Mucho se habla y escribe en estos días acerca de las formas y maneras de gobernar del Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros. “Especialistas” locales e internacionales en esta materia intentan acercarlo a como lo hacía Fidel Castro. En mi modestísima opinión se trata de una muy propia peculiaridad de Díaz-Canel. Un poco de cada cual más su característica personal. Así lo hizo durante sus jefaturas partidistas en las provincias de Villa Clara y Holguín.
Muy por seguro, deseos no le faltan de tomar una bicicleta, en sentido práctico y metafórico, y salir a la calle, termómetro en mano, a tomar temperaturas. Convencido estoy de que a él la gente le será más sincera que como lo fueron con sus predecesores por razones que no será muy difíciles de discurrir.
Tiene el partido comunista una estructura muy bien montada denominada Opinión del Pueblo. Hasta las altas instancias partidista llegan a diario las opiniones de la gente en la calle con un lujo de detalles tan exquisito como lo es la hora y el lugar donde alguien abrió la boca para referirse al día a día, las locuras de Trump o un ponderado elogio al ex presidente uruguayo José “Pepe” Mujica.
Pero ello no le es suficiente a Díaz-Canel. Tal parece que prefiere vivirlo personalmente y no leerlo. De ahí, que de conjunto con su segundo, Salvador Valdés Mesa, se nos hayan convertido en par de “Correcaminos” que pasan el mediodía en La Habana y duermen en Santiago de Cuba a casi mil kilómetros de la capital cubana. El pasado jueves tiraba al aro en una instalación escolar en la indómita región oriental y el viernes estrechaba la mano en La Habana a Ram Nath Kovind, presidente de la India.
Descansa poco el Presidente. Ni se sabe a cuántas convocatorias ha llamado al Consejo de Estado para revisar planes, proyectos, incumplimientos y cuanto detalle se ponga por delante que son trasmitidas con cierta amplitud por la televisión. Si se le pagaran horas extra sería un rico incuestionable porque la riqueza provendría de su propia labor y sobrecumplimiento de sus responsabilidades.
En el plano informativo se aprecian avances cuando aun no se ha efectuado el congreso de los periodistas. Díaz-Canel perece convencido de un tipo de periodismo que todavía no ha llegado a los medios nacionales. Un viejísimo reclamo, por ejemplo, de la necesidad de los denominados voceros parece venir en camino. De momento, ha insistido en que los ministros deben comparecer ante los profesionales de la información.
La corrupción, andante y galopante, fue acuñada por él como “el principal enemigo de la revolución”. Y del dicho al hecho. La batida ha comenzado digamos en la base, en las estructuras más cercanas al pueblo como son los llamados rastros donde acude el necesitado de materiales de construcción o a los mercados agropecuarios. Habrá que esperar cuando le toquen a la puerta o bajen de una oficina a otro tipo de corrupto que no oculta sacos de cemento o trapichea con alimentos, sino con miles, tal vez millones, del erario público.
Y dígase con todo propósito que a raíz del revuelo “etimológico” alrededor de Lis Cuesta Peraza no creo que quienes deben pensar en ello deban darle muchas vueltas al asunto y mucho menos mirar a la vecina Venezuela buscando un similar tan risible como ridículo. A Cuesta Peraza, que condiciones intelectuales tiene, habrá que encontrarle un nuevo trabajo de mayor relevancia social o cultural. De tal modo, para el ámbito local como internacional, será la esposa del Presidente más esa nueva responsabilidad.
Miguel Díaz-Canel podría ganar más partidarios dentro de la isla. No por lo que diga, sino por lo que está haciendo.
Aurelio Pedroso
Progreso Semanal
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