lunes, 21 de marzo de 2022

La guerra en Ucrania y la crisis mundial


La guerra, un factor de agravamiento de la crisis económica. 

 Los choques militares, el rol de China y el impacto de las sanciones 

 La guerra en Ucrania ha superado ya los quince días de duración. Como parte de los últimos movimientos, Rusia bombardeó zonas próximas a Polonia para cortar el abastecimiento militar que el gobierno de Volodímir Zelenski recibe desde el extranjero, a la vez que continúa su avance en distintos puntos del país, incluyendo las cercanías de Kiev, la capital. Esto acentúa el tendal de desplazados y de víctimas. Con menos repercusión en los medios, cerca de veinte civiles murieron por el impacto de un misil en la ciudad de Donetsk, en el este, que está en manos de fuerzas rebeldes, hostiles a Kiev.
 Frente a los ataques en las fronteras con Polonia, un Estado que integra la Otan, el presidente estadounidense Joe Biden advirtió sobre los riesgos de una tercera guerra mundial. Lo cierto es que el primero que calienta esta posibilidad es el imperialismo, ingresando asesores militares y armas en el terreno. Y, en un plano más general, con su despliegue en el este europeo (no ha llegado al extremo, por ahora, de imponer la zona de exclusión aérea que le demanda Kiev, y que despertó todas las alarmas de Putin).
 Estados Unidos echó a correr también la versión de que China estaría dispuesta a prestar auxilio militar a Rusia y la amenazó con represalias si esto se consuma. No se trata solo de armamento; Washington quiere evitar que Moscú afiance sus vínculos económicos con Beijing, frente al ahogo occidental. “Estamos comunicando en privado y directamente a Pekín que habrá consecuencias en respuesta a intentos de evasión a gran escala de las sanciones, o un apoyo a Rusia para paliarlas”, señaló Jake Sullivan, consejero de Seguridad de la Casa Blanca (El País, 14/3). 
 El cruce entre Estados Unidos y China, que negó la versión estadounidense, tensiona aún más el escenario. Washington presiona porque sabe que si lograra separar a Moscú y Beijing, le propinaría un golpe tremendo a Putin. 
 China no ha condenado la invasión rusa, pero tampoco parece haber brindado un apoyo activo a Moscú. Si bien a Beijing le conviene tener a Rusia de su lado, frente a su puja global con Estados Unidos, la guerra en Ucrania le crea una serie de dolores de cabeza, ya que tiene importantes acuerdos comerciales y de infraestructura tanto con Kiev como con varios de los países europeos enfrentados al Kremlin. Además, no quiere ser arrastrada a un choque frontal con la Otan y el imperialismo. 
 Por estos lazos con los dos bandos, Beijing sonaba en los días previos a la denuncia estadounidense como posible mediadora en el conflicto. Otro Estado con vínculos (pero también rivalidades) a ambos lados es Turquía, que logró reunir a altos funcionarios de las partes en pugna en su territorio. Israel aparece como otro de los equilibristas; el primer ministro Naftali Bennett mantiene contactos con Moscú.
 ¿Es posible un acuerdo? En los últimos días, Zelenski dijo que está dispuesto a renunciar al intento de ingresar a la Otan, que es una de las principales demandas de Moscú. Este gesto fue correspondido por funcionarios rusos, que dijeron que nunca tuvieron en mente derrocar al presidente ucraniano. 
 Por el momento, sin embargo, todas las gestiones han fracasado.

 El impacto internacional 

La guerra se ha transformado en un factor de agravamiento de la crisis económica mundial, disparando los precios de los alimentos y los combustibles, y atizando de este modo una inflación global que ya estaba en ascenso. Las represalias cruzadas, a su vez, que se suman a las que están vigentes como fruto de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, resienten las cadenas de producción globales. 
 Las durísimas sanciones occidentales tendrán un impacto asegurado sobre Moscú, donde el rublo se ha derrumbado, pero también actúan como un búmeran. Tomemos el caso de la prohibición de las importaciones petroleras rusas por parte de Estados Unidos, que recalienta los aumentos en la principal potencia capitalista del mundo, donde aún antes de la guerra, la inflación ya estaba en los niveles más altos de los últimos 40 años. 
 Para tratar de compensar la pérdida de los barriles rusos, Washington se ve obligado a recurrir a otros Estados rivales, como Venezuela e Irán, dándoles aire político. Tampoco le resulta fácil aumentar la producción local, porque aún con la suba de los precios, las petroleras son renuentes a hacer nuevas inversiones. No vislumbran un período de crecimiento económico mundial sostenido y temen el perjuicio que sufrirían por el capital inmovilizado. Y, en cualquier caso, el impacto de esos desembolsos se sentiría recién en un par de años.
 La variante de una suba de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal norteamericana y los bancos europeos, como arma anti-inflacionaria, desataría tendencias recesivas a nivel internacional, golpeando la precaria recuperación posterior al pico del Covid-19. Además, abriría una crisis en el caso de la ya abultada deuda privada, que se encarecería, planteando un escenario de quiebras corporativas. 
 El agravamiento de las condiciones de vida de las masas, como consecuencia de la guerra, va a desatar luchas en todo el mundo. En Estados Unidos, donde la inflación ha impulsado la lucha salarial en los últimos meses, las maestras de Minneapolis llevan más de una semana de huelga. En Irak y Albania estallaron manifestaciones ante el alza en los precios de los combustibles y los alimentos. En Rusia, migrantes turcos, trabajadores de una fábrica en Kazán, pararon ante el impacto de la devaluación monetaria y lograron una compensación. Se trata solo de las primeras manifestaciones de un proceso. 
 Atentos a las consecuencias sociales, gobiernos de distintos países intentan poner un coto a la situación. A modo de ejemplo, la República Dominicana introducirá subsidios mientras el barril de petróleo oscile dentro de una franja de entre 80 y 120 dólares. Pero las espaldas de los Estados para intervenir son limitadas, dado un endeudamiento que se arrastra desde la crisis de 2008.

 Un planteo 

Con su intento de integrar a Ucrania a la Otan y su expansión en el este europeo, el imperialismo yanqui y la Unión Europea son los principales responsables de la guerra actual, en la que además pertrechan militarmente a uno de los bandos. Lo cual no convalida la invasión del Kremlin, que Putin lleva a cabo como gendarme de los intereses de la oligarquía moscovita, y que ha conducido a grandes sufrimientos al pueblo ucraniano.
 ¡Abajo la guerra, fuera la Otan y el FMI del este europeo! ¡Fuera Putin de Ucrania! 

 Gustavo Montenegro

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