lunes, 2 de abril de 2018

Entrevista a María Santucho




“En Cuba viví orgullosa de mi apellido”

María Santucho vive el socialismo desde hace más de cuarenta y dos años. Pudo escapar de la Argentina luego de pasar por el CCD Campo de Mayo, y por un año de encierro en la embajada de Cuba, donde conoció de la muerte de su tío “Roby”. En esta entrevista desglosa el futuro de la Revolución, y dice estar agradecida, pero que también es crítica y poco complaciente.

Una mujer que nació hace más de medio siglo en plena siesta santiagueña, ahora ceba mate en el primer piso del Centro Cultural “Pablo de la Torriente Brau” que está ubicado en el corazón de la Habana Vieja. ¿Por qué hace 42 años que vive en Cuba? Un largo periplo -que incluye asesinatos, torturas, campos de concentración y persecuciones cinematográficas- explica las causas que pusieron a María Santucho en la geografía donde se construyó la revolución del siglo XX. Y también, lo manifiesta, el apellido que porta anclado a la década del setenta, y a diferencia de otros compañeros de lucha no analiza los hechos pasados como un fracaso. “Cuba me devolvió y me mantuvo viva la llamita”, dice la mayor de todas las primas Santucho para expresar como logró de todas maneras hacer la Revolución, aunque más la deseara en su patria primera.
Junto con sus hermanas y su mamá -su padre Asdrúbal Santucho fue acribillado por las balas de la policía mientras estaba en Tucumán, en Septiembre del ´75- y las hijas de Mario Roberto Santucho estuvieron por más de un año- “sin ver la luz del sol”- en la embajada de Cuba en Argentina. “En el camino desde la embajada a Ezeiza nos fueron custodiando por zonas, diferentes dependencias del ejército, de la marina, la policía federal y la aeronáutica. En ese momento había diez bandas paramilitares funcionando de manera independiente del poder militar. Recuerdo que íbamos en diferentes autos, todas mujeres, mi vieja, mis hermanas y las hijas del Roby. Compañeros cubanos de la custodia de la embajada nos pusieron al medio del auto y ellos nos protegían. Había mucho temor de que nos atacaran. Y le dije a uno de los compañeros que me dejara mirar, tenía la sensación de que no iba a volver nunca más”.
Este nuevo siglo encuentra a los y las Santucho´s, desperdigados por el mundo. En Irán, en Francia, y en la Argentina. “De todas las que vinimos soy la última que queda, mi mamá murió en Diciembre del 2015. Ahora, viajo seguido a la Argentina porque tengo mis hijas allá”.
Este final de Febrero de la ciudad de La Habana tiene la impronta turística clásica asfixiante: “el taxi, taxi”, repetido hasta el hastío, los adhesivos de anclas azules en casi la totalidad de las casas, y los restaurantes y las casa uniformes de merchandising/chucherías que coronan una forma de hacer plata que desgasta. “Estoy segura que hay financiamiento de Miami”.
Cuba ya perdió a Fidel, y en algunos meses más será Raúl Castro quien ceda su silla del poder. A estos cambios definitivos, suma mucho que será la primera vez en décadas que quienes gobiernen sean hijos de la Revolución, y no sus hacedores desde la Sierra Maestra. De cara a las transformaciones, María sale jugando: “me siento con la suficiente autoridad y capacidad para decir: ´como yo he sido parte de esto´; o mejor, como dicen los cubanos: ¡´yo me jodí por esto´!, tengo derecho a decir esto no es lo que quiero y en cambio quiero esto, y a luchar entonces”.
¿Cómo fueron tus primeros años en Cuba? ¿Cómo fue el proceso de adaptación?
– En el primer tiempo me costaba mucho trabajo hacer relaciones con gente de mi edad. Y era porque había vivido a pasos agigantados todo el proceso de la adolescencia, cortado por dos últimos años de total clandestinidad entre Santiago y Buenos Aires: tener que abandonar la escuela, los amigos, el barrio, y participar de cosas muy grosas. Había perdido dos años en Buenos Aires, estaba desfasada con respecto a los cubanos, tenía que empezar la escuela con 16 años con chicos que tenían 14 o 15. Era una vieja al lado de los chicos. No quería estudiar, me quería volver. Recuerdo que los cubanos nos habían puesto un equipo que dependía del Comité Central, era un departamento que se llamaba “América”, destinado a las familias que venían de diferentes partes: argentinos, uruguayos, chilenos, y el compañero que estaba con nosotros me preguntaba: ´ ¿pero porque no te entiendes con los jóvenes cubanos?´ Y yo le planteaba que las conversaciones eran absurdas, superfluas, no me decían nada: están pensando en bailar, en ir al cine, en tener una novia, un novio. Los jóvenes cubanos no son normales. Y entonces se me queda mirando y me dice: ´No, aquí hay un error, la que no eres normal eres tú. No es normal que una chica a los 14 años circule con documentos falsos, que tenga que haber estado en un campo de concentración. Tienes que pensar que ahora empieza una vida normal´. Eso me desarmó. Me hizo un clic.
¿Qué tipo de contacto tenían con Argentina en el primer tiempo?
-Nosotros cambiamos nuestra actividad. Y la idea de los cubanos era que estudiáramos. Empezamos a estudiar becadas: todas las chicas. Significa que entras el domingo a un lugar y salís el sábado siguiente, que volves a tu casa sólo unas horas. Ahí dormís, estudias, haces trabajo voluntario. Vida cubana. Lo que también empieza es toda la ebullición del partido en el exilio, vi a Luis Matini, también a dos o tres compañeros, pero hago un corte para poder enfrentar esta nueva vida y de hecho cuando llego a Cuba ya no festejo ningún cumpleaños. Empezó la vida de otra persona, y me desvincule casi totalmente…. Si participaba, porque en el barrio donde nosotros vivíamos- Alamar-, que está al Este de la Habana, vivían muchos exiliados de Chile, Uruguay y Argentina, excepcionalmente Brasil…
¿Entonces la revolución seguía en Cuba?
-Sí, en mi caso más desde la mirada de la cultura. Los chilenos armaban peñas, eran muy entusiastas en eso; también se hacían exposiciones, artes plásticas, había argentinos que sabían tocar y se armaban grupos. Fue como una desintoxicación. Pensaba algo así como que para llenar un vaso había que vaciar el otro. Y debo decir que me cubanice. Acá en Cuba se usa una palabra muy linda que es ´me aplatané´, me convertí en una cubana más… en una chica más.
¿Cómo te incidió personalmente estar en el país que era el faro para las revoluciones?
-Tengo eso muy naturalizado. Hace unos años me dieron una condecoración que se otorga a personas del mundo cultural que hayan hecho un aporte. Y cuando tuve que hablar ese día le agradecí mucho a Cuba. Tuve la oportunidad de ver lo que es un proceso revolucionario: con luces y sombras, con cosas buenas y con cosas no tan buenas, con procesos muy complejos, este país me hizo creer nuevamente que la revolución era posible y necesaria. Y eso es una sensación que guardo como un gran tesoro y que me mantiene viva hasta el día de hoy. Me he encontrado con gente que hizo el exilio de otra manera, desde otro lugar, que no tuvo la oportunidad de saber lo que es un proceso revolucionario, de ese sentimiento de colectividad, de ese algo que va a quedar. Cuba me devolvió y me mantuvo viva la llamita.
¿Cuándo volves a la Argentina? ¿Con la democracia?
-Estaba justo terminando mi carrera universitaria, estudié Licenciatura en Historia del Arte, y a través del arte volví a pensar en la Argentina. Mi tesis de grado para recibirme fue con el tema del Nuevo Cine Argentino y ahí encontré un camino para volver que no me ponía en conflicto con nada ni con nadie. Terminé mi tesis, la defendí, me dieron el título y me fui en Julio del ´86, o sea 10 años después, me fui con mi compañero, ya estaba en pareja…
¿Pero después del exilio pensabas en volver a vivir en la Argentina?
-No era idea y sí era idea. Estaba en una relación, que en ese momento ya pensaba que era la más importante de mi vida, y de hecho lo es porque todavía sigue. Estaba como latente, y la verdad para mí fue un golpe terrible el regreso en esos años. Luego de haber vivido en Cuba donde me habían considerado: en primer lugar por ser de una familia muy golpeada, en segundo por mis ideas y en tercero por lo que había tenido que pasar al ser una chica que estuvo en esas circunstancias, entonces me encontré en Argentina con una sociedad que lo que trataba era de olvidarse de todo eso. En el ´86, fuimos a una radio con Víctor y lo presentan a él: ´Victor Casaus cineasta, escritor, poeta, periodista de Cuba…´ y yo era María. ¡Era María! No decían mi apellido. Fue una cosa tan traumática para mí, porque acá- Cuba- viví orgullosa de mi apellido. Además esto lo hacía gente que había militado. Era muy doloroso para mí volver a un lugar que negaba mi propia historia de lo que me sentía orgullosa.
Después, en el año 94, empecé con todo un proceso. ¿Qué le iba a decir a mis hijas de quien era su abuelo? ¿Qué les iba a decir cuando me pregunten por mi acento? Entonces me fui a Chile y entré por el norte, y fui a Santiago del Estero a visitar a la parte no política de la familia, fui a ver a mis compañeras del secundario, me senté en la puerta de la casa de mis padres a ver pasar a los vecinos. Fue un viaje extraordinario, me reconcilió con el país y con mis compañeros, me reconcilió con el dolor.
¿Y la Caída del Muro, el Periodo Especial? ¿Cómo viviste esos años?
-Mi vieja cuando volvió a Santiago tuvo un reconocimiento por su trabajo anterior, le pagaron una jubilación retroactiva, que era mucho dinero. Y con eso nosotros no tuvimos problema. En mi caso trabajaba en el cine que me encantaba y también surgió la posibilidad de este lugar- el centro cultural Pablo de la Torriente Brau- en el año ´96. Entonces, había muchas necesidades económicas y materiales, pero la idea era seguir peleándola. Esto es mi vida, no renunciaría bajo ningún concepto. Incluso las veces que pensé en volver, la verdad que sería muy duro para mi otro exilio, sería un desgarramiento tremendo. Entonces ahora que estoy arriba del barco, tratar de salvarme individualmente me dejaría con mucho resquebrajamiento. Tengo 57 años y me gustaría seguir colaborando con un lugar que me permitió tener una vida, con cosas buenas y malas, pero sobre todo con cosas buenas.
¿Qué puntos de contacto tiene el arte con el socialismo en Cuba?
-Es mi militancia. Dejé de militar en el PRT, pero porque deje de creer en un momento determinado en esa militancia partidaria. De hecho no milito en ninguna organización partidaria cubana que podría hacerlo, y es porque también creo en otros caminos. No estoy negando nada, sino que siento que hago una militancia mucho más efectiva en un centro cultural como este, donde se mueven ideas, donde no tenemos miradas complacientes ni con nada, ni con nadie. Muchos de los que participan en el centro cultural son jóvenes y nos financia el proyecto el Ministerio de Cultura de Cuba. Hubo gente que se vinculó desde las artes plásticas, otros desde el cine, la música; no me gustaría mencionar a nadie para no quedar mal: son muchos. Pero hay un amigo entrañable de mi compañero, Víctor Casauz, y de su generación, que es Silvio Rodríguez, que nos ha apoyado desde el principio y que nosotros tenemos una relación de cofradía pensando el país, la revolución, el proyecto cultural.
¿Para donde va Cuba? ¿Está surgiendo otra generación muy distinta? ¿Cómo analizas este presente?
-Hay muchas Cubas. No sé para donde va. Tengo que ser totalmente sincera: sí sé para donde quiero que vaya. Que tiene esencialmente parte de lo que fue el proyecto revolucionario pero tiene muchas otras cosas que una política de gobierno no supo ver, entender, poner en práctica, aceptar, y que pone en peligro todo esto que yo quiero ser. Y me siento con la suficiente autoridad y capacidad para decir: ´como yo he sido parte de esto´, como dicen los cubanos ´yo me jodí por esto´, tengo derecho a decir esto no es lo que quiero y quiero esto, y a luchar por eso que uno quiera. Siento que hay como un despertar de ciertos sectores de la sociedad cubana, que a veces estando acá uno pierde la perspectiva, porque La Habana hoy reúne en una medida no pequeña lo peor de la realidad cubana. Esta zona es maravillosa, ya antes salía caminando a tomar helado, ahora no salgo más porque lo ocurre allá afuera no tiene nada que ver conmigo. Desde el acoso de un sector de la sociedad, que no es por cierto el que peor la pasa. Entonces a mí eso me pone mal, me golpea mucho. Siento que a veces uno se deja llevar por un sector que está en La Habana, y en realidad el país es mucho mayor, y en algunos sectores alejados de la misma capital ya es distinto.
¿Y los jóvenes?
-Quizás hable atravesada por ese fenómeno terrible que está golpeando a la sociedad cubana. El Estado Cubano ya reconoce que va a haber un importante envejecimiento de la población. En primer lugar porque una gran cantidad de jóvenes no quieren tener hijos y en segundo porque algunos jóvenes se quieren ir. Y esto tiene que ver más con una mirada sobre la situación económica, y no sobre la cuestión ideológica. ´No te dicen no creo en el socialismo, te dicen me voy porque aquí la estoy pasando mal. Te dicen no quiero mejorar por poner un negocio, sino por ser investigador´. Porque lo que se percibe con los salarios por ese tipo de trabajo es muy bajo. Y entonces no es que aparece Chiapas como destino, aparece Miami, donde hay una comunidad económica importante que te endeuda para toda la vida, pero que te ofrece una casa, un auto. Es una realidad y un espejismo también. Es una ecuación matemática. Dejas de pensar en el otro. Creo que eso sí es un riesgo para la sociedad cubana, y para el proyecto revolucionario. Hoy toda esa explosión que hay alrededor de hospedajes, de restoranes, etc; esa clase, que está por encima de la media, no siento que este pensando en el otro, en el proyecto colectivo, en que este fin de semana voy a pintar la escuelita que tengo en la esquina, en que lo que me sobre este mes se lo voy a dar a los viejitos que viven en el barrio, voy a hacer una fiesta para recaudar. Me parece que esa es una solución individual que puede llegar hasta una familia, dos o tres más, pero no es la esencia de un proyecto revolucionario.
La mayor preocupación está en el éxodo de los jóvenes, porque ellos creen que es la única manera de solucionar el problema, y en esta otra parte donde empieza a emerger una clase económica, una clase social que empieza a tener recursos y cuando los recursos son mayores con quien se relaciona es con Miami, y no con Ecuador o con Bolivia. Estoy segura que en muchos de esos negocios donde hay prosperidad, hay financiamiento de Miami. Empiezan a aparecer los que vuelven de Miami, los famosos “repatriados”, que pueden comprar propiedades. Entonces se empieza a ver un sector que le chupa un huevo la revolución. Ahí es donde más miedo me da todo, donde me asusto y me preocupo, y me digo que va a pasar con ese tipo de mentalidad dentro de diez o quince años cuando no estén los viejitos que todavía viven.
¿Qué significó para vos la partida de Fidel?
-Estaba volando, estaba en el aire. Cuando aterriza el avión, prendo el teléfono y entra un mensaje de Mario: ´Prima, se murió Fidel´ y yo le dije ´Marito, mira que lo han matado muchas veces´, y me dice ´No, prima, habló Raúl´. Estuve muchos días mal. Creo que ya nos habíamos hecho la idea de que ya no estaba. Porque se puso tan viejito, y en la imagen dejó de ser aquel hombre que nosotros veíamos con mucha frecuencia. Fue como que se acabó una época. Con la partida de Fidel se cerraba un ciclo, nunca había pensado en esa posibilidad y me empezaron a caer un montón de fichas, y estuve varios días con esa tristeza, melancolía, y creo que a la gente le pasó lo mismo.
Claro, el pueblo Cubano salió a las calles…
-Sí, pero se había acostumbrado a que ya no estaba. La cosa física, me parece que nos shockeó a todos. A mí me escribió gente que cuando hablaba de Fidel no eran elogiosos, estaban enojados con él, y recuerdo que igual fueron al funeral, por esto de lo que significó esta persona. La sensación de que se mueve de lugar una ficha clave: ¿cómo va seguir este juego? Se me diluyó el tema, yo siempre pensaba que por donde va este hombre para mí no hay problema. Era tan diáfano. Fue un tipo que hizo cosas maravillosas, pero que también se equivocó y que hubo cosas de sus últimos años que no me parecieron apropiadas. Pero estaba eso de por donde vaya él, lo sigo, porque está clarísimo que es el tipo. Y de pronto ya no está. Se te mueve el piso. Después acá la vida siguió, digamos.
¿Qué reflexión haces después de 40 años de vivir el bloqueo de los EE.UU?
-Es un enemigo bien claro, para uno que está aquí, no sé si es lo mismo para el resto de américa Latina. Es difícil pensar que alguien del gobierno o del partido puede ser un enemigo, pero hoy estoy convencida de que sí puede ser un enemigo. Para los revolucionarios es difícil pelear contra los compañeros, que no son compañeros. Estoy absolutamente convencida que incluso la gente que se quiere ir de Cuba sabe que los EE.UU es un enemigo. En ese sentido hay una claridad en la formación del cubano. Esos 50 años de hostigamiento que son absolutamente reales, han hecho un daño profundo en la vida cubana, en la vida material. Sin embargo, también debo señalar que han sido mal utilizados por cierta burocracia gubernamental y del partido, toda la responsabilidad de todo no la tienen ellos, y fue una especia de pantalla para el mal trabajo, para la mediocridad, para la corrupción, y eso también hizo mucho daño, porque la gente en este país no es tonta.
¿Y los últimos acercamientos con Obama? Hubo un recibimiento positivo del pueblo cubano
Tengo muchas reservas con eso. Acá fue muy bien visto por todo el mundo. Tengo una mirada compleja en ese sentido, tengo la mirada cubana, pero también la argentina. Y no le creo ni un tantito así a ningún gobierno norteamericano.

ERP, Clandestinidad, y exilio

¿Cómo salís de la Argentina?
-Cuando entro en la embajada tenía 15 años, cumplo los 16 estando adentro. Era la mayor de todas. Mi idea era salir, estar un mes afuera, hacer un entrenamiento militar y volver. Esa era mi idea. El hecho del proyecto revolucionario era mi gran asignatura pendiente. Estuve un año en la embajada. A mi viejo lo habían matado en Septiembre del ´75, y estando dentro también lo matan al Roby. Salí pensando que iba a estar Cuba un mes y que me volvía a la Argentina. Porque en realidad para nosotras, mi madre y mi hermana nunca fue una opción venirnos para acá, en cambio para los hijos de Roby sí, la idea era que vengan para la isla.
¿Tu viejo ya estaba en Tucumán?
-Estuvo en Tucumán y después lo mandaron a Buenos Aires, donde empezó toda la preparación de los compañeros que iban a ir a Tucumán, él tenía que ver con radiocomunicaciones y por eso sube al monte.
¿Cómo llegan a Morón?
-Nosotros habilitamos esa casa de Morón con mis viejos. En esa casa se hacían las reuniones del Estado Mayor del ERP, y también se preparó la acción de Monte Chingolo.
¿Qué recuerdos guardas de ese tiempo?
-Los mejores. Muy hermosos. Nosotros éramos la cobertura de la casa. O sea, los compañeros entraban escondidos en los autos para las reuniones y nosotros salíamos a comprar en diferentes almacenes, para que no se noté que estábamos comprando para muchas personas. Son recuerdos que están aderezados al temor. Tengo recuerdos hermosos de esa casa, de las reuniones familiares. Uno de los últimos encuentros fue mi cumple de 15 en Abril del ´75. Fue casi la última vez que se reunió toda la familia. Mi viejo hizo un gran asado, y toda la gente entró escondida. Ahora mirándolo a la distancia, y con la edad que tengo, probablemente fue muy arriesgado hacer eso, porque estaba toda la familia, incluido los abuelos, los chicos de Roby.
Bueno, había que seguir viviendo…aparece ese mandato
-Y tengo lindos recuerdos con los compañeros que para mí eran los tíos. Y recuerdo que tenía mucha más afinidad con los compañeros que con la propia familia. Mis hijas ahora, le dicen tíos a los amigos, es algo que quedó de aquella época.
¿Cómo fueron los días en la embajada?
-Fue duro, pero aprendí mucho. Estuve un año sin poder ver la luz del sol. En ese tiempo generé fortalezas, resistencias, miradas de la vida. Aprendí a acomodar el dolor, la pérdida.

Centro cultural “Pablo de la Torriente Brau”

Está ubicado en la calle Murallas, entre Oficios e Inquisidor, en pleno corazón de la Habana Vieja, a sólo media cuadra de la Plaza de Armas. Fue fundado en el año 1996, y cuenta con el padrinazgo de Silvio Rodríguez. María Santucho y Víctor Casaus lo coordinan desde su nacimiento.
Lleva el nombre de un periodista y corresponsal cubano que murió en la guerra civil española, cuando sólo tenía 36 años. Este combatiente internacionalista tuvo a sus órdenes al poeta Miguel Hernández.
El lugar cuenta con un gran patio, una librería con los últimos títulos impresos por la editorial, y oficinas en los dos pisos superiores.
Uno de los objetivos centrales es dedicarse al rescate y la conservación de la memoria oral, a recoger testimonios. También realizan en exposiciones en artes plásticas y diseño gráfico.
Otro de sus puntales es el espacio denominado “Guitarra Limpia”, que ya cumplió sus 20 años, donde trovadores de todas las generaciones y de distintos lugares de Cuba realizan conciertos íntimos en el patio central del Centro Cultural.

Federico Tártara
Resumen Latinoamericano

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