viernes, 27 de noviembre de 2009

Llama Hart a los jóvenes a preservar la memoria histórica



Armando Hart Dávalos afirmó que las futuras generaciones de cubanos jamás perdonarían que los jóvenes de hoy desconozcan u olviden sucesos trascendentales, con un peso decisivo en el desarrollo de su conciencia política.
Quienes han de continuar la obra de la Revolución deben prepararse.
A los "pinos nuevos" habló el Presidente de la Sociedad Cultural José Martí y, en especial, a los miembros del Consejo Nacional del Movimiento Juvenil Martiano, reunidos en la capital y que acordaron llevar adelante el "Diálogo de generaciones" propuesto por Hart, para la preparación de quienes han de continuar la obra de la Revolución.
El también director de la Oficina del Programa Martiano agradeció el compromiso sellado ayer, de llevar el proyecto hasta el más apartado rincón del archipiélago y a cada niño, adolescente y joven, para aprender todos de la historia y de aquellos hombres que, incluso al precio de sus vidas, han hecho de Cuba una patria libre y soberana.
Una de las muchas vías es el contacto con esa memoria viva que representan los miembros de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, y Hart exhortó a ir al encuentro de los miles de protagonistas de esa importantísima etapa de la historia de Cuba, "la que nos condujo al triunfo definitivo del Socialismo".
Estudiar, conocer, reflexionar, comprender: a todo eso contribuye el Movimiento Juvenil Martiano, y a formar sentimientos humanistas, patrióticos y revolucionarios en niños, adolescentes y jóvenes, a partir del pensamiento de José Martí, los próceres de nuestra libertad y las enseñanzas de Fidel y Raúl, enfatizó.
Meses atrás, al hacer la propuesta, el destacado intelectual cubano calificó de vital un diálogo sistemático de generaciones, en el que participen "quienes traemos la experiencia vivida en el siglo XX y los que vivirán bien entrado el siglo XXI".
Y precisamente, al doctor Armando Hart, en su cumpleaños 80, y al Museo Casa Natal de José Martí, a propósito del aniversario 85 de su fundación, estará dedicado el XXXVI Seminario Nacional Juvenil de Estudios Martianos, previsto para junio del 2010.
Por aclamación se llegó a este acuerdo y en la reunión también fue suscrito un convenio de trabajo con la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), que tiene entre sus objetivos estructurar la labor del Movimiento en el sector cooperativo y campesino, con un universo de más de 20 000 jóvenes. (AIN)

María Elena Álvarez Ponce

martes, 24 de noviembre de 2009

Homenaje a Casa de las Américas del Ballet Nacional de Cuba



Alicia Alonso y el Ballet Nacional de Cuba rendirán homenaje a los 50 años de Casa de las Américas, con una gala el próximo día 29 en la sala García Lorca, del Gran Teatro de La Habana.
El programa, que estará también en cartelera el sábado 28, incluye Elegía por un joven, Fabio Di Celmo In Memoriam , coreografía de Alicia Alonso, con música de Antonio Vivaldi y vestuario de Pedro Moreno.
Esta obra, dedicada a Fabio, el joven italiano asesinado por acciones terroristas contra Cuba en el Hotel Copacabana, muestra personajes simbólicos que representan algunos valores morales o humanos de su época.
También se anuncia Lucía Jerez, ballet en un acto y tres escenas, inspirado en un libreto de Fina García Marruz sobre la novela Lucía Jerez, de José Martí, coreografía de la prima ballerina assoluta, música de Enrique González Mantici y diseños de Frank Álvarez.
Fundada en 1959 por Haydee Santamaría, y actualmente presidida por Roberto Fernández, la Casa de las Américas divulga, investiga, auspicia, premia y publica la labor de escritores, artistas de la plástica, músicos y teatristas.
De igual modo acoge a estudiosos de la literatura y las artes, cuya comunicación fomenta el intercambio con instituciones y personas de todo el mundo.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Sobre la revista Casa de las Américas



Palabras leídas por Roberto Fernández Retamar el 19 de noviembre de 2009 en la cuarta jornada del Encuentro de Revistas Caribeñas, realizada en la Casa de las Américas

Desde hace tiempo, la revista Casa, como se la suele llamar, se presenta como «Órgano de la Casa de las Américas», es decir, de la institución en su conjunto, cuyo nombre lleva. Pero ella coexiste con otras revistas centradas en áreas parciales. Así, en 1964 comenzó a publicarse Conjunto, revista de teatro latinoamericano y caribeño; en 1970 vio la luz el Boletín Música, que se interrumpió en momentos duros del «período especial en tiempo de paz» y reapareció en 1999; en 1981 inició su vida Anales del Caribe, y en 2003 lo hizo la revista electrónica Arteamérica (el intento anterior de una revista en papel sobre artes plásticas no pasó de un número).
Y a lo largo de no pocos años, la Casa coeditó, junto con la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, la excepcional Criterios. Revista Internacional de Teoría de la Literatura y las Artes, Estética y Culturología, cuyos materiales, como lo indica su título, suelen desbordar a la América Latina y el Caribe, y es la hechura del ensayista, editor y traductor Desiderio Navarro. En la actualidad, la revista es publicada por el Centro Teórico-Cultural Criterios, que dispone de sede propia.
Ciñéndome a Casa, cuando la dinámica compañera Yolanda Wood me invitó a escribir este trabajo, lo primero que se me ocurrió fue buscar lo que diversos estudiosos escribieron sobre la revista. A ella se le han consagrado tesis en Universidades de varios países de América y Europa, y ensayos penetrantes. No he recurrido a aquellas, pero sí a estos, especialmente a los de Luisa Campuzano y Ambrosio Fornet, que fueron dados a conocer, respectivamente, en 1996 y 1997, y serían editados juntos por el Centro Juan Marinello en 2001 con el título La revista Casa de las Américas: un proyecto continental. Aconsejo vivamente su consulta.
Al volver a leerlos, no buscaba datos que conozco bien, sino una objetividad que no puede esperarse de mí. Pues si la revista Casa de las Américas va a cumplir dentro de unos meses medio siglo (este Encuentro puede considerarse el inicio de la conmemoración), he pasado más de la mitad de mi larga vida dirigiéndola. Hablar de ella es para mí inevitablemente, al menos en parte, evocar experiencias propias.
Pasaré rápidamente por la mención de algunas revistas que me fueron importantes: Alba, de la que fui desde 1947 jefe de información y para la cual entrevisté a Ernest Hemingway en 1948; Orígenes, en la cual colaboré desde 1951, y en cuyo «taller renacentista», al decir de José Lezama Lima, aprendí a hacer revistas; Nueva Revista Cubana, donde en 1959 sucedí a Cintio Vitier como director; Unión, que entre 1962 y 1964 codirigí con Nicolás Guillén, Alejo Carpentier y José Rodríguez Feo.
Y mencionaré también proyectos en que participé de editar una revista latinoamericana: primero con Édouard Glissant, en París, en 1960; luego con María Rosa Oliver, Ernesto Sábato, Abelardo Castillo y otros jóvenes de El Escarabajo de Oro, en Buenos Aires, en 1961; y por último, bajo la prevista dirección de Miguel Ángel Asturias, en un Congreso del Columbianum, de Génova, en enero de 1965. Ninguno de esos proyectos se hizo realidad. Por lo que se comprenderá mi alegría cuando en marzo de ese año 1965 la gran compañera Haydee Santamaría me ofreció dirigir Casa de las Américas.
A estas alturas, noviembre de 2009, la revista ha publicado ya doscientos cincuenta y seis números, y al empezar a dirigirla yo, tenía veintinueve (algunos, dobles). En los primeros dieciséis números de la revista aparecía como directora la compañera Haydee, por serlo de la institución; luego, hasta el número 28-29, encabezó el consejo de redacción. Las labores editoriales las habían desempeñado los escritores Fausto Masó (quien abandonó el país en 1961), Pablo Armando Fernández y, sobre todo, Antón Arrufat.
Cuando Haydee decidió que yo asumiera la dirección, me propuse conservar, y si era posible aumentar, el buen nivel literario de la revista, de lo que fue ejemplo mayor el número 26 (octubre-noviembre de 1964), preparado o auspiciado por Ángel Rama, que incluyó su ensayo justamente famoso «Diez problemas para el novelista latinoamericano», y textos de Carpentier, Cortázar, Onetti, Sábato, Fuentes, Vargas Llosa, Arguedas, Rulfo: es decir, ejemplos de la Nueva novela latinoamericana (así se llamó la entrega), que empezaba a ser reconocida mundialmente, y además comentarios sobre aquellos autores. Me propuse también subrayar más la presencia de nuestra América en la revista y su aspecto ideológico.
Casi todos los materiales del que sería el número 30 (mayo-junio de 1965) los habían compilado Manuel Galich y Jaime Sarusky, quienes me los hicieron llegar. Añadí a dichos materiales una nota que escribí sobre el Congreso del Columbianum, una declaración emanada de él y un editorial que concluía así:
Coincide este número con la presencia de una nueva directiva en la revista. Esperamos en entregas posteriores, de acuerdo con sus principios y con la valiosa tarea ya cumplida por la Casa de las Américas, seguir incrementando los nexos con nuestras Américas, las que del río Bravo a la Patagonia son una, decía Martí, «en el origen, en la esperanza y en el peligro»: los países que ahora llaman subdesarrollados, llenos de conflictos y de porvenir, a los que estamos entrañablemente unidos, y de cuya comunidad de creación artística, intelectual, humana, como de sus problemas más reales no hay fuerza capaz de separarnos. Es tarea creciente de esta revista contribuir a ratificar esa identificación.
Además, sustituí el llamado consejo de redacción, al que Haydee no quiso seguir perteneciendo (lo formaban también Ezequiel Martínez Estrada, Manuel Galich, Julio Cortázar, Enmanuel Carballo, Ángel Rama y Sebastián Salazar Bondy), por un comité de colaboración similar al que había visto en la revista Sur, lo que se correspondía más con lo que se esperaba de sus miembros. Estos, además de los mentados, llegaron a incluir a Mario Benedetti, Roque Dalton, René Depestre, Mario Vargas Llosa, David Viñas, Jorge Zalamea y los cubanos Edmundo Desnoes, Ambrosio Fornet, Lisandro Otero y Graziella Pogolotti. Martínez Estrada, Salazar Bondy y Zalamea fallecieron siendo miembros.
En tres ocasiones, en 1967, en 1969 y en 1971 se reunió en La Habana el comité, y emitió declaraciones importantes. En cuanto al editorial, fue el primero de los numerosos que escribí en lo adelante, y para los cuales conté con la muy valiosa colaboración de Haydee y Galich.
Pero aunque yo aparecía como director en ese número 30, el primero que realmente preparé fue el 31 (julio-agosto de 1965). Allí se incluyeron, entre otros textos, un ensayo cuyo original en francés me había dado a conocer Régis Debray en París, en enero de 1965, e hice traducir al español: «América Latina: algunos problemas de estrategia revolucionaria», una nota mía sobre la edición cubana de Los condenados de la Tierra, de Frantz Fanon, y un largo editorial sobre (contra) la invasión estadunidense a la República Dominicana. Eran muestras del sesgo ideológico que quise incrementar en la revista, pero que ya existía en ella, como lo prueban entregas como la dedicada a la invasión a Cuba de 1961 (número 6, mayo-junio de 1961) y una vibrante nota que encabezó al mencionado número 26.
En aquel número 31 aparecieron poemas que, a solicitud mía, me había enviado desde la India Octavio Paz. En la entrega comencé a anunciar revistas afines (primero solo del área, y luego también de otros países) e hice renacer una sección miscelánea titulada «Al pie de la letra», que, hecha por Jorge Timossi y Lya de Cardoza, había aparecido en el número 27 (diciembre de 1964), y con el nombre «Avisos» existió antes en la Nueva Revista Cubana.
Aunque en el número 31 de Casa tal sección fue escrita solo por mí (sin firma, como los editoriales), más tarde la redactarían también, o sobre todo, quienes han compartido o comparten conmigo las tareas editoriales de la revista (entre ellos Orlando Alomá, Ramón López, Adolfo Cruz-Luis, Emmanuel Tornés, Fernando Butazzoni, Arturo Arango, Esther Pérez, Luis Toledo Sande, Aurelio Alonso) y además compañeros como Roque Dalton, Guillermo Rodríguez Rivera y Jorge Timossi. Allí se da cuenta de novedades en la vida cultural de la región, incluyéndose saludos a otras revistas, premios, obituarios, polémicas, temas candentes.
Por último, a partir de ese número 31 los textos aparecieron dentro de secciones con los títulos «Hechos/Ideas», «Ficción» (que luego se llamó «Letras»), «Notas», «Libros», «Al pie de la letra», «Colaboradores/Temas». Se trataba de algo que, con variantes, Cintio había empleado en la Nueva Revista Cubana, y era habitual en otras revistas, como Cuadernos Americanos.
Con el tiempo, fueron apareciendo en Casa otras secciones. Habiendo usado ya la denominación «Páginas salvadas» en la Nueva Revista Cubana, la trasladé a Casa. El propósito era (es) acoger en ella textos inéditos o poco divulgados. (A su equivalente en el Anuario del Centro de Estudios Martianos la llamaría después «Vigencias».) Por razones obvias se crearon secciones como «Entrevistas», «Cartas», «Otros libros» «Artes plásticas», «Testimonio». Habiendo recibido el trabajo de Lezama «La pintura y la poesía en Cuba (siglos XVIII y XIX)», que yo vacilaba entre incluir en «Hechos/Ideas» o en «Letras», creé otra sección, que solo duró un número, con el nombre «Paralelos». Evidentemente, la solución satisfizo a Lezama, pues en su libro La cantidad hechizada, de 1970, incluyó el texto con el nuevo título de «Paralelos. La poesía y la pintura en Cuba (siglos XVIII y XIX)».
Una cuestión similar, referida esta vez a un texto de Coronel Urtecho, llevó a titular la nueva sección «Figuraciones». Otra sección fue «Últimas de la Casa», que terminó llamándose, más cuerdamente, «Recientes y próximas de la Casa». En ella se da cuenta del múltiple quehacer de la institución. De vez en cuando aparecen secciones como «Nueva actualidad», con páginas de ayer que han vuelto a echar chispas; «Flechas», con ensayos discutidores; «Con ojos de esta América», para visiones nuestras de países lejanos; «Documentos», textos que lo sean.
En el notable número 36 (enero-febrero de 1968), dedicado al Che tras su asesinato, y de nuevo en el homenaje que se rindió a Benedetti en el reciente número 256, aparecen secciones con los títulos «Mensajes» y «Recuerdos». Debido a circunstancias evidentes, hubo secciones llamadas «V Centenario», «Para los siglos de José Martí», «Hacia el 98» «Che siempre». No es posible agotar, pues es inagotable, el número de las secciones habidas y por haber.
He hablado de la arquitectura de la revista y es necesario que mencione, menos metafóricamente, su aspecto formal, que, después de intentos varios, le dio, durante veinte años, Umberto Peña. Él había comenzado a diseñar la revista inmediatamente antes de que yo empezara a dirigirla, pero su gran desarrollo ocurrió en esos veinte años en que trabajamos juntos. Recuerdo cómo entusiasmaba a Haydee y a Cortázar la imaginación feliz de Umberto. Al dejarnos él, después de algún tiempo de desvaríos o logros menores, hace años la diseña con eficacia Ricardo Rafael Villares.
Y del continente pasemos al contenido. Mirando la revista en conjunto, creo poder decir que, en los momentos más afortunados, ella se hizo y se hace con la perspectiva ideológica propia de la Revolución Cubana, la cual, desde el comienzo hasta hoy, ha reconocido, por boca de Fidel, la autoría intelectual de José Martí, y en abril de 1961, la víspera de la invasión mercenaria, se proclamó, además, socialista. Aquella perspectiva, que encarnó inolvidablemente, al frente de la Casa, Haydee, se corresponde con lo que Cintio Vitier llamó «un marxismo martiano», ajeno al dogmatismo que acabó por hacer estallar en Europa al mal llamado socialismo real; y ajeno también a una visión aldeana de la magna herencia del Apóstol. Por eso el énfasis se ha puesto y se pone en producciones y cuestiones de lo que Martí llamó nuestra América, y en algunas ocasiones más allá de ella, en aportes que tenemos el deber de difundir. Hablo de perspectiva editorial, no de los textos, con distintos horizontes.
Escogeré como ejemplos algunas entregas que dan fe de lo dicho. Así, las dedicadas a estudiar, a menudo más de una vez, a Bolívar, al propio Martí, a la presencia de África en América, al Quinto Centenario del Cubrimiento de América, al 98, a la lucha por la independencia de Puerto Rico, a los sucesos de Chile (primero a la victoria de la Unidad Popular, y luego, con el título Chile vencerá, a la tragedia del pinochetazo), al triunfo de la Revolución Sandinista en Nicaragua, al bicentenario de la independencia de Haití, a cultura y revolución en la América Latina, a la situación del intelectual latinoamericano, a la mujer, a la nueva poesía, a la nueva crítica literaria, al imperialismo y los medios masivos, a los chicanos, a la mayor parte de los países de nuestra América, incluyendo la zona del Caribe anglófono: este último, uno de nuestros mejores números, el cual, junto con el que recogió las intervenciones del coloquio sobre la cultura caribeña que se celebró en la Casa durante el tercer Carifesta, preludiaron las labores del Centro de Estudios del Caribe.
En algunos casos se ha rendido homenaje a figuras como Ezequiel Martínez Estrada, el Che, Fernando Ortiz, Jorge Zalamea, Juan Marinello, Haydee Santamaría, Efraín Huerta, Nicolás Guillén, Julio Cortázar, Manuel Galich, José Lezama Lima, Ángel Rama, Eliseo Diego, José Antonio Portuondo, Florestan Fernandes, Octavio Paz, Cintio Vitier, Darcy Ribeiro, Camila Henríquez Ureña, Roque Dalton, Paco Urondo, Fayad Jamís, Edgar Bayley, Luis Rogelio Nogueras, Raúl Hernández Novás, Roberto Matta o Mario Benedetti.
En otros números se conmemoraron los centenarios de Rubén Darío, Pedro Henríquez Ureña, Alfonso Reyes, Gabriela Mistral, César Vallejo, Pablo Neruda, Alejo Carpentier, Raúl Roa. Una decisión equivocada llevó a no incluir en la revista las conferencias que se ofrecieron en el encuentro con que la Casa conmemoró el siglo de José Carlos Mariátegui.
En ocasiones dedicamos números sobre estructuralismo, estética y semiótica en sus relaciones con el marxismo, y varios al tema del posmodernismo: en primer lugar, con el ensayo revelador de Fredric Jameson, y luego con colaboraciones de autores como Adolfo Sánchez Vázquez, Ticio Escobar o Nelly Richard.
Hemos salido fuera de las fronteras americanas para dedicar entregas al Primer Festival Panafricano de Cultura, a Lenin en su centenario, a Vietnam durante su guerra, a «cosas de españoles», a textos canadienses. Y no solo hemos rendido homenaje a figuras consagradas, sino que hemos estado y estamos abiertos a nuevos valores: los Julio Cortázar, Ángel Rama y Roque Dalton de mañana —o de hoy. Casa ha vivido lo bastante como para ver renovarse las oleadas de creadores.
Quiero volver a recordar que la revista Casa es órgano de la Casa de las Américas. Es decir, no es la obra de una persona, ni de un grupo, ni de una generación. Lo es de una institución que fue creada a menos de cuatro meses del triunfo de la Revolución Cubana, y estuvo encabezada desde entonces hasta su trágica muerte en 1980 por una protagonista deslumbrante de esa Revolución, la compañera Haydee Santamaría. Quien fue hasta 1959 una figura de primer orden en el proceso que condujo al triunfo revolucionario de ese año, sería después, además, una formidable organizadora cultural.
Más de una vez he evocado cómo seres de la complejidad de Julio Cortázar o Roberto Matta la escuchaban como hechizados, como si oyeran a una sibila. Y, al menos en parte, me parece que eso fue ella. Su sabiduría no la había adquirido en centros académicos, sino en una existencia vivida con intensidad, apasionadamente, al borde de lo imposible. Ella constituyó, para quienes tuvimos el privilegio de trabajar bajo su conducción, un vínculo profundo con lo esencial de la Revolución Cubana.
En lo que toca a la revista, cuando ya no aparecía como su directora ni al frente de su consejo de redacción, su conducta fue, sin embargo, decisiva. No había cuestión que yo le consultara que no recibiese de ella un comentario agudo. A veces me llamaba para preguntarme por qué hacía tiempo que no le planteaban problemas sobre la revista: ¿es que me estaba adocenando? Y gracias a ella, como he dicho, nos llegaba directamente el pulso afiebrado de la Revolución, la cual no ha sido, no es un paseo por un jardín: más bien el trepidamiento de lo que brota en busca de la luz, así sea en algunos casos de modo imperfecto.
Me gusta recordar la sentencia de Tagore según la cual cuando se cierra la puerta a todos los errores, también la verdad se queda fuera. No sé si Haydee conocía esa sentencia, pero sé que le fue fiel. La audacia le era consustancial, al igual que el valor, la necesidad de justicia y la devoción por Fidel. Cuando tuvo lugar el desdichado «caso Padilla» y cuando se realizó en 1971 el no menos desdichado Congreso de Educación y Cultura, que nos empobrecieron, Haydee, en vez de darle la espalda a la Casa, se hizo presente en ella más que nunca antes. Estoy seguro, como he sostenido en otras ocasiones, de que gracias al prestigio revolucionario de Haydee la Casa, aunque padeció estrechamientos, sobrevivió con decoro a lo que Ambrosio Fornet llamaría después, desde las páginas de la propia revista Casa, «el Quinquenio gris».
Como órgano de la Casa de las Américas, es natural que la revista Casa se haya hecho eco de las muchas tareas acometidas por la institución o realizadas en el país. Entre las primeras, menciono al pasar, sin mucho orden, los dos Encuentros de intelectuales por la soberanía de los pueblos de nuestra América; las reuniones realizadas durante las labores de los Premios (en primer lugar, el de literatura); Encuentros como el de la Canción Protesta, que daría lugar a la Nueva Trova, los de plástica latinoamericana y caribeña, el convocado por el Centro de Investigaciones Literarias sobre crítica, los dedicados a estudios sobre la mujer, los centrados en la Amazonia; encuestas como la realizada por Carlos Núñez sobre el papel de los intelectuales en los movimientos de liberación nacional; la mesa redonda que tuvo lugar en el estudio de Mariano con la presencia de Roque, Depestre, Edmundo, Ambrosio, Carlos María Gutiérrez y yo, y se publicó con el título «Diez años de Revolución: El intelectual y la sociedad».
En cuanto a realizaciones en el país, son de destacar las páginas sobre reuniones políticas, el Congreso Cultural de La Habana (1968) o el XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes (1978); y también sobre el centenario de la primera guerra de independencia cubana, aniversarios cerrados del 26 de Julio y del triunfo de la Revolución, o, con más de una gota de humor, la experiencia de una escuela militar a que asistimos profesores y alumnos universitarios.
No puedo dejar de mencionar discusiones a las cuales la Casa y la revista que es su órgano se han visto envueltas. En una larga entrevista que me hizo Jaime Sarusky para el número 200 de Casa, recordé que algunas de tales discusiones no nacieron en la revista, pero no permanecimos ajenos a ellas. Y mencioné entonces tres de esas discusiones: las que tuvieron que ver con la revista Mundo Nuevo, con la carta abierta a Pablo Neruda en 1966 y con el «caso Padilla».
En cuanto a lo primero, se trató de la impugnación de una revista editada en París por el anticomunista Congreso por la Libertad de la Cultura, que había sido creado por la CIA en medio de la Guerra Fría. Ángel Rama inició esa impugnación y lo acompañé en la faena. Pero las cartas cruzadas entre el director de Mundo Nuevo y yo, publicadas en muchos países, no lo fueron en Casa, donde sí apareció el ensayo de Fornet «New World en español», mientras los incidentes de la polémica se mencionaron en la sección «Al pie de la letra». Hoy se cuenta con un libro excelente de María Eugenia Mudrovcic sobre esa tortuosa revista.
La carta abierta a Neruda, de hace cuarenta y tres años, apareció primero en Granma y fue republicada en Casa. En sus memorias, Llover sobre mojado, Lisandro Otero contó cómo fue una decisión de la dirigencia revolucionaria que nos dio a conocer el presidente Osvaldo Dorticós a varios escritores. Eran momentos de grandes tensiones en el seno de la izquierda, cuando Cuba, esperanzada en los movimientos guerrilleros, organizó la Conferencia Tricontinental en 1966, y en 1967, estando el Che en Bolivia, la reunión de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS): esta última, presidida por Haydee. Los muchos años pasados no han borrado el malestar de algunos ante lo que fue, hay que reconocerlo, un error de nuestra parte, pues no debió haber sido una carta abierta a un escritor firmada por otros escritores lo que nació de una diferencia partidista: la cual, por añadidura, se disiparía con el tiempo.
En lo tocante a Padilla, también fue objeto de un tratamiento equivocado, aunque, lateralmente, diera ocasión a algunos planteos justos contra el llamado colonialismo cultural y separó, como comentó Cortázar, la paja del grano. Pero en general nos costó caro, y apartó de la Revolución no solo a oportunistas que se revelaron derechistas, sino, por un tiempo al menos, a amigos valiosos. Las dos cartas abiertas a Fidel que se publicaron entonces copiosamente por la prensa occidental, y en particular la postura de Mario Vargas Llosa, llevaron a la disolución del comité de colaboración de Casa. Ya en enero de 1971, dada la heterogeneidad de sus integrantes, la tercera declaración de dicho comité había planteado la necesidad de ampliarlo mucho. Meses después los hechos se precipitaron, y en vez de ampliación hubo disolución. Años más tarde, reapareció un consejo de redacción integrado por intelectuales que trabajan en la Casa.
La evocación de Haydee obliga a recordar que tras su muerte, en 1980, asumió la presidencia de la Casa el gran pintor Mariano Rodríguez; y que cuando este a su vez se retiró, en 1986, pasé a ocupar su lugar. Ambos habíamos sido vicepresidentes de Haydee. Nunca pensé que yo iba a presidir la Casa, pues Haydee, como todo lo que se ama mucho, me parecía inmortal. Y en un momento creí que, siendo yo presidente, debía dejar a otro la dirección de la revista Casa. La medida se reveló desacertada, y volví a ejercer la dirección.
Para entonces, el país había entrado en el «período especial en tiempo de paz», que implicó escaseces de todo tipo. Ya mencioné que interrumpió la publicación del Boletín Música. En lo que toca a la revista Casa, por el momento (hasta hoy) dejó de aparecer cada dos meses para hacerlo cada tres, y disminuyó sensiblemente su tirada. Es meta nuestra retomar las condiciones previas a dicho período especial.
Así llegamos al presente. Más temprano que tarde tanto la dirección de la revista Casa como la presidencia de la institución pasarán a manos jóvenes, pues es obvio que los viejos no podemos ser la esperanza del mundo. Ya están aquí, y otros/otras no tardarán en llegar, quienes encenderán nuevos fuegos. Por mi parte, lo último que diré ahora es que confío en que serán dignos de trabajar donde lo hizo un ser como Haydee, y que espero que entre sus divisas pueda encontrarse la glosa del poema de Whitman según el cual quien toca a una revista verdadera toca a muchos hombres y muchas mujeres.

Roberto Fernández Retamar
La Ventana

domingo, 15 de noviembre de 2009

Visita a Fidel su mejor médico



Canto íntimo XIII

“Te necesitamos Fidel para seguir empujando el Sol”

Hugo Chávez (1ro Sept. 2006)

En una camita, en un sillón blanco de mimbre y en un vaso de agua se hizo la pequeña fiesta que todos los revolucionarios del mundo estábamos esperando para terminar este voraz agosto.. La fiesta que necesita mi niño para que su madre vuelva a colocarle en unos días su mochila al hombro sin lagrimear y poder ir a la escuela; la fiesta que lo mejor de la raza humana contemporánea esperaba para terminar este caliente y convulso verano del hemisferio norte.
Hugo Chávez después de su maratónica gira por Asia, África y el Medio Oriente, no se quiso regresar sin ver a Fidel.
Siempre cargado de esa sonrisa que parece cubrir toda su estampa. Esta vez de camisa negra, pero no por el luto de la muerte, estoy segura que detrás, escondidita en esa camisa viaja lo mejor de la tradición anarquista, tal cual exhiben ese color, aunque los doctrinarios me griten lo contrario, el bosque de banderas del Malecón habanero, que ocultan las oraciones mal redactadas de los que aspiran a destruir con tecnología nuestra revolución. Para acabar con nosotros (al decir en buen cubano), se necesita algo que no se vende en las farmacias más sofisticadas, algo que anda entre rodilla y cinturón.
Chávez fresco y burlón como siempre, osa despertar a Fidel, el cual para asombro de todos nosotros se incorporó como el guerrillero que es. Eso sí, más delgado, tal vez por el camisón tan holgado, pero de una felicidad incontenible, que de milagro no hizo explotar la pantalla de mi tele.
Confieso que, con ese nivel de felicidad íntima pocas veces lo había visto. Esa felicidad que roza el lindero de la melancolía, ese sentimiento húmedo, dulce, contemplativo ¡Ah Chávez gracias por este nuevo regalo! Haz compuesto mi triste verano.
En la habitación andaban todos. El compañero Raúl, el cual realmente desarrolló un excelente trabajo en espera de la tormenta tropical Ernesto ¡Mire Usted qué nombre para una tormenta! Sí. Ernesto azotó a Cuba y al mundo, pero en lugar de lluvia la inundó de esperanza y en lugar de viento la cubrió de valor.
Ese Ernesto Guevara que se nos fue, puede ser que haya querido visitar la Sierra Maestra, y de ahí se fue al mar. Y el Che estuvo en la conversación entre Chávez y Fidel. Fidel mencionó en su linda carta escrita con destreza a Bolívar, a Martí y a Sucre y Chávez le dijo ¿¡Y el Che!? “Sí claro , el Che!” -contestó Fidel.
El equipo liderado por el compañero Raúl realizó un trabajo excelente en los preparativos para el ciclón. Con mucha valentía se habló de los posibles errores cometidos durante del pasado huracán Dennis donde perdimos a 17 compatriotas. Lage por su parte, está combatiendo a este infeccioso mosquito del dengue, que quiere llevarnos más gente. Mi país marcha y marcha bien….Pero necesitamos de Fidel. Eso nadie lo oculta. Por eso estaban todos juntos en el cuartito. Esperando que septiembre se nos abra con la Cumbre de los No Alineados lleno de buenos votos.
Como consideramos que Fidel es de la familia; es normal que en la calle a usted le pregunten “Oye chica, ¿cómo estará el Caballo? Y lo curioso es que respondemos, sabiendo exactamente ni más ni menos de lo que sabe el que interroga. “Va mejorando, dicen que ya camina” Usted puede preguntar o puede responder. Es una especie de comunión.
Todos asumimos que su salud es el último recurso del enemigo, entonces tal cual una trinchera, debe ser secreta.
Las manos fuertes y morenas de Chávez, manos de militar estrecharon las delgadas, largas y misteriosas manos de Fidel en un acto simbólico, más allá de cualquier religión. Chávez no ora por Fidel tan sólo en la Montaña de China, ni en el Convento ni en las catacumbas cristianas, ora (¡y más le vale!) en los actos concretos y los pasos decisivos que dé para profundizar la revolución en América y el mundo.
Creo que nunca antes se dieron la mano dos revolucionarios que han sido llamados ha ayudarnos para cambiar esta maltrecha humanidad. Uno ya lo hizo y sigue en combate….Chávez cursa todavía el examen.
La revolución cubana y la bolivariana están lideradas por revolucionarios verdaderos. Aunque es menester decir que en la transformación político socia,l Venezuela todavía empieza a gatear. Pero el bebé está saludable.
No quiero (al menos ahora) hablar de aquellos supuestos lideres de izquierda, ni aquellos que después de mucha retórica populista se aprestan a firmar el TLC , ni aquellos que habiendo hecho una revolución , y diciéndose sandinistas abogan hoy por la Iglesia corrupta, dicen estar contra el aborto, y se alían a los somocistas.
No amigos míos. No nos debemos confundir. En aquel cuartito delgado como Don Quijote de una leyenda y con la fuerza de Bolívar en el bronce de la piel de aquel espléndido mestizo, está el cuartel general de las esperanzas del mundo.
Ya está Hugo Chávez en Venezuela. Con esa mirada inquisidora y ese verbo decimonónico y embriagador
.”Terminamos la gira allí mismo en Cuba, donde amanecimos esta mañana para
hacerle una visita al camarada Fidel Castro”-dijo- ¡Bendito Dios! Suena linda la palabra camarada entre Chávez y Fidel…Esa palabra que a veces se nos ha olvidado. Echemos ganas por los 10 millones de votos para diciembre, aunque le tengo pánico a esa cifra que me recuerda otros 10 millones en 1970 en Cuba (en lugar de votos eran millones toneladas de azúcar) y donde perdimos muchas cosas más que una par de millones de toneladas…Luego de eso… ¡A empujar la revolución en América y el mundo! A luchar por el socialismo.
Es esa la heredera de nuestro enfermo, que aun pálido y delgado es capaz con una sola mirada de hacer detener al Sol .
Terminaron todos con las gargantas hinchadas “Hasta la Victoria Siempre” Venceremos.

Celia Hart

4/09/06

Canto íntimo… número II



Hermanos míos:

Estamos ya en vísperas del 26 de julio. En Cuba decimos que es el día de la Rebeldía Nacional, mas yo creo que es un día que nos pertenece a todos los revolucionarios del mundo y no sólo a los cubanos. De igual manera y con el mismo ardor que el Octubre del 17 no es propiedad de los rusos; el 26 de Julio pertenece a la Revolución y nunca a un país. Ser cubano significa tan sólo haber nacido casualmente sobre esta ligera isla, ser revolucionario significa, sin embargo ser cómplice del porvenir de esta hermosa humanidad.
La revolución es una patria amplia y sin fronteras que es sin dudas la anfitriona última de este maravilloso 52 aniversario de la toma de otro Palacio de Invierno. Derrocar a la tiranía de Batista era apenas un detalle frente al impulso de aquellos jóvenes por tomar el Cielo por Asalto. Tengo pruebas: Y no recurriré a la inspirada voz de Fidel, que en medio de una orgía de sangre defendió los derechos sociales del pueblo de Cuba en su autodefensa. Fue mi madre, Haydée Santamaría, la que confesara en una carta que le escribiera a mi abuela desde el reclusorio de mujeres de Guanajay: “Vas a vivir más que nunca para él (Abel Santamaría, su hermano asesinado en el Moncada) vas a amar lo que tanto amó; puedes dedicarte a defender lo que fue la razón de su vida: los trabajadores de Constancia, no los Luzárragas” (terratenientes de la zona).
Ya ven, ni siquiera una pueblerina de sexto grado luchó tan sólo por liberar a Cuba de la tiranía…no lo sabía, no había leído a Carlos Marx, pero tengo el gran gusto de saber hoy que ella lucho por el único sistema que hace libre a los hombres ¿Ven? El corazón tiene su propia literatura y sus propias razones.
Es por eso que un día como hoy se alzaron unos jóvenes contra el capitalismo, y todavía hoy los sobrevivientes que valen, siguen luchando contra él; pues el cuartel Moncada fue tan sólo la continuación de la lucha de los mejores bolcheviques, de los mejores comuneros. Y el único aplauso que merecen aquellos revolucionarios es el sonido de las balas en nuestras selvas, son los piquetes bien organizados, son los gritos de guerra contra el único opresor que se disfraza año por año con diferentes máscaras. Ayer fascismo y tiranías sangrientas, después corruptas y serviles democracias, el Imperialismo es también un disfraz del mismo asesino…ya por último nos quieren vender la túnica cínica del antiterrorismo ¡Son los mismos! Sigue siendo el capital el único enemigo del trabajo y por tanto de la humanidad ¡Cuidémonos de esos disfraces!, cuidemos juntos las revoluciones que tenemos en pie y conquistemos otras. La burocracia es la más servil aliada del capitalismo y trabaja en silencio, tratando de devorar a las revoluciones desde sus huesos ¡Cuidemos todos a la ya veterana revolución cubana de esos y otros peligros! ¡Empujemos a la adolescente revolución bolivariana para que caiga de bruces en el socialismo!, hagamos repicar después los tambores de la revolución mundial.
Este es entonces vuestro 26 de Julio también, los días que marcan pauta en las revoluciones no son jamás fechas nacionales.
Todos ustedes luchan por lo mismo. Todos estamos luchando por aquellos trabajadores de Constancia de 1953 y en contra de los Luzárragas de nuevo tipo, esta vez en el mundo entero
Por eso están este día, acá muy cerca de mí. Y hoy Cuba es tan sólo la sede de la rebeldía, desde donde nos proyectaremos todos juntos a conquistar las estrellas

Vuestra siempre… Celia

25 Julio 2005
Especial para Cubadebate

Este, el prólogo



Portada del libro Haydée habla del Moncada, de la editorial Ocean Press, con prólogo de Celia Hart.

Menos mal que existen los que no tienen nada que perder, ni siquiera la muerte[...] Se mueren sin decir de qué muerte / sabiendo que en la gloria también se está muerto[...]

Silvio Rodríguez

Después de tantos años, todavía Mama nos moviliza a mí hermano y a mí con su presencia. Sin hablar, Abel (1) y yo sentimos latir su corazón en cada pieza que salió de su casa; y que su criterio agudo e inteligente es el que cambia una comadrita o un florero de sitio. Todo lo que tenemos no nos perteneció nunca, no heredamos nada, de alguna forma ella así lo dispuso y así fue.
El amor y la fuerza con que concebía todo protegen su propiedad. Su estirpe es más dimensionada que la de los revolucionarios y sí que fue revolucionaria. Creo no haber tenido tan cerca un ejemplo mejor, pero para imaginarIa bien, para que mis hijos y los vuestros la conozcan, traten de integrar la independencia de una Madame Bovary en la pureza de Juana de Arco o más simple: la poesía intimista de Anne Sexton y su Waiting to Die con el compromiso frontal, arraigado y único de la revolución de Fidel Castro, en la que comenzó a vivir desde sus mismos inicios, como anuncia este libro a gritos.
Esta Revolución, que entró por la estrecha puerta del apartamento de 25 y O, el que ella se preocupaba por limpiar, fue la razón de toda su existencia. Esta misma Revolución, que ahora, al cabo de 50 años, parece ser la revolución mundial, cambió sus primeros pañales húmedos en el alma de esta mujer, que por azar fue también mi madre.
Muchas veces me dijo que desde el inicio confió en Fidel de forma total y que para ella y para Abel (2), Fidel debería estar vivo por mucho tiempo. De esto no nos caben dudas ahora, pero hace medio siglo sólo la luz especial que brilló en estos Santamarías pudo ofrecer la señal de la importancia de un Fidel Castro para la Revolución cubana.
En la carta que le enviara a mis abuelos desde la cárcel de mujeres en Guanajay, incluida en esta edición, así reza. Con una ingenuidad casi infantil invita a su madre a que sea feliz en la muerte de Abel y auguró cambios grandes y profundos para mis abuelos, los cuales se hicieron realidad: mi abuela, una española de arraigo, terminó sus días luchando por su central Constancia con fervor apasionado, y militando en las filas del Partido Comunista.
Así y todo, el Moncada fue apenas la punta del iceberg. No
creo que nadie que la conociera con intensidad pudiese decidir que “Haydée no soportó el Moncada” y no pudo sobrevivir a los ojos de Abel sumergidos dentro de una palangana. Luego de eso fue mucho más rica internamente, e hizo mucho más. La muerte de Abel, fue la muerte de su primer gran amor, del cual sacó fuerzas y nunca debilidad. Sabía que estaba en el ojo del ciclón como todos los iluminados.
El Moncada, Boris (3) y Abel fueron apenas un buen comienzo para esta mujer. No se me ocurre ahora, por ejemplo, cómo Fidel iba a conseguir que no fuera al hospital civil por peligroso que pareciera. Desde que planchaba con sus manos tan femeninas los uniformes de los combatientes, ella ya era parte de esta Historia. Le sobró espacio para conocer y llorar otros amores.
En la clandestinidad era pez en su agua. Había que escucharle los cuentos sobre la incapacidad de mi padre para esconderse, y cómo prefería que estuviese preso estudiando, pues era muy torpe para otra cosa. Reconocía en el joven abogado Armando Hart cualidades e inteligencia únicas y necesarias para la empresa de Fidel, como son su cultura política y su capacidad de asociar en un mismo proyecto cualquier idea honesta. Me consta del amor único que le profesó y el respeto con que nos enseñó a quererle más allá del amor filial. Su prioridad fue encauzar esa utilidad especial de mi padre para con la Revolución.
De Frank País (4) me decía que nos hacía falta su altura, su seriedad y su sentido de la disciplina.
Daba la impresión que Mama estaba construyendo un Arca de Noé dentro de la cual proteger lo más virtuoso y capaz del pueblo cubano, una acuarela, una síntesis de la más pura raza del ser humano, de su tiempo y lugar. Entonces, si yo le preguntaba, desde la inocencia de mi altura, por qué Frank nos hacía falta, ella me miraba con ojos enormes y misteriosos, y respondía bajito como si aún estuviese en la clandestinidad, “Para esto Celia María, para hacer esto”. Nunca me llegó a decir qué cosa era esto; ahora ya no hace falta, lo sé; pero empleé muchos años en comprenderlo.
Es imprescindible que la recuerden así, llena de luz, disfrutando su entrega a esta misteriosa obra de Fidel que nunca termina, que no terminará jamás. De las veces que estuvo en la Sierra emergen - según lo que me contaba - dos almas elegidas: el Che (de quien hablaré después) y Celia,5 de la cual me dejó la maravilla de su nombre. Desde niña me decía:
Cuando te reconozcan por tus apellidos (Hart y Santamaría) di que tu nombre va primero, que te llamas así por Celia Sánchez y es ése el que debes cuidar. Es el mejor regalo que te he dado, su nombre. Aprende a respetarlo.
Sentía una gran tranquilidad al saberla cerca de Fidel. La muerte de Celia unos meses antes de la suya la conmovió a límites increíbles. Sobre todas las cosas me decía, entre una lágrima y otra, que quien nos debía preocupar era Fidel. ¿¡Quién lo cuidaría como Celia!?
Al triunfar la Revolución, comenzó otra etapa en la lucha. Mi abuela paterna, Marina, le decía constantemente a ella y a mi padre “ya se acabó, tranquilícense ya”. Esa palabra tranquilidad es la antítesis de un auténtico revolucionario. Los de estirpe mayor no conocen la paz, ni conocen la conformidad, el único fin es el cielo, su cielo.
Esta iluminada tomó como proyecto construir con las más puras ideas de Fidel y con el calor y pericia de su espíritu un nuevo mundo, al cual la hermosa década del 60 le abriría las puertas con un saludo, para ser feliz, para crear, para inventar, volar y prestar alas a las primeras y solitarias notas de Silvio (6), o a las saltarinas y frescas letras del Gabo (7), o saber - sin deshojar margaritas­- quiénes serían sus aliados. Ahí están o estuvieron sus aliados para la empresa de mayor.
Al igual que sucedió con Celia, la muerte del Che fue un verdadero infarto de amor. Cuando me hablaba del Che sufría muchas veces más que al hablar del propio Abel. Ella misma me dijo: “Sin él casi no concibo la Revolución” y seguía” ¿Qué hará Pidel sin el apoyo del Che?”. Pero pasó el Che a su rosario sagrado y siguió su lucha.
Cada 8 de octubre, Abel y yo no podíamos salir, nos quedábamos a transcribir las cartas del Che a sus hijos, a interpretarlas y desde entonces, tal vez porque en octubre oscurece pronto o por este rito, los días 8 de ese mes me cargo de una melancolía especial. Estudié el preuniversitario con Camilo, el segundo hijo del Che con Aleida, y recuerdo cómo era para mí este niño de especial. Camilo era indomable y de carácter limpio; cuando me enfadaba con él y se lo contaba a Mama, me decía: “Tú sólo cuídalo, que nadie hable mal de un hijo del Che”. No fue difícil hacerlo; Camilo se ganó el respeto y el cariño de todos sin tener que pronunciar una sola vez su apellido.
No había un fin de semana que Mama no me comentara algo para que yo sintiera por dentro al Che, le dolía el hecho de yo no hubiera conocido al amigo mayor; ya eso era de por sí un pecado original. Ella lograba sin dificultad que lo conociera: diseñaba los estados de ánimo, el entorno como si fuese un hada.
El enigma del Che Guevara, el mito sin réplica de lo que significó para las generaciones posteriores su imagen de esperanza, la sintió Mama desde que lo conoció. Si nos detenemos a observar a todos estos seres especiales que de una u otra manera viajaron más o menos tiempo en la nave de Fidel, su brújula era la misma: proporcionar al nuevo milenio, donde escasean los mitos y la altura de alma, un veterano que levantara los tiempos en almohadillas de amor y coraje. Ése debería ser Fidel.
La confabulación atemporal de estos astros, Abel, Frank , el Che, Celia y otros más, consignó su meta a la llegada de un Fidel Castro íntegro y pleno que pudiese recordar la necesidad que tiene la humanidad de soñar, para poder verdaderamente construir la realidad.
En la carta que Mama le enviara al Che después de muerto, publicada hace poco, nuevamente, por Ocean Press, está el Che muerto sólo para nosotros. Ella le hablaba al Che, sabía que le escuchaba.
Para ella era sagrado nuestro comportamiento moral. Recuerdo que en uno de mis cumpleaños, Celia Sánchez me regaló una fabulosa caja de muñecas. Yo no pasaba de los siete. Después de dejarme disfrutar de aquella sorpresa me dijo:
Ahora escoge una, el resto es para tus amiguitas que no tienen una Celia que les haga regalos.
Aquella historia, parecida a la de Bebé y el señor Don Pomposo, de José Martí, es una experiencia muy fuerte cuando la vida te la saca del papel de los hermosos cuentos y convoca a tu corazón para el personaje. Fue tan profunda, que todavía sueño con aquellas muñecas; pero también aprendí, junto al recuerdo de los juguetes perdidos, que lo que se regala con más amor es aquello que en verdad nos gusta.
Así fue nuestra educación. El hecho de ser su hija no era un beneficio, era un compromiso que apenas lograba identificar, sobre todo para los niños Abel Enrique y Celia María. Nos cambiaba año tras año el número de hermanos y en mi casa se reunía todo aquel que tenía alguna pena por resolver, los recuerdos amados de Víctor Jara y su voz timbrada de tristeza y amor; la hermosa Milena Parra, a quien debía yo cuidar y dar las muñecas más lindas por ser la nieta de Violeta, y así tantos otros.
Recuerdo también, que siendo yo muy pequeña, alguien con guitarra fue a la casa muy triste por algo. Pudo ser Silvio, Pablo, Vicente, nunca lo supe, y recuerdo que frente al mar erizado de invierno caían ruidosos los relámpagos de una verdadera tormenta. “De esos rayos de luz que matan - dijo Mama -, algún día sacaremos corriente”. La relación entre el temor y la felicidad no la supe nunca, pero este joven tomó la guitarra y se puso a cantar. Ya era nuevamente feliz.
Odiaba el formalismo más allá del límite. Eso reinó en su Casa, en la casa del Vedado, como decía, la de las Américas. Allí impuso con el garrote del amor su forma especial de impulsar una empresa. Creo que la burla y el desprecio a la burocracia de la gente menor, está en mi casa colgando de una pared: un dibujo que hizo el pintor Mariano Rodríguez sobre una servilleta de papel durante un flamante consejo de dirección, al que debía él poner asunto. Ella fue su jefe y esa servilleta fue la única acta de esa reunión, al menos la única que debe quedar. Creo ver sus reuniones libres de dobleces, me las imagino como un conjuro de estrellas peleando contra el lodo que sólo tiene razón de existir para hacerlas brillar más.
También decidió que yo, con doce años, estaba” muy enamorada” de Roberto Femández Retamar y no cumpliría los trece sin estarlo verdaderamente. La gran Adelaida de Juan, esposa de mi Quijote, sería mi confidente, dispuesto por ella también. Guardo en mi casa la foto que le obligó a regalarme y el pequeño búcaro, donde cada dos días debía poner una rosa blanca, porque “Roberto amaba mucho y muy lindo a Martí, y para amar a Martí hay que hacerla como él”.
De aquel amor quedó lo que se proponía, una profunda admiración por Roberto y Adelaida y una conexión sentimental de amor virginal por José Martí, que sólo el estudio posterior de su obra ha realzado. Cuando leo a Martí todavía siento el aroma de la rosa blanca y la cinta que con amor ella me colocaba en el cabello antes de dormir. Me ligó a Martí con lo inquebrantable: el amor pasional de una adolescente. Nunca he amado a ningún hombre así.
Ella no pasaba del sexto grado, pero para ellos, los iluminados, eso basta. El lazo de su amor por la vida los exime de todo reconocimiento académico. Allí es donde está esta mujer que todavía persigue dónde vivir. Errante, pero feliz de lo que está viendo.. Creo que mi hermano y yo herederos gen éticos de su existencia estamos de acuerdo en lo esencial. Las palabras inspiradas de Abel, de mi Abel, en escasas ocasiones, le alcanzan para suplir su prolongado silencio. No nos queda otra alternativa que respetar a las personas que deciden mejor estar muertas que vivas.
El viejo cliché de que los revolucionarios no se quitan la vida (eso lo decía ella también) es tan pueril que bastan un par de nombres para echados por tierra.
Dicen que los animales no se suicidan, a no ser para defender la especie. Es pues, al menos, una forma muy humana de morir. Los Lafargue decidieron que eran más útiles así para la causa del proletariado y no dudo que lo hayan sido; quién osa decir que las campanas que hizo doblar Hemingway con su pluma no hicieron repicar a todas las iglesias del mundo con el grito de su última bala; quién puede pensar que Violeta no le daba Gracias a la Vida con honestidad, para viajar a la muerte sin temor y segura de sí misma, al dejamos en su voz el candor de todo un continente. Entonces sólo es bajar la cabeza, quitarse el sombrero y deslizar lágrimas de piedad por nosotros y no por ellos que están más vivos que muertos, que viajan por el lindero entre ambos estados de la materia, libremente y sin dolor, que nos cuidan de los errores. Nosotros estamos destinados a morir irreversiblemente. Ellos no.
y para aquellos a los cuales sólo los hechos contables se miden, ahí está la Casa del amor que fundó Haydée, ahí está América, de la cual fue devota, pues sintió su palpitar trémulo y confuso al hacerse novia de sus heraldos. Respetad pues los hechos contables, aquellos para los cuales el corazón no piensa y por no saber sentir, no entienden y llaman locos a los que los superan en cordura del alma. Para los iluminados, vivos y muertos, sí va mi mensaje de gratitud, como grita Silvio en su “menos mal que existen” .
Un solo detalle se me escapa: soy su hija o lo fui y me dejó objetivamente viva en su muerte, rodeada de algunos muertos en vida, aunque en un Universo de gravedad y magnetismo que es Cuba como epicentro de las luchas humanas por un mundo mejor, el único mundo que se merece este Universo que lleva 15 mil millones de años trabajando en pos de la armonía.
Se fue dejándome segura. En este rincón, donde puedo trabajar por lo justo al Iado de Fidel, que tantos y tantos levantaron con su último suspiro, y enamorada, perdidamente, de Martí.
Nuestra victoria final, la de Yeyé, está relacionada con el logro de la Felicidad de cierto planeta azul de un sistema solar en los confines de la Vía Láctea, en el cual, dentro de varios siglos podrán decir sus moradores: “Nuestra dicha mundial pudo muy bien estar relacionada con un pequeño apartamento de una pequeña isla, de nuestro pequeño planeta. La Tierra es feliz, debemos ahora cuidar del Sol”.

Notas:

1. Abel Enrique Hart Santamaría, hijo de Haydée.
2. Abel Santamaría Cuadrado, segundo Jefe de los asaltantes al cuartel Moncada.
3. Boris Luis Santa Coloma, mártir del Moncada.
4. Jefe del Movimiento 26 de julio clandestino en el Oriente de Cuba.
Asesinado por la tiranía.
5. Celia Sánchez Manduley, dirigente revolucionaria. Asistente de Fidel Castro y Secretaria del Consejo de Estado de Cuba. Falleció en enero de 1980.
6. Silvio Rodríguez, músico, cantante, una de las principales figuras de la Nueva Trova cubana.
7. Gabriel García Márquez, escritor colombiano. Premio Nobel de Literatura.

Cubadebate
25 Julio 2005

Entrevista a Celia Hart, intelectual marxista cubana en la fundación de Conlutas

"Tengo fé en que está organización clasista sea una referencia para América Latina"

¿Cuál es su evaluación sobre este evento del Congreso Nacional de Trabajadores?
Celia - La fundación de Conlutas está siendo una experiencia inolvidable. Tengo fé en que esta organización clasista pueda ser una referencia para América Latina, y que realmente exprese el conjunto de aspiraciones que representa el pueblo brasilero y su tradición proletaria de lucha. Vimos hasta ahora que todos los movimientos de masas que tuvieron lugar en América Latina - que inclusive depusieron a los gobiernos de turno - carecieron precisamente de lo que ustedes están tratando de articular aquí. Que se tenga dos cosas: unidad - pero un unitarismo de clase, verdaderamente revolucionario y a favor del socialismo - y que en su interior contenga todas las luchas particulares; la emancipación femenina, contra la discriminación racial y todo lo demás. Ojalá se conforme como un verdadero referencial para toda América Latina.
¿Cómo analiza la actual coyuntura política en América Latina, sus recientes luchas y movilizaciones?
Celia - Pienso que la coyuntura en América Latina sintetiza precisamente el auge de la continuación de la lucha contra el neoliberalismo que tuvimos luego de la caída del Muro de Berlín, desde entonces hubo un fuerte giro a la izquierda. Si conseguimos aprovecharlo - si no nos falta dirección - se podrá convertir en un momento clave en la historia del mundo. Los movimientos sociales en Bolivia, en Ecuador, en Argentina, demostraron que las condiciones objetivas están más que maduras, ya están pudriéndose. Lo que realmente nos falta es la dirección política, el aspecto subjetivo. Es por eso que les digo que tengo mucha fé en que este congreso cumple con mis espectativas sobre lo que debería ser una organización obrera.
Su opinión sobre el gobierno de Lula y del PT ¿cuál es?
Celia - Realmente no tengo mucha experiencia o conocimiento respecto a Lula, pero a partir de lo que pude percibir aquí, en este congreso, creo que él se apropió de toda esa potencialidad, historia y tradición obrera del Brasil y, en este momento, la utiliza - de forma paradojal - contra los mismos que lo llevaron al poder. Entiendo que tal vez no sea una caracterización consensual, pero me parece que no cumple la función por la cual fue electo por la población trabajadora de Brasil. Lula, un líder obrero muy importante, se convirtió en este momento - por lo que veo - en un traidor de la clase.

Traducción de Ernesto Herrera - Correspondencia de Prensa
1er Congreso Nacional de Trabajadores (CONAT)
http://www.conlutas.org.br/
Miércoles 10 de mayo de 2006
Ciranda de Conat http://www.pstu.org.br/