Varoufakis atribuye a los “capitalistas de la nube” la condición de nuevos señores feudales. “La ganancia ha sido reemplazada por la renta (de nube)”. “El capital- nube no produce nada”, asegura Varoufakis; sólo se dedica a “modificar la conducta humana”, moldear “deseos o inclinaciones”, “secuestrar la atención” de los usuarios. “El comercio ya no está en los mercados sino en los feudos de la nube”, afirma, en relación a las aplicaciones que operan como grandes oferentes de mercancías. Según el economista griego, han consagrado el “triunfo de la renta sobre el beneficio”. Para Varoufakis el trabajo aplicado a la economía digital no crea valor, ni por lo tanto plusvalía, ni finalmente tasa de beneficio. Asistimos a un retorno al feudalismo, donde no existe el trabajo “en general” sino los trabajos particulares, no hay creación de valor ni plusvalía, sino “renta”. Si la generación de la riqueza no surge de la ganancia ni del mercado, concluye, “no es capitalismo”.
En una operación de malabar, cancela el agotamiento del capitalismo como forma histórica determinada de explotación social, y decreta un pseudo retorno al pasado – pre-capitalista. De aquí nace la ‘tesis’ de que los Trump, Musk o Milei plantean ‘retrotraer’ el capitalismo a formas perimidas de organización social, cuando en realidad se proponen acentuar un mundo capitalista imperialista mediante guerras y masacres. “El capitalismo está muriendo” - dice sin tapujos el ex ministro griego- “víctima de su mayor creación: los cloudistas o nube-listas”. El capitalismo se ha disuelto a sí mismo (algo cuya posibilidad los ‘wok’ negaron todo el tiempo), no por una vía revolucionaria sino contrarrevolucionaria.
Renta, ganancia y competencia
El primer exabrupto conceptual del economista griego es asociar a la renta con el feudalismo, y oponerla a la ganancia como dos categorías históricamente excluyentes. Pero la renta es el ingreso de la clase social que monopoliza los medios de producción vinculados a los atributos naturales -el suelo, el subsuelo, las fuentes de agua. Kautsky, gran estudioso de la renta del suelo, señaló que “no (hay que) confundir la renta territorial capitalista con las obligaciones impuestas en otros tiempos al campesino por el señor feudal” (La cuestión agraria). Es, sin embargo, la confusión que exhibe Varoufakis, que ve un renacimiento de la renta feudal (tributos impuestos desde afuera), en reemplazo de la retención de una parte, crecientemente menor, del beneficio capitalista por parte del capital territorial.
La renta territorial aparece en el periodo histórico de la subordinación definitiva de la agricultura -y de un modo general, de todas las formas del trabajo humano- al capital. Marx, por eso mismo, consideraba a la renta como una forma particular de la ganancia extraordinaria, es decir, del beneficio adicional que obtenía un capitalista que lograba producir en condiciones medias superiores a los de sus competidores.
La renta no existe como “nube” -sea digital o no: es una detracción del plusvalor proveniente de la explotación capitalista de la fuerza de trabajo. En la tecnología digital hay trabajo humano, creación de valor y plusvalía. En el “capitalismo en la nube”, no hay nada que no corresponda a una ganancia extraordinaria, cosechada sobre medios estrictamente capitalistas, incluida la apropiación privada del conocimiento generado en la academia -como ocurrió con Google y la Universidad de Stanford- o el financiamiento generoso del presupuesto público, como lo reconoce el propio Varoufakis.
Trátese de una renta o una ganancia extraordinaria, ella, insistimos, es una detracción del trabajo no retribuido a la clase obrera. El malabarismo conceptual de Varoufakys no tiene otro propósito que el de sustraer a la industria digital del proceso de explotación social, para postular una regulación capitalista del proceso que caracteriza como feudal.
Deseos, necesidades y explotación social
En sustitución de un análisis concreto que vincule a la industria digital con las relaciones sociales existentes, Varoufakis echa mano de un conjunto de vaguedades que colocan a su análisis en una “nube”. El “cloud capital” (capital en la nube) “no produce nada”, dice, apenas trabaja para “modificar la conducta humana”. “Entrenamos a la red- afirma Varoufakis- para que ella nos entrene en determinar qué queremos”. Esta inocuidad económica no le impide al capital tecnológico encabezar el alza de las Bolsas, lo que probaría que el dinero puede salir de la nada y otros dislates. Entre las ‘modificaciones de la conducta humana” Varoufakis no incluye a las Fuerzas Armadas, que se valen de la IA para masacrar pueblos y establecer nuevas formas de colonialismo sin salir de un escritorio o central de comando.
Con este conjunto de afirmaciones, Varoufakis pretende sustraer a la industria digital de las leyes de circulación del capital y de la creación de riqueza social adicional por medio del trabajo humano. Pero ninguna de las funciones de la “nube” puede apartarse de la metamorfosis del capital: las grandes plataformas se nutren de la publicidad, o lucran con la monetización de sus contenidos. Cuando, por fin, contribuyen a la manipulación ideológica o política, lo hacen como parte de una operación mercantil -los candidatos del capital “monetizan” esas manipulaciones con aportes económicos millonarios a la red. De un modo pueril, Varoufakis asume que las plataformas de compra y venta de mercancías o servicios “han terminado con el mercado” (“Amazon determina lo que puedes comprar o no”). No advierte, sin embargo, el carácter contradictorio de esa relación mercantil: Amazon o Mercado Libre ejercen una exclusión sobre los productos o capitales que no participan en su aplicación; pero al mismo tiempo, concentran y potencian la circulación de las mercancías de quienes sí lo hacen. Varoufakis caracteriza a esas empresas dependientes del comercio digital como “capitalistas vasallos”…del “tecnofeudalismo”. Pero no existe entre ellos nada diferente a lo que ya existía entre el capital productivo y otras formas funcionales del capital -como el capital comercial y el financiero. “El Capital” de Marx se ha ocupado extensamente del vínculo dialéctico -de colaboración y antagonismo- entre esas diferentes formas funcionales. El capital comercial asegura a la gran industria la centralización y distribución de mercancías a la mayor escala; el capital financiero, a su turno, los medios para la reproducción ampliada del capital, y para el consumo de las masas más allá de las posibilidades inmediatas y limitadas del salario. A través del comercio y del crédito, ofrecen una salida provisional a la contradicción planteada por la expansión constante de la producción, de un lado, y su realización, del otro, en el marco de “la expropiación y pauperización de grandes masas de productores” (Marx). Entre los emprendedores digitales de “garaje” (Apple) o un gabinete universitario (Google) y los actuales colosos capitalistas, han mediado la Bolsa y los fondos internacionales. A través de la Bolsa, los “capitalistas vasallos” entrelazan su futuro con el de los supuestos “señores feudales”. Por otra parte, la separación entre las diferentes formas funcionales del capital es también premisa de su entrelazamiento: Elon Musk, el “nubelio” por excelencia, se ha ensuciado las manos con los autos eléctricos de Tesla y la industria satelital. La industria digital y de la IA está sedienta de los recursos energéticos que consumen (y que explican la lucha por el acaparamiento de los mismos a escala planetaria). Varoufakis ha convertido en “feudal” a la oligarquía capitalista de la industria digital, por eso se abstiene de explicar las transferencias de valor que tienen lugar en el conjunto de la economía.
“Nube”, clase obrera y explotación
Varoufakis describe al empleo derivado de la industria digital como una legión de “Proletarios precarios de la nube”. Afirma que existe un “desvío de la plusvalía” generada por esos trabajadores hacia los “tecnofeudalistas”. Con ello, admite que la supuesta renta de las “Tecnos” es un producto de relaciones sociales capitalistas. Pero lo anacrónico es considerar a ese beneficio como un “desvío”: como ya se explicó, la gran industria actual no podría prescindir de la “nube” para la realización de sus mercancías. En oposición a los idealizadores del capitalismo de robots -o de las máquinas valorizándose a sí mismas- el capitalismo nubelio se ha encargado de articular una gigantesca plataforma de fuerza laboral -solo por citar un caso, los miles de trabajadores concentrados en Amazon. Los tecnofeudales han parido, no un mundo de siervos, sino un salto fantástico de la proletarización general. Nada de esto escapa a las contradicciones del capital, que necesita compensar el incremento extraordinario del trabajo pretérito (no creador de valor), que domina en la industria digital, con un aumento en el grado de explotación absoluta de la fuerza de trabajo en otras ramas vinculadas a esa misma industria. Por las mismas razones, los Musk y sus sirvientes políticos son defensores acérrimos de las reformas laborales flexibilizadoras y de la eliminación de impuestos. Su afirmación de que “los sindicatos sólo se ocupan de los trabajadores formalizados” es notoriamente falsa, porque en todos lados se firman convenios a la baja y suspensiones sin remuneración.
Tecnofeudales “en apuros”
Varoufakis caracteriza al enfrentamiento entre las tecnológicas norteamericanas y chinas como “una rivalidad entre feudos, y no una competencia entre capitalistas”. Según él, los tecnofeudales compiten por otras fuentes rentísticas -el suministro de materias primas y energía. Pero a Varoufakis se le quemaron los papeles después de la emergencia de la start up DeepSeek, cuya irrupción -a costos de producción muy inferiores a las IA americanas- ha provocado un derrumbe, no en un feudo, sino en la muy capitalista bolsa de Wall Street. En un video muy reciente, el economista griego admite ahora que el tecnofeudalismo está “in trouble” (en dificultades). Pero las “dificultades” obedecen a las leyes estrictas del capital. Los expertos empiezan a referirse a una “commoditización” de la industria digital. Varoufakis no se ha detenido en las consecuencias últimas de la competencia capitalista en curso -ni más ni menos que el salto de la guerra comercial y tecnológica a la guerra imperialista. Los recursos de la digitalización y de la Inteligencia Artificial están crecientemente volcados a la industria bélica. No es un retorno al feudalismo: la expropiación del capital y la dirección consciente del proceso social por parte de la clase obrera-se plantean como necesidad histórica.
Coalición política
Varoufakis, en cambio, constata que el socialismo “no llegó”, pero sí un “postcapitalismo” que, como vimos, sería un retorno sui géneris al pasado “feudal”. La organización obrera, de cara a esa realidad, seria “insuficiente”. Lo que plantea es una “gran coalición” integrada por los actuales “vasallos” del tecnofeudalismo -los capitalistas que ofrecen sus productos en la red, sus usuarios y los trabajadores. El programa de este frente no sería siquiera la nacionalización o expropiación de la industria digital sino iniciativas de “boicot a los tecnofeudos” o “huelgas de pagos” -enfrentar al capital en la nube con métodos mercantiles. Varoufakis llama a los trabajadores y a la izquierda a encolumnarse contra los “dueños de la nube”. Trata de “feudales” a los Musk y sus jefes políticos con el propósito de reivindicar a los agentes “democráticos” del capital imperialista, igualmente partidarios de afrontar las contradicciones en curso por medio de la competencia, de la guerra y de la acentuación de la explotación laboral. Nada que no hubiera dicho y hecho como ministro de Syriza hace década y media. Cuanto más ‘innova’, Varoufakis más marca el paso en el mismo lugar.
A despecho de los Varoufakis, el llamado capitalismo digital ha desplegado sobre la mesa todas las contradicciones del régimen social. Por un lado, permitió un salto en la productividad del trabajo, la producción y la circulación internacional de mercancías a escalas antes desconocidas. A término, ha agravado el choque entre producción y valorización, entre una apropiación de trabajo ajeno que es cada vez más estrecha en relación al capital pretérito que reclama un beneficio. La acentuación de un “polo de riqueza”, de un lado, y un “polo de miseria”, del otro, de guerras y choques entre capitalistas, acentúa la transición histórica entre el capitalismo y el socialismo, y agudiza los antagonismos que preparan la revolución socialista. Pone a la humanidad ante el desafío, no del poscapitalismo o de un tecnofeudalismo, sino del socialismo. El obstáculo para ello no es el “proceso objetivo”, como cree Varoufakis. El gran obstáculo son los izquierdistas “a la Varoufakis”, en especial sus seguidores ‘troskistas’, como el varoufakiano Fernando Rosso.
Marcelo Ramal
01/02/2025
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