sábado, 1 de noviembre de 2008

Celia, militante comunista



Celia era hija de Armando Hart y Haydée Santamaría, que participaron activamente en las diversas fases de la Revolución cubana. Su nombre se debe a una heroína de esa revolución, Celia Sánchez, a quien amaba tanto como a sus padres. Ya mujer, la mandaron a estudiar física a la República Democrática de Alemania, algo muy normal porque entre los Estados del bloque soviético era común que se intercambiasen estudiantes. Como me dijo en La Habana, hacía muchos años que en su universidad no se licenciaba una mujer en física. Esto ya nos informa de su poderoso intelecto. Pero en la RDA no sólo aprendió física, también, como ella tiene contado, se descorazonó. El denominado "socialismo real" le parecía frío, muerto. Tanto que cuando regresó a Cuba estaba en crisis espiritual y sólo la ayuda de su padre, que le pasó textos de y sobre Trotsky, le posibilitó empezar a comprender la dinámica histórica que había dado origen al bloque soviético. A raíz de aquí nace Celia, la militante comunista.
Ella tuvo el privilegio, por razones de casualidad biográfica, de conocer los interiores del "socialismo real" y de la Revolución cubana. A esto se le uniría después el conocimiento directo de América Latina y Occidente. Una mujer con un poderoso intelecto y una inmensa pasión liberadora con este este conocimiento directo tan diversificado explica la importancia política fundamental que tenía Celia Hart. Ella era una pieza de un importancia capital para ayudarnos a explicar la dinámica histórica, que siempre está en continuo y contradictorio movimiento y no responde a esquemas de laboratorios intelectuales. De aquí, que su interrelación de Trotsky-Che-Fidel le parezca a más de uno indigerible.
El descubrimiento de Trotsky le tuvo que llevar, obligatoriamente, a explicarse la deformación del "socialismo real" y las propias deformaciones de la revolución cubana. Estas deformaciones vienen dadas por el complejo caminar del proceso histórico y a este proceso hay que remitirse obligatoriamente si queremos intentar comprender el mundo en que vivimos, premisa indispensable para intentar transformarlo. Celia ya hacia años que lo comprendía y que luchaba para transformarlo.
Así, la muerte de Celia no es sólo dolorosa para quienes la queríamos sino que es una tragedia política. Ella estaba en unas condiciones inmejorables para ayudarnos a comprender claves de la presente realidad histórica. Además del conocimiento directo de un mundo que se derrumbó, poseía el conocimiento directo de la Revolución cubana. Por lo tanto, no sólo nos podía explicar con veracidad los interiores de una revolución que amaba críticamente sino que también podía detectar con rapidez los cambios que se operaban en ella. No en balde en una de sus últimas entrevistas alertaba sobre la posibilidad de que la Revolución cubana tomase el camino de la República Popular China, donde el partido ha introducido un capitalismo salvaje rígidamente controlado por la nomenclatura. Ella sabía a la perfección que la Revolución cubana no depende solo de si misma, que está inmersa en una dinámica histórica y que hay que tener plena conciencia de ello para combatir políticamente en su propio seno. A ella le daba pánico la muerte de Fidel porque, como ella nos decía, era el único Jefe de Estado que había llegado a serlo como producto de una revolución social. Efectivamente, Fidel es el líder histórico de la Revolución cubana y, con todas las contradicciones que se quiera, lideró el proceso revolucionario. Es más, cuando se produjo el derrumbe del "socialismo real" mantuvo la nave a flote, aunque, inevitablemente, los temporales la azotaron, no podía ser de otra manera. Ahora bien, Celia tenía conciencia de los peligros pero acreditaba rotundamente en la voluntad política del pueblo trabajador cubano para defender y profundizar la revolución social. Además, sabía que la lucha de otros pueblos fortalecería la lucha por el socialismo. La verdad no engendra pesimismo en los revolucionarios, alerta de los peligros y ayuda a combatirlos adecuadamente.
Hoy se impone una necesidad reflexiva, estudiar atentamente los textos y decires de nuestra camarada. No se confunda nadie con su lirismo, es la forma apasionada de su penetrante análisis. ¿Era una romántica? Claro, era una mujer apasionada que le gustaba la vida y sabía a la perfección que vivir, en el pleno sentido de la palabra, sólo se puede hacer luchando por conquistar un mundo lindo, un mundo libre de injusticias sociales. Ella amaba la revolución porque amaba la vida.

Adiós camarada, es desgarradora tu muerte pero fue muy lindo tu proceder. Besitos.

Madrid, 9, septiembre, 2008


Antonio Liz

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