hemos de asirnos a lo mejor del pensamiento crítico, descolonizador y revolucionario que ha formado la humanidad. Es imprescindible cultivarnos, no como meros asimiladores acríticos de la obra antecedida, sino como partícipes activos en el proceso de diálogo con la propia cultura, en la construcción de saberes e interpretación de la realidad. Un exponente principal de ese permanente diálogo es Armando Hart; pensador de su tiempo, profuso conocedor de la tradición de la que somos hijos – ética, filosófica y cultural, de resistencia patriótica y alternativa emancipadora. Como bien conoce su tiempo, está a su nivel, y trasmite con la fuerza de sus años importantes lecciones, las del maestro paradigma, sabio penetrante en la razón y los sentimientos de sus discípulos.
Es Hart un legítimo hijo de Ariel; personaje shakesperiano de la obra La tempestad, figurado de manera magistral por el uruguayo José Enrique Rodó, en su representación del “nuevo humano”, del hombre que se conoce a sí mismo, que busca en su interior las motivaciones de su vida, su lucha, que crece y crea, que es de firme orientación moral, que es joven de espíritu, pensamiento y acción; no es más que un pretexto para dialogar con los jóvenes, para llegar a sus vidas y construir juntos la sociedad nueva que queremos, más socialista, justa y humana. Forma parte Hart de una línea de pensamiento y acción, que transversaliza la moral, y salva el pensamiento de profunda raíz antimperialista y de resistencia cultural que tiene en la historia de lucha de nuestra América, osamenta medular.
En prólogo a un texto fundamental de Hart, una especie de manifiesto martiano y comunista: “Marx, Engels y la condición humana. Una visión desde Cuba”; el intelectual Néstor Kohan escribió, sobre la base de criterios – que compartimos – desde una visión nuestroamericana y con clara comprensión de la altura ética, política e intelectual de Hart; y de los anhelos históricos de la juventud, que son también los de hoy, de alcanzar un mundo mejor, que es posible y necesario para frenar el avasallante orden capitalista: “Es el libro de un joven por la frescura y la amplitud de sus ideas, por la pasión y el entusiasmo con que aborda los problemas, por la ausencia de reverencias que pone en práctica frente a “las autoridades” otrora tradicionales de la teoría y frente a los dogmas cristalizados que obstaculizaron el sueño revolucionario de las generaciones precedentes”.
Por eso es legítimo hijo de Ariel, porque incomoda los cánones trillados y los lugares comunes que tanto han retrasado al pensamiento de la rebelión, a la teoría de la revolución, a la práctica política de la transformación radical y al proyecto socialista en América Latina y en el mundo. Por eso pertenece a esa pléyade de pensadores transgresores del dogmatismo y la contemplación vacía e infértil, a esa corriente que siempre se ha opuesto al imperialismo, como nos recuerda Kohan: “…no solo en el terreno económico –denunciando la explotación del hombre por el hombre y el saqueo de nuestro continente- sino también en el ámbito de la cultura –criticando la enajenación que subordina los valores éticos y espirituales al mercado”. El nombre de Hart, su pensamiento vital, da continuidad al de Mella, Villena, Ponce, Mariátegui, Roa, Vasconcelos, Sandino, el Che y Fidel; y se eleva firme a lo más alto de la condición humana. Su visión tiene su iris en Cuba, en la cultura de hacer política aprendida de José Martí y Fidel Castro, en lo mejor de la tradición bolivariana y en las tesis humanísticas que lo formaron y consagraron como el gran pensador y teórico de la revolución que es.
Marxista original, su lucha tiene cuatro dimensiones porque su batalla es jurídica. Logra una sinergia armoniosa entre la teoría y la práctica revolucionarias; la cuestión moral es el origen, la revolución social, y el papel de la cultura es destino creador de una cosmovisión filosófica capaz de plantearse los mayores problemas y encontrar las soluciones más sencillas; porque va a la raíz, porque vuelve, en constante renovación crítica, al proyecto original; porque tiene cultura de hacer política. Es este un concepto del que no sólo ha hablado y teorizado, sino que ha practicado y movido por resortes extraordinarios. Hay en Hart una suerte de misterio que estimula el ejercicio del pensar, pero desde un espíritu muy joven, con una mente abierta vital en tiempos donde las mentes son colonizadas y sometidas a imperios carceleros de la creatividad, originalidad, autenticidad; prisiones de la razón y el sentido común en la transformación revolucionaria. El misterio que en sí misma es Cuba, con sus matices diversos y complejidades propias de su historia y la realidad que la acompaña; que la hace resistir como piedra en el zapato capitalista, que sirve de luz orientadora o llama eterna de la martiana revolución, a nuestros pueblos de América.
El misterio de Hart, a mi modesto juicio, radica en que desde muy temprano supo descifrar el misterio Cuba, apropiarse de esa rica tradición humanista y ética del pensamiento cubano; asimilar críticamente, como elección que aprende de Martí, la cultura universal; sin olvidar, porque lo defiende y preserva, que el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas. Su honda es la de David; no teme al pensamiento, no milita en el bando de los cansados, sietemesinos, adolescentes de valor; es un hombre a imitar, hay que conocerlo profundamente y, sobre todo, leerlo. A Hart se accede muy fácil, es de esos hombres que, aún tengan una condición social, como la ha tenido en todos estos años de construcción socialista, de gobernante; y con orgullo patrio y honor lo digo, porque además lo distingue la dignidad del gobernante, la ética y el decoro con que debe siempre actuar; no es Hart una quimera para los gobernados, no es inalcanzable, es un amigo. Muchas veces se ha visto esa distancia entre gobernantes y gobernados, la historia universal nos lo muestra. Pero en Hart, que es destacar lo más noble y puro de la Revolución, con el ejemplo de Fidel, no se ve.
Permítanme entonces traer a este homenaje las palabras de un padre martiano: Cintio Vitier, sobre este legítimo hijo de la patria; precisamente hablándonos de esa distancia aludida: “En Armando Hart esa distancia no sólo se atenúa al máximo, sino que, por obra y gracia de su humanidad misma, cambia de signo, se convierte nada más, y nada menos, que en una diferencia de función dentro del ámbito social. Y todo lo que dentro de este ámbito se contenta y nos contenta con llenar una función necesaria, no importa cuán insigne o humilde sea, pertenece a la más noble categoría que puede definir al ser humano: su vocación de servicio. He aquí la palabra clave que nos dibuja la presencia espiritual de Armando Hart, y cuando decimos espiritual no queremos decir, en este caso, inmaterial, pues muy pocos hombres hemos conocido tan atravesados físicamente por su propio rayo de luz interior, luz que incesante y ansiosamente se proyecta hacia lo que pudiéramos llamar el horizonte de los problemas. De ese horizonte le viene a Hart su mayor inspiración intelectual y política, su más lúcido entusiasmo, y es así como se manifiesta en él la fusión de gobierno y servicio, de poder y servicio…”. Hart sirve a los demás, esa es su vocación, de ahí su condición de hombre bueno, con la sensibilidad necesaria para sanar heridas y la autoridad indiscutible para pedir, en nombre de la patria, cualquier sacrificio. Pocos hombres en la historia han crecido tanto. La idea del bien se manifiesta en Hart de forma práctica y constante; es un defensor de la humanidad.

Yusuam Palacios Ortega

(Palabras de homenaje a Hart en la Feria del libro, en el panel que le dedicaron los jóvenes)

¿Cosmopolitismo o huellas de colonización?




La cultura cubana —llamada, como parte que es de la especie, a ser humanoascendente— tiene más de una raíz: de entrada, es hispano y afrodescendiente a la vez, y en distintos grados también la han enriquecido aportaciones como las llegadas de China y, en lo más cercano, de otros pueblos del Caribe. En tal fusión se fraguó lo que Fernando Ortiz, quien empezó su carrera hablando de lo afrocubano asociado a lo hampesco o marginal, terminó definiendo centralmente como fusión cubana de blancos y de negros. Aunque más presente —incluso en lo material: en la genética— de lo que suele reconocerse, el elemento aborigen no dejó aquí una huella tan relevante como la que ha conservado en otros pueblos de nuestra América. Pero ignorar su presencia les haría un favor a las fuerzas que en gran medida asolaron a los habitantes originarios de las Antillas.
Todo ello es válido para la sociedad cubana en el plano colectivo y, de distintos modos y con diversas gradaciones, en el individual. Desde la formación que la puso en camino de ser la Cuba que es, y por su posición geográfica, esta tierra se relacionó intensamente con el resto del mundo. Tal realidad la ha marcado de diversas formas, y ha sido y es natural el cultivo en ella de expresiones artísticas de otras comarcas, por lejanas que sean o parezcan. En especial afines le resultan el conjunto de nuestra América, su familia natural, y particularmente España y África, fuentes básicas de su forja como nación.
En general, y sobre todo con respecto al cultivo de las expresiones de esas dos áreas, lo más sensato sería lograr el mayor equilibrio posible en la atención a unas y a otras, superando las parcialidades que históricamente se hayan dado en el afán de revertir o imponer privilegios o silenciamientos. Hoy no se deben pasar por alto las desproporciones que pueda imponer el mercado, apreciables hasta en el uso de un idioma dominante, el inglés.
La maquinaria cultural del imperio que procura mantener su hegemonía planetaria inunda los medios de comunicación en el mundo, incluso en un país asediado, agredido y bloqueado por la potencia imperial. Eso no ha impedido que los símbolos de esa nación, empezando por su bandera —que merecería ser rescatada por un pueblo que a veces ya ni la reconoce como suya, de tan manipulado y burlado que ha sido—, se esparcen de una manera que acusa, cuando menos, insuficiente prevención por parte del territorio inundado.
Ejemplos de semejante inundación abundan. El autor de este artículo ha resumido en otros textos algunas muestras representativas de tal realidad, frente a la cual artistas, promotores culturales y guías de política cultural —de política— tienen una alta responsabilidad que cumplir. Los convocan su relación profesional y es presumible que también afectiva con lo simbólico, con los valores históricos y éticos, y su posibilidad de trasmitir o abonar los mejores de estos en el seno de la sociedad. Se trata de un terreno donde las prohibiciones suelen ser contraproducentes o no resultar lo más aconsejable. Pero la resignación, la inercia, un acrítico dejar hacer —en lo cual acaso influyan temores y prejuicios nutridos por las consecuencias de haber aplicado en otros momentos interdicciones desmedidas— pueden de igual modo conducir a despropósitos y males mayores.
En un espacio de la Televisión Cubana se puede premiar un programa de una emisora radial también cubana denominado Cuba Tonight , que parece llamado a propiciar más anchos cauces a búsquedas institucionales de animación que en la capital del país llevaron a lanzar un itinerario recreativo bautizado como Havana Tonight . Se diría que fue concebido para atraer turistas, en medio de una confusión globalizadora que ha hecho suponer que el mundo entero habla la lingua franca imperial, o que resulta poco menos que forzoso hablarla.
A pesar de la expansión del inglés —no debida precisamente a grandezas como las de William Shakespeare y Walt Whitman, sino al poderío del mercado, el dólar, la tecnología y la OTAN, y a su distintivo pragmatismo intrínseco—, no es ni remotamente cierto que todo el mundo domine ese idioma, ni se debe propiciar que esa lengua someta al mundo. Y, en cualquier caso, ¿no deben los turistas que lleguen a Cuba tener ocasión de percatarse de que se encuentran en ella, no en un apéndice de “cubanidad” como el que pudieran hallar en la calle 8 de una ciudad cuyo nombre, si del español se trata, se pronuncia Miami , no Mayami ? A bordo de un ómnibus para turistas, ¿se debe desterrar la música cubana, en el entendido —sin la menor demostración— de que les interesa no digamos ya la música de otros países, sino la peor de las que circulan en sitios comerciales del mundo, cuando si en algo es Cuba una potencia es en la riqueza de su música?
Todavía al menos, la radiodifusión —televisoras incluidas— y los ómnibus del sector turístico son medios de propiedad social y administrados estatalmente, no bienes poseídos y controlados por particulares, déseles el nombre que se les dé, entre ellos el eufemismo de cuentapropistas . ¿Deben por alguna razón las instituciones culturales del país renunciar a los deberes que están llamadas a cumplir incluso en el sector no estatal? Para fomentar el conocimiento internacional de la música cubana, ¿es indispensable crear una institución llamada Bis Music? Para organizar un festival de música —internacional, sí, pero en Cuba— ¿es necesario llamarlo Havana World Music?
Mientras el país demora en darse su propia ley lingüística —otras naciones, como Francia, tienen la suya, y con ella defienden su idioma, aunque la Coca Cola insulte con un anuncio insolente el Molino Rojo, uno de los emblemas de París, y su gobierno se pliegue al imperio—, pueden seguir haciéndose algunas reflexiones. Tal vez aquellos nombres citados en el párrafo anterior apunten a una conjunción de entuertos: de un lado, la ya señalada tendencia a suponer que el inglés es la lengua del mundo; de otro, considerar que los hispanohablantes están obligados a entender qué significa music , mientras a los anglohablantes se les debe rendir pleitesía hasta el punto de evitarles invertir tiempo y neuronas en inferir el significado de música .
No cabe confiar acríticamente en que tal fenómeno solo opera entre lenguas diferentes. Una leve observación sugiere que en el propio uso del español remite a herencias del colonialismo: quienes vienen de España a Cuba hacen valer su aparcar y su coche , porque entienden que la población cubana debe saber qué significan esas palabras, o arreglárselas para saberlo. No se les ha de repudiar por ello. La mala señal estriba en las personas de Cuba que, no más llegar a España, renuncian a su parquear y a su carro , que —como aparcar y coche — son también extranjerismos adoptados y adaptados en español.
Cuba tiene sus raíces, sus caminos y su alma cultural, que no la desgajan del mundo, pero le han dado su identidad propia, con la que debe seguir insertada en él. En la atención a esa verdad le corresponde un sitio relevante al conocimiento de los nutrientes que ha recibido de África y de España, los cuales deben y merecen ser tratados con la mayor lucidez. No es cuestión de impostar el ceceo o el melisma andaluz, ni de zarandear nombres de orishas.
Por fortuna, para el cultivo del legado de origen africano que vive en la cultura cubana no ha asomado un desatino como llamar Tambores Batá Cuban Rhythm a una agrupación determinada. Acaso el acierto se base en la noción, o conciencia, de que se abraza y se defiende un elemento que, siendo de primer orden, resultó avasallado. En el plano del idioma —soporte del pensamiento— ese saber puede prevenir contra aberraciones como la antes imaginada a manera de muestra.
Quizás no ocurra exactamente igual en cuanto a la vinculación con la cultura española: esta, por haber sido dominante, durante un largo tiempo y con distintos recursos opresivos se asoció a lo impuesto, aunque tuviera base igualmente en los diversos sectores populares de la metrópoli. Pero, practicado individualmente o por colectivos, es tan legítimo cultivar el legado de los ancestros españoles como el de los africanos. En ese camino, y citando un ejemplo real, existe una compañía danzaria cuyo cometido lo define la denominación Ballet Español , completada con una expresión de raigalidad: de Cuba .
El baile español de España se hace en aquella nación peninsular; el interpretado en Cuba, y a lo cubano, tendrá en ritmo y movimiento, y en espíritu, matices aportados por la nación que lo acoge. Lo aberrante sería que esa agrupación, con vida y sede en Cuba , se denominara Cuba Spanish Ballet, lo que rendiría tributo al “cosmopolitismo” que, curiosamente, se expresa en inglés, como si el español no lo hablara también una de las mayores comunidades de pueblos del planeta. A otros pueblos se les impuso por “legítimo” derecho de conquista el inglés. A Cuba le tocó el español, que hizo suyo: ha enriquecido esa lengua en el medio milenio más importante de su evolución, marcada en 1492 por la edición de su primera gramática y por el encuentro de dos mundos.
Puesto que en lo concerniente al cultivo hoy en suelo cubano del arte de España se ha usado como ejemplo una agrupación real, el Ballet Español de Cuba, también da gusto añadir que su gestor y director no ha incurrido en la incongruencia de colgarle un nombre anglosajón. Pero, si lo hiciera, y las instituciones encargadas de orientar la cultura en Cuba y trazar, establecer y aplicar la correspondiente política cultural, se lo permitieran o fueran insensibles a ese hecho, habría que respetar el derecho de cada quien a enjuiciar tal decisión. Por lo pronto, ¿no habría motivos para poner en duda el tino de semejante bautizo? La duda recaería no solo sobre el guía la agrupación: afectaría de paso a las instituciones mencionadas.
No habría que descartar la influencia de intereses mercantiles en una decisión de ese carácter. No todo el mundo está obligado a tener idéntica formación intelectual que un músico de la talla de Leo Brouwer, ni a compartir plenamente sus criterios sobre la cultura, como el que ha mostrado con respecto a los premios Grammy, de los Estados Unidos. Sin desconocer la altura académica de las autoridades que los dirimen, ha rehusado ir a ese país para recibir el galardón cuando, más de una vez, se le ha conferido. Estima que en el otorgamiento y en la promoción de use lauro —que tan codiciado se percibe— operan no solo razones artísticas, sino también, o sustancialmente, intereses mercantiles. ¿No define un diccionario de lengua inglesa el rótulo Grammy como la marca comercial ( trademark ) de un premio conferido cada año por logros en la industria de la música grabada?
Los demás artistas cubanos que residen en Cuba, y aquí tienen la base fundamental o la raíz de su labor, ¿no deben abrazar la idea de que, triunfen donde triunfen, y vayan adonde vayan, son cubanos ? Es seguro que por lo menos la mayoría lo hace. En sus circunstancias y para moverse principalmente fuera del territorio cubano, fundó en 1931 Ernesto Lecuona —quien, según apunta Radamés Giro en su Diccionario , “nunca actuó con ella”, y pronto la dejó en otras manos— la orquesta Lecuona Cuban Boys. Pero esa estrategia comercial no dio margen para dudar de la nada aldeana cubanía del autor de La comparsa , Siboney , Suite española y la música de María la O , por solo citar algunos ejemplos.
Por su parte, Benny Moré asumió para su orquesta el formato de la jazz band , y la guio y la nombró con un sabor cubano que sigue honrando y alegrando a la nación. Para actuar en Cuba ¿no sería impertinente algo que, gestado en el país y emplazado en él aunque aspirase a hacerlo también en el exterior, se llamara Peter The Lame and His Cuban Drums? Allá quienes consideren ese bautizo más elegante y a la moda que Pedro el Cojo y sus Tambores Cubanos.
Ojalá que lo indeseable expuesto hasta aquí no pasara de enumerar engendros imaginados, sin equivalencia alguna con la realidad. Pero no hay que sentirse tan seguro de que así sea, y este artículo no pretende agotar el tema ni sentar cátedra de ningún tipo. El asunto es complejo y demanda meditación a fondo, de largo alcance. Demanda cultura.
Añádase que la convicción, abonada por la experiencia, de que las prohibiciones pueden ser contraproducentes, no autoriza a rehuir la responsabilidad de aplicar guías culturales lúcidas. Si hay desorden en un área de la sociedad, es probable que lo haya también en otras, y pertenecer laboralmente al sector cultural, e incluso gozar de prestigio artístico, no basta para garantizar que se tenga una acertada preparación cultural y una perspectiva conceptual bien orientada en ese terreno.

Luis Toledo Sande
La Jiribilla

sábado, 22 de abril de 2017

Playa Girón y el carácter socialista de la Revolución cubana




Milicianos al frente. Abril de 1961

En la madrugada del 15 de Abril de 1961 aviones de combate camuflados como si fueran cubanos bombardearon los principales aeropuertos militares de Cuba. Las agencias noticiosas del imperio informaban que se había producido una sublevación de la fuerza aérea “de Castro” y el embajador de Estados Unidos ante la ONU, Adlai Stevenson -expresión del ala más “progresista” del partido Demócrata, ¡menos mal!- trató que el Consejo de Seguridad de ese organismo emitiera una resolución autorizando la intervención de Estados Unidos para “normalizar” la situación en la isla. No tuvo respaldo, pero el plan ya estaba en marcha.
Aquel bombardeo fue la voz de orden para que una brigada mercenaria que con absoluto descaro la CIA y el Pentágono habían venido preparando durante más de un año desembarcara en Bahía de Cochinos, con el declarado propósito de precipitar lo que en nuestros días los melifluos voceros de los intereses imperiales denominarían eufemísticamente como “cambio de régimen.” En Marzo de 1960 -apenas transcurrido poco más de un año del triunfo de la Revolución Cubana- el presidente Eisenhower había firmado una orden ejecutiva dando vía libre para desencadenar una campaña terrorista en contra de Cuba y su revolución. Bajo el amparo oficial de este programa se organizó el reclutamiento de unos mil quinientos hombres (un buen número de los cuales no eran otra cosa que aventureros, bandidos o lúmpenes que la CIA utilizaba, y utiliza, para sus acciones desestabilizadoras) dispuestos a participar de la inminente invasión, se colocó a las organizaciones contrarrevolucionarias bajo el mando de la CIA (es decir, la Casa Blanca) y se crearon varias “unidades operativas”, eufemismo para no llamar por su nombre a bandas de terroristas, escuadrones de la muerte y paramilitares expertos en atentados, demoliciones y sabotajes de todo tipo. Más de tres mil personas murieron en Cuba, desde los inicios de la Revolución, a causa del accionar de estos delincuentes apañados por la el gobierno de un país cuyos presidentes, invariablemente, nos dicen que Dios los puso sobre esta tierra para llevar por todo el mundo la antorcha de la libertad (de mercados), la justicia (racista, clasista y sexista y la democracia (en realidad, la plutocracia). Lo creían antes, y lo creen todavía hoy. Lo creía el católico John Kennedy y el metodista George W. Bush. La única excepción conocida de alguien no infectado por el virus mesiánico es la de John Quincy Adams, sexto presidente de los Estados Unidos, hombre práctico si los hay, quien dijo, en memorable frase, que “Estados Unidos no tiene amistades permanentes sino intereses permanentes,” algo que los gobiernos “pitiyankees” de nuestros países deberían memorizar. (Recordar que este Adams, hijo del segundo presidente de Estados Unidos, John Adams, fue también Secretario de Estado del presidente James Monroe, y colaboró activamente en la formulación de la doctrina que lleva su nombre).
Delincuentes, retomando el hilo de nuestra argumentación, como Luis Posada Carriles -uno de los más conspicuos criminales al servicio del imperio, terrorista probado y confeso, autor intelectual, entre muchos otros crímenes, de la voladura del avión de Cubana en 1976, con 73 personas a bordo- quien hace apenas unos días fue absuelto de todos sus cargos y disfruta de la más completa libertad en los Estados Unidos. Como si eso fuera poco Washington tampoco lo extradita para que pueda ser juzgado en Venezuela, país cuya nacionalidad había adoptado durante el transcurso de sus fechorías. Barack Obama, indigno Premio Nóbel de la Paz, protege a los verdugos de nuestros pueblos hasta el final de sus vidas mientras mantiene en prisión, en condiciones que ni siquiera se aplican a un asesino serial, a los cinco luchadores antiterroristas cubanos. Gesto ignominioso el de Obama, pero que tiene un lejano antecedente: en 1962, luego de la derrota sufrida por el ejército invasor reclutado, organizado, entrenado, armado y financiado por los Estados Unidos los prisioneros que habían sido capturados por las milicias revolucionarias cubanas fueron devueltos a los Estados Unidos ¡para ser recibidos y homenajeados -sí, homenajeados- por otro “progresista”, el presidente John F. Kennedy! El fiscal general de los Estados Unidos, Robert Kennedy, para no ser menos que su hermano mayor, invitó a esa verdadera “Armada Brancaleone” de matones y bandidos a integrarse al ejército norteamericano, cosa que fue aceptada por gran parte de ellos. No sorprende, por lo tanto, que periódicamente aparezcan tenebrosas historias de atrocidades y vejaciones perpetradas por soldados estadounidenses en diversas latitudes, las últimas conocidas hace apenas un par de días en Afganistán y antes en Abu Ghraib; o que durante la Administración Reagan-uno de los peores criminales de guerra de los Estados Unidos, según Noam Chomsky- un coronel del Marine Corps y asesor del Consejo de Seguridad Nacional, Oliver North, hubiera organizado una red de narcotraficantes y vendedores de armas desde su despacho situado a pocos metros de la Oficina Oval de la Casa Blanca para financiar a la “contra” nicaragüense. No le fue tan mal a North después de estallado el escándalo: libró de ir a la cárcel y en la actualidad se desempeña en varios programas de la ultraconservadora cadena Fox News Channel. Estos episodios revelan con elocuencia el clima moral que prevalece en las legiones imperiales.
La derrota de la invasión mercenaria lejos de aplacar al imperio exacerbó aún más sus instintos asesinos: la respuesta fue la preparación de un nuevo plan, Operación Mangosta, que contemplaba la realización de numerosos atentados y sabotajes tendientes a desarticular la producción, destruir cosechas, incendiar cañaverales, obstaculizar el transporte marítimo y el abastecimiento de la isla y amedrentar a los eventuales compradores de productos cubanos, especialmente el níquel. En pocas palabras: preparar lo que luego sería el infame bloqueo integral que sufre Cuba desde los comienzos mismos de la Revolución. Huelga decirlo pero el pueblo cubano -patriótico, consciente y organizado, fiel heredero de las enseñanzas de José Martí- frustró una vez más los miserables designios de la Operación Mangosta. Al día siguiente del bombardeo aéreo del 15 de Abril, en el homenaje que el pueblo de Cuba rendía a sus víctimas, Fidel proclamaría el carácter socialista de la Revolución Cubana con las siguientes palabras: “Compañeros obreros y campesinos: esta es la revolución socialista y democrática de los humildes, con los humildes y para los humildes”. Y el 19 de Abril, en Playa Girón, se libraría el combate decisivo que culminaría con la primera derrota militar del imperialismo en tierras americanas. Latinoamérica, su respiración contenida ante esta reedición del clásico enfrentamiento entre David y Goliat, recibió con inmensa alegría la noticia de la derrota de las fuerzas del imperio, y nuestros pueblos terminaron por convencerse que el socialismo no era una ilusión sino una alternativa real. Otra historia empezaba a escribirse en esta parte del mundo. Durante aquellas históricas jornadas la camarilla contrarrevolucionaria estaba a la espera en Miami, presta para trasladarse a Cuba una vez que los invasores controlasen por 72 horas una “zona liberada” que les permitiera constituirse como “gobierno provisional” y, desde allí, solicitar el reconocimiento de la Casa Blanca y la OEA, y la ayuda militar de Estados Unidos para derrotar a la Revolución. Pero Fidel también lo sabía, y por eso su voz de mando fue la de aplastar a la invasión sin perder un minuto, cosa que efectivamente ocurrió. Parece que en Miami todavía siguen esperando.

Atilio Borón

Playa Girón, los alfabetizadores




Tanque de las fuerzas revolucionarias avanza hacia Playa Girón.

Un hecho significativo en Playa Girón, Bahía de Cochinos, fue cómo ocurrió el primer herido que causaron los invasores, el alfabetizador Valeriano Rodríguez, un adolescente de trece años que educaba en la antes precaria Ciénaga de Zapata.
Cuenta Ángel Fernández Vila, entonces jefe de la Zona de Desarrollo Agrario LV-17, en Aguada de Pasajeros, que los disparos iniciales de la invasión los produjo el 17 de abril a la 1:30 de la madrugada un hombre rana contra la posta de recorrido del puesto de milicias en Playa Girón.
A 56 años del hecho, el entonces jefe de la Reforma Agraria en Aguada, de los primeros en asumir la resistencia, explica que el brigadista, incorporado a la campaña de alfabetización al inicio, se encontraba en el lugar con Mariano Mustelier, jefe del puesto de las milicias en Playa Girón.
Ambos recorrían las postas defensivas del litoral cuando detectaron las señales luminosas de un barco en la distancia, a las cuales respondieron con las luces del Jeep (yipi) en que ellos viajaban, debido a lo cual fueron víctimas de los disparos del hombre rana Grayston Lynch, de identidad estadounidense.
Las descargas del invasor, añade Fernández Vila, destrozaron los faroles y el parabrisas del vehículo e hirieron al adolescente alfabetizador. Luego de responder el fuego del atacante, Mustelier se digirió al puesto de la milicia, para dejar al alfabetizador herido y retornar luego a combatir en la playa con algunos de sus compañeros.
A la misma hora de la madrugada, se inició la resistencia en Playa Larga, gracias a la previsión de Ramón Gonzales Suco, jefe de los defensores de aquella otra ensenada hacia la cual también se dirigieron los invasores.
Él les había dicho a sus compañeros: “Vamos a reforzar la guardia esta noche y a hacerla en dúos, porque la cosa no esta buena”.
En cada pareja integrada por sus cuatro milicianos, más dos alfabetizadores, uno vigilaría y otro estaría preparado con la microonda, ‘no fuera a ser que pasara algo’, capacidad de previsión que los atacantes y sus organizadores no calcularon.
Al respecto son ilustrativas las confesiones al Comandante en Jefe Fidel Castro hechas por Erneido Oliva, segundo jefe de la invasión y exoficial de la dictadura de Fulgencio Batista, quien admitió que el fracaso se debía a la desinformación que había logrado la propaganda enemiga entre los sectores más agresivos de la emigración.
Aclara Fernández Vila, participante en el hecho, que el prisionero admitió haber creído que el pueblo los esperaba y los recibiría como a ‘libertadores’, por lo que también dedicó buena parte de su confesión a acusar al presidente John F. Kennedy, debido a que no brindó el apoyo aéreo prometido a la brigada invasora ni envió al ejército de Estados Unidos.
La pequeña fuerza del Puesto de Observación de Playa Larga, que integraban asimismo Israel Hernández, Antonio Quintana, Rafael Jaramillo y Ricardo García, contó sin embargo con la precaución de que la situara allí el capitán Ramón Cordero Reyes, jefe del Batallón 339.
Junto con ellos, al anochecer se incorporaron, al puesto de los milicianos, los alfabetizadores Ezequiel González Días y José Orlando Ruiz, quienes educaban en los lugares inmediatos conocidos como playa La Máquina y Los Hondones.
Sobre la agresión, también cometida contra educandos y jóvenes educadores, el testimonio del alfabetizador Jorge Suárez García resulta crucial en las vidas del comandante Evelio Saborit, Fernández Vila y sus acompañantes y evidencia la capacidad de aquellos adolescentes cubanos para asumir los riesgos necesarios.
Cuenta Jorge que el 17 de abril impartió por la noche sus clases y se fue a dormir, pero Francisco Ricarde, en cuya vivienda se albergaba, le sacudió la hamaca en la madrugada, prácticamente en el horario en que ambos acostumbraban iniciar sus labores en campos de la ciénaga.
Pancho, como se identificaba al campesino, lo sacó de su confusión cuando le replicó: “Hay un barco cañoneando en la costa, en Girón”. Ambos se dirigieron al batey conocido como La Ceiba, donde se encontraron con un grupo de hombres reunidos. Entre todos acordaron hacer guardia y marchar al amanecer hacia San Blas, pequeño poblado próximo, para obtener armas.
En el año 2017 recuerda que al llegar el vehículo que debía transportarlos alguien dijo: “El brigadista que no vaya; es un niño”, a lo que él replicó mostrándole a “Pollo, el jefe de la milicia en La Ceiba”, el carné de miliciano que aún conserva. A lo que añade: “Sin hablar más me subí al camión”.
Por el camino observaron cómo uno de los paracaidistas lanzados, que inicialmente consideraron propio, descendió en caída libre, hecho que lamentaron, sin saber que aquel era uno de los invasores -“un sacerdote”, explica ahora-, que salvó la vida herido y luego resultó prisionero.
Recuerda que al llegar al lugar de destino, cuando tenía ya un pie en la goma del camión para descender, “comenzó un tiroteo súbito de ráfagas de ametralladoras”. Confiesa que por primera vez vio a los mercenarios, a lo que añade: “Tres personas corrimos hacia la carretera y, en ella, nos tendimos sobre la cuneta, debido a un nuevo número de ráfagas”.
Los disparos fueron reiterados, al extremo de que, “al pararnos para cruzar la carretera, los proyectiles dieron tan cerca de mí, que sentí en mi pierna derecha, sobre todo, los impactos de pedazos de esta, desprendidos al chocar las balas sobre ella”.
Jorge y dos más, uno de ellos nombrado Caín, aunque “mejor debió llamarse Abel”, armado con un revólver calibre 38, se desplazaban por la maleza paralela a la vía de San Blas a Bermeja cuando escucharon voces próximas, sobre las cuales se propusieron indagar.
“Sin previa consulta”, añade hoy, “me arrastré cautelosamente hacia donde terminaba la maleza y comenzaba la cuneta para observar quiénes venían. ¡Qué alivio! Vi algunos con nuestros uniformes, otros vestidos de civil, con picos y palas y algunos fusiles”.
Sobre lo cual agrega: “Con el ímpetu de mi edad, me quité la camisa azul de milicia y salí agitándola al aire hacia el centro de la carretera. Sentí que rastrillaron armas, pero de ahí no pasó. De repente comprendieron de qué bando estaba yo. Caín, poblador de la ciénaga, y mi otro compañero salieron también al encuentro”.
Les explicaron a quienes arribaban que no podían continuar hacia San Blas, tomado por los invasores. Al frente del grupo, añade, se encontraban el comandante del Ejército Rebelde Evelio Saborit y el entonces responsable del INRA en la Ciénaga de Zapata, Ángel Fernández Vila, junto con varios combatientes, civiles y alfabetizadores que se les habían unido en Cayo Ramona.

Ernesto Montero Acuña