miércoles, 30 de noviembre de 2022

China: protestas, covid y derrumbe económico


Aunque los grandes medios de comunicación occidentales presentan a las protestas chinas como una suerte de resistencia a la cuarentena, lo cierto es que el gobierno de Xi Jinping viene desarrollando en el último período un proceso progresivo de apertura del país y de relajamiento de las medidas sanitarias. Es lo que refrendó el último Congreso del Partido Comunista Chino. Los medios han transformado el reclamo de alimentos de las familias pobres en cuarentena en un reclamo de “apertura del mercado”.
 Un ejemplo de esta campaña anticuarentena ha sido el tratamiento que se dio al trágico incendio de un edificio en la ciudad de Urumqi. Diversos medios han querido instalar la idea de que la vida de los 10 chinos muertos en el incendio pudieron salvarse si no fuese porque el régimen de cuarentena les impedía salir de sus departamentos. Pero Urumqi no se encontraba en confinamiento estricto y la dificultad de los bomberos chinos para apagar las llamas se debieron a las malas condiciones de infraestructuras urbanas y eléctricas que fueron denunciadas por los propios vecinos a través de las redes sociales. 
 Aunque el reclamo contra el confinamiento ha estado presente en las múltiples movilizaciones chinas (múltiples pero no multitudinarias, ya que se ha respetado la cuarentena), éste corresponde más bien a un reclamo de los sectores medios y altos. 
 Mientras tanto, otras protestas callejeras y obreras, como las de Foxconn, corresponden al rechazo de exponerse a personas contagiadas y contactos estrechos. En todo caso, las unas y las otras han sido reprimidas fuertemente por el gobierno chino.
 Esta política de “convivencia con el virus” fue aprobada en el último Congreso del Partido Comunista Chino y promovida desde occidente por Biden y el FMI. El levantamiento de medidas contra el Covid son el resultado de una gran presión de la burguesía y el sector inmobiliario, por el temor a la interrupción de la cadena de suministros, entre otros. 
 El levantamiento de medidas ha incluido la reducción de los días de aislamiento para los contactos estrechos y también la reducción de los días de sostenimiento de los contagiados a cargo del Estado. Ya tampoco se registran los contactos secundarios, y se han levantado los testeos masivos. Esto último es una de las principales preocupaciones de la población, pues han pasado de conocer el circuito del virus a moverse en terrenos desconocidos. 
 Producto de esta política, durante la última semana los casos diarios de contagiados han aumentado y superan los picos obtenidos durante abril. Se calcula que hay alrededor de 40 mil infectados en todo el país. Por ello, las medidas aperturistas de Xi han retrocedido por acción de los gobiernos locales que han tenido que restablecer los cierres parciales y generales. Este es el caso de Guangzhou y Chongqing. Ambas ciudades suman más de 50 millones de habitantes y debieron ir a un confinamiento general. También Beijing ha vuelto al cierre. Son en total 80 ciudades las que están volviendo a cuarentena. 
 Uno de los principales riesgos de la apertura es la baja tasa de vacunados mayores de 80 años. “Si el país abre, morirán 2 millones de chinos”, habría señalado el portavoz de la Comisión Nacional de Salud, Mi Feng, según el diario El Mundo. Una catástrofe humanitaria de esa envergadura podría colapsar el sistema sanitario chino. La vuelta a la cuarentena incluye regiones donde se producen cerca de dos tercios del PBI de China, según la consultora Capital Economics. Y bastaría tan sólo el cierre de las provincias portuarias para afectar las exportaciones de todo el mundo.
 El gobierno de Xi se debate entre la presión de la población ante una crisis humanitaria, y la presión del capital y un desplome brutal de la economía. Luego de las protestas del sábado y el domingo, la moneda china y los principales índices bursátiles cotizaron a la baja. Ante el riesgo de una mayor interrupción de la cadena de suministros, los mercados de todo el mundo respondieron vendiendo a lo loco. Los índices a la baja golpearon a todo el mercado asiático, la Bolsa de Nueva York y las bolsas europeas. Como uno de los mayores compradores de materias primas del mundo, la crisis china también provocó la caída mundial de los precios de insumos como el petróleo. 
 Apple, que durante la semana pasada estuvo en el epicentro de las huelgas obreras por las protestas de los trabajadores de Foxconn, cayó un 2,6%. Se calcula que la huelga dejó a la compañía con un ‘déficit’ de 6 millones de teléfonos Apple para este año. 
 La demanda de exportaciones chinas seguirán cayendo además porque el consumo y el poder adquisitivo en occidente también lo ha hecho. También el consumo interno de China seguirá estancado incluso con la baja de intereses hipotecarios del plan “Prosperidad Compartida” votado en el último Congreso del PC. El plan buscaría además una suerte de autoabastecimiento de alimentos, energía y tecnología. Sin embargo no es ningún rescate para la clase obrera, sino un intento de contener el estallido social y subsidiar también a los capitales con crisis de financiación. 
 El gobierno de Xi había pronosticado un crecimiento de 5,5%. Sin embargo las consultoras financieras internacionales señalan que al finalizar el año el crecimiento será como máximo del 4%. China ya no recuperará el crecimiento de dos dígitos que obtuvo antes de la pandemia. A esto se le suman las sanciones económicas que ha recibido por parte de EEUU, que ha buscado sacarlo de los circuitos comerciales vetando diversos entes financieros de bolsas como la de Nueva York. El país asiático corre además el peligro de las bancarrotas de sus gobiernos locales, que suman una deuda igual a la mitad de su producto interno bruto. La deuda del Estado nacional, tanto peor, corresponde al 300% de su PBI. 
 El ‘levantamiento en favor de la economía’ es el rescate principalmente del sector inmobiliario, quienes representan más de un cuarto de la actividad económica china. La China sobreexplotada y hacinada, también está recorrida por la construcción de ciudades fantasmas que nadie ha podido comprar, y por rascacielos a medio terminar. La bancarrota de las constructoras es total. Es el caso de Evergrande, con una estratosférica deuda de 300 mil millones de dólares, y que viene agonizando junto a todo el mercado inmobiliario. 
 Xi organizó 16 medidas de salvataje a las constructoras, entre ellas préstamos millonarios aún cuando no existan garantías de que puedan ser pagados luego. Esa es la situación de los créditos que se le han dado a las constructoras de la Ruta de la Seda, a quienes desde el 2013 se le han entregado cerca de 840 mil millones de dólares para que se mantengan en el circuito financiero. El Estado chino rescata a los capitales sabiendo que ese dinero no será devuelto: los créditos de inversiones otorgados a los Estados de la Ruta se encuentran en la lista de países en riesgo de default. 
 Pero este rescate no ha sido igual para todos. Para los 400 mil chinos de la Provincia de Henan que perdieron sus ahorros en inversiones de cuatro bancos quebrados por un valor de 6 mil millones de dólares, el rescate económico no pasa de ser un subsidio simbólico de unos pocos dólares. 
 La capacidad de financiación china para el bicicleteo de inversiones inmobiliarias provienen de los ahorros de capitales que se han obtenido gracias a la sobreexplotación de las masas asalariadas chinas cuyo poder adquisitivo es extremadamente restringido. La caída de la productividad china como consecuencia de los confinamientos ya han comenzado a manifestarse en el aumento aún más grave de la pobreza y el desempleo. Este último, para el caso de la juventud llega al 20% este año. 
 China ha sido el factor más dinámico del desarrollo capitalista de las últimas décadas. Más abiertamente visto, el epicentro de la economía capitalista internacional se levanta sobre la opresión y sufrimiento de cientos de miles de millones de chinos y chinas, y de las luchas que ellos puedan desarrollar. La incorporación de esta abundante y barata mano de obra incorporada al mercado mundial (a través de una suerte de proletarización forzada por parte del régimen chino), se ha realizado en un periodo de decadencia del capitalismo. Esta es la principal contradicción del régimen contrarrevolucionario chino y la capacidad de maniobra del propio Xi Jinping. 
 El trasfondo de la crisis china está puesto sobre la guerra mundial que la tiene a ella misma como enemigo estratégico del imperialismo estadounidense. habrá que seguir muy de cerca el desarrollo de las protestas, la propagación del Covid, y las alternativas históricas que se vayan presentando. 

 Javiera Sarraz 
 29/11/2022

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