domingo, 28 de junio de 2015

Palabras a los intelectuales: vigencia y perdurabilidad




Hace unos días le escuché decir a uno de los dirigentes históricos de la Revolución cubana que la actual es la etapa más compleja de su historia.
En esta confluyen varios escenarios y fenómenos que corroboran tal afirmación: actualización del modelo económico y social cubano; normalización de las relaciones con el gobierno estadounidense; una globalización neoliberal que arremete contra nuestra identidad cultural, memoria histórica e ideales emancipadores; el afán del imperialismo de mantener a todo costo y a toda costa un mundo unipolar con la propuesta de, o te sumas o no existes; el desafío que representa lograr un uso creciente e inclusivo de las tecnologías de la información y las comunicaciones por parte del pueblo cubano, y el debate a nivel de toda la sociedad de temas diversos, atractivos; pero también de otros con un fuerte trasfondo ideológico como la libre expresión, democracia, sistema político cubano y Partido único. En tales circunstancias los revolucionarios cubanos requerimos de armarnos de elementos, informaciones, evidencias y fundamentos que nos permitan exponer con inteligencia y creatividad el poderoso caudal de argumentos de la Revolución.
Releyendo ese magnífico documento político que se titula Palabras a los intelectuales, me percato que en este mes de junio se cumplen 54 años de aquella magnífica intervención de Fidel Castro ante los escritores y artistas cubanos, reunidos los días 16, 23 y 30 de junio de 1961 en la Biblioteca Nacional José Martí para tratar temas de la cultura.
Palabras a los intelectuales trazó un derrotero que llega hasta nuestros días, convocándonos a defender la política cultural y todo lo que representa la Revolución en sí misma.
Por su vigencia en las condiciones actuales, exponemos algunas de las ideas y conceptos esenciales enunciadas por Fidel:
“Si la Revolución comenzó trayendo en sí misma un cambio profundo en el ambiente y en las condiciones, ¿por qué recelar de que la Revolución que nos trajo esas nuevas condiciones para trabajar pueda ahogar esas condiciones? ¿Por qué recelar de que la Revolución vaya precisamente a liquidar esas condiciones que ha traído consigo?

(…)

“Si los hombres se juzgan por sus obras, tal vez nosotros tendríamos derecho a considerarnos con el mérito de la obra que la Revolución en sí misma significa, y sin embargo no pensamos así. Y creo que todos debiéramos tener una actitud similar. Cualesquiera que hubiesen sido nuestras obras, por meritorias que puedan parecer, debemos empezar por situarnos en esa posición honrada de no presumir que sabemos más que los demás, de no presumir que hemos alcanzado todo lo que se puede aprender, de no presumir que nuestros puntos de vista son infalibles y que todos los que no piensen exactamente igual están equivocados. Es decir, que nosotros debemos situarnos en esa posición honrada, no de falsa modestia, sino de verdadera valoración de lo que nosotros conocemos. Porque si nos situamos en ese punto, creo que será más fácil marchar acertadamente hacia adelante. Y creo que si todos nos situamos en ese punto —ustedes y nosotros—, entonces, ante esa realidad, desaparecerán actitudes personales y desaparecerá esa cierta dosis de personalismo que ponemos en el análisis de estos problemas.

(…)

“Porque si alguna preocupación a nosotros nos embarga ahora, si algún temor, es con respecto a la Revolución misma. La gran preocupación que todos nosotros debemos tener es la Revolución en sí misma. ¿O es que nosotros creemos que hemos ganado ya todas las batallas revolucionarias? ¿Es que nosotros creemos que la Revolución no tiene enemigos? ¿Es que nosotros creemos que la Revolución no tiene peligros?

(…)

“Permítanme decirles en primer lugar que la Revolución defiende la libertad, que la Revolución ha traído al país una suma muy grande de libertades, que la Revolución no puede ser por esencia enemiga de las libertades; que si la preocupación de alguno es que la Revolución vaya a asfixiar su espíritu creador, que esa preocupación es innecesaria, que esa preocupación no tiene razón de ser.

(…)

“…revolucionario es también una actitud ante la vida, ser revolucionario es también una actitud ante la realidad existente, y hay hombres que se resignan a esa realidad, hay hombres que se adaptan a esa realidad; y hay hombres que no se pueden resignar ni adaptar a esa realidad y tratan de cambiarla, por eso son revolucionarios.

(…)

“Si a los revolucionarios nos preguntan qué es lo que más nos importa, nosotros diremos: el pueblo. Y siempre diremos: el pueblo. El pueblo en su sentido real, es decir, esa mayoría del pueblo que ha tenido que vivir en la explotación y en el olvido más cruel. Nuestra preocupación fundamental siempre serán las grandes mayorías del pueblo, es decir, las clases oprimidas y explotadas del pueblo. El prisma a través del cual nosotros lo miramos todo es ese: para nosotros será bueno lo que sea bueno para ellos; para nosotros será noble, será bello y será útil todo lo que sea noble, sea útil y sea bello para ellos.
“Si no se piensa así, si no se piensa por el pueblo y para el pueblo, es decir, si no se piensa y no se actúa para esa gran masa explotada del pueblo, para esa gran masa a la que se desea redimir, entonces sencillamente no se tiene una actitud revolucionaria. Al menos ese es el cristal a través del cual nosotros analizamos lo bueno y lo útil y lo bello de cada acción.

(…)

“Porque la Revolución debe tener la aspiración de que marchen junto a ella no solo todos los revolucionarios, no solo todos los artistas e intelectuales revolucionarios. Es posible que los hombres y las mujeres que tengan una actitud realmente revolucionaria ante la realidad, no constituyan el sector mayoritario de la población: los revolucionarios son la vanguardia del pueblo. Pero los revolucionarios deben aspirar a que marche junto a ellos todo el pueblo. La Revolución no puede renunciar a que todos los hombres y mujeres honestos, sean o no escritores o artistas, marchen junto a ella; la Revolución debe aspirar a que todo el que tenga dudas se convierta en revolucionario; la Revolución debe tratar de ganar para sus ideas a la mayor parte del pueblo; la Revolución nunca debe renunciar a contar con la mayoría del pueblo, a contar no solo con los revolucionarios, sino con todos los ciudadanos honestos, que aunque no sean revolucionarios —es decir, que no tengan una actitud revolucionaria ante la vida—, estén con ella. La Revolución solo debe renunciar a aquellos que sean incorregiblemente reaccionarios, que sean incorregiblemente contrarrevolucionarios.

(…)

“Nosotros hemos sido siempre muy optimistas. Creo que sin ser optimista no se puede ser revolucionario, porque las dificultades que una Revolución tiene que vencer son muy serias. ¡Y hay que ser optimistas! Un pesimista nunca podría ser revolucionario.

(…)

“La generación venidera será mejor que la nuestra; pero nosotros seremos los que habremos hecho posible esa generación mejor. Nosotros seremos forjadores de esa generación futura. Nosotros los de esta generación sin edades en la que cabemos todos: tanto los barbudos como los lampiños, los que tienen abundante cabellera, o no tienen ninguna o la tienen blanca. Esta es la obra de todos nosotros.

(…)

“Y nos ha tocado vivir un acontecimiento histórico. Se puede decir que el segundo gran acontecimiento histórico ocurrido en los últimos tres siglos en la América Latina, del cual los cubanos somos actores. Y que mientras más trabajemos más será la Revolución como una llama inapagable, y más estará llamada a desempeñar un papel histórico trascendental.

(…)

“Cuando una Revolución es un acontecimiento tan importante en la historia humana, que bien vale la pena vivir una Revolución aunque sea solo para ser testigos de ella. Ese también es un privilegio, que los que no son capaces de comprender estas cosas, los que se dejan tupir, los que se dejan confundir, los que se dejan atolondrar por la mentira, pues renuncian a ella”.

Omar Pérez Salomón

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