viernes, 4 de octubre de 2019

El primer bloqueo yanqui contra Cuba

La clase dirigente de Estados Unidos ha venido abogando por la posesión de Cuba desde fines del siglo XVIII, o sea, desde antes de las primeras guerras de independencia de la isla. Dos preceptos condicionaban entonces la política exterior de Norteamérica hacia Cuba: la doctrina del destino manifiesto y la teoría de la fruta madura.
En junio de 1783, el segundo presidente de los EEUU, John Adams, expresó que la isla de Cuba era una extensión natural del continente norteamericano y que su anexión era absolutamente necesaria para la existencia de Estados Unidos. Sostuvo que jamás sería permitida su independencia y mucho menos apoyaría la lucha de su pueblo por obtenerla. Lo mejor era que Cuba continuara en posesión de España hasta tanto pudiera ser asimilada por ellos.
El “Destino Manifiesto” era la concepción desarrollada en esos tiempos como doctrina que atribuía a EEUU la misión especial de llevar su sistema de organización económica, social y política a toda la América del Norte. Posteriormente sería extendido a todo el Hemisferio Occidental.
La expansión al Oeste se completó a fines del Siglo XIX: la población aborigen fue aniquilada y los mexicanos perdieron casi la mitad de su territorio (Texas, Nuevo México y California).
En 1823, el presidente James Monroe pronunció la doctrina de “América para los americanos”, que sentaba que toda interferencia por cualquier potencia europea en las repúblicas latinoamericanas que emergían, sería considerada un acto inamistoso contra Estados Unidos y, por tanto, Washington se atribuía el derecho de proteger a la región. El aparente paternalismo hacia el resto del hemisferio pronto se convirtió en evidente expansionismo.
Algunos años antes, John Quincey Adams, entonces Secretario de Estado en el gobierno de Monroe y posteriormente su sucesor en la Presidencia, había escrito: “…si una manzana, derribada de su árbol por la tempestad, no puede sino caer a tierra, Cuba, separada por la fuerza de su anormal conexión con España e incapaz de sostenerse por sí misma, solo puede gravitar, hacia Norteamérica, que no puede, por la misma ley natural, rechazarla de su regazo.”
Este principio –conocido como el de la “ fruta madura ”- no fue obstáculo, sin embargo, para que Estados Unidos tratara de comprar a Cuba de España. Una oferta de cien millones de dólares a tal efecto fue rechazada por la corona ibérica.
En la década de 1880, ya el capital estadounidense se hallaba sólidamente involucrado en Cuba, especialmente en la industria azucarera, como resultado de su interés global de convertir a las islas del Caribe en economías azucareras.
Dado que en la memoria popular estaban aún vivas las raíces revolucionarias de Estados Unidos, muchos ciudadanos comunes de esa nacionalidad tenían simpatías por Cuba. Este hecho solapó una tensa preparación allí para una intervención militar directa en la guerra de los cubanos contra España por su independencia.
Sin embargo, en 1895, poco antes de caer en combate, el líder revolucionario cubano José Martí escribió que, al luchar contra España, Cuba pretendía “evitar, con su independencia que Estados Unidos se expandiera por las Antillas y cayera con esa fuerza más sobre las tierras de nuestra América. Todo lo que he hecho hasta ahora ha sido para eso”, subrayaba Martí.
El 24 de diciembre de 1897, el Subsecretario de Guerra de estadounidense, J.C. Breckenridge, escribió en un memorando: “Esta población (la cubana) está constituida de blancos, negros, asiáticos y personas que resultan de la mezcla de estas razas. Los habitantes son generalmente indolentes y apáticos.… En tanto que este pueblo sólo posee una vaga noción del bien y del mal, tiende a buscar placer no a través del trabajo sino de la violencia, es obvio que la anexión inmediata de estos elementos perturbadores y tan numerosos a nuestra federación constituiría una locura, así que, antes de proceder a ello, debemos limpiar el país. Tenemos que destruir todo lo que esté al alcance del fuego de nuestros cañones. Debemos imponer un férreo bloqueo de manera que el hambre y su compañera perenne, las enfermedades socaven la población pacífica y diezmen su ejército. El ejército aliado deberá estar comprometido en acciones de reconocimiento y de vanguardia constantemente, para que el ejército cubano esté irreparablemente atrapado entre dos frentes.”
“ Cuando llegue este momento, debemos crear conflictos a este gobierno independiente que deberá enfrentarse a estas dificultades que a su vez deben coincidir con los desasosiegos y la violencia entre los elementos antes mencionados, a quienes debemos apoyar. Para resumir, nuestra política debe ser siempre apoyar al más débil frente el más fuerte, hasta que hayamos logrado exterminarlos a ambos, a fin de anexarnos la Perla de las Antillas.”

Manuel E. Yepe
Diario ¡Por esto! (Mérida)

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