sábado, 19 de abril de 2014

Masetti y Gabo, fidelidad común y con Cuba




Así era Gabriel García Márquez cuando lo conocí en La Habana, a principios de la Revolución.

Dos muertes, la de Jorge Ricardo Masetti, ocurrida hace medio siglo, y la de Gabriel García Márquez, el jueves 17 de abril de este año, remueven recuerdos y me compulsan a tomar la pluma. Son duras pérdidas, y se sienten por igual, aunque hayan acontecido en escenarios, tiempos y modos diferentes.

A ambos los conocí en los días de fundación de la agencia Prensa Latina, hace 55 años. Y si los recuerdo unidos hoy es porque ese argentino, periodista y guerrillero, y ese colombiano, periodista y escritor que obtuvo el Nobel de Literatura, fueron fieles uno al otro, y porque ambos fueron fieles a Fidel Castro y a la Revolución cubana.
Masetti desapareció el 21 de abril de 1964 en la región selvática de Salta, al norte de Argentina, cuando encabezaba, como el “Comandante Segundo”, el Ejército Guerrillero de los Pobres.
El director-fundador de Prensa Latina no murió exactamente tal como lo había pensado y como lo dejó escrito en una de las anotaciones, que frecuentemente hacía en alguna de sus libretas de notas. Allí escribió:
“En la morgue me darán unos tajos y luego viajaré en un carro negro hasta el cementerio. Me echarán algunas paladas de tierra y no veré más. Comenzaré a secarme a medida que las maderas se irán poniendo húmedas. Y entonces vendrán los gusanos, caerá mi boca y se tragarán mi lengua. Y ya no podré gritar. Poco a poco, dejaré de ser. No sentiré en mi pecho ninguna opresión ni me zumbarán los oídos ni me dolerán las piernas rígidas. Quizá un par de buenos bichos glotones se entretenga en mis sesos y se indigeste con mis últimos pensamientos… Habrá llegado el momento de la tranquilidad. Estaré vacío. Vacío. Y por último no estaré. Me habré confundido con la tierra. Y cuando renazca en flor o en grano o llegue a lo alto de una rama, no temeré al hombre que me cercene, porque no seré yo. Seré flor o trigo o rama…”
Cincuenta años han pasado desde la muerte de Masetti y no se han podido determinar sus circunstancias. Solo se sabe que desapareció en la selva, en medio de una operación del ejército argentino contra su grupo guerrillero que intentaba consolidarse en el norte de Argentina como parte de la estrategia del Che Guevara para liberar su patria y a América Latina de las miserias plagadas por el colonialismo, el neocolonialismo y el imperialismo. En los últimos años los restos de Masetti se han buscado en la selva de Salta, pero nada ha aparecido. ¿Es que acaso, en verdad, se convirtió en flor o trigo o rama?
Rodolfo Walsh, otro fundador de Prensa Latina, y también fiel a Masetti, y quien fuera asesinado en Argentina por las fuerzas militares, escribió sobre los sucesos de Salta, en el prólogo de una edición del libro Los que luchan y los que lloran:
“El hambre acosa ahora a la guerrilla: la zona está desprovista de caza, incluso de pájaros. El guerrillero Antonio muere despeñado. El 18 de abril es sorprendido un nuevo grupo. Días después, en un confuso choque con la gendarmería resultan muertos Hermes (Hermes Peña, cubano) y Jorge. Diego, César y Marcos mueren de hambre. Los dispersos van cayendo en grupos de dos o tres. Masetti no aparece nunca. Se ha disuelto en la selva, en la lluvia, en el tiempo. En algún lugar desconocido el cadáver del comandante Segundo empuña un fusil herrumbrado. Tenía al morir 35 años…”
El Gabo vivió 87 años, e incluso pudo celebrar su último cumpleaños en el México que lo acogió como un hijo más a lo largo de casi medio siglo. Murió como resultado de una infección respiratoria y urinaria.
E insisto en que después de 1964 fue tan fiel a Masetti como lo había sido antes cuando participó en el impulso del proyecto de la agencia Prensa Latina para oxigenar al mundo con verdades y no mentiras, distorsiones y manipulaciones de las agencias y medios al servicio de fuerzas hegemónicas, en particular de Estados Unidos. Cada vez que el Gabo venía a Cuba, y siempre que le fuera posible, establecía contacto con Conchita Dumois, viuda de Masetti (ya fallecida), y tenía amenos encuentros con algunos de los fundadores de la agencia y otras figuras del periodismo cubano. Temas centrales de esos encuentros: el periodismo en Cuba y, por supuesto, el importante papel de Prensa Latina, que el próximo 16 de junio cumple 55 años de vida, aunque las fuerzas imperiales le dieron a lo sumo un mes de vida.
Al igual que José Martí, el Gabo jamás olvidó que su cuna de fama estuvo en el ejercicio periodístico. Y en los citados encuentros, en los que participábamos, entre otros, Ángel Augier, Gabriel Molina, Ricardo Sáenz, Joaquín Oramas, Marta Rojas y el autor de esta nota, aportaba ideas sobre cómo proceder para que la prensa en Cuba elevase su calidad. Era bien crítico, pero muchas veces no le faltaban razones. Planteó, incluso, emprender un proyecto para hacer un Granma diferente con la misma agenda informativa. “Solo tenemos –decía—que modificar títulos, estilos de redacción y despliegues y lugares de posición de los materiales. Solo con eso haríamos un mejor periódico”.
En aquellos encuentros, que podemos calificar de familiares, el ejemplo periodístico de Masetti no dejó jamás de estar presente. Recordábamos su hazaña entrevistando a Fidel y el Che en la Sierra, su consagración total en la organización de Prensa Latina, su audacia reporteril cuando la explosión del barco La Coubre en el puerto de La Habana, en Playa Girón o en el Escambray… y también, lo que hizo después, en Argelia y en Salta cuando dejó a un lado grabadora, cámara fotográfica y lapicera, y empuñó un fusil… Y recordábamos que ya eso lo pensó hacer cuando estuvo en la Sierra y vio una masacre de la dictadura de Batista contra campesinos inocentes, y se preguntó: ¿qué hago yo aquí con estos instrumentos de trabajo en lugar de tener en mis manos una ametralladora?
Gabo y Masetti, en fin, merecen honor porque lucharon por un buen periodismo y por un mundo justo y mejor. Nuestro respeto a ambos en este abril que también lo alumbrará siempre una victoria como la de Playa Girón que permitió a los pueblos de América ser un poco más libres e independientes.

Juan Marrero

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