El mundo del fútbol se conmovió este fin de semana ante la noticia de más de cien muertes (incluyendo decenas de niños y jóvenes) ocurridas durante una estampida en un estadio de la ciudad de Malang, Indonesia -en la isla de Java. La policía se encuentra en el punto de mira.
Los hechos se produjeron cuando aficionados del equipo local, el Arema FC, invadieron el campo de juego descontentos por la derrota frente a su archirrival, el Persebaya Surabaya, ante el que llevaba más de 30 años invicto. Ambos militan en la primera división.
Las fuerzas de seguridad respondieron con el disparo a mansalva de gases lacrimógenos, tanto en el césped como hacia las tribunas. Esto derivó en la estampida fatal. La mayoría de las víctimas murieron por asfixia o pisoteadas. Es una de las mayores catástrofes de la historia del fútbol mundial.
La policía actuó ignorando el protocolo de la Fifa que prohíbe el uso de gases lacrimógenos dentro de los estadios.
Adicionalmente, se habían vendido 42 mil entradas para el partido, pese a que la capacidad máxima era de 38 mil espectadores. Esto agravó la situación.
La furia hacia las autoridades policiales se veía en las pintadas con aerosol próximas al estadio, donde los familiares de los fallecidos montaron una vigilia. Según un cable de la agencia AFP (3/10), titulado “la ira contra la policía crece tras la tragedia”, había leyendas como “ACAB”, acrónimo de “all cops are bastards” (“todos los policías son bastardos”).
No estamos ante un desastre causado por “fanáticos” deportivos, sino ante un crimen estatal. El gobierno de Joko Widodo prometió un esclarecimiento de los hechos, pero organismos de derechos humanos desconfían y reclaman una investigación independiente, para evitar el encubrimiento policial.
Un editorial del diario Yakarta Post (3/10) advierte que la catástrofe en el estadio javanés deteriora aún más la imagen de las fuerzas de seguridad. Por estos días, se esperaba el comienzo del juicio contra uno de los exjefes de la Policía Nacional, Ferdy Sambo, quien ordenó el asesinato de uno de sus guardas y chofer (según dice, por acosar a su esposa). Los ejecutores materiales del hecho también integraban la fuerza.
La reacción brutal de la policía en el estadio grafica las características del aparato represivo. Ese mismo aparato es el que cargó contra las masivas movilizaciones y el paro general de 2020 contra una reforma que recortó los derechos laborales y dio piedra libre para la depredación ambiental.
Cabe señalar que a principios de septiembre hubo manifestaciones en el archipiélago ante el alza del 30 por ciento en los combustibles dispuesto por Widodo. Y los sindicatos no descartan un nuevo paro general.
Contra la organización obrera y la movilización popular, el Estado capitalista se vale de las fuerzas represivas como uno de sus recursos. Esas fuerzas, supuestamente al servicio de la seguridad ciudadana, actúan como se vio este fin de semana en Java.
Gustavo Montenegro
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