jueves, 13 de abril de 2017

Salvar el libro. salvar la cultura cubana

Al igual que se debatieron y aprobaron los
Lineamientos económicos del VII Congreso del PCC,
se debían discutir y acordar los lineamientos
de la esfera de la conciencia, la cultura, la educación
y la comunicación para poder ganar la batalla de las ideas.

El amor a los libros ha sido una constante desde el triunfo de la Revolución cubana liderada por Fidel Castro, la que impulsó la alfabetización y la educación para todos, incluidos los estudios universitarios. Casi de inmediato se desarrolló la industria poligráfica y surgieron numerosas editoriales. Fue organizado un sistema de bibliotecas que abarcó a todos los territorios del país y como parte de ellos a los centros escolares. Se crearon el Ministerio de Cultura y otras instituciones entre ellas: el Instituto Cubano del Libro. Antes de 1990 se produjeron cientos de millones de libros con lo mejor de la literatura cubana y de la generalidad del mundo, los que fueron ofertados al pueblo a bajísimos precios. Los cubanos se convirtieron, así, en uno de los pueblos más cultos del orbe. Este ha sido uno de los grandes logros de la Revolución. En el Período Especial, para beneficiar a los creadores de todo el país, las provincias fueron dotadas de modestos, pero modernos equipos de impresión.
No creo exista un país del mundo subdesarrollado, con el agravante de sufrir por más de 50 años un implacable bloqueo por parte de EE.UU., que pueda exponer como lo hace la Cuba socialista, tal grado de educación y de cultura media en su población, ni tan elevado número de excelentes escritores y artistas y de calificadas editoriales, así como la organización de numerosos y magníficos eventos culturales nacionales e internacionales. Sigue siendo la afamada música cubana, junto al baile, la más reconocida de nuestras artes y el primer baluarte de la identidad cubana. Al título de este trabajo se le pudo agregar “Salvar la música cubana”, por lo de la ordinariez de las letras de no pocas de las canciones, las que inexplicablemente han sido promocionadas por algunos de nuestros medios y en centros de recreación estatales. Es reconocido el nivel actual de apreciación y deleite de muchos cubanos, principalmente de profesionales y estudiantes universitarios por el teatro, las artes plásticas, el ballet, y el cine, este último, cuando se exhibe un celebrado filme o se celebran los festivales y las semanas de películas extranjeras. Pero pese a los esfuerzos e iniciativas institucionales, el pueblo cubano muestra graduales retrocesos en su acervo cultural.
Sobre la escritura y el libro se ha erigido la pirámide cultural del hombre. Las ciencias y las diferentes manifestaciones artísticas han tenido en ellos su soporte. En los últimos años, con rapidez pasmosa, el texto escrito ha perdido importancia ante las tecnologías digitales y sus audiovisuales. El libro no desaparecerá, pero debido a los nuevos medios digitales seguirá perdiendo su actual papel. Estos son novedosos, exponen con extraordinaria prontitud la realidad virtual, facilitan la comunicación inmediata y usan la imagen, por ello han conquistado a niños, adolescentes y jóvenes de todo el mundo, e incidido en la creciente tendencia a leer cada vez menos. Todo indica que el acentuado retroceso de la lectura se traduce y se traducirá en una regresión cultural de la humanidad. El libro en el resto del mundo es un negocio. En Cuba, es valorado en primer término, como un producto cultural, aunque asimismo es considerado una mercancía. Pese a su alto coste, el Estado lo subvenciona aplicando una política que niega su mercantilización. En el planeta, el mercadeo de libros está sufriendo la continua desaparición de las pequeñas librerías y la disminución de sus ventas, pese a que se comercian tanto en el soporte tradicional de papel como en el digital (e-book) y hasta en parlantes. La mayor parte del sector está en manos de las grandes corporaciones y operadores globales como Penguin Random House y Amazon, quienes también realizan la comercialización por Internet. Es de destacar que, en proporción, de acuerdo a datos conocidos aumenta la publicación de libros con contenidos baladíes. De manera programada las corporaciones del libro gastan cuantiosos recursos para promover, en busca de ganancias, los llamados best sellers, en ocasiones libros de escasa calidad literaria, que responden a la seudocultura que se extiende por el mundo.
A diferencia de etapas anteriores, es muy difícil ver a un cubano portando o leyendo un libro en público, ni en las largas esperas que el pueblo debe hacer en las oficinas de trámites de la Administración Pública, o en hospitales. En la mayoría de las casas han desaparecido los pequeños libreros surgidos con la explosión cultural que sobrevino con la Revolución y a veces no se encuentra en ellas siquiera un diccionario. Hablar de literatura no está de moda entre los jóvenes y sí, el conversar sobre los más modernos celulares, sus aplicaciones y por supuesto su precio. Los más modernos y costosos elevan la popularidad de su poseedor. Muchos jóvenes de hoy, se hallan imposibilitados de distinguir y complacerse con la lectura y las verdaderas manifestaciones de la cultura. Muestra de esto es que una parte no desdeñable de ese sector etario en Cuba, no conoce la literatura clásica de aventuras y sus principales autores. Por primera vez en mucho tiempo se escucha expresar personas casi con satisfacción y hasta despectivamente, con respecto a quienes tienen otra conducta, que no leen absolutamente nada, ni siquiera periódicos o revistas.
Las familias no son ajenas a esto. Existen padres que han perdido la costumbre de leer, y no comprenden la necesidad de crear los hábitos de lectura en sus hijos, les permiten el manejo indiscriminado de los dispositivos digitales, y hasta se ufanan de la destreza con que lo hacen incluso antes de aprender a leer, sin percatarse de lo peligroso y negativo de estas prácticas sin control. Expertos sobre esta cuestión, concuerdan que si los niños y adolescentes subyugados por esta especie de “hipnotismo digital” no adquieren el hábito de leer en etapas tempranas, generalmente no lo harán cuando sean mayores y les será imposible trasmitir ese maravilloso regalo a sus descendientes. Aseguran que los medios audiovisuales, al sustituir la lectura de libros (en cualquiera de sus soportes), empobrecen el pensamiento abstracto, la imaginación y el saber.
No pocos especialistas en nuestros medios, alertan sobre la utilización extremada sin vigilancia o autocontrol de celulares, tables, computadoras y otros en tempranas edades, causan severas adicciones y trastornos de la personalidad, que pueden llegar a controlar y deformar sus vidas. Los medios digitales crean en sus usuarios un especial marco anímico, que les acrecienta un íntimo y acuciante deseo por intercambiar con otros, pero paradójicamente, en muchas ocasiones, el abuso de su práctica en vez de contribuir en la vida real al crecimiento de estas relaciones, invalida sus grados de sociabilidad y comunicación.(1) Hay quienes auguran el surgimiento de una sociedad de “autistas inducidos”. Por otra parte, estudios científicos han demostrado que la utilización de los celulares y otros dispositivos de comunicación digitales, por los niños y jóvenes, no se traducen necesariamente en un mayor desarrollo de sus conocimientos sobre esta tecnología, ya que al cabo de los años la mayoría solo muestra habilidades funcionales.
El sistema docente, piedra angular para incentivar la lectura y promover la literatura de mayor calidad, ha perdido terreno con sus educadores. No son pocos los maestros que solo leen los libros vinculados a las asignaturas impartidas por ellos, esto menoscaba sus conocimientos y su magisterio. En general se critica que las clases de literatura (y de historia) han perdido su encanto. Un número importante de estudiantes de enseñanza media no estudian por los textos escolares, se basan solo en las notas que toman en clases, copian literalmente sus tareas de Internet, o utilizan las guías realizadas por alumnos de cursos anteriores. Esto influye negativamente en sus resultados académicos, lo que luego repercutirá negativamente en la sociedad. Del mismo modo han resultado afectadas las bibliotecas.
Las comunicaciones por medio de los celulares, debido a la obligada brevedad de caracteres en los mensajes y a la rapidez con que se elaboran y envían, son fuentes continuas de neologismos, lo que estropea la calidad de la ortografía de los idiomas forjados y perfeccionados por los pueblos durante milenios, aunque también es un camino para el enriquecimiento lexical, cuando se trata de la adopción de vocablos necesarios que no existen en la lengua que los recibe o no tienen en ella nuevos matices de significación necesarios. Entendidos en el tema, destacan las medidas adoptadas por el sistema de educación cubano para preservar la ortografía. Este fenómeno con el paso de los años podría provocar profundas modificaciones en las maneras de escribir, las que luego de asentadas por el uso habrán de ser aceptados oficialmente. Señalan, como posibilidad, que la reducción de la riqueza de los idiomas, por esta anómala “taquigrafía celular”, junto a otros factores antes señalados, limitará la capacidad de pensamiento y comunicación. Acaso el destino de los actuales idiomas será como el sufrido por el latín, cuando en el medioevo fue utilizado solo por eruditos y en documentos oficiales o religiosos.
Los Lineamientos económicos del VII Congreso del Partido, indispensables para desarrollar el país, crean una nueva dinámica social mucho más compleja, surgen nuevos sectores beneficiados económicamente, que muestran propensión a menospreciar al libro y la cultura.
Fue en la UNESCO donde hace unos años, a causa de la denominada “revolución de las infocomunicaciones” y de Internet se habló por primera vez de la “Sociedad del Conocimiento”. La que fuera una propagada utopía, concebida por muchos, bajo principios democráticos y libre intercambio de información ha sido un sueño fallido. Sin duda las tecnologías digitales son el más portentoso medio creado por el hombre. Han desatado fuerzas propias de la Ciencia Ficción y revolucionado a todas las ciencias y a las otras tecnologías, como nunca antes. Permiten con una velocidad y precisión sorprendentes el organizar, ordenar, conservar y trasmitir información y conocimientos en cuantías abismales. A la humanidad le es imposible prescindir de ellas. Pero si bien han generado adelantos asombrosos, se ha probado que contribuyen a ahondar la brecha existente entre los países ricos y los pobres. De acuerdo a conocidos especialistas, también han contribuido a una regresión en el campo propiamente de la cultura. Hay estudios que reflejan cómo la supuesta utilización de “la red de redes (2)” para el desarrollo del saber, no sobrepasa el 10%, y sirve, en muchos casos, para plagiar y mostrar falsos conocimientos, ya que permite a los interesados acomodarse y no realizar el personal y vital esfuerzo por adquirirlos.
En los últimos decenios, con el derrumbe del URSS y de los países socialistas europeos, y el señorío del neoliberalismo, una seductora subcultura banal e insustancial, con mayor ímpetu ha ido extendiéndose por el mundo. Casi al unísono arribamos a la grave crisis de libro. Estos son fenómenos que no tienen un carácter temporal o transitorio, dado que están en línea con la estrategia de crear una sociedad de seres humanos idiotizados y despolitizados y pueden llegar a ser irreversibles si los pueblos no toman conciencia y se oponen.
Algunos consideran esta situación como el mayor desafío que han tenido la sociedad y la cultura, como las concebimos actualmente, pues a diferencia de la revolución cultural que se produjo por la generalización de la imprenta moderna de Guttemberg y del Humanismo renacentista, nos encontramos en un mundo globalizado y neoliberal, que, bajo el acelerado predominio de la tecnologías digitales, unido a otros factores parece dirigirse a eliminar la espiritualidad y a deshumanizar a la sociedad.
En esta era de la informatización y las comunicaciones surgen nuevos peligros. En lo que parece ser solo el principio, un puñado de las corporaciones que controlan las tecnologías digitales, movidas por la sed de ganancias se han concentrado y convertidas en monopolios ofertan los más atractivas innovaciones, muestran los mayores % de incrementos en las bosas de valores y acrecientan su poder sobre la humanidad. Cuando uno de manera inocente cliquea en las redes sociales “Me gusta”, como respuesta a cualquier información que le agradó, ya sea en Facebook, Twitter u otras, les permite a estos medios, dotados de sofisticados equipos digitales de búsqueda, el seleccionarlas, organizarlas, ordenarlas y clasificarlas. Se asegura que con solo evaluar unas decenas de estos “Me gusta” se pueden delimitar los gustos, las preferencias y el pensamiento de aquellos a quienes se espía, definir sus perfiles sicológicos y agruparlos en amplios sectores. Estos resultados en manos de los gobiernos y las corporaciones de EE.UU y de otras de las grandes potencias, les sirven como una prodigiosa herramienta para trazar estrategias comunicacionales con mensajes diferenciados de carácter político, ideológico, cultural o comercial. Se anuncia que las redes sociales, al invadir la intimidad de los hogares, violar la privacidad de las personas, e influenciar en sus conductas, trastornarán la manera como concebimos y hacemos nuestras vidas, a la política, o como elegimos y valoramos los productos culturales. Esto se basa en que “quien domine los medios dominará la conciencia de los hombres”. La realidad sobrepasa el mundo “orwelliano”, en el que un “Big Brother” vigilaba a todos.
Internet y las redes sociales, pese a las amenazas que hemos señalado, son sorprendentes y eficaces herramientas para la comunicación. Les permiten a los pueblos liberarse del control de los medios corporativos y a que emerjan nuevas audiencias, ansiosas de otro tipo de información más veraz y vinculada al mundo real, pero es patente que esta potencialidad no está plenamente explotada y se mantiene el predominio de contenidos intrascendentes y las de carácter político con difamaciones e informaciones falsas. Hay un reclamo universal por democratizar a Internet y a las redes sociales, y deben ser las sociedades civiles quien protagonicen la lucha por este trascendente objetivo.
Entre las causas del proceso de desculturización y despolitización hay que señalar la colosal influencia que ejercen Hollywood y la televisión de EE.UU. en todo el planeta. Con suma habilidad y grandes recursos han creado una poderosa industria cultural que diseminada por una eficiente red, ha extendido por el orbe su ideología y una seudo cultura homogénea y trivial. Las películas y los llamados “animados” o comics generalmente reflejan una cultura violenta o edulcorada que aletargan a los pueblos. En ocasiones deforman la historia y a los clásicos, cuando las generaciones venideras hablen de la guerra de Troya, como no tendrán la referencia original de «La Ilíada» homérica, la versión desfigurada que evocarán será una de las ofrecidas por filmes y/o seriales, principalmente estadounidenses. Así, el futuro de la literatura clásica puede llegar a ser el de una torre de Babel.
El entretenimiento, sin dudas, forma parte de las necesidades insoslayables de los seres humanos, pero el que está de moda es “vacío, superficial y presuntuoso” cuyo pregón más popular es que la vida es corta y debemos vivirla rápidamente y en gozos extremos, dejando a un lado el pensar y hasta los sentimientos más sagrados. De forma subrepticia ha ido sustituyendo a la cultura y arrincona y excluye poco a poco tanto a las maravillosas expresiones culturales denominadas clásicas como a las universales, a la par, aplasta a las propias y tradicionales de cada pueblo. En el mundo de hoy, el sistema cultural preponderante hace también uso y abuso indiscriminado de la música, el deporte y las modas, no como lo que deben ser: indispensables y valiosas manifestaciones culturales para el deleite y el perfeccionamiento humano, sino como elementos que contribuyen también al propósito de crear una sociedad de seres enajenados y adormecidos fáciles de manejar. Otras causales a considerar son los profundos efectos del neoliberalismo (que no ha muerto) con su concentración de la riqueza en pocas manos y la imposición de una cultura mercantilista, que incentiva la corrupción, el individualismo egoísta y centra la conducta humana en el “Dios dinero”. Factor de importancia es el consumismo, ese excesivo e irracional consumo de mercancías no necesarias. Estimulado por la apabullante publicidad de las empresas capitalistas, se ha convertido en una epidemia socio- económico-cultural. Aparte de conducir a la destrucción de la naturaleza, va dirigida a crear clientes desconocidos y no, conscientes ciudadanos. En la educación se aprecia la tendencia a jerarquizar la educación privada en detrimento de la pública, el aplicar la selectividad clasista en los ingresos a las universidades, unido a la promoción de las carreras técnicas y empresariales. Al mismo tiempo, se reduce la enseñanza de las humanidades con la intención final de evitar discrepantes que piensen y en cambio, formar especialistas y técnicos como instrumentos del sistema. La distorsión de la historia obedece al objetivo de lograr que los pueblos olviden sus orígenes y pierdan sus identidades.
Otro elemento a subrayar es la influencia que ejercen las seis grandes corporaciones, dueñas de casi todas las televisoras, emisoras radiales y periódicos y hasta de estudios cinematográficos del mundo desarrollado. Estos medios legitimadores y transmisores del discurso oficial y de su ideología, con informaciones falsas, tendenciosas o superficiales atiborran las mentes de los ciudadanos del planeta, les hacen creer con su atrayente inmediatez, acompañada de imágenes, que se hallan bien informados, y así los acostumbran a no profundizar y reflexionar sobre los temas tratados. Los grandes medios de comunicación corporativos han demostrado su enorme poder, luego de que en estrecha coordinación con los gobiernos de EE.UU. y otros, han organizado numerosas campañas mediáticas encaminadas a demonizar a gobiernos de otros países y así crear las condiciones para luego invadirlos militarmente, o en conjunto con los medios reaccionarios de una nación, orquestar operaciones para desestabilizar y derrocar a sus gobernantes, cuando son progresistas o muestran posiciones independientes.
Las ciencias y las tecnologías se han convertido en la principal fuerza para el desarrollo de la economía. Según los especialistas, en el siglo XXI, ningún país del III Mundo logrará alcanzar un superior nivel económico, si no prioriza y realiza ingentes esfuerzos por invertir en las ciencias y las tecnologías. Los gobiernos de los países más desarrollados y las corporaciones, dedican gran parte de sus presupuestos a este propósito, con la finalidad de mantenerse entre los adelantados y conservar su dominio del mundo. Ya nada será como antes, los vertiginosos saltos tecnológicos están cambiando absolutamente todo. La economía, las corporaciones, la industria y la agricultura, las guerras se innovarán radicalmente. Entramos en la “cuarta revolución industrial” denominada por el Foro de Davos como BANG (bits, átomos, neuronas y genes). Crecen velozmente la automatización y la robotización, lo que desplaza el trabajo humano, hecho paradójico en un planeta con altos niveles de desempleo y que llegará en 2050 a tener 10 mil millones de habitantes. Se anuncia una radical transformación de la educación y en particular de las universidades, para que se corresponda con esta cuarta revolución industrial. A fines del siglo XX nació en EE.UU. la denominada “tecnociencia 3)” orientada a lograr innovaciones comercialmente rentables, lo que al parecer, conlleva a la subestimación de otras disciplinas académicas y de la cultura. Con objetivos hegemónicos imperiales se crea todo un arsenal a disposición de las agencias de inteligencia, como son las armas cibernéticas, la ciberinteligencia y los programas maliciosos para acceder secretamente a medios digitales tanto de simples usuarios como de otras corporaciones o países.
Desde 1959, Cuba ha sido un extraordinario ejemplo por su resistencia a campañas mediáticas, invasiones militares y guerras irregulares. Únicamente un pueblo culto, concientizado y motivado, pudo por espacio de más de cincuenta años derrotar esos inmensos retos. Ahora, como nunca antes, nos hallamos en un complejísimo y amenazante escenario mundial. Aunque no somos los mismos, estamos forzados a acelerar el desarrollo económico para crear la base material, que nos permita construir el socialismo, garantizar un mejor nivel de vida al pueblo y asegurar la independencia y la soberanía.
Es en los niveles de instrucción y de cultura de nuestro pueblo, los avances alcanzados en las ciencias y en la formación de miles de informáticos, además de la unidad consciente del pueblo en donde radican potencialmente, las principales fuerzas con las que contamos para tener éxitos en la economía. El desaprovechar o perder estas condiciones, así como el no eliminar con la mayor rapidez posible las trabas que nos frenan, principalmente la corrupción y el burocratismo sería un acto suicida.
La economía tiene un peso concluyente en el socialismo, pero el proceso de construcción del socialismo debe ir mucho más allá, su lógica es el verdadero y pleno desarrollo humano. A la par que la economía y acopladas sólidamente, han de andar el pensamiento político revolucionario y la ideología, la moral y la espiritualidad, la cultura, la educación y la comunicación como elementos prominentes y esenciales de nuestra existencia. El lograr que cada vez más, y mejor, los cubanos piensen por sí mismos y puedan repasar y analizar profunda y críticamente los temas más disimiles y la información que reciben, se convierte en algo crucial. El estimular el pensamiento crítico de los revolucionarios, el debate de ideas es un compromiso impostergable. De igual modo es decisivo que la mayoría del pueblo sea culto y capaz de juzgar y disfrutar el buen arte. El libro, el principal instrumento de la cultura, hermanado estrechamente con los medios audiovisuales, debe desempeñar un importante rol en este empeño.
Se requiere enfrentar la política imperial que niega a la verdadera cultura e intenta crear una sociedad de seres ignorantes que no razonen y pasar a la ofensiva. Debemos escuchar el clamor de muchos y promover un amplio debate sobre una estrategia revolucionaria que nos dé la indispensable unidad de acción e involucre en un todo orgánico y articulado a las instituciones y organizaciones políticas y sociales vinculadas a la decisiva esfera de lo subjetivo. Los ministerios de Cultura, Educación, Educación Superior y Comunicaciones e Informática, con sus universidades y centros docentes, la UNEAC, la AHS, la UPEC, la UJC, la OPJM, la FEEM, la FEU y el Sindicato de la Cultura, así como el ICRT, los medios de prensa en soporte papel o digital en los diferentes niveles, los Jóvenes Clubes, los centros de investigación de las ciencias sociales y las páginas web revolucionarias y otros, seguirán siendo los personajes centrales de este imprescindible empeño, el que debe abarcar a toda la sociedad, y sería inviable sin la participación lúcida y consciente de los seres humanos, insustituibles por máquinas y estructuras administrativas.
Cuba socialista pese a sus grandes limitaciones, quizás sea el único país del mundo que por sus singulares condiciones pueda comprender en toda su magnitud y afrontar estos descomunales desafíos. Al igual que como se debatieron y aprobaron los Lineamientos económicos del VII Congreso del PCC, se debían discutir y acordar los lineamientos de la esfera de la conciencia, la cultura, la educación y la comunicación para poder ganar la batalla de las ideas. El momento es ahora, mañana será tarde…

Ernesto Escobar Soto

Notas:

(1) En promedio, los seres humanos pasan cerca de ocho horas al día consumiendo medios, de acuerdo con la firma de investigación de mercado Zenith. Según un informe de la consultora Ditendri, el 40% de los españoles miran el móvil más de 50 veces al día y el 70% a los 30 minutos de haberse despertado.
(2) 3,2 mil millones de personas en el mundo (casi la mitad de la población) tienen conexión a Internet.
(3) Tecnociencia: La ciencia era considerada como una actividad intelectual separada de la tecnología, pero con transcurso de los años, estas dos áreas se complementaron una a la otra, lo que condujo a su fusión. Mientras que la investigación básica representó un papel importante en la big science, en la tecnociencia se destaca la instrumentalización del conocimiento científico para lograr innovaciones tecnocientíficas comercialmente rentables.

Ernesto Escobar Soto. Autor de la novela El largo regreso de José, publicada por la editorial Letras Cubanas en el año 2014. Miembro de la UNEAC y de la UPEC.

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