Esta semana se dio a conocer que Rockhopper ha conseguido un financiamiento de 140 millones de dólares para poder comenzar a desarrollar la primera etapa del proyecto en Sea Lion, a 220 kilómetros al norte del archipiélago que conforman las Malvinas. La empresa británica se ha hecho de este monto a través de la colocación de más de 198 millones de nuevas acciones, apuntalando de esta manera la injerencia británica – israelí en el Atlántico Sur. El proyecto, que no es denunciado por el gobierno de Milei, llevará adelante tareas de extracción más precisamente en el “denominado Bloque 14/10, dentro de las licencias de producción PL032 y PL004b, emitidas de forma unilateral por el Reino Unido.” (Escenario Mundial 3/08/2025). Se terminaron las dilaciones, por falta de financiamiento, para comenzar con la explotación y la misma se iniciará en el último trimestre del 2025, según declaraciones del CEO de Rockhopper, Sam Moody: “Estamos en la mejor posición posible para alcanzar la decisión final este año y completar la Fase 1 sin más dilución accionaria” (Idem) La primera etapa del proyecto tiene como objetivo la perforación de siete pozos de crudo, un pozo inyector de gas y tres de agua. Si todo marcha sobre rieles para los capitales británico–israelíes, la segunda etapa podría iniciarse rápidamente, lo que implicaría una producción de 55.000 barriles de crudo a diario. Rockhopper y Nativas proyectan en etapas venideras del proyecto extraer 150.000 barriles día a día y, aprovechando el carácter entreguista del gobierno libertario, planean extender la extracción de crudo al bloque Isobel – Elaine, zona marítima que también se encuentra en disputa.
Impacto ambiental
Uno de los puntos en conflicto es el de impacto ambiental. La ordenanza de las Islas Malvinas sobre minerales en alta mar, estipula que los proyectos de extracción deben sortear una Evaluación de Impacto Ambiental. En 2024 el diario británico The Telegrapfh en advirtió sobre una posible crisis en torno a la explotación de las reservas en cuestión, ya que “los planes podrían ser políticamente vergonzosos para el Reino Unido. La cantidad de petróleo producido abriría un enorme agujero en las promesas del Reino Unido de reducir las emisiones”. El primer ministro Keir Starmer y el laborismo, han hecho bandera, en la campaña electoral del pasado año, con una rápida transición a la emisión cero de CO2 (dióxido de carbono), y, a su vez, prometieron prohibir nuevas explotaciones de petróleo y gas en aguas bajo control del Reino Unido.
La coartada del gobierno laborista se encuentra en que es la administración que se ocupa de las islas la que tiene voz y voto sobre los derechos de perforación en las aguas aledañas a las islas. Por su parte, John Birmingham, titular adjunto de la cartera de recursos naturales, sobre esta cuestión sentenció que “los hidrocarburos en alta mar tienen el potencial de ser una parte importante de nuestra economía en las próximas décadas” (Ídem), borrando de un plumazo uno de los puntos del programa laborista en pos de las suculentas regalías a recibir a futuro. La gobernación de las Islas Malvinas recibió el informe presentado por Nativas, en el que se puede leer que “continuará haciendo todo lo que sea razonablemente posible con respecto al monitoreo y la gestión para minimizar los impactos/riesgos ambientales durante las Fases 1 y 2 de Desarrollo”, agregando que “las evaluaciones de impacto y riesgo se revisarán periódicamente para garantizar que los controles permanezcan vigentes y que las actividades que conducen a impactos y riesgos potencialmente significativos estén sujetas a una mejora continua cuando existan oportunidades” (Agenda Malvinas, 28/04). Así justifica Nativas la rapiña de recursos naturales en el Atlántico sur.
Entrega libertaria
Este saqueo de recursos naturales está avalado por la política exterior de los libertarios. Mariana Plaza embajadora argentina en el Reino Unido es promotora en lo que se ha dado en llamar “doctrina Plaza” y que consiste básicamente en estrechar vínculos con las autoridades británicas para cooperar en diferentes ámbitos y como contrapartida la Argentina abandona todo reclamo por la soberanía de las Islas Malvinas y el Atlántico Sur.
Con la pandilla libertaria en el poder se acentúa la tendencia a que las Islas Malvinas y las aguas en disputa del Atlántico Sur estén bajo control del imperialismo británico, con la estratégica situación en el que se encuentran los corredores bioceánicos, en el marco de la guerra comercial en curso. La estación final del imperialismo es que las Malvinas se conviertan definitivamente en una base militar y petrolera al servicio de la OTAN y del sionismo, que busca drenar recursos para hacer frente a las guerras que promueve en Medio Oriente, con el fin de reconfigurar el mapa político de la región, para ponerla bajo su égida y la de los Estados Unidos.
Lucas Giannetti
08/08/2025
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