lunes, 21 de agosto de 2017

La traición de los leales

Cuando Donald Trump ganó la presidencia de los Estados Unidos muchos amigos nos escribieron lamentándolo. Casi siempre respondí que cosas peores habíamos enfrentado (y resistido) y que ahora no sería diferente. Pero perdí de vista algo: la división entre los revolucionarios, provocada desde dentro por la incertidumbre y el desconcierto, y promovida lo mismo por la asunción de medidas sin discusión pública que por la creciente presencia de preocupantes procesos de acumulación originaria.
Todo eso, unido a la insistente campaña de un grupo autoproclamado como los leales a la revolución, contribuye a la pérdida de capacidad de resistencia de la gente. La cerrazón de nuestros medios, el autoritarismo de muchos dirigentes, la derivación de cargos políticos a ejecutivos, el acomodamiento paulatino propiciado por políticas que privilegian medios privados antes que colectivos, la concentración de poder en instituciones y personas antes que en el pueblo, son algunas manifestaciones de esa pérdida de legitimidad autoimpuesta por políticas que reniegan de la acción colectiva y diversa para privilegiar a un núcleo duro cuya combatividad y lealtad se suponen incuestionables.
En estos días he recordado aquel título de una película soviética que siempre me impresionó: Fue leal para enemigos y para amigos traidor. Hay que ver quién traiciona más a la revolución, si quien convoca a la discusión pública y abierta de nuestros problemas o quien pretende erigirse en vocero de la propia revolución, mientras invita a los demás a permanecer callados.
Quizás pueda servir de algo recordar la aguda crítica de C.L.R. James a un revolucionario de la envergadura de Toussaint L’Ouverture: “No hizo caso de los trabajadores negros, los desconcertaba en el preciso momento en que más los necesitaba y desconcertar a las masas es dar el golpe más letal a la Revolución”.

Zaida Capote Cruz

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