martes, 15 de junio de 2010

El Che Guevara, por Rodolfo Walsh



El presente texto fue extraído de una recopilación de artículos sobre el Che Guevara publicado por la Casa de las Américas en 1986. Tomado de la revista digital argentina Los 70.org.

¿Por quién doblan las campanas? Doblan por nosotros. Me resulta imposible pensar en Guevara, desde esta lúgubre primavera de Buenos Aires, sin pensar en Hemingway, en Camilo, en Masetti, en Fabricio Ojeda, en toda esa maravillosa gente que era La Habana o pasaba por La Habana en el 59 y el 60. La nostalgia se codifica en un rosario de muertos y da un poco de vergüenza estar aquí sentado frente a una máquina de escribir, aun sabiendo que eso también es una especie de fatalidad aun si uno pudiera consolarse con la idea de que es una fatalidad que sirve para algo.
Lo veo a Camilo, una mañana de domingo, volando bajo en un helicóptero sobre la playa de Coney Island, asomándose muerto de risa y la muchedumbre que gozaba con él desde abajo. Lo oigo al viejo Hemingway, en el aeropuerto de Rancho Boyeros, decir esas palabras penúltimas: `Vamos a ganar, nosotros los cubanos vamos a ganar`. Y ante mi sorpresa: `I´m not a yankee, you know`.
Interminablemente veo a Masetti en las madrugadas de Prensa Latina, cuando ya se tomaba mate y se escuchaba unos tangos, pero el asunto que volvía era el de esa revolución tan necesaria, aunque hoy se presenta tan dura, tan vestida con la sangre de la gente que uno admirado simplemente quiso.
Nunca sabíamos en Prensa Latina, cuándo iba a venir el Che, simplemente caía sin anunciarse, y la única señal de su presencia en el edificio eran dos guajiritos con el glorioso uniforme de la sierra, uno se estacionaba junto al ascensor, otro ante la oficina de Masetti, metralleta al brazo. No sé exactamente por qué daban la impresión de que se harían matar por Guevara, y cuando eso ocurriera no sería fácil.
Muchos tuvieron más suerte que yo, conversaron largamente con Guevara. Aunque no era imposible ni siquiera difícil yo me limite a escucharlo, dos o tres veces, cuando hablaba con Masetti. Había preguntas por hacer pero no daban ganas de interrumpir o quizá las preguntas quedaban contestadas antes de que uno las hiciera. Sentía lo que él cuenta que sintió al ver por única vez a Frank País: sólo podría precisar en este momento que sus ojos mostraban enseguida el hombre poseído por una causa y que ese hombre era un ser superior. Yo leía sus artículos en Verde Olivo, lo escuchaba por TV: Parecía suficiente, porque Che Cuevara era un hombre sin desdoblamiento. Sus escritos hablaban con su voz, y su voz era la misma en el papel o entre dos mates en aquella oficina del Retiro Médico.
Creo que los habaneros tardaron un poco en acostumbrarse a él, su humor frío y seco, tan porteño, debía caerles como un chubasco. Cuando lo entendieron, era uno de los hombres más queridos de Cuba.
De aquel humor se hacia la primera víctima. Que yo recuerde, ningún jefe de ejército, ningún general, ningún héroe se ha descrito a sí mismo huyendo en dos oportunidades. Del combate de Bueycito, donde se le trabo la ametralladora frente a un soldado enemigo que lo tiroteaba desde cerca, dice: `mi participación en aquel combate fue escasa y nada heroica, pues los pocos tiros los enfrenté con la parte posterior del cuerpo`. Y refiriéndose a la sorpresa de Altos de Espinosa: `no hice nada más que una retirada estratégica a toda velocidad en aquel encuentro`.
Exageraba él estas cosas, cuando todos sabían que acaba de recordar Fidel, que lo difícil era sacarlo del lugar donde hubiera más peligro. Dominaba su vanidad como el asma.
En esa renuncia a las últimas pasiones, estaba el germen del hombre nuevo que hablaba.
Guevara no se proponía como un héroe: en todo caso, podía ser un héroe a la altura de todos. Pero esto, claro, no era cierto para los demás. Su altura era anonadante: resulta más fácil a veces desistir que seguirlo, y lo mismo ocurría con Fidel y la gente de la Sierra. Esta exigencia podía ponernos en crisis, y esa crisis tiene ahora su forma definitiva, tras los episodios de Bolivia.
Dicho más simplemente: nos cuesta a muchos eludir la vergüenza, no de estar vivos porque no es el deseo de la muerte, es su contrario, la fuerza de la revolución, sino de que Guevara haya muerto con tan pocos alrededor. Por supuesto, no sabíamos, oficialmente no sabíamos nada, pero algunos sospechábamos, temíamos. Fuimos lentos, ¿culpables? Inútil ya discutir la cosa, pero ese sentimiento que digo está, al menos para mí y tal vez sea un nuevo punto de partida.
El agente de la CIA que según la agencia Reuter codeó y panceó a cien periodistas que en Valle Grande pretendían ver el cadáver, dijo una frase en inglés: `awright, get the hell out of here`.
Esta frase con su sello, su impronta, su marca criminal, queda propuesta para la historia. Y su necesaria réplica: alguien tarde o temprano se irá al carajo de este continente. No serán los que nacieron en él. No será la memoria del Che.
Que ahora está desparramado en cien ciudades entregado al camino de quienes no lo conocieron.

Buenos Aires, octubre de 1967.

domingo, 13 de junio de 2010

Presidente cubano condecoró a Armando Hart



El Consejo de Estado, a propuesta del Buró Político del Partido Comunista de Cuba, otorgó la Orden José Martí al luchador e intelectual revolucionario Armando Hart Dávalos, en ocasión de su 80 cumpleaños, la cual le fue impuesta por el General de Ejército Raúl Castro Ruz.
Homero Acosta, secretario del Consejo de Estado, resaltó la trayectoria revolucionaria de Armando Hart Dávalos durante más de 60 años, su labor como fundador del Movimiento 26 de Julio, así como en la construcción de la Revolución.
Tras recibir el abrazo de Raúl, Armando Hart le agradeció ese gesto tanto a él como al "Comandante en Jefe que todos los presentes lo tenemos en nuestro corazón".
Subrayó que lo que más ha aprendido de Fidel y de Raúl ha sido trabajar para las nuevas generaciones en esa cultura de hacer política bajo el principio martiano de con todos y para el bien de todos.

domingo, 6 de junio de 2010

Todas las escuelas y ninguna escuela, he ahí la escuela

El título de este artículo refleja la esencia del método electivo de la tradición filosófica cubana que enunciara José de la Luz, y que constituye la fórmula para enfrentar con éxito las tareas martianas en una época bien distante de la del Maestro. Recordemos que para Luz y Caballero el electivismo era la antítesis de la falsa conciliación de conceptos opuestos que representa el eclecticismo filosófico. Era elegir lo mejor de todos los pensadores teniendo como fundamento la justicia. Un pensamiento suyo —que a Cintio Vitier gustaba mucho citar y que utilizó como título de uno de sus más importantes libros— lo refleja de manera brillante: «Antes quisiera yo que se desplomaran, no digo tronos de emperadores, los astros del firmamento, que ver caer del pecho humano el sentimiento de la justicia, ese sol del mundo moral».1
Con este método de la tradición filosófica cubana debemos articular el pensar de todas las grandes figuras de Cuba, América y el mundo para promover una cultura general integral y hacer frente a los dramáticos desafíos que tiene ante sí la humanidad.
Para comprender mejor el alcance de lo que planteamos hagamos un recorrido por algunas de esas ideas que me interesa subrayar.
Comencemos por Julio Antonio Mella con su visión de líder del estudiantado cubano y fundador del Partido Comunista en 1925: «(...) Estudiar el juego fatal de las fuerzas históricas, el rompimiento de un antiguo equilibrio de fuerzas sociales, desentrañar el misterio del programa ultrademocrático del Partido Revolucionario…».2
José Lezama Lima, por su parte, desde su sensibilidad cristiana afirmó: Martí es un misterio que nos acompaña.
Federico Engels, ante la tumba de Marx dijo: «Pero toda la concepción de Marx no es una doctrina, sino un método. No ofrece dogmas hechos, sino puntos de partida para la ulterior investigación y el método para dicha investigación. Por consiguiente, aquí habrá que realizar todavía cierto trabajo que Marx, en su primer esbozo, no ha llevado hasta el fin».3
Esta idea se complementa con este otro planteamiento de Engels: «La llamada “sociedad socialista”, según creo yo, no es una cosa hecha de una vez y para siempre, sino que cabe considerarla, como todos los demás regímenes históricos, una sociedad en constante cambio y transformación. Su diferencia crítica respecto del régimen actual consiste, naturalmente, en la organización de la producción sobre la base de la propiedad común, inicialmente por una sola nación, de todos los medios de producción».4
La frase «sociedad socialista» fue puesta entre comillas por el propio Engels.
Dos ideas de V. I. Lenin resultan claves para estos tiempos:
•Sin teoría revolucionaria tampoco puede haber movimiento revolucionario.
•El marxismo es una guía para la acción.
Concluyo con un pensamiento de Fidel Castro expresado en la Cumbre de Río, en junio de 1992: «Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre».
Superemos definitivamente los ismos que dividen y busquemos a lo largo de la historia, con espíritu ecuménico, desde el mítico Prometeo hasta el Che Guevara, lo mejor de todos los pensadores que han exaltado el humanismo y la utopía universal del hombre y levantemos frente al materialismo vulgar y ramplón los valores éticos que necesita la humanidad hoy.
Solo así hallaremos, con esta selección, el pensamiento social y filosófico que necesitan América y el mundo y que, desde luego, dará continuidad al pensamiento de Marx en el siglo XXI. No lo hallaremos jamás con debates bizantinos acerca de la diversidad de sistemas filosóficos y políticos que nos llegaron de fuera, cualesquiera que sean, de lo que se llamó izquierda o lo que se llamó derecha.
Ahora corresponde a los estudiosos e investigadores de estos temas examinar, a la luz de los grandes forjadores de las ideas socialistas, los puntos clave de este pensamiento que debe tener como fundamento esencial una autoctonía en la que conviven y se enriquecen diversas experiencias con el más absoluto respeto a la identidad desde la comunidad, la región, el país y hasta alcanzar una escala planetaria.

Notas:

1Palabras de Luz y Caballero en los exámenes del Colegio de El Salvador el 16 de diciembre de 1861. Véase J. de la Luz y Caballero: Elencos y discursos académicos.
2En Mella. Documentos y artículos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, pp. 87-88
3F. Engels: Carta a Wernre Sombart. Obras Escogidas de Marx y Engels, Editorial Progreso, Moscú, t. 3, p. 534
4Obra citada, t. 3, p. 512.

Armando Hart Dávalos
Juventud Rebelde