domingo, 11 de agosto de 2019

Jose Antonio, también de carne y hueso




Eran jóvenes y, más que amigos, hermanos, y que a unas horas de emprender Echeverría un viaje que tanto “trigo” habría de dar, hallaran tiempo para juntarse al llamado del amor y los sueños de felicidad, hace más nítido el retrato de una generación, que por la paz, la felicidad y la vida marchó al combate.

“No solo estuvo en nuestra boda, sino que fue testigo”, me dijo tiempo antes de morir Marta Jiménez, y nadie mejor para confirmar un dato, que de tan poco difundido creía falso y ubica a José Antonio Echeverría en una notaría por entonces en M, casi esquina a 23, en el Vedado, la mañana del 27 de julio de 1956, para asistir al casamiento de su gran amigo, Fructuoso Rodríguez.
Sin excepción, libros y artículos consignan que aquel día, el Presidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) de Cuba viajó a Chile para asistir al Segundo Congreso Latinoamericano de Estudiantes, e igual aluden a la cita, malograda por dificultades económicas que impidieron a la mayoría de las delegaciones participar, y que acabó convirtiéndose en reunión preparatoria, de la cual el joven cubano fue proclamado presidente.}
Duele pensar que cuando al año siguiente el Congreso pudo al fin celebrarse en la ciudad argentina de La Plata, ya habían muerto, lo mismo José Antonio que Fructuoso -su sucesor al frente de la FEU y el Directorio Revolucionario-, y que el foro estudiantil por el cual tanto trabajaron, como tribuna de denuncia de las dictaduras en el continente, y de combate por la unidad, la solidaridad y el progreso, devino póstumo homenaje a su memoria.
Sí, unos de manera sucinta, otros prolijamente, libros y artículos hablan de la salida hacia Chile y del periplo entonces iniciado y que mantuvo a Echeverría fuera de Cuba hasta las postrimerías de octubre de aquel año crucial para la organización de las fuerzas revolucionarias y los preparativos de la lucha contra la tiranía de Fulgencio Batista.
Subrayan, en especial, sus dos encuentros con Fidel en la patria de Benito Juárez, el primero a fines de agosto, tras recorrer varios países de América Central y del Sur y que tuvo como desenlace la firma de la Carta de México, y otro más amplio a inicios de octubre, concluida ya la VI Conferencia Internacional de Estudiantes, que en Ceilán (Sri Lanka) reunió a unos 250 delegados de 60 países.
Desenmascarar a la dictadura batistiana, conquistar la simpatía y el apoyo de la juventud mundial para la causa de la Revolución Cubana, organizar esa otra “guerra necesaria”: cumplido fue con creces cadaobjetivo -incluso, el mandato de la reunión preparatoria en México, de gestionar en Ceilán ayuda para la realización del II Congreso Latinoamericano de Estudiantes-, y razón tienen los historiadores al guardar memoria e insistir en la importancia de tan largo peregrinar.
Pero, cuidado, que la exaltación merecida del líder, del héroe y de sus obras, no termine devorando al hombre.
El repaso a lo sucedido el 27 de julio de 1956 estaría incompleto si no hablamos, también, de aquella mañana en la notaría: el calor, los nervios, las bromas al novio, porque Marta, que fue a vestirse en casa de un tío de José Antonio, “tarda mucho y quizá se arrepintió”.
Y, después de la ceremonia, los besos, abrazos y parabienes a los recién casados y más risas, “porque ya no hay remedio”.
Eran jóvenes y, más que amigos, hermanos, y que a unas horas de emprender Echeverría un viaje que tanto “trigo” habría de dar, hallaran tiempo para juntarse al llamado del amor y los sueños de felicidad, hace más nítido el retrato de una generación, que por la paz, la felicidad y la vida marchó al combate.
¿Testigo de Fructuoso en su casamiento? Sí, en ese José Antonio tangible, cercano y humano también debemos pensar.

Bohemia

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