sábado, 26 de julio de 2014

Cubadebate pregunta: ¿Cómo se supo la noticia del Moncada y qué hicieron los periodistas?




Momento en que la joven periodista Marta Rojas le pregunta al Coronel Chaviano, asesino de los asaltantes al Cuartel Moncada, quiénes son las dos mujeres que acababa de ver mientras eran interrogadas.

Una sola pregunta le hace Cubadebate a la colega Marta Rojas. Su respuesta es esta:
Primero fue un rumor, un falso rumor que, sin embargo, lo sustentaba una base fuerte. La población escuchó los disparos, muchos disparos. Venían de “allá arriba”, de lo alto de la ciudad.
Yo estaba en la esquina de Trocha y Corona en medio del carnaval, haciendo una crónica con Panchito Cano, el reportero de Bohemia en Santiago. Cuando sentí las detonaciones, no creí que eran tiros sino “cohetes chinos”, o fuegos artificiales. Él me aclaró: son tiros.
En segundos todo el mundo dijo: “¡Ah, se están fajando los soldados entre ellos!”. La población pensó, al igual que los periodistas, que seguramente los militares se estaban tiroteando entre ellos. Hacía un año del golpe militar y podía haber facciones díscolas.
Hasta se habló de que el General José Eleuterio Pedraza estaba enemistado con Batista.
Los periodistas que andábamos cubriendo el carnaval nos dirigimos al periódico Diario de Cuba, en Corona y Enramadas. Allí supe que alguien de la redacción había llamado a un amigo que vivía cerca del Cuartel Moncada, y este le dijo que él y los vecinos vieron que “efectivamente se están fajando los soldados”. Estos vestían uniforme de caki amarillo. Yo no sé qué periodista fue el que llamó, no conocía a casi ninguno, pues aún no trabajaba en ningún órgano de prensa. Hacía poco había llegado de La Habana, donde acababa de terminar mi carrera.
Los periodistas decidieron partir desde allí -desde el Diario de Cuba. Al lado de ese periódico estaba, por Eramadas, Prensa Universal y estos se unieron al grupo. Yo me incorporé. Ya le había dicho antes a Panchito que si se nos había “fastidiado la crónica del carnaval, pues haríamos la noticia de los tiros…”.
El objetivo era llegar al Moncada. Ya cerca de la clínica Los Ángeles, por la Avenida Garzón, vimos algunos yipis del ejército y había gente que decía: “Asaltaron el Moncada unos que vivieron de La Habana”.
Realmente en ese momento que llegamos a la posta 6 del Moncada tanto el grupo de periodistas como gente de las llamadas entonces “fuerzas vivas” -del Club de Leones, del Club de Rotarios y otros, además del Gobernador, de apellido Almaguer, que recuerdo tenía el pelo muy blanco y otra gente-. Aquel lugar era identificada por cualquiera en la ciudad como por La Posta de la Coca Cola, porque la fábrica del refresco estaba frente, en el Reparto Sueño. Ahí es donde escuchamos decir que los asaltantes era “gente que mandó mando Prío, el ex Presidente.”
La Posta estaba reforzada y no dejaban entrar a nadie. No podría decir quienes gestionaban el ingreso al Cuartel, pues no conocía personalmente a todos. Pero recuerdo que el fotógrafo del Diario de Cuba, Ernesto Ocaña, muy famoso y a quien conocía de vista, hizo fuerza para entrar y unos soldados le rompieron una cámara.
Ya allí los propios soldados le decían a los periodistas que los asaltantes no eran militares, aunque llevaban la misma ropa de reglamento.
No cesó el empeño por saber más y un oficial, a quien llamaban Ávila, llegó allí, pasado un buen rato y anunció que pasarían los periodistas, y también los fotógrafos, desde luego, porque el Coronel daría una Conferencia de Prensa. Entre los periodistas que participaron en la conferencia yo conocía a Carlos Nicot, a Milá Ortiz -que era también corresponsal de El Mundo-, a Arístides Garzón Masó -un joven periodista de la radio y estudiante de Derecho-, a otro periodista de apellido Hernández, que era corresponsal de la AP -él era cubano-, otros dos se identificaron como de Prensa Universal y cuyos nombres no recuerdo. Estaba Ocaña, y otros más que se me extravía ahora en la memoria.
Y así fue, bien entrada la mañana, serían como las 10, entramos. Yo seguía junto a Panchito, desde luego y llegué al antedespacho del Moncada para esperar la hora de la conferencia, que según comentaban sería al mediodía. Por cierto llevaba espejuelos oscuros, porque había pasado toda la noche sin dormir.
Panchito era un gran fotógrafo, y representante de Bohemia. Todo el mundo lo conocía y trabajaba, por contrato, para la Policía Judicial. Se ocupaba de hacerles fotos a los delincuentes comunes. De manera que no le era extraño a policía y soldados. Él se movía por algunos de los pasillos interiores, aunque un perímetro pequeño cerca del Estado Mayor, esperando la hora de la conferencia y en un momento dado llegó hasta donde yo estaba esperando con los demás para decirme: “Hay dos mujeres presas, las vi. Están tomándole declaraciones en una oficina aquí al lado”. Se refería al lado de las oficinas del Estado Mayor, obviamente.
Disimuladamente las vi. No sabía quienes eran.
Llegó la hora de la Conferencia de Prensa. Chaviano leyó un parte donde acusaba a Prío y decía lo que resultaron grandes mentiras, entre otras que Prío le había dado un millón de pesos al abogado Fidel Castro para el asalto.
Solicité hacer una pregunta. Para ello me dirigí a Carlos Nicot, presidente del Colegio de Periodistas, pues yo no representaba ningún órgano de prensa y por tanto no podía participar en una conferencia oficial. Aún no trabajaba en Bohemia -comencé después del juicio-. Carlos Nicot me preguntó su yo era la hija del sastre Rojas, la que estudiaba Periodismo. Le dije que si y casi por una gracia amistosa me dijo:
–Si Martica, preguntale lo que tú quieras. Y fue entonces cuando le pregunté a Chaviano quienes eran las mujeres que estaban presas.
La conferencia fue larga y el recorrido más.
En 1954, el 6 de enero ya trabajando en Bohemia fui a la cárcel de Guanajay a un acto por el Día de Reyes. Fotografiando a los niños con los juguetes que las damas católicas le regalaban, me acerqué a la celda donde estaban Haydeé y Melba. Ellas sabían que yo iría. La madre de Melba se lo había adelantado. Haydée me preguntó.
–“¿Quién fue el fotógrafo que nos retrató detenidas?” ¿Viste la foto?”.
Le contesté:
–“Esa foto no existe, Haydeé. El tenía la cámara, pero no las retrató a ustedes porque estaba conservando rollos para la conferencia y lo que viniera.”
El guardia que las interrogaba les había dicho que estaban vivas “porque el fotógrafo las retrató.”

Marta Rojas

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