domingo, 22 de agosto de 2010

Festejos en la organización femenina cubana



Al medio siglo de existencia llega la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), una Organización No Gubernamental (ONG) sui géneris por su manera de representar dignamente a las féminas de la Mayor de las Antillas.
Su cumpleaños este 23 de agosto, estará especialmente dedicado a la inolvidable luchadora Vilma Espín Guillois, fundadora de esa organización e inspiradora y guía de la mujer cubana, y a Emilia Teurbe Tolón, quien bordó la primera enseña nacional y cuyos restos serán inhumados precisamente el venidero lunes en la necrópolis de Colón, en La Habana.
La efeméride constituye una oportunidad para destacar algunos de los más importantes logros del movimiento de las damas en nuestra nación a través de su historia, particularmente después de la clarinada de enero de 1959.
Así, me resulta obligatorio tomar como antecedente lo acontecido al calor de la Asamblea de Guáimaro, en abril de 1869: tras seis meses de lucha armada contra el colonialismo español, los cubanos se reunieron en el Este del Camagüey —lugar equidistante de las regiones insurrectas— en aras de ponerse de acuerdo en torno a los objetivos y formas que debía asumir la guerra.
Fue justo en aquel trascendental contexto histórico en el que se levantó la voz de la camagüeyana Ana Betancourt Agramonte, quien sentenció: “Ciudadanos: aquí todo era esclavo; la cuna, el color y el sexo. Vosotros queréis destruir la esclavitud de la cuna peleando hasta morir. Habéis destruido la esclavitud del color emancipando al siervo. Llegó el momento de libertar a la mujer”.
Hallo aquí la brújula que guió al quehacer combativo de la mujer cubana desde entonces, pasando por el acompañamiento a la "guerra necesaria" que diseñó José Martí y los trajines revolucionarios de las féminas de Cuba durante las seis primeras décadas del siglo pasado.
Con el triunfo del Primero de Enero, emergió la posibilidad real de “libertar a la mujer” y paulatinamente atrás fue quedando la discriminación por concepto de sexo, como también tuvo lugar con cualquier tipo de desprecio humano.
No obstante, los avances estuvieron condicionados a una premisa fundamental, a saber: cortar la división existente entre las diversas organizaciones que representaban los intereses de las féminas cubanas, por lo que el 23 de agosto de 1960, en La Habana, surgió la FMC.
Entre las primeras tareas que asume esta organización, se encuentra una que, por su indiscutible efecto multiplicador, deseo significar: me refiero a la lucha por el empleo social de la mujer cubana.
Venciendo no pocos obstáculos —el machismo, quizás el mayor de ellos— la Federación fue obrando casa por casa, incorporando de manera creciente a la mujer a la vida socialmente activa, fuera como estudiante o como trabajadora, cuyo fruto no se debe asumir solo desde la perspectiva de la independencia relativa de ellas, sino asimismo en el sentido de estimular la oportunidad de recibir la inmensa creatividad y espíritu de triunfar que siempre han sido consustanciales a su dinámica.
Para ilustrar la idea anterior, no me voy a detener en el hecho de que apenas es un dato que la mujer cubana representa más de la mitad de la fuerza técnica y profesional del país, sino en resaltar una expresión que está en la Convocatoria al V Congreso del Partido Comunista de Cuba (1997): “La mujer cubana, heroína indiscutible del Período Especial”.
Compulsada por la FMC, nuestras compañeras se convirtieron en la columna vertebral de los núcleos familiares y la sociedad cubana en sentido general, toda vez que hicieron de la invencibilidad algo cotidiano en aquellos difíciles y gloriosos días de finales del siglo pasado: trabajaban tanto o más que nosotros en escuelas, hospitales, fábricas..., y luego, en la casa, ¡a inventarla! —literalmente hablando. Y seguían, como ahora, en la primera línea del combate.
Claro está, la mujer cubana no es víctima del “terrorismo doméstico” como acontece en la “culta” Europa; ni tiene que estar pensando en cómo venderle el alma al diablo como sí sucede por lo común en muchas parte del mundo —sin que ello quiera decir que en Cuba todo es color de rosa.
Por demás, no deseo pasar por alto un detalle: las Casas de Orientación de la Mujer y la Familia, una de las creaciones más influyente de la FMC.
Con el surgimiento de estas Casas, casi dos décadas atrás, la organización femenina cubana no solo edificó el ente especial encargado de ocuparse de las necesidades e intereses de nuestras mujeres, sino que igualmente su influencia se trasladaba a toda la problemática en el seno familiar con la atención a amenazas tales como la maternidad temprana, el alcoholismo y otras desgracias, y en pro de mejorar la calidad de vida de la célula fundamental de la sociedad cubana.
Con estos elementos de juicios, ¿quién duda que en la FMC tenga nuestra sociedad una ONG de extraordinaria valía? Enhorabuena.

Mujeres excepcionales


A tres mujeres extraordinarias de la historia más reciente de Cuba: Vilma Espín Guillois, Celia Sánchez Manduley y Haydee Santamaría Cuadrado, dedica la Federación de Mujeres Cubanas su medio siglo de existencia.
Con historias propias cada una, pero concurrentes en el devenir patrio, Vilma, Celia y Haydée nos dieron una lección de amor y de ejemplo insuperable de rica y brillante trayectoria revolucionaria. Alma y vida de la FMC
Qué decir de Vilma Espín Guillois. Desde jovencita consagró su vida a combatir los males que padecía la patria, alentando con su optimismo y convicciones las más ambiciosas metas, los más difíciles obstáculos. Ella fue la combatiente clandestina que enfrentó a la dictadura en las calles de su Santiago de Cuba natal, la guerrillera del Segundo Frente, la trabajadora perseverante, la tenaz dirigente de los días fundacionales de la FMC, la compañera respetuosa y solidaria, la esposa amorosa de Raúl y la madre tierna y comprensiva de cuatro hijos y ocho nietos.
Cómo dijo Fidel, incesante fue su batallar por las mujeres y los niños cubanos. No hubo tribuna nacional o internacional a la que dejara de asistir para alzar su voz en defensa de la patria agredida y de las nobles y justras ideas de la Revolución.
Ella vive en cada mujer enaltecida que recuperó su dignidad y hoy se siente orgullosa de sí misma; en los indicadores que muestran la capacitación y empuje femeninos y, muy especialmente, en la defensa de la igualdad de derechos y oprtunidades de la mujer, protagonista hoy de una organización en la que la voz firme, dulce y oportuna de Vilma, según Fidel, todavía parece escucharse.
Y si esa gran fuerza que desde los primeros momentos fue la Federación de Mujeres Cubanas, cuyo medio siglo de constitución celebramos, gana cada vez mayores tareas y trincheras, a Vilma se le debe. A fin de cuentas, la querida Presidenta lo sigue siendo por derecho propio.

Sensibilidad humanista

Armando Hart, revolucionario y martiano permanente, dijo de Celia Sánchez Manduley: “Quienes quieran saber el sentimiento humano que alberga un corazón comunista, quienes deseen conocer la sensibilidad humanista que hay en el corazón de los revolucionarios cubanos, deben estudiar la vida de Celia”.
Una existencia de inquietudes políticas y actividades contra el régimen del Batistato llevó a Celia a ingresar tempranamente en el Movimiento 26 de Julio y a dedicarse a la labor preparatoria en apoyo al desembarco del Granma en 1956. Continuó en las filas de la clandestinidad en el indómito Oriente, desde donde se enroló en la lucha guerrillera en la Sierra Maestra.
Quienes tuvieron el privilegio de conocerla, de tratarla y trabajar con Celia, aprendieron a respetarla y amarla, pues en ella las raíces cubanas alcanzaron las más altas escalas de la espiritualidad.
Sensible ante los problemas ajenos, su laboriosidad y lealtad a Fidel y a Cuba, cobraron vida en esta mujer de gracia inigualable y espíritu de infatigable combatiente. Se le recuerda como la más cabal imagen del pueblo.

Heroína del Moncada

Estuvo con su hermano Abel Santamaría en el asalto al cuartel Moncada en 1953. Juntos lucharon contra el golpe militar del 10 de marzo de 1952, etapa en que conoció a Melba, la otra heroína moncadista y a Fidel. De ahí nació su adhesión sin límites al líder único.
El ataque fue abortado y una nebulosa de sangre y humo llenó el corazón de Yeyé. Entre los torturados y asesinados, estaban Abel y su novio. Fue a parar a la cárcel con su compañera de infortunios, Melba hernández. Liberadas, se encargaron de la divulgación clandestina de La Historia me Absolverá, entre otras tareas y luchas.
La víspera del arribo del Granma, en 1956, Yeyé estaba entre los organizadores del alzamiento que en apoyo a los expedicionarios sacudió a Santiago de Cuba el 30 de noviembre de ese año. También otras mujeres heroicas, como la propia Vilma Espín. Después subió a la Sierra Maestra y viajó a los Estados Unidos en busca de fondos y armas para la guerrilla. Tras el triunfo, asumió funciones en el sistema educacional y se hizo luz al frente de la Casa de las Américas. Creó una familia y tuvo dos hijos.
Simbiosis de ternura y fortaleza, su nombre pervive desde aquel día en que se refundó la historia patria, para estar siempre en la madrugada fundadora del Moncada.

Marilys Suárez Moreno - Revista Mujeres.-

sábado, 21 de agosto de 2010

Cuba: de vida o muerte - Socialismo sobre la tierra



Uno de los elementos centrales de la teoría marxista sobre la revolución es el necesario carácter internacional de la lucha por la emancipación de la clase obrera y de la construcción del socialismo. Debido a la creciente mundialización del capitalismo y el imperialismo, y a la interdependencia que generan entre todos los países, el sistema que se les oponga y sustituya debe tener dimensiones planetarias.
Esto ha sido abc del marxismo desde el Manifiesto Comunista que afirmaba que los trabajadores no tienen patria y que llamaba a la unión de todos los proletarios del mundo. También lo fue para Lenin, quien estimaba más importante la revolución mundial, empezando por la alemana, que la propia sobrevivencia del poder bolchevique. Por eso fundó la Internacional Comunista, sepultada luego por Stalin, junto a las tradiciones internacionalistas de Octubre, bajo la teoría contrarrevolucionaria y antimarxista del “socialismo en un solo país”.
Mientras no triunfe la revolución socialista a escala mundial, o al menos en los países más avanzados, el semi-estado del que habla Lenin en El Estado y la Revolución, o sea, la dictadura del proletariado, no desaparecerá. Mientras la revolución socialista quede recluida en un solo país, a ese poder estatal de los trabajadores solo le es dable sobrevivir.
Además, ese régimen obrero, limitado por las fronteras nacionales, aún cuando sea relativamente sano, funcionando sobre la base de consejos de trabajadores, que goce de una auténtica democracia obrera, sufrirá permanentemente el peligro de burocratizarse, y con ello, de ser derrotado. Las propias condiciones de aislamiento entrañan consigo el peligro de degeneración burocrática.
No es posible construir el socialismo en un solo país, y menos en uno como Cuba: una isla pequeña, sin recursos económicos ni materiales de importancia, azotada por fenómenos meteorológicos y rodeada por un entorno capitalista hostil. El destino de la revolución cubana se decide, en última instancia, en el desenlace de la revolución latinoamericana.
Es entonces cuestión de primer orden, de vida o muerte para la Revolución Cubana y su proyecto socialista la variable externa, la política internacional que debe seguir. La única salida para nuestro aislamiento como sistema sociopolítico y económico será la integración latinoamericana, pero no nos sirve cualquier tipo de unión, tiene que ser una sobre bases socialistas, porque una con el empresariado latinoamericano, con la burguesía latinoamericana, por muy progresista y nacionalista que se le quiera pintar, con las oligarquías de este continente, sería un suicidio para el proyecto socialista cubano. Por eso nuestra política debe estar encaminada a alentar la profundización hacia el socialismo de los procesos revolucionarios que se desaten en América Latina.
Esa sería una auténtica política internacionalista de la Revolución Cubana, inscrita en las mejores tradiciones de la que hemos desarrollado durante estos 50 años. No debería aconsejar moderación o prudencia un proceso como el cubano, que ha sido siempre una rebelión permanente contra el sentido común y todo lo que él señala como posible, normal o lógico. Y es que por empujar constantemente las fronteras de lo imposible fue que pudimos triunfar en una revolución popular contra un ejército regular, pudimos hacer una revolución socialista en las narices del imperialismo norteamericano, pudimos resistir cuando tras la caída del Muro de Berlín muchos en el mundo no nos daban más que unos meses de vida. Puesto a escoger entre extremos, preferiré siempre la audacia irresponsable al reformismo timorato y cobarde. Nuestra divisa debe ser la del Che: “No hay más cambios que hacer. Revolución socialista o caricatura de revolución”.
Cuando hablamos de la necesidad de avanzar al socialismo en los procesos revolucionarios latinoamericanos no lo hacemos por el deseo caprichoso de ajustar la realidad y la historia a moldes teóricos preconcebidos, sino por una razón mucho más práctica: es la única forma posible de solucionar los enormes problemas sociales de nuestro continente, y del mundo en general. Estamos contra el tiempo. Ya el proceso de degradación del sistema capitalista ha llevado a poner en peligro la misma existencia de la especie humana, y por lo tanto, hay que acabar con él de una vez por todas. La transformación socialista de la sociedad a nivel mundial no sólo es una necesidad sino una urgencia inaplazable. Una adecuada utilización racional, planificada, de los recursos naturales y materiales con los que cuenta la humanidad sólo la puede proporcionar el socialismo. Si dejamos que este mundo siga con la anarquía, el desastre caótico del capitalismo, estamos abocados a la desaparición de la especie. Por eso, alentar y explicar la necesidad que tienen los pueblos de avanzar hacia el socialismo no sólo es un deber ineludible como revolucionarios, sino además un deber básico como ser humano que desea perpetuar la vida del hombre en el planeta.
El capitalismo en la actualidad ha reflejado muy nítidamente, más que nunca antes, su incapacidad absoluta para satisfacer las necesidades, ni siquiera las más básicas, de las inmensas mayorías humanas. La pobreza, la miseria, el hambre, la opresión de los pueblos, en provecho de la riqueza de unos pocos, forman parte de su esencia misma como sistema, y eso no lo cambiará ninguna reforma. El capital ya no ofrece ninguna salida, y no se deben combatir los síntomas ni los efectos, sino las causas profundas.
El ideal socialista empieza a salir del marasmo y el descrédito en que lo sumió la crisis del mal llamado socialismo real. La popularidad con la que cuenta hoy Hugo Chávez en todo el continente latinoamericano, hablando de socialismo, del marxismo y sus principales pensadores, Marx, Lenin, Trotsky, Gramsci, Mariátegui,...., y las victorias o avances electorales en la Patria Grande de muchos de los referentes políticos que se identifican con Chávez y con la revolución bolivariana es una prueba irrefutable de la influencia creciente del ideal socialista, de que los pueblos comienzan a ver otra vez en el socialismo la alternativa viable para la resolución de sus dificultades, para el alcance de sus aspiraciones. Tiene un enorme valor que después de una década de discurso antineoliberal por parte de la izquierda, Chávez otra vez ponga en claro el verdadero enemigo: el capitalismo.
Un desafío pendiente es lo difuso y ambiguo que se presenta hoy para muchos el término de socialismo del siglo XXI al que constantemente hace referencia Chávez. En este contexto es necesario dar una batalla por la clarificación de conceptos, de cuál es el socialismo deseable, cuál es el socialismo al que debemos aspirar, cuál es el socialismo que debemos alcanzar, para que no caiga en caricaturas socialdemócratas, ni en un remedo trágico de lo que significó el estalinismo. No nos está permitido volver a equivocarnos, volver a tropezar con la misma piedra, repetir los errores del pasado, y para eso es imprescindible aprender de la historia, de las lecciones heroicas, hermosas, y a la vez trágicas, que nos dejó la historia del socialismo en el siglo XX. Es necesario recuperarla toda, estudiarla y aprender de ella.
El ALBA ya ha demostrado que es posible establecer relaciones de otro tipo, que beneficien a los pueblos y no a los capitalistas. Su limitación es que se compone de países que, aparte de Cuba, siguen teniendo economías capitalistas. Para que sea un auténtico instrumento revolucionario, es necesario expropiar a la oligarquía y al imperialismo en los países que lo componen. No constituyen una alternativa ni el MERCOSUR, ni la CAN, ni ningún otro mecanismo de integración que implique la participación hegemónica de los sectores capitalistas latinoamericanos. Por una razón muy sencilla: no existe en ningún país del continente ninguna burguesía nacional interesada en desarrollar un capitalismo nacional, interesada en el desarrollo de nuestros países, mucho menos en la unidad continental. Ya lo decía el Che en los años 60, que las burguesías latinoamericanas sólo formaban el furgón de cola del imperialismo. La patria de los capitalistas termina donde comienza su bolsillo. Como afirmaba Mariátegui en La Unidad de la América Indo-Española, los intereses burgueses son rivales o concurrentes, no así los de las masas. Por eso explicaba que quienes unirían nuestros pueblos no serían los brindis pacatos de la diplomacia, sino los votos históricos de las muchedumbres.
El ALBA debe constituirse en un primer momento como una Federación Socialista de Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Ecuador, es decir, debe basarse en la expropiación de los grandes latifundios, los bancos y grandes empresas, para poder planificar democráticamente la economía en beneficio de las masas de obreros y campesinos. Eso sería un primer paso para convertirse en un polo de atracción que se encamine hacia la constitución de una Federación Socialista de América Latina y el Caribe, que debe ser el objetivo final. A 200 años de las primeras independencias en América, una Federación Socialista contaría con el apoyo entusiasta de los trabajadores en los países capitalistas avanzados, que la verían como parte de su propia lucha por la transformación socialista de la sociedad en todo el mundo.
Sólo entonces será realidad la proclamación de nuestra segunda independencia y habremos cumplido el sueño de mármol de Bolívar, Martí y la generación libertadora: la unidad de la Patria Grande.

Frank Josué Solar Cabrales (comunista cubano)

Carlos Puebla - Hasta siempre Comandante


Carlos Puebla - Y en eso llego Fidel


Para nosotros siempre es 26


La internacional.


León Trotsky, el Che y Celia Hart



A 70 años del asesinato del lider revolucionario marxista Leon Trotsky

Este homenaje sobre Celia Hart, el Che y Trotsky es la reseña de muchos militantes latinoamericanos del campo popular que pensamos como ella, en la revolucion permanente internacionalista del Che y de Leon Trotsky, dos marxistas comprometidos con la liberacion de los pueblos, donde traemos la voz escrita de Celia que resume nuestro pensamiento, señala el Director Fundador del periodico Pravda Liberacion, el argentino Sergio Tapia.

Declaraciones de Celia Hart:

Leer a Trotsky sus escritos me resultaban de cierta forma cercanos, conocidos en la misma línea que los del Che Guevara.
Al Che Guevara le ha sucedido lo que, lamentablemente, les pasó a tantos revolucionarios, que fueron apropiados por los partidos estalinistas dándose una visión distorsionada de sus ideas y pensamientos lo que creó ciertos prejuicios en otras tendencias revolucionarias y socialistas, como la trotskista. Estos partidos estalinistas se han transformado ahora en casi todos los países en partidos reformistas, exceptuando a maravillosos compañeros de los PC’s con los que tenemos numerosos puntos de contacto y acercamientos muy grandes. De hecho, yo misma vengo del PC, del PC cubano. Aprovecho para decirte que estamos en el punto donde podemos trabajar con los partidos de todas las tendencias marxistas sin demasiadas complicaciones. Ese fue otro de los regalitos que nos ofreció “el desmerengamiento” (palabra de Fidel Castro) del socialismo real.
Cuando yo conocí las ideas de Trotsky reconocí las mismas ideas que de una u otra forma había aprehendido del Che Guevara: La Revolución Permanente, sobre el Desarrollo Desigual y Combinado en los países de capitalismo atrasado, sobre el Internacionalismo, en sus críticas a la burocracia soviética. Baste volver a leer con cuidado El Socialismo y el Hombre en Cuba, o elMensaje a la Tricontinental o el Discurso de Argel para reconocer cuáles eran los resortes del Che, su crítica feroz a lo que él mismo llamó “Potencias Socialistas”. El internacionalismo como necesidad para seguir siendo revolucionario. Un internacionalismo militante y comprometido hasta los tuétanos.
De esta suerte, tanto el Che como Trotsky cayeron en el mismo limbo. La izquierda trotskista, en casos fundamentales como la argentina, considera al Che tan sólo como mártir o héroe, no le han reconocido sus aportes reales, concretos, explícitos a la teoría revolucionaria... Tan sólo porque los guevaristas muchas veces exaltaron su perfil guerrillero nomás. Por otro lado. los trotskistas (en general) se vuelven alérgicos cuando les hablan de guerrillas o de pólvora...Cuando el primer guerrillero de la URSS fue el que organizó, centralizó el Ejército Rojo. Ahora acá en Buenos Aires me han regalado el libro de los apuntes militares de León Trotsky ¡Y hay que ver no más sus espléndidos criterios sobre la guerra revolucionaria! El derecho a la violencia de los explotados sobre los explotadores la defendieron los dos, clara, explícita y recurrentemente.
También ambos tuvieron defectos, como todos los revolucionarios, como todos los que intentan algo en este mundo, siempre pueden equivocarse. Hemos sido víctimas de la desarticulación más espantosa con esa separación en espacios cerrados de los mejores marxistas.
Y eso de trotsko-guevarismo no es nada nuevo. No creo que lo que yo defienda sea novedoso. Néstor Kohan me ha regalado un libro de Carlos Rossi (seudónimo) donde habla de estos mismos temas, que yo recién descubro. Sí, soy una tonta descubriendo el agua tibia, como decimos en Cuba. Pero las circunstancias me obligaron a ello.
Además, me consta que el Che leyó a Trotsky y que compartía sus posiciones internacionalistas y sobre otros temas. Baste mirar una vez más la entrevista que Orlando Borrego le concedió a Néstor Kohan, que es recogida en su libro“El sujeto del Poder”. Por ejemplo, Ernest Mandel ya intentó algún tipo de acercamiento entre ambas corrientes; o gente como Michel Lowy en su libro sobre el Che también menciona esta afinidad entre el Che y Trotsky. Lo que ha pasado ahora es que yo vengo de la Revolución Cubana, no milito en ningún partido trotskista y resalto la figura de Trotsky. Lo único que planteo es que los camaradas trotskistas reconozcan en el Che Guevara a un camarada de lucha, que lo lean y que se den cuenta de que no hay dos pensamientos más afines que los de ellos. Incluso en las contradicciones entre uno y el otro, pese a la diferencia en el tiempo, se nota que van por el mismo camino, y ante las mismas dudas proponen las mismas respuestas. Lo mismo le digo a los guevaristas...que conozcan a León Trotsky un poco más allá de los propios partidos, que no lo rechacen per se.
Hace dos o tres año mencionabas la palabra Trotsky y parecía que evocabas al diablo. Yo creo que eso ha cambiado y creo también que el camarada Hugo Chávez en su espléndida oratoria y transparencia ha ayudado a desmoronar todas esa cortinas férreas que hubo de acompañarnos tanto tiempo.
En el libro del Che recién publicado en 2006 en Cuba “Apuntes Críticos sobre el manual de la Economía política de la URSS” (Aunque Carlos tablada ya había usado parte de ese libro en su maravilloso libro “Pensamiento Económico del Ernesto Che Guevara”, y luego Orlando Borrego lo contenía parcialmente en su “Camino al Fuego”, este libro sale tal cual lo quiso el Che con otros apuntes inéditos en este libro que te menciono). El Che hace un análisis supercrítico a la URSS, al punto de decir que estaba “marchando al capitalismo”.
Si lees La Revolución Traicionada de Trotsky y luego lees éste verás una consecución en el tiempo y el espacio, de las mismas críticas; exactamente en el mismo sentido. Por eso debemos ser capaces de entender que teniendo en cuenta las circunstancias concretas de su respectivo accionar, ambos tenían el mismo camino hacia el sistema socialista: la Revolución Permanente, a lo que el Che llamó “revolución ininterrumpida”.
Por eso afirmo que fue el Che quien “me ganó” (como les gusta a ustedes decir) para el trotskismo.... o mejor a la trotskedad.... que no implica por supuesto militar en ninguno de los actuales partidos. Tú por ejemplo vienes de Ted Grant, otros de Moreno, otros de Posadas, de Pablo, Mandel, Lambert, etc. Yo provengo entonces del “tronco” del Che Guevara. Así es, para que me sigan criticando; “trotskizo” al Che en el misma medida y proporción que “guevarizo” a Trotsky. No es el caso, pero lo mismo puedo decir de Rosa, Mariátegui, Gramsci, etc. a los que nuestros perversos enemigos tratan de dividir y nosotros convertimos en sectas estrechas.
Los pensadores marxistas... los que de verdad han servido a la causa revolucionaria, con la palabra o con el fusil, mantienen una coherencia exquisita y una misma cadencia. Incluso en sus errores. Sucede que en el caso de Trotsky y el Che el desentendido ha llegado a niveles de escándalo de uno y otro lado de la barra. Por eso soy trotsko- guevarista –mariateguista-gramscista-luxemburguista...etc.
Deberíamos definir un término que recoja todos aquellos marxistas que se alejaron del pensamiento oficial de Moscú y marcharon a pesar de su ortodoxia comunista a contracorriente del oficialismo. De hecho al Che como a Mella muchos oficialistas los acusaron de trotskistas ¿Tendrían razón?

Periodico Pravda Liberacion

lunes, 9 de agosto de 2010

El marxismo cubano

A propósito de los 40 años de la fundación de la revista Pensamiento Crítico :: "Hasta qué punto este debate nos va a permitir desarrollar el famoso marxismo cubano"

La verdad es que no tengo muy claro que hago yo de este lado de la mesa, no tengo muchos cosas testimoniales que decir, porque no pertenecí al Consejo Editorial de la Revista y solo estuve presente en los últimos años del Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana; y hay muchos colegas que con mucha más razón debían estar hoy aquí como comentarista, pero me ha tocado a mí y voy a intentar presentar a falta de testimonios, un comentario sobre una experiencia que vista desde los años 2000, no solo incluyó a la revista Pensamiento Crítico y al Departamento de Filosofía sino también a la Editorial Revolución.
Yo pienso que todo ello fue un proyecto más o menos articulado culturalmente que como dice Martha Pérez Rolo, ahora manifiesta como primer problema el hecho de que en el momento en que queremos reconocerle, no tenemos una historia acabada de esa experiencia. Tenemos vivos, por suerte, a los actores más importantes de esa experiencia, los cuales han ofrecido numerosos testimonios, pero nos hace falta, con esos testimonios y algunos observadores desinteresados, realizar la historia de esa experiencia, tanto en su dimensión institucional como también referida al grupo de personas que la protagonizaron, quienes no siempre fueron los mismos; inclusive algunos de ellos cambiaron de suerte, de manera lamentable.
Partiendo de esta perspectiva quisiera decir primero que estamos viviendo una época feliz porque al fin logramos reconocer la trascendencia que para la cultura de la Revolución tuvo esta experiencia conjunta del Departamento de Filosofía, la revista Pensamiento Crítico y la Editorial Revolución. Hay que decir también que es un reconocimiento tardío, pero nunca es tarde para la justicia. Yo creo que sobre todo, la relevancia de esta experiencia parte de su contribución a la formación de un pensamiento revolucionario cubano en estos años: la Revolución tiene en mi opinión, como un componente muy importante de su historia, esta experiencia a la cual nos estamos refiriendo. Creo que esta experiencia dio prueba de la suficiente heterodoxia, diversidad de posiciones, criterios, escuelas, etc. para ser un buen ejemplo en nuestro días; y creo también y quisiera enfatizarlo, que esa apertura a la diversidad estuvo y aún lo está, acompañada de una radicalidad sostenida todo el tiempo. Este grupo y esta experiencia, pretendió y ejerció en mi opinión, un pensamiento radical sobre la realidad y los tiempos que se vivían, y sobre las políticas en curso; y esto sería una cosa a subrayar.
Otra cuestión a destacar sería la siguiente. Yo creo que esta experiencia dio cuenta con esa historia de debates que tanto se menciona respecto de los años 60; es decir, en todo el tiempo la revista Pensamiento Crítico —Fernando Martínez Heredia no lo ha querido decir por discreción, pero yo lo voy a recordar— detrás de cada número de Pensamiento Crítico se desataba, dicho en buen criollo, una buena bronca; alguien estaba inconforme, alguien discrepaba, algunos que no eran gentes como nosotros sino más importantes; es decir, era una revista que transitaba en medio de un debate permanente. Tal fue el debate acerca de la enseñanza de la filosofía que terminó con el cierre del Departamento, como prueba de que lo que hacíamos no se entendió luego como legítimo; y vale para la Editorial Revolución, la mayor parte de cuyos libros publicados hasta entonces, están todavía por reeditarse.
Efectivamente, esta experiencia estuvo en medio de los debates de los años 60 y de alguna manera, está todavía en medio de los debates actuales. Yo creo que ese debate era en parte una expresión de la lucha política y de clase nacional e internacional; esto era muy claro y muy fácil de entender entonces.
Aquellas políticas en curso, voy a decirlo más elegantemente, las estrategias políticas en curso en esos años, favorecieron y permitieron esta experiencia; y no estoy seguro –ello constituye una interrogante para los actuales historiadores— de que si esta coincidencia no hubiera existido, esta experiencia hubiera logrado ser tan exitosa. Hay muchas maneras de expresar esto, no solamente como una coincidencia de pensamientos, de ideas sino como el apoyo directo que importantes figuras de la Revolución le prestaron a la Revista y al Departamento; inclusive, con su presencia física y su diálogo directo. Los colegas de la Revista, del Departamento y de la Editorial, sentían que ellos formaban parte del fidelismo y el fidelismo era entonces la Revolución, era la estrategia de la Revolución, no solamente en Cuba sino también en América Latina; pienso que esa identificación con el fidelismo y el guevarismo, era también un componente subjetivo muy importante de esa experiencia.
Acerca de todo lo que se ha mencionado, digamos que existía una cierta permisividad —quiero subrayar este término cuando hable de la contemporaneidad cubana— había una permisividad para con esta experiencia que quizás tenga algo que ver, visto en el tiempo, con uno de los ciclos de heterodoxia de la Revolución. Pero después vinieron momentos de ortodoxia y más tarde, así me lo parece, de vuelta a la heterodoxia, y posteriormente se vieron ondear banderas al viento de ortodoxia, etc. Entenderlo resulta muy complicado porque realmente hemos estado todo el tiempo alineándonos alternativamente con una u otras de estas perspectivas. Yo creo que ese momento de permisividad coincidió probablemente con un ciclo heterodoxo de la Revolución, el más abierto y completo del que hayamos dispuesto en todos estos años.
También quiero decir para “poner la mala”, que la permisividad que propició esta experiencia o más bien los permisores, también fueron quienes la cerraron; han sido los mismos actores y no han habido tantos cambios entre ellos, desde entonces. De manera que tales experiencias tenían que ver con las estrategias políticas en curso; y tengo la impresión, visto el desenlace, que cuando las estrategias políticas cambian, entonces las experiencias más heterodoxas se hacen muy difíciles.
Aquí estamos todos. Esta experiencia cultural no alcanzó a sobrevivir y ello no determinó que este colectivo no siguiera escribiendo, no continuara siendo radical, y que no permaneciera al lado de la Revolución, aunque ya no en el marco de la Revista, ni en el Departamento de Filosofía, ni publicando autores controvertidos, etc.
Recuerdo una anécdota que alguien me contó en una oportunidad ya abierto el debate sobre el destino del Departamento de Filosofía en 1971. Uno de los compañeros con quien el Departamento más polemizó y quien más polemizó con el Departamento, fue Carlos Rafael Rodríguez [alto dirigente del Partido Socialista Popular (PC cubano) antes de la revolución, luego vicepresidente de Cuba], quien por su cultura, biografía y estilo, estaba entre los más críticos de la revista Pensamiento Crítico y del Departamento, pero quien, en ocasión del debate dijo: “hay que tener cuidado con ese grupo de jóvenes ya que es una suerte de la Revolución haber reunido tantos jóvenes talentosos, con vocación por la filosofía”; y dijo más: “desde el siglo XIX no se ha dispuesto en Cuba de un grupo con esa vocación”. Es decir que de pronto nuestros detractores nos defendían; por supuesto que eso no influyó mucho en el destino o quizás sí, no sabría decirlo; pero lo interesante es lo que agregó después: “lo que pasa es que un colectivo de este tipo tenía que tener, debió tener una orientación del Partido”. Al final de este debate, el colectivo no quedó, pero tuvimos muchas orientaciones del Partido. Quería sentar esta anécdota para los historiadores.
Y finalmente, visto todo en perspectiva y para ser honesto conmigo mismo, diría que pienso que todos queríamos ser intelectuales orgánicos de la Revolución y lo fuimos más o menos, como quizás lo seamos más o menos ahora; pero también es cierto que visto a distancia , no solamente éramos intelectuales orgánicos con la Revolución sino intelectuales comprometidos con las estrategias en curso; y nuestro nivel o distanciamiento para criticar algunas de las cosas que los mismos actores de esas estrategias se autocriticarían años después, fue más que insuficiente y ni siquiera participamos de esa crítica; de manera que ahí hubo un déficit que nos dice que cuando la radicalidad va acompañada con la adhesión y el entusiasmo, también suele presentar sus limitaciones.
Respuestas a las intervenciones del público
Voy a realizar unos comentarios finales. La apasionada intervención de Celia Hart me abre algunas interrogantes sobre el tema: ¿cómo participar en ese debate latinoamericano y venezolano? Este seria en sí mismo un tema, ¿cómo? Tú sugieres participar en la guerra electrónica; pero otra sugerencia es que la Revolución Cubana sea un mejor ejemplo. De hecho, tenemos la visita de 20.000 venezolanos al año y no hay nada más terrible que llegar a Venezuela y escuchar que esto no es lo que quieren para su país; no estoy en desacuerdo contigo pero quiero complejizar esas vías de participación.
Las preguntas de alguna manera han rebasado el temario propuesto y hace mucho rato que estamos discutiendo de esta Revolución y de otras, pero yo quisiera regresar al punto de partida. Creo que por suerte el desarrollo de la cultura de la Revolución nunca se ha detenido; ha enflaquecido en algunos puntos o temas, pero por suerte se han salvado otros, de manera que poder decir que se salvaron de aquellos años el Grupo de Experimentación del ICAIC, la Nueva Trova y todo lo demás, me parece muy importante, y que es importante recordarlo; pero también debemos recordar que algo que teníamos lo perdimos y de ahí la necesidad del balance histórico, puesto que muchas cosas que habíamos logrado no las preservamos y ello me parece que es un hecho grave en el recuento de los sesenta.
Voy a decir lo que significó; no solamente se cerraron esas instituciones de que hablamos y feneció esa experiencia cultural sino que también se cerró el debate y como dijo Fernando Martínez, iniciamos una crisis del marxismo cubano. Por suerte, la dirección de la Revolución, tan apegada a tener que hacer la Revolución, se ha visto obligada a hacer una reflexión permanente que no ha dejado de alimentar de alguna manera ese marxismo leninista y nacional. Pero nuestra conexión con el marxismo teórico y con eso que llaman el marxismo mundial, en cualquiera de sus variantes, y que por suerte no es el “marxismo-leninismo”, ha sido y es muy limitada. Hay muchas corrientes de marxismo en el mundo de las cuales nosotros estamos por enterarnos, de manera que pretender esa conexión es algo por alcanzar y además es algo por conocer. Ahora bien, voy a poner un ejemplo de lo que ello significa. No solamente que varias generaciones no dieron el programa marxista que habíamos conquistado, como Fernando Martínez narraba, sino todo lo contrario, las pasaron por el troquel del dogmatismo; deambulan por las calles —el grupo que esta aquí no es representativo— todos esos “marxistas-leninistas” y me los encuentro todos los días; muchos de los cuales son funcionarios. Es decir que ese marxismo leninismo es lo que está en la calle.
Ahora voy a decirles que yo soy un ratón de librerías de viejos; la cosa más curiosa en esas librerías es que hay un estante por separado lleno de toda esa literatura que nos vino de la antigua URSS, de la Editorial Progreso, de Bulgaria y de otras más. Párense frente a estos estantes y háganse las dos preguntas siguientes: ¿cómo le hicimos digerir a este pueblo ese anaquel? y ¿Quién se salvó? No me crean, los invito a todos a visitar la librería de 25 y O. El efecto es que no tenemos una literatura alternativa, no existe el anaquel del marxismo cubano; y aunque no hemos avanzado mucho, por suerte conocemos un poco más del pensamiento revolucionario cubano y latinoamericano.
Yo creo que tenemos un problema sociológico en esta esfera. Para buscar soluciones, la memoria de Pensamiento Crítico y del Departamento no es toda la solución, pero si una parte de ella, porque nos recuerda que tuvimos otra alternativa. También creo que el principal problema que dio lugar a ese trance, el que dio pie a crear ese anaquel, el que importó ese anaquel —que vino en barcos y en aviones, vamos a decirlo francamente— es un modelo que aunque se ha dicho que tuvo precedentes en los años 60, se instauró sistemáticamente en los 70; y como dijo Aurelio Alonso, fue un modelo que incluía, además de la economía, la política y la ideología. Lo peor de ese modelo es la pretensión de que el Estado tiene una doctrina y de que el partido tiene una filosofía y ahí empiezan casi todos los problemas. El Partido se compromete con cierto “marxismo-leninismo”. Entiéndase que nosotros tampoco estamos de acuerdo en eso, pero esa es la filosofía del Partido cubano, a la cual se le ponen arandelas, pero que sigue estando en sus estatutos. Lo que pasó en los 70 es que el Estado cubano tenía un sistema ideológico para impartir ese “marxismo-leninismo”. El Estado estaba comprometido con una doctrina, con una idea, con una filosofía, una concepción del mundo, etc.
La otra observación que quería hacer es la siguiente. Si Uds. aceptan mi hipótesis de trabajo de que esta historia ha transcurrido por momentos de ortodoxia y de heterodoxia, la pregunta sería ¿en que momento estamos? Es evidente que estamos en una inusual apertura si lo comparamos con los años 80.
Ahora bien, ¿qué aprecio yo en esta historia? En los momentos de heterodoxia cuando los “buenos” parecían ganar, los “malos” también estaban con vida, comían, tenían sus espacios y sus aparatos. Cuando llega el momento de la ortodoxia, los actores heterodoxos desaparecen. En plena ortodoxia teníamos las EBIR [Escuelas Básicas de Instrucción Revolucionaria], pero en los momentos heterodoxos no tuvimos ni Departamento de Filosofía ni Revista. Esto puede ser tomado para una reflexión, simplemente lo apunto; de hecho, parecería que estamos viviendo un incipiente escenario de debate, propiciado por revistas como Temas, Criterios y otras; pero también hay otros, y esta contienda no esta clara ni equilibrada; es decir, también nos la tenemos que ver con la página tres del Granma [política nacional]. No voy a mencionar a nadie por respeto; tan solo decir que tenemos signos contradictorios y cierta esquizofrenia. Solemos estar preocupados, los más sofisticado de nosotros, de hacia dónde va China, pero aquí no se discute China; acerca del socialismo del siglo XXI, pero aquí no discutimos el del XX, etc. Es decir que aún con estas aperturas nos movemos en la “frontera del deber”, y cabe preguntar hasta qué punto este debate de baja intensidad nos va a permitir desarrollar el famoso marxismo cubano o su versión avanzada, etc. el cual siempre nos proponen.
Por tanto, yo terminaría diciendo lo siguiente: vamos a necesitar algo parecido a Pensamiento Crítico, a un Departamento de Filosofía como aquel o aún mejor, y algo semejante a la Editorial Revolución o más editoriales; y eso, a diferencia de lo que sugiere Celia, no lo van a resolver estos selectos viejos aquí presentes; esto recae en ustedes los jóvenes que nos han honrado hoy con su presencia.

Juan Valdés Paz

jueves, 5 de agosto de 2010

La Haydée que conocí




“(…) ya no tenía ante mi vista la penumbra de una escalera oscura, ahora veía de nuevo la luz…” Son palabras de Haydée que le escuché en una de esas largas conversaciones que tuve la dicha de sostener con ella. Ese día hablaba con euforia sobre la tarea que Fidel —desde la prisión— acababa de darles a ella y a Melba tan pronto salieron de la cárcel de mujeres en Guanajay. Las instrucciones, contenidas en una carta, se referían a la inminente necesidad de imprimir, en el mayor secreto posible, su alegato del juicio del Moncada, conocido como La historia me absolverá, y hacerlo distribuir clandestinamente.
La continuación riesgosa y tenaz del trabajo revolucionario “me devolvía la vida porque para mí era muy duro salir en libertad cuando Abel, Boris y tantos compañeros estaban muertos, y Fidel preso”. Con esa primera tarea, la Haydée más conocida volvió a sonreír, a proyectarse, a crear, transpiraba energía y audacia. Muchas fueron sus tareas a partir de entonces, entre las más relevantes y valientes su lucha clandestina en Santiago de Cuba durante la preparación del alzamiento que ocurrió el 30 de noviembre, hecho que debía coincidir con el desembarco del Granma. Haydée Santamaría en la Sierra Maestra, junto con Fidel, con Celia, fue para ella un momento —según le oí decir más de una vez— que la hacía creer que estaba en el cielo, “si lo que dicen que hay en el cielo es el paraíso”. Ni su asma ni el esfuerzo físico extraordinario la arredraron. Pero, en sus condiciones, con su autoridad revolucionaria, y demás características esenciales para llevar adelante cualquier tarea, asumió con entusiasmo y decisión su arduo trabajo en el exilio, en su condición de integrante de la Dirección Nacional del 26 de Julio. También para ella, según me contó y les contaría a otros, como a Marcia Leiseca, tal vez, que aunque hubiera querido permanecer como combatiente en la Sierra Maestra el hecho de estar en un lugar donde estuvo Martí le daba fuerzas y una alegría inmensa. Años más tarde, cuando ya la Revolución había triunfado, Haydée diría, durante un conversatorio en la Universidad de La Habana: “hoy somos marxistas porque fuimos martianos”.
Un inventario de las acciones revolucionaria de Haydée Santamaría sería tan emocionante como extenso. Habría que hablar, en primer lugar de voluntad, destreza, sabiduría y profunda convicción latinoamericanista y universal que desplegó en la Casa de las Américas, un centro que acogería y atraería a los intelectuales y artistas más importantes del continente y a los que surgían “de la nada”, decía ella, y a cubanos del más alto nivel intelectual, como Alejo Carpentier, quien le dijo a Lilia Esteban que Haydée no solo lo había conmovido con la palabra, sino que su inteligencia e ideas eran prodigiosas. Y fue ese, otro don importante de Haydée, pues no alcanzó la enseñanza media cuando asumió esa tarea de gigante y se proyectaba de igual a igual en los más elevados círculos de la literatura y apreciación de las artes. En la Casa leyó mucho; buscaba o preguntaba lo que no sabía sobre textos y personas pero aquellos que, como Roberto Fernández Retamar, la conocieron muy de cerca en la faena de Casa de las Américas, sabían que ella veía el lunar, inadvertido para otros, y descubría un diamante donde nadie suponía que algo brillaría.
Su labor en la Casa no la apartaba de su función política, no solo con respecto a América Latina. Su responsabilidad, como Presidente de OLAS1 le permitió realizar uno de sus sueños más caros en esa época: ir a Vietnam y hablar con Ho Chi Minh —“ese hombre que, aunque más viejo, me hace recordar a Martí”— con quien sostuvo una larga conversación en Hanoi, y de donde volvió “con más bríos después de ir a Vietnam en guerra y saber que ganarán porque con Ho Chi Minh y ese pueblo tienen que ganar” —me dijo al regreso, y llamó a Melba, su compañera del Moncada, para compartir su emoción.
Más de una vez me han preguntado cómo era Haydée, ¿alegre o triste? Para mí, las dos cosas. La conocí severa y profundamente triste durante el juicio del Moncada. Y la conocí muy alegre, como también la veía el Che, esperando un año nuevo. La constante de su personalidad era, para mí, su agudeza e ingenio impresionante y la generosidad sin límites. Amaba a su familia y valoraba la amistad cultivándola con preciosismo siempre que no se contradijera, ni un ápice, con la lealtad a la Revolución y a Fidel. Cuando murió también me preguntaron qué yo pensaba, hoy reitero lo que respondí entonces: Haydée, en el fondo, fue también un mártir del Moncada que durante un tiempo venció con creces su muerte, íntimamente deseada aquel 26 de julio, junto a Abel y a Boris cruelmente torturados, por eso fue dos veces ejemplar.

Marta Rojas
La Jiribilla

Foto:Cortesía de la autora y Archivo Casa de las Américas. En un banco en la puerta exterior de la cárcel de Guanajay, el mismo día de la excarcelación de Melba y Haydée.