domingo, 31 de agosto de 2014

Che: el Pensador, la Teoría, la Crítica y el Legado




La obra de Ernesto Che Guevara es una de las cumbres de la historia del pensamiento político cubano; al mismo tiempo, él fue uno de los más prominentes entre los pensadores que participaron en el proceso de universalización del socialismo y el marxismo que sucedió en el siglo XX. Su actuación y su concepción constituyen una de esas expresiones supremas del radicalismo que existen siempre dentro de la compleja diversidad de componentes que contiene el campo de cada revolución. Fue un caso análogo al que constituyó José Martí respecto a la Revolución del 95, que pudiéramos sintetizar mencionando cinco rasgos principales de las ideas y la actuación martianas: el tipo de política insurreccional que promovió –que era a la vez el arma indispensable y la escuela para transformar a los participantes–, y la práctica que hizo de ella; su propuesta de convertir la independencia en una liberación nacional y de forjar una república nueva; el extraordinario y singular cuerpo de ideas que desarrolló, que entre otros aspectos contiene una interpretación pionera de comprensión y crítica del mundo moderno, y postula la necesidad de revolucionarlo desde la perspectiva de los que fueron colonizados; la consecuencia absoluta entre sus ideas y su conducta; y el alcance de los cuatro rasgos citados, que trascendió mucho a un mero enfrentamiento de las circunstancias en que actuó.
Expondré algunos aspectos seleccionados de la actuación y la concepción del Che que dan cuenta de ese papel descollante que tuvo en el pensamiento cubano, en la universalización del socialismo y el marxismo y en el radicalismo revolucionario. Su examen también puede sintetizarse en cinco rasgos, referidos al tipo de política que promovió y practicó, la propuesta que hizo, el extraordinario y singular cuerpo de ideas que desarrolló, la consecuencia absoluta entre sus ideas y su conducta, y el alcance superior de su actuación y su concepción respecto a sus circunstancias. Lo haré en forma más bien telegráfica y destinada a estimular el diálogo.
En el proceso de la insurrección y hasta su muerte durante la primera etapa de la Revolución en el poder –la que va de 1959 a inicios de los años setenta–, el Che compartió con Fidel la colosal aventura de la Revolución y lo siguió siempre, como el líder supremo del proceso y como un pensador radical excepcional. En el transcurso de aquellos años, Fidel debió asumir sobre todo las funciones de dirigente máximo y de educador popular, y el Che, que desempeñó un cúmulo de responsabilidades prácticas en numerosos terrenos, elaboró al mismo tiempo una obra teórica que es el más importante monumento intelectual de la Revolución, obra que ha resultado muy trascendente para la estrategia y el proyecto cubanos hasta el día de hoy, y que lo será en el futuro que alcanzo a pensar.
Las revoluciones son procesos complejos, que para triunfar deben subvertir y negar el orden vigente, demoler sus instituciones y desvalorizar sus símbolos; promover el carácter libertario e implantar disciplinas férreas, hacer de la unidad un valor superior, ser muy desafiantes y llegar a ser respetables, y construir un nuevo orden que reúne creaciones, adaptaciones, nuevas relaciones, instituciones, valores y costumbres, permanencias; en suma, un orden que combina promesa y administración, defensa y autocrítica, novedades y rutina. Si se estudia, se puede historiar el proceso, periodizarlo y hacer valoraciones sobre su curso. Alguna vez se ha propuesto el símil de un péndulo para mostrar el ciclo que suele caracterizar el curso y el mundo ideal de las revoluciones: primero, avances hasta un punto de máximo radicalismo; después, detenciones, retrocesos y estabilización. El péndulo, que había oscilado hasta un punto máximo hacia delante, hace giros cada vez menores y se va deteniendo al centro de la escena, pero el eje que lo sostiene se ha trasladado ya a un punto mucho más adelantado que el que ocupaba al inicio del ciclo. Martí y el Che habrían llevado el péndulo a su máximo punto de avance.
Aunque fueron hombres de acción que con ella colmaron sus vidas y llenaron sus épocas, y esa actuación y sus virtudes constituyen un tesoro moral y un ejemplo imperecederos, cuando volvemos –como hacemos hoy– sobre aquellos líderes radicales, lo principal que atendemos es a sus ideas y sus propuestas, porque en ellas reside lo fundamental de su trascendencia y de la utilidad que podemos obtener de ellos. Por cierto, el hecho de haber sido muy superiores a sus circunstancias les suele acarrear una posteridad inmediata sumamente difícil, precisamente porque resultan irreductibles a las concesiones y retrocesos que forman parte, junto a los avances, de la estabilización que se produce durante las posrevoluciones, mientras que su peso simbólico es enorme y se les identifica con la revolución.
La mundialización de su sistema ha sido un destino inevitable para el capitalismo, un tipo de dominación que es singular en la historia humana. Desde que ella comenzaba, el joven pensador alemán Carlos Marx les planteó a los anticapitalistas el requisito de la mundialización de la revolución para que esta pudiera tener posibilidades de vencer. La consigna final del Manifiesto Comunista no es una frase feliz: es una tesis. Pero el modo fundamental de ser de la mundialización capitalista ha consistido en las colonizaciones de la mayor parte del planeta, y, por otra parte, el ámbito de todas y cada una de las revoluciones sucedidas contra la dominación capitalista ha sido el nacional. Esas dos realidades han sido una gran fuente de tensiones, contradicciones y retos para las concepciones y las prácticas revolucionarias opuestas al dominio capitalista, y más de una vez han tenido inclusive consecuencias trágicas. El socialismo marxista ha vivido desde hace más de un siglo esos desafíos entre las ideas, los movimientos y las luchas que se han representado como prioritarios –o que han asumido en política– los antagonismos de clases sociales o la necesidad de liberar las naciones, o han hecho intentos diversos de combinar esos dos polos.
Otros dos condicionamientos que han marcado la historia del socialismo marxista han sido más graves. El primero y más general es el de la renuncia en muchas situaciones y casos a la pretensión de derrocar al capitalismo e implantar poderes socialistas, y la consecuente adecuación práctica a constituir solamente formas de oposición muy limitadas al sistema de dominación, que le resultan funcionales a este, o incluso a colaboraciones con ese sistema. El segundo, el curso de la experiencia que se inició con el triunfo de la Revolución de Octubre en Rusia y terminó en 1991, llena de eventos y procesos que no puedo tratar aquí. Apunto al menos que entre la segunda posguerra mundial y los años sesenta su impacto general era muy contradictorio. Por un lado, el inmenso prestigio ganado en aquella guerra, el ser para muchos la antítesis del capitalismo imperialista, genocida, guerrerista y sujeto de una crisis prolongada, y la conversión de la URSS en una enorme potencia, rival de Estados Unidos, el nuevo campeón único del campo capitalista. Por otro, la dictadura del grupo que en los años treinta liquidó la Revolución bolchevique, hasta mediados de los años cincuenta, y, desde entonces, tímidas y muy parciales reformas desde arriba. Y una política mundial creciente, pero sujeta al convenio de esferas de influencia de 1945 con el imperialismo, por lo que manipulaba a los movimientos y la ideología de su campo y se guiaba por la razón de Estado en vez de por el internacionalismo.
Ernesto Guevara se crió en un ambiente en que eran muy fuertes la contradicción entre las perspectivas nacional y social, los condicionamientos prácticos de origen internacional y los conflictos que todo esto generaba. El paso decisivo que dio junto a Fidel y sus compañeros hizo que su vida política transcurriera en un medio en que se logró una victoria extraordinaria frente a los grandes obstáculos de la mundialización de las revoluciones: la insurrección y el triunfo de la Revolución cubana, su plasmación como una revolución socialista de liberación nacional y el predominio dentro de ella del socialismo cubano.
El Che fue hijo de la ruptura y la destrucción del orden dominante en Cuba, que permitió movilizar y concientizar a escala permanente y profunda al pueblo, y que unidos poder revolucionario y pueblo se apoderaran del país, lo reorganizaran y repartieran la dignidad humana, las riquezas y las oportunidades a partir de los principios de la justicia social y la igualdad de derechos, base social del edificio político de la Revolución desde entonces hasta hoy. Un proceso que aprendió de inmediato a defenderse, derrotó a sus enemigos y se enfrentó victoriosamente a los intentos de Estados Unidos de acabar con la Revolución, que obtuvo la soberanía nacional plena y tuvo un pensamiento propio, y que se vio obligado a ser crítico y contradecir al tipo de socialismo establecido por el sistema de la URSS, el campo de países y organizaciones que lideraba y el llamado movimiento comunista internacional y la ideología teorizada que llamaban marxismo-leninismo.
Al mismo tiempo, la segunda gran ola revolucionaria del siglo XX se había extendido por el llamado Tercer Mundo y obtenido algunas grandes victorias, combatía en Viet Nam y en otros lugares; y transcurría en el marco de numerosos intentos de consolidar las independencias, lograr desarrollos económicos nacionales y coordinar posiciones en esos tres continentes, y en el de un rechazo virulento a las políticas imperialistas que fue compartido por sectores internos en varios de esos mismos países, los cuales aportaron, además de sus críticas y resistencias, novedades importantes en el campo de la vida social y las relaciones interpersonales. Esa ola también pretendió liberar al pensamiento revolucionario de sus ataduras, por lo que tuvo que incluir la crítica de gran parte de las posiciones y los instrumentos del socialismo existente.
Desde aquella coyuntura actuó y pensó Ernesto Che Guevara. Dadas la sólida argumentación y la densidad teóricas con que elaboró y presentó su concepción, elaboró la base de un cuerpo de pensamiento muy rico que todavía necesita, quizás, la mayor parte de su desarrollo, y, sin duda, la mayor parte de su experimentación práctica. La violentación de sus circunstancias en su teoría y en sus prácticas, el comunismo y el internacionalismo en su proyecto, y el socialismo de liberación nacional como vehículo de su actuación, son tres aspectos esenciales para comprender al Che.

DESCOLLANTE EN LA ACCIÓN Y EL PENSAMIENTO

Entre muchas cuestiones que podrían abordarse, quisiera destacar que Che comprende y expone que el radicalismo en la concepción teórica, la posición política y las nuevas creaciones de las personas y las relaciones sociales que él defiende y promueve, pertenecen a una nueva época. En ella les resulta factible a los revolucionarios irse por encima de las insuficiencias del despliegue del capitalismo en sus países, pero ya las revoluciones no pueden proponerse menos que el socialismo y la liberación nacional, conquistarlos en un único proceso, profundizar de manera sistemática en ambas direcciones, y ser internacionalistas. Esta no es una opción entre las adoptables, sino que es la opción, la única forma de evitar el retorno y la reproducción de la dominación capitalista sobre las personas y las sociedades, un destino inexorable que de no asumirse esa alternativa esperaría a la experiencia socialista al final de su camino. A la vez, Che plantea que esa concepción y esa posición práctica deben proveer la escuela imprescindible, el complejo y gigantesco proceso educacional permanente que irá forjando las liberaciones de las personas y las sociedades. Esto es lo que explica su urgencia, su tenacidad sin límites y su descomunal batalla intelectual.
El Che es uno de esos raros casos de una persona que es muy descollante al mismo tiempo en la acción y en el pensamiento. Es bueno recordar que Ernesto comenzó sintiéndose marxista cuando todavía no tenía experiencias políticas, en un ambiente en el que entre los que estaban en su caso predominaba la admiración por la URSS que había vencido a los nazis y por el socialismo y el marxismo de orientación soviética. Pero, ¿por qué este joven no se sumó a los seguidores ni se sujetó a aquella “línea”? Opino que varios factores lo ayudaron. Primero, la vastísima información y la contrastación de tendencias intelectuales y teorías que adquirió, mediante la lectura de una multitud de obras y el ejercicio de escribir sus comentarios a ellas, es decir, una posición activa de pensamiento y de preguntas pertrechada de copiosos estudios. Mientras que la mera asunción de la llamada cultura universal por estudiosos de nuestros países puede hacerlos desembocar en la condición de colonizados mentales, que en buena medida son extranjeros en su propia tierra, una actitud intelectual como la que asumió Ernesto suele ser una vacuna eficaz contra los dogmatismos y la dependencia.
Por otra parte, el joven Ernesto asumió un antimperialismo beligerante que nunca lo abandonará, y lo asoció acertadamente al anticapitalismo, un paso que puede parecer lógico, pero que era en realidad difícil en aquel tiempo, y aún hoy sigue siéndolo. Antes de ser capaz de compartir o enunciar tesis sobre esa cuestión, la resolvió con su praxis: se puso de parte de los humildes. Por el largo camino que recorrió entre Buenos Aires y Guatemala, a través de sus vivencias y sus reflexiones, fue transitando desde el ansia altruista de prestarles servicios a los desposeídos y desvalidos hasta el arduo reconocimiento de que era necesario asumir una posición política. De esa manera pudo identificar al imperialismo y las variantes del colonialismo como enemigos de los pueblos, y al capitalismo como la fuente de aquel sistema y de sus consecuencias de opresión, explotación y enajenación. Conocer ese desarrollo de Ernesto puede ser útil hoy, cuando muchas veces la preocupación por el mejoramiento humano –que es tan valiosa– no quiere o no ve la necesidad de pasar a la actuación política.
Esa posición de Ernesto lo apartó del eurocentrismo que caracterizaba al marxismo-leninismo, y de las formulaciones abstractas que priorizaban al llamado sistema socialista y a la “clase obrera” de los países industrializados como palancas de hipotéticos cambios que sucederían en un futuro indeterminado. Lo hizo inmune también al doloroso proceso de esterilización de su voluntad de entrega y sacrificio de por vida y sus abnegadas prácticas y resistencias, que sufrían tantos militantes. La revolución anticapitalista y antimperialista no estaba en el plan de aquel movimiento político, ni en el de su ideología teorizada. Por eso, lo decisivo fue que Ernesto buscó por el continente una causa revolucionaria a la cual entregarle todo su ser, no solo el pensamiento, hasta que la encontró.
En la etapa que siguió desde que se incorporó a la organización fidelista en México hasta el triunfo de la Revolución, lo fundamental fue la experiencia práctica. Cuando un periodista le pregunta en la Sierra, en febrero de 1958, si él era marxista desde antes de venir a Cuba, el Che le responde que en la guerra él ha tenido que olvidar todo lo que aprendió antes. Es decir, ha sabido desaprender, como un instrumento más de su desarrollo personal. Pero no ha abominado de la teoría, ni la abandonará nunca.
Como otras grandes personalidades, Che comparte diferentes inclinaciones. La vida y las prioridades asumidas le acotan sus campos de labor, pero sus propensiones más fuertes permanecen, reaparecen cada vez que pueden o marcan con su impronta los modos de aproximarse a los problemas y tratarlos. Su vocación teórica es muy poderosa. Ella le ayudará a exigirle su sentido a los hechos, las conductas y los problemas, a ser analítico y problematizar; es decir, a utilizar el único modo de buscar lo cierto, lo esencial y los caminos. Le dará contenidos más trascendentes a su decisión de entregarse a la actuación social y política revolucionaria, le brindará instrumentos para evaluar y para inscribir lo contingente y los eventos en una totalidad de los procesos de liberación social y humana, y trabajar con ellos en el taller de los conceptos y las teorías. El ejercicio permanente de esa vocación le aportará al Che una mayor capacidad para prever y hacer proyectos, para exponer sus ideas y para conducir a sus compañeros. Y por último, pero no menos importante, formará una mente capaz de inquirir, dudar, preguntar, desconfiar, derribar las prisiones de los lugares comunes, lo establecido, la reproducción de lo existente y lo que se considera posible, y atreverse a crear y ser original. En una palabra, ejercer la ciencia más difícil: la de la revolución.

PENSAMIENTO ABIERTO Y PODEROSO

Su elocuencia sencilla y ajena a la estridencia, su lenguaje claro, son los vehículos del pensamiento abierto y poderoso de este hombre que jamás olvida los fosos profundos mediante los que las sociedades de dominación han separado a los que cultivan el intelecto de la masa enorme de la gente común, la gente de abajo. Él siempre es uno con ellos, y ellos lo premian con su devoción, pero al mismo tiempo advierten la densidad de pensamiento que está siempre detrás de la calma decidida con que el Che aborda las cuestiones cotidianas y los grandes desafíos. La huella de la teoría, unas veces expresa y otras no, lo acompañó a lo largo de su vida.
El Che estuvo produciendo teoría marxista a partir del triunfo de 1959, desde puntos de partida que son los naturales para un revolucionario: el análisis de la política, la economía, las ideologías y las teorías, sus contenidos, sus métodos e instrumentos, sus condicionamientos y los conflictos en que participan. Eso hace conveniente aclarar que buena parte de sus proposiciones y su posición teóricas se encuentran precisamente en el conjunto de sus productos escritos y orales, y allí hay que buscarlos. A la vez, el Che estudiaba textos teóricos y los comentaba, y hacía exposiciones propias directamente teóricas. Estudiando unas y otras fuentes podremos encontrar al Che pensador y al filósofo.
Este hombre que se sabía histórico y estuvo tan consciente del papel que desempeñaba y de lo que debía hacer, se puso un límite en cuanto pensador: su entrega a las tareas prácticas y a la causa; y otro en cuanto a la libre exposición de su ideas: sus compromisos como dirigente revolucionario. Pero supo comprender –y este es un aspecto más de su grandeza– que a la Revolución cubana le era indispensable elaborar un pensamiento creador y eficaz, y que esa debía ser una de sus dimensiones importantes, y logró desplegar una actividad intelectual ejemplar al servicio de esa tarea. Che fue elaborando una concepción suya dentro del marxismo, cumplió los requisitos de ese tipo de trabajo y avanzó en el desarrollo de ella hasta donde la vida se lo permitió.
No emplearé tiempo en referirme al contenido de su concepción teórica, que desde hace más de veinticinco años he tratado de exponer en extenso; estoy seguro de que será manejada y debatida en el curso de este coloquio. Solo quiero afirmar que esa concepción, que hoy puede parecerles improcedente a muchos, nos muestra precisamente su carácter trascendente con su capacidad de servir como instrumento para comprender las circunstancias actuales y plantearse conductas y estrategias ante ellas, y para enfrentar el formidable desarme ideológico al que han sido sometidos los pueblos en las últimas décadas.
Por entender que es uno de los aspectos de su legado que puede ser muy útil para Cuba y para la América Latina en la actualidad, voy a referirme a su crítica al socialismo que llamaban “realmente existente”, crítica que evolucionó y se hizo cada vez más dura y fundamentada. Al hacerla, el Che no olvidó en ningún momento su responsabilidad como dirigente cubano. Para situarnos mejor ante su crítica, es preciso tener en cuenta la existencia de dos formas de socialismo en Cuba, que se iniciaron desde la tercera década del siglo XX y han tenido una historia de contradicciones y conflictos, y también de coexistencias y colaboraciones. Esas dos formas son el socialismo proveniente del movimiento comunista internacional y el socialismo cubano.
El movimiento revolucionario insurreccional contra la dictadura dirigido por Fidel –en el cual el Che se incorpora desde los días de México– tuvo que abocarse en la práctica a la victoria para que el socialismo seguidor del movimiento comunista internacional lo admitiera como una opción política decisiva. El carácter de la revolución –una noción que entonces era muy manejada por la izquierda– estuvo determinado por la praxis organizada y consciente de los revolucionarios, y no fue consecuencia de características de la estructura económica del país. Por eso pudo ser una revolución socialista de liberación nacional la que triunfó en 1959. Esos dos choques con los principios de la teoría-ideología del socialismo guiado por la Unión Soviética y el movimiento comunista de su campo pronto fueron seguidos por otros. Se fue haciendo obvio que este evento trascendental por haber sido inconcebible y por su increíble alcance, que conquistó la liberación nacional y social del país, estableció un poder popular fortísimo, enfrentó con éxito a sus enemigos y sus obstáculos y produjo colosales transformaciones de las personas, las relaciones y las instituciones, constituía, además, una herejía dentro del campo de las experiencias y las ideas socialistas.
En octubre de 1963, al planear un seminario de profundización sobre el Sistema Presupuestario de Financiamiento para los cuadros del Ministerio de Industrias, Che orienta relacionar y comparar los sistemas de dirección con la estimulación al trabajo y con la centralización. Comenta que hay que estudiar las relaciones entre el sistema de dirección y los problemas económicos y las concepciones de los países socialistas. Encerrarse en una “falsa concepción de la ley del valor”, dice, les hizo perder contacto con el mundo exterior. La productividad mundial dejó atrás a los países socialistas que, a diferencia de la USSS, dependían del comercio exterior.
En una reunión posterior analizan la norma soviética de premiar o castigar a las empresas si cumplen o no el plan. Se produce una lucha continua entre los aparatos centrales y las empresas, dice el Che, porque estas buscan tener metas menores para sobrecumplir fácilmente o arriesgar menos un incumplimiento; su éxito consiste en obtener mayores premios. “Se está estableciendo entre el aparato central y la empresa una contradicción que no es socialista, una contradicción que atenta contra el desarrollo de la conciencia”. Los dirigentes de empresas socialistas se van convirtiendo así en expertos en engañar al Estado, deformándose como individuos, y ante el obrero, la imagen del buen dirigente es la del que “sabe” organizar para “sobrecumplir” siempre. De ese modo, el sistema se va apartando de sus objetivos y la gente se va separando de aquellos que debían ser capaces de dirigirlos. El Che aprovecha para exponer con vigor las cualidades que debe tener un director de empresa.
En julio de 1964, Che comenta con sus compañeros: “cuando el cálculo económico llega, como debe llegar, a un callejón sin salida, conduce por la lógica de los hechos a tratar de resolverlo por el mismo sistema, aumentar el estímulo material, la dedicación de la gente específicamente a su interés material y por ahí al libre fuero de la Ley del Valor. Y por ahí al surgimiento en cierta manera de categorías estrictamente capitalistas”. Denuncia de manera categórica la apelación a tomar “como arma para luchar contra el capitalismo, las armas del capitalismo”. La autogestión intenta valorar al hombre por lo que rinde, dice, pero el capitalismo es el que sabe hacer eso perfectamente. Las motivaciones de “la sociedad donde la filosofía es la lucha del hombre contra el hombre, de los grupos contra los grupos y la anarquía de la producción” no podrán ser despertadas y utilizadas eficazmente para servir a una sociedad cuya base era el poder socialista. Esta exige control riguroso, control conciente, “la colaboración entre todos los participantes como miembros de una gran empresa (el conjunto de la economía), en vez de ser lobitos entre sí dentro de la construcción del socialismo”.
Opina que en vez de ir al fondo de los problemas, la práctica y el pensamiento de estos socialistas se deja llevar a la seguridad aparente de acudir a lo ya probado, reforzar el mercado, sus mecanismos y el estímulo material individual. Las reformas pueden relucir como “descubrimientos” que remediarían la falta de motivaciones suficientes en los actores económicos y lograrían la subordinación de la producción para el consumo a las demandas de sus consumidores, relacionar la rentabilidad con la venta del producto, etcétera. Esos experimentos y ensayos de política económica son, sin embargo, remedos de lo que el capitalismo hace eficazmente, porque lo universaliza y porque corresponde a las relaciones fundamentales de su sistema. Che cree firmemente que el socialismo no puede emplear los métodos capitalistas para resolver hipotéticamente sus problemas económicos a nivel de base, y mucho menos extrapolarlos a escala de la sociedad, porque todo eso contradice lo esencial de su sistema. “El único problema que hay es que cuando eso se traslada de una fábrica a todo el conjunto de la sociedad, se crea la anarquía de la producción y viene la crisis, y después tiene que venir el socialismo de nuevo”.
La última frase retrata al Che teórico revolucionario: existe una lógica de las sociedades, cuyo conocimiento debemos al propio marxismo; si la olvidamos, pagaremos un precio muy caro. Pero el socialismo no es un régimen determinado por el libre juego de las fuerzas económicas: después, tiene que venir el socialismo de nuevo. Es decir, tendrá que imponerse la acción conciente y organizada de los revolucionarios para recuperar el socialismo.

ESPÍRITU CRÍTICO Y EJERCICIO DEL CRITERIO

El Che insiste en desbaratar la imputación que se hace a sus ideas de mantener un desprecio “idealista” por el interés material, un simplismo que busca devaluarlas y rehuir la discusión. Nadie en sus cabales desconoce la fuerza y el arraigo del interés material, instalado a lo largo de la historia de las sociedades de dominación y multiplicado y refuncionalizado por el capitalismo. La elección está entre utilizarlo llana y acríticamente –aunque se pueda declarar o lamentar que sea nocivo–, o utilizarlo como un mal necesario, sin depender de él. Ser creativo desde la situación concreta e inevitable, y organizar un proceso de erradicación paulatina de los comportamientos económicos egoístas e individualistas. Ir forjando otro mundo de actuaciones y valores mediante una red de instrumentos diversos, económicos, sociales, políticos, legales, administrativos.
El Che aprendió –al mismo tiempo– a reflexionar sobre los problemas, la circunstancia en curso, las decisiones y la actuación inmediata; sobre los métodos, la organización y los fines mediatos; y a teorizar acerca de los asuntos fundamentales. La formidable experiencia práctica que realizó al frente de más de doscientos mil trabajadores industriales en esos primeros años sesenta ha sido sometida al olvido. Recuperar el conocimiento de su extraordinaria riqueza contribuiría a aumentar nuestras capacidades actuales. Y permitiría conocer al Che de los cómo, que es tan grande como el Che de los hechos históricos y las ideas expresadas en frases rotundas.
En aquel ámbito que tuvo como centro a Ernesto Che Guevara regía el principio de que la creación de otra realidad desde la existente, sin la cual no hay revolución socialista, tiene que incluir el espíritu crítico y el ejercicio del criterio, el fomento de la independencia y la capacidad de pensar y valorar con cabeza propia. Che estimulaba estas cualidades de manera sistemática. En el aspecto que estoy abordando, es impresionante la profundidad y el alcance del análisis teórico logrado, en medio de la tormenta de la Revolución, un avance que permitía una verdadera autonomía del pensamiento, salvado de no ver los graves peligros de la copia y el seguidismo, y no apto para conocer las deficiencias del socialismo existente y evitar o enfrentar la colonización mental, la apologética y la rutina.
El despliegue simultáneo de su concepción y de la profundización de la Revolución cubana lo llevan a hacer más general y más adversa su crítica del socialismo existente. Rechaza la noción tan repetida de que existe un sistema socialista mundial, porque los países del campo del socialismo también tienen desarrollos desiguales, como los del mundo capitalista: “…la práctica ha planteado el problema de contradicciones insalvables; de índole ideológica a veces, tienen siempre una base material, económica. De allí las posiciones que toman la URSS, China, Rumanía o Cuba, en problemas aparentemente desligados de la economía.” Al examinar conflictos bilaterales entre países del campo socialista, afirma que en la realidad “se dan fenómenos de expansión, de cambio no equivalente, de competencia, hasta cierto punto de explotación y ciertamente de sojuzgamiento de los Estados débiles por los fuertes”. Tacha al CAME de “olla de grillos” y plantea que los precios y la calidad de muchos artículos que venden los socialistas de Europa a los demás serían inaceptables en el mercado internacional capitalista. Reconoce que en este campo y en el de los créditos, la política de la URSS y China es más consecuente con el internacionalismo. Pero aclara que los precios fijos sostenidos a productos de países socialistas menos desarrollados, en el mejor caso, mitigan el intercambio desigual, pero no lo anulan.
No existe una confrontación planetaria principal entre el capitalismo y las supuestas tres fuerzas revolucionarias, como repiten las declaraciones del socialismo “realmente existente”, que las relacionan por orden de importancia: primera, el llamado sistema socialista mundial; segunda, la “clase obrera” de los países capitalistas desarrollados; y tercera, las luchas por la independencia y la democracia nacional en las “jóvenes” naciones del Tercer Mundo. La razón de Estado y los intereses económicos de cada país socialista, las esferas de influencia pactadas, la estrategia de potencias son la regla y la conducta usual. De la unión entre proletarios a escala mundial que preconizan las declaraciones dice el Che: “Falso de toda falsedad. No hay punto de contacto entre las masas proletarias de los países imperialistas y los dependientes; todo contribuye a separarlos y crear antagonismos entre ellos (…) el oportunismo ha ganado una inmensa capa de la clase obrera de los países imperialistas…” Sobre las revoluciones: “También es falso que el proletariado (…) sea el que cumpla el papel dirigente en la lucha de liberación, en la mayoría de los países semicoloniales”. Ya no se puede admitir la idea de que la burguesía nacional sea un factor progresivo en las luchas revolucionarias: “La lucha contra la burguesía es condición indispensable de la lucha de liberación, si se quiere arribar a un final irreversiblemente exitoso.”
También rechaza la consigna de la “crisis general del capitalismo”, supuesta teoría que deben acatar los partidarios del socialismo. No estamos en la “tercera etapa”; en realidad, dice, el imperialismo no agoniza: “ni siquiera ha aprovechado al máximo sus posibilidades en el momento actual y tiene una gran vitalidad (…) La tendencia es a invertir capitales propios en el aprovechamiento de las materias primas o en la industria ligera de los países dependientes”. La aguda competencia “provoca una incesante marea de innovaciones técnicas…”
Los jóvenes de hoy no han escuchado nada del “sistema socialista mundial”, “las tres fuerzas revolucionarias” o la “crisis general del capitalismo”, y seguramente sonríen al escuchar su explicación. Pero en aquel tiempo estaban entre los principales dogmas que debían admitirse como artículos de fe y esgrimirse para entender las cosas más importantes, acallar todo criterio diferente y “vencer en la lucha ideológica”. El Che y los que como él escogían actuar como revolucionarios en aquella época debían salir de esas prisiones y pensar con cabeza propia. Recordar hoy la falta total de asideros en la realidad que tenían aquellas consignas seudocientíficas es una lección contra la tendencia a admitir ser gobernados por frases vacías.

MADUREZ DE LA CONCEPCIÓN TEÓRICA DEL CHE

En los primeros meses de 1965 la madurez de la concepción teórica de Ernesto Che Guevara se hace evidente en El socialismo y el hombre en Cuba, uno de los textos fundamentales de la historia del socialismo en América Latina. Pero enseguida comenzará la última fase de su vida, en la que vuelve a dedicarse a la acción armada, ahora como dirigente internacionalista cubano que intenta contribuir al desarrollo de las revoluciones de liberación. Y ahora emprende también una tarea intelectual que considera indispensable: la necesidad de llegar a conclusiones sobre el socialismo realmente existente, asunto crucial para todos en el mundo, y la de ofrecer una alternativa revolucionaria desde las ideas de los pensadores de los países que han sufrido o sufren el colonialismo y el neocolonialismo, que quieren pelear por la liberación total de las naciones y de las personas, y por el avance de la revolución mundial.
“Es un grito dado desde el subdesarrollo”, escribe en “La Necesidad de este libro”, breve introducción a los Apuntes críticos a la Economía Política, un texto que contiene planteamientos trascendentales. Se refiere a El capital, de Carlos Marx, a las nuevas situaciones de la época imperialista, los aportes extraordinarios de Lenin y la detención ulterior del desarrollo de la teoría marxista. Enseguida expone las razones por las cuales hace la crítica de la Economía Política:
Creemos importante la tarea porque la investigación marxista en el campo de la economía está marchando por peligrosos derroteros. Al dogmatismo intransigente de la época de Stalin ha sucedido un pragmatismo inconsistente. Y, lo que es trágico, esto no se refiere sólo a un campo determinado de la ciencia; sucede en todos los aspectos de la vida de los pueblos socialistas, creando perturbaciones ya enormemente dañinas, pero cuyos resultados finales son incalculables (…) Nuestra tesis es que los cambios producidos a raíz de la NEP han calado tan hondo en la vida de la URSS que han marcado con su signo toda esta etapa. Y sus resultados son desalentadores: la superestructura capitalista fue influenciando cada vez en forma más marcada las relaciones de producción, y los conflictos provocados por la hibridación que significó la NEP se están resolviendo hoy a favor de la superestructura. Se está regresando al capitalismo.
Che confía en que muchos podrán sentirse atraídos por este “intento de retomar la buena senda”. A ellos se dirige el libro, “y también a la multitud de estudiantes cubanos que tienen que pasar por el doloroso proceso de aprender ‘verdades eternas’ en las publicaciones que vienen, sobre todo, de la URSS, y observar como nuestra actitud y los repetidos planteamientos de nuestros dirigentes se dan de patadas con lo que leen en los textos”.
Un largo camino había recorrido Ernesto Guevara en una década. La revolución había sido su maestra. En la guerra y desde el poder revolucionario se desarrolló su estatura como combatiente, dirigente y pensador, y ahora él –como reclamara Lenin sesenta años antes– debía, en justo pago, enseñarle algo a la revolución. Y lo logró. La aventura socialista de un pequeño país aislado producía un pensamiento capaz de continuar el trabajo excepcional mediante el cual Marx había encontrado ideas capaces de subvertir el control de las ideas de la sociedad por la clase dominante. Che escribió: “nosotros aportamos nuestro modesto granito de arena”. Y a los compañeros cercanos más estudiosos les pidió componer un “manual” cubano. Pensó seguramente que los que compartían su posición continuarían la campaña de difusión de las actitudes y las ideas más revolucionarias que con tanto ardor y sistematicidad él llevó a cabo en su última etapa en Cuba.
El acierto y el alcance de los planteamientos del Che acerca de la esencia y el destino del socialismo realmente existente solo se comprobaron veinticinco años después. Pero cuando hacia el final del siglo XX pareció que todo lo logrado por la humanidad se perdería, incluso la esperanza, el Che regresó. Celebramos ese regreso, que evidencia la resistencia de los pueblos y el valor permanente de las ideas y del ejemplo. Sin embargo, el pensamiento del Che ha seguido encontrando escollos y ha tenido que ir ganando espacios paulatinamente. Ese pensamiento es uno de los lugares principales de los combates actuales.

Fernando Martínez Heredia
Cubadebate
23 junio 2013

sábado, 30 de agosto de 2014

Palabras para el ELN en su 50 Aniversario




Más allá de los argumentos, discusiones, recuentos teorías, la fundación de organizaciones populares de resistencia armada latinoamericanas como el Ejército de Liberación Nacional de Colombia evidencia la necesidad del pueblo de organizar su propia defensa y crear horizontes propios para la liberación humana y social. Nuestro continente es hijo del maravilloso ciclo de revoluciones armadas de 1781-1824, que convirtió las identidades y las resistencias en un conjunto de pueblos liberados del colonialismo, por primera vez en el mundo. Solo la violencia revolucionaria pudo ser eficaz para conseguir aquel formidable avance cultural a escala continental.
Pero dos siglos de Estados independientes han tenido que ser el marco de resistencias incesantes y luchas por la justicia social y por la verdadera democracia, es decir, por el respeto y el bienestar para las mayorías y por el gobierno del pueblo. Minorías que han ejercido el control sobre la reproducción de la vida social para su beneficio y explotado y dominado a las mayorías de sus propios países han preferido siempre ser cómplices y subordinados de un sistema mundial de dominación cada vez más centralizado, parasitario, reaccionario y depredador. Ser a la vez dominantes y dominados. En consecuencia, las libertades, la igualdad para todos, los sistemas legales y los derechos humanos han sido una y otra vez violentados o negados, al mismo tiempo que ideas y movimientos muy diversos han ocupado la dimensión política de las sociedades, obteniendo consensos o generando enfrentamientos.
El recurso a la violencia revolucionaria ha favorecido la causa de los oprimidos como forma eficaz de resistencia cuando se les cierran otros caminos, pero sobre todo como creador de conciencia y organización, como educador de cualidades y capacidades, como palanca para multiplicar las posibilidades de los de abajo de salir de la miseria, la opresión, la indefensión y la incapacidad de cambiar sus vidas. Contra él se han ejercitado las formas más criminales de represión, selectiva o genocida, las técnicas más avanzadas destinadas a confundir, dividir y alejar a los pueblos de sus propias identidades y proyectos, acciones que forman parte de la guerra cultural, la más poderosa arma imperialista contra los pueblos del planeta. La demonización de la violencia revolucionaria ha sido uno de los éxitos de esa guerra en las décadas recientes en América Latina. Sin abandonar aquella política, hoy el sistema intenta eliminarla de manera permanente de las alternativas pensables, remitirla al pasado.
Pero frente a los expertos que han anunciado hasta el cansancio las inminentes desapariciones de las organizaciones de lucha armada, ellas continúan peleando, y sus lecciones de sacrificio, heroísmo, voluntad organizada, conciencia e ideales son una de las fuerzas principales con que cuentan los pueblos latinoamericanos. En esta nueva hora en que en la América nuestra se levantan varios poderes populares, se agranda el campo de los Estados y gobiernos más autónomos y más activos y preocupados por sus pueblos, y existe un enorme torrente de movimientos sociales populares, esa forma de actuación revolucionaria gana en relevancia y debe concurrir a la formación del nuevo bloque histórico continental. Porque el protagonismo popular no es cosa del pasado: es el único futuro posible. Y él utilizará, de manera soberana, todo lo que esté a su alcance.

Fernando Martínez Heredia, académico titular de la Academia de Ciencias de Cuba. Doctor en Derecho, Profesor de la Universidad de La Habana e investigador. Especialista en Ciencias Sociales, ensayista e historiador.

La cultura en la Revolución cubana


Como el tema es prácticamente inabarcable, escogeré algunos de los asuntos y problemas que me parecen centrales, en el espíritu de incitar a los intercambios y debates de este Foro, más que de exponer argumentos que no cabrían en los objetivos y el tamaño de este texto.
La Revolución misma ha sido el mayor y más trascendente hecho cultural de este medio siglo. Ella hizo retroceder los límites de lo posible y desató las actuaciones, las ideas, los sentimientos y las potencialidades humanas. La mayoría de los cubanos y cubanas salió del mundo en que vivía, lleno de opresiones, miseria material, injusticias, mezquindades, falta de oportunidades y de escolarización. En un mismo proceso se apoderaron de su país y de sus condiciones de existencia, y fueron volviéndose capaces de ir muy lejos en cuanto al cambio de sí mismos y al de sus relaciones, sus vidas y la sociedad. La revolución inspiró, exigió o permitió a las personas y grupos sociales mayoritarios lograr esas adquisiciones y transformaciones prodigiosas. Los hechos y los avatares de la revolución han sido el medio fundamental para el proceso de la cultura cubana desde 1959 hasta hoy.
No voy a ofrecer los datos de ninguno de los inmensos logros de estos cincuenta años –datos que están alcance de ustedes--, pero todo lo que escribo aquí se basa en ellos. Ese es otro aporte cultural extraordinario de la revolución cubana: al existir y ser como es, permite a cualquiera en el mundo referir lo que sería un ideal o un sueño de mejoramiento social y humano a un ámbito existente, Cuba, y estudiar y pensar sus características, victorias y derrotas, frutos y errores, carencias y enemigos, como unas realidades que ya poseen inclusive historia propia. Me permito pedirles que lean los datos de esos inmensos logros tratando de integrarlos en una comprensión de sus articulaciones, su organicidad, sus resultados, sus limitaciones y sus proyectos implícitos. En ese terreno se mueve este comentario.
La cultura popular cubana posee un alto grado de politización, rasgo formado en el curso de la creación de la nación y la identidad cubanas. Las revoluciones contra el colonialismo español y la esclavitud hicieron al cubano, dándole un sentido muy nacionalista y patriótico a la comunidad que se había estado integrando en la isla. La nación Estado de 1902-1958, pese a su régimen capitalista neocolonial, era entendida por el pueblo en términos de libertad y justicia social por completar, y el pasado heroico era cantado y sentido como proyecto por realizar o consumar. La revolución de 1959 se apropió de toda esa fuerza cultural, sus símbolos y sus representaciones, porque ella la identificó como libertad y justicia verdaderas y para todos, y la revolución se ganó esa confianza con sus hechos. La cultura popular cubana ha estado hasta hoy en la base del socialismo cubano, y una y otro se legitiman mutuamente.
Hasta 1959, tanto las formas culturales tradicionales como las consideradas modernas discurrían dentro del sistema de dominación. La revolución propició gigantescas jornadas en las que el pueblo organizado y el poder revolucionario se fundieron y forjaron una unidad en incontables terrenos. Fueron ellos la revolución agraria, las campañas de alfabetización y escolarización, el armamento general del pueblo, la nacionalización de la mayor parte de la economía, la liquidación del enorme desempleo, el reparto equitativo de la alimentación, la subordinación del mercado, la propiedad y el dinero a los intereses, las necesidades y la idea de justicia de la sociedad, la honestidad administrativa y el servicio al pueblo como normas para juzgar al gobierno, la universalización de la salud y la educación gratuitos, y de la seguridad social, la redistribución sistemática de la riqueza social, y otros. Al mismo tiempo sucedieron la movilización y los sangrientos combates contra los enemigos internos y las agresiones del imperialismo norteamericano, el permanente bloqueo económico y la hostilidad de los Estados Unidos --empeñado hasta hoy en acabar con la Revolución--, la necesidad de pensar siempre en la defensa, y dedicar a ella enormes esfuerzos, recursos y seres humanos. El conjunto generó una férrea unión que identificó a la sobrevivencia, el ser nacional, la manera de vivir y el futuro. La revolución planteó la unificación de los objetivos de mejoramiento humano con los de liberación nacional y social. A esa característica hay que referir la grandeza, la fuerza y los aciertos de la Revolución, y también una parte de sus debilidades y errores.
Para analizar los temas de revolución y cultura en Cuba es imprescindible partir de que somos parte de la mayoría del mundo que fue colonizada, neocolonizada y “subdesarrollada”, para que el capitalismo pudiera existir y expandirse. Por esa causa, vencer al capitalismo y crear el socialismo era nuestra única opción viable. Pero todo el proceso de este medio siglo se ha visto obligado a una dialéctica muy difícil entre las modernizaciones y las liberaciones, cuyos ejes pueden apreciarse repasando las grandes tareas que relaciono en el párrafo anterior. Ellas combinan la lucha por adquirir lo que se llaman logros de la civilización con otra muy diferente, pero que está obligada a ser simultánea, para lograr las liberaciones de los seres humanos y la sociedad. La única cultura mundial orgánica que ha existido es la del capitalismo, y el pueblo que no la va destruyendo en el mismo proceso en que se “desarrolla”, aunque se llame socialista, termina reabsorbido por ella, como demuestran las experiencias históricas. Cuba ha alcanzado niveles muy altos de desarrollo en numerosos campos, algunos comparables a los más altos del mundo, a pesar de que sigue siendo “subdesarrollada” en otros campos de suma importancia. Lo esencial y distintivo de Cuba es que se guía por lo que aporta bienestar a las mayorías, defiende la soberanía nacional y colabora con otros pueblos del mundo, y no por los intereses materiales de una minoría.
Un aspecto central de la posición cubana ha sido hacer conciencia del sentido capitalista de la modernización a secas, del determinismo económico y la apelación al egoísmo y el afán de lucro como motivaciones. Ese logro cultural trascendental de la práctica y la conciencia provee una denuncia del sistema capitalista, que somete a las mayorías a un sinnúmero de iniquidades y a todos al imperio de enfrentarse unos a otros, disfrazando el poder inmenso de la burguesía, su Estado y sus demás estructuras de dominación con la primacía formal y abstracta de libertades, iniciativas, intereses y retribuciones individuales. La opción socialista cubana no es un paseo, ni ha tenido una evolución lineal. Su historia registra muchos avances, pero también detenciones e incluso retrocesos. Recaer en los usos y las ideas del mundo que combatimos es fácil, porque este es muy fuerte y está presente prácticamente en todos los escenarios, desde las relaciones internacionales hasta el cerebro y los deseos de cada uno de nosotros. Es imprescindible ir mucho más allá de lo que parece posible, de lo que permite el nivel de reproducción de la vida social existente, aunque las escaseces, los límites y los enemigos puedan ser agobiadores. La revolución y el país sólo pueden sostenerse, y avanzar su régimen de transición socialista, mediante un poder muy fuerte, defensor de la patria y redistribuidor sistemático de la riqueza social, y una unidad ideológica que controla el consenso. Pero es imperativo vencer la tentación burocrática, basarse en la participación y el control popular, y lograr que el poder siempre sea guiado por el proyecto.
La cultura es tan valiosa para nosotros porque, al mismo tiempo que satisface y eleva al ser humano, es un puente imprescindible entre la justicia social como prioridad de la libertad y la liberación de todas las dominaciones y el florecimiento de todas las capacidades humanas como proyecto de la Revolución.

Fernando Martínez Heredia
Foros Cubarte
03-11-2009

miércoles, 27 de agosto de 2014

Google Chrome, Cuba y la “historia”




“Google hace historia inaugurando su navegador Chrome en Cuba”, se podía leer en el portal de noticias Terra, uno de los más importantes de Internet, el pasado jueves.
“Estamos felices al decir que los usuarios de Internet en Cuba pueden ahora también usar Chrome y navegar por la red más rápida y seguramente que antes”, dijo Pedro Less Andrade, director para América Latina de Asuntos de Gobierno y Política Pública de la empresa.
Después de una bizarra visita a La Habana y de una reunión previa en Washington, demasiado involucradas en la estrategia de “cambio de régimen” de Estados Unidos contra Cuba, Google da para la Isla un paso que ya dio hacia Irán y Siria -quienes nos acompañan en la lista de promotores del terrorismo que elabora el Departamento de Estado de EE.UU. anualmente- y nos permite contar con ellos para hacer lo que ya hacíamos antes de mil maneras: utilizar su navegador Chrome. De hecho, no he visto a nadie en Cuba que quisiera utilizar Google Chrome en su computadora y no lo hiciera, pues siempre había alguien que te lo facilitaba porque lo obtuvo a través de un proxy anónimo, o lo descargó en un viaje al exterior.
Google se inclina así ante lo inevitable y de paso puede informar a la National Security Agency con más facilidad lo que buscamos los cubanos en nuestra extraña promoción del terrorismo internacional que envía médicos y alfabetizadores a donde EE.UU. suele mandar soldados y misiles.
Pero la felicidad nunca es completa, ya lo sabemos. Google Earth, Google Toolbar, Google Code Search o Google Analytics siguen bloquedos para Cuba. Y así veremos en la “historia” nuevas noticias en que Google libere alguna de sus herramientas más inocuas y mantenga aquellas que pueden contribuir al desarrollo cubano, como Analytics y Googe Code, fuera del alcance de los desarrolladores de la Isla tal como prescribe la política de Estados Unidos: hacer de buenos ante los medios y los individuos y limitar el acceso a recursos financieros y tecnológicos del país y sus instituciones para culpar al gobierno de la Isla de atrasado y enemigo de Internet ¿Es esa la “historia”?
¡Qué poco influyente es Google que, a pesar de gastar más dinero en cabilderos pagados en Washington que el contratista militar más grande del mundo, Lockheed Martin, sólo ha podido conseguir darnos lo que antes ya teníamos sin su permiso!
¿O es que, como demuestra Julian Assange al relatar sus relaciones con los ejecutivos del gigante de Internet en un artículo que debería ser más leído, “la agenda de Google es inseparable de la del Departamento de Estado de EE.UU.” y “cuando Google se encontró con el gran mundo malo, el propio Google se hizo grande y malo”, a pesar de lo bueno que es su navegador Google Chrome?

Iroel Sánchez

PD: A las 4:00pm de este 26 de agosto, Google Chrome sigue bloqueado para Cuba. Este es el resultado al intentar deescargar el navegador Google Chrome:
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sábado, 23 de agosto de 2014

A propósito de la “rebelión interna” en Cuba




La revista española One Magazine vuelve sobre la “Operación Northwoods” desclasificada entre 1997 y 2001, y que consistía en la ejecución de actos terroristas por los Estados Unidos contra su territorio y sus ciudadanos de los que se culparía a Cuba.
A la luz de la actualidad resulta interesante la expresión de los jerarcas militares de EE.UU.: “la constatación de que una rebelión interna -en Cuba- es imposible de conseguir de aquí a nueve o diez meses, requiere una decisión de los EE.UU. para crear una ‘provocación’ por parte de Cuba, como justificación de una acción militar”.
A juzgar por las más recientes revelaciones del trabajo de USAID contra Cuba todavía el gobierno estadounidense anda buscando la “rebelión interna”. Es de desear que al constatar su enésimo fracaso ni Washington, y sobre todo los miamenses que en 2003 pidieron a Bush Jr. “Iraq now, Cuba after”, inventen otra “Operación Northwoods” sobre todo ahora que las voces que piden dentro y fuera de EE.UU. una normalización con La Habana son crecientes y cada vez hablan más alto.
No es una ficción, José Manuel Collera, que fuera reclutado por la CIA pero que en realidad trabajaba para la Seguridad del Estado cubana, reveló recientemente en el programa Mesa Redonda de la Televisión cubana que del Miami Medical Team le habían preguntado por la posibilidad que existía, desde Cuba, de desactivar los sistemas electrónicos de aeropuertos de EEUU. con el fin de justificar una intervención militar contra la Isla. Los aeropuertos eran el de Atlanta y el de Miami.
Tampoco los terroristas capturados semanas atrás cuando, procedentes del Sur de la Florida, pretendían actuar en instituciones militares cubanas andan muy lejos del mismo objetivo.

Northwoods: el plan de EE.UU. para secuestrar aviones y culpar a Cuba

En 1962, la agencia de inteligencia americana -CIA-, ideó un plan para simular un ataque cubano a EE.UU. y convencer a la población estadounidense de la necesidad de invadir la isla, y así derrocar a Cuba -un régimen alineado con la URSS-. El documento, titulado ‘Justificación para una intervención militar estadounidense en Cuba’, revela cómo el Estado Mayor Conjunto -Joint Chiefs of Staff- estadounidense propuso simular un sabotaje cubano contra la base de Guantánamo, hundir un barco junto a la base e, incluso, atentar en suelo estadounidense y atribuir la autoría de todos estos hechos al régimen cubano de Fidel Castro. El documento desclasificado describe los planes para realizar en Miami “una campaña de terror comunista cubano”. Aparentemente, ésta iría dirigida contra los exiliados cubanos que llegaban a Florida. También barajaba atribuir a Cuba el secuestro de aviones estadounidenses y ataques a países vecinos.
Los oficiales de las Fuerzas Armadas americanas reconocían en los archivos, ahora desclasificados, que “la constatación de que una rebelión interna -en Cuba- es imposible de conseguir de aquí a nueve o diez meses, requiere una decisión de los EE.UU. para crear una ‘provocación’ por parte de Cuba, como justificación de una acción militar”. De acuerdo a los documentos, fue el presidente Kennedy quien rechazó estas ideas.

¿Por qué se clasificó?

La operación perseguía que la opinión pública apoyara una intervención en Cuba. Los americanos debían creer que estaban siendo atacados por Fidel Castro, no por su propio país.

¿Tuvo consecuencias la desclasificación?

Muchas de las teorías de la conspiración del 11S hacen alusión a la Operación Northwoods para demostrar que Estados Unidos podría haber sido capaz de atacarse a sí mismo… con el fin de justificar una posterior intervención militar contra el ‘supuesto’ agresor.

Lo más sorprendente

Los ataques que iban a ser atribuidos a Cuba se englobaron en la ‘Operación Northwoods’, bajo el nombre ‘Remember the Maine’ -‘Recuerda el Maine’-. Maine fue el barco americano que se hundió en la bahía de Santiago de Cuba, un suceso del que Estados Unidos atribuyó la culpa a España. El episodio desencadenó la guerra de 1898 por la que España perdió las últimas colonias en los territorios de ultramar. Para simular un ataque de Cuba, a los oficiales implicados en la Operación Northwoods se les ocurrió usar un ‘drone’ acuático: un vehículo no tripulado que tendría que explotar en el agua, cerca de un buque americano, para culpar del suceso a la Armada cubana.

Los perjudicados por su desclasificación

A la persona que firmó el documento y, por lo tanto, responsable última de las ideas que contiene: el general Lemnitzer, presidente del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos en 1962 -aunque ya había fallecido cuando la desclasificación se completó en 2001.

David Noriega / J.M.Vera / Sergio Álvarez / Fernando Aguas / Sara G. Pacho

Cretino televisivo Eduardo Inda desmiente informes de UNICEF y la FAO: asegura que en Cuba la infancia está desnutrida


Los últimos informes de UNICEF confirman que Cuba es la única nación de América Latina sin desnutrición infantil severa (1). Juan José Ortiz Brú, representante durante años de esta organización, ha reconocido en numerosas ocasiones la situación de privilegio de la infancia cubana en el contexto de los países de América Latina. “Es increíble. Aquí (en Cuba) no hay redes de maltrato, de prostitución, de exclusión. No hay niños teniendo que ganarse la vida en la calle vendiendo chucherías, o limpiando los parabrisas de los carros. Tampoco hay ningún niño que esté trabajando. Es decir, la calidad de vida –la calidad de vida, no el nivel de vida- de la infancia cubana es un logro único, único”, decía el español Juan José Ortiz Brú a la prensa cubana (2).
Pero los reconocimientos a Cuba por parte de UNICEF no llegan a la opinión pública internacional, permeable, sin embargo, a los disparates sobre este tema que son vertidos en algunas tertulias televisivas. Eduardo Inda (3), periodista del diario El Mundo y habitual tertuliano de varias cadenas de televisión españolas, se atrevía a contradecir a UNICEF y aseguraba –sin que nadie le rebatiera- lo siguiente: “Yo conozco Cuba, y en Cuba (las niñas y los niños) están desnutridos, malnutridos” (4).
Ninguno de los grandes diarios, radios o canales televisivos españoles han publicado una línea sobre el reconocimiento que recibió el Gobierno cubano, en marzo de 2014, de parte de la FAO, la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, por sus logros contra el hambre (5). Tampoco informaron de la carta que el Director General de la FAO, José Da Silva, envió un año antes al expresidente cubano Fidel Castro, felicitando a su país por el mismo motivo (6).
Por el contrario, cientos de miles de personas han podido escuchar las explicaciones tan “científicas” del tertuliano Eduardo Inda sobre cómo se detecta la desnutrición infantil en Cuba: “Los niños en Cuba, en general, son niños muy delgados, a los cuales se les marcan las costillas. ¿Por qué? Porque no se les da de comer”.
Los informes, los reconocimientos y las declaraciones de representantes de UNICEF o de la FAO no dejan lugar a dudas sobre este tema. Tampoco ocultan los problemas y dificultades a superar en Cuba en materia de alimentación: la aún escasa producción agrícola nacional, los altos precios en los mercados agropecuarios, o la poca variedad de la dieta alimenticia (7).
Pero el valor de estos informes reside, fundamentalmente, en que comparan la situación de Cuba con la de otros países con niveles similares de desarrollo económico, pero con un sistema de economía capitalista, y en los que el hambre y la desnutrición infantil sí son una realidad documentada y verificable (8). Aunque esta no nos la cuenten cretinos televisivos como Eduardo Inda.
“Las políticas públicas en favor de la infancia han sido una prioridad (en Cuba) desde hace muchos años, lo que ha conseguido algo verdaderamente inaudito en el mundo en desarrollo: que de los cientos de millones de niños y niñas que sufren gravísimas vulneraciones de sus derechos –muchos mueren diariamente por causas absolutamente evitables- ninguno sea cubano”. Juan José Ortiz Brú, exrepresentante de UNICEF para Cuba (9).

José Manzaneda
Cubainformación

(1) http://www.eldiario.com.ar/diario/internacionales/78484-cuba-sin-desnutricion-infantil.htm
(2) https://www.youtube.com/watch?v=NvWnvOeDbdY
(3) http://es.wikipedia.org/wiki/Eduardo_Inda
(4) http://www.lasexta.com/programas/al-rojo-vivo/noticias/inda-contesta-iglesias-cuba-ninos-estan-malnutridos-porque-les-dan-comer_2014071800159.html
(5) http://www.rlc.fao.org/es/paises/cuba/noticias/cuba-recibio-reconocimiento-de-la-fao-por-haber-erradicado-el-hambre/
(6) https://www.youtube.com/watch?v=84GviPmmnHw
(7) http://www.cubadebate.cu/opinion/2014/03/10/agricultura-encuba-donde-esta-la-papa/
(8) http://www.oxfamintermon.org/es/campanas-educacion/entrevista/entrevista-hambre-cronica-en-guatemala-no-es-solo-un-problema-de-justi
(9) https://www.youtube.com/watch?v=5r6lg6n2mjE

domingo, 17 de agosto de 2014

Fidel Castro ya no es un pibe y cumplió felices 88 años




El fidelismo del siglo XXI

La revolución cubana triunfante en enero de 1959 tuvo un conductor indiscutible, jefe del Movimiento 26 de Julio, Fidel Castro Ruz, nacido en Birán, el 13 de agosto de 1926. Salta a la vista que la victoria de los barbudos bajados de Sierra Maestra tuvo un comandante que no había cumplido los 33 años.
Lo vivido por ese rebelde con causa, en la lucha guerrillera desde diciembre de 1956 hasta quebrarle el espinazo a la dictadura de Fulgencio Batista. Y antes en el intento de tomar el Cuartel Moncada y el Carlos M. de Céspedes (1953), con la derrota parcial, el juicio y la prisión seguidas del exilio, etc, todo eso le había dejado grandes enseñanzas políticas y de las otras, con olor a pólvora.
En esos años que equivalían a décadas también hay que mensurar la militancia universitaria de Fidel en la Federación de Estudiantes Universitarios, FEU. De ese tiempo se destacan dos incursiones con sentido internacionalista. Viajó a un congreso de estudiantes en Bogotá, que coincidió con el Bogotazo tras el asesinato del líder Jorge E. Gaitán. Producida la revuelta, el caribeño fue parte activa. La otra operación donde estuvo involucrado fue un errático armado de milicias que irían a combatir a la dictadura de Trujillo en República Dominicana.
Esa mezcla de ideales martianos e internacionalistas, de militancia en las aulas y la montaña, del tríptico libro-trabajo-fusil, en la cárcel y el exilio; el orador brillante, abogado y guerrillero de excelente puntería, etc, fue moldeando su personalidad. La suya no era una cualquiera. Fue llamado a citas con la Historia y tan seguro estaba que la tuteó en uno de los juicios más famosos. Sentado en el banquillo, les espetó a los jueces-verdugos: “condenadme, no importa, la historia me absolverá”.
Y tenía razón. El 16 de octubre pasado se cumplieron 60 años del alegato tan famoso, cuando fue su propio abogado. Más que absuelto parece que la historia le dio la razón y varios premios. A Batista sólo se lo recuerda porque es el tirano que derrocó Fidel; de no ser así nadie retendría su nombre.

Líder excepcional

Castro se ganó a pulso, por sus propios esfuerzos, el alto lugar de consideración en que lo puso su población. Siendo un niño debió vivir lejos de su casa para ir a la primaria y luego, también en soledad, fue alumno de los jesuitas. Su militancia en la Universidad lo puso en trance de perder la vida frente a patotas y policías de gobiernos conservadores y de Batista. Tras el fracaso militar del Moncada salvó la vida gracias a un militar que no lo fusiló ni lo entregó a otros para que lo hicieran. Más de 70 moncadistas fueron asesinados luego de haberse rendido, fraguándose “enfrentamientos” (la dictadura argentina en 1976 utilizó ese libreto). De esos días de templanza salió fortalecido, embebido más del pensamiento de José Martí, el “autor intelectual” del asalto.
De Granma en diciembre de 1956 desembarcaron 82 guerrilleros pero de la primera emboscada sólo sobrevivió una decena. ¿Cómo hizo para tomar el poder cinco años, cinco meses y cinco días después del Moncada?
Y sobre todo, ¿cómo hizo para pilotear la construcción del socialismo a 90 millas de Estados Unidos, la principal potencia mundial?
La suya ha sido la pelea de David contra Goliat, sobre todo desde febrero de 1962, cuando el mal vecino decretó un bloqueo total. No le compró ni una libra de azúcar ni de níquel, ni envió un barril de crudo para refinar, ni vendió medicinas ni equipos médicos ni inversiones. Nada. Con la expulsión de La Habana de la OEA, tramitada por Washington en Punta del Este y otras citas de cancilleres, y sólo resistida por México, se dio por hecho que la fruta caribeña no tardaría en caer.
Como ese fruto se mantenía firme en el árbol, la CIA agitó la rama brutalmente para que cayera. Armó la incursión contrarrevolucionaria en abril de 1961, que desembarcó en Bahía Cochinos. Y allí estuvo el barbudo, ahora recibido de comandante en jefe, disparando con un tanque a los barcos y aviones enemigos.
De resultas de esa agresión y en vísperas de la victoria cubana de Playa Girón, el fortalecido dirigente proclamó el carácter socialista de la revolución.
Un país relativamente pobre, ahora con 11.5 millones de habitantes, le sigue diciendo al imperio, de una población de 316 millones de personas y un PBI de 15 billones (millones de millones) de dólares: “Patria o muerte, venceremos”.

644 intentos

La seguridad del Estado cubano es muy eficiente y se adelanta a los planes de terrorismo e infiltración de la CIA, el Pentágono y el Departamento de Estado.
Por ejemplo, detectó en 2009 la infiltración del espía estadounidense Alan Gross y condenado a 15 años de prisión luego de un juicio con todas las garantías. La USAID, o sea la CIA, armó una red Twitter ilegal llamada ZunZuneo, pero ese pajarraco entró en la jaula. Formaron jóvenes latinoamericanos para infiltrar a la juventud cubana y cosecharon otro fracaso. Armaron redes de periodistas “democráticos” y la seguridad cubana los descubrió cobrando salarios en la sede de la SINA en el Malecón, lo mismo que a las damiselas de Blanco, que nunca tuvieron virginidad política.
Fidel ha sido un blanco esquivo a los planes para matarlo que concibieron en el cuartel general de la inteligencia en Langley, Virginia. La estadística cuenta 644 intentos de asesinato de aquella procedencia. Está bien que la CIA ha tenido algunos jefes bastante imbéciles, caso de George Hebert Bush, luego presidente. De cualquier modo es una maquinaria temible, pero con Fidel y los cubanos han mordido el polvo, como algunos de sus grandes equipos de béisbol de las Ligas profesionales, frente a peloteros cubanos que se jugaban por la patria, no por los dólares.

¿Que tiene Fidel?

Una consigna muy cantada en los encuentros de solidaridad con Cuba, es “¿Qué tiene Fidel, que los imperialistas no pueden con él?”.
Y lo que tiene es que ha hecho respetar el nombre de Cuba en el mundo, por sus logros científicos, médicos, educacionales, culturales y deportivos. El país andaba a los tumbos en el pelotón de retaguardia hasta 1959 y ahora califica entre los mejores.
Que el índice de mortalidad infantil sea del 4.2 por mil nacidos vivos es uno de esos logros, reconocidos por la Organización Mundial de la Salud y la OPS. Y lo que es tanto o más importante, Cuba no se contenta con salvar vidas suyas y colabora con otros países. Un amigo haitiano, Henry Boisrolin, volvió a Puerto Príncipe tres días después del terremoto de 2010. Sus compatriotas, conmovidos por el trabajo de esos profesionales, le decían: “después de Dios, los médicos cubanos”.
Debe ser por eso que Fidel Castro, cubano de pura cepa, es un estadista que otros pueblos y países sienten como paisano suyo o íntimo pariente. Hugo Chávez lo llamaba “padre” y Evo Morales se siente parte de su familia, aunque no nacieron en Birán.
Más allá de diferentes árboles genealógicos, los programas educacionales anticipados genialmente en “La historia me absolverá”, y llevados a cabo en 30 países en forma de alfabetización con “Yo sí puedo”, con el que aprendieron a leer y escribir más de cinco millones de personas, han aumentado sensiblemente el padrón de la familia Castro Ruz.
Es el fidelismo del siglo XXI.

Hombre de fortuna

La revista norteamericana Forbes publicó en 2004 una mentira monumental: el presidente cubano estaba en la lista de multimillonarios. Sin una sola prueba, dos años más tarde lo ubicó séptimo en el ranking con un patrimonio personal de 900 millones de dólares.
Era el tiempo de George W. Bush. Fidel desafió a Forbes y a la CIA que promovía esas calumnias: si demuestran que yo tengo ese dinero, renuncio ya. Eran mentiras y el supuesto millonario siguió gobernando en forma sencilla hasta 2008, cuando por razones de salud debió ser reemplazado por el segundo secretario, Raúl Castro.
El cubano pudo ser un hombre de dinero, toda vez que en el libro “Fidel, Guerrillero del tiempo”, de Katiuska Blanco, cuenta que sus padres tenían en Birán 800 hectáreas de excelentes terrenos y además otras tierras arrendadas por 11.700 hectáreas. Era un patrimonio más que interesante, pero la revolución encabezada por él hizo la reforma agraria para los campesinos sin tierras. Y la fortuna familiar se terminó, conciente y alegremente, algo que Forbes ni Bush ni muchos podrán entender y muchísimo menos imitar. A ver si los Bush van a renunciar a una sola acción petrolera en Texas...
Fidel está ligado a Argentina, no sólo por su profunda amistad con Che Guevara. Realizó visitas en 1959, en 1995 a la Cumbre de Bariloche, en mayo de 2003 a la asunción de Néstor Kirchner en Buenos Aires y en julio de 2006, a la cumbre del Mercosur en Córdoba.
Por eso también en Argentina se le cantó el cumpleaños feliz, a la distancia. Como el tiempo pasa, inexorable, Diego Maradona ya está jubilado. De lo contrario es posible que le hubiera dedicado su inolvidable gol a los ingleses. Habría sido un lindo regalo para quien en Bogotá (1948), en 1982 y hasta hoy es de los aliados más firmes de Argentina en su reclamo por Malvinas.

Emilio Marín
La Arena

Cuba denuncia en la ONU planes subversivos de Estados Unidos




La representación cubana en las Naciones Unidas (ONU), solicitó al secretario general, Ban Ki-Moon, la publicación como documentos oficiales de la Organización las denuncias sobre nuevas acciones subversivas estadounidenses contra la isla.

Según una nota de la Misión Permanente cubana ante la ONU, la solicitud incluye una declaración de la directora general de Estados Unidos de la Can­cillería, Jo­sefina Vidal, y un comunicado especial de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA).
Recientemente, medios norteamericanos revelaron otro plan fi­nanciado por la Agencia de Es­tados Unidos pa­ra el Desarrollo Internacional (USAID) para promover la desestabilización interna, planes reconocidos por las autoridades norteamericanas.
El programa consistía en el empleo de latinoamericanos reclutados des­de 2009 para incitar a sectores de la juventud cubana a actuar contra el orden constitucional.

sábado, 16 de agosto de 2014

Fidel 88, mucho para festejar




Comandante, iba a escribir otro artículo sobre tu digna existencia. En varias ocasiones he “emborronado cuartillas" a lo largo de mi militancia periodística y de la otra, de esa en la que muchos nos zambullimos con las armas en la mano en los 70, hasta dejar la piel en la embestida, al calor de tu grito de guerra allá en Sierra Maestra. Pero me di cuenta que las palabras y la admiración que te profesamos ya las había escrito hace tres años, cuando cumplías tus 85. Lo que te dije en aquel entonces está intacto en mi corazón y en el de quienes hoy te homenajeamos en todos los rincones del mundo donde los pueblos se siguen levantando, como en Palestina heroica, a la que tú le has dedicado una reflexión de urgencia. Por eso, repito el texto, sin tocar una coma, y te vuelvo a decir: seguimos en pie, Comandante, con tus ideas y tu coraje.
¿Cuántos Fideles hay en este Fidel que en estos días cumple 88 años de muy vivida existencia? Seguramente que muchos. Tantos que no alcanza la memoria para evocarlo. Hay un Fidel -menos conocido-, que desde muy joven se puso en marcha para, en los claustros universitarios, comenzar un intenso camino de agitación que lo llevó pocos años después a militar activamente – haciendo honor a un internacionalismo al que luego abrazaría con pasión- contra el dictador dominicano Leónidas Trujillo.
Hay otro Fidel que se dio cuenta enseguida que todas las teorías del mundo no son suficientes si no se ejerce una práctica audaz e inteligente contra el autoritarismo, y junto con un puñado de valientes asaltó el Moncada, abriendo así un sendero que no se detendría más hasta la toma del poder, una meta imprescindible si se quiere hacer una Revolución con mayúsculas.Pero qué decir de ese Fidel, que con Raúl, el Che y otros tantos patriotas desembarcó del Granma, y cuando todo parecía venirse abajo, entre cadáveres de sus mejores hermanos y las balas del enemigo, contó los fusiles y se repitió varias veces, como para que lo oyeran los esbirros de la dictadura batistiana, que con esa decena de hombres que quedaban en pie, ganarían la batalla.
Del Fidel de Sierra Maestra habría mucho para contar. Él mismo lo ha hecho recientemente, con su estilo locuaz y sumamente descriptivo, en dos libros de lectura imprescindible para entender de qué se trató esa epopeya :”La contraofensiva estratégica” y “La victoria estratégica”.
Allí, en aquellas montañas victoriosas, apareció con toda claridad el Fidel combatiente, el estratega militar capaz de convertir en triunfo aplastante lo que minutos antes iba camino a convertirse en derrota, el Fidel compañero de sus compañeros, severo cuando se trataba de hacer que se cumplan sus órdenes, sabedor de que cualquier duda en un combate tan desigual como el que libraban, podía hacer capotar el proyecto revolucionario.
Pero también supimos en esos pocos años de batalla directa contra la soldadesca de Batista, de ese Fidel que respetaba la vida de sus enemigos una vez que eran capturados en combate, marcando de esa forma un territorio de humanidad, que en varias ocasiones provocó deserciones masivas entre los uniformados del régimen, y generó las bases para que pocos miles de rebeldes vencieran a un ejército regular y bien equipado de cien mil soldados, que contaban con tanques, aviones bombarderos, y la ayuda internacional de los imperios yanqui e inglés.
Después, cuando los barbudos felizmente marcharon victoriosos hacia La Habana, en aquellos días memorables del 59, comenzó a desarrollarse la vida de un Fidel que terminó asombrando al mundo. Revolucionario hasta la médula, liberó a su pueblo de la opresión y de la cultura gringa que lo asfixiaba, expropió y nacionalizó todo lo que antes era de cuatro magnates subordinados a la mafia norteamericana, y ejerció el internacionalismo con la misma potencia que antes había desarrollado para derrotar al tirano.
Codo a codo con el Che, no dudó de emprender una prolongada marcha para conquistar la por ahora pendiente segunda Independencia latinoamericana. Venció al Apartheid sudafricano, ayudó a liberar Angola, abrazó a Salvador Allende y apretó los puños de rabia, como pocos, cuando se enteró que su hermano Guevara caía en combate en Ñancahuazu.
Cuántos rebeldes del continente se siente enormemente agradecidos por lo que hizo Cuba por ellos, cuántos luchadores por el socialismo no hubieran podido gestar múltiples hazañas en sus países sin la decisión solidaria y comprometida de Fidel y sus compañeros. La lista es extensa y a través de ella, Cuba y su Revolución fueron escribiendo páginas de dignidad imposibles de olvidar.
En esos años y en los venideros, Fidel debió multiplicarse, para que la Isla no se hundiera tras la caída del bloque socialista, para intervenir con clarividencia en temas de deuda externa, anunciando antes que ninguno, que la misma era impagable por ilegítima. También propuso soluciones para cuidar y defender el medio ambiente, o encarar gigantescas iniciativas en temas de educación y salud para su pueblo, que luego fueron y son derivadas de manera solidaria hacia el resto del mundo.
Sin embargo, la madre de toda las batallas fue la que libró Fidel, abrazado con su pueblo, contra el criminal bloqueo imperialista.
Medio siglo de obligadas carencias, que fueron derrotadas a punta de digno coraje y la convicción de que a las revoluciones verdaderas se le oponen miles de escollos. Para que semejante agresión no pueda salir airosa, Fidel lo repitió siempre, la medicina es tener conciencia revolucionaria y convicción de que se libra una batalla justa, forjar una inmensa unidad de los de abajo, y sacrificarse hasta las lágrimas.
“Después de Dios, Fidel”, dijo emocionado un agradecido ciudadano de Haití, al defender las misiones médicas y alfabetizadoras que el gobierno cubano derramó por todo el mundo, llegando allí donde nadie se atrevía. Eso es lo que en estos días todos los que agradecemos su necesaria vigencia tenemos la obligación de recordar cuando nombramos a Fidel. Nunca, pero nunca, nos falló.
Lo decimos desde la constatación de saber en que clase de mundo vivimos, donde la felonía, la corruptela, el transfuguismo y la claudicación se han convertido en moneda corriente. Frente a esas lacras, Fidel, Cuba, su pueblo, la vieja guardia y las jóvenes generaciones revolucionarias, siempre han mostrado que se puede. Que con voluntad política y conciencia revolucionaria no hay enemigo invencible.
Ahora, que el Comandante, ese mismo al que su pueblo llama cariñosamente “el caballo”, sigue galopando con tantas ansias de futuro, ahora que ese enemigo al que le soportó la mirada, a pesar de tenerlo a sólo 90 millas, comienza a derrumbarse, tal cual anunciara el propio Fidel en aquel acto memorable junto con Hugo Chávez en la provincia de Córdoba, ahora que combina sabias reflexiones con gestos imborrables de ternura hacia quien considera su hijo político venezolano -como tal, también hacedor de revoluciones- y le anima para batallar contra su sorpresiva dolencia, ahora, cuando sus palabras en defensa de la vida contra la muerte que sigue derrochando el Imperio allí donde se asienta, ahora, precisamente, es tiempo de homenajear a Fidel.
Es hora de decirle, sin rubores de ningún tipo, que lo queremos por todo lo hecho, y por todo lo que seguramente seguirá haciendo. No es cursilería, ni obsecuencia decir esto, no somos ni una cosa ni la otra y sabemos de ambas por vivir en países donde se practican con desmesura, sólo se trata de hacer justicia con alguien al que desde que nos apareció la conciencia, siempre tuvimos de nuestro lado. Por muchos años más, Fidel. Para que nuestros enemigos sigan rabiando, y los de abajo y a la izquierda (como diría el Subcomandante Marcos) festejen con ganas tu noble y vital existencia.

Carlos Aznárez
Director de Resumen Latinoamericano

"La vigencia de Fidel y la religión es incuestionable"




Entrevista al sociólogo cubano Aurelio Alonso a propósito de la primera edición ebook del libro "Fidel y la religión", de Frei Betto.

En1985 veía la luz el volumen Fidel y la religión, resultado de las veintitrés horas de diálogo entre el líder de la Revolución Cubana Fidel Castro y el escritor y periodista brasileño Frei Betto. Se iniciaba un proceso de reconciliación entre las ideas religiosas y revolucionarias; desaparecía así, a decir del fraile dominico, el prejuicio de los comunistas y el miedo de los cristianos.
Casi treinta años después, a propósito de su primera edición ebook como parte de la colección de ebooks de/sobre el líder cubano a cargo de Ruth Casa Editorial, el destacado sociólogo, docente, investigador y ensayista, Premio Nacional de Ciencias Sociales, Aurelio Alonso, habla sobre la vigencia del texto.
Releo la entrevista y me parece escucharlo; su prosa tiene voz propia. A medio camino entre el tono anecdótico y el reflexivo, el autor de Iglesia y política en Cuba revolucionaria (1998) hilvana un discurso coherente y lúcido salpicado por confesiones exclusivas.
Tiene la impresión de que no ha respondido como yo hubiera esperado; se equivoca y se lo hago saber. Aurelio, como cariñosamente le conocemos los que casi a diario tenemos el privilegio de verlo en su oficina de la Casa de las Américas, me regala su tiempo. Me guardo otros temas. Sus respuestas me han provocado otras preguntas. Pendiente queda un próximo encuentro.
-Dentro de sus estudios e investigaciones en el campo de las ciencias políticas, la llamada transición socialista y la sociología de la religión, ¿cuáles han sido sus principales intereses, temas, acercamientos?
-Creo que lo primero a señalar es que me eduqué en un colegio católico, pertenecí allí a la cruzada eucarística, y hacía una vida de compromiso religioso. Pero el paso por los cuestionamientos propios de la adolescencia me hacía dudar del dogma de fe. Desde el comienzo del bachillerato decidí cambiar hacia la enseñanza laica –lo decidí yo mismo, mis padres no intervinieron-- y mi alejamiento de la fe religiosa se consumó en esos años de estudiante. Pero debo reconocer que tuve una formación cristiana. Al final del bachillerato me impactó la lectura de Jean Paul Sartre, de su narrativa de intensa carga filosófica, y algo de su periodismo político, también en sintonía con mi irreligiosidad. Fue mi primera inclinación filosófica, la cual pienso que dejó huella en mí; me atrevería a decir incluso que estuvo en mi camino hacia el marxismo. Entonces lo percibía como el método para descubrir y conciliar las posibilidades que se abrieran a nuestra existencia personal, a nuestras circunstancias, a la inserción del individuo en el pedazo de historia que le haya tocado vivir.
Desde temprano el estudiante que ya experimentaba la transformación revolucionaria y buscaba respuestas a sus cuestionamientos, se introdujo en las lecturas marxistas, que se convirtieron en el componente definitivo de su vocación intelectual. Entraba en una perenne confrontación entre la reflexión que recibía del legado teórico y la realidad vivida en el proceso mismo de transición socialista iniciado. Así fueron aflorando mis aprendizajes, mis influencias, mis irreverencias, mis lealtades, conformando la convicción de que la coherencia no podía sostenerse en la renuncia a la necesidad de pensarlo todo con cabeza propia, de no rechazar la tentación de la duda ante una convicción confortable. Por el contrario, la coherencia deseable debía ser buscada sorteando caminos difíciles.
Para ser sincero, creo que nunca he escogido con mucho rigor especialidades profesionales, y si lo hice en algún momento, no puse obstáculo a las circunstancias que enrumbaron mis pasos dentro del proyecto revolucionario. Y en aquello en que me involucré lo acometí siempre con pleno sentido del compromiso. Quienes me conocen saben que mis circunstancias me hicieron dedicarme un par de años, a finales de los sesenta, a la ganadería lechera, y mientras cumplía las tareas que me tocaba, y sin abandonar del todo mis lecturas filosóficas, estudié sobre los suelos, los cultivos de pastos y forrajes, la alimentación del ganado, los controles y el manejo de la masa ganadera, etc., y no se me ocurriría decir, ni por asomo, que fue para mi formación tiempo perdido.
De hecho, también dentro del vasto campo de los estudios religiosos, con el cual se me suele identificar, mis intereses se movieron principalmente en torno a las perspectivas institucionales, la proyección y la doctrina social de la Iglesia, sus relaciones con el Estado y con la sociedad civil, las corrientes sociológicas y eclesiológicas vigentes. Una inclinación articulada al deseo de profundizar en las complejidades del proceso de transformación social, política y económica que me tocó vivir. Por eso evito la vaga calificación de especialista en temas religiosos que podría defraudar a quien busque mis trabajos. El contenido de las casi doscientas publicaciones que registra ya mi currículo es expresivo de esta diversidad temática, y de mi hoja de ruta en el período por el cual he andado.
Tengo la impresión de que no he respondido a tu pregunta como hubieras esperado pero esta es la respuesta que me inspiró.
-¿Cómo influyó en su obra el libro Fidel y la religión? ¿Cómo valora el aporte de ese texto en la comprensión de las relaciones entre la religión y la sociedad en Cuba? ¿Cree que el libro mantiene su vigencia después de 30 años?
-Ya había conocido yo a Frei Betto en 1980 en Nicaragua, y había leído algunos artículos suyos que lo mostraban como una de las figuras más atractivas en la línea de pensamiento abierta con la teología de la liberación, por la claridad del discurso y por su capacidad de comunicación. Cuando apareció Fidel y la religión, en 1985, yo me encontraba en misión diplomática en el exterior y recuerdo el impacto en la prensa, por lo novedosas que resultaban las revelaciones de Fidel en sus respuestas a las preguntas de Betto. Una anécdota simpática es que la primera edición en francés salía con una foto de Ramón Castro, como sabes el hermano mayor de Fidel, en la portada. Se habían confundido en la editorial, pero afortunadamente enviaron un ejemplar a la embajada cubana antes de ponerlo en circulación y pudieron desfacer el entuerto a tiempo.
Desde que lo leí me percaté de la importancia del libro. Por varias razones, pero principalmente por una. A mi juicio, la proyección abierta al entendimiento entre la fe religiosa y la ideología revolucionaria que Fidel había propugnado en su encuentro con los “cristianos por el socialismo” durante su visita al Chile de Allende en 1971, donde habló de “alianza estratégica” entre cristianos y marxistas, y de nuevo en Jamaica, en 1977, en un importante encuentro con líderes religiosos del Caribe, había padecido de una lectura equívoca durante muchos años. Incluso en el seno del propio partido cubano se interpretaba que existía una doble política en el reconocimiento del factor religioso: una de apertura y alianza hacia el exterior, explícita en dichos encuentros, y otra hacia el interior, orientada hacia el ateísmo y al debilitamiento de las iglesias, la cual se reflejaba incluso en los documentos rectores del primer congreso del PCC.
El propio Fidel daba a conocer en ese momento, a través de la edición de esas veintitrés horas de conversación concedidas a Frei Betto, que la superación completa de la discriminación por motivos religiosos era una tarea pendiente en el proyecto socialista cubano. El giro ideológico que requería la superación de lo que había sido reconocido hasta entonces como una cuestión de principio se produjo en el IV Congreso del PCC en 1991 y en la Reforma Constitucional de 1992, pero fue en Fidel y la Religión que el líder de la Revolución cubana lo dio a conocer, en el contexto de una larga reflexión sobre el espacio del hecho religioso en un proceso de transición socialista. Constituye, por lo tanto, un acontecimiento editorial sin precedente en la tradición socialista del siglo veinte, y yo me atrevería a afirmar que su vigencia no admite ya cuestionamiento.
-¿Considera usted que las relaciones entre el estado y la iglesia en Cuba han mostrados signos de cambio? ¿Dónde radican entonces esos cambios y que representan dentro de un panorama que ha venido experimentando la transición socialista desde la década de los noventa?
-Creo que mi respuesta a tu pregunta anterior provee una importante muestra de movilidad. Pero habría que decir que también fue muestra de movilidad, en el plano de las proyecciones de la Iglesia católica, la prolongada reflexión que culminó en el Documento Final e Instrucción Pastoral de los Obispos, como resultados del Encuentro Nacional Eclesial Cubano de 1986. Del clima de avance en las relaciones que se produjo en los 80 surgió la iniciativa compartida de la jefatura de la Iglesia y la del Estado de invitar al papa Juan Pablo II a realizar una visita pastoral a Cuba. Ya el papa, que introdujo un estilo viajero en la conducción pastoral de la Iglesia, había estado en toda la América Latina, varias veces en algunos países, como México y Brasil. Sendas invitaciones –la estatal y la eclesiástica– se llegaron a entregar en el Vaticano y la visita se había previsto que sería programada para 1991 o 1992.
De manera inesperada, el sistema socialista soviético, que Gorbachov se había propuesto reformar, se desintegró entre sus manos y Cuba, carente de sostén económico internacional, entró en lo que llamamos “período especial”. Sobrevino entonces un aplazamiento sine die en la fijación de fecha para el viaje papal y, con la demora, el argumento de la conveniencia de “maduración de condiciones” para la visita. Me atrevería a decir las dos partes, Estado e Iglesia, necesitaban ahora del aplazamiento. La pastoral de los obispos cubanos fechada el 8 de septiembre de 1993, titulada El amor todo lo espera, con un reclamo de reformas de liberalización, en el momento más grave de la caída de los indicadores macroeconómicos en Cuba, provocó de nuevo una tensión que enfrío las relaciones hasta que la decisión de la visita pontificia volvió a cobrar forma hacia 1996 y se realizó en 1998 con un éxito incuestionable. Si aquí no se ve movilidad, habrá que cambiar de espejuelos.
Solo quiero ilustrar en algo la presencia de avances, desaceleración, vuelta a avanzar, acercamientos, distanciamientos, reacercamientos. En la última década se produjeron numerosos signos de fluidez en las relaciones entre la institución religiosa y la estatal, desatacándose la aceptación por parte del gobierno de la mediación de la Iglesia para la liberación de presos políticos y otras acciones, lo cual ha dado lugar a críticas al arzobispo de La Habana desde sectores hostiles al Estado cubano. Esto te puede indicar, a grandes trazos, los altibajos a través de los cuales se realiza un curso cuyo saldo de entendimiento y cooperación se muestra hoy favorable.
De modo que la normalidad en estas relaciones, diría yo, no puede concebirse como la resultante de una continuidad sin obstáculos. Sería del todo imposible explicársela desde una perspectiva inmovilista. Y con esta misma prevención habría que asomarse igualmente a su futuro, por optimistas que debamos ser.
-Partiendo del supuesto que las ideas de justicia social no necesariamente tienen por qué chocar con las creencias religiosas y acercándonos a la teología de la liberación, ¿cómo conciliar el proceso de reinvención del Socialismo o un socialismo del siglo XXI (si está de acuerdo con el tan discutido y polémico término)?
-Permíteme comenzar por el final de tu pregunta. No ignoro que entramos (los marxistas) en este siglo con varios dilemas teóricos colgando. Uno, tal vez escolástico, es el de definir si se utiliza la preposición “de” o la preposición “en” para conectar el concepto de socialismo, que el pensamiento neoliberal considera acabado como ideal en el siglo pasado, con los cambios estructurales que nos impone el presente siglo. No es un debate inocente si notamos que un extremo apunta a rescatar el modelo que fracasó, y el otro, a desecharlo del todo en la búsqueda del paradigma. Lo he tildado de debate escolástico porque parte de la colocación a priori de la verdad en uno u otro extremo.
Te voy a confesar –y nunca lo he dicho por pudor-- que fui uno de los primeros en usar el término, en una entrevista que me hiciera Carlos Torres sobre la situación de Cuba, que se publicó en el No. 641 del semanario Punto final, de abril de 2003, en Chile, con el título de “Hay que reinventar el socialismo del siglo XXI”, tomado literalmente de una de mis respuestas. Expresaba una cuestión que, como se dice, ya se caía de la mata. Después supe que en el año 2000 el sociólogo chileno Tomás Moulián había dado el título de Socialismo del siglo XXI: la quinta vía, a un libro suyo. Lo interesante es que yo utilizaba allí el término pensando en la profundidad del cambio que teníamos que realizar en Cuba, en tanto su uso por Hugo Chávez, y creo que por todos a quienes he visto usarlo, alude al paradigma relacionado con los procesos latinoamericanos emergentes que proclaman y procuran el socialismo en su propuesta de cambio. Si hacemos abstracción por un momento de lo histórico concreto, es decir, de los puntos de partida actuales del cambio, lo entiendo como un concepto expresivo de un denominador común en los objetivos de las transiciones deseables en Cuba y en el resto de nuestra América. Termino este aspecto de tu pregunta de una manera que algunos podrían estimar conciliatoria, pero te aseguro que no lo es: para mí el concepto puede considerarse válido con una preposición o con la otra, aunque conllevaría una connotación diferente en uno y otro caso.
Para entrar de lleno ahora en el resto de tu pregunta, es evidente que los propósitos de justicia social y equidad, centrales en los ideales del socialismo, incluso desde antes de Marx, son perfectamente compatibles con el ideal cristiano. En buena medida derivan de valores cristianos. En nuestra América, cuyos pueblos son tributarios de una marcada religiosidad católica, incluso a través de expresiones sincréticas se hace inconcebible verlo de otro modo. Lo cual no significa que todos los casos vayan a encontrar una correspondencia fácil con los intereses creados por la institución eclesiástica. Es imposible predecir las dificultades que pueda presentar este entendimiento. Pero es cierto que el derrumbe del proyecto estalinista aporta también la superación de la identificación del marxismo con un ateísmo. Ni como institución, lo que me parece algo universalmente aceptado ya, ni en el plano doctrinal, menos reconocido, pero que debe acabar por identificar al mal llamado “ateísmo marxista” con lo que es: un componente de la asunción dogmática del materialismo, incompatible con el ideal socialista. Estamos ante uno de los extremos del doctrinalismo que caracterizó al socialismo del siglo pasado, el cual sería un contrasentido, un verdadero disparate, tratar de revivir en la América Latina.
La teología de la liberación es, más que una teología, una corriente de pensamiento religioso cristiano nacida en la marea de apertura que propició el Concilio Vaticano II y la segunda conferencia del episcopado latinoamericano, celebrada en Medellín en 1968. La teología de la liberación centró la atención en la compatibilidad del pensamiento marxista con una proyección cristiana auténtica. En rigor quien primero se pronunció en esta dirección fue el teólogo presbiteriano Rubem Alves, que acaba de fallecer, aunque el acierto de Gustavo Gutiérrez al tocar los principales puntos de contacto teóricos con la comprensión marxista en un ensayo orgánico, hizo de su obra una referencia fundamental para el diseño de las comunidades eclesiales de base, para el desarrollo del sistema de educación popular y para muchas otras iniciativas, convirtiéndola en un clásico. También hay que recordar que el papado de Juan Pablo II la proscribió alegando su incompatibilidad con el rechazo eclesial del marxismo como ateísmo. Marx termina resultando la víctima de no pocas incomprensiones y condenas injustas. Puede que esto sea emblemático del costo de un descubrimiento tan relevante en el campo del conocimiento social: tanta verdad no podía ser revelada impunemente.
-Frei Betto expresó en Fidel y la religión: “Lo que falta a los obispos cubanos es una teología que les permita entender el socialismo como una etapa imprescindible en el camino hacia el Reino de Dios”. ¿Está de acuerdo? ¿Cree que han ocurrido cambios en este sentido y que los sacerdotes cubanos han incorporado las teorías del socialismo para practicar el cristianismo en las condiciones de un país como Cuba?
-Tiene razón Frei Betto en las dos afirmaciones que contiene este juicio. Esa teología ha faltado a los obispos y sacerdotes cubanos, que tampoco han sido capaces de generarla. Pero me pregunto si no falta también hoy esa teología a los obispos latinoamericanos. En sentido general, quiero decir, para no ser injustos con las excepciones.
No hay que olvidar que en su largo pontificado Juan Pablo II se cuidó mucho de ordenar obispos que pudieran ser afines, o incluso tolerantes, con posiciones políticas de izquierda en el clero de sus diócesis. Hace poco conversaba yo con un prelado amigo, de claro compromiso con los humildes, de posiciones teóricas abiertas al diálogo, y le preguntaba cómo se le pudo escapar al rasero papal al escogerlo. Él me comentó que en realidad se le escapó al nuncio, que lo propuso sin percatarse de cuáles eran sus posiciones. No se puede perder de vista que no estamos en los tiempos de Hélder Cámara, Marcos Mac Grath, Sergio Méndez Arceo, Leónidas Proaño, Enrique Angelelli, Eduardo Pironio, Alberto Devoto, Antonio Brasca, Pedro Casaldáliga, Samuel Ruiz, Luis Luna Tobar, y Francisco Oves, que fue arzobispo de La Habana por pocos años antes de Jaime Ortega. Y seguramente otros que no conocí. Son los identificados como los obispos de Medellín y del papado de Pablo VI. La llegada de la restauración al Vaticano, con el largo pontificado de Karol Wojtila, cambió otra vez los tonos que habían comenzado a caracterizar al episcopado de nuestro continente bajo el reclamo de la “opción por los pobres”.
Fíjate como Carlos Manuel de Céspedes García Menocal, una figura tan prominente del catolicismo cubano de la segunda mitad del siglo XX, que contribuyó como el que más al entendimiento que hoy se tiene entre Estado e Iglesia,nunca fue elevado a la jerarquía episcopal.
Con la otra afirmación, que entiende el socialismo como el camino al Reino de Dios, podría coincidir igualmente, pero si poco conozco del socialismo, menos puedo decir del Reino de Dios. Pienso que Betto lanza a los creyentes y a la institución la provocación legítima del modelo cristiano plausible.
Faltaría a la verdad si dijera que pienso que el clero cubano ha arribado al presente curado de la incomprensión eclesial del ideal socialista. Ha vivido la experiencia cubana, sin embargo, con sus virtudes y sus defectos, se ha formado probablemente con una mayor capacidad de análisis que sus antecesores. Hay hoy una mayor disposición al diálogo, y han aparecido incluso escenarios de cooperación, pero creo sinceramente que son menos que los que podían esperarse.
Ese progreso se ha hecho más evidente dentro de las posiciones del laicado comprometido, cuya revista insignia, Espacio Laical, se logró colocar entre las más importantes publicaciones cubanas en los años recientes. Pero no puede saberse aún si el cambio reciente en la redacción de la misma será capaz de valorizar el caudal acumulado por sus antecesores y el prestigio logrado. Tampoco es posible pronosticar si a la salida del cardenal Jaime Ortega del Arzobispado de La Habana, cuando se haga efectivo su retiro, prevalecerá en nivel de entendimiento logrado por él con las instituciones del Estado socialista.
-En el mundo actual, globalizado, con relaciones políticas mediatizadas y frecuentemente manipuladas o afectadas por factores económicos, ¿cómo cree que puedan integrarse la religión (entendiendo por religión tanto a los creyentes como a las instituciones) y el cambio social?
-Es una verdadera decepción para el entrevistado llegar a la última pregunta y tener que confesar que no tiene idea de cómo responderte. Son muchos los factores que tienen que incidir en el curso futuro de esta articulación. A falta de respuesta intentaré asomarme de algún modo, con alguna pista efectiva, a la complejidad del problema.
Al proceso de globalización neoliberal capitalista correspondió un retroceso con relación al proyecto reformador al cual la Iglesia Católica había llegado en el Concilio Vaticano II, y el papado de de Pablo VI que le siguió y trató de hacer avanzar la aplicación de esa renovación que siempre citamos con el término italiano: el aggiornamiento. Pasado este nuevo Medioevo de aliento polaco, y puesta a flote en toda su magnitud la crisis institucional, al punto que Benedicto XVI decidió dimitir, la elección de Jorge Mario Bergoglio al pontificado parece traer al catolicismo un rescate del proyecto del Concilio. El éxito de esta propuesta sería clave para que se consume la conexión por la que te preguntas. Pero es demasiado temprano, de todos modos, para pronosticar si se logrará una transformación en el marco de su pontificado. La verdad es que no me atrevo a decirte más.

Susel Gutiérrez Torres