viernes, 3 de mayo de 2019

La tragedia del “Morro Castle”




Hubo un presagio de la tragedia. El capitán del buque murió de un ataque al corazón mientras se celebraba la fiesta con que la compañía naviera agasajaba a los pasajeros en su última noche en el barco. Se le consideraba una embarcación segura pues estaba dotada de un sistema de detección de humo y de un servicio de extinción de incendios, que no funcionaron cuando debieron hacerlo. Luego el oficial que quedó al frente de la nave por la muerte del capitán, no tomó, se dice, las decisiones correctas y, sin proponérselo, aceleró la propagación del incendio y el “Morro Castle” quedó convertido en una antorcha flotante.
El 8 de septiembre de 1934, se incendiaba el “Morro Castle”. Era un crucero de 11 mil 300 toneladas de desplazamiento y 503 pies de eslora, propiedad de la naviera Ward Line. Como toda embarcación de su género disponía de espaciosos restaurantes, tiendas, salones y cámaras de varias clases y camarotes de lujo. El día fatal cubría la ruta Habana-Nueva York, con 400 pasajeros y 240 tripulantes a bordo, aunque otras fuentes consignan que transportaba a 558 personas en total. Soplaba un viento huracanado. Se hallaba frente a las costas de New Jersey cuando se detectó el incendio.
Nunca se ha sabido con certeza lo que sucedió con esta embarcación, ni tampoco si la muerte repentina de su capitán guardó relación con lo que vendría después. Se dice que el incendio se desató en la lujosa biblioteca de la cubierta C y que, sin que nadie se percatara, se extendió hacia una sala de estar y una sala de escritura. El caso es que cuando la tripulación decidió alertar a los pasajeros, que dormían, y pedirles que corriesen a cubierta provistos de sus salvavidas, ya el siniestro había cobrado fuerza suficiente para hacerse incontrolable. Muchos pasajeros quedaron atrapados por las llamas en sus camarotes y los que pudieron llegar a cubierta apenas podían caminar sobre las recalentadas planchas de acero. Tampoco se puso nunca en claro por qué no funcionó el sistema contra incendios ni por qué el telegrafista demoró tanto en trasmitir la señal de auxilio. Los botes salvavidas se hicieron a la mar llevando como promedio a unos 30 tripulantes y solo a dos pasajeros cuando disponían de 58 capacidades. Para mal de males, el primer oficial, que asumió el mando de la nave a la muerte del capitán, insistió en navegar de frente al temporal de viento, lo que hizo que las llamas se propagaran con más fuerza y rapidez. Algunos pasajeros, para escapar, se tiraron al mar. El notable nadador cubano Frank De Beche, confiado en sus propias fuerzas y habilidades, cedió caballerosamente su salvavidas a la señorita Rosario Camacho y pereció en el intento de mantenerse vivo en el mar hasta que lo rescataran. Una célebre escritora, Renée Méndez Capote, la cubanita que nació con el siglo, era una de las pasajeras del “Morro Castle” en su viaje final. Renée, gorda como era, quedó atrapada por las llamas en su camarote y la tripulación logró sacarla por la escotilla pese a su voluminoso trasero. Uno de los camareros, el estadounidense Carol Prior, le cedió su salvavidas y, de pronto, sin saber cómo, la Méndez Capote se vio metida, con otras 35 personas en un bote de salvamento, donde pasó cuatro horas de angustia antes de arribar a la costa de New Jersey.
Por suerte para los náufragos, decenas de ellos fueron rescatados por las embarcaciones que acudieron al llamado de socorro. El remolcador Tampa, que acudió a la zona del siniestro, pudo enlazar al “Morro Castle”, que había detenido ya sus máquinas, y comenzó a arrastrarlo hacia la costa. Pero el fuego rompió las estachas del remolque y el barco quedó al garete. Los equipos de rescate vieron entonces escenas horribles pues muchos de los pasajeros habían encontrado la muerte aprisionados en los ojos de buey de los camarotes.
Pronto comenzaron las especulaciones sobre las causas del incendio. Se habló de un rayo que cayó cerca de los depósitos de combustible, pero otros llegaron a la conclusión de que en el “Morro Castle” hubo un sabotaje.
Esta hipótesis se comprobaría 25 años después del suceso, cuando un
investigador señaló al jefe de los telegrafistas de la nave como el causante de la catástrofe. Los propósitos de tal proceder, los desconoce el cronista, pero el
hecho de que el responsable del siniestro fuera el telegrafista-jefe explica el por
qué el “Morro Castle” no trasmitió a tiempo sus llamados de auxilio. El telegrafista de guardia que se decidió a pedir ayuda lo hizo por su propia voluntad y sin haber recibido orden alguna en tal sentido. La empresa naviera Ward Line fue multada a causa del incendio y se condenó a penas de prisión a los oficiales del buque; sentencias que después fueron anuladas.
El siniestro del “Morro Castle” dejó un saldo de 134 fallecidos. El Trío Matamoros, el inmortal y cubanísimo Trío Matamoros, popularizó un corrido que es una verídica y patética crónica sobre este suceso.

Ciro Bianchi Ross

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