sábado, 22 de noviembre de 2008

El hombre de las zancadas largas



El 20 de octubre de 1868 es tomada la ciudad de Bayamo por el recién fundado ejército de Carlos Manuel de Céspedes. En la Iglesia fueron entonadas las notas de nuestro Himno Nacional por vez primera. El sabor a patria se esparcía entre los combatientes y las bellas bayamesas inspiradas por la revolución. Unos días antes Perucho Figueredo, mayor general del ejército libertador, había escrito esos versos, montado todavía en su fogoso caballo. Esos versos exaltados que han conducido a generaciones enteras de cubanos por el mismo sendero.
El arte más exquisito y la voluntad más férrea se dieron la mano en este pedacito del mundo para configurar nuestra nacionalidad. Habría que ver como los ciudadanos de la de Bayamo quemaron luego sus casas y pertenencias para entregar sólo cenizas a los españoles. España no llegó a conocer nunca a esta amalgama bendita de negros y blancos que entendió mejor que ella las ideas de la Revolución Francesa y estuvo dispuesta a todo por lograr las banderas de la Ilustración.
Por eso, con mucho tino se decidió que el 20 de Octubre fuera el día de la Cultura Cubana. Cultura que ha sido sin dudas el arma más poderosa de la isla de Cuba para preservar su revolución y enfrentar de vez en vez a los imperios más poderosos de la historia.
En la medida que se desplomaba el mundo por la feroz incoherencia del siglo XX; mientras muchos se cambiaban urgente de bando o aludían patéticas teorías; Cuba fijó sus resortes en un par de versos románticos; y en medio de las vicisitudes más increíbles avanzó por el único camino posible para cuidar la Patria: Amar al mundo y ser cultos. El enemigo más violento para una nación es el patrioterismo. Pregunten en Berlín durante los años treintas. O no, no se alejen tanto. Averigüen quien ha sido el enemigo más voraz del pueblo norteamericano: El nacionalismo estrecho y la incultura de las masas. Por ahí anda el valiente Michael Moore tratando de apurar la cultura en el corazón de ese pueblo. Sigo pensando que es tal vez el pueblo más infeliz del mundo. Insisto en las brigadas de solidaridad con el pueblo norteamericano
El 20 de Octubre es también el cumpleaños de Abel Santamaría Cuadrado. Mi madre me sentenció con una herencia perturbable: de mi tío Abel Santamaría había heredado dos ojos extraviados y dudosos. La única herencia de ese ser que cambió para siempre su existencia contagiándola con la revolución... De alguna forma ese joven diseñó los secretos resortes de mi irreverente educación.
Abel Santamaría nació en Encrucijada. Si, en un pueblito del centro de Cuba. Dicen que ese nombre expresa el conflicto de los campesinos de la zona al no saber por que lado tomar. Era tanto el hambre y la incertidumbre que nunca se supo cuál seguir: El de la derecha, era el que parecía más directo. Tan sólo habría que empezar por votar en alguna elección al mejor de los farsantes y bandidos; quizás algún trabajo turbio; un puesto en la guardia rural; dos o tres desalojos de campesinos, alguna niña violada o golpeada. Y después con tan sólo un poco de terror y muerte, se conseguía algún sitio para “poder mantener honradamente a la familia”.
Mi tío fue tozudo desde niño: Agarró el camino a la izquierda y llegó a la Habana atravesando el siglo XX, transpirando a José Martí por cada poro y adorando al negro comunista Jesús Menéndez Este líder oriundo de Encrucijada fue asesinado por defender a los trabajadores azucareros. Haydée, mi madre, lo siguió unos años después para ayudarlo en aquel otro pedacito de Cuba, donde floreció para siempre el lirio de la revolución. Sí, tío Abel leyó mucho a Martí desde que su maestro en su pueblo natal lo animara a hacerlo. Y además a un par de europeos “extravagantes” que habían cambiado el curso del mundo allá en Europa. Uno, dos libros bastaron para que aquel joven del cual debo agradecer mis ojos virados, entendiera que era hora de detener el mundo de posguerra y hacerlo girar verdaderamente a la izquierda.
Abel Santamaría estudió a Lenin sin renunciar a Martí. O precisamente por no haber renunciado a él.
Una tarde llegó a ese pequeño apartamento un nuevo hombre. Se lo habían presentado... Abel sintió instantáneamente que era el hombre del mundo. Mama sólo me contaba que las cenizas de un puro alteraban la limpieza del lugar, y que ese hombre inmenso lo recorría entre zancadas como si en sus horas se decidiera el porvenir.
Fidel Castro, el hombre de las zancadas, organizó en unos meses al grupo más disciplinado, compacto y combatiente que conociera la izquierda mundial. Ese movimiento no fue un montón de histéricos suicidas, o improvisados. Fue un grupo militante y riguroso que dejó como lastre al mar su juventud y prendió para siempre la llama revolucionaria de América. Mi tío, el tío que no conocí y fue mi ídolo...a pesar de la herencia de los ojos..... Estuvo allí. Tuvo la pericia de saber antes que nadie quien era Fidel Castro. Lo supo por entender esta isla, que ha contado siempre de hombres grandes, y no tolera la mediocridad. Fidel dijo que tío Abel era el alma del movimiento. Y así fue. Después del asalto al Moncada, cuando un inservible traicionó a los combatientes del Hospital Civil, se le ocurrió a un esbirro sacarle los ojos a Abel... a mi tío Abel. Pretendió que mi madre hablase en nombre de esos ojos. Necios. Mi madre lo supo todo y ya desde su tristeza soñó con aquel hombre de largas zancadas, que haría devolver la luz a la mirada de su hermano para toda la vida.
¿Fue una organización con ideas comunistas quién atacó al Cuartel Moncada en 1953? ¿El tío Abel fue comunista? ¿Qué se dijeron esos dos hombres al leer el viejo libro de Carlos Marx Crítica de la economía política que descansa en paz en el museo de 25 y O?
Esos muchachos condujeron a mi pueblo por el verdadero camino. Este camino escabroso. Pero el único verdadero.
La verdad filosófica se desprende después del arduo examen, según se dice. Mi madre no tuvo tiempo. En un solo instante se hizo combatiente frente a los ojos de mi tío. “Abel no ha muerto, porque morir por la Patria es vivir”...sentenció una chiquilla pueblerina con sexto grado de escolaridad frente a un sanguinario. Estos versos rezan en el Himno Nacional. Aquellos versos que escribió Perucho Figueredo un 20 de octubre en su caballo sudoroso. Frente al dolor apeló mi madre a la consecuencia de estos versos. Esta mujer agarró lo que había en su hermano, se unió a los mejores cubanos, apostó por Fidel y devolvió su sonrisa al conocer al Che. Otro pícaro que le había prometido beber mate “cuando se fueran a hacer la revolución a la Argentina”. Este otro hermano, hermano espiritual, la convenció de que de nada servía la felicidad de Cuba si América y el mundo se estaban desgarrando. En escasos años trasladó Haydée su amor a la América y desde su Casa conspiró con el mejor aliado de la libertad para unir los pueblos: la cultura. Con la Casa funcionando, Cuba en marcha, dos hijos en el regazo, no lograba vivir en paz lamentando que el Che no le había llevado a Bolivia. No necesitó mi madre leer grandes documentos para saber que el internacionalismo es la piedra angular de la revolución... Le bastó amar a su hermano; al hombre de las zancadas grandes; y a un argentino irónico en cuya pericia se confiaron las ideas auténticas del socialismo. La mayor contribución del Che no fue la perfecta invasión a occidente, ni la heroica batalla de Santa Clara, sino la audacia y pertinencia con que salvó de la retórica manualista las ideas frescas del socialismo. No en balde “El hombre y el socialismo en Cuba será recordado como Crítica del programa de Gotha o El estado y la Revolución. Y el mensaje a la Tricontinental es la más auténtica actualización del Manifiesto Comunista. De esto se debe hablar más todavía.
Crítica a la economía política está salpicado con letras del hombre de las zancadas. Quizás él nos pueda decir algún día hasta donde habían leido la literatura marxista. Mas no me cabe dudas que una legión de marxistas acompañaron silenciosamente a Fidel y a mi tío en el Moncada. Aunque estos jovencitos no los conocieran. Sí .El proyecto revolucionario de Fidel Castro contó con un partido de vanguardia que nos arrastró a la revolución socialista sin haber pensado una sola vez en el posible apoyo soviético. Esta legión sí estuvo al lado de esos hombres. Una legión de asesinados. Nos mataron a Mella, y a León Trotsky. A Antonio Gransci lo extinguieron lento en la prisión y a Lenin, de cierta forma lo asesinaron, a la Luxemburgo nos la mataron también. El Che fue asesinado mucho después. Gran parte de los marxistas más cultos de la historia dieron su vida por la revolución. Tenemos más mártires que el cristianismo. Algo de eso dijo Federico Engels. Estaban todos convocados en magistral orquesta, dirigida por José Martí. Esa música inspiró a la juventud cubana. Pues de lo que no caben dudas es que esa generación contaba con la verdad. Y la verdad es tan sólo una, por más poesía y modos alternativos que quieran encontrar.
A estos enemigos de siempre se les olvidó matar a Fidel, que les da vida a todos juntos y le sobra todavía. ¡Oh sí!, sí han tratado, pero resulta imposible y han fracasado centenas de veces.
Y en este 20 de Octubre, para celebrar entre otras cosas los versos de Perucho, y el cumpleaños del tío, vuelven Cuba y Fidel apelar a la cultura para cuidar la revolución. Allí en el centro de la isla es la fiesta. Allí donde nació Abel y donde yacen los restos del argentino que no llevó a mi madre a Bolivia. Pero el Che no está allí bajo la tierra; está en los miles y miles de jóvenes instructores de arte que aplaudían felices al Comandante en esta nochecita de Octubre.
El Che y Abel festejaban junto a su mejor compañero la graduación de más de tres mil jóvenes bachilleres en Humanidades e instructores de arte. En menos de cinco años cuenta el país con más de 20 000 estudiantes matriculados en quince escuelas. Muy curioso. Estas planes han dado en llamarse “Batalla de ideas” (tened en cuenta esta frase) Y han reverdecido mientras más lejos está el desastre del “socialismo europeo”. Batalla. Para los que puedan acusar a la revolución de quietud pensad que el Juramento de Baraguá donde decidimos seguir luchando hasta el fin del imperialismo, fue suscrito por Fidel y su pueblo.
Pues bien .Esta batalla de ideas ha logrado que contemos con instructores de arte que llenan las escuelas, las casas de la cultura, y los barrios. Me pregunto que si este hombre de las largas zancadas y Abel hubiesen imaginado esto en aquella charla que tanto incomodaba a mi madre por las cenizas en el suelo. Eso sí, ya no hay más cenizas. Fidel se ganó una medalla de la Organización Mundial de la Salud por dejar el tabaco, sin embargo siguen las zancadas del Comandante. No sólo contamos con jóvenes ilustrados, sino que nuestros jóvenes se sienten que forman parte de la revolución. Esta es una nueva revolución. Desde que comenzó la batalla de ideas son estos jóvenes el mejor antídoto para cualquier aventura ideológica en contra de ella. Urge que crezcan, urge que se apuren a entender que son un verdadero y fresco partido revolucionario.
Finalizaba el acto. Las luces artificiales iluminaban al Che y a Fidel, que estaba más prendido que nunca con ojos de auténtico orgullo. Las cámaras de televisión sudaban por las lágrimas de alegría de una multitud de niños expectantes uniformados con colorida vestimenta. Exhibían como banderas sus diplomas y esperaban una hermosa fiesta a compartir con el Comandante.
“¡Viva la Patria! ¡Viva la Revolución! ¡Viva el socialismo! Y como dijo quien regresara a Cuba con su destacamento de refuerzo, aquí junto a nosotros. ¡Hasta la Victoria siempre! Concluyó Fidel.
El hombre de las zancadas alargó el andar. Recordaba de seguro aquellos pasos prolongados en el pequeño piso de Abel y Haydée donde comenzó su revolución .Abel que cumplía años, el Che fue quien despediría sus palabras con la Victoria de Siempre. Observó en el horizonte la risa de los chicos más felices del mundo y ardía en deseos de abrazarlos. 25 000 villaclareños le saludaban agitados. Una zancada...otra... y esta vez su pie izquierdo cayó en el vacío por un desnivel que la emoción no le permitió calcular. Se detuvo por instante la rotación de la Tierra. A todos los cubanos se nos paralizó de angustia el corazón. A los cubanos y a ese batallón de amigos que nos rodean por el mundo. Fidel tropezó y por su pericia de guerrillero protegió su frente. No se sentía nada, hasta las moscas inmovilizaron su vuelo y las luces de esa noche se apagaron por un breve instante en nuestras pupilas. Dos segundos, tres, apenas diez. Diez siglos más bien. ¡Y al fin! Fidel sentado en una silla con la misma sonrisa de siempre intentó a pesar de su intenso dolor reiniciar la alegría extinguida de esa noche llena de premoniciones.
“Les pido perdón por haberme caído” y mofándose de la publicidad, aseguró estar impaciente de ver cómo habría recogido la prensa extranjera el accidente. “Me da pena únicamente el mal rato, el posible sufrimiento que les ocasioné con esto” Les pidió que hicieran la fiesta y los jóvenes llorando se negaban como niños pequeños y sin creer en ningún intermediario pidieron ya durante su viaje a la capital, que Fidel dijese como estaba. Él los tranquilizó como pudo y les rogó seguir la fiesta “no me sentiría feliz si suspenden la actividad”.
Fidel no tiene permiso para estornudar. Nos arrulla tanto con su salud, que le robamos el derecho de enfermar o accidentarse.
Pero este hombre de las zancadas vive en campaña y si tropieza es sólo para buscar una nueva victoria.
Durante su viaje a la Habana, fracturada su rodilla en ocho pedazos y lastimado su brazo siguió trabajando. Otro Comandante allá por Venezuela le llamó también desolado.
La intervención quirúrgica de la rodilla duró algo más de tres horas. El paciente estaba conciente observando cada paso de los cirujanos que reconstruían con pericia la rodilla del hombre de las largas zancadas.
Al día siguiente redacta una crónica exacta de lo sucedido dedicada al pueblo. Una vez más Fidel sabe y siente quién es su mejor aliado.
Me pregunto qué pasaría si los candidatos a la Presidencia de los Estados Unidos por ejemplo, se cayeran en plena campaña electoral. ¡Tonta que soy! No puede ocurrir, pues esas dos marionetas del capital no fundan nada, sus jóvenes los mandan a una pestilente y bochornosa guerra. En lugar de formar instructores de arte y jóvenes cultos le prohíben estudiar la ley de Selección Natural de Darwin y los quieren convencer de que la Amazonia no pertenece al verde Brasil. En lugar de promover en ellos los sentimientos de humanismo que colocan a decenas de miles de compatriotas fuera de nuestras fronteras en los lugares más pobres...los invitan a abusar de los árabes y a tomar fotos degradantes. Mucho más para esos jóvenes rubios que para los prisioneros.
No creo que alguno de esos presidentes tropiece por la emoción de saludar a su pueblo. De hecho algún 11 de septiembre preñado de tristezas y dudas no estuvo el presidente al lado del pueblo de New York. Este tipo de presidentes no tropieza porque no saben lo que es andar, ni prever, ni crear. En la Universidad de Yale no se enseñan estas cosas.
Ahora se termina Octubre. Ya más tranquilos, pero con la desazón de saber que no lo volveremos a ver muy pronto con sus hermosas zancadas. Esas mismas del pequeño apartamento del tío Abel; esas mismas que con siete hombres hambrientos y un millón de estrellas en el alma se mezclaron en las montañas de mi país para engendrar uno de los ejércitos más insólitos de la última etapa de la historia. Esas mismas zancadas que sostuvieron el aliento del mundo en la crisis del Caribe, donde brilló el mejor de los estadistas, a decir del Che.
El año próximo celebramos 50 años de las zancadas de Fidel al salir de la cárcel. Llevamos más de medio siglo a su lado y sucede que cada vez más jóvenes prefieren seguir esta ruta a la izquierda que él pilotea, esta ruta que tantos hombres han sembrado con su sangre y sus ideas. La responsabilidad de Fidel es ésta: Acompañarnos con sus largos pasos de la interminable revolución.

Celia Hart
Rebelión
26/10/2004

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