lunes, 8 de octubre de 2012

8 de octubre de 1967




Che Comandante, amigo

El 8 de octubre de 1967, en el combate de Quebrada del Yuro, tras ser herido de bala en su pierna izquierda, inutilizado su fusil y sin cargador en su pistola, es hecho prisionero el Comandante Ernesto Che Guevara. Más tarde, por orden de la CIA, es asesinado, al igual que varios de sus compañeros de lucha.
En los días siguientes, las agencias internacionales de prensa comenzaron a difundir despachos relacionados con su muerte en Bolivia.
El 15 de octubre, Fidel en una comparecencia por la Televisión Cubana confirmó la caída del Che en Bolivia y anunció que el 18 de ese mes se efectuaría en la Plaza de la Revolución José Martí una velada solemne.
Este día, ante una impresionante multitud silenciosa, sin previa presentación, el Poeta Nacional Nicolás Guillén ocupó el podio situado en la tribuna y su emocionante voz reflejó en versos el sentimiento de todo un pueblo.

Che Comandante

No porque hayas caído

tu luz es menos alta.

Un caballo de fuego

sostiene tu escultura guerrillera

entre el viento y las nubes de la Sierra.

No por callado eres silencio.

Y no porque te quemen,

porque te disimulen bajo tierra,

porque te escondan

en cementerio, bosques, páramos,

van a impedir que te encontremos

Che Comandante,

amigo.

Con sus dientes de júbilo

Norteamérica ríe. Mas de pronto

revuélvese en su lecho

de dólares. Se le cuaja

la risa en una máscara,

y tu gran cuerpo de metal

sube, se disemina

en las guerrillas, como tábanos,

y tu ancho nombre herido por soldados

ilumina la noche americana

como una estrella súbita, caída

en medio de una orgía.

Tú lo sabías, Guevara,

pero no lo dijiste por modestia,

por no hablar de ti mismo.

Che Comandante,

amigo.

Estás en todas partes. En el indio

hecho de sueño y cobre. Y en el negro

revuelto en espumosa muchedumbre,

y en el ser petrolero y salitrero,

y en el terrible desamparo

de la banana, y en la gran pampa de las pieles,

y en el azúcar y en la sal y en los cafetos,

tú, móvil estatua de tu sangre como te derribaron,

vivo, como no te querían,

Che Comandante,

amigo.

Cuba te sabe de memoria. Rostro

de barbas que clarean. Y marfil

y aceituna en la piel de santo joven.

Firme la voz que ordena sin mandar,

que manda compañera, ordena amiga,

tierna y dura de jefe camarada.

Te vemos cada día ministro,

cada día soldado, cada día

gente llana y difícil

cada día.

Y puro como un niño

o como un hombre puro,

Che Comandante,

amigo.

Pasas en tu descolorido, roto, agujereado

traje de campaña.

El de la selva, como antes

fue el de la Sierra. Semidesnudo

el poderoso pecho de fusil y palabra,

de ardiente vendaval y lenta rosa.

No hay descanso.

¡Salud Guevara!

O mejor todavía desde el hondón americano:

Espéranos. Partiremos contigo. Queremos

morir para vivir como tú has muerto,

para vivir como tú vives,

Che Comandante,

amigo.

Granma

sábado, 6 de octubre de 2012

¿Qué es un "guerrillero"?



Quizá no haya país en el mundo en que la palabra «guerrillero» no sea simbólica de una aspiración libertaria para el pueblo. Solamente en Cuba esta palabra tiene un significado repulsivo. Esta Revolución, libertadora, en todos sus extremos, sale también a dignificar esa palabra. Todos saben que fueron guerrilleros aquellos simpatizantes del régimen de esclavización española que tomaron las armas para defender en forma irregular la corona del rey de España; a partir de ese momento, el nombre queda como símbolo, en Cuba, de todo lo malo, lo retrógrado, lo podrido del país. Sin embargo, el guerrillero es, no eso, sino todo lo contrario; es el combatiente de la libertad por excelencia; es el elegido del pueblo, la vanguardia combatiente del mismo en su lucha por la liberación. Porque la guerra de guerrillas no es como se piensa, una guerra minúscula, una guerra de un grupo minoritario contra un ejército poderoso, no; la guerra de guerrillas es la guerra del pueblo entero contra la opresión dominante. El guerrillero es su vanguardia armada; el ejército lo constituyen todos los habitantes de una región o de un país. Esa es la razón de su fuerza, de su triunfo, a la larga o a la corta, sobre cualquier poder que trate de oprimirlo; es decir, la base y el substratum de la guerrilla está en el pueblo.
No se puede concebir que pequeños grupos armados, por más movilidad y conocimiento del terreno que tengan, puedan sobrevivir a la persecución organizada de un ejército bien pertrechado sin ese auxiliar poderoso. La prueba está en que todos los bandidos, todas las gavillas de bandoleros, acaban por ser derrotados por el poder central, y recuérdese que muchas veces estos bandoleros representan, para los habitantes de la región, algo más que eso, representan también aunque sea la caricatura de una lucha por la libertad.
El ejército guerrillero, ejército popular por excelencia, debe tener en cuanto a su composición individual las mejores virtudes del mejor soldado del mundo. Debe basarse en una disciplina estricta. El hecho de que las formalidades de la vida militar no se adapten a la guerrillera, que no haya taconeo ni saludo rígido, ni explicación sumisa ante el superior, no demuestran de manera alguna que no haya disciplina. La disciplina guerrillera es interior, nace del convencimiento profundo del individuo, de esa necesidad de obedecer al superior, no solamente para mantener la efectividad del organismo armado que está integrado, sino también para defender la propia vida. Cualquier pequeño descuido en un soldado de un ejército regular es controlado por el compañero más cercano. En la guerra de guerrillas, donde cada soldado es unidad y es un grupo, un error es fatal. Nadie puede descuidarse. Nadie puede cometer el más mínimo desliz, pues su vida y la de los compañeros le va en ello.
Esta disciplina informal, muchas veces no se ve. Para la gente poco informada, parece mucho más disciplinado el soldado regular con todo su andamiaje de reconocimientos de las jerarquías que el respeto simple y emocionado con que cualquier guerrillero sigue las instrucciones de su jefe. Sin embargo, el ejército de liberación fue un ejército puro donde ni las más comunes tentaciones del hombre tuvieron cabida; y no había aparato represivo, no había servicio de inteligencia que controlara al individuo frente a la tentación. Era su autocontrol el que actuaba. Era su rígida conciencia del deber y de la disciplina.
El guerrillero es, además de un soldado disciplinado, un soldado muy ágil, física y mentalmente. No puede concebirse una guerra de guerrillas estática. Todo es nocturnidad. Amparados en el conocimiento del terreno, los guerrilleros caminan de noche, se sitúan en la posición, atacan al enemigo y se retiran. No quiere decir esto que la retirada sea muy lejana al teatro de operaciones; simplemente tiene que ser muy rápida del teatro de operaciones.
El enemigo concentrará inmediatamente sobre el punto atacado todas sus unidades represivas. Irá la aviación a bombardear, irán las unidades tácticas a cercarlos, irán los soldados decididos a tornar una posición ilusoria.
El guerrillero necesita sólo presentar un frente al enemigo. Con retirarse algo, esperarlo, dar un nuevo combate, volver a retirarse, ha cumplido su misión específica. Así el ejército puede estar desangrándose durante horas o durante días. El guerrero popular, desde sus lugares de acecho, atacará en momento oportuno.
Hay otros profundos axiomas en la táctica de guerrillas. El conocimiento del terreno debe ser absoluto. El guerrillero no puede desconocer el lugar donde va a atacar, pero además debe conocer todos los trillos de retirada así como todos los caminos de acceso o los que están cerrados. Las casas amigas, y enemigas, los lugares más protegidos, aquellos donde se puede dejar un herido, aquellos otros donde se puede establecer un campamento provisional, en fin, conocer como la palma de la mano el teatro de operaciones. Y eso se hace y se logra porque el pueblo, el gran núcleo del ejército guerrillero, está detrás de cada acción. Los habitantes de un lugar son acémilas, informantes, enfermeros, proveedores de combatientes, en fin, constituyen los accesorios importantísimos de su vanguardia armada.
Pero frente a todas estas cosas; frente a este cúmulo de necesidades tácticas del guerrillero, habría que preguntarse: «¿por qué lucha?», y, entonces surge la gran afirmación: «El guerrillero es un reformador social. El guerrillero empuña las armas como protesta airada del pueblo contra sus opresores, y lucha por cambiar el régimen social que mantiene a todos sus hermanos desarmados en el oprobio y la miseria. Se ejercita contra las condiciones especiales de la institucionalidad de un momento dado y se dedica a romper con todo el vigor que las circunstancias permitan, los moldes de esa institucionalidad.»
Veamos algo importante: ¿qué es lo que el guerrillero necesita tácticamente? Habíamos dicho, conocimiento del terreno con sus trillos de acceso y escape, velocidad de maniobra, apoyo del pueblo, lugares donde esconderse, naturalmente. Todo eso indica que el guerrillero ejercerá su acción en lugares agrestes y poco poblados. Y, en los lugares agrestes y poco poblados, la lucha del pueblo por sus reivindicaciones se sitúa preferentemente y hasta casi exclusivamente en el plano del cambio de la composición social de la tenencia de la tierra, es decir, el guerrillero es, fundamentalmente y antes que nada, un revolucionario agrario.
Interpreta los deseos de la gran masa campesina de ser dueña, de la tierra, dueña de los medios de producción, de sus animales, de todo aquello por lo que ha luchado durante años, de lo que constituye su vida y constituirá también su cementerio.
Por eso, en este momento especial de Cuba, los miembros del nuevo ejército que nace al triunfo desde las montañas de Oriente y del Escambray, de los llanos de Oriente y de los llanos de Camagüey, de toda Cuba, traen, como bandera de combate, la Reforma Agraria.
Es una lucha quizás tan larga como el establecimiento de la propiedad individual. Lucha que los campesinos han llevado con mejor o peor éxito a través de las épocas, pero que siempre ha tenido calor popular. Esta lucha no es patrimonio de la Revolución. La Revolución ha recogido esa bandera entre las masas populares y la ha hecho suya ahora. Pero antes, desde mucho tiempo; desde que se alzaran los vegueros de La Habana; desde que los negros trataran de conseguir su derecho a la tierra en la gran guerra de liberación de los 30 años; desde que los campesinos tomaran revolucionariamente el Realengo 18, la tierra ha sido centro de la batalla por la adquisición de un mejor modo de vida.
Esta Reforma Agraria que hoy se está haciendo, que empezó tímida en la Sierra Maestra, que se trasladó al Segundo Frente Oriental y al macizo del Escambray, que fue olvidada algún tiempo en las gavetas ministeriales y resurgió pujante con la decisión definitiva de Fidel Castro es, conviene repetirlo una vez más, quien dará la definición histórica del «26 de julio».
Este Movimiento no inventó la Reforma Agraria. La llevará a cabo. La llevará a cabo íntegramente hasta que no quede campesino sin tierra, ni tierra sin trabajar. En ese momento, quizás, el mismo Movimiento haya dejado de tener el por qué de existir, pero habrá cumplido su misión histórica. Nuestra tarea es llegar a ese punto, el futuro dirá si hay más trabajo a realizar. Guerra y población campesina
El vivir continuado en estado de guerra crea en la conciencia del pueblo una actitud mental para adaptarse a ese fenómeno nuevo. Es un largo y doloroso proceso de adaptación del individuo para poder resistir la amarga experiencia que amenaza su tranquilidad. La Sierra Maestra y otras nuevas zonas liberadas han debido pasar también por esta amarga experiencia.
La situación campesina en las zonas agrestes de la serranía era sencillamente espantosa. El colono, venido de lejanas regiones con afanes de liberación, había doblado las espaldas sobre las tumbas nuevas que arrancaba su sustento, con mil sacrificios, había hecho nacer las matas de café de las lomas empinadas donde es un sacrificio el tránsito a lo nuevo; todo con su sudor individual respondiendo al afán secular del hombre por ser dueño de su pedazo de tierra; trabajando con amor infinito ese risco hostil al que trataba como una parte de sí mismo. De pronto, cuando las matas de café empezaban a florearse con el grano que era su esperanza, aparecía un nuevo dueño de esas tierras. Era una compañía extranjera; un geófago local o algún aprovechado especulador inventaba la deuda necesaria. Los caciques políticos, los jefes de puesto trabajaban como empleados de la compañía o el geófago apresando o asesinando cualquier campesino demasiado rebelde a las arbitrariedades. Ese panorama de derrota y desolación fue el que encontramos para unirlo a la derrota, producto de nuestra inexperiencia, en la Alegría de Pío (nuestro único revés en esta larga campaña, nuestra cruenta lección de lucha guerrillera). El campesinado vio en aquellos hombres macilentos cuya barba, ahora legendaria, empezaba a aflorar, un compañero de infortunio, un nuevo golpeado por las fuerzas represivas, y nos dio su ayuda espontánea y desinteresada, sin esperar nada de los vencidos.
Pasaron los días y nuestra pequeña tropa de ya aguerridos soldados mantuvo los triunfos de La Plata y Palma Mocha. El régimen reaccionó con toda su brutalidad y el asesinato campesino se hizo en masa. El terror se desató sobre los valles agrestes de la Sierra Maestra y los campesinos retrajeron su ayuda; una barrera de mutua desconfianza asomaba entre ellos y los guerrilleros; aquéllos por el miedo a la represalia, éstos por temor al chivatazo de los timoratos. Nuestra política, no obstante, fue justa y comprensiva y la población guajira inició su viraje de retorno a nuestra causa.
La dictadura, en su desesperación y en su crimen, ordenó la reconcentración de las miles de familias guajiras de la Sierra Maestra a las ciudades. Los hombres más fuertes y decididos, casi todos los jóvenes, prefirieron la libertad y la guerra a la esclavitud y la ciudad. Largas caravanas de mujeres, niños y ancianos peregrinaron por los caminos serpenteantes donde habían nacido, bajaron al llano y fueron arrinconados en las afueras de las ciudades. Por segunda vez Cuba vivía la página más criminal de su historia: la reconcentración. Primero lo ordenó Weyler, el sanguinario espadón de la España colonial; ahora lo mandaba Fulgencio Batista, el peor de los traidores y de los asesinos que ha conocido América. El hambre, la miseria, las enfermedades, las epidemias y la muerte, diezmaron a los campesinos reconcentrados por la tiranía; allí murieron niños por falta de atención médica y de alimentación, cuando a unos pasos de ellos estaban los recursos que pudieron salvar sus vidas. La protesta indignada del pueblo cubano, el escándalo internacional y la impotencia de la dictadura en derrotar a los rebeldes, obligaron al tirano a suspender la reconcentración de las familias campesinas de la Sierra Maestra. Y otra vez volvieron a las tierras donde habían nacido, miserables, enfermos y diezmados, los campesinos de la Sierra. Si antes habían sufrido los bombardeos de la dictadura, la quema de su bohío y el asesinato en masa, ahora habían conocido la inhumanidad y barbarie de un régimen que los trató peor que la España colonial a los cubanos de la guerra independentista. Batista había superado a Weyler.
Los campesinos volvieron con una decisión inquebrantable de luchar hasta vencer o morir, rebeldes hasta la muerte o la libertad.
Nuestra pequeña guerrilla de extracción ciudadana empezó a colorearse de sombreros de yarey; el pueblo perdía el miedo, se decidía a la lucha, tomaba decididamente el camino de su redención. En este cambio coincidía nuestra política hacia el campesinado y nuestros triunfos militares que nos mostraba ya como una fuerza imbatible en la Sierra Maestra.
Puestos en la disyuntiva, todos los campesinos eligieron el camino de la Revolución. El cambio de carácter de que hablábamos antes se mostraba ahora en toda su plenitud: la guerra era un hecho, doloroso sí, pero transitorio; la guerra era un estado definitivo dentro del cual el individuo debía adaptarse para subsistir. Cuando la población campesina lo comprendió, inició las tareas para afrontar las circunstancias adversas que se presentarían.
Los campesinos volvieron a sus conucos abandonados, suspendieron el sacrificio de sus animales guardándolos para épocas peores y se adaptaron también a los ametrallamientos salvajes, creando cada familia su propio refugio individual. Se habituaron también a las periódicas fugas de las zonas de guerra, con familias, ganado y enseres, dejando al enemigo sólo el bohío para que cebaran su odio convirtiéndolo en cenizas. Se habituaron a la reconstrucción sobre las ruinas humeantes de su antigua vivienda, sin quejas, sólo con odio concentrado y voluntad de vencer.
Cuando se inició el reparto de reses para luchar contra el cerco alimenticio de la dictadura, cuidaron sus animales con amorosa solicitud y trabajaron en grupos, estableciendo de hecho cooperativas para trasladar el ganado a lugar seguro, donando también sus potreros, y sus animales de carga al esfuerzo común. En un nuevo milagro de la Revolución, el individualista acérrimo que cuidaba celosamente los límites de su propiedad y de su derecho propio, se unía, por imposición de la guerra, al gran esfuerzo común de la lucha. Pero hay un milagro más grande. Es el reencuentro del campesino cubano con su alegría habitual, dentro de las zonas liberadas. Quien ha sido testigo de los apocados cuchicheos con que nuestras fuerzas eran recibidas en cada casa campesina, nota con orgullo el clamor despreocupado, la carcajada alegre del nuevo habitante de la Sierra. Ese es el reflejo de la seguridad en sí mismo que la conciencia de su propia fuerza ha dado a los habitantes de nuestra porción liberada. Esa es nuestra tarea futura: hacer retornar al pueblo de Cuba el concepto de su propia fuerza, de la seguridad absoluta en que sus derechos individuales, respaldados por la Constitución, son su mayor tesoro. Más aún que el vuelo de las campanas, anunciará la liberación el retorno de la antigua carcajada alegre, de despreocupada seguridad que hoy ha perdido el pueblo cubano.

Che Guevara

(1959)

Cubanos y soviéticos en la misma trinchera



Acerca de la recepción, instalación y retirada de los cohetes que desataron la Crisis de Octubre de 1962, habla el coronel Osvaldo Fernández Rodríguez, responsabilizado con el traslado y seguridad de esas armas hasta los lugares de emplazamiento

Felipa Suárez Ramos

En los momentos difíciles se consolidan las grandes amistades; de ello da fe el hoy coronel de la reserva Osvaldo Fernández Rodríguez, en cuyos recuerdos, transcurrido medio siglo, son recurrentes las figuras de Statsenko, Sidorov, Burlov, Esin, Soloviok, Kurinnoi, Ternov, Stepan, Osadchii, Shornikov y Garbuz, entre otros oficiales soviéticos con quienes se relacionó durante los preparativos para la instalación de los cohetes estratégicos en Cuba, en el verano de 1962.
Con ellos compartió la revisión de las vías que conducían a los lugares de emplazamiento ya seleccionados; la incertidumbre de la crisis desatada por Estados Unidos cuando supo de la presencia de esas armas en suelo cubano, y el doloroso impacto que para todos representó el retorno de estas a su lugar de origen.
A mediados de agosto de ese año, a Fernández Rodríguez, quien había sido jefe de las Patrullas de Carreteras del Ejército Rebelde, se le ordenó escoger un grupo de motociclistas para una misión muy especial. Tras seleccionar 15 compañeros, a finales de ese mes se presentó en el lugar indicado, Trinidad, donde a principios de septiembre le informaron acerca del arribo de unos equipos cuyo traslado y seguridad hasta su lugar de destino estaban bajo su responsabilidad.
“La palabra cohete no se mencionó en ningún momento, pero de inmediato me percaté de que se trataba de ese tipo de arma. Por esos días conocí al general de brigada Igor Statsenko, jefe de la 51 División de Cohetes Estratégicos que se trasladaría a nuestro país como parte de la Operación Anadir, en virtud de la cual desde julio de 1962 a Cuba entraron tanques, cohetes antiaéreos, artillería y submarinos, con sus correspondientes dotaciones, así como regimientos de infantería, en tal proporción que para fines de diciembre de ese año en la isla había más de 40 mil militares soviéticos de las distintas armas”.

Ubicación de los cohetes

También a principios de septiembre, en unión de un grupo encabezado por Statsenko, Osvaldo inició un recorrido destinado a visitar los sitios donde serían levantados los emplazamientos.
“Determinados los lugares, todos en colinas y desde el centro del país hacia el occidente, se impuso reubicar a los vecinos en otras localidades.
“Se construyeron cinco emplazamientos: tres para los regimientos de cohetes R-12, de más de 2 mil kilómetros de alcance, en las zonas de Calabazar de Sagua y Los Palacios, en las entonces provincias de Las Villas y Pinar del Río, respectivamente; y dos para los R-14, de un alcance de más de 4 mil kilómetros. Cada regimiento contaba con dos grupos, y un total de 14 cohetes.
“Es preciso esclarecer que los R-14 jamás llegaron a Cuba, aunque sí sus ojivas, y sus emplazamientos estaban listos en Bartolomé, en territorio de Remedios, en Las Villas, y en la Loma del Esperón, en la habanera localidad de Caimito del Guayabal. Pero el desencadenamiento de la crisis determinó que Nikita Jruschov, tras sostener conversaciones con el presidente estadounidense John F. Kennedy —sin tener en cuenta las posiciones de Cuba—, ordenara su retorno cuando los barcos donde ambos regimientos eran trasladados se encontraban a la altura de las islas Azores.
“La seguridad interior de los emplazamientos correspondía a los soviéticos, y la exterior, a los cubanos.
“El primer envío, de seis R-12, arribó en el buque Omsk por el puerto de Casilda, el 9 de septiembre, y fueron llevados hacia Sitiecito, en lo que se llamó el regimiento del coronel Iván Sidorov —se les daba el nombre del jefe—, tras haber recorrido anteriormente el itinerario para revisar el estado de las carreteras, puentes y curvas con vistas a establecer las áreas de viraje, porque los cohetes medían más de 24 metros de largo. Ese regimiento fue el primero en declararse en plena disposición combativa, el 18 de septiembre, con sus cohetes repartidos entre Sitiecito y Encrucijada.
“Le siguieron los barcos Poltava, por Mariel, y Kimovck, también por Casilda, los días 16 y 22 de ese mes, ambos con ocho cohetes; y por Mariel, el Krasnograd y el Oremburg, el 2 y el 6 de octubre, respectivamente, cada uno con seis; y de nuevo el Omsk, el 16 del propio mes, con siete. Sumaron en total 42 cohetes, seis de ellos de instrucción. A Sitiecito correspondieron 14 y el resto a los emplazamientos de Santa Cruz de los Pinos y Candelaria, en Pinar del Río.
“Las ojivas nucleares de los dos tipos de cohetes, 76 de un megatón cada una, llegaron en dos barcos por el puerto de Mariel, los días 4 y 23 de octubre, y se les trasladó para la llamada loma del Padre Testé, en la zona de Bejucal, en La Habana, sede del estado mayor de la 51 División. Allí quedaron protegidas en furgones climatizados, hasta su envío hacia los puntos de emplazamiento, lo cual no ocurrió hasta el 26 de octubre cuando, por el cariz que presentaba la situación, fueron llevadas a los emplazamientos, pero nunca se llegaron a colocar”.

Orden acatada, pero no compartida

Narra el coronel Fernández Rodríguez que el día más triste fue el 28 de octubre, cuando el general Igor Statsenko recibió la orden de desmantelar los cohetes y para el 10 de noviembre tenerlos ya en los barcos, en camino hacia la Unión Soviética.
“La noticia impactó a todos. Vi llorar a jefes de alto nivel, como el teniente coronel Yuri Soloviok, jefe del regimiento de Santa Cruz de los Pinos; al general de brigada Leonid S. Garbuz, jefe de disposición combativa de la Agrupación de Tropas Soviéticas; al coronel Serguei S. Shornikov, jefe de la seguridad y traslado por la parte soviética; al propio general Statsenko… El primer cohete salió el 3 de noviembre, por Mariel, y el último, el día 9, por Casilda; las ojivas fueron reembarcadas por Isabela de Sagua.
“Claro que se trataba de altos jefes militares y, por disciplina, no podían manifestarse contra la orden recibida, pero yo, que conviví con ellos, aprecié su inconformidad. En el momento en que se desmontaban los cohetes en Sitiecito, Sidorov me comentó que la orden había llegado de las altas esferas, y no olvidaré jamás que tan solo me miró y bajó la cabeza cuando le dije: ‘Los amigos se van y el enemigo se queda’.
“En realidad, para aquellos hombres con quienes inicié entonces una amistad que aún se mantiene, y que ya en algunos casos ha interrumpido la muerte, representó una decisión dolorosa porque estaban dispuestos a luchar a nuestro lado hasta las últimas consecuencias.
“Recuerdo que el 22 de octubre, cuando estalló la crisis, Fidel decretó el estado de alerta a las tres y cincuenta de la tarde, y la alarma de combate, a las cinco y treinta y cinco.
“De inmediato fui para el estado mayor de la 51 División y me encontré con que todos estaban vestidos de verde olivo, determinados a cumplir lo prometido si Estados Unidos atacaba la isla: habían asegurado que en ese caso combatirían en composición de agrupación y, de acuerdo con el desarrollo de los acontecimientos, en calidad de división, después como regimiento y por último, si era preciso, marcharían con nuestro pueblo a las lomas.”

viernes, 5 de octubre de 2012

Sin olvido. Crímenes en La Higuera.



Durante la noche y la madruga del día 9 de octubre de 1967, en la escuelita de paja y barro de La Higuera, permanecieron como prisioneros de guerrra, el Comandante Ernesto Che Guevara y el boliviano Simeón Cuba, Willy y gravemente herido Alberto Fernández Montes de Oca ( Pacho o Pachungo). Según el testimonio de pobladores de La Higuera al filo de la media noche falleció Pacho.
Al amanecer del 9 de octubre, entró al aula la maestra Julia Cortés, quien influida por los militares, tenía la intención de insultarlo y pedirle que saliera de allí. El Che habló suavemente con ella; hubo un intercambio de preguntas y respuestas. Ella quedó sorprendida y convencida de que estaba en presencia de un hombre totalmente diferente a como los militares le informaron. Salió del aula cuando un oficial, le pidió que se alejara, porque iba a aterrizar un helicóptero. Eran las 6:30 de la mañana.
Del aparato descendieron el Coronel Joaquín Zenteno Anaya y el agente de la CIA de origen cubano Félix Ismael Rodríguez Mendigutía, que se hacía llamar Félix Ramos. Zenteno Anaya, en compañía del agente, se dirigió a donde estaba el Che y habló brevemente con él. Poco después Félix Rodríguez, en forma agresiva comenzó a insultar al Comandante Guevara, e intentó maltratarlo con violencia. Militares que presenciaron este encuentro, manifestaron que parecía que el Che conocía a esta persona y sus antecedentes contrarrevolucionarios, porque respondió con desprecio a sus insultos, lo trató de traidor y mercenario.
A las ocho y media, aproximadamente, el agente de la CIA instaló un equipo completo de una pequeña planta de transmisión de gran alcance, para enviar un mensaje cifrado a la CIA; posteriormente, montó una máquina fotográfica sobre una mesa al sol, para fotografiar el Diario del Che y otros documentos.
En las primeras horas de la mañana del 9, el dictador boliviano René Barrientos recibió una llamada telefónica desde Washington. Era de su ministro de Relaciones Exteriores doctor Walter Guevara Arce, quien participaba en una reunión de la OEA en la capital norteamericana.
Sobre esta conversación el excanciller expresó: “Cuando circuló la noticia de que el Che cayó prisionero, llamé por teléfono a Barrientos y le dije: 'Me parece vital que se conserve la vida del Che Guevara. Es necesario que en este sentido no se cometa ningún error, porque si así fuera, vamos a levantar una mala imagen que no la va a destruir nadie, en ninguna parte del mundo. En cambio, si usted lo mantiene preso en La Paz, cierto tiempo, el que sea necesario, será más conveniente, porque la gente se pierden cuando están en las cárceles, pasa el tiempo y después se olvidan.'
“La respuesta fue inmediata, él me dijo: 'Lamento mucho doctor, su llamada ha llegado tarde. El Che Guevara ha muerto en combate'. Esa fue la respuesta.
“Lo sentí profundamente, no solo por el hombre, sus características, las similitudes de apellido, sino porque me pareció un error político muy serio y me sigue pareciendo un error político muy serio, en el cual hubo muchas influencias externas, para que se cometiera este error.
“Yo estuve algo más de una semana en Washington y comencé a percibir una gran cantidad de hechos como consecuencia de la muerte del Che. El Che cayó herido, fue tomado preso. Estuvo toda la noche del día 8 de octubre. Vino la noticia a La Paz y más allá también...
“En todo este absurdo se jugaron fuerzas exteriores muy graves, para que darle más vuelta a la cuestión.” Concluyó el doctor Guevara Arce.
Mientras en La Paz, en las primeras horas de la mañana del día 9, llegó al Gran Cuartel de Miraflores Alfredo Ovando, ya se encontraban en el lugar altos oficiales, explicó que el Che se encontraba preso en La Higuera. Sucesivamente fueron llegando el comandante de la fuerza Aérea y el de la Naval. Cuando arribó el dictador Barrientos, sostuvo una reunión privada con los generales Alfredo Ovando y Juan José Torres. Después entraron los demás militares.
Barrientos, con el deliberado propósito de comprometer a los miembros del Alto Mando militar en la decisión, planteó el punto de la eliminación física del Che. Lo expuso como decisión, no para someterlo a discusión. Concluida la reunión se envió una instrucción cifrada a Vallegrande y Ovando se dirigió hacia el aeropuerto, donde en un avión TM‑14 partió hacia esa ciudad. Con él viajaron el contralmirante Horacio Ugarteche, los coroneles Fernando Sattori y David La Fuente, el teniente coronel Herberto Olmos Rimbaut, los capitanes Oscar Pammo, Ángel Vargas y René Ocampo.
Alrededor de las 10 de la mañana, en el humilde caserío de La Higuera, el agente de la CIA Félix Rodríguez recibió un mensaje cifrado, en cuyo texto estaba el código establecido para actuar contra la vida del Che. El agente de la CIA, en compañía de Andrés Sélich, se dirigió a donde se encontraba el Guerrillero Heroico. Estaba de guardia el joven Eduardo Huerta Lorenzetti, quien en la madrugada arropó al Che con una manta, porque hacia mucho frío , le dio un cigarro y conversó con él.
El agente de la CIA le ordenó que se retirara del lugar y el joven oficial obedeció, pero observó cuando Félix Rodríguez tratando de interrogarlo, lo zarandeó por los hombros para que hablara, le haló bruscamente por la barba y le gritó que lo iba a matar.
Huerta contó a sus amigos que como tenía que proteger la vida del prisionero, trató de evitar los malos tratos del agente de la CIA. En el forcejeo este se cayó y desde el suelo le gritó enfurecido: “¡Me la pagarás bien pronto, boliviano de mierda, indio salvaje, estúpido!”. Huerta intentó golpearlo pero Sélich se interpuso.
Unos minutos después, desde la zona de combate, trajeron el cadáver del guerrillero boliviano Aniceto Reynaga y prisionero al peruano Juan Pablo Chang‑Navarro, el Chino. El agente de la CIA empleó la violencia para que el guerrillero hablara, lo que no consiguió. En la revista española Interviú, de 30 de septiembre de 1987, refieren cómo Rodríguez utilizó una bayoneta contra el guerrillero peruano.
En conversación con Modesto Reynaga, hermano de Aniceto, efectuada en la ciudad de La Paz el 9 de septiembre del actual año (2012) manifestó que por diversas informaciones conoció que su hermano fue llevado herido a La Higuera y allí fue asesinado. Indicó que en Buenos Aires pudo conversar con el General Juan José Torres y este le confirmó la información.
Aproximadamente a las 11 de la mañana el agente de la CIA transmitió la decisión final de eliminar al Che al general Joaquín Zenteno Anaya. Poco después Ninfa Arteaga, esposa del telegrafista de La Higuera Humberto Hidalgo y en cuya casa acampaban los oficiales bolivianos, junto con su hija, la maestra Élida Hidalgo, fueron hasta a la escuelita a llevarles una sopa de maní al Che y a los otros dos guerrilleros.
Ella narró: "Los militares primero me negaron que entrara; pero yo cociné para todos, y les dije que para ellos y para los guerrilleros también era la comida. Pero a mí, como todo el mundo en La Higuera me hace caso, yo dije: este señor esta preso y tiene que comer y si no me dejan entrar para que el Che coma, no le voy a dar comida a nadie, porque la comida es mía y yo misma la cociné.
"Yo hice una sopa de maní. Los militares dijeron que yo entrara donde el Che. Dije que me dejaran sola con él para que pudiera comer tranquilo. Le solté las manos, las tenía amarradas. Él se interesó por saber si los demás guerrilleros habían comido también. Yo le dije que habían comido.
"El Che me miró tan tierno, con mirada de agradecimiento que yo nunca podré olvidar como el Che me miró. Los militares no miraban así.- Ninfa llora - Cuando yo tengo un problema grande, yo lo llamó a él, yo veo su mirada y el Che me responde..."
Zenteno Anaya le pidió a Félix Rodríguez, que se ocupara de ejecutar la orden de la eliminación física del Che, que si deseaba podía hacerlo. El agente de la CIA decidió, en compañía de Andrés Sélich, buscar entre los soldados cuáles querían ofrecerse. Aceptaron Mario Terán, Carlos Pérez Panoso y Bernardino Huanca, los tres entrenados por los asesores norteamericanos y que en la madrugada borrachos, quieran asesinarlo.
En entrevistas de prensa, Mario Terán declaró que cuando entró al aula ayudó al Che a ponerse de pie; que estaba sentado en uno de los bancos rústicos de la escuela y aunque sabía que iba a morir, se mantenía sereno. Terán afirmó que él se sintió impresionado, no podía disparar porque sus manos le temblaban. Dijo que los ojos del Che le brillaban intensamente; que lo vio grande, muy grande y que venía hacia él; sintió miedo y se le nubló la vista, al mismo tiempo, escuchaba como le gritaban: “¡Dispara cojudo, dispara!”
A Terán le volvieron a dar bebidas alcohólicas; pero aún así no podía disparar. Los oficiales Carlos Pérez Panoso y Bernardino Huanca dispararon contra el guerrillero peruano Juan Pablo Chang‑Navarro y el boliviano Willy Cuba.
Nuevamente los oficiales bolivianos y el agente de la CIA compulsaron a Mario Terán para que disparara. A los periodistas les contó que cerró los ojos y disparó, después hicieron lo mismo el resto de los presentes. Ya habían pasado unos 10 minutos aproximadamente de la una de la tarde del día 9 de octubre de 1967. El agente de la CIA disparó también sobre el cuerpo del Che. Cometido el crimen Zenteno Anaya regresó a Vallegrande.
Los aldeanos aterrorizados por las acciones del ejército lentamente se acercaron temerosos, mostraban desconcierto ante el increíble hecho del que fueron testigos. Para los pobladores de La Higuera, un caserío pacífico, religioso y supersticioso, no era cristiano que se asesinaran a seres humanos y empezaron a murmurar con espanto que un castigo de Dios vendría a La Higuera por culpa de los militares.
Alrededor de las 14 horas del 9 de octubre de 1967, aterrizó el helicóptero en Vallegrande, del cual descendió Zenteno Anaya, lo estaban esperando los agentes de la CIA de origen cubano, Gustavo Villoldo Sampera, que se hacía llamar Eduardo González y Julio Gabriel García, y los bolivianos Roberto Toto Quintanilla y Arnaldo Saucedo Parada. Zenteno se dirigió hacia donde se encontraba Ovando con el resto de la comitiva que había llegado de La Paz. Los agentes de la CIA recogieron los documentos de los guerrilleros para efectuar un inventario.
El helicóptero regresó a La Higuera para trasladar a los muertos, pero con órdenes expresas de que el Che fuera el último.
En el humilde caserío de La Higuera, testigo del asesinato del Comandante Ernesto Che Guevara, del peruano Juan Pablo Chang Navarro y del boliviano Simeón Cuba, y de resultar ciertas las confesiones del General Juan José Torres también la de Aniceto Reynaga, narraron que los acontecimientos conmocionaron a los pobladores. Algunos soldados, arrastraron el cadáver antes de ponerlo en la camilla, para trasladarlo hasta el sitio en que lo recogería el helicóptero llegado desde Vallegrande.
Los vecinos de La Higuera y algunos militares reaccionaron indignados cuando un soldado con un palo trató de golpear el cuerpo del Che, entonces cubrieron el cadáver con una frazada; el sacerdote Roger Shiller rezó una oración y se dirigió a la escuelita, lavó la sangre y guardó los casquillos de balas con que lo asesinaron.
A las 4 de la tarde partió el helicóptero piloteado por el mayor Jaime Niño de Guzmán, transportaba, en una camilla de lona, el cuerpo del Guerrillero Heroico. Media hora más tarde aterrizaba en Vallegrande. A través de varios reportajes de los corresponsales de prensa, se conoce la repercusión que provocó en Vallegrande la llegada del cadáver.
Daniel Rodríguez, corresponsal del periódico El Diario de la ciudad de La Paz, escribió que la noticia del arribo de los restos del Che Guevara conmovió a la población, que en número crecido se trasladó hasta la pista y luego al hospital. La multitud trató de arrebatar el cadáver, pero efectivos del ejército tuvieron que esforzarse para evitar el asalto. El pueblo se volcó a la pista y estaba decidido a no permitir el traslado del cuerpo para ninguna parte, los militares desamarraron el cuerpo, sujeto a la plataforma externa del helicóptero y rápidamente lo introdujeron en una ambulancia que a toda velocidad lo condujo al hospital “Señor de Malta”.
Christopher Rooper, corresponsal de la agencia de noticias Reuter, desde Vallegrande trasmitió: “El cadáver fue retirado del helicóptero e introducido en un furgón Chevrolet que, perseguido por ansiosos periodistas que se habían trepado al primer jeep que encontraron a mano, se dirigió hacia un pequeño local que hace las veces de morgue en esta localidad. Se hicieron esfuerzos por impedir que espectadores y periodistas penetraran al recinto. En la puja se destacó particularmente un individuo rollizo y calvo, de unos 30 años, quien, aunque no llevaba insignia militar alguna sobre su uniforme verde oliva, parecía haberse hecho cargo de la situación desde el momento que el helicóptero aterrizó. Esta persona viajó, asimismo, con el cadáver, en el furgón Chevrolet. Ninguno de los jefes militares reveló el nombre de dicha persona, pero versiones locales aducen que se trata de un exiliado cubano que trabaja para la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA)…”
El periodista inglés Richard Gott, del periódico The Guardian de Londres, en su información relató acerca de la presencia de la CIA en esa población, al manifestar que desde el momento en que el helicóptero aterrizó, la operación fue dejada en manos de un hombre en traje de campaña, quien ‑ y todos los puntos convergen ‑ era incuestionablemente uno de los representantes del servicio de inteligencia de Estados Unidos y, probablemente, un cubano. Y añadió:
“El helicóptero aterrizó a propósito lejos de donde se había reunido un grupo de personas y el cuerpo del guerrillero muerto fue trasladado a un camión....”
“Nosotros comandábamos un jeep para seguirlos y el chofer se las arregló para atravesar las verjas del hospital, donde el cadáver fue llevado a un cobertizo descolorido que servía de morgue.
“Las puertas del camión se abrieron de repente y el agente americano saltó, emitiendo un grito de guerra: '¡Vamos a llevárnolos para el demonio o para el carajo, lejos de aquí!'
“Uno de los corresponsales le preguntó de dónde venía él. '¡De ninguna parte!', fue la respuesta insolente.
“El cuerpo vestido de verde olivo con un jacket de zipper fue llevado al cobertizo. Era indudablemente el Che Guevara.
“Soy quizás una de las pocas gentes que lo ha visto vivo. Lo vi en Cuba en una recepción de la embajada en 1963, y no tengo duda de que era el cuerpo del Che Guevara.
“Tan pronto como el cuerpo llegó a la morgue, los médicos comenzaron a inyectarle profilácticos. El agente americano hacía esfuerzos desesperados para aguantar a las masas. Era un hombre muy nervioso y miraba iracundo cada vez que una cámara era dirigida hacia él. Él conocía que yo sabía lo que él era, y sabía también que yo creía que él no debía estar allí, ya que esa es una guerra en la cual los Estados Unidos no debían tomar parte.
“Sin embargo, estaba aquí este hombre, que ha estado con las tropas en Vallegrande, hablando con los oficiales de mayor graduación en términos familiares.”
El periodista Richard Gott afirmó que el comandante Ernesto Che Guevara irá a la historia como la figura más grande desde Bolívar, para luego añadir: “Él fue quizás la única persona que tratase de encaminar las fuerzas radicales en todo el mundo en una campaña concentrada contra Estados Unidos. Ahora está muerto pero es difícil imaginar que sus ideas mueran con él.”
El agente de la CIA Gustavo Villoldo en compañía de Toto Quintanilla llevaron el cadáver hasta la lavandería del hospital “Señor de Malta”, al depositarlo en el piso, el agente demostrando su condición moral le dio una patada; después, cuando lo subieron al lavadero, le golpeó el rostro. Por su parte, Toto Quintanilla tomaba las huellas dactilares y ordenaba que fuera llamada una enfermera.
Esa noche estaba de guardia Susana Osinaga, quien, con ayuda de Graciela Rodríguez, lavandera del hospital, procedió a lavar el cuerpo del Guerrillero Heroico.
Los médicos José Martínez Caso y Moisés Abraham Baptista extendieron el certificado de defunción. Por disposición de los militares, le suprimieron la hora del fallecimiento. De igual manera obligaron a los médicos a realizar la autopsia y a inyectarle formol, para esperar el arribo de un equipo de peritos argentinos.
En el hotel Santa Teresita de Vallegrande, los agentes de la CIA y los militares bolivianos festejaron la muerte del Che. Félix Rodríguez abrió una botella de whisky y brindó a los presentes.
Mientras en el caserío de La Higuera, el sacerdote Roger Shiller convocó a los pobladores para oficiar una misa por el Che Guevara y sus compañeros asesinados. Todos asistieron llevando velas. El silencio fue absoluto y muy impresionante, nadie entendió por qué fueron asesinados. El sacerdote pronunció las siguientes palabras: “Este crimen nunca será perdonado. Los culpables serán castigados por Dios.”

Froilán González y Adys Cupull.

El pensamiento económico del Che.



Un libro salvado del mar

Prólogo a "Ernesto Che Guevara, hombre y sociedad. El pensamiento económico del Che", de Carlos Tablada


“Y poderte decir lo que aquí no he podido decirte

Hablar como un árbol, con mi sombra hacia ti

Como un libro salvado del mar

Como un muerto que aprende a besar

Para ti, para ti”

Silvio Rodríguez

En Glosas al pensamiento de José Martí, Julio Antonio Mella, el más intenso de todos los cubanos, señaló:
Hace mucho tiempo que llevo en el pensamiento un libro sobre José Martí, libro que anhelaría poner en letras de imprenta. Bien lejos de todo patriotismo, cuando hablo de José Martí siento la misma emoción, el mismo temor que se siente ante las cosas sobrenaturales.
Este libro, según mi ver, está aún por escribirse.
Por fortuna el Che no ha corrido la misma suerte. El libro de Carlos Tablada es al menos uno de aquellos libros que debió ser escrito, que nos hacen sentir al Che en combate, pertinaz y útil, lejos de todo el ecumenismo y la retórica con que en más de una ocasión, más bien en muchas ocasiones, nos quieren ofrecer al Che. Estamos frente a uno de esos libros en los cuales no habla el autor, sino el alma del protagonista.
Mi relación con estas letras es algo peculiar. Me lo he leído ahora recientemente. De tal suerte que para mí este libro está recién sacado del horno de la historia. Se escribió ayer. Me siento cuajada de asombro y felicidad, pues es un libro que utiliza las categorías económicas con el sólo pretexto de presentarnos a una criatura con la dosis más elevada de coherencia y compromiso frente al más noble de los empeños humanos: la revolución.
Entonces permítanme narrarle una primera experiencia personal.
En 1986, después de haber estado por tres años en la Alemania del Este estudiando Física, llegué a La Habana sin aceptar el socialismo. La ex-RDA era sin embargo un ejemplo del “bien” vivir. El sistema era satisfactorio para los más exigentes. Los beneficios materiales de aquella sociedad eran excelentes. El transporte, el poder adquisitivo, el sistema de salud, la educación. Sin embargo, pocos eran los jóvenes que no vieran en la vecina RFA motivos para tratar de emigrar, chocolates más sabrosos, jabones más olorosos... Se extendió una máxima que decía que mientras más cosas y mejores, más socialismo. Luego me enteré que era esa una máxima de Stalin cuando decía que la URSS era superior al capitalismo porque producía más acero.
Como justamente el Che señaló, aquel sistema estaba “fuera del hombre”. El 5 de diciembre de 1964 afirmó:
Y por ejemplo, aquella cosa tan interesante, yo no sé si ustedes siguen bien la política internacional, pero aquella cosa tan interesante que el compañero Jruschov había dicho en Yugoslavia, que incluso mandó a gente a estudiar y qué sé yo. Pues eso que él vio en Yugoslavia y que le pareció tan interesante en Estados Unidos está mucho más desarrollado porque es capitalista. (...) En Checoslovaquia y en Alemania ya se empieza a estudiar también el sistema yugoslavo para aplicarlo.
Para diseñar un sistema tal, lo supe después, el dinero y sus categorías eran lo más oportuno. No se precisaba una nueva manera de relaciones humanas para producir. Y ese sistema, que no precisaba del hombre, se creó mucho antes, desde que Colón decidió que la Tierra era un globo (la globalización por cierto viene desde entonces).
Decidí en aquel verano revelador de 1986 que no sería partidaria de una sociedad semejante. Eso era para mí el socialismo... Era supuestamente, como me dijeron muchos valiosos compañeros al marcharme a Europa “que viajaría en la máquina del tiempo”, que Cuba dentro de unos 30 años sería una República Democrática Alemana tropical.
Además de todo esto estudié Física. La Física entre otras ventajas te obliga al menos a una lógica elemental y al uso ineludible de la estadística. Era lo mismo, con más o menos cantidad de jabones y chocolates lo que sucedía en todos los países socialistas que tuve oportunidad de visitar.
Si para allí iría la sensible tierra de Martí y por aquel patético estado vegetativo no se había quitado Fidel jamás su traje de guerrilla, a mí por lo pronto, que me sacaran de la lista. La falta de compromiso, la “alienación” de la juventud, el fetichismo por los bienes del enigmático Occidente eran el objetivo a alcanzar. Entonces más me valía la pena volver a la Revolución francesa y a las ideas de Rousseau, y sentir que el Octubre de 1917, fue un episodio menor y mal calculado.
No estoy exagerando. Pertenezco a una generación de cubanos que se hizo joven dentro de la mayor apología al socialismo real (por llamarlo así). La apología llegaría al límite de mandar a decenas de miles de jóvenes a terminar su formación académica en aquellas sociedades socialistas y hacerles ver que aquello sería el futuro de la patria.
Pertenezco precisamente a esa generación nacida en la década de los emblemáticos sesenta dentro de la Revolución cubana y que tuvo que decidir en los noventa, al cumplir 30 años, hacerse militante de un partido comunista, cuando decenas de millones de camaradas en otras latitudes hacían precisamente lo contrario.
Somos de la generación que creyó ver en un primer inicio que la perestroika, la glasnot, y todas esas tristes apariciones significaban la lucha contra las sociedades burocratizadas de la Europa del Este. Aquel sueño se desvaneció y en medio de las mayores penalidades económicas de una isla lanzada a su suerte, muchos de nosotros pensamos que el mundo se dividía entre las leyes del mercado o en aquella cárcel ideológica y dogmática que luego supe llamarla estalinismo. Fue una de las peores tempestades éticas en la historia del hombre.
No terminaré de agradecerle a mi padre que me diera dos viejos libros que relataban los avatares del bolchevismo traicionado. ¡Qué falta me hubiese hecho el libro de Tablada en aquel entonces!
Justo antes de la muerte total, como si se tratase del llamado “veranillo de otoño” de los moribundos aparece el libro de Tablada, escoltado por el “proceso de rectificación de errores y tendencias negativas”, no de Cuba, sino de la práctica socialista mundial. Mas eso no lo supe hasta hace muy poco.
Porque en aquella desesperación juvenil no tuve quizás la grandeza de alma o la pericia para saber que en ese mismo año, en uno de los discursos más luminosos y necesarios de Fidel Castro se estaba decidiendo la suerte del socialismo. Como un último grito el “proceso de rectificación de errores y tendencias negativas” estaba dando la última luz de esperanza a la práctica de la hazaña de Lenin. Porque no es verdad que en Cuba se empezó a fabricar un socialismo “a la cubana”. Si de algo carece el socialismo, si algo lo distingue de manera cualitativa de todos los sistemas anteriores, es no contenerse en fronteras. “Nuestro socialismo”, como a veces he escuchado, es una gran paradoja, pues el socialismo nació para ser internacional. Ese proceso que se hizo en la ligera isla de Cuba, fue el único proceso sincero de rectificación para el socialismo del siglo xx.
Un “libreto” de aquel hermoso episodio, por salvar la práctica socialista, fue el libro de Carlos Tablada, el cual después de muchas vicisitudes para su publicación había sido distinguido con el premio Casa de las Américas 1987.
En nombre de esa generación ideológicamente desesperada, aturdida por el estalinismo, confundida con la perestroika es que le agradezco formalmente a Carlos Tablada que haya salvado este libro del mar.
Sí, porque lo que hizo Tablada fue salvar estas letras de la tempestad, poseído por el fantasma del Guerrillero Heroico, que quiso dejar sentado precisamente en aquel momento, preámbulo del desastre del socialismo, que las ideas de Marx eran viables, que la Revolución de Octubre pudo triunfar, pero que aquella revolución fue traicionada.
Porque a pesar de ser un libro de categorías económicas, es un libro ideológico, de combate, es libro que tal vez debió publicarse mucho antes, allá cuando “fuimos” vencidos por el cálculo económico y pensábamos, como mis colegas alemanes, que la sociedad socialista era producir mejores jabones.
Porque aún se sigue difamando al Che, incluso entre camaradas.
Por un ala, muchos militantes aluden a él como un ejemplo de foquista valiente, que no conocía los “métodos” leninistas de lucha y que su pensamiento económico en el período de transición se reducía a “exagerar” los valores morales. Lo sentencian a ser un gran revolucionario, pero incapaz de entender la realidad social a la que se orillaba, que en el mejor de los casos había cursado un escuálido ABC de teoría marxista, y que supeditaba la transición al socialismo al “trabajo voluntario”.
Aprovecho el espacio para referirme tangencialmente a esto, pues es motivo de dolor profundo que militantes del mundo no logren aún asumir al Che como un creador más del marxismo: ¿De dónde se extrajo la palabra foquismo? Dice Néstor Kohan en el libro Ernesto Che Guevara: Otro mundo es posible que puede ser a partir de un ensayo antológico del converso francés Régis Debray.
Pero, no está mal la palabra, aunque estoy segura que muchos no han perseguido el origen último de la misma. La definición más seria que puedo encontrar de “foco” es la geométrica. Los focos son los que en último caso definen los puntos del plano que constituyen una elipse. La elipse es una figura de trascendental importancia para nuestra existencia. Baste recordar acá la Primera Ley de Johannes Kepler, el brillante astrónomo alemán del siglo xvii. “Los planetas giran alrededor del Sol en órbitas elípticas en las que el Sol ocupa uno de los focos de la elipse”. ¡Muy bien! Si es así el “foco” del Che Guevara, es nada más y nada menos que el equivalente al Sol gracias al cual giramos llenos de luz y calor elípticamente.
Y los de la esquina opuesta, sin tan siquiera levantar la voz ante tanta mentira, o al menos ignorancia, le compran una cómoda corona de espinas y lo inscriben en el Congreso de la Historia en la frase sacada de contexto “soñar lo imposible” sin mencionar los verbos hacer y luchar. Estos son los nuevos reformistas, con cierto barniz de revolucionarios, a los que todo les molesta, partidos, historias, compromisos.
Y es imperdonable. El Che fue el hombre en esta Tierra que más cerca estuvo de ser verdaderamente práctico. No sé si habrá soñado lo imposible en alguna noche de estío. Lo que sí creó fue un sistema de ideas económicas, éticas y políticas que dudo que algún político haya podido hacer más pertinente con la realidad de su tiempo y lugar.
Sin tener yo conocimiento de economía, el libro de Tablada me hace entender a la perfección la contundencia de las aportaciones del Che. El sistema socialista no sólo se deberá definir por el destino social de los bienes, sino de qué forma se obtienen, cuales relaciones sociales establecen los hombres en el instante de la producción. Aunque esto es marxismo elemental, no es comprendido en todo su alcance.
La Nueva Política Económica (NEP) de Lenin, en este sentido, fue mucho más que un paso atrás, según mi ver, es prácticamente medio sendero atrás, de donde difícilmente se hubiese logrado regresar.
Deseo proponerles un modelo sencillo:
Vamos a imaginarnos que un Convento de Monjas haya caído en desgracia económica. Y entonces la Superiora convoca a las novicias más hermosas a que se prostituyan para obtener dinero. ¡Eso sí! El dinero proveniente de tal actuación, lo que sin dudas y por esencia las futuras esposas de Cristo llamarían como el Diablo, actuación por lo cual precisamente ingresaron en el Convento, sería utilizado de manera honrada en la restauración de la capilla, en comprar mejores vestuarios a los santos, en propina para los pobres, etc. Las novicias entonces estarán usando lo que odian por sus propios principios para salvar lo que aman. ¿Terminarán estas como vulgares rameras o como monjas salva­doras del Convento?
Si usamos las leyes del mercado para construir una sociedad cuyo objetivo es negarlas, ¿cuál será la sociedad que estamos construyendo? El socialismo tiene que ser renovador, no sólo en la forma de distribuir las riquezas, debe ser más que nada, un sistema diferente para poder obtenerlas. Una nueva forma de relacionarnos durante el proceso productivo.
De esa verdad se dio cuenta el Che. Es lo que nos narra este revolucionario, apasionado y locuaz Ernesto Guevara a través de la tinta jugosa de Carlos Tablada.
Pues ¿dónde se dijo que para producir el hombre se desprende de su subjetividad, su nobleza, su altruismo, antes de entrar a la fábrica? El hombre tiene estómago y sexo de igual manera y en igual proporción que corazón y cerebro. Y de lo que se trata es que el corazón y el cerebro controlen, dispongan, usen las leyes y no viceversa.
Y ahora... que todo es verdad, que el Che tenía razón, que ya el Convento imaginario se ha convertido en el mayor prostíbulo del mundo.... ¿qué importancia pueden tener en la práctica las ideas del Che en cuanto a la edificación del socialismo?
Más que nunca y de manera urgente este libro pasa a ser libro de combate y no de recuerdos que nos pongan a llorar maldiciéndonos por el poco caso que le hicimos todos al Che.
Los pueblos empiezan de nuevo a acomodarse a la izquierda, a veces por mero instinto.
En Venezuela ha triunfado una revolución, y seguro logrará superar aún más su carácter y transitar a ser socialista definitivamente, para evitar una conversión lamentable en una “caricatura de revolución”, para citar nuevamente al Che. Para esto los venezolanos tienen un liderazgo definido, incorruptible con los pies en la tierra y el alma en los pobres y en Nuestra América. Sugiero a mis hermanos venezolanos utilizar el libro de Carlos Tablada, si quieren saber cómo aspiraba a construir el socialismo uno de sus más serios constructores. Ellos no tienen que lidiar con modelos preconcebidos de la izquierda (agotados, destruidos y descalificados por sus propios errores), tienen, sin embargo, la tarea de sabiamente arrasar con los impuestos por la derecha, los cuales ahora inician el largo camino de la extinción. En la tierra de Bolívar están a tiempo de comenzar por el verdadero principio.
Ahora no tendremos más el campo socialista, aquel que tanto tiempo nos hizo perder. De nuestros fracasos ya no podremos culpar a la URSS o al PCUS. Ninguno existe. Han pasado a ser memoria en el mejor de los casos. Esta vez no tenemos oportunidad de volver a equivocarnos, lo que antes fue ingenuidad o desconocimiento, hoy sería mera estupidez, que la historia no va a perdonarnos.
Si con el grito de “Socialismo o Muerte” decidimos nuestra eterna protesta de Baraguá para resistir los embates del imperialismo, en 1987 el discurso de Fidel en conmemoración al xx Aniversario de la caída del Che constituye, según mi modo de ver, la Protesta de Baraguá frente a los métodos imperantes del socialismo en aquel entonces, y dejamos bien claro cuál era la única manera de retomar el camino. El libro de Tablada constituyó su mejor plataforma parafraseando a Antonio Maceo con aquello de “No, no nos entendemos”... ni con la restauración capita­lista ni con el estalinismo que no es la sociedad que quisieron hacer verdad los mejores bolcheviques. Tengo la secreta sospecha que la buro­cra­cia estalinista y las reformas capitalistas son aliadas estratégicas. A veces me temo si no son la misma cosa. Que como dijo el Che, Lenin de vivir más hubiese condenado a la Nueva Política Económica al basu­re­ro, que de Nueva... no tenía ni el nombre. Más bien debería llamarse VPE. Que si Lenin no lo hubiese hecho, la NEP lo hubiese hecho con él.
Esa función tuvo el libro embrujado de Carlos Tablada en julio de 1984, después de quince años investigando y escribiéndolo. Una protesta internacional a nombre de Ernesto Guevara. Tres años después el libro se convertiría en un verdadero oráculo.
Algún día, cuando se pueda contar la historia del socialismo sin llorar demasiado, habrá que colocar en sitio de honor el proceso de rectificación de errores concebido e iniciado por Fidel Castro y el mejor guión para eso será este libro de Carlos.
Mas hoy, a veinte años de aquello... nos toca “reorganizar la guerra”. Mucho antes de lo que pensábamos empiezan las ideas socialistas a colocarse en el fiel del futuro de los pueblos. Hoy este libro y el Che empiezan a convertirse en los clásicos más cercanos y oportunos con los que contamos.
Las puertas del socialismo se empiezan abrir hoy en América Latina. ¡Bienvenido! El Che Guevara es ya imprescindible, quizás uno de los pocos que enseñó con la pluma, el fusil y la conducción de hombres. Un revolucionario que supo conquistar el poder para el proletariado y para todos los desposeídos, supo ejercerlo de manera brillante y supo dejarlo para cumplir con el internacionalismo. Estoy esperando que me pongan un ejemplo de alguien que haya hecho lo mismo.
Pues el Che que marchó a Bolivia fue el mismo que trabajó en el Ministerio de Industria, porque su pensamiento es uno solo. Porque la construcción del socialismo implica la revolución mundial. No existe otra vía. Por eso el Comandante Guevara es uno de los revolucionarios más integrales de toda la historia. Entendió que aun con las puertas que se abrían en Cuba para la construcción del socialismo, esto no sería verdad si se restringía a un solo país. La única revolución que produce un cambio certero de la sociedad es la que se profundiza día a día a la vez que se extiende a otros países.
Lo dice Carlos Tablada en su libro, tal cual lo hubiese dicho el Che:
Che también pensaba que Cuba, sin la Revolución latinoamericana, tenía muy pocas probabilidades de llevar a su fin lo que su pueblo se había propuesto de alcanzar, una sociedad superior en la escala humana en cuanto a la libertad, acceso a la cultura, a la educación, al bienestar material para todos, a una sociedad distinta a la capitalista, y a los regímenes del socialismo real.
Y lo dice de manera magistral Fernando Martínez Heredia en su magnífico prólogo a la edición príncipe de Casa de las Américas: “Esa dimensión indispensable, sin la cual no hay verdadera marcha hacia el socialismo y el comunismo”.
Y claro está en El socialismo y el hombre en Cuba:
El revolucionario, motor ideológico de la revolución dentro de su partido, se consume en una actividad ininterrumpida que no tiene más fin que la muerte, a menos que la construcción se logre a escala mundial.
Aun así, creo recordar que les dijo a sus hijos que después de eso “se irían a la Luna”.
Sin hombre nuevo no hay socialismo que construir, sin internaciona­lismo muchísimo menos.
Las últimas órdenes del Comandante Che Guevara pueden estar en clave.
Esa bala que estremeció al mundo, la escuchó León Trotsky envuelto en las inmejorables páginas de la “Historia de la Revolución Rusa”, ocultas en la mochila de combate que le había ocupado el enemigo unos meses antes junto a sus medicinas para el asma.
Fue el estallido de una nueva era.
Hace unos 14 mil millones de años nació nuestro Universo con un inmenso grito. El que fue bautizado como Big Bang. El grito del nacimiento fue detectado en 1960 por poderosos radiotelescopios y se le llamó “eco del Big Bang”. Con esos equipos podemos “escuchar” el alumbramiento del mundo.
Con el estallido de una bala en una pequeña escuela boliviana nació otra era ideológica. La era donde el Che se convertía en bandera de todos, de absolutamente todo movimiento realmente revolucionario.
Toda una generación escuchó ese grito, y en gran medida le fue fiel. Silvio Rodríguez fue uno de los mejores portavoces de aquel acontecimiento. Lo definió como la era que estaba pariendo un corazón.
Hoy, si somos capaces de afinar los telescopios del compromiso, y somos capaces como nos orientaba Silvio de “dejar la casa y el sillón”, podremos también escuchar la radiación de fondo de esta nueva era.
Lo que ocurrió el 9 de octubre de 1967 será escuchado en los próximos años, cuando el mundo perciba, como la radiación de fondo, que no hay otra solución más sensata y viable que el socialismo. Es además la más apasionante de las soluciones.
Nuestro objetivo, el de los revolucionarios, es potenciar esos radio­telescopios y mostrar ese sonido a
Decir que el Che fue un idealista, en el sentido común que se le da a esta palabra, es una fanfarronería... en el mejor de los casos, en el peor... la mejor arma del enemigo para seguir considerando al Che un Quijote peleando contra los Molinos de Viento. ¡Basta ya! El Che fue a las ideas socialistas lo que Miguel de Cervantes a la literatura...: Cervantes ridiculizó las historias de caballerías y nació así la novela moderna y contagiosa. El Che nos ofreció un marxismo de carne y hueso, real y útil. Libre de la retórica manualista y especulaciones inciertas que monopolizaban prácticamente todos los Partidos Comunistas de aquella época.
Si a esto se agrega el escolasticismo que ha frenado el desarrollo de la filosofía marxista e impedido el tratamiento sistemático del período, cuya economía política no se ha desarrollado, debemos convenir en que todavía estamos en pañales y es preciso dedicarse a investigar todas las características primordiales del mismo antes de elaborar una teoría económica y política de mayor alcance.1
Aunque por supuesto Gramsci fue quien por primera vez le confirió importancia decisiva a la cultura en la construcción del socialismo, el Che es quizás pionero en entender que sin una nueva moral, un nuevo espíritu específicamente en el productor de bienes materiales no se construye la nueva sociedad.
El hombre nuevo fue la gran obra del Che Guevara. Lo grita en este libro. Y como todas las verdades son concretas, a decir de Lenin, esta del Che es elemental.
La moral socialista no la concibe como adorno, como el trabajador que llega a casa después del trabajo y escucha a Verdi. No. Ese hombre nuevo, esa moral nueva es la que se necesita para producir, ella forma parte de la fuerza productiva. Al menos eso es lo que yo siento al leer este libro supuestamente de economía. Este libro que transpira al Che, que se lee con lágrimas en los ojos, y que a diferencia de tantos folletos y lecturas parcializadas debería ser texto obligado para estudiantes de bachillerato. Si se lee a Carlos Tablada se entiende al Che y de verdad que no hay una manera más natural de entender a Carlos Marx y sus categorías económicas que entender los apuntes del Che Guevara, se lee después a Carlos Marx como el segundo capítulo de la novela.
Esta es otra de las virtudes de este libro que llegó a mí tan tarde. Se convertirá en un clásico obligado. Por supuesto no lo digo yo, el mundo lo empieza a decir, no en balde es esta la edición 30 con medio millón de copias vendidas y muchas fotocopiadas pasadas de mano a mano.
Paradójicamente es lo que hubiesen pretendido los “manualistas”, que uno corriera a leerse los clásicos luego de leer sus patéticos escritos. ¿O no? ¿O es que no les interesaba a los responsables del “socialismo real” que leyésemos a los clásicos?
Después de sentir al Che, en voz de Carlos Tablada, uno siente imprescindible el capítulo I de El capital.
Ya por último quiero volver a otra experiencia personal.
Me contaron que hace muchos años Carlos Tablada visitó la casa de mi madre. Mi casa (la única casa que he reconocido como mía) quedaba al lado del mar. En la terraza siempre soplaba el fresco aun en el día más caluroso. Allí sentados los dos, siendo yo una niña, Carlos Tablada le prometió a mi madre que continuaría escribiendo este libro. Yo no recuerdo el episodio, pero me parece ver flotar el cabello espeso de Carlos y ver moverse las manos blancas de Yeyé cuando hablaba con seriedad. Haydée no sabía prácticamente nada de economía, y menos aún del debate antológico entre cálculo económico y sistema presupuestario. De lo que Haydée sabía como pocos era de intuir una empresa. Casi nunca se equivocaba cuando su corazón decidía que algo podría ser importante. Esto implicaba que muchas veces no hubiese una explicación exacta a la defensa de “El pensamiento económico de Ernesto Che Guevara”. Pero yo, que viví a su lado hasta que decidió que no era oportuna su existencia, les puedo entregar una pista: Los proyectos enamorados y casi imposibles eran a los que le concedía los créditos de éxito. Nunca la vi entusiasmada con algo que ya estaba formado, con un ministerio, o un departamento, o un libro cuya publicación sería obvia. Le hizo jurar a Carlos que lo terminara, que encontraría detractores invisibles y poderosos, pero que no lo fuera a abandonar.
El Che constituyó para mi madre la imagen misma de cómo el Cielo está en la Tierra.
Una cosa no le perdonó nunca y es haber sido suficientemente machista para no llevársela con él a Bolivia a compartir juntos el asma. El Che se lo había prometido en la Sierra Maestra, le dijo que tomarían mate.
Es curioso como me contaba mi madre la historia con una molestia muy visible. Desde niñita tuve que entender que ni con mucho éramos mi hermano y yo lo más importante para ella, que había algo difuso y mágico que superaba a sus hijos, su trabajo, su vida al lado de mi padre, la obra que construía Fidel y su pueblo. Ese propósito era la Revolución en el mundo. Tampoco tuvo que leer a Marx o a Trotsky para entender que el Moncada fue tan sólo el inicio de una lucha planetaria. Así era esta mujer irreverente y convulsa que le hizo jurar al joven Carlos que no cejara en el propósito de hacernos sentir al Che en combate con los demonios tristes de la práctica del socialismo real.
Me cuenta Carlos que yo estaba al lado de mi madre cuando él se lo prometió.
Estoy casi segura que en esta incontenible felicidad que me ha embargado al leer al Che a través de la paciente pluma de Carlos, vuela secretamente el fantasma de Yeyé. Por esta felicidad, la verdadera y no la felicidad escuálida de la seguridad material; para que yo no me confunda más, para que siga en el sendero de la revolución sin dudas, segura de la interminable victoria, es que mi madre le hizo prometer no dejar que se aflojara Carlos en la escritura de un libro que sabemos cuántos muros tuvo que derribar.
Entonces yo le agradezco en nombre de mi madre haber cumplido su promesa. Le agradezco también haber seguido siendo aquel jovencito que luchó contra aquellos poderes ocultos. Sé que Haydée está feliz, pues la he sentido innumerables veces en estas asombrosas letras.
Haydée pensó mucho en esta felicidad que le embarga a aquella niñita al sentir que el Che ha salido de los carteles y de las camisetas y estará con nosotros en los difíciles años que le esperan a esta maltrecha generación a la que pertenezco.
Porque en este libro misterioso Carlos Tablada le ha dado voz al hombre más necesario del mundo, y es entonces mi héroe por haber salvado su libro del mar.

1 Guevara, Che... El socialismo y el hombre en Cuba, Ob cit. Tomo I pág. 278.

Celia Hart Santamaría

La Habana, 18 de mayo de 2005.

El Che, por Galeano





Entre quienes amamos al Che es muy conocido El nacedor, ese pequeño texto, esa economía de palabras de Eduardo Galeano, para reafirmarnos en la certidumbre de su eterno nacimiento. Aquí se los regalo, junto a otro igual de diminuto, sobre su primera impresión del Che: una planta que siempre crece, no importa si al sol o a la sombra.

El nacedor

¿Por qué será que el Che tiene esta peligrosa costumbre de seguir naciendo? Cuanto más lo insultan, lo traicionan, más nace. Él es el más nacedor de todos. ¿No será porque el Che decía lo que pensaba, y hacía lo que decía? ¿No será que por eso sigue siendo tan extraordinario, en un mundo donde las palabras y los hechos muy rara vez se encuentran, y cuando se encuentran no se saludan, porque no se reconocen?

Primera impresión del Che

Hay plantas, como el cacao, que crecen al sol, cuando hay, y si no hay crecen a la sombra. Escuché decir que no necesitan sol porque lo llevan dentro. El Che era una de esas plantas, y por eso sigue siendo.
De la primera vez que lo vi, en Punta del Este, hace añares, recuerdo aquel esplendor. Supongo, no sé, que era luz nacida de la fe. Y que no era fe en los dioses sino en nosotros, los humanitos, y en la terrestre energía capaz de hacer que mañana no sea otro nombre de hoy.

Especial de Eduardo Galeano para el Centro de Estudios Che Guevara, a cuarenta y cinco años de la intervención de Ernesto Che Guevara ante la conferencia del Consejo Interamericano Económico Social, el 8 de agosto en 1961 en Punta del Este, Uruguay.

Mundo en crisis

La Habana, capital para la paz



El próximo 15 de octubre se iniciarán en Oslo, Noruega, las negociaciones en busca de la paz en Colombia entre el gobierno de ese país y la guerrilla de las FARC-EP, aunque la mesa de conversaciones no se instalará oficialmente hasta tres días después para sesionar allí durante durante dos semanas y luego trasladarse a la capital cubana, donde continuarán ininterrumpidamente por un plazo máximo de ocho meses.
La confianza que las partes en conflicto depositan en Cuba como sede y garante de las negociaciones es el resultado de tres décadas de esfuerzos del gobierno cubano en busca de la paz en el país suramericano, sacudido por la violencia política desde hace más de sesenta años. El líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, documenta en su libro La paz en Colombia la participación discreta y ética de la Isla, por solicitud de las partes, en los distintos procesos negociadores que se han producido, incluso su aporte a la salida incruenta de momentos muy agudos para el gobierno colombiano, como la ocupación por el M-19 de la embajada dominicana en Bogotá o el secuestro del hermano del expresidente César Gaviria.
A la tranquilidad y seguridad de la capital cubana para las representaciones extranjeras -reconocida hasta por los diplomáticos norteamericanos en los cables revelados por Wikileaks-, se suman la actuación del gobierno de la Isla en procesos anteriores y en las conversaciones exploratorias para el actual. El exembajador colombiano en La Habana, Julio Londoño, dice que Cuba “ha demostrado una gran capacidad para ser facilitador y genera confianza entre las partes”, mientras Clara Nieto, que ocupó el mismo cargo de Londoño entre 1977 y 1980, hace honor a su nombre y afirma con claridad que la Isla “quiere ayudar a Colombia, no sólo por la paz misma, sino porque en su opinión dejaría sin pretextos a Estados Unidos para seguir entrometiéndose en la situación interna de Colombia y de otros países de América Latina”.
La señora Nieto lleva mucha razón cuando habla del interés de Estados Unidos en Colombia como plataforma de su injerencia en América Latina. El mismo libro de Fidel cita abundantemente los hechos que lo demuestran y se apoya en el testimonio del expresidente colombiano Andrés Pastrana sobre cómo a los halcones de W. Bush (Cheney, Rumsfeld y Wolfowitz) les interesaba más la lucha contra la guerrilla que el combate al narcotráfico.
Colombia también fue el país escogido por Kennedy en 1961 para lanzar su “Alianza para el progreso”, un intento fallido por contener las simpatías por la Revolución cubana en el continente. Una prueba de la falsedad y el verdadero objetivo de la publicitada “alianza” es que las promesas de aquella maniobra -reforma agraria, acceso a salud y educación- aún están pendientes y encabezan la agenda de las conversaciones de paz que ahora comienzan, cuyo mayor enemigo -Estados Unidos- es el que puede, con ellas, perder más.

Iroel Sánchez
La pupila insomne