El cachetazo, sin quererlo, tomó una simbología que hizo estallar, en vivo y en directo, las flagrantes contradicciones que rodean a la Academia de Hollywood, que entrega los premios, y a la más grande industria audiovisual existente, la de Estados Unidos.
Un mes antes de la ceremonia, señalábamos en esta web que “los premios Oscar 2022 llegan en un punto de algidez de (...) ´corrección política´. Tanto en las nominaciones y sus temáticas como en los nominados y posibles ganadores, la industria de Hollywood se presenta a través de la Academia, ahora, abrazando totalmente la diversidad y la ´ampliación de derechos´.
Sin embargo, la impostura es enorme: durante la pandemia los trabajadores de detrás de cámara se trenzaron en una intensa lucha contra la industria de Hollywood -en especial contra los grandes estudios como Disney, Paramount o Netflix- y amenazaron con llevar a cabo una huelga general -que la burocracia sindical desactivó mediante mil maniobras-, para poner freno a los ritmos frenéticos de producción, la precarización laboral, los salarios paupérrimos y los riesgos de vida que traía para su vida y la de sus familias trabajar en plena pandemia. (...)
La corrección política es hipócrita, como así también lo es lo que nazca de ella. Es lo que se evidencia cuando se confrontan las modificaciones en los reglamentos para nominar películas con el hecho de que, en verdad, la industria de Hollywood (...) es una usina de depredadores y explotadores sobre los trabajadores y artistas, especialmente detrás de cámara.”
Finalmente, con una gran cantidad de ganadores afroamericanos -incluido Will Smith como mejor actor-, latinos, mujeres y de diversas “minorías”, la Academia esperaba una “fiesta de paz y armonía”. Pero, en una ceremonia ultra guionada por ella misma, el “chiste” que escribieron para Rock sobre Pinket hizo volar por los aires toda su impostación: ahora “permiten” que negros y latinos ganen estatuillas importantes, pero se burlan de la enfermedad de una mujer afroamericana que, en un sistema descompuesto en el que se impone el machismo, lleva a su estigmatización.
El aborrecible papel de Chris Rock en los Oscar se remonta a 2016. Ese año se realizó el histórico boicot a los premios, encabezado por el director y activista afroamericano Spike Lee, al cual se plegaron, entre muchos otros, Will Smith y su mujer. El boicot denunciaba la segregación en la industria de Hollywood, evidenciada en las casi nulas nominaciones a negros y latinos. Rock fue contratado a último momento por la Academia como presentador-bufón de la ceremonia para “lavarle la cara” a la misma, burlándose de la lucha de sus colegas, además de carnerear la medida. Un “humorista” a la medida del status quo, que, además, desarrolló su carrera en gran parte haciendo abuso descarnado de un bullyng burdo.
En los marcos del formalismo, el que intenta imponer la industria y la Academia, la lucha por la diversidad y la igualdad y contra el racismo se verá siempre encorsetada y no avanzará realmente. Es necesaria la batalla por la destrucción del capitalismo, para que el mercado y sus cambios cosméticos sean derruidos en pos de un mundo con un horizonte realmente superador.
Matias Melta
30/03/2022
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