viernes, 24 de enero de 2025

Nosotros, los terroristas


No sorprende que Trump recogiera la pita; era de esperar 

 Para Donald Trump –aunque ni él mismo se lo cree– seguimos siendo terroristas. 
 De un plumazo ha echado abajo lo que (ahora me estoy preguntando, aún más, con qué intención) había decidido su antecesor en la silla imperial: el señor Joseph Robinette Biden.
 Lo real es que la alegría con que el mundo –nótese que no digo todo el mundo– acogió la exclusión de Cuba del humillante listado de países que, según la Casa Blanca, patrocinan el terrorismo, duró menos en el éter que merengue en puerta de un colegio. 
 En lo personal, que Trump recogiera la pita de Joe Biden no me sorprende en lo más mínimo. Era, prácticamente, de esperar. Quizá más pronto de lo que algunos (ni) imaginaron, pero ahí está el hecho, consumado, consumido, una especie de afrenta o de burla, reflejando los tira y encoge de la política en un país que se erige como paradigma mundial de ética, valores, buenas costumbres, cultura, derechos humanos, respeto por la libertad y amante del progreso. 
 Sobre formulaciones así debe sustentar el presidente estadounidense número 47 su anunciada, irrespetuosa y peligrosa locura de apoderarse de Groenlandia como sea (por acuerdo, aranceles, presiones, fuerza bruta), «recuperar» el Canal de Panamá –que, la humanidad sabe, es de los panameños–; cambiarle, a su antojo, el nombre al Golfo de México por Golfo de América, entre otras aberraciones fruto de una imaginación que pretende aterrizar, amarizar y espaciar, con el poder de su poder.
 Pero volviendo al tema, según él, somos y debemos seguir siendo terroristas. 
 Creo que hasta lo comprendo. Sabe que –formando parte de su «celebre lista» o no– le seguirá aterrando que Cuba tenga en su cálido seno una Escuela Latinoamericana de Medicina, en la que se forman jóvenes de los rincones más pobres del planeta; que enviemos médicos a cuanta nación necesitada precise de nuestra ayuda, que continuemos compartiendo solidariamente lo que ni para nosotros mismos alcanza, que nuestras vacunas y medicamentos sigan teniendo una aceptación mundial basada en su probado valor científico y no en mecanismos de propaganda y de fanfarria comunicacional… 
 Si terror es decirle la verdad al imperio, mirando directamente a su pupila de águila; si terror es preferir continuar enfrentando penurias en piel y estómago antes que apoyar sumisamente las rodillas; si terror es generar a escala global una simpatía, un reconocimiento que no solo se expresa en manifestaciones a ras de calle y de plazas públicas para demandar el fin del bloqueo impuesto precisamente por Estados Unidos contra Cuba (cuya máxima expresión toca cumbre en las urnas de la onu, año tras año), entonces, obviamente, el hombre no puede vernos de otro modo o desde otra óptica. No puede. 
 Por supuesto que nos hubiera gustado seguir adelante sin el sambenito que su capricho nos colgó y que ahora vuelve a acuñar, tras rebobinar la cinta. Pero tal devaneo no nos altera el sueño. Acude, por cierto, a mi mente, el fragmento de una canción en la que consta que «de eso no me acuerdo y si no me acuerdo no pasó». A esa, como oímos miles de veces en la narración de la pelota, ¡olvídala!
 Nuestra suerte está echada… solo que no por mano ajena, sino por nuestras propias manos: las que empuñaron el machete mambí ayer, el de cortar la caña luego y el fusil que solo emplearemos para defendernos de algún nuevo y nunca descartable absurdo imperial hacia nosotros, al estilo del que pretende hacerse de las gélidas tierras de Groenlandia. 

 Pastor Batista Valdés | pastor@granma.cu

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