Cristina Kirchner redujo esta gran marcha (a la que no concurrió) a una expresión de “aspiraciones y emociones”, que ella, además, no comparte como expresión de la libertad individual. Es un fracasado intento de malversación política. CFK tiene una larga tradición clerical en oposición al derecho al aborto y a otros derechos (así como una pasión mileista por la destrucción de glaciares y perjuicios al equilibrio climático), que tuvo que replegar ante la demostración de fuerza del movimiento de la mujer, bajo el gobierno de Macri, para imponer el derecho al aborto. La prensa patronal fue todavía más siniestra: luego de una semana de advertencias al gobierno contra el peligro de politizar su hostilidad a los derechos de la mujer y a los derechos de las disidencias sexuales, los editoriales del domingo privaron a la marcha de su carácter político antifascista. Aprovecharon para esta marcha atrás el recule del ‘gatillo fácil’ Bullrich, que entregó a la metropolitana la supervisión policial de la demostración; el macrismo se ganó, así, su momento ‘wok’. En algunos medios se ha intentado iniciar una pseudo discusión respecto de lo que es o no es fascismo, incluido el intento de psicoanalizarlo, cuando lo que importa, en concreto, cuando una parte considerable de las masas convoca a un lucha contra el fascismo, es reforzar todavía más la agitación contra él. Por otro lado, Milei es un aliado estratégico de Trump y Bolsonaro, los organizadores de los asaltos al Capitolio norteamericano y a la sede de los Tres Poderes, en Brasilia, acciones directas incuestionablemente fascistas. Es además un aliado de sangre de Netanyahu, el perpetrador del bombardeo de quince meses de la Franja de Gaza, carente de defensa antiaérea, para proceder a una “limpieza étnica” – típicamente fascista -, que Trump acaba de oficializar con todas las letras. Ante el hecho consumado de una convocatoria antifascista, la izquierda ‘wok’ se empeñó en aligerar la carga bélica de la consigna.
Derrota de los liberticidas, los desafíos para los trabajadores
Milei encomendó a Bullrich no aplicar el protocolo anti-piquetes y retirar de la circulación a todas las fuerzas federales en la tarde del sábado, “para evitar incidentes con los manifestantes”. Los liberticidas cedieron así ante la fuerza de las masas y la simpatía generalizada con la manifestación. El Gobierno se declaró derrotado de antemano. Incluso el Arzobispado porteño, como también ocurre con el rechazo de la iglesias al neonazismo en Alemania, protestó por la decisión oficial de vallar a la Catedral. Lección importante: se puede derrotar al Gobierno y a las patronales dando un impulso de masas a la lucha contra los despidos y por las reivindicaciones de trabajo y salario. En la tarde ayer, los represores debieron meter violín en bolsa ante una movilización de carácter masivo. Cuando los burócratas se refugian en la “pasividad de la gente” o “el protocolo de Bullrich” para no luchar, sólo buscan una coartada para disimular su propia complicidad y compromiso con el gobierno liberticida. La marcha antifascista los ha desenmascarado sin atenuantes.
Las luchas por delante son enormes: la defensa de la Salud y la Educación Públicas; contra un nuevo acuerdo con el FMI y una mayor esclavización financiera. En cuanto a la Reforma Laboral, avanza a un ritmo impresionante, mediante el despido o la desvinculación de la planta existente para reemplazarla por una fuerza de trabajo sin contratos ni derechos. El pelotón lo encabezan Toyota, Acindar, Bridgestone, Techint, las petroleras, y se difunde en todo el tejido industrial, con la colaboración directa de las burocracias sindicales, que supervisan este desguace, y en otros casos por inmovilismo u omisión. Es la gran guerra de clase que han desatado Trump y Musk a escala internacional.
Es una lucha que también debe ser encarada internacionalmente por la clase obrera.
Marcelo Ramal
02/02/2025
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