La nueva premier japonesa Sanae Takaichi amenazó con enviar tropas a Taiwán si es que China incurre en un conflicto contra el gobierno de la isla. Xi Jinping, el mandamás chino, respondió con maniobras militares y sanciones económicas; mientras que el gobierno nipón movilizó aviones de guerra y sacó a relucir sus misiles. Tokio es un aliado de Estados Unidos en su cruzada contra el gigante asiático, en un escenario político internacional signado por el recrudecimiento de los choques comerciales y de las tendencias a la guerra.
La posición que tomó Takaichi no cayó para nada bien en los círculos de poder del régimen chino. Pekín considera a Taiwán, que está a poco más de 100 kilómetros del territorio japonés y se encuentra situada en rutas marítimas vitales para Japón, como parte de su territorio. Xi Jinping impulsó la realización de maniobras con fuego real en el mar Amarillo y desplegó patrullas de guardacostas cerca de islas en disputa –Senkaku y Diaoyu– administradas por Tokio.
Además, suspendió las importaciones de productos marítimos japoneses e instó a la población a cancelar viajes a Japón –golpeando su industria turística.
El gobierno japonés, por su parte, movilizó aviones de combate tras haber detectado supuestamente un dron chino volando muy cerca de su isla Yonaguni –la más próxima a Taiwán–, desplegó misiles y anunció que movilizará nuevos sistemas antimisiles. El presidente norteamericano Donald Trump, aliado del régimen nipón, aconsejó a Takaichi no provocar a Pekín.
La lideresa del Partido Liberal Democrático (PLD) viene intensificando los rasgos guerreristas del régimen nipón. Comanda un gobierno nacionalista militarista de choque contra los trabajadores y se ha alineado a Estados Unidos tanto en el terreno económico como en el bélico. La premier quiere reformar la Constitución para darle un mayor protagonismo al Ejército y prepararlo para la guerra imperialista, y anunció que llevará el gasto en defensa al 2% del PBI.
El artículo 9 de la Constitución japonesa, que rige desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, coloca límites al gobierno para librar una guerra en el extranjero. En 2015, el gobierno de Shinzo Abe, de quien Takaichi se dice heredera, impuso una legislación que permite al país del sol naciente librar una guerra siempre y cuando impere una “situación que ponga en peligro la supervivencia” (ataques contra un país que mantenga una relación estrecha con Tokio, por ejemplo).
No obstante, los gobernantes que precedieron a Takaichi en el poder han avanzado de alguna u otra forma en el reforzamiento de las Fuerzas de Autodefensa, el Ejército (JSDF). Japón adquirió armamento ofensivo que incluye cazas F-35, vehículos anfibios y dos portaviones (EnOrsai, 12/1). Está en un proceso de rearme, con su presupuesto militar ininterrumpidamente en ascenso hace años, con vistas a transformarse en la tercera potencia militar más poderosa del mundo a fines de esta década.
Tokio adquiriría más misiles de largo alcance y está barajando la posibilidad de comprar submarinos de propulsión nuclear. El régimen nipón almacena suficiente plutonio como para fabricar hasta mil ojivas nucleares y tiene un sistema de misiles capaces de portarlas. Y, en el país de Hiroshima-Nagasaki y el desastre de Fukushima, Takaichi ya dejó en claro que está a favor de hacerse de pertrechos atómicos.
Japón flexibilizó en 2024 los controles a la exportación de armas, que está restringida por la Constitución. Como parte del mayor acuerdo de exportación en materia de defensa de Tokio, Australia le compró 11 fragatas construidas por Mitsubishi (Fortune, 5/8). Canberra también se está rearmando e integra Quad, la OTAN asiática de la que también son parte Japón, India y Estados Unidos.
Estados Unidos tiene establecidas miles de tropas y bases militares en Japón. Se calcula que la isla de Okinawa alberga el 70% de las bases, con unos 80.000 estadounidenses –de los cuales 30.000 son militares uniformados–, aunque hace tiempo se viene procesando una retirada. El imperialismo también posee miles de tropas en Corea del Sur, aliado en su lucha contra Corea del Norte. A esto hay que sumar las maniobras militares en el Mar de China Meridional, zona cuya disputa tensiona constantemente las relaciones entre Washington y Pekín.
El 97% de las armas que importa Japón proviene de Estados Unidos. Tokio fue el principal comprador de pertrechos en Asia y Oceanía, región que absorbió el 28% de las exportaciones armamentísticas estadounidenses entre 2020 y 2024.
Takaichi viene de refrendar el compromiso de Japón de invertir 550.000 millones de dólares en Estados Unidos, a cambio de que los aranceles contra su país se mantengan en un 15% –por debajo del 25% que anunció Trump en el “Día de la Liberación”. Ambos países han cerrado, asimismo, acuerdos vinculados a minerales críticos y tierras raras, sector en el que China mantiene una primacía; así como Japón se comprometió a comprar camiones Ford. Se ha dejado trascender que avanzarían en la construcción conjunta de reactores nucleares, de la que se beneficiarían empresas como Toshiba y Mitsubishi (El País, 28/10). Tras el cónclave Trump-Takaichi, que tuvo lugar hace poco, se anunció una “nueva era dorada” en las relaciones bilaterales.
Panorama japonés
Takaichi llegó al poder a fines de octubre pasado, con el apoyo del opositor Partido de Innovación (Ishin), una formación derechista. Con todo, tras las elecciones, la oposición terminó quedándose con una mayor cantidad de escaños. Este escenario se configuró luego de que el entonces primer ministro Shigeru Ishiba dimitiera por la derrota que sufrió en otro proceso electoral, que terminó con el oficialismo perdiendo la mayoría en las dos cámaras de la Dieta Nacional –el parlamento nipón. El PLD también se quedó sin el apoyo de su socio tradicional, el partido Komeito. La primera ministra nipona se define como admiradora de Thatcher y dijo que su objetivo es ser la “dama de hierro”.
Durante sus años en el poder, el PLD ajustó fuertemente el gasto público en atención sanitaria y en seguridad social. A la par, en los últimos 30 años, se redujo el impuesto sobre las ganancias corporativas de un 50 a un 15%. La economía japonesa está estancada hace años. El salario real promedio por hora de todos los trabajadores, que sufren una explotación extremadamente intensa, bajó un 10% desde su máximo en 1997. El ratio deuda/PBI es superior al 200%. Los precios se encuentran elevados. Hay una tendencia de los capitalistas a invertir en bonos gubernamentales y en el mercado de valores (Michael Roberts en The Next Recession, 19/7). En este marco, la inversión no repunta. Y los vientos de la crisis capitalista mundial soplan en contra de la economía japonesa.
Nazareno Suozzi


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