lunes, 25 de junio de 2012

Testigos




En la década de los 90, Cuba vive una crisis económica sin precedentes. En el año 1991 se desploma el campo socialista y la Isla pierde el 80 por ciento de sus importaciones.
El combustible alcanza, sólo, para ocho horas de electricidad al día, los alimentos escasean porque los campos pierden sus volúmenes con las maquinarias paradas, por falta de piezas de repuestos, y la desaparición de los fertilizantes químicos.
Con estos daños conocidos por el imperialismo, se recrudece más el bloqueo para acentuar la crisis. En la misma medida, se estimula la emigración como única salida ante el deterioro del modo de vida del cubano y una etapa que se hizo llamar Período Especial. El imperio buscaba una excusa rápida para desestabilizar al país e intervenir militarmente
En el año 1994, la imagen de los balceros desnutridos en medio del mar, pidiendo socorro, recorre el mundo en una gran campaña mediática. La opinión pública se manipula para hacer creer la inviabilidad del socialismo como alternativa necesaria ante el consumismo brutal de un capitalismo irracional.
El quinto día de agosto, la Habana resulta un hervidero. Las emisoras extranjeras radicadas en La Florida exaltan a las masas para un conflicto dentro de la Mayor de las Antillas. Muchas personas se concentran en las calles céntricas donde se encuentran los principales comercios de la capital, el furor provoca un lanzamiento de piedras hacia las vidrieras.
Alrededor de las cinco de la tarde, hubo una gran confusión, los obreros de la construcción con el pulóver identificativo del Contingente Blas Roca llegan en camiones y se desplazan en columnas por la avenida Malecón y la calle Galeano.
Pero un gran tumulto de personas corre en varias direcciones, una frase se regó en la multitud: “Llegó Fidel” y todos van hacia el Paseo del Prado.
El pueblo ve a su líder, -con unas pocas escoltas a su alrededor en medio de la muchedumbre-, caminando rumbo al Malecón y a una pregunta de un periodista declara: “Me enteré que a los revolucionarios le están tirando piedras y vengo a buscar mi cuota”.
Ante tamaña valentía, la consigna: “¡Esta calle es de Fidel!” se corea enardecida. A partir de ahí, las personas tuvieron un solo sentido: caminar detrás del líder.
En un instante se definió la Revolución en la continuidad de su curso.

Nuria Barbosa León

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