domingo, 4 de noviembre de 2012

La Crisis no terminó en octubre



La que algunos denominan Crisis de los Misiles no terminó en octubre. Lo demuestran las tensiones y riesgos que se vivieron en el mes de noviembre, cuando, en medio de las negociaciones para resolverla, la administración estadounidense mantuvo una actitud prepotente hacia Cuba, realizó exigencias de nuevas concesiones a la URSS y el presidente Kennedy llegó hasta considerar la realización de un ataque aéreo masivo sobre nuestro país.
Sobre esta compleja situación dialogamos con el Doctor en Ciencias Históricas Tomás Diez Acosta.
¿Cómo valora las contradicciones de Cuba con la URSS cuando esta llegó a acuerdos con Estados Unidos sin tomar en cuenta la parte cubana?
Fue sin duda el reflejo de una actitud de gran potencia que tiende a desconocer los derechos de participación de los países pequeños en la solución de los conflictos internacionales. Provocó gran malestar en los cubanos y serias fricciones entre el entonces primer ministro Fidel Castro y el mandatario soviético Nikita Jruschov, sin embargo las diferencias fueron ventiladas directamente por la dirección cubana con los soviéticos, para que no se afectaran las relaciones de amistad entre ambos pueblos.
Muestra de ese propósito fue la comparecencia realizada por Fidel el 1º de noviembre, donde explicó a la nación que en esos momentos de disgustos, por malos entendidos o discrepancias, era bueno recordar que en cada una de las coyunturas difíciles por las que habían pasado los cubanos, derivadas de la hostilidad de Estados Unidos, como fueron la suspensión de la cuota azucarera, de los envíos de petróleo y otras medidas agresivas, habíamos contado con la mano amiga de la Unión Soviética. Y nosotros éramos agradecidos.
Hay que reconocer que a pesar de su desacuerdo con las bases en que fueron concertados los acuerdos de la Unión Soviética con Estados Unidos, Cuba mostró su disposición de no obstaculizar los pasos dados por los soviéticos para materializarlos, no obstante en todo momento reafirmó su posición de principios respecto a no permitir la inspección del territorio cubano para comprobar la retirada de los misiles, como reclamaba la Casa Blanca.
¿Considera usted que la prepotencia de Estados Unidos durante el proceso negociador en vez de contribuir a la solución de la Crisis propiciaba la continuación de su escalada agresiva contra Cuba?
Por supuesto. En todo momento mantuvo posiciones de fuerza y podría mencionar algunos ejemplos que lo corroboran.
El 30 de octubre llegó a La Habana el secretario general de la ONU, U. Thant, al frente de una comitiva para sostener conversaciones con la dirección cubana. En este diálogo se trató sobre la exigencia de Washington de inspeccionar la salida de los cohetes de territorio cubano. Quedó claro que nuestro país no estaba dispuesto a sacrificar sus derechos soberanos ante una potencia que pretendía inmiscuirse en sus asuntos internos, en este caso en la decisión de las armas que Cuba tenía derecho a poseer.
Además cabía preguntarse que si los soviéticos y la ONU apreciaban el valor del compromiso de no atacar a Cuba hecho público por la administración estadounidense, por qué esta iba a poner en duda que la URSS iba a retirar los proyectiles y le imponía la garantía adicional de inspeccionarnos.
Se trataba por tanto de una exigencia desde posiciones de fuerza, ante la cual los cubanos no cederían jamás. Así lo expresó Fidel cuando aseguró que si lo que pretendía Estados Unidos era humillar a los cubanos, no lo conseguirían.
Otro ejemplo es que en el segundo día de conversaciones Cuba advirtió del peligro de las violaciones del espacio aéreo cubano, que U. Thant calificó de ilegales, al igual que el bloqueo económico y el militar. Sin embargo, entre los días 4 y 8 de noviembre se realizaron 124 misiones de esos vuelos y en un solo día efectuaron 36, pese a que ya se había iniciado la retirada de los cohetes.
Los vuelos rasantes cesaron cuando la dirección cubana declaró que todo avión de guerra que invadiera nuestro espacio aéreo sería derribado, pero persistieron los de gran altura de los U-2. El colmo fue que el Subsecretario de Defensa norteamericano en una entrevista televisada afirmó que esos vuelos eran un “derecho” de Estados Unidos.
Otra muestra de las posiciones de fuerza de Washington fue que el 6 de noviembre, después de convencerse de que se habían desmantelado los cohetes y de aceptar la propuesta de la URSS de verificación en alta mar de los buques soviéticos que los transportarían de regreso, planteó una nueva exigencia como solución de la crisis: la retirada de los aviones IL-28, que de pronto se convirtieron en un arma “ofensiva”.
Paralelamente a este reclamo, el Departamento de Defensa norteamericano dio a conocer el cierre del tráfico en el Canal de Panamá para permitir el paso de portaviones, destructores y submarinos, los cuales se unirían a las fuerzas desplegadas en el Caribe, en un intento por aumentar la tensión y presionar a Cuba.
¿Existió en aquel momento la intención de atacarnos?
En Estados Unidos se había orquestado una virulenta campaña de prensa encaminada precisamente a crear condiciones en la opinión pública estadounidense y mundial para justificar un ataque militar a Cuba, a pesar de que la amenaza que podrían significar los cohetes ya había desaparecido. Acusaban a los dirigentes cubanos de obstaculizar la solución de la Crisis, porque no aceptaban la inspección ni toleraban los vuelos de reconocimiento y supuestamente se oponían a la retirada de los IL-28. Esa campaña fue desmentida por Fidel en un mensaje enviado al secretario general de la ONU el 19 de noviembre, y sobre la retirada de los IL-28 expresó que esos aviones eran propiedad de la Unión Soviética y que si ella consideraba conveniente su retirada para la buena marcha de las negociaciones, el Gobierno cubano no se opondría.
Ese mismo día, Kennedy mandó a preparar mensajes al primer ministro británico, al canciller alemán y al presidente francés advirtiéndoles que la crisis podría recomenzar en un plazo breve, ya que se inclinaba a considerar la conveniencia de mantener el bloqueo naval y realizar un ataque aéreo masivo sobre Cuba.
Pronto se quedó sin argumentos, porque al día siguiente llegó a la Casa Blanca un mensaje de Jruschov, en el cual anunciaba la retirada de los IL-28 en el plazo de un mes.
Usted ha afirmado que al revisar los documentos desclasificados por Estados Unidos sobre la Crisis, no se encuentra ni una sola referencia a los derechos y razones del pueblo cubano. ¿Qué nos puede comentar al respecto?
Ciertamente. La impresión que uno se lleva es que concebían a Cuba solo como un pedazo de tierra sobre la cual estaban emplazados cohetes soviéticos.
Estados Unidos no hizo un solo intento por comunicarse directamente con Cuba ni permitió que nuestro país participara en las negociaciones. Y quedó evidenciado el 7 de enero de 1963, en que estas finalizaron con dos notas dirigidas al Secretario General de la ONU: una conjunta de Estados Unidos y la URSS, y la otra por separado, de Cuba, porque Washington se negó a trabajar en un documento tripartita que diera por finalizada la crisis.
Varias razones explican esta negativa. Por una parte, dentro de los propios Estados Unidos, círculos políticos cuestionaron los acuerdos entre Jruschov y Kennedy, por considerar que de hecho Washington reconocía como válida la existencia de un régimen comunista, a 90 millas de sus costas. También la contrarrevolución asentada en ese país recibió los acuerdos como una traición a sus intenciones de destruir a la Revolución cubana.
Pero el imperio no se había resignado a perder esa porción de su “patio trasero”, que era para ellos Cuba, ni había renunciado a destruir el ejemplo que nuestra existencia independiente estaba irradiando al resto de Latinoamérica. Por eso, ni entonces ni en el medio siglo transcurrido hasta hoy, han estado dispuestos a respetar nuestra soberanía, suspender el bloqueo y las presiones económicas de todo tipo, acabar con las actividades subversivas y devolver el territorio ocupado por Estados Unidos en Guantánamo, demandas de Cuba para solucionar la Crisis, contenidas en los llamados Cinco Puntos, que continúan vigentes.

Alina Martínez Triay

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