lunes, 13 de agosto de 2012

Un Fidel que brilla en la Tierra



Ni en los momentos más graves de su enfermedad —me refiero a la zancadilla que le interpuso la Naturaleza hace seis años— dejó de aportar su sabiduría y experiencia ante cada problema y decisión cardinal que debió asumir la Revolución Cubana
Todo cumpleaños del compañero Fidel (1926/13 de agosto/2012), me resulta una fiesta. Es lo menos que puedo sentir por quien, lejos de abrazar la causa asociada a su rico linaje, ha sido un eterno esclavo de su pueblo y, simultáneamente, se ha entregado a concretar el apotegma martiano según el cual “Patria es humanidad” —no me cansaré de manifestar.
En este minuto advierto cómo alcanzó su mayoría de edad política al calor de los sucesos por el 26 de Julio de 1953, momento en que revitalizó al Héroe Nacional de Cuba, José Martí, justo cuando la infamia pretendía opacar los más caros sueños de los Próceres de la Libertad e Independencia de mi nación.
Si alguien alberga alguna duda acerca de la veracidad de la idea anterior, le recuerdo que él fue capaz de convertir aquellos sucesos de casi seis décadas atrás de revés en victoria: escribo sobre el fruto de su estancia en el presidio, de su labor organizativa/combativa en el exilio, de su fe inquebrantable en el triunfo cuando todo indicaba que el naciente Ejército Rebelde estaba derrotado y de su magisterio devenido el histórico Primero de Enero de 1959.
Quizás el pasaje que menciono a continuación sirva como pocos para develar su sabiduría: si bien resulta una verdad de Perogrullo que el Movimiento Revolucionario 26 de Julio liderado por Fidel Alejandro Castro Ruz era la organización de más arraigo en el seno del pueblo cubano por su decisivo protagonismo en la derrota de la dictadura de Fulgencio Batista —al compás del Ejército Rebelde—, también es incuestionable que antes y después del asalto al cielo de hace más de 50 años dio todo su empeño en construir la unidad con el Partido Socialista Popular y el Directorio Revolucionario 13 de Marzo.
De todo ese proceso unitario-revolucionario significo no solo el hecho que se convirtió en actual Partido Comunista de Cuba hacia 1965, sino asimismo que a su calor el Máximo Líder de la Revolución Cubana evidenció su carácter creativo al proclamar la necesidad de consultar a las masas para el ingreso de la militancia a la organización partidista —algo inexistente como principio en el Movimiento Comunista Mundial.
Entretanto, encabezó páginas trascendentales durante los treinta años que le siguieron al Gran Enero: ahí está cómo condujo al pueblo a la rotunda victoria en Playa Girón (Bahía de Cochinos, 1961), al honroso desenlace de la Crisis de Octubre (Crisis del Caribe, 1962), al éxito durante la Lucha Contra Bandidos (al amparo del Águila Imperial, primera mitad de la década del sesenta) y a salir airosos en diversos y complejos escenarios internos y externos.
Por el mismo estilo fue lo acontecido a mediados de los ochenta de la pasada centuria: pienso en el Proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas, una fórmula encaminada a perfeccionar el quehacer revolucionario en Cuba, para nutrir y solidificar el Socialismo; pienso en que, cuando la contrarrevolución externa e interna apostó a que Cuba sería la próxima víctima después del derrumbe del socialismo al estilo soviético —él lo anticipó en Camagüey el 26 de julio de 1989—, convirtió lo invencible en cotidiano desde bases realistas y optimistas; pienso en que, con la emergencia de este siglo, justamente en la alborada de la Batalla de Ideas, expresó que lo asombroso no era tanto lo que habíamos hecho, sino lo que nos quedaba por hacer.
No obstante, me viene a la mente que ni en los momentos más graves de su enfermedad —me refiero a la zancadilla que le interpuso la Naturaleza hace seis años— ha dejado de aportar su sabiduría y experiencia ante cada problema y decisión cardinal que debió asumir la Revolución Cubana; al tiempo que nos convocó a trabajar más y mejor cada minuto, todos los días a favor de no dejar lastimar a nuestro Socialismo “ni con el pétalo de una rosa” —al decir de gente de pueblo.
De ese entonces data su descomunal esfuerzo devenido “Cien horas con Fidel”, un libro/Escuela fruto del diálogo con el politólogo y ensayista Ignacio Ramonet; su ofensiva periodística con epicentro en la condena de la aberración que significa el consumismo capitalista contra la triada Persona-Sociedad-Naturaleza; su obra literaria a favor de la Historia Patria; su modesto pero notable aporte a la vida del entrañable Conductor de la Revolución Bolivariana, el compañero Hugo Chávez —tal vez su mejor descubrimiento en término de personalidad político-revolucionaria.
En correspondencia, hemos de actuar quienes estamos comprometidos moralmente con hacer cada día una obra mejor, todavía más si somos consecuentes con el concepto de Revolución que él expresó el 1ro de mayo de 2000 —luz en la construcción del Socialismo en el siglo XXI en cualquier latitud.
He aquí una manera de homenajear a este Fidel que brilla en la Tierra.

Noel Manzanares Blanco

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