lunes, 27 de febrero de 2012

Un libro salvado del mar




Prólogo a "Ernesto Che Guevara, hombre y sociedad. El pensamiento económico del Che", de Carlos Tablada

“Y poderte decir lo que aquí no he podido decirte

Hablar como un árbol, con mi sombra hacia ti

Como un libro salvado del mar

Como un muerto que aprende a besar

Para ti, para ti”

Silvio Rodríguez

En Glosas al pensamiento de José Martí, Julio Antonio Mella, el más intenso de todos los cubanos, señaló:
Hace mucho tiempo que llevo en el pensamiento un libro sobre José Martí, libro que anhelaría poner en letras de imprenta. Bien lejos de todo patriotismo, cuando hablo de José Martí siento la misma emoción, el mismo temor que se siente ante las cosas sobrenaturales.
Este libro, según mi ver, está aún por escribirse.
Por fortuna el Che no ha corrido la misma suerte. El libro de Carlos Tablada es al menos uno de aquellos libros que debió ser escrito, que nos hacen sentir al Che en combate, pertinaz y útil, lejos de todo el ecumenismo y la retórica con que en más de una ocasión, más bien en muchas ocasiones, nos quieren ofrecer al Che. Estamos frente a uno de esos libros en los cuales no habla el autor, sino el alma del protagonista.
Mi relación con estas letras es algo peculiar. Me lo he leído ahora recientemente. De tal suerte que para mí este libro está recién sacado del horno de la historia. Se escribió ayer. Me siento cuajada de asombro y felicidad, pues es un libro que utiliza las categorías económicas con el sólo pretexto de presentarnos a una criatura con la dosis más elevada de coherencia y compromiso frente al más noble de los empeños humanos: la revolución.
Entonces permítanme narrarle una primera experiencia personal.
En 1986, después de haber estado por tres años en la Alemania del Este estudiando Física, llegué a La Habana sin aceptar el socialismo. La ex-RDA era sin embargo un ejemplo del “bien” vivir. El sistema era satisfactorio para los más exigentes. Los beneficios materiales de aquella sociedad eran excelentes. El transporte, el poder adquisitivo, el sistema de salud, la educación. Sin embargo, pocos eran los jóvenes que no vieran en la vecina RFA motivos para tratar de emigrar, chocolates más sabrosos, jabones más olorosos... Se extendió una máxima que decía que mientras más cosas y mejores, más socialismo. Luego me enteré que era esa una máxima de Stalin cuando decía que la URSS era superior al capitalismo porque producía más acero.
Como justamente el Che señaló, aquel sistema estaba “fuera del hombre”. El 5 de diciembre de 1964 afirmó:
Y por ejemplo, aquella cosa tan interesante, yo no sé si ustedes siguen bien la política internacional, pero aquella cosa tan interesante que el compañero Jruschov había dicho en Yugoslavia, que incluso mandó a gente a estudiar y qué sé yo. Pues eso que él vio en Yugoslavia y que le pareció tan interesante en Estados Unidos está mucho más desarrollado porque es capitalista. (...) En Checoslovaquia y en Alemania ya se empieza a estudiar también el sistema yugoslavo para aplicarlo.
Para diseñar un sistema tal, lo supe después, el dinero y sus categorías eran lo más oportuno. No se precisaba una nueva manera de relaciones humanas para producir. Y ese sistema, que no precisaba del hombre, se creó mucho antes, desde que Colón decidió que la Tierra era un globo (la globalización por cierto viene desde entonces).
Decidí en aquel verano revelador de 1986 que no sería partidaria de una sociedad semejante. Eso era para mí el socialismo... Era supuestamente, como me dijeron muchos valiosos compañeros al marcharme a Europa “que viajaría en la máquina del tiempo”, que Cuba dentro de unos 30 años sería una República Democrática Alemana tropical.
Además de todo esto estudié Física. La Física entre otras ventajas te obliga al menos a una lógica elemental y al uso ineludible de la estadística. Era lo mismo, con más o menos cantidad de jabones y chocolates lo que sucedía en todos los países socialistas que tuve oportunidad de visitar.
Si para allí iría la sensible tierra de Martí y por aquel patético estado vegetativo no se había quitado Fidel jamás su traje de guerrilla, a mí por lo pronto, que me sacaran de la lista. La falta de compromiso, la “alienación” de la juventud, el fetichismo por los bienes del enigmático Occidente eran el objetivo a alcanzar. Entonces más me valía la pena volver a la Revolución francesa y a las ideas de Rousseau, y sentir que el Octubre de 1917, fue un episodio menor y mal calculado.
No estoy exagerando. Pertenezco a una generación de cubanos que se hizo joven dentro de la mayor apología al socialismo real (por llamarlo así). La apología llegaría al límite de mandar a decenas de miles de jóvenes a terminar su formación académica en aquellas sociedades socialistas y hacerles ver que aquello sería el futuro de la patria.
Pertenezco precisamente a esa generación nacida en la década de los emblemáticos sesenta dentro de la Revolución cubana y que tuvo que decidir en los noventa, al cumplir 30 años, hacerse militante de un partido comunista, cuando decenas de millones de camaradas en otras latitudes hacían precisamente lo contrario.
Somos de la generación que creyó ver en un primer inicio que la perestroika, la glasnot, y todas esas tristes apariciones significaban la lucha contra las sociedades burocratizadas de la Europa del Este. Aquel sueño se desvaneció y en medio de las mayores penalidades económicas de una isla lanzada a su suerte, muchos de nosotros pensamos que el mundo se dividía entre las leyes del mercado o en aquella cárcel ideológica y dogmática que luego supe llamarla estalinismo. Fue una de las peores tempestades éticas en la historia del hombre.
No terminaré de agradecerle a mi padre que me diera dos viejos libros que relataban los avatares del bolchevismo traicionado. ¡Qué falta me hubiese hecho el libro de Tablada en aquel entonces!
Justo antes de la muerte total, como si se tratase del llamado “veranillo de otoño” de los moribundos aparece el libro de Tablada, escoltado por el “proceso de rectificación de errores y tendencias negativas”, no de Cuba, sino de la práctica socialista mundial. Mas eso no lo supe hasta hace muy poco.
Porque en aquella desesperación juvenil no tuve quizás la grandeza de alma o la pericia para saber que en ese mismo año, en uno de los discursos más luminosos y necesarios de Fidel Castro se estaba decidiendo la suerte del socialismo. Como un último grito el “proceso de rectificación de errores y tendencias negativas” estaba dando la última luz de esperanza a la práctica de la hazaña de Lenin. Porque no es verdad que en Cuba se empezó a fabricar un socialismo “a la cubana”. Si de algo carece el socialismo, si algo lo distingue de manera cualitativa de todos los sistemas anteriores, es no contenerse en fronteras. “Nuestro socialismo”, como a veces he escuchado, es una gran paradoja, pues el socialismo nació para ser internacional. Ese proceso que se hizo en la ligera isla de Cuba, fue el único proceso sincero de rectificación para el socialismo del siglo xx.
Un “libreto” de aquel hermoso episodio, por salvar la práctica socialista, fue el libro de Carlos Tablada, el cual después de muchas vicisitudes para su publicación había sido distinguido con el premio Casa de las Américas 1987.
En nombre de esa generación ideológicamente desesperada, aturdida por el estalinismo, confundida con la perestroika es que le agradezco formalmente a Carlos Tablada que haya salvado este libro del mar.
Sí, porque lo que hizo Tablada fue salvar estas letras de la tempestad, poseído por el fantasma del Guerrillero Heroico, que quiso dejar sentado precisamente en aquel momento, preámbulo del desastre del socialismo, que las ideas de Marx eran viables, que la Revolución de Octubre pudo triunfar, pero que aquella revolución fue traicionada.
Porque a pesar de ser un libro de categorías económicas, es un libro ideológico, de combate, es libro que tal vez debió publicarse mucho antes, allá cuando “fuimos” vencidos por el cálculo económico y pensábamos, como mis colegas alemanes, que la sociedad socialista era producir mejores jabones.
Porque aún se sigue difamando al Che, incluso entre camaradas.
Por un ala, muchos militantes aluden a él como un ejemplo de foquista valiente, que no conocía los “métodos” leninistas de lucha y que su pensamiento económico en el período de transición se reducía a “exagerar” los valores morales. Lo sentencian a ser un gran revolucionario, pero incapaz de entender la realidad social a la que se orillaba, que en el mejor de los casos había cursado un escuálido ABC de teoría marxista, y que supeditaba la transición al socialismo al “trabajo voluntario”.
Aprovecho el espacio para referirme tangencialmente a esto, pues es motivo de dolor profundo que militantes del mundo no logren aún asumir al Che como un creador más del marxismo: ¿De dónde se extrajo la palabra foquismo? Dice Néstor Kohan en el libro Ernesto Che Guevara: Otro mundo es posible que puede ser a partir de un ensayo antológico del converso francés Régis Debray.
Pero, no está mal la palabra, aunque estoy segura que muchos no han perseguido el origen último de la misma. La definición más seria que puedo encontrar de “foco” es la geométrica. Los focos son los que en último caso definen los puntos del plano que constituyen una elipse. La elipse es una figura de trascendental importancia para nuestra existencia. Baste recordar acá la Primera Ley de Johannes Kepler, el brillante astrónomo alemán del siglo xvii. “Los planetas giran alrededor del Sol en órbitas elípticas en las que el Sol ocupa uno de los focos de la elipse”. ¡Muy bien! Si es así el “foco” del Che Guevara, es nada más y nada menos que el equivalente al Sol gracias al cual giramos llenos de luz y calor elípticamente.
Y los de la esquina opuesta, sin tan siquiera levantar la voz ante tanta mentira, o al menos ignorancia, le compran una cómoda corona de espinas y lo inscriben en el Congreso de la Historia en la frase sacada de contexto “soñar lo imposible” sin mencionar los verbos hacer y luchar. Estos son los nuevos reformistas, con cierto barniz de revolucionarios, a los que todo les molesta, partidos, historias, compromisos.
Y es imperdonable. El Che fue el hombre en esta Tierra que más cerca estuvo de ser verdaderamente práctico. No sé si habrá soñado lo imposible en alguna noche de estío. Lo que sí creó fue un sistema de ideas económicas, éticas y políticas que dudo que algún político haya podido hacer más pertinente con la realidad de su tiempo y lugar.
Sin tener yo conocimiento de economía, el libro de Tablada me hace entender a la perfección la contundencia de las aportaciones del Che. El sistema socialista no sólo se deberá definir por el destino social de los bienes, sino de qué forma se obtienen, cuales relaciones sociales establecen los hombres en el instante de la producción. Aunque esto es marxismo elemental, no es comprendido en todo su alcance.
La Nueva Política Económica (NEP) de Lenin, en este sentido, fue mucho más que un paso atrás, según mi ver, es prácticamente medio sendero atrás, de donde difícilmente se hubiese logrado regresar.
Deseo proponerles un modelo sencillo:
Vamos a imaginarnos que un Convento de Monjas haya caído en desgracia económica. Y entonces la Superiora convoca a las novicias más hermosas a que se prostituyan para obtener dinero. ¡Eso sí! El dinero proveniente de tal actuación, lo que sin dudas y por esencia las futuras esposas de Cristo llamarían como el Diablo, actuación por lo cual precisamente ingresaron en el Convento, sería utilizado de manera honrada en la restauración de la capilla, en comprar mejores vestuarios a los santos, en propina para los pobres, etc. Las novicias entonces estarán usando lo que odian por sus propios principios para salvar lo que aman. ¿Terminarán estas como vulgares rameras o como monjas salva­doras del Convento?
Si usamos las leyes del mercado para construir una sociedad cuyo objetivo es negarlas, ¿cuál será la sociedad que estamos construyendo? El socialismo tiene que ser renovador, no sólo en la forma de distribuir las riquezas, debe ser más que nada, un sistema diferente para poder obtenerlas. Una nueva forma de relacionarnos durante el proceso productivo.
De esa verdad se dio cuenta el Che. Es lo que nos narra este revolucionario, apasionado y locuaz Ernesto Guevara a través de la tinta jugosa de Carlos Tablada.
Pues ¿dónde se dijo que para producir el hombre se desprende de su subjetividad, su nobleza, su altruismo, antes de entrar a la fábrica? El hombre tiene estómago y sexo de igual manera y en igual proporción que corazón y cerebro. Y de lo que se trata es que el corazón y el cerebro controlen, dispongan, usen las leyes y no viceversa.
Y ahora... que todo es verdad, que el Che tenía razón, que ya el Convento imaginario se ha convertido en el mayor prostíbulo del mundo.... ¿qué importancia pueden tener en la práctica las ideas del Che en cuanto a la edificación del socialismo?
Más que nunca y de manera urgente este libro pasa a ser libro de combate y no de recuerdos que nos pongan a llorar maldiciéndonos por el poco caso que le hicimos todos al Che.
Los pueblos empiezan de nuevo a acomodarse a la izquierda, a veces por mero instinto.
En Venezuela ha triunfado una revolución, y seguro logrará superar aún más su carácter y transitar a ser socialista definitivamente, para evitar una conversión lamentable en una “caricatura de revolución”, para citar nuevamente al Che. Para esto los venezolanos tienen un liderazgo definido, incorruptible con los pies en la tierra y el alma en los pobres y en Nuestra América. Sugiero a mis hermanos venezolanos utilizar el libro de Carlos Tablada, si quieren saber cómo aspiraba a construir el socialismo uno de sus más serios constructores. Ellos no tienen que lidiar con modelos preconcebidos de la izquierda (agotados, destruidos y descalificados por sus propios errores), tienen, sin embargo, la tarea de sabiamente arrasar con los impuestos por la derecha, los cuales ahora inician el largo camino de la extinción. En la tierra de Bolívar están a tiempo de comenzar por el verdadero principio.
Ahora no tendremos más el campo socialista, aquel que tanto tiempo nos hizo perder. De nuestros fracasos ya no podremos culpar a la URSS o al PCUS. Ninguno existe. Han pasado a ser memoria en el mejor de los casos. Esta vez no tenemos oportunidad de volver a equivocarnos, lo que antes fue ingenuidad o desconocimiento, hoy sería mera estupidez, que la historia no va a perdonarnos.
Si con el grito de “Socialismo o Muerte” decidimos nuestra eterna protesta de Baraguá para resistir los embates del imperialismo, en 1987 el discurso de Fidel en conmemoración al xx Aniversario de la caída del Che constituye, según mi modo de ver, la Protesta de Baraguá frente a los métodos imperantes del socialismo en aquel entonces, y dejamos bien claro cuál era la única manera de retomar el camino. El libro de Tablada constituyó su mejor plataforma parafraseando a Antonio Maceo con aquello de “No, no nos entendemos”... ni con la restauración capita­lista ni con el estalinismo que no es la sociedad que quisieron hacer verdad los mejores bolcheviques. Tengo la secreta sospecha que la buro­cra­cia estalinista y las reformas capitalistas son aliadas estratégicas. A veces me temo si no son la misma cosa. Que como dijo el Che, Lenin de vivir más hubiese condenado a la Nueva Política Económica al basu­re­ro, que de Nueva... no tenía ni el nombre. Más bien debería llamarse VPE. Que si Lenin no lo hubiese hecho, la NEP lo hubiese hecho con él.
Esa función tuvo el libro embrujado de Carlos Tablada en julio de 1984, después de quince años investigando y escribiéndolo. Una protesta internacional a nombre de Ernesto Guevara. Tres años después el libro se convertiría en un verdadero oráculo.
Algún día, cuando se pueda contar la historia del socialismo sin llorar demasiado, habrá que colocar en sitio de honor el proceso de rectificación de errores concebido e iniciado por Fidel Castro y el mejor guión para eso será este libro de Carlos.
Mas hoy, a veinte años de aquello... nos toca “reorganizar la guerra”. Mucho antes de lo que pensábamos empiezan las ideas socialistas a colocarse en el fiel del futuro de los pueblos. Hoy este libro y el Che empiezan a convertirse en los clásicos más cercanos y oportunos con los que contamos.
Las puertas del socialismo se empiezan abrir hoy en América Latina. ¡Bienvenido! El Che Guevara es ya imprescindible, quizás uno de los pocos que enseñó con la pluma, el fusil y la conducción de hombres. Un revolucionario que supo conquistar el poder para el proletariado y para todos los desposeídos, supo ejercerlo de manera brillante y supo dejarlo para cumplir con el internacionalismo. Estoy esperando que me pongan un ejemplo de alguien que haya hecho lo mismo.
Pues el Che que marchó a Bolivia fue el mismo que trabajó en el Ministerio de Industria, porque su pensamiento es uno solo. Porque la construcción del socialismo implica la revolución mundial. No existe otra vía. Por eso el Comandante Guevara es uno de los revolucionarios más integrales de toda la historia. Entendió que aun con las puertas que se abrían en Cuba para la construcción del socialismo, esto no sería verdad si se restringía a un solo país. La única revolución que produce un cambio certero de la sociedad es la que se profundiza día a día a la vez que se extiende a otros países.
Lo dice Carlos Tablada en su libro, tal cual lo hubiese dicho el Che:
Che también pensaba que Cuba, sin la Revolución latinoamericana, tenía muy pocas probabilidades de llevar a su fin lo que su pueblo se había propuesto de alcanzar, una sociedad superior en la escala humana en cuanto a la libertad, acceso a la cultura, a la educación, al bienestar material para todos, a una sociedad distinta a la capitalista, y a los regímenes del socialismo real.
Y lo dice de manera magistral Fernando Martínez Heredia en su magnífico prólogo a la edición príncipe de Casa de las Américas: “Esa dimensión indispensable, sin la cual no hay verdadera marcha hacia el socialismo y el comunismo”.
Y claro está en El socialismo y el hombre en Cuba:
El revolucionario, motor ideológico de la revolución dentro de su partido, se consume en una actividad ininterrumpida que no tiene más fin que la muerte, a menos que la construcción se logre a escala mundial.
Aun así, creo recordar que les dijo a sus hijos que después de eso “se irían a la Luna”.
Sin hombre nuevo no hay socialismo que construir, sin internaciona­lismo muchísimo menos.
Las últimas órdenes del Comandante Che Guevara pueden estar en clave.
Esa bala que estremeció al mundo, la escuchó León Trotsky envuelto en las inmejorables páginas de la “Historia de la Revolución Rusa”, ocultas en la mochila de combate que le había ocupado el enemigo unos meses antes junto a sus medicinas para el asma.
Fue el estallido de una nueva era.
Hace unos 14 mil millones de años nació nuestro Universo con un inmenso grito. El que fue bautizado como Big Bang. El grito del nacimiento fue detectado en 1960 por poderosos radiotelescopios y se le llamó “eco del Big Bang”. Con esos equipos podemos “escuchar” el alumbramiento del mundo.
Con el estallido de una bala en una pequeña escuela boliviana nació otra era ideológica. La era donde el Che se convertía en bandera de todos, de absolutamente todo movimiento realmente revolucionario.
Toda una generación escuchó ese grito, y en gran medida le fue fiel. Silvio Rodríguez fue uno de los mejores portavoces de aquel acontecimiento. Lo definió como la era que estaba pariendo un corazón.
Hoy, si somos capaces de afinar los telescopios del compromiso, y somos capaces como nos orientaba Silvio de “dejar la casa y el sillón”, podremos también escuchar la radiación de fondo de esta nueva era.
Lo que ocurrió el 9 de octubre de 1967 será escuchado en los próximos años, cuando el mundo perciba, como la radiación de fondo, que no hay otra solución más sensata y viable que el socialismo. Es además la más apasionante de las soluciones.
Nuestro objetivo, el de los revolucionarios, es potenciar esos radio­telescopios y mostrar ese sonido al mundo. Este libro es uno de los mejores intentos.
Decir que el Che fue un idealista, en el sentido común que se le da a esta palabra, es una fanfarronería... en el mejor de los casos, en el peor... la mejor arma del enemigo para seguir considerando al Che un Quijote peleando contra los Molinos de Viento. ¡Basta ya! El Che fue a las ideas socialistas lo que Miguel de Cervantes a la literatura...: Cervantes ridiculizó las historias de caballerías y nació así la novela moderna y contagiosa. El Che nos ofreció un marxismo de carne y hueso, real y útil. Libre de la retórica manualista y especulaciones inciertas que monopolizaban prácticamente todos los Partidos Comunistas de aquella época.
Si a esto se agrega el escolasticismo que ha frenado el desarrollo de la filosofía marxista e impedido el tratamiento sistemático del período, cuya economía política no se ha desarrollado, debemos convenir en que todavía estamos en pañales y es preciso dedicarse a investigar todas las características primordiales del mismo antes de elaborar una teoría económica y política de mayor alcance.1
Aunque por supuesto Gramsci fue quien por primera vez le confirió importancia decisiva a la cultura en la construcción del socialismo, el Che es quizás pionero en entender que sin una nueva moral, un nuevo espíritu específicamente en el productor de bienes materiales no se construye la nueva sociedad.
El hombre nuevo fue la gran obra del Che Guevara. Lo grita en este libro. Y como todas las verdades son concretas, a decir de Lenin, esta del Che es elemental.
La moral socialista no la concibe como adorno, como el trabajador que llega a casa después del trabajo y escucha a Verdi. No. Ese hombre nuevo, esa moral nueva es la que se necesita para producir, ella forma parte de la fuerza productiva. Al menos eso es lo que yo siento al leer este libro supuestamente de economía. Este libro que transpira al Che, que se lee con lágrimas en los ojos, y que a diferencia de tantos folletos y lecturas parcializadas debería ser texto obligado para estudiantes de bachillerato. Si se lee a Carlos Tablada se entiende al Che y de verdad que no hay una manera más natural de entender a Carlos Marx y sus categorías económicas que entender los apuntes del Che Guevara, se lee después a Carlos Marx como el segundo capítulo de la novela.
Esta es otra de las virtudes de este libro que llegó a mí tan tarde. Se convertirá en un clásico obligado. Por supuesto no lo digo yo, el mundo lo empieza a decir, no en balde es esta la edición 30 con medio millón de copias vendidas y muchas fotocopiadas pasadas de mano a mano.
Paradójicamente es lo que hubiesen pretendido los “manualistas”, que uno corriera a leerse los clásicos luego de leer sus patéticos escritos. ¿O no? ¿O es que no les interesaba a los responsables del “socialismo real” que leyésemos a los clásicos?
Después de sentir al Che, en voz de Carlos Tablada, uno siente imprescindible el capítulo I de El capital.
Ya por último quiero volver a otra experiencia personal.
Me contaron que hace muchos años Carlos Tablada visitó la casa de mi madre. Mi casa (la única casa que he reconocido como mía) quedaba al lado del mar. En la terraza siempre soplaba el fresco aun en el día más caluroso. Allí sentados los dos, siendo yo una niña, Carlos Tablada le prometió a mi madre que continuaría escribiendo este libro. Yo no recuerdo el episodio, pero me parece ver flotar el cabello espeso de Carlos y ver moverse las manos blancas de Yeyé cuando hablaba con seriedad. Haydée no sabía prácticamente nada de economía, y menos aún del debate antológico entre cálculo económico y sistema presupuestario. De lo que Haydée sabía como pocos era de intuir una empresa. Casi nunca se equivocaba cuando su corazón decidía que algo podría ser importante. Esto implicaba que muchas veces no hubiese una explicación exacta a la defensa de “El pensamiento económico de Ernesto Che Guevara”. Pero yo, que viví a su lado hasta que decidió que no era oportuna su existencia, les puedo entregar una pista: Los proyectos enamorados y casi imposibles eran a los que le concedía los créditos de éxito. Nunca la vi entusiasmada con algo que ya estaba formado, con un ministerio, o un departamento, o un libro cuya publicación sería obvia. Le hizo jurar a Carlos que lo terminara, que encontraría detractores invisibles y poderosos, pero que no lo fuera a abandonar.
El Che constituyó para mi madre la imagen misma de cómo el Cielo está en la Tierra.
Una cosa no le perdonó nunca y es haber sido suficientemente machista para no llevársela con él a Bolivia a compartir juntos el asma. El Che se lo había prometido en la Sierra Maestra, le dijo que tomarían mate.
Es curioso como me contaba mi madre la historia con una molestia muy visible. Desde niñita tuve que entender que ni con mucho éramos mi hermano y yo lo más importante para ella, que había algo difuso y mágico que superaba a sus hijos, su trabajo, su vida al lado de mi padre, la obra que construía Fidel y su pueblo. Ese propósito era la Revolución en el mundo. Tampoco tuvo que leer a Marx o a Trotsky para entender que el Moncada fue tan sólo el inicio de una lucha planetaria. Así era esta mujer irreverente y convulsa que le hizo jurar al joven Carlos que no cejara en el propósito de hacernos sentir al Che en combate con los demonios tristes de la práctica del socialismo real.
Me cuenta Carlos que yo estaba al lado de mi madre cuando él se lo prometió.
Estoy casi segura que en esta incontenible felicidad que me ha embargado al leer al Che a través de la paciente pluma de Carlos, vuela secretamente el fantasma de Yeyé. Por esta felicidad, la verdadera y no la felicidad escuálida de la seguridad material; para que yo no me confunda más, para que siga en el sendero de la revolución sin dudas, segura de la interminable victoria, es que mi madre le hizo prometer no dejar que se aflojara Carlos en la escritura de un libro que sabemos cuántos muros tuvo que derribar.
Entonces yo le agradezco en nombre de mi madre haber cumplido su promesa. Le agradezco también haber seguido siendo aquel jovencito que luchó contra aquellos poderes ocultos. Sé que Haydée está feliz, pues la he sentido innumerables veces en estas asombrosas letras.
Haydée pensó mucho en esta felicidad que le embarga a aquella niñita al sentir que el Che ha salido de los carteles y de las camisetas y estará con nosotros en los difíciles años que le esperan a esta maltrecha generación a la que pertenezco.
Porque en este libro misterioso Carlos Tablada le ha dado voz al hombre más necesario del mundo, y es entonces mi héroe por haber salvado su libro del mar.

La Habana, 18 de mayo de 2005.

1 Guevara, Che... El socialismo y el hombre en Cuba, Ob cit. Tomo I pág. 278.

Celia Hart Santamaría*
Editorial Ciencias Sociales

* Cuba, 1963. Licenciada en Física y M. Sc. Física Universidad técnica de Dresden, Alemania (1982-1987). Autora de artículos científicos. Actualmente es Investigadora del Museo Abel Santamaría. Ha publicado numerosos ensayos y artículos de ciencias sociales en diversos idiomas, en revistas y en Internet.

martes, 21 de febrero de 2012

sábado, 18 de febrero de 2012

viernes, 17 de febrero de 2012

Fidel vuelve a las andadas



Aprovechando la presencia de un numeroso grupo de intelectuales (latinoamericanos y caribeños, amén de algunos europeos y estadounidenses invitados para participar en la Feria del Libro de La Habana) Fidel los convocó para intercambiar ideas sobre la actualidad internacional. La reunión dio comienzo poco después de las 13 horas del viernes, en una sala del Palacio de las Convenciones de La Habana y, retomando un viejo hábito del líder histórico de la Revolución Cubana, se extendió hasta bien pasadas las 22 horas.
Flanqueado por el Ministro de Cultura de Cuba, Abel Prieto, y Zuleica Romay, presidenta del Instituto Cubano del Libro, el Comandante demostró, a lo largo de algo más de nueve horas, que su privilegiado cerebro conserva todos los atributos que le dieron justa fama.
Animados por Prieto, los participantes pidieron la palabra luego de que se invitara a Ignacio Ramonet a que abriera fuego con un análisis sobre la situación del periodismo en el mundo actual. Fiel a su costumbre, Fidel escuchaba atenta y respetuosamente cada una de las intervenciones, anotaba sus impresiones y con delicadeza lanzaba incisivas preguntas a los expositores, en lo que Frei Beto calificó como un ejemplo del riguroso “examen de conciencia” que los jesuitas la habían inculcado como norma a Fidel en su juventud. Cuando Érika Silva, Ministra de Cultura del Ecuador expuso la propuesta de Rafael Correa de no explotar el petróleo que yace bajo la maravillosa reserva natural de Yasuni-ITT a cambio de una compensación parcial de los países desarrollados, el Comandante preguntó: ¿cuántos kilómetros cuadrados, en que parte de la Amazonía, cuántos barriles hay, cuánto exige el gobierno, qué gobiernos han respondido, con cuánto?
Su pasión por la exactitud, esa que lo llevó a calcular milimétricamente los hombres, armas, municiones y vituallas que podía llevar el Granma, sigue intacta desafiando el paso de los años. Cuando Santiago Alba Rico, “norafricano por adopción”, habló sobre la situación de Túnez Fidel lo escuchó y luego preguntó: ¿qué produce Túnez? Cuando Alba
Rico respondió que uno de los principales productos de exportación era el fosfato, la réplica fue una nueva serie de preguntas: ¿cuánto exporta, dónde están los yacimientos, qué otras cosas produce, cuál es la situación del proceso revolucionario, quiénes le abastecen de petróleo?, intercalando en su interrogatorio observaciones de su cosecha acerca de los principales productores mundiales de fosfato, los usos alternativos de ese recurso, y se divertía cuando se le decía que el aceite de oliva de Túnez era el mejor del mundo y que fabricantes italianos y españoles lo compraban a granel para luego exportarlo como si fuera propio.
Todo este intercambio de informaciones puntuales se daba en un clima en el cual Fidel, además, hacía gala de su agudo sentido del humor.
Lo del viernes pasado había tenido un anticipo cuando una semana antes prolongó durante unas seis horas la presentación del fascinante libro de Katiuska Blanco Castiñeira: Fidel Castro. Guerrillero del Tiempo. Ahora volvía a las andadas tomándose todo el tiempo del mundo para pasar revista a la situación internacional y demostrando una vez más su meticuloso seguimiento de los principales asuntos mundiales.
Imposible reseñar la veintena de intervenciones que abordaron los más diversos temas y que suscitaron sus incisivas observaciones: desde las posibilidades abiertas por la Internet y las nuevas tecnologías de la comunicación (especialmente la telefonía móvil y la televisión satelital) para potenciar las luchas revolucionarias hasta los peligros que entraña el férreo control que el imperio pretende ejercer sobre esas tecnologías, pasando por las amenazas que se ciernen sobre la sobrevivencia de nuestra especie (que Fidel proféticamente denunciara hace veinte años en la Cumbre de la Tierra celebrada en Río), hasta la situación política de diversos países, el devastador “monocultivo de las mentes” (Pérez Esquivel), la necesidad de una tricontinental de las ideas, la búsqueda frenética de nuevas fuentes de energía, la devastación producida por el extractivismo de la megaminería, el monocultivo y la destrucción de los bosques nativos, la crisis del agua y, como no podía estar ausente, la delicada situación en Medio Oriente y las terribles consecuencias que podría desencadenar un ataque a Irán, un país de 74 millones de habitantes acosado por Estados Unidos, su gendarme israelí armado con unos 300 cohetes nucleares y las viejas potencias colonialistas europeas.
Temas tales como las nuevas tecnologías de la guerra, el origen del universo y las teorizaciones de Stephen Hawking al respecto y la posible destrucción del planeta tierra por el carácter inherentemente predatorio del capitalismo y la voracidad del imperialismo se mezclaban con análisis puntuales en todos los cuales era imposible sorprender a Fidel desinformado. Tuvo un momento para también referirse a la situación de las Malvinas, diciendo que “con su actitud Cameron le ha hecho un favor a la Argentina y toda América Latina. Los ingleses no tendrán más remedio que negociar y luego irse.” Cuando al cabo de seis horas –interrumpidas por un breve intervalo- a pedido de los médicos de Fidel Eusebio Mujal León, el brillante historiador de la ciudad, propuso que se diera por concluida la reunión el Comandante quiso saber cuántos estaban en la lista de oradores y contrariando la sugerencia de sus médicos dispuso que se hiciera un breve receso para luego retomar el encuentro y poder escuchar a todos.
Se procedió de ese modo solicitándosele luego a Frei Beto un comentario final en donde el dominico brasileño agradeció en nombre de los presentes la paciencia y la capacidad de escuchar y dialogar puesta una vez más en evidencia por Fidel.
Parecía que era el final, pero no: el Comandante agradeció la intervención y, ante el asombro generalizado por el entusiasmo y la vitalidad del anfitrión, el incansable guerrillero
dijo que quería compartir con los presentes algunos cables que le habían llamado la atención en los últimos tres días. No sólo eso: lo que siguió fue un fascinante análisis de la coyuntura geopolítica internacional, rica en matices y detalles, y una convocatoria a no bajar los brazos en la lucha por la justicia, la dignidad, la libertad y la democracia.
Aludió así a una pregunta que había quedado flotando en el ambiente, acerca de si los desafíos planteados por una situación tan peligrosa como la actual nutrían el pesimismo o albergaban todavía algún soplo de esperanza. La respuesta de Fidel fue coherente con su trayectoria: “aunque nos digan que al planeta le quedan apenas diez años de vida” –señaló con enjundia- “nuestra deber es seguir luchando hasta el fin.”
Dicho esto se marchó, dejando entre quienes tuvimos la fortuna de asistir a una tan inesperada como increíble remake histórica la sensación de que Fidel y el tiempo, esa deslumbramiento que comparte con Hawking, eran viejos amigos y que a diferencia del común de los hombres lo podía recorrer para adelante y hacia atrás a su antojo.
El viernes el Quijote del Caribe decidió volver sobre sus pasos y regresar treinta o cuarenta años atrás. Y lo hizo con la frescura y la agilidad mental de siempre, como si el tiempo no hubiera pasado.

Atilio Borón

miércoles, 8 de febrero de 2012

Este es un nuevo mensaje para Cuba y para el mundo



Comentarios de Abel Prieto, Ministro de Cultura, en su presentación de la primera edición de Guerrillero del tiempo, de Katiuska Blanco. Fragmentos de sus palabras, a partir de una transcripción no cotejada con el autor, realizada por Cubadebate

El Ministro de Cultura aseguró que este volumen recoge desde el primer recuerdo de Fidel, en Birán, cuando tiene menos de tres años de edad, hasta las evocaciones asociadas a aquel joven abogado que acaba de graduarse, pero que ha vivido ya experiencias tremendas, como la del enfrentamiento casi suicida (quijotesco, diría Fidel) a los grupos gangsteriles que tenían la universidad prácticamente tomada - cuando su vida estuvo en peligro tantas veces ­­­­­­-, como la de Cayo Confites, que él la narra con todo detalle y también con humor (por cierto, este libro tiene pasajes de ese humor de Fidel, ese humor refinado, inteligente, incisivo, esa ironía tan suya, que aparece a ráfagas cada cierto tiempo), y que ha pasado también por la experiencia tan intensa del Bogotazo, cuando se suma a la sublevación, por solidaridad, por sentido del deber, por ese sentido ético que lo caracteriza y que es en cierto modo la columna vertebral de este libro.
Hay que decir - realmente - que a través de estos diálogos del Comandante con Katiuska se nos va dando, como en ningún otro texto que se haya publicado hasta hoy, al menos que yo sepa, el proceso de la formación ética, intelectual y política de Fidel, desde su infancia hasta ese momento, digamos, de la primera madurez, de ese Fidel que poco tiempo más tarde empezaría a organizar el asalto al Moncada. Katiuska, con sus preguntas, sus comentarios, muestra realmente la profundidad de la investigación que ella ha venido haciendo y aporta precisiones muy importantes. Hay que felicitarla también por haber respetado en el texto la espontaneidad, la oralidad, del Comandante, que es algo que le da al libro una gran frescura.
Aunque aquí están presentes continuamente las ideas y el pensamiento revolucionario de Fidel, en este tomo I de Guerrillero del tiempo la dimensión personal, la dimensión más íntima, alcanza un espacio y una profundidad muy notable, Fidel logra colocarse en la perspectiva, en la mirada del niño que fue, del adolescente que fue. Se acerca a su familia, a las personas de su entorno o a aquellas con quienes convivió en distintas etapas, tratando de reconstruir cómo pensaban, qué sentían ante las distintas circunstancias, y va descubriendo matices en su comportamiento, va analizándolos, no con un espíritu de juez, sino para entender a esas personas, para explicárselas a sí mismo.
Entra en contacto directo con la naturaleza:
“…atravesábamos la bahía (dice) en una pequeña lancha (…). La lancha se llamaba El Cateto y hacía: ¡Pum, pum, pum! Iba lenta por toda la bahía, la bahía tranquila; tardábamos 25 ó 30 minutos. (…) Íbamos a otro muellecito - todavía recuerdo el aire y hasta el olor a mar -.” (I, 140, 141).
Son impresiones muy vívidas que Fidel ha conservado y que nos las trasmite con mucha fuerza: uno comparte con aquel niño esa alegría expansiva que se nos describe con tanta exactitud y casi puede respirar ese aire de la montaña, ese aire del mar.
En otro momento se refiere a las relaciones que él y su hermano Ramón establecían con los trabajadores de la zona y recuerda con afecto particular al tenedor de libros, que fue quien le habló por primera vez de personajes históricos y de literatura. Y de pronto Fidel logra reconstruir - realmente de un modo que a uno le sorprende - lo que sentía aquel niño, tan deseoso de conocimiento, de cultura, tan lleno de curiosidad.
Y dice:
“Hay gente que por bondad natural son amables con los niños y les hablan, les hacen cuentos (…)” Tal tipo de persona es la bendición de los niños (…) (dice Fidel, una frase tremenda). Las personas adultas no se imaginan la importancia que tiene el trato que les dan a los niños y cómo les agrada (…) que conversen con ellos, que los tomen en cuenta, que no los ignoren.”(I, 75,76).
La otra cosa que llama mucho la atención en este libro es la figura del padre, de don Ángel Castro. Esta figura está tratada con mucho cariño, con muchos matices, con mucha hondura; aunque, como dice Fidel, era “un hombre de carácter, (…) (de) mal genio, dice él que inspiraba respeto” y que era como “el símbolo de la autoridad”, cuando él, Fidel, tenía 4 ó 5 años, “nos pasaba la mano por la cabeza, como una forma de acariciar.(…) Era una de las cosas que él hacía: pasarnos la mano por la cabeza” (I, 10).
Aparte de este tipo de detalles, que nos trasladan una gran delicadeza, una gran ternura, Fidel hace una semblanza de su padre verdaderamente impresionante. Si, por una parte, según nos dice, “sus ideas (…) se correspondían con las de un hombre más bien conservador, (…) desde el punto de vista humano fue una persona muy generosa, muy solidaria.”
Se trata, repito, de un Fidel más personal, más íntimo, el que se nos da en este libro. Y esto habrá que agradecérselo siempre a Katiuska y por supuesto al Comandante. Estos diálogos, ustedes podrán comprobarlo cuando lo lean, van mucho más allá de un testimonio frío sobre los hechos: son una reconstrucción desde lo íntimo del protagonista de un proceso que no se simplifica en ningún momento.
Al propio tiempo, siendo un niño todavía, su inteligencia creativa se topa con los dogmas, con lo que todo el mundo acepta y asimila fatalmente. Cuando evalúa cómo le enseñaron la historia durante la primaria, dice: “un recuento de hechos, ninguno de los cuales se cuestionaba, pero no por cuestión de fe; usted lo creía porque tenía el hábito de creerlo todo” (I, 233). Luego hará un razonamiento similar ante la Economía Política capitalista que le imparten en la universidad como un fatalismo, como algo que es así y no puede ser de otra manera, como la ley de la gravedad, como las leyes naturales.
Frente a esos dogmas, su rebeldía y su sentido ético van generando la semilla de un pensamiento trasgresor, inconformista, que empezará a hacerse preguntas que no tienen respuesta en los esquemas educativos de la época y empezará también a ver las cosas de otro modo.
Ese instinto ético lo acompaña a todas partes, está siempre alerta. Su memoria conserva cada incidente donde ese instinto reaccionó: por ejemplo, en Cayo Confites, cuando participa en la captura de la goleta Angelita de Trujillo, rechaza la forma en que Masferrer y algunos hombres suyos trataron a los tripulantes:
“De palabra y de hecho los ofendieron. No me gustó aquella forma de tratar a los marineros del Angelita. Yo no los golpeé ni los empujé ni actué agresivamente con ellos, porque eran gente desarmada, más bien casi me inspiraba pena” (I, 387).
Una reacción similar siente cuando en Bogotá, en la estación tomada por policías sublevados, rechaza que maltraten a un supuesto espía.
Cuando rememora algunas de sus experiencias vividas en aquellos años, “las luchas de grupos, lo de Cayo Confites, el Bogotazo” , toca el tema de la revancha, de la venganza, como algo incompatible con un auténtico revolucionario, desde el punto de vista ético y desde el punto de vista político: aquel revanchismo no era propio de una verdadera ”revolución, no lo consideré siquiera cuando se trataba de ajusticiar a un esbirro en la época de Machado o de Batista, o cuando se tomaban venganzas de tal tipo, nunca me pasó por la mente, al punto (de) que hubo gente que me quisieron matar, que después fueron ministros del Gobierno Revolucionario. Creo que nunca en mi vida me dejé llevar por revanchas. (…) Cuando nosotros hemos capturado a alguien no lo hemos hecho por venganza, ha sido como una defensa, un ejemplo para que tales crímenes no se cometan” (I, 447).
Finalmente llega a las ideas de Marx, Engels y Lenin después de pasar por una etapa que él mismo califica de “socialismo utópico”. Según explica, el ideario marxista cayó en un terreno muy fértil abonado por su trayectoria de rebeldía, por sus ideas de justicia, por su repugnancia frente a la corrupción y el despotismo. Su mentalidad, nos dice, era una especie de esponja condicionada a lo largo de toda mi experiencia (247)
Pero (añade) que “Antes de ser marxista fui martiano (…); pasé por un proceso previo de educación martiana, que me inculqué yo mismo leyendo sus textos” (250).
Con este volumen de Guerrillero del tiempo recordé la hermosísima película de Fernando Pérez sobre la infancia, la adolescencia y la primera juventud de Martí y esa fuerte impresión que nos deja acerca del destino del protagonista, es decir, de que ese niño, ese adolescente, está como predestinado para cumplir una gran misión. Este libro deja una impresión similar. Sentimos algo parecido a la predestinación en ese niño de Birán que siente piedad por los braceros haitianos y se rebela ante el abuso, en ese adolescente que rechaza instintivamente toda injusticia y en ese joven que llega a una universidad invadida por grupos gansteriles y los desafía y se enrola en la aventura de Cayo Confites para derrocar la dictadura de Trujillo y es sorprendido por el Bogotazo y se suma a la lucha de un pueblo al que le han asesinado su líder.
Este nuevo libro de Fidel aparece en uno de los momentos más oscuros de este siglo XXI, en medio de una crisis irreversible, de amenazas inminentes de nuevas guerras imperiales, del ascenso de las tendencias fascistas y de una agresión incontrolada y suicida al medio ambiente. En términos éticos, la política ha tocado fondo.
Guerrillero del tiempo, tanto este primer volumen como el segundo, es un nuevo mensaje para Cuba y para el mundo de uno de los pocos líderes morales y espirituales que quedan en el planeta. Nos habla, ya lo hemos visto, de su propia vida; pero nos habla también, todo el tiempo, de principios, de ideas, de humanismo. Sé que entre nosotros va a ser leído con pasión y sé también que mucha gente que en todas partes enfrenta hoy la barbarie va a buscarlo y a leerlo de la misma manera.
Felicidades a Katiuska por haber sido una interrogadora tan eficaz; a Rancaño por sus criaturas maravillosas; a todos los compañeros editores y de la poligráfica que trabajaron para lograr esta bellísima edición; y a usted también, Comandante, permítame más que felicitarlo agradecerle por seguir nutriéndonos con textos tan extraordinarios.

Abel Prieto

martes, 7 de febrero de 2012

Desafío.




Documental de Roberto Chile

Tras la desaparición del campo socialista y de la Unión Soviética, Cuba tuvo que enfrentar la más severa de las crisis económicas de su historia. Con el fin de liquidar a la revolución cubana, Estados Unidos recrudeció aún más su criminal bloqueo contra la isla. Cuba quedó sola, fueron años duros para los cubanos.

domingo, 5 de febrero de 2012

Seamos dignos de él



Palabras en la presentación del libro "Fidel Castro. Guerrillero del tiempo"

Fidel Castro Ruz. Guerrillero del Tiempo, de la periodista Katiuska Blanco Castiñeira, fue presentado este viernes junto a Fidel, en el Palacio de Convenciones de La Habana, por el escritor Abel Prieto Jiménez, Ministro de Cultura y el escritor, poeta y etnólogo Miguel Barnet, Presidente de la UNEAC. El libro, estructurado en dos tomos, que revela las memorias del líder de la Revolución, le fue obsequiado a la presidenta de Brasil Dilma Rousseff durante su visita a Cuba, en días pasados.
Como dice Katiuska Blanco en la introducción a Fidel Castro Ruz. Guerrillero del Tiempo, cuando ella se acercó a él, ni su estatura física ni su apariencia era lo que más le impresionaba. “Prefiero el viejo reloj, los viejos espejuelos, las viejas botas, y en política, todo lo nuevo.” Hablaba en susurro, tanto, que daba la impresión de que todo era confidencial. Y lo era.
Katiuska ha tenido el privilegio de compartir parte de esas confidencias que cualquier escritor, cualquier periodista hubiera querido poseer, aunque fuera por unas horas.
¿Será verdad, se pregunta la escritora, que más de una semana después del triunfo de enero dormía con las botas puestas? Nadie puede cuestionar lo inverosímil de tantas historias contadas; tantas aventuras, tantas disquisiciones filosóficas y tantas y tantas escenas de intimidad en la vida del héroe. Este ha sido el desvelo de la escritora quien nos ha entregado sendos volúmenes con entrevistas que revelan al guerrillero en su más luminosa imagen, en su estatura de hombre sencillo, familiar, amable en la voz, y dueño de un poder coloquial que cambió el estilo del discurso político latinoamericano.
Su pensamiento, como expresa la autora con certeza, es integrador. Es una simbiosis de experiencias vividas, sueños y reflexiones de futuro que se conjugan armónicamente.
Cuesta mucho creer que el hombre que en poco más de medio siglo vio realizada tantas quimeras, tenga aun en su carcaj personal un arsenal de ideas tan caudaloso y rico.
Fidel no descansa. Su cabeza no cesa en organizar mundos, en hacer crecer en la imaginación de los otros historias vividas, sueños compartidos, juicios certeros que revelan un pensamiento joven y un carácter inmarcesible.
Un cuestionario muy completo y abarcador propicia el acercamiento más profundo y sensible al jefe de la Revolución. Dos tomos que contienen los temas más disímiles de la vida de Fidel, de los avatares de la Revolución Cubana, de la América Nuestra proclamada por José Martí, de héroes del pasado y del futuro de la Isla sostenidos sobre nobles causas de justicia y creación. Un cuestionario inteligente y sondeador, que cataliza las experiencias más controvertidas, los acontecimientos más extraordinarios que haya podido experimentar un líder político y que al final revelan la sensibilidad cincelada por los golpes de la vida.
Gala de una memoria prodigiosa, con detalles insólitos que van desde la edad de dos años cuando aún no tenía idea de la muerte, y había presenciado el triste velorio de un tío hasta los hechos más recientes contados con precisión y vuelo imaginativo.
Fuerza de carácter, espíritu alerta, comprensión hacia aquellos familiares que, imbuidos de ideas contrarias, no pensaban como él; todo eso nos lo muestra Katiuska en un prontuario que revela, además, el íntimo y profundo diálogo entre la escritora y Fidel. Ella supo incitarlo a contar, él se sintió motivado por la inteligencia y perspicacia de ella. Cuando faltaba un dato, ella lo proporcionaba, cuando un motivo no era suficiente para estimularlo ella utilizaba el recurso psicológico y la habilidad periodística para que él reaccionara al momento.
Una lucidez deslumbrante y una proyección dirigida a la colectividad, a los cambios sociales y al futuro. Una pupila que ve al ser humano en su devenir, sin menoscabo del pasado y sus leyes; esa manera de enfocar a la sociedad desde un humanismo profundo singulariza su filosofía y los postulados martianos desde los cuales percibió el mundo.
El tomo 2 de esta obra tan abarcadora, cubre un diapasón muy amplio que va, desde el golpe de Estado de Batista, hasta la ofensiva, la contraofensiva y el triunfo revolucionario.
Cada uno de estos capítulos va develando el desarrollo creciente de una mentalidad que en medio del fragor de los hechos políticos y las contradicciones va incubando el más sólido pensamiento revolucionario; el que daría al traste con la dictadura y el capitalismo dependiente que vivía Cuba.
La universidad y la fragua de ideas revolucionarias que chocaron frente al dogmatismo o la improvisación, la génesis del Partido Ortodoxo, la decadencia del Partido Auténtico de Grau ; en fin, las turbulencias características de un mundo al revés; donde mostraban su oreja peluda el oportunismo y la corrupción republicana.
A todas esas situaciones apela Katiuska Blanco para provocar la memoria de Fidel y hacerlo juzgar la historia de Cuba antes del triunfo revolucionario que él propició.
Particularmente dramáticas son las declaraciones de Fidel, un joven entonces de poco más de 20 años, cuando tiene lugar la muerte de Eduardo Chibás, precedida por un cúmulo de calumnias a su persona que contribuían a debilitar al Partido Ortodoxo, único frente entonces que clamaba por la honradez y las virtudes martianas.
“El gesto heroico de Chibás, sacrificándose voluntariamente en la cruz, es un inmenso honor entre espinas de infamia e insultos fariseos... expresó Fidel después de la muerte del candidato a Presidente por la Ortodoxia y prosiguió citando a José Martí: “Si hay muchos hombre sin decoro, hay otros que llevan en sí el decoro de muchos hombres”. Hacía mucho rato ya que Fidel soñaba con la consecución de los grandes destinos y los ideales de una Cuba soberana.
Hacía mucho rato que esbozaba desde sus cuarteles de reflexión, una estrategia para la toma del poder, que no podría contar en lo absoluto con los restos, que como hilos deshilachados, quedaban del Partido Ortodoxo; como eran Roberto Agramonte y José Pardo Llada.
La experiencia de lo vivido lo ayudó siempre como expresa en el segundo tomo a una comprensión precoz de la realidad social y política de la Isla. Conocía bien al pueblo, su psicología y sus más puras aspiraciones.
Y no tenía compromisos con el pasado. He ahí la diferencia con los políticos de turno en los promiscuos y convulsos años que precedieron al triunfo de la Revolución.
Con pocos recursos mediáticos, sin dinero, pero con la habilidad de un político de sangre se sumergió en lo más genuino de la clase trabajadora y llevó a cabo una violenta campaña contra todas las banderas de la seudorrepública, el gobierno de Carlos Prío, primero y su francachela de sobornos, latrocinio y vicios políticos. Y más tarde la dictadura de Fulgencio Batista a la cual a partir del golpe de Estado de 1952, que vislumbró sagazmente, le hizo una radiografía que dejaba sin aliento al más agudo de los analistas de la época.
Conmovedoras las páginas en que se cuentan las horas de sobresalto que siguieron al golpe de Estado de Batista, totalmente inéditas y reveladoras de la valentía de Fidel, en momentos de caos, cuando denuncia el zarpazo, con un primer manifiesto público que encabezó con la frase “Revolución no, zarpazo” y lo firmaba con su nombre. Fue, a mi juicio, como una luz que alumbraba un nuevo destino para Cuba y el nacimiento de un guía indiscutible.
A lo largo de estas páginas de historia viva de Cuba, anclada en lo más hondo de sus raíces y latiendo con el pulso de los tiempos, Fidel Castro va desgranando hechos y acontecimientos vistos desde una óptica cóncava y objetiva. Nos da una visión que invita a una reescritura de la historia a partir de puntos de vista personales que ponen en solfa esquemas tradicionales y enfoques parciales que la han distorsionado.
Abundan también en estas páginas los choques y las consecuentes decepciones de Fidel y los verdaderos revolucionarios que le siguieron en los primeros momentos como Abel Santamaría y Jesús Montané Oropesa, entre otros, frente a figuras de respeto que no estaban dispuestas a tomar las armas.
Embrión del asalto al cuartel Moncada y al de Bayamo, los primeros meses de 1953 consolidaron a un grupo de revolucionarios superior a todos los otros y marcaron el inicio de una etapa donde la generación histórica se iba fraguando. Fidel Castro en el centro de los acontecimientos es la única fuerza, con sus hombres, que hará algo que cambie la historia definitivamente. El Moncada, en su propia voz, resurge con nuevos destellos ante los ojos del lector.
Aun sin las llamadas condiciones objetivas o subjetivas pero sí con un ejército del pueblo y como expresa Fidel a partir del patriotismo, la dignidad, las tradiciones y las rebeldías de las masas y desde luego el odio a la tiranía se pudo iniciar la verdadera lucha que llevó finalmente a la victoria.
He aquí un Fidel Castro sin amarras y desinhibido que a partir de preguntas inteligentes y oportunas emite juicios de valor sobre momentos cruciales de su vida, y sobre personajes de la política de Cuba que nunca como ahora se ven sometidos al tribunal de la historia.
Haber tenido el privilegio de una larga vida y de una memoria impecable, así como el de contar con un interlocutor de la talla de Katiuska Blanco hacen de este libro un documento único por su valor testimonial.
No voy a relatar los incidentes del asalto al Moncada. Lo dejo a la discreción y suspenso de los lectores; pero sin duda, es uno de los capítulos más intensos, nítidos y estremecedores de aquella heroica acción.
Merece, sin embargo, destacar el papel no solo de Fidel y Raúl en la misma si no el de todos y cada uno de los asaltantes ya que, sin duda, aquella gesta fue una de las páginas más dramáticas de la epopeya revolucionaria.
“Sentíamos infinita amargura e irritación, luego del duro revés”, confiesa Fidel, pero la decisión de seguir luchando era inquebrantable.
El ejército mambí resurgía, entonces, con nuevos bríos e ideas libertarias. Fidel recuerda la integridad del teniente Pedro Sarría cuando les dice a los soldados batistianos: “Las ideas no se matan” como quien enarbola un principio o una bandera. Sarría fue un ángel de la guarda bajado del cielo. Capítulo estremecedor digno de un filme que espera su realización.
La íntima correspondencia que el Comandante en Jefe, entonces sencillamente el joven abogado Fidel Castro, les envía a sus padres ya en la prisión es también una prueba de su entereza moral y sus convicciones filosóficas.
“Tengo la más completa seguridad, escribe, de que sabrán comprenderme y tendrán presente que en la tranquilidad y conformidad de ustedes está siempre nuestro mejor consuelo.”
Y refiriéndose a la idea de la patria, añade: “Cuando nos trae en el presente horas de amargura, es porque nos reserva para el futuro sus mejores dones”.
Poder sentir la vibración del relato del juicio del Moncada, con todos sus matices y calibrar el coraje de Fidel y su intransigencia que lo hacían desafiar todos los obstáculos, es otro privilegio que nos da este segundo tomo de Guerrillero del Tiempo.
“La justicia está enferma”, expresó el Comandante aquel 16 de octubre de 1953 en una sala pequeñita, casi sin público, donde pronunció su alegato La historia me absolverá ajeno a dogmas y doctrinas abstractas. El juicio parecía algo irreal. Quince años de privación de libertad pero la convicción de que su lucha abriría nuevos caminos, lo llevó a pronunciar aquellas palabras inscritas en las páginas más gloriosas de nuestra historia.
A la sazón escribe: “en cuanto a mí, sé que la cárcel será dura como no la ha sido nunca para nadie, preñada de amenazas, de ruin y cobarde ensañamiento, pero no le temo, como no temo la furia del tirano miserable que arrancó la vida a 70 hermanos míos. Condenadme, no importa, la historia me absolverá”.
La cárcel en Boniato, en noches sin luz, en una cama estrecha, escribiendo con zumo de limón, negándose a comer, desafiando a los carceleros… y luego el traslado a Isla de Pinos plagado también de humillaciones, víctima de bajezas y mezquindades como aquella de las cartas de amor con destinatarios equívocos para crear un conflicto que tuvo serias consecuencias. Cartas de amor que encierran una espiritualidad que lejos de quebrantarse se hacía más fuerte en la medida en que afrontaba todo tipo de contingencias.
Guerrillero del Tiempo, tomo dos, muestra la estatura moral de un ser humano cuya dimensión como ha dicho Wifredo Lam es imposible de medir. En la última carta, que escribió a su hermana Lidia en mayo de 1955, desde la cárcel, confiesa: “Valdré menos cada vez que me vaya acostumbrando a necesitar más cosas para vivir, cuando olvidé que es posible estar privado de todo sin sentirse infeliz. Así he aprendido a vivir, y eso me hace tanto más temible como apasionado defensor de un ideal que se ha reafirmado y fortalecido en el sacrificio. Podré predicar con el ejemplo que es la mejor elocuencia…
“Libros solo he necesitado y los libros los tengo considerados como bienes espirituales…”
La autora de esta larga entrevista al Comandante luego de esta confesión expresa “siento hermosa y espartana la actitud que guió sus luchas hasta hoy”. Nosotros, desde luego, compartimos ese sentimiento.
Desde la prisión Fidel y sus compañeros dirigían la batalla y el movimiento creció. Mensajes, denuncias, instrucciones emanaban desde lo más sórdido de la cárcel y el apoyo a la causa se hizo mayor, a pesar del confinamiento y el velo de silencio impuesto por Batista a los moncadistas. Finalmente el tirano se vio obligado a decretar la amnistía para normalizar el país e ir seguro a las elecciones convocadas.
Fidel, vencedor de múltiples reveses, tuvo paciencia pero no aceptó la condición impuesta de abandonar la lucha. Por el contrario se opuso a la amnistía y en una carta pública reveladora también del carácter que iba a imprimirle a la Revolución triunfante escribió “¡No queremos amnistía al precio de la deshonra! Mil años de cárcel antes que la humillación”. Principio indoblegable que ha marcado los más de 50 años de Revolución frente al bloqueo norteamericano. “De todas las barbaridades humanas, escribió también desde la cárcel, lo que menos concibo es el absurdo”.
Y es precisamente el absurdo de la política norteamericana hacia Cuba el que ha intentado demonizar a su persona y subestimar las condiciones morales de nuestro pueblo.
Fidel jamás se amedrentó, jamás tuvo siquiera un instante de vacilación o pesimismo. Ese temple de estoicismo y confianza lo ha impregnado a su pueblo y estoy seguro de que ha sido un baluarte de moral y espiritualidad que nos ha sostenido frente al oprobio de las campañas más denigrantes y el aislamiento mayor.
El mundo podrá juzgarlo por actitudes que no alcancen una cabal comprensión, o por errores que él mismo se ha señalado, pero nadie tendrá el valor de dudar sobre su inteligencia humana y su probado coraje ante todo los riesgos que le ha tocado compartir con sus contemporáneos.
La lucha en Cuba no ofrece garantía alguna para sus planes. Y al primero que envió a México fue a su hermano Raúl. México era el país donde siempre se habían refugiado los revolucionarios cubanos, y Katiuska recordaba que José Martí escribió: “México es la tierra de refugio donde todo peregrino ha hallado hermano”.
Y allí tuvo que viajar, pero antes declaró a la prensa: “De viajes como este no se regresa, o se regresa con la tiranía descabezada a los pies”.
Y el 8 de enero de 1959 entró en La Habana como lo había anunciado, con la tiranía descabezada, y con el pueblo de Cuba junto a él.
Víctor Hugo habló una vez de una tempestad bajo el cráneo, “nosotros confiesa el Comandante en Jefe, cuando llegamos a México llevábamos la revolución bajo el cráneo”. México recibió a los combatientes con simpatía y ellos actuaban con cautela en la ciudad azteca. Describe aquí el Comandante las dificultades y penurias que atravesaron en la ciudad capital, los lugares donde se hospedaron, la mítica casa de María Antonia y otras no menos hospitalarias, el encuentro con el Che de carácter afable, modesto y noble, “nadie sabía entonces que iba a hacer después lo que hizo y convertirse en lo que es hoy: un símbolo universal”, le cuenta a su entrevistadora.
Afianza los lazos entrañables con Montané, “jefe de veteranos” como lo llamó, con Melba Hernández, con Cándido González y Chuchú Reyes, con todos los que iban de Cuba a la gran hazaña del Granma denominada por el Che como la Aventura del Siglo.
Entrenamiento diario baja la dirección del legendario Alberto Bayo, combatiente de la República española, la inapreciable ayuda de Antonio Conde, el Conde, dueño de una armería y experto en municiones y armas de mirillas telescópicas.
Luego, el acoso de los espías de Batista radicados en México y de la policía secreta, la prisión temporal y los azares y contingencias propias de un grupo de hombres que vivían clandestinos en un país que no era el suyo.
Admirable la conducta del expresidente Lázaro Cárdenas quien sin vacilación intercedió por los futuros expedicionarios y ayudó a neutralizar la hostilidad hacia ellos.
Pero el Granma estaba a punto de poner proa hacia Cuba y nada iba a detener a los combatientes. En su casa de Birán, cuenta Katiuska, no existía ninguna duda de que el retorno del hijo pródigo era inminente. Fidel se crece como un gigante cuando haciendo un descomunal esfuerzo acude a Carlos Prío en busca de fondos para la causa revolucionaria por encima de profundas diferencias políticas y morales con el expresidente derrocado por el más artero golpe de Estado de la historia cubana. Cruza a nado el río Bravo para llegar a la otra orilla donde se encuentra con Prío, tras vencer obstáculos personales, para cumplir con la promesa de seguir adelante. Aquel dinero, cuenta “nos permitió cumplir con nuestra consigna, lo que fortaleció la confianza del pueblo en la nueva generación revolucionaria”. “Prío, añade, no corría ningún riesgo, me estaba esperando en un motel y era feliz de reunirse con aquel jacobino que no quería tratos de ninguna clase con el gobierno anterior”.
Finalmente zarpa desde Tuxpan en medio de una adversidad sin límites. Por un lado el desconcierto ante el desamparo en que podría quedar su hijo y lo triste de la muerte de su padre en Birán dos meses antes.
El Granma se convierte en una bandera de lucha desde la misma madrugada del 25 de noviembre en que los futuros héroes de Alegría de Pío se embarcan en él. Se cruzan los destinos de la clandestinidad y el peligro en un yate para 10 o 12 hombres que trasladó a 82. Luego de vencer múltiples obstáculos y burlar la guardia marina, el Granma entró en el mar. La tempestad levantaba olas gigantescas, pero la alegría de los tripulantes fue mayor. Cantaron el Himno Nacional, aun venciendo el mareo. La travesía fue infernal. El ruido de los motores taladraba los oídos de los 82 hombres. El Jefe de la Revolución convertido en mecánico se ocupaba de arreglar los desperfectos de una nave, calificada por él mismo como una cáscara de nuez.
La ansiedad por llegar a las costas cubanas hizo que le exclamara a Faustino Pérez “quisiera tener la facultad de volar”. Tal era la ansiedad de todos en llegar. Aquella exclamación de alegría, pese al tortuoso desembarco calificado por el Che como un verdadero naufragio me recuerda las emotivas palabras escritas en el diario de José Martí cuando llegó a Playitas de Cajaguabo: “Salto, dicha grande”.
El 2 de diciembre la alegría de llegar a la Isla, se empañaba con la infernal aviación sobrevolando el barco. Pero la suerte estaba echada. En el tomo dos de este Guerrillero del Tiempo, como en los diarios de Raúl y del Che se palpa la historia que duele en la piel y agita el corazón con emociones encontradas.
Arsenal de anécdotas dramáticas y festivas, de avatares cercanos a la mística, de recuerdos personales y hechos que mostraban en las peores circunstancias la profunda conciencia de los combatientes, este tomo es no solo un cuaderno de bitácora de la guerra, sino un ideario de los valores más altos que acompañaron a cada uno de ellos en los días más difíciles de la guerra en las montañas. Y una muestra de un conjunto de injusticias exorcizadas que le dan un significado válido a la vida.
Fragmentos conmovedores del diario de Raúl, mensajes del llano, signos de acción de Frank País y Celia Sánchez, de Vilma, Melba y Haydée; la presencia oportuna de Guillermo García, en la Sierra, en fin, un documento único avalado por el testimonio del Jefe de la Revolución. Una chispa que encendió una llamarada invencible extendida, en el llano y en la Sierra Maestra, la Sierra Cristal, el Escambray y toda Cuba.
Esta saga está acompañado de un pliego de fotografías que van desde la década del 50 hasta el mismo triunfo de la Revolución y la entrada victoriosa a La Habana el 8 de enero de 1959.
Los sueños imposibles se convertían en realidad. Y como dice el propio Fidel “la historia abría sus puertas para siempre a una vida nueva y digna para el pueblo de Cuba”.
“Todo lo demás, añade, dependerá de nosotros mismos”. La vida nos otorgó el privilegio de que el protagonista de estos hechos, con su proverbial lucidez y su memoria esté aún entre nosotros. Seamos dignos de él. Gracias, Fidel, por haber dejado el tesoro de tu vida en estas páginas que son una lección para futuras generaciones. Y la certidumbre de que un mundo nuevo es posible.

Miguel Barnet
La Jiribilla
Fuente: http://www.lajiribilla.cu/2012/n561_02/561_40.html