Uno no puede reponerse todavía de los vientos que azotan una vez, que ahí nomás, en seguidita, vienen otras ráfagas que nos mueven y remueven para hacernos sentir tan endebles ante la fiereza de una realidad.
Es la naturaleza! , Es la ley de la vida!, Deberíamos racionalizar y expresar concienzudas y serias reflexiones.
No es posible ahora, no.
Porque la muerte siempre es feíta.
Cuando las posibilidades estuvieron al alcance de la mano, las tomamos por asalto a través de larisa y la discusión.
Así nació inagotable y perdurable, en el tiempo incontable, una relación afectuosa con esta cubana rosa.
Su coraza científica(una física), su enérgica presencia, su risa desacartonada, su desalineada postura frente a la rigidez de la formalidad fueron pinceladas de su cuadro, de su vida.
Su madre Haydée Santamaría se me adentró al corazón sin haberla conocido, a través de las anécdotas de los amigos, y de los hechos palpables aún hoy en la historia de la revolución Cubana.
Compartí agradables charlas, presentaciones de libros e intercambios con su padre, Don Armando Hart, quien tuvo el placer de disfrutar y aguantarse las bromas, críticasy sugerencias del irónico argentino que marcó a fuego a toda la familia de manera íntima y particular.
Y luego, en una de esas sendas de piedras ancestrales en lo alto de la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña en la Habana y recostados en la antigua comandancia, discutimos con Celia María un proyecto que rondaba el homenaje, la memoria, y el recuerdo de Haydée Santamaría. Se entusiasmó, se alegró y le puso leña al fuego de las discusiones editoriales. Ella misma se puso a trabajar con tanto fervor que abrió las puertas de su corazón al baúl de los recuerdos y desempolvó historia, fotos y otros inéditos para ponerlos al alcance del lector. Y con la sencillez de los que no se suben al caballo de la soberbia aportó todo y aceptó agradecida la colaboración inestimable de una mujer valiosísima en la historia de Cuba, una editora genial y creativa, Mirta Muñiz Egea. Juntas y en yunta trabajaron con amor para dar a luz un libro que es un canto a la vida. “Haydee, del Moncada a Casa”.*
El ron, la música, el choteo cubano, las encendidas discusiones sin importar el rango de quien tuviera en frente, la alegría y la esperanza en un mundo mejor la vestían de punta en blanco como cien por ciento cubana.
Se podía disentir, se podía estar lejos o cerca de sus opiniones y a veces hasta enojarse para volver a enamorarse de su pasión. Discutir con ella era inevitable, como la lluvia que en algún momento de su recorrido interminable mojará la tierra; el sabroso momento siempre llegaba y era bienvenido. El arte de la discusión. Provocadora como pocas, sabía despertar neuronas y acallar ortodoxias.
Deja mucho más de lo que nos imaginamos, deja un camino que otros sabrán andar.
Dejó afectos, hijos, y amigos que la extrañaremos y la recordaremos con eso que nos hace tan humanos, risas y llanto.
Quizás el mejor final para estas húmedas palabras que se piantan sin permiso para recordarla, sea un párrafo del prólogo al libro mencionado, donde la misma Celia escribió:“...entonces sólo es bajar la cabeza, quitarse el sombrero y deslizar lágrimas de piedad por nosotros y no por ellos que están más vivos que muertos...”*
Abel Enrique y Celia María,
Hasta la Victoria Siempre!.
Marcelo Cafiso
Director
Nuestra AméricaEditorial
Septiembre 2008
*Haydée. Del Moncada a Casa.
(2005)Nuestra América Editorial.
Buenos Aires.
http://www.nuestramerica.com.ar
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