domingo, 7 de septiembre de 2025

Trump despliega una fuerza de tareas en el Mar Caribe y en las costas de Venezuela para anexar a América Latina a la guerra imperialista mundial


Desde poco después de su victoria electoral y la reasunción de la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump ha manifestado el propósito de adquirir, o en su defecto ocupar militarmente, Groenlandia, así como recuperar el control del canal de Panamá. No ocultó, en el primer caso, el interés por apoderarse de las reservas de minerales raros de la Isla, así como combatir “la infiltración” que tenía comprobada de naves de investigación y comercio de China y de Rusia. En el segundo caso, denunció que China se había apoderado del canal panameño, señalando las bases de control naval de una compañía instalada en Hong Kong. Aunque esta firma accedió de inmediato a vender sus tenencias a un conglomerado dirigido por la financiera Black Rock, la operación se encuentra congelada por la intervención del gobierno chino.
 América Latina es un semillero de recursos estratégicos. Como ocurriera en la segunda guerra mundial, cuando la convirtió en una retaguardia de la guerra que el imperialismo norteamericano libraba contra Japón, en el Pacífico, no está dispuesta a permitir que se convierta en un campo de operaciones de China, tanto desde el punto de vista de la guerra económica como de la militar. El despliegue de una flota naval en el sur del Mar Caribe, en la frontera con Venezuela, con transporte de misiles, aviones de reconocimiento con radares poderosos, y con un submarino atómico, pone en marcha esta estrategia. El aniquilamiento de una barcaza con once tripulantes, a la que designó como un transporte de drogas, constituye el primer disparo en el ingreso de América Latina en la guerra mundial. La acción de la flotilla es incuestionablemente un acto de terrorismo internacional, porque la barcaza podía ser abordada sin disparar un tiro. 
 Desde la disolución de la Unión Soviética y la conversión de China en el principal mercado de importación de capitales, el anticomunismo ha dejado de ser la doctrina que amparaba a la intervención norteamericana, como ocurrió con mayor notoriedad en el golpe militar en Brasil, en abril de 1964, y en Chile, en septiembre de 1973. La nueva doctrina pasó a ser “la lucha contra el narcotráfico” y la no menos ‘lucha’ contra el terrorismo internacional. La DEA, de Estados Unidos, tenía, sin embargo, una supervisión completa del negocio de las drogas, y la CIA lo mismo en cuanto al terrorismo. Con ese pretexto, los gobiernos norteamericanos plagaron a Colombia de bases militares, al igual que en Ecuador. Aunque los gobiernos latinoamericanos, incluido el nacional y popular de Argentina, adoptaron legislaciones antiterroristas, el propósito de unificar a los ejércitos de la región en esa cruzada no surtió los efectos deseados por Estados Unidos; varios países, incluida la Argentina, tienen una legislación que veda a las fuerzas armadas a intervenir en acciones militares internas. La flota caribeña de Trump marca un salto hacia adelante, porque inicia acciones militares directas de Estados Unidos en América Latina. Peter Hegseth, el secretario de Defensa de USA, que Trump quiere rebautizar como secretaría de Guerra, acaba de declarar al canal Fox News que el gobierno norteamericano “está concentrando activos militares” en la región y que el aniquilamiento de la barcaza “es sólo el comienzo” (Zerohege, 3/9). El pretexto del narcotráfico (un delito penal) ha pasado a ser un objetivo de guerra militar. 
 Lo dice hoy, claramente, La Nación: Marco Rubio anunció en Ecuador la intención de instalar bases para enfrentar crimen organizado (LN, 5/9). Se refiere a la reinstalación de la base en el puerto de Manta, que fuera desactivada por el expresidente Rafael Correa; Ecuador es fronterizo con Venezuela. Por Ecuador, sin embargo, “transita el 70 % de la cocaína, la mitad va a Estados Unidos (LN); la cuota de Venezuela es muy baja”. Es altamente probable que el proyecto de Trump no varíe del de sus precedentes: actuar como fuerza armada auxiliar en caso de un golpe militar o no contra el régimen contrarrevolucionario de Maduro. Como en la escala contrarrevolucionaria internacional, el imperialismo está en el tope, mientras que Maduro ocupa la zona del descenso, la defensa incondicional de Venezuela es tanto o más válida que la de Argentina contra la flota británica, bajo el mando del criminal de lesa humanidad Leopoldo Galtieri. Los intereses históricos nacionales de Venezuela y América Latina siguen siendo progresivos frente al imperialismo mundial (incluidos, condicionalmente, los de Puerto Rico, o sea subordinados a la lucha de clases independiente de los obreros norteamericanos contra su burguesía imperialista). El despliegue de la flota imperialista en el Caribe tiene lugar cuando Donald Trump está lanzado a la militarización de Estados Unidos, porque advierte que esta vez el imperialismo norteamericano no podrá impulsar una guerra mundial con los colores de la democracia, como ha ocurrido en el pasado. Un amplio sector del ‘establishment’ norteamericano advierte que la instalación de un régimen de dictadura en USA, iría en detrimento de su capacidad para desenolver una guerra imperialista mundial. (Lo dice un famoso fallo judicial que defendió el derecho del New York Times a publicar “los papeles del Pentágono”, que fueron obtenidos subrepticiamente -“leaked”- por el diario.)
 Como ocurre con el genocidio en Gaza, el Congreso de Argentina no se ha enterado del despliegue de casi una armada de guerra imperialista en el Caribe. Cualquier proyecto de declaración de repudio a la guerra de Trump, sería seguramente rechazado, pero serviría para desenmascarar a los bolivarianos nacionales y populares, y ayudaría a desarrollar la capacidad de movilización de los trabajadores.
 Trump ha amenazado a México con un abordaje militar de la ‘guerra’ contra los carteles de la droga de ese país. Esta guerra se encuentra asociada a la persecución criminal de la población migrante de Estados Unidos, incluida la que ha obtenido la residencia; Trump opera por encima del sistema judicial del país. Trump no vacila en ir al frente de una guerra civil, invadiendo la autonomía de los estados y distritos, como ocurre con Illinois y su capital Chicago; contra el distrito federal de Washington; o contra California y Los Angeles. En la ofensiva contra la población migrante, se ha desatado un conflicto, con ribetes militares, entre el gobierno derechista de Texas, y el gobierno de California, que encabeza el partido Demócrata. Trump ha advertido que intervendría Nueva York, si en la elecciones locales triunfara un izquierdista socialdemócrata, Zohran Mamdani, el candidato del partido Demócrata, que se presenta con un programa de intervencionismo económico de parte del estado, y de defensa del pueblo palestino contra el genocidio del estado sionista. 
 La agresión imperialista contra América Latina debe convertirse en una tumba para el imperialismo, mediante la unidad de los trabajadores del norte y del sur contra la guerra imperialista.

 Jorge Altamira 
 05/09/2025

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