lunes, 18 de abril de 2016

El futuro de Cuba a debate en un congreso blindado




Entre este 16 y 19 de abril sesiona en La Habana el VII Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC). La reunión partidista tiene entre sus tareas fiscalizar la aplicación del programa de cambios económicos y sociales, aprobados hace algo más de 4 años, así como ponerle nombres y apellidos a quienes sustituirán a la denominada generación histórica que ha dirigido la revolución desde sus inicios.

Habana. En tiempos de cambios económicos y re-adecuaciones sociales incluso las fechas elegidas para la magna cita partidista tienen significados: el 16 de abril de 1961 la Revolución cubana declaró su carácter socialista, y apenas 3 días más tarde, el 19, las fuerzas revolucionarias derrotaban la invasión mercenaria de Playa Girón o Bahía de Cochinos, organizada, armada y dirigida por el Departamento de Defensa de los EE.UU y la CIA. Las fechas por lo tanto indican que la continuidad del socialismo es parte esencial de este trascendente encuentro político que debe aprobar las líneas maestras de la política nacional para los próximos años.

Un Partido único y dirigente, pero también amplio y diverso

El PCC es por definición constitucional único, dirigente y de vanguardia, y se rige, según la más pura tradición marxista-leninista, por mecanismos propios del centralismo democrático; sin embargo, a pesar de que inicialmente estas afirmaciones puedan pre-juiciar a los lectores poco conocedores de las realidades cubanas, también es necesario subrayar que el Partido cuenta con una militancia de casi medio millón de personas, a las que hay que sumar los algo más de cuatrocientos mil miembros que forman su organización juvenil, la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC). En total la cifra de casi un millón de personas involucradas sobre una población de un poco más de 11 millones de habitantes habla de su extensión e implantación social.
Tradicionalmente, tanto en la preparación de sus congresos como en los momentos decisivos relativos a temas constitucionales, económico-sociales y políticos, está agrupación se ha basado en asambleas abiertas en centros laborales, de estudio y barriales donde se recogían propuestas, opiniones y críticas que influían en los documentos finalmente aprobados, por lo tanto, más allá de los déficits democráticos que se le pueden achacan al sistema imperante en Cuba, la realidad es que el PCC ha echado sus raíces sobre la base de construir consensos sociales lo más amplios posibles, dentro de la realidad cubana de cada momento.
Rompiendo con la práctica precedente este Congreso muestra todos los síntomas de una cita blindada y prevista de antemano desde las más altas esferas político-administrativas del país.

Un congreso blindado

La afirmación anterior tiene que ver con el poco tiempo de preparación y organización, un debate escaso y “dirigido”, y la muy poca divulgación tanto de documentos como de información general al país. En este extraño contexto, los mil delegados que asisten deben aprobar apresuradamente ni más ni menos que las líneas maestras en lo que refiere a la economía y la sociedad cubana del futuro cercano, un futuro que de hecho ya está en presente, y la fundamental decisión, pues será la mirilla de las noticias de los grandes medios, de quienes serán las personas encargadas de dirigir este proceso, es decir los sucesores públicos de Fidel y Raúl Castro.
Las razones de tanta premura, que no implica ninguna improvisación, parecen evidentes a simple vista: Por un lado están los cambios sociológicos que ha sufrido Cuba en las dos últimas décadas, en muy numerosos aspectos, con el consiguiente distanciamiento, apatía y descontento social, que afecta muy especialmente a la juventud y que de alguna manera ha roto definitivamente antiguos “consensos”, en la misma medida en que los cambios económicos siguen sin dar los resultados previstos, alimentando así descontentos sin fin.
Al mismo tiempo, frente a lo “interno” se vislumbra la clara amenaza que representa la filosofía del discurso, televisado a todo el país en directo, de Barack Obama durante su reciente visita a La Habana. Un mensaje claro y explicito precisamente dirigido a la juventud, muy contemporáneo y de aspecto moderno, que les propone la reinstauración paulatina de un capitalismo democrático e incluyente, aparentemente virginal pero que no existe en ningún lugar del mundo conocido si no es en su actual versión cruda neo-liberal. Pero los espejismos y la “ingenuidad” social pueden llegar en este caso a ser mortal, es decir empeñar la soberanía nacional en un incierto camino, un camino que por demás ya recorrió Cuba desde fines del XIX hasta mediado del XX, pero que la gran mayoría de jóvenes cubanos “desconocen” a pesar de la sobresaturación mediática oficial en este fundamental aspecto histórico, seguramente por eso mismo Obama llamó en su discurso muy intencionadamente a “olvidar” el pasado, incluso el más reciente.

Un presente complicado, un futuro abierto

La nación cubana vive un presente complicado que va más allá de sucesiones nominales, su futuro se muestra abierto y aun pendiente de escribir con resultados sociales y económicos en el día a día.
Obama declaró en La Habana que los EE.UU respetarán la soberanía cubana, pero eso puede no ser cierto dado los antecedentes en otros lugares y geografías, esas declaraciones efímeras dependerán siempre de circunstancias y contextos, en este caso también latinoamericanos.
Mientras el VII Congreso del PCC tomará algunas decisiones importantes en estos días, y habrá tiempo para desentrañar lo que de manera planificada acordaron antes los líderes históricos de la Revolución cubana, y los compromisarios del Congreso sin duda ratificarán, no hay que esperar ahora cambios políticos o institucionales, pues aunque se derive de un marxismo puro, no es tiempo ni momento, pero de cualquier manera los acuerdos de este Congreso no se pueden quedar solo en textos, el riesgo es demasiado grande, habrá que verificarlos en práctica y resultados.
Los nombres, y las posiciones correlativas, de la nueva generación de dirigentes a los que ya se les ha “encargado”, evidentemente antes del Congreso, la tarea de modernizar y hacer viable una continuidad socio-económica de la Revolución cubana, son bastante previsibles, ya están muy presentes en el Gobierno, el Partido y el Parlamento. No hay duda de que la nueva Dirección será colegiada, los nombres ya conocidos, las líneas políticas las ya acordadas de antemano, pero a diferencia de otros momentos el tiempo para mostrar resultados y transformaciones en esta ocasión es limitado, cada vez más limitado.

JM Arrugaeta/Orsola Casagrande

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