miércoles, 20 de marzo de 2019

Dos fascistas en la Casa Blanca




Al finalizar la reunión que tuvo lugar en Washington, Jair Bolsonaro y Donald Trump realizaron anuncios que son una hoja de parra de otros acuerdos de carácter secreto o, más precisamente, la punta del ovillo de ellos – no en vano, el brasileño comenzó su gira con una visita inédita a la CIA, que siguió con reuniones con el grupo fascistoide que lidera Steve Bannon, el ex asesor de Trump.

Una base para los yanquis

A la opinión pública solamente se le hizo saber que Estados Unidos declarará a Brasil un aliado extra-Otan y que Brasil ofrecerá la base militar de Alcántara, situada en el norteño estado de Maranhao, para el lanzamiento de satélites por parte del Pentágono y de la industria aeronáutica norteamericana. Estos convenios facilitarían, en contrapartida, la adquisición de armamentos y de tecnología estadounidense por parte de las fuerzas armadas de Brasil y una asociación de la industria aeroespacial brasileña con la norteamericana, luego de la adquisición del área de la aviación comercial de la brasileña Embraer por parte de Boeing. “Brasil, dice el sito MercoPress, tiene la expectativa de obtener alguna porción del negocio de lanzamiento de satélites, que llega a los uSs300 mil millones, atrayendo a compañías norteamericanas de este rubro”. A nadie se le puede escapar, sin embargo, aunque los cables de noticias no lo mencionen, que la cesión de Alcántara viene a enfrentar la instalación de la base espacial de China en Neuquén.
Bolsonaro aseguró también que Brasil adquirirá 750 mil toneladas de trigo de EEUU sin pago de aranceles de importación, desatando la crítica inmediata del ruralismo de Argentina y del estado brasileño de Paraná, que viene intentando cubrir el déficit de abastecimiento interno del cereal con un aumento de la producción doméstica. Cede, de este modo, a la presión de Trump, que es atacado por el sector agrario norteamericano, a partir de la caída del precio de la soja, como consecuencia de la guerra comercial con China. China, en efecto, ha sobrevolado la reunión de estos dos misóginos de las corrientes evangélicas de derecha.

Socialismo

Más allá de estos acuerdos puntuales o limitados, que un especialista entrevistado por Clarín (20/3), los califica como “nada”, Trump y Bolsonaro se ocuparon de dejar nuevamente en claro sus objetivos estratégicos, que es “el combate al socialismo”, lo cual es una declaración inequívoca de guerra civil internacional. El personaje que debutó en la presidencia con la consigna de “volver a hacer grande a América”, ahora se bate contra un ascenso de la izquierda en su país, en especial de la nueva generación. La corriente fascistoide de EEUU se ha lanzado a la meta imposible de unir a la ultra-derecha mundial, que más allá del barniz ideológico reaccionario común se encuentra dividida por sus intereses nacionales. Lo mismo vale, en última instancia, para Brasil. Bolsonaro, sin embargo, aseguró que Brasil apoyaba la construcción del muro que Trump quiere erigir en la frontera con México, lo cual lo pone en ‘off side’ con los gobiernos del grupo de Lima y de la Unión Europea que apoyan el derrocamiento de Maduro y en un choque directo con el mexicano López Obrador. Bolsonaro se ha comprado un nuevo frente de crisis en su propio país.
El apuro de Bolsonaro por llegar a Washington, en contraste con la tradición de que la primera salida al exterior de un presidente brasileño es a Argentina, tiene que ver con Venezuela. Es el primer objetivo de quienes han puesto la agenda del ‘combate al socialismo’ (con independencia de la falacia de esta caracterización). La crisis venezolana domina por completo la política latinoamericana, incuestionablemente, pero con yapa, porque lleva a un primer plano la confrontación del imperialismo yanqui con China, incluso con Rusia y Cuba. Los gobiernos de derecha en América Latina se encuentran, en grados diversos, en la cuerda floja, azotados por un colapso económico que no logran dominar, y en varios casos por luchas populares de envergadura. El imperialismo asocia el derrocamiento del régimen chavista con la conquista de recursos políticos decisivos para desatar una ofensiva contra los trabajadores en todos los países. Históricamente, el imperialismo yanqui no ha iniciado ninguna ofensiva mundial sin asegurarse en forma firme su llamado “patrio trasero”.

Guerra mundial

La apuesta de una parte del ‘establishment’ militar brasileño a una alianza estratégica con Estados Unidos, parte de una caracterización de conjunto que tiene por eje la inevitabilidad de una guerra con los países del ex espacio ‘socialista’ (existe una logia que impulsa esta posición, que lleva el nombre curioso “De la dependencia”). La evolución que ha tenido la restauración capitalista en esos países ha abierto nuevas contradicciones en la economía y en la política mundial, en el marco de la mayor crisis capitalista desde los años 30 del siglo pasado. La cuestión de la guerra ha provocado una crisis severa incluso en Estados Unidos, con la renuncia del jefe del Pentágono hace un año, así como en la Otan y las relaciones de Estados Unidos con la Unión Europea. Como consecuencia de esta crisis de conjunto, Brasil ha pasado de ser un aliado preferencial de China, como se manifestó en el Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), a este intento de convertirse en satélite del imperialismo yanqui. El fenómeno no se limita a Brasil, porque gran parte de la tendencia política favorable al Brexit tiene por mira una alianza con el trumpismo contra las posibilidades de la que se empezó a tejer con China, cuando Londres ingresó, hace cuatro años, al Banco de Inversiones promovido por China.
Un alineamiento incondicional EEUU-Brasil enfrenta, claramente, obstáculos insuperables. China es el principal mercado de Brasil y de su gigantesca explotación sojera. Ofrece financiamiento de infraestructura que EEUU no tiene condiciones siquiera de igualar. La guerra económica parte por el medio a la burguesía brasileña. Esto explica que la economía de Brasil siga en terreno negativo, que la deuda externa haya llegado a niveles insoportables y que la industria (incluso la extranjera, como General Motors) denuncie la insostenibilidad de la situación. Los comentaristas de Brasil hablan de “un agotamiento político” de Bolsonaro y otros advierten que Bolsonaro podría recorrer el camino de Macri, en referencia a una fuga de capitales. Olavio de Carvalho, el llamado ideólogo de Bolsonaro, anticipa que éste podría no durar más que seis meses. Al fin de cuentas, es lo mismo que se prevé para Trump, que oscila entre irse por un juicio político o por una derrota electoral el año que viene.

Divisiones en Brasil

La oposición política a Bolsonaro parece estar encarnada por su vicepresidente Hamilton Mourao, quien acaba de explicar en detalle al diario Financial Times (15/3) cómo pretende poner fin al gobierno de Maduro. Aunque Brasil ha reconocido a Guaidó como presidente de Venezuela, Mourao asegura que está discutiendo con el alto mando venezolano la salida de Maduro, lo cual supone un gobierno de transición pactado con los militares. Es precisamente esta alternativa la que ha desatado ataques furiosos de la derecha venezolana contra lo que llama la ‘inacción’ de EEUU y el pedido de una intervención militar. O Globo (13/3) afirma que “Brasil mantiene canales de comunicación con militares de Venezuela”, y agrega que “los generales desconfían de Ernesto Araujo (el canciller) y Eduardo Bolsonaro (hijo)”, que impulsan una acción militar desde el exterior. Según el cable, en septiembre pasado se reunieron en Puerto Ordaz (estado Bolívar) el general brasileño Joaquim Silva Luna con Vladimir Padrino, el comandante en jefe de Venezuela. “Este canal continúa operando, insiste O Globo, en el más absoluto sigilo”.
El enfrentamiento sordo entre Mourao y Bolsonaro significa que en Brasil no se ha estabilizado un gobierno semi-bonapartista, con apoyo yanqui, mientras el vicepresidente reclama ese rol, en un esbozo de golpe de estado.
Lejos de estar descartada, la intervención militar en Venezuela está en la agenda, e incluso ha desatado una crisis política en Brasil. Mourao le dijo al FT que el armado operativo del golpe todavía se encuentra en pañales, lo cual alimenta la posibilidad de que divida al alto mando militar venezolano y cree una crisis que podría justificar la intervención extranjera (“una fuerza de paz”, a la Haití).
Estas son las alternativas que discutieron Trump y Bolsonaro en secreto, con el auxilio de la CIA.

Jorge Altamira

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