Los hospitales libaneses colapsaron.
Una operación que no fue reivindicada por Israel pero en la que se adivina la mano inconfundible de sus servicios secretos dejó al menos nueve muertos y casi 2.800 heridos en Líbano, de los cuales 200 se encuentran en estado crítico, según el gobierno de ese país. El ataque logró hacer explotar a distancia los artefactos de comunicación que usan los integrantes de la milicia Hezbollah, y causó también la muerte de una niña de diez años y heridas al embajador iraní, Mojtaba Amani.
Esta agresión se encuentra precedida por la declaración del Líbano como un “objetivo de guerra” por parte de las autoridades hebreas, pocos días atrás, la intensificación de las redadas criminales en Cisjordania y, un poco más atrás en el tiempo, aunque no tanto, los bombardeos sobre Siria y el asesinato del líder político de Hamas, Ismail Haniyah, en pleno territorio iraní.
Es claro: el gobierno de Benjamin Netanyahu procura extender el conflicto y, con él, la barbarie en la región. Vale recordar que el ministro de Finanzas, Bezalez Smotrich, dijo en abril que había que “devolver a Líbano a la Edad de Piedra” (El País, 4/6). Después de devastar la Franja de Gaza, donde hay más de 40 mil muertos, se atacan sistemáticamente las escuelas, hospitales y centros de refugiados, y volvió la poliomielitis debido al descenso en las tasas de vacunación, el sionismo quiere lanzar una nueva invasión, esta vez sobre su vecino del norte.
Tras la incursión israelí en Gaza de octubre pasado, comenzó también un intercambio de misiles entre Israel y Hezbollah. En el lado libanés, esto ya dejó más de 600 muertos, entre ellos unos 141 civiles, según la agencia AFP. Del lado israelí, cerca de 60 mil personas fueron relocalizadas de sus hogares.
El pretexto para una invasión del Líbano sería crear una zona de amortiguamiento dentro de la nación de los cedros que proteja al norte hebreo del lanzamiento de cohetes de Hezbollah, permitiendo de esa manera el retorno de los desplazados. El ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, acaba de decir a los funcionarios norteamericanos en una reunión que no cuenta con alternativas para lograr dicho objetivo.
Una potencial invasión del Líbano, en la que Israel encontraría una resistencia aún mayor que en Gaza, donde ni siquiera ha podido cumplir todos sus objetivos al cabo de casi un año de operaciones, deja planteado el interrogante de cómo respondería Irán, que es aliado de Hezbollah. Y, en ese caso, si Estados Unidos redoblaría su apoyo al régimen israelí, al que ya le proporciona las bombas que caen sobre las cabezas de los palestinos. Otra vez, la política colonialista y belicista del sionismo plantea la posibilidad de una guerra regional.
Dentro de Israel, Netanyahu viene de enfrentar grandes movilizaciones populares en su contra, debido a sus reticencias a un acuerdo de cese al fuego con la resistencia palestina que destrabe la recuperación de los rehenes. Pero, en la medida que todo el establishment político, de izquierda a derecha, respalda la operación genocida sobre Gaza, y no existe, por tanto, una oposición estratégica a su gobierno, “Bibi” ha logrado mantenerse en el cargo, pese a contar con una estrecha mayoría parlamentaria, que a su vez está dividida por múltiples razones.
La amenaza israelí de una invasión del Líbano tiene que ser rechazada enérgicamente, igual que las acciones sobre Gaza, Cisjordania, y los bombardeos sobre Siria y Yemen.
No al genocidio. Fuera las tropas israelíes de Gaza. Por una Palestina única, laica y socialista, como parte de una federación socialista de pueblos de Medio Oriente.
Gustavo Montenegro
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