Tras los reveses sufridos en el occidente ucraniano, las fuerzas rusas han concentrado sus ataques en el este del país, donde se avizora una larga batalla. Pese a la captura de Mariúpol -una estratégica ciudad-puerto ubicada junto al Mar de Azov, que le permite a Moscú avanzar en la formación de un corredor terrestre para unir la península de Crimea, el Donbas y el territorio ruso- la nueva fase de la guerra apenas está comenzando.
Ampliación del conflicto
El imperialismo está reforzando como nunca al gobierno de Volodímir Zelenski con armamento de mayor alcance y calidad. Si en una primera etapa se había concentrado en la entrega de misiles Javelin y Stinger (que se disparan desde el hombro, a través de un sistema portátil), rifles y municiones, ahora avanza en la provisión de “armamento más sofisticado”, según un artículo del New York Times (reproducido por La Nación, 23/4), como obuses y tanques. En Estados Unidos se está capacitando personal para el uso de drones fantasmas que atacan un objetivo y luego se desechan. Como parte de este mismo despliegue se discute si proporcionar a Ucrania información de inteligencia sobre objetivos en territorio ruso. Cabe señalar que Kiev ya ha atacado posiciones del otro lado de la frontera. Ello ha sido justificado por el Reino Unido como parte de las maniobras defensivas. “Ucrania necesita adentrarse en las profundidades de sus oponentes para atacar sus líneas logísticas, sus suministros de combustible y sus depósitos de municiones”, alegó el ministro de las Fuerzas Armadas, James Heappey (20 Minutos, 26/4). Londres prepara la entrega de un nuevo lote de tanques con misiles antiaéreos para Kiev. Mientras tanto, sigue en debate un potencial pertrechamiento con aviones de modelo soviético -los que saben manejar los pilotos ucranianos- desde países vecinos, a los que la Casa Blanca compensaría, a su vez, con aviones nuevos -la colaboración ya existe en materia de repuestos para las naves.
Washington ha proporcionado hasta aquí 3.700 millones de dólares en asistencia de seguridad al régimen de Zelenski, “dinero que luego vuelve a Estados Unidos y va directo a la industria armamentística del país”, según una aclaración del corresponsal de La Nación (26/4). Los yanquis no dan puntada sin hilo. Por lo demás, las compañías de armas están entre las ganadoras del conflicto, con un salto de su patrimonio.
El incremento en la ayuda militar despertó severas advertencias de Moscú, pero también la reticencia inicial de Alemania, que está demasiado cerca de la zona de combates como para no inquietarse. El ministro de Gobierno, Robert Habeck, había advertido que -por el riesgo de escalada que implica- la entrega de tanques debía consensuarse dentro de la Otan y con la Unión Europea. Finalmente, Berlín se terminó acoplando a Washington y anunció el envío de blindados.
El ministro de Relaciones Exteriores ruso, Sergei Lavrov, volvió a plantear esta semana que la escalada militar abre el peligro de una tercera guerra mundial y acusó a Washington de aconsejar a Zelenski que se endurezca en la mesa de negociaciones, de modo de bloquear una salida diplomática al conflicto. La Casa Blanca quiere asestar un golpe profundo a Moscú, como parte de su ofensiva colonizadora en el este europeo. Dos enviados yanquis a Kiev han insistido en que aspiran a una Rusia fuertemente “debilitada” y el presidente estadounidense Joe Biden sostuvo en su gira por Europa que quería a Putin fuera del poder.
El conflicto tiende a generalizarse. Las armas que se proveen a Ucrania ingresan por tres países diferentes (Polonia, Rumania y Eslovaquia), todos miembros de la Otan, que si sufrieran alguna represalia rusa, plantearían el involucramiento directo de la alianza atlántica en la guerra.
Al mismo tiempo, Suecia y Finlandia (país que comparte 600 kilómetros de frontera con Rusia) iniciaron la discusión sobre su ingreso al club militar, un asunto que podría resolverse antes de fin de año. Moscú respondió con la amenaza de trasladar parte de su arsenal nuclear a Kaliningrado, un enclave sobre el Mar Báltico que quedó en manos de la Unión Soviética tras la Segunda Guerra Mundial, que linda con Polonia y Lituania, muy próximo también a Alemania.
Moldavia
Con todo, el punto más sensible en cuanto a una posible extensión de los choques pasa en estos días por Moldavia, una nación que limita con Ucrania. En la región autónoma de Transnistria, que tiene un gobierno afín a Moscú, hubo una serie de explosiones contra antenas de radios y edificios gubernamentales que las autoridades atribuyeron a milicias ucranianas. En Transnistria hay hace tiempo 1.500 soldados rusos apostados. Moscú es un proveedor clave de gas.
Las autoridades reaccionaron con pies de plomo, pidiendo al gobierno moldavo que no entre en provocaciones. Por ahora, la presidenta Maia Sandu -representante de una fuerza que venció en las últimas elecciones a una coalición de partidos cercana a Moscú- convocó un consejo de seguridad. Para mayor tensión, en los días previos, un comandante ruso había asegurado que uno de los objetivos del Kremlin en la nueva fase de la guerra era formar un extenso corredor terrestre desde el Donbas hasta Transnistria, incluyendo a la ciudad ucraniana de Odessa. Las declaraciones de otros funcionarios superiores llamando a respetar la integridad de Moldavia y el estatus especial de Transnistria fueron en sentido contrario, pero la desconfianza ya se había instalado.
La dinámica de la guerra en Ucrania desmiente la versión interesada de los medios occidentales, según la cual Occidente se estaría limitando a repeler la agresión rusa. El imperialismo está atizando el conflicto en función de sus propios objetivos y sigue ampliando las fronteras de la Otan. Todo esto alimenta las posibilidades de una guerra mundial.
Mientras tanto, la población ucraniana sigue padeciendo en carne propia las consecuencias, y en el plano internacional, el aumento en los precios de los combustibles y los alimentos acelera las penurias de las masas. La clase trabajadora debe movilizarse en rechazo de esta guerra. Fuera el imperialismo del este europeo. Fuera Putin de Ucrania. Por una Ucrania unida y socialista. Por la unidad internacional de la clase obrera para terminar con la barbarie de la guerra y sus responsables. Por gobiernos de trabajadores. Por la unidad socialista de Europa, incluida Rusia.
Gustavo Montenegro
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