martes, 6 de octubre de 2015

Crimen en Barbados




En el Día de las Víctimas del Terrorismo de Estado, Granma recuerda los vínculos de los asesinos que perpetraron el crimen contra el avión de Cubana.

Al dolor de los familiares de las víctimas del crimen de Barbados se unió en duelo el pueblo cubano. Foto: Archivo
Varios documentos secretos desclasificados por el Departamento de Estado de Es­ta­dos Unidos elaborados en 1976, consideran al terrorista internacional de origen cubano Luis Posada Carriles, hoy protegido en el te­rritorio norteamericano, como el autor más probable del acto terrorista contra el avión civil de Cubana de Aviación, en el que mu­rieron las 73 personas que viajaban a bordo, el 6 de octubre de ese año.
El memorando enviado al entonces secretario de Estado Henry Kissinger por dos altos funcionarios de la Agencia Central de In­teligencia, analiza las denuncias del líder de la Revolución cubana Fidel Cas­­tro Ruz sobre el involucramiento de agencias estadounidenses en el derribo de la aeronave.
El documento afirma que la CIA tuvo vínculos con tres de las personas investigadas por tener relación con el derribo del avión cubano, pero aclara: “cualquier participación que esas personas pudieran haber tenido con el derribo ocurrió sin el conocimiento de la Agencia”.
El texto aborda en detalles los vínculos de esa Agencia con los investigados y cita directamente a Hernán Ricardo Lozano y Freddy Lugo, quienes años más tarde fueron sentenciados por haber sido los autores materiales del acto terrorista, al colocar las bombas que lo hicieron estallar en pleno vuelo.
Además con Luis Posada Carriles, quien desde el año 2005 reside en Estados Unidos, sin ser extraditado a Venezuela para ser juzgado por los crímenes que cometió en ese país cuando ejerció como represor durante los años se­senta y setenta del siglo pasado, y era conocido como el temible Comisario Basilio. Hay que tener en cuenta que Posada Carriles fue un agente asalariado desde el 13 de marzo de 1965, según consta en su expediente personal en los archivos de la CIA, cuando se le asignó el nombre clave de AMCLEVE/15.
La CIA también admitió haber tenido vínculos con el criminal Orlando Bosch Ávila, quien falleciera impune en Miami, donde vi­vió desde que fuera indultado por el presidente George H. W. Bush —director de la CIA en 1976.
También reconoció sus vínculos con el terrorista Francisco Eulalio Castro Paz, alias Frank Castro, lugarteniente de Bosch Ávila en la organización extremista Acción Cu­bana, y quien conspirara en mayo de 1977 —según otro documento estadounidense desclasificado— para derribar un avión mexicano cuya ruta se iniciaba en Miami y terminaba en La Habana, con la intención de amedrentar a los pasajeros que se dirigieran a Cuba.
El documento revelado confirma que la CIA también tuvo nexos con Orlando García Vázquez, alto funcionario de los cuerpos represivos de Venezuela durante los mandatos de Carlos Andrés Pérez y con Ricardo Morales Navarrete, un mercenario de origen cubano a quien esa agencia envió al Congo belga como parte de su intervención en el conflicto bélico en ese país en 1965.
Morales Navarrete fue insertado después en los cuerpos represivos de Venezuela, como parte del amplio programa de contrainsurgencia de Es­­tados Unidos, que empleó a cientos de emigrados cubanos como mercenarios en varios países de América Latina.
El documento, que está firmado por Ha­rold H. Saunders, director del Buró de In­teligencia e Investigaciones del Depar­tamento de Estado y el subsecretario de Estado para Asuntos Interamericanos, Harry W. Shlau­deman, ya formaba parte de la colección del Archivo Nacional de Seguridad, pero en una versión censurada, fue desclasificado por la Oficina del Historiador del De­partamento de Estado dentro de un volumen de documentos referidos a América Central y México, entre 1973 y 1976.
Cuba ha denunciado en múltiples escenarios internacionales que el acto terrorista que derribó al avión civil cubano fue parte de una conspiración. Este fue el intento logrado de los 14 planes identificados que los terroristas de origen cubano concibieron, con conocimiento de los servicios de inteligencia estadounidenses.
El 22 de junio de 1976, existió un plan para derribar un avión de Cubana de Aviación, que salía de Pa­namá, con destino a La Habana; el 9 de julio de ese mismo año, ejecutaron un intento similar en Jamaica; en mayo de 1977 el plan se dirigió contra un avión de una línea aérea mexicana; después en un avión de la compañía española Iberia se transportó desde Madrid una bomba camuflada en latas de leche en polvo, y el mismo Posada Carriles urdió planes similares cuando desde Cen­troamérica comenzaron a volar aviones civiles con destino a Cuba en la década de los noventa.
Desde que se conoció la revelación de los documentos hace varios meses, no se ha iniciado ninguna acción judicial contra el terrorista Luis Posada Carriles para investigar si la afirmación del Departamento de Estado de Estados Unidos es válida. La impunidad histórica protege a este y a otros extremistas cubanos en ese país, que persisten en emplear la violencia con fines políticos.

José Luis Méndez | internet@granma.cu
Investigador del Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado

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