Todos los antivalores de neo-nazi-fascismo están esparcidos minuciosamente en sus aparatos mediáticos-monopólicos-burgueses que son “la mano que mece la cuna” ideológica, que usan y abusan del odio y lo condimentan con las perversiones del monstruo farandulero que han creado. Es ese el caldo de cultivo de los “estados de ánimo”, las “opiniones públicas” fabricadas y las fuerzas destructivas que se amalgaman en el proceso del florecimiento del odio de clase.
Comunicación mercantil
Se han infiltrado muchos modos y medios de la “comunicación” mercantil. Las cabezas del neo-nazi-fascismo licuan deyecciones ideológicas en horarios “prime time”, y en los otros también. Desparraman palabrerío de “libertad”, “cambio”, “justicia” para seducir a un segmento de masas desmemoriadas que aprendieron a odiarse a sí mismas.
Esa es la base social “genuina” del neo-nazi-fascismo por obra y gracia de sus patrocinadores: la burguesía, cierta nueva “clase media”, varios funcionarios estatales, no pocos administradores privados, académicos, estudiantes, vendedores, cantantes y farándula en general. Todos ellos portan su “grano de arena” para constituir y renovar la aberración que es el nazi-fascismo, que no es sólo reacción violenta o arbitraria de las clases dominantes, sino una forma específica de dominación política y cultural del capital monopolista.
Es expresión brutal y deshumanizada que sueña con llevar a cabo una política más de exterminio. La lucha contra el nazi-fascismo es también una batalla ideológica y cultural que debe librarse en todos los frentes.
¿Qué es hoy el neo-nazi-fascismo?
Es el “partido” de la desesperanza contrarrevolucionaria que se ha apoderado sistemáticamente del capital emocional de las masas y las arrastra tras de sí.
Es culto al conservadurismo bizarro y al dogmatismo de las “superioridades” y el racismo; negación de la modernidad y racionalismo; empirismo dogmático; satanización del pensamiento crítico; odio a las diferencias; chauvinismo y xenofobia; fanatismo de la expulsión; desprecio por la debilidad; amor al machismo… y algunas otras perversiones adaptadas a “los tiempos” para travestirse con “naturalidad” en la semántica, en las formas y en las interrelaciones sociales. Todo eso convertido en movimiento de masas muy mediático. Crece florido donde se han dejado vacíos, desilusiones y engaños.
Su neo-nazi-fascismo expresa el miedo burgués y excita a sus peores fantasmas. Es un error histórico muy costoso mantener devaneos entre “subestimarlos” y “sobreestimarlos” sin una organización firme, con claridad profunda, capaz de definir y organizar la identidad de clase que combatirá el ser y la esencia del nazi-fascismo para su destrucción sin miramiento.
La humanidad, en los próximos decenios, depende de qué lucha emprendamos. Tal lucha es ineludible porque en el neo-nazi-fascismo se coagulan todas las formas de odio que deshumaniza, destierra y extermina. Ellos aspiran a convertirse en pasión de grandes masas, incluso con dirigentes propios de “origen plebeyo”, dirigidos y financiados por las organizaciones capitalistas.
El síndrome de Estocolmo mediático
El neo-nazi-fascismo es un movimiento inducido, paradójico y bizarro, con base social y origen burgués, para adiestrar a las masas en el oficio de producir y consumir desconfianza y odio sobre sí mismas y contra toda iniciativa emancipadora. Infiltrado en canciones, películas, noticieros, novelas, pintura, escultura, teatro…
Está claro mundialmente que la burguesía, artífice de mil artimañas y delitos, es la clase más poderosa, aún siendo una minoría ínfima. Que, para imponernos su dominación, pacta “ayudas” mutuas con la “pequeña burguesía” y con sectores del proletariado. Semejante entramado de “relaciones” interesadas tiene su historia y su dialéctica en la que despliegan al menos tres fases:
Fase 1: el comienzo del desarrollo capitalista.
Fase 2: el período de florecimiento y madurez del capitalismo con expresión de formas democráticas, ordenadas e incluso pacíficas y conservadoras.
Fase 3: la fase actual de decadencia del capitalismo, en que la burguesía, para mantener el control de la explotación y el saqueo, recurre, incluso, a los métodos de la guerra cognitiva contra el proletariado. Resabios de jacobinismo, la democracia reformista (incluida la socialdemocracia) y el nazi-fascismo, que son todos programas pequeñoburgueses.
Sufrimos, cada hora que transcurre, las consecuencias escatológicas que quieren congelar la historia para que reinen todas las perversiones del capitalismo y su fase imperial.
Estrategias de lucha
Nuestra contradicción trágica está también en la debilidad e insuficiencias de nuestras estrategias en materia de comunicación, derivada de nuestras debilidades políticas en materia de organización.
Hay que decirlo de modo claro, sincero, y, sobre todo, pronto: hay que combatir los métodos burocráticos, sabelotodo, ególatras, subjetivistas e intolerantes. Proletariado y trabajadores en general tienen que estar cotidianamente organizados y en profundidad. No sólo consignas, necesitamos decenas de millares de núcleos semántico-comunicacionales interconectados con la agenda de las luchas en las bases, dinámicamente y en tiempo real.
Mientras los neo-nazi-fascistas forman a sus profesionales de la política e intentan imponer una imagen exagerada de sus fuerzas, y convierten sus fanfarronadas en un modelo de combate, nosotros requerimos un programa de contraofensiva muy dinámico y autocrítico, capaz de apreciar nuestras fortalezas y debilidades de manera realista en “tiempo real”.
Pero no alcanza con querer combatir al nazi-fascismo, hay que poder hacerlo. Es necesario contrarrestar todos sus frentes, hay que medirlos en la lucha, por medio de la lucha, y aportar al combate las correcciones necesarias basándose en mediciones sacadas de la vida y de las ciencias más avanzadas.
El neo-nazi-fascismo, como una forma extrema de reacción capitalista, en su etapa actual enfurece su ideología ultranacionalista, racista y anticomunista. Es el recurso de la burguesía para mantener su dominio frente a una crisis económica y contra las organizaciones del proletariado.
No es solamente un plan de gobierno dictatorial, es una revolución cultural con un movimiento de masas para destruir las organizaciones obreras y aplastar cualquier forma de resistencia democrática.
“…La tarea del fascismo es aplastar a las organizaciones revolucionarias de la clase obrera y, por consiguiente, hacer imposible cualquier acción independiente del proletariado. […] El fascismo logra este objetivo no mediante subterfugios, sino mediante la movilización de la pequeña burguesía exasperada y desmoralizada.” (Trotsky 1934)
Y hoy es peor porque sale con muchos disfraces por las “redes” y por la tele.
Fernando Buen Abad Domínguez | 06/09/2024
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