sábado, 2 de mayo de 2015

Alto y claro, que no hay miedo




Aunque a quienes se asomen por Facebook y se dejen arrastrar por la ciberpolicía censora, presta a atacar en jauría cualquier postura que se atreva a definirse claramente en defensa de la Revolución cubana, les pueda dar la impresión de que somos pocos en en las redes los dispuestos a decir cosas como las que se afirman en estos dos textos, mañana mismo se verá que somos millones los cubanos políticamente incorrectos que suscribimos estos dos posts. Estaremos por las calles de Cuba, diciendo: «Patria o muerte. Viva el Primero de Mayo».

Las puntas de la culebra

Hay quienes están dispuestos a decir con su nombre y sus dos apellidos, con su dirección y sus ojos, con su cara y su badajo en riesgo: yo apoyo a Fidel, a Raúl, a la Revolución socialista, soy antimperialista y que salga el sol por donde salga.
Hay otros que tapan sus infidelidades, mientras escriben crónicas a la libertad, gente que espera a ver que va a pasar, y se hacen con sus discursos bien intencionados, de una puerta trasera para cuando “la revolución se venga abajo”, mientras cobran sus críticas en una moneda tan dura como sus juicios.
Hay quien levanta el librito rojo con la misma dignidad que Maiakoski, sabe que por eso no le otorgarán visa, y hasta puede ser que lo anoten en las listas de los excluibles, Y si “esto se cae” lo pueden ir a sacar de su casa con los recién estrenados agentes policiales según el anuncio de “3 días de libertdad para matar”. Pero no le importa.
Hay otros que juegan a las máscaras o a tocarles los huevos al tigre sabiendo de antemano es fuerte pero no asesino. No corren otro riesgo que la mirada torva de un paisano, al que se le puede acusar sin reparo de “burócrata, anclado en el pasado, que no quiere evolucionar” y muchos insultos de moda.
Hay quien se va a ir al desfile del primero de mayo con el corazón abierto, con el retrato de Fidel, con una bandera y no con dos. Ese regresará en la guagua de la calle, la de todos, tomará el ron que puede y terminará el día haciendo el amor con alguien que no le cobrará el sexo, ni sueña con “irse pal carajo de este país”.
Ese no tendrá un guion en el cine independiente, ni en el dependiente, porque su cotidiano heroísmo no parece tener telegenio, a ese no le harán crónicas en On Cuba, ni le pagarán viajecitos para que pruebe los urinarios electrónicos de Europa.
Todos los extremistas son oportunistas. Y todos los oportunistas ayudan al retorno del pasado, unos por apóstatas, otros por sectarios y muchos por ambas cualidades. Son las puntas de una misma culebra. No importa si es uno que secuestró la Revolución para sí y reparte acusaciones de problemas ideológicos a todo lo que se mueva, o si es en cambio uno de esos que se da golpes en el pecho, desgarrando sus vestiduras como izquierdista y por igual, reparte acusaciones de oficialistas a todo el que no aplauda su brillante verbo.
Hay quien está dispuesto a seguir con la boina verde olivo, sin miedo al futuro, luchando por el futuro
Esos son los impresindibles
De los otros ¡Que Dios nos proteja!

Rafael Cruz Ramos

Por la suerte de vivir en esta Isla

La primera vez que desfilé un Primero de Mayo no tenía conciencia de la significación del momento. A los cuatro años de edad iba sobre los hombros de mi padre con una cinta en la cabeza que decía «¡Patria o muerte»! Guardo la foto, que sirvió de portada para la noticia del periódico Girón de mi provincia.
Crecí, como muchos pioneros, entre banderas y consignas revolucionarias. Cuando ingresé en la Universidad de La Habana, en la carrera de Sociología, me alisté como el primero para el ómnibus que nos llevaría desde la beca hasta una de las arterias cercanas a Paseo, donde formamos un bloque compacto para transitar frente a la Plaza de la Revolución y el Martí vigilante desde la altura.
No había visto tantas personas reunidas, felices en una demostración de respeto y admiración al proceso cubano. Porque desfilar el Día de los Trabajadores en Cuba es una fiesta con efervescencia máxima; es celebración de derechos. A uno le late el corazón en el pecho como si fuera a estallarle, y pisa fuerte el pavimento para estremecerlo, y quisiera que el eco se expandiera por las venas de la tierra hasta los obreros del mundo que no pueden marchar porque no tienen voz ni tiempo.
En cinco años de universidad no falté al grito de «adelante». No me movía la inercia ni iba cargado de consignas frívolas. Era la oportunidad que me daba el país como estudiante, también, para no faltar a mi deber de patriota.
Tengo 26 años y no ejerzo la Sociología. Regresé a Matanzas, mi ciudad, para seguir aprendiendo a ser trovador, porque es lo que me apasiona. Soy miembro de una Asociación que defiende a los jóvenes artistas, pertenezco al catálogo de una empresa de músicos. Tengo un espacio sistemático para mostrar mi obra al público, mi primera producción fonográfica licenciada con una disquera y nominada en un festival, dos cancioneros y varias instituciones culturales que apoyan el desarrollo de mi carrera. Todo ello es resultado de la suerte que tengo de vivir en Cuba.
No hay que hablar de los que van contracorriente. A la burocracia, la trivialidad, la insensatez, la desidia y el irrespeto de algunos, los aplasta la bota gigante y pesada de la historia, que nunca perdona a los irresponsables.
Cada Primero de Mayo sigo en la marcha porque me energiza. Voy en cualquier bloque, al lado del primer trabajador que sepa honesto; que tenga las manos encallecidas y los ojos transparentes; que todos los días sienta amor por su bandera y así lo demuestren no sus palabras, sino sus actos.
Como es lógico, nunca más he visto aquella cinta que até en mi cabeza el Primero de Mayo de 1993; tantos años después, ya con plena conciencia, todavía encuentro un sitio donde colgarme la frase «Patria o muerte. Viva el Primero de Mayo».

Rey Montalvo
Trovador y sociólogo matancero

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