miércoles, 6 de marzo de 2019

Marco Rubio, Donald Trump y una antigua maldición




Las cuentas en Twitter pueden ser reveladoras. Si un psiquiatra analizara la cuenta en Twitter del senador Marco Rubio o la del presidente Donald Trump en los últimos días, tal vez encontraría material interesante. Un profesional competente, por supuesto, no como aquellos que motivados por el mismo senador cubanoamericano han quedado en ridículo al atribuir daños a la salud de diplomáticos en La Habana a sofisticadas armas rusas que luego el mundo entero ha sabido eran grillos caribeños.
El último fin de semana de febrero desde la frontera de Colombia con Venezuela, inmerso en la euforia del llamado “Día D”, en semejanza con el desembarco aliado en la Segunda Guerra Mundial, el senador Rubio, como suele suceder en medio de esas situaciones de júbilo irrefrenable, se mostró muy desinhibido en su cuenta en Twitter. Las imágenes del linchamiento del líder libio Muammar el Gadafi, de la detención del general panameño Manuel Antonio Noriega, apresado por las tropas estadounidenses en la invasión a Panamá, de los también linchados Nicolae Ceaucescu y su esposa, aparecieron en la cuenta de microbloging del senador, entre amenazas al presidente venezolano y un mensaje de matón de barrio -“te vemos pronto”- dirigido al presidente cubano.
Dicen los sicólogos que el exceso de entusiasmo suele ser un problema a la hora de enfrentar las frustraciones y el curso de los acontecimientos no se ha correspondido con el entusiasmo manifiesto en los tuits del senador. Una sucesión de fracasos ha sido el resultado de la escalada que ha encabezado contra Cuba y Venezuela y si sus expectativas son un final tipo Libia, Panamá o Rumanía lo tiene bien difícil: El ejército venezolano, al que constantemente Rubio y todo el gobierno estadounidense llaman a la rebeldía permanece leal a Maduro, las fake news para justificar una intervención militar contra el gobierno bolivariano caen una tras otra, el frente internacional antivenezolano que Washington ha intentado articular lejos de consolidarse sufre deserciones, mientras en Cuba el referendo constitucional ha enviado a Rubio un mensaje del tipo “no me verás nunca”.
La cruzada en que Rubio embarca a la administración Trump tiene un pasado y una ley no escrita que el mandatario, envuelto en un proceso de crecientes amenazas de sus adversarios políticos en el Congreso que ahora -con mayoría Demócrata en la Cámara de Representantes- tienen de su lado el explosivo testimonio del ex abogado del presidente, Michael Cohen, necesita más que nunca del apoyo del cubanoamericano, debería conocer: De Bahía de Cochinos al caso del niño de Elián González, pasando por Watergate, la crisis migratoria del Mariel, el Irán-Contras, la crisis de los balseros… enseñan que siempre que Washington se alió a los cubanos de línea dura de Miami el final no fue feliz para quienes estaban en la Casa Blanca. Kennedy, Nixon, Carter, Reagan, Bush padre y Clinton lo relatan mejor que yo.
Elliott Abrams, el veterano conspirador que Trump ha designado –muy probablemente a sugerencia del lobby anticubano miamense– para conducir su estrategia antivenezolana es un sobreviviente del equipo de gangsters que cayó en desgracia cuando estalló el Irán-Contra, la ruta que mezcló drogas para los jóvenes de los sectores pobres en los EE.UU., armas para los iraníes en su guerra contra Irak, y dinero y armamento para los grupos que hacían la guerra sucia contra el gobierno sandinista de Nicaragua en los años ochenta del siglo pasado.
Por cierto, el Twitter del presidente Trump tras el testimonio de Cohen ante el Congreso revela cierto nerviosismo: A pesar de los casi 60 millones de seguidores que tiene el Presidente, este se sintió en el deber de repetir, con menos de 17 horas de diferencia, un mensaje descalificando a su antiguo abogado. Los otros tuits de Trump en el mismo día, emitidos desde Vietnam -un “país comunista”-, hablando de “mi amigo Kim Jong Ung” -un dirigente comunista- no provocaron mensajes de Rubio con fotos de Ceaucescu ni recordatorios del lenguaje anticomunista con que el Presidente habló hace menos de una semana en Miami sobre Cuba y Venezuela.
Con Rubio y Abrams, más alguien como John Bolton, que durante la administración de Bush hijo hizo historia mintiendo desde el escaño estadounidense en la ONU, hay un trío de personas que por lo que acaba de decir Cohen ante el Congreso pudiera revelar que la afinidad de Trump con tales personajes no sería ideológica sino ética: “Es racista, timador y tramposo".

Iroel Sánchez
Al Mayadeen

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