domingo, 16 de febrero de 2020

Faustino Pérez Hernández, en una sola pieza, revolucionario y patriota




Centenario de su nacimiento

Así calificaba Armando Hart a este extraordinario combatiente, de quien ahora conmemoramos el centenario de su nacimiento
Faustino con Fidel

Para Armando Hart, era “un hombre hecho de una sola pieza, revolucionaria y patriótica. Limpio, auténtico, sagaz. Poseía serenidad al hablar y sabía escuchar a los demás. Guardaba el fuego de un temperamento rebelde e intransigente frente a toda injusticia” por su parte el Che lo consideraba “un compañero honesto a carta cabal y arriesgado hasta el extremo… De su calidad revolucionaria da cuenta toda su trayectoria”.
Cuentan que una avioneta, cargada de armas, pertrechos y medicinas para el Ejército Rebelde, tuvo que hacer un aterrizaje forzoso en un claro de monte, en plena Sierra Maestra. Ya la habían detectado las naves aéreas de combate de la tiranía batistiana, que se aproximaban amenazadoramente, más preocupadas en impactar sobre los guerrilleros que se desplazaban en la maleza que en la avioneta averiada. Para colmo, una tropa enemiga avanzaba hacia el lugar.
Faustino no dudó ni un minuto. Bajo la metralla, extrajo las últimas cajas y, como contara luego el Che, testigo presencial, “realizó la operación necesaria para evitar que cayera en manos del ejército (batistiano), dándole candela mediante la gasolina que se vertía por las perforaciones de los impactos”.

Soñaba con ser médico

Hijo de campesinos precaristas oriundos de Islas Canarias, nació el 15 de febrero de 1920 en la finca La Larga de Zaza del Medio, en la hoy provincia de Sancti Spíritus. Su niñez y adolescencia transcurrieron en una extrema pobreza. Para cursar la primaria tenía que trasladarse a lejanas escuelas rurales a lomo de un caballo. Luego, alternó el surco con viajes de noche a Cabaiguán para culminar estudios en la preparatoria, lo que le permitió graduarse de bachillerato en Sancti Spíritus. En 1942 matriculó Medicina en la Universidad de La Habana.
Sus primeros años en la capital fueron de privaciones, porque los 20 pesos mensuales que podía girarle la familia solo le alcanzaban para la casa de huéspedes donde le ofrecieron albergue y tres comidas. Algunos buenos amigos, con dinero para pagarlos, compartieron con él libros y textos de conferencia (el joven espirituano solo tenía derecho al examen final). Cero cines. Cero bailables. La ropa, limpia, pero sin posibilidad de renovarla.
En 1946 al fin consiguió un empleo en un laboratorio clínico. No era mucho salario, pero al menos eximió a los padres de los 20 pesos que buena falta les hacían. A finales de 1951 aprobó las últimas asignaturas de la carrera. Había demorado nueve años en hacerlo, cuando muchos de sus condiscípulos lo habían logrado en seis. Ya solo le quedaba la tesis, pero el 10 de marzo de 1952 Fulgencio Batista perpetró un golpe de Estado y Faustino, ya militante ortodoxo, no quería manchar su título con la firma de un ministro golpista. Y postergó su graduación hasta 1959, con la Revolución en el poder.
Se incorporó al Movimiento Nacional Revolucionario del profesor Rafael García-Bárcena, organización insurreccionalista que sufre un duro golpe con la detención de su máximo dirigente, el 5 de abril de 1953.
Faustino no se amilanó y junto con Armando y enrique Hart, Pepe Prieto y los hermanos Alonso y Mario Hidalgo, procedió a la reactivación del MNR. A la vez contactó con Haydée y Melba, quienes ya habían sido excarceladas, y organizó el rescate del moncadista Gustavo Arcos (luego traidor a la Revolución), además de coordinar con Frank País y el grupo de combatietes que este nucleaba en un proyecto de sabotajes contra la farsa electoral del 1º de noviembre de 1954. Solo la detención, enjuiciamiento y prisión del espirituano hizo colapsar este plan en La Habana. Amnistiado a mediados de mayo de 1955, junto con otros revolucionarios, como los asaltantes al Moncada, una vez en la calle reinició su lucha contra la tiranía.
Ya Faustino estaba alineado en la estrategia de Fidel y se incorporó al Movimiento 26 de Julio donde integró la Dirección Nacional. El líder de la Revolución lo seleccionó para la expedición del Granma y fue uno de los 82 combatientes que partieron de Tuxpan el 25 de noviembre de 1956.

Alegría de Pío

Después del desembarco del Granma en Las Coloradas, los expedicionarios emprendieron una fatigosa marcha. El 5 de diciembre acamparon en Alegría de Pío y junto con el Che, algo más repuesto de las crisis de asma de la travesía, se dedicaron a curar las llagas de los pies de sus compañeros. Uno de sus pacientes, Manuel Hechevarría, recordaría años después la atención que le prestara el espirituano mientras el argentino examinaba a otros compañeros. De pronto se generalizó el tiroteo. El Che cayó herido. Faustino asumió como médico y malamente, carente de recursos, ligó el brazo de Raúl Suárez (luego asesinado por la soldadesca) con un pañuelo para detener la hemorragia e improvisó con otro pañuelo un cabestrillo.
En la retirada el espirituano perdió contacto con sus compañeros y para su fortuna se topó con Fidel y Universo. Los tres emprendieron la marcha hacia la Sierra y en Cinco Palmas se reencontraron una veintena de combatientes. Según testimonio del propio Faustino, el líder de la Revolución le asignó la misión de bajar al llano con tres propósitos fundamentales: dar fe de la existencia del destacamento guerrillero y recabar ayuda en las ciudades para su fortalecimiento; reorganizar el Movimiento en donde sea necesario; y gestionar el traslado de periodistas a las montañas con el fin de que testimonien públicamente la presencia de Fidel y la vigencia de la lucha armada en la Sierra Maestra.

Coordinador en La Habana

Faustino regresó a la Sierra el 15 de febrero de 1957 para asistir a una reunión de la Dirección Nacional del Movimiento, convocada por Fidel. A la vez, cumplía una de las misiones encomendadas por el líder de la Revolución: la presencia en el territorio de la guerrilla de uno de los periodistas más destacados de The New York Times, Herbert Mathews, cuya entrevista con el Comandante en Jefe del Ejército Rebelde no solo significó “el palo periodístico del año” en la prensa estadounidense, sino también la primera gran victoria mediática sobre la tiranía en la etapa insurreccional.
De regreso al llano, Faustino se dedicó a reorganizar el Movimiento en la capital. Según el destacado combatiente Arnol Rodríguez, “con él alcanzan un gran desarrollo e impulso integral todos los frentes de la clandestinidad y la Resistencia Cívica”. Tal labor no estuvo exenta de tropiezos. En marzo de 1957 cayó en manos de la policía batistiana la casa de 5ª y A, en el Vedado, donde se pierden el medio centenar de armas que iban a emplearse para iniciar un frente guerrillero en el Es­cambray, uno de sus más queridos proyectos. Y unos días después, el propio Faustino fue detenido.
En la prisión organizó una huelga de hambre en protesta por el maltrato a los reclusos. La tiranía le concedió libertad provisional, lo que aprovechó para sumirse en la clandestinidad. “No hay día que no ocurra una acción importante en La Habana; la Huelga del 5 de agosto de 1957, la noche de las 100 bombas, el secuestro de Fangio…”, recordaría años después Arnol Rodríguez ante un periodista.
Tras el revés de la huelga del 9 de abril de 1958, Fidel ordenó a Faustino marchar a la Sierra y le asignó la jefatura de la administración civil del territorio libre. Creó entonces escuelas y hospitales en intrincados parajes, fomentó organizaciones campesinas, pequeñas industrias y talleres, reglamentó el comercio, la vida en los campamentos, los sistemas judicial y penitenciario; adoptó las primeras medidas prácticas para la aplica­ción de la Ley No. 3 del Ejército Rebelde (10 de octubre de 1958) que concedía a los campesinos el derecho a la tierra que trabajan.

Después del triunfo

Cumplió cabalmente todas las tareas que les encomendaron Fidel y la Dirección Revolucionaria. Asumió como titular del Ministerio de Recuperación de Bienes Malversados y luego se fue a la Sierra Maestra, al frente del Servicio Médico Social, un viejo sueño que compartía con el también comandante René Vallejo desde la etapa insurreccional; organizó el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos, dirigió el Partido en su Sancti Spíritus natal, trabajó con el Poder Popular y se desempeñó como diputado a la Asamblea Nacional, representó diplomáticamente a Cuba en Bulgaria, puso todo su corazón y energía en el desarrollo integral de la Ciénaga de Zapata. En esta última responsabilidad le sorprendió la muerte, el 24 de diciembre de 1992
Cuando un periodista venezolano que fue a entrevistarlo, se extrañó de no verlo en una oficina de La Habana con aire acondicionado y todas las demás comodidades propias de su significación histórica, sino en uno de los municipios más despoblados de Cuba. Faustino le respondió simplemente: “Me siento más cómodo en este medio donde puedo hacer más de manera más directa, aunque sea modestamente, algo por los que necesitan que se haga algo. Esa es la razón… Esta no es de una responsabilidad tan alta pero nos sentimos bien; es útil y con eso basta. Lo importante es que seguimos teniendo el espíritu de pelea de cuando vinimos en el Granma”, y tras sonreír como un niño travieso, bromeó. “Aunque por cuestiones de edad, no las mismas fuerzas ni las mismas energías”.

Pedro Antonio García

Fuentes consultadas: Testimonios y datos ofrecidos en el año 2000 al autor de este trabajo por Arnol Rodríguez y Pepe Díaz. Los libros Pasajes de la guerra revolucionaria, de Ernesto Che Guevara, y Perfiles, de Armando Hart. Los textos periodísticos La última entrevista del comandante Faustino (Superguía Dominical, marzo de 1993) y Faustino: Un hombre de la Revolución Faustino: Un hombre de la Revolución, de Mario Mencía (Cubadebate, 2017)

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