sábado, 12 de octubre de 2019

Fidel en Yemen: ecos del internacionalismo cubano




El espíritu revolucionario se engrandece al apoyar una causa libertaria. Fidel predicó con el ejemplo al darse en su solidaridad mundial. Testimonios de un oficial cubano de las FAR lo reafirman.

Una “onda expansiva” de calor llenó su pecho, y no pudo menos que buscar una similitud entre lo que sentía y su profesión. Así de intenso imagino debe haber sido su compromiso con el deber: Pablo Edelio Valdés Pérez, hoy Teniente Coronel (R) jamás olvidará las horas en que le tocó custodiar al Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz en una parte de su trayecto por Oriente Medio.
Tampoco le dejará de contar a su nieta, una y otra vez, la gratitud expresada a él por ese hombre inmenso que es Fidel, en el aeropuerto de Adén, Yemen, en marzo de 1977. Pero no se trató de un gesto protocolar ni de ringo rango, simplemente fue un apretón de manos de un internacionalista a otro. Más que el reconocimiento al mérito personal, que lo hubo, Fidel, al saludar al oficial, le pidió que les transmitiera su agradecimiento a todos los militares cubanos por el apoyo a su misión en Etiopía y Yemen.
Episodio este prácticamente desconocido por nuestro pueblo dada la humildad con que siempre Cuba ha llevado a cabo su solidaridad para con el mundo: en silencio y sin pedir nada a cambio.
Sin embargo, consciente de la importancia de que las nuevas generaciones conozcan más sobre nuestra Historia, incluso la de etapas relativamente recientes, Pablo Edelio Valdés Pérez ha escrito un libro testimonial titulado Secretos de un soldado, en proceso de edición y publicación por la Casa Editora del Minfar, Verde Olivo, y aprobado por la Comisión de Historia de las FAR.
Aquí se hace un recorrido por algunos de los episodios vitales de resistencia de este cubano, que bien pueden ser los de millones en la Isla pero que en la voz del oficial adquieren su singularidad, desde su experiencia: como soldado raso, como tanquista, como oficial y miembro de las comisiones constructoras del Partido en las FAR en el batallón de la Frontera, y también como internacionalista.
Bohemia supo de la eventual entrega editorial y contactó a este ser sencillo, hijo de obrero agrícola y ama de casa, quien, en su natal Zulueta, en la antigua provincia de Las Villas abrió los ojos a la sufrida realidad cubana en abril de 1940. Ese tránsito hasta la temprana juventud estuvo caracterizado por una toma de conciencia política, la cual alcanzaría su esplendor a partir del 1 de enero de 1959.
La Revolución y Fidel lo convirtieron en un hombre pleno y digno. Pero nunca pudo imaginar que algún día estaría tan cerca del número Uno de Cuba.
Pablo Edelio ha acumulado varios méritos entre los que se destaca la Medalla Lealtad de Primer Grado otorgada por el Consejo de Estado de la República Democrática Popular de Yemen del Sur por su magnánima entrega solidaria.
Al explicarnos sobre qué va su obra en el capítulo dedicado a la visita de Fidel a esa nación árabe en marzo de 1977 señala que “(…) una noticia impactó a todos los compañeros que nos encontrábamos cumpliendo nuestra misión internacionalista en la entonces República Popular Democrática de Yemen: El Comandante en Jefe Fidel Castro partió hacia la República de Libia en visita oficial.
Aunque nadie conocía cuál sería el recorrido ulterior de Fidel, algunos miembros de nuestra misión militar presagiaron que no sería descabellada, bajo las diversas circunstancias geopolíticas existentes en aquellos momentos, la posibilidad de una estancia del Comandante al país donde nos encontrábamos, si se tenía en cuenta la profunda estima mostrada hacia Cuba por el gobierno yemenita y la Organización Política Frente Nacional Unido-, (OPFNU), encabezada por Abdul Fatah Ismail”.
Esa convicción de los internacionalistas cubanos se hizo firme y palpable cuando “(…) el primer miércoles de la segunda decena de marzo se anunció el inminente arribo del Comandante en Jefe a Adén, la capital yemenita, donde el ambiente era festivo a juzgar por el entusiasmo reinante de la población, así como por el engalanamiento de las principales calles de esa ciudad. Al siguiente día, jueves 10, el avión IL-18 que transportaba a Fidel se posó en la losa del aeródromo citadino, donde se desató la apoteosis popular y la de todos los cubanos asistentes al recibimiento”.
El autor de Secretos de un soldado relata que Fidel sostuvo conversaciones oficiales con las autoridades del país, así como un encuentro con los artífices de la colaboración civil y militar. Y entonces sobreviene lo que tanto ha significado para el orgullo patrio de este Teniente Coronel: se le planteó una tarea que “(…) solo el jefe de la Misión Militar Cubana coronel Gerardo Cabrales Lara, dominaba en su contenido. Ir a Addis Abeba, capital de Etiopía, un grupo de los oficiales y reservistas que prestábamos servicio de asesoría en Yemen del Sur para reforzar la seguridad del Comandante en Jefe durante su visita a ese país”.
Con la modestia que lo retrata Pablo Edelio le insistió a esta reportera para que dejara asentado que su participación fue coyuntural porque coincidió con las vacaciones en la Isla del jefe de estado mayor de la Misión Militar, el mayor Ernesto Ferrior Martí.
Pero, lo que pudo haber sido fruto de la casualidad se instaló en su psiquis con un total acatamiento, con los cinco sentidos bien alerta, que nos habla todavía en este 2019 de la alta preparación de nuestro ejército y de la incondicionalidad de sus hombres a la Revolución y a sus líderes.
Pablo evoca aquellos instantes y el gran impacto dejado en ellos. “(…) actividad incesante en el patio interior de la Misión Militar Cubana, ubicada en el recodo de una ladera costera del barrio de Tawahe, donde tanto los oficiales como los soldados transportaban, descargaban y contaban proyectiles y fusiles empacados en huacales, que eran revisados y vueltos a empacar.
El Jefe de la Misión Militar estuvo al frente de dicha tarea todo el tiempo, hasta que alrededor de las 18:00 horas ordenó reunir a todo el personal en el vestíbulo de la edificación para dar a conocer los nombres de los veinte compañeros que presumiblemente marcharían a una operación combativa en la fecha siguiente. Allí, tanto los oficiales curtidos en combates y maniobras precedentes, como los novicios que tomaban un AKM en sus manos por vez primera, juraron ser consecuentes y cumplidores del deber hasta el fin (…)”.
Antes de partir hacia el objetivo encomendado, todos fueron invitados a la recepción que el gobierno de la nación amiga le brindaba al Comandante: “(…) Fidel, tal y como era su costumbre, estaba atento a todo, y, en un aparte mientras todos nos preparábamos para una foto colectiva, inquirió sobre la selección de los 20 hombres acompañantes en el viaje (…)”. A esas alturas casi nadie, salvo los imprescindibles, conocían el destino asignado.

El Imperialismo quiere el neocolonialismo en África

Tomando como referencia testimonios del reservista Rogelio Letusé, el teniente coronel nos cuenta en su libro que “(…) al cruzar por encima del Mar Rojo y observar el relieve de mesetas y altiplanos sin mucha vegetación se coligió que volábamos hacia Etiopía. Al arribar al aeropuerto de Bore, en Addis Ababa, el primero en descender fue el jefe y fuimos así bajando hasta completar el número de veinte.
Lo más llamativo resultó la rapidez con que tuvimos que partir del aeródromo, porque en todo momento, pero sin poder determinar la procedencia, se escuchaba claramente un incesante tableteo de ametralladoras en las cercanías de la instalación. Después supimos que dichos tiroteos respondían a una ofensiva del ejército etíope contra grupos armados que habían fraguado un intento de golpe de estado para derrocar a Mengistu Haile Mariam, dos o tres semanas previas a nuestra llegada allí (…)”.
El testimoniante aclara un aspecto esencial: Fidel no se quedó en Etiopia ese día, el 12 de marzo, sino que siguió hacia Somalia, donde manteníamos una cooperación civil y militar desde hacía algunos años atrás.
Se concreta de esta manera el conocido encuentro de Fidel con miles de africanos, reunidos en el estadio de Mogadiscio, la capital somalí. Allí estuvo acompañado por el presidente Mohamed Siad Barre, quien hasta esa fecha se mantenía fiel a la integración del continente africano en sus luchas por la liberación total, aunque ya con declaraciones públicas sobre su enemistad con Etiopía (hubo después una guerra entre los dos estados por Eritrea).
Como era habitual en Fidel, anticipó los peligros antes de que muchos fueran conscientes de su fatalidad. En su discurso a los presentes expresó: “El imperialismo quiere destruir la revolución en esta área del mundo. El imperialismo quiere destruir la revolución palestina, quiere destruir la revolución en el Yemen Democrático, quiere destruir la revolución libia, quiere destruir la revolución etíope, quiere aislar al heroico pueblo de Argelia. El imperialismo quiere subvertir el orden y agredir a la revolución angolana, el imperialismo pretende establecer un régimen neocolonialista en Zimbabwe, mantener el dominio de los monopolios y de los racistas sudafricanos en Namibia”.
“El imperialismo trabaja para preservar indefinidamente el odioso régimen racista en África del Sur. El imperialismo organiza agresiones contra el pueblo de Mozambique. El imperialismo maniobra para establecer el neocolonialismo en Djibouti y mantener bases militares contra los intereses de los pueblos de Yemen, Etiopía y Somalia. “(…) El imperialismo no quiere socialismo en África. El imperialismo quiere el neocolonialismo en África. Contra esos propósitos debemos luchar (…)”.
Para el 15 de marzo regresó a Adis Abeba, donde realizó un grupo de actividades. De vuelta a Yemen, a la mañana siguiente, Fidel propició el diálogo entre el mandatario etíope Mengistu Haile Mariam (que posteriormente le dio también la espalda al ideal socialista en África) y Siad Barre. Evidentemente el Comandante ejerció de mediador (porque así se lo pidieron) para conciliar los intereses de las partes con vistas a que primara la paz, único escenario posible para el triunfo de la justicia social y el compañerismo entre los pueblos.
No lo logró. Pablo Edelio, quien protegía (subordinado a la seguridad personal del “Jefe”) la carpa en que tuvo lugar la cita, cuenta que un Fidel indignado y sumamente molesto le expresaba a Carlos Rafael Rodríguez: “eso es una traición al movimiento revolucionario, Carlos, una cobardía”.
Ya para el 17 de marzo, el narrador me explica que al misterio le fue descorrido el velo: El mandatario somalí (envalentonado por el apoyo de los Estados Unidos, después se supo) se había negado a negociar con la parte etíope las reclamaciones que le hacían del territorio del Ogadén. Por el contrario, se manifestó exigente hacia el recién proclamado presidente de Etiopía.
Y es que para el líder histórico de la Revolución cubana la unidad es la columna vertebral de toda realización revolucionaria que solo puede coronarse si se respetan y veneran los principios de hermandad, lealtad, transparencia y valentía.
Todos estos elementos han sido puestos sobre la mesa en cada negociación internacional en la que ha participado Cuba, cuyo ejemplo cimero quedó patentizado el 22 de diciembre de 1988 cuando en Nueva York, en la ONU, nuestro Canciller Isidoro Malmierca suscribía, a nombre de Cuba, los diversos acuerdos que garantizarían la independencia de Namibia, la seguridad de Angola y la paz entre los países del suroeste africano, y por derivación el victorioso regreso de las tropas internacionalistas cubanas.
Desgraciadamente en el Cuerno africano los episodios evolucionaron hacia un camino diferente al visionado por Fidel. Llegado a este punto es esencial recalcar que el Comandante acató la voluntad de ambas personalidades y dio su respaldo internacionalista a Etiopía porque así se le pidió. Esto habla a las claras del respeto a la voluntad nacional y a la no injerencia en los asuntos internos de otras naciones, bandera enarbolada constantemente por el gobierno y Partido Comunista de Cuba. Hemos extendido los brazos, sí, pero únicamente con la aprobación de los amigos.

Secretos develados

Aunque el libro testimonial de Pablo Edelio Valdés Pérez en su conjunto llama la atención debido al amplio y entregado espectro de una vida revolucionaria, es sin duda el capítulo dedicado a Yemen, Ecos de una medalla, el que, a juicio de esta reportera, destaca por la peculiaridad de anécdotas apasionantes sobre el internacionalismo de Cuba en ese país.
Por tanto, constituirá un gustazo para el lector ávido de vivencias emocionantes. También la juventud, por intermedio de las páginas de los muchos relatos, puede llegar a comprender mejor “(…) ¿Qué motiva al cubano a alejarse de la familia y entregarse a una causa, más allá de su frontera, aun a costa de la vida? ¿Es la Revolución Cubana un hecho aislado o puede un país pequeño, privado de recursos naturales, tener derecho a un mundo mejor? (…)”.
Si bien la nación yemenita se vio a la larga abocada, por la nefasta división, a una cruenta guerra entre el norte y el sur, de la que los cubanos no formamos parte, -precisamente por los principios morales y éticos legados por Fidel-, todavía en ese pueblo (ahora nuevamente víctima de la violencia interna y extranjera) perviven los ecos de nuestro internacionalismo.
Amigos. Eso seguimos siendo. Nos hemos ganado esa alta consideración por el desprendimiento de un líder que como ningún otro llevó a la práctica el espíritu martiano de que Patria es humanidad.
En 1977 Fidel también visitó la Facultad de Medicina, donde se encontraban profesores cubanos, fundadores de ese centro en 1975. En ese sacerdocio del bien, junto a Salen Robaya Alí, presidente de la República Democrática de Yemen, en ese momento, recorrió los laboratorios y otras instalaciones: lindo paradigma de lo mucho que se avanza unidos; generosidad de una Isla, multiplicada en Yemen a través de profesionales y especialistas en las esferas de la educación, la salud, la cultura, la agricultura y el deporte.
Deseosos de llevar hacia adelante su proceso, Yemen del Sur solicitó asesoría para crear sus propios CDR (episodio al que valdría la pena volver en otro texto) así como personal para formar y entrenar sus milicias. En este último evento mucho contribuyó el hoy Teniente Coronel (R) Pablo Edelio Valdés Pérez por ser el asesor principal de las Milicias Populares en Yemen del Sur, y al frente del trabajo político de su Misión Militar.
A esta reportera le emocionó agradablemente cuando leyó en Secretos de un Soldado, el siguiente episodio (Letusé) a propósito del viaje de Fidel a Yemen en 1977: “El séquito encabezado por el Jefe de los Consejos de Estado y de Ministros no era muy numeroso; mas se organizó un apretado programa que incluía visitas a la Segunda y Tercera gubernaturas del país, cuyos pobladores no cesaban de gritar “¡Cubi, Tamán!”: Los cubanos son buenos (…)”.
Cuba y Fidel nunca han buscado nada material en otras tierras. Nunca ha habido un interés militarista: solo la satisfacción de la amistad; el deber de la solidaridad.
“¡Cubi, Tamán!”: Los cubanos son buenos (…)”. ¡Qué mejor resonancia a nuestros actos que el afecto de los humildes!

María Victoria Valdés Rodda

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